sábado, 17 de octubre de 2015

(29) - Salut, mon chéri. Je suis vraiment desolé.
     - Salut, mon bon Sanschó. Sé por qué estás desolado.
     - Y yo sé que lo sabes. Viste la espectacular puesta de sol de anteayer, pero, al sacar la foto cuando llegabas a tu casa, te diste cuenta de que tanta belleza ocultaba una amenaza. Yo he querido proteger a todos los meneses, pero el Comité Cuántico de Penalización de Injurias Cósmicas (el COCUPIC) es implacable.
     - ¿Te has dado cuenta de que esas siglas no quedan bien en francés?
     - Ya sé que suenan a “pico de cornudo”, pero para Francia las cambiamos. Deberías más bien llamar la atención al Gobierno por su Plan de Ordenación de los Recursos Naturales (el PORN). Con esos lindos, pero temibles, colores, nuestro Comité avisaba al Valle de Mena de que, si no se alcanza un decente nivel de comporas de nuestro libro, será arrasado a sangre y fuego, siendo solamente protegidos los que lleven en sus manos mi biografía. Exigen que se reconozca la importancia histórica de mi paso por la tierra y el valor de tu brillante trabajo. No admiten excusas; ni siquiera la de la crisis económica. Dicen que esas quinientas páginas equivalen a seis películas apasionantes, y que sería maravilloso que las leyeran los enamorados en el tálamo, al anochecer, como preludio de una tierna y hermosa fusión de amor.
     - Cambiemos de tema, mensajero de las desgracias, porque estoy a punto de desmayarme. Vamos con otro de tus compañeros de la catedral de Sevilla.
     - Traté mucho al canónigo Luis Fernández de Soria, porque, amén de ser mi compañero en el coro, hizo muchos trabajos para la Casa de la Contratación. Murió en 1522, un año más tarde que yo. Era tan amigo de los Colón, que fue apoderado en Sevilla de Cristóbal y de su hijo Diego, y, cuando el bastardo Hernando Colón donó la rica biblioteca colombina de su padre a la catedral, nombró al canónigo Luis segundo posible destinatario de ese legado. Era de origen judío-converso, y siempre tuvo el desparpajo de no ocultar la convivencia con su amante. Pero, ¿cómo no?, quiso asegurarse una plácida llegada al Paraíso dejando un montón de dinero para misas por su alma. Mas, ¡ay!, los trámites testamentarios le jugaron una mala pasada, quedando retenido ese dinero varios años. Nos daba pena ver cómo, mientras tanto, se estaba achicharrando en el Purgatorio. Bonne nuit, mon petit: pon esa apocalíptica foto como advertencia a los frívolos. 
     - À la procaine, mon cher chanoine de Seville. 

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