sábado, 3 de octubre de 2015

(6) - Ça va, mon fils?
     -Sí, Sancho, todo va bien. Aunque eres tú el que vive en el nirvana.
     -Ya llegarás. Me encanta colaborar contigo. Tenemos que convencer al mundo mundial de que tu libro vale mucho y de que su lectura engancha. Estamos conversando en un plano virtual. Pero todo es virtual, afortunadamente. La cruda realidad, a palo seco, no hay quien la aguante. Cita esas frases que tanto te gustan.
     -Séspir (para los amigos) decía que estamos hechos de la materia de los sueños. El pobre Oscar Wilde, tan ingenioso, nos recordaba que vivimos sumergidos hasta el cuello en el fango, pero que era necesario tener al mismo tiempo siempre fija la mirada en las estrellas. Y nunca olvidaré lo que cantaba Moustaki en Le Métèque: “Et nous ferons de chaque jour  toute une éternité d’amour” (haremos de cada día toda una eternidad de amor).
     -Este es mi chico. ¡Olé tus testículos!
     -Stop, Sancho: nuevo patinazo. La expresión sigue siendo grosera, y, además, ridícula.
     -Vale; ya veo que no acabo de acertar. Me sé otros sinónimos, pero, por si acaso, aparco definitivamente esa frase. Explica un  poco tu relación con el dueño de la Casa Solariega de los Matienzo en el cántabro Valle de Ruesga. Y te sugiero que cuelgues la foto de su escudo y de la placa en que se da detalles de su historia.
     -El dueño se llama Ignacio Ruiz Gómez, y su encantadora mujer, Yolanda. Terminadas sus vacaciones, se fueron a Melilla, su residencia habitual. Les envié allá un ejemplar del libro. A los quince días me llamó Ignacio entusiasmado, valorando especialmente la aclaración de la gran cantidad de dudas que tenía sobre la historia de tu época en Sevilla y la de tiempos posteriores. El impresionante escudo de su casa solariega está ahora en una capilla familiar en la parroquia de Matienzo de Cantabria. Luce en el centro una gran cruz de Calatrava. Es de finales del siglo XVI, y el titular, de apellido Matienzo, era letrado, algo, por lo que se ve, tradicional en todas las ramas de este linaje.
     -Añadamos a esto que te acaban de pedir desde México diez ejemplares de nuestro libro. Iba a exclamar “!Olé…!”, pero, por si acaso, diré: “¡Eres la hostia!”
     -¡¡STOP, SANCHO!! Cada vez lo pones peor.
     -Lo siento. Tomo nota. Bonne nuit, mon cher fils. Hereux jourversaire.

     -Merci, mon bon père. À demain.



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