(1258) Queda claro que los mapuches se
enfurecían con extraordinaria rabia cuando los españoles se llevaban a sus
mujeres e hijos: "En este tiempo era muy acosada la ciudad de Angol por un
ejército de enemigos instalados en Guadaba, habiendo resultado en algunas
refriegas vencidos por los españoles. Salió contra ellos el maestre de campo
Alonso García Ramón con cuarenta soldados, y, atacándolos, les cogió a sus hijos y mujeres, y apresó a algunos
indios de pelea. Pero los que salieron huyendo juntaron rápidamente unos cien
indios, y estos vinieron tan encarnizados para quitarles la presa, que pusieron
a los españoles en gran aprieto, resultando muy maltratados y heridos. Y se habrían perdido del todo de no intervenir
el valor del maestre de campo, que animaba a sus soldados. Se opuso a toda la
fuerza de los enemigos, y, aunque lo
derribaron en una barranca donde otro se habría quedado tendido, él se levantó
con tantos bríos, que se revolvió sobre los indios y dio contra ellos como un
león desatado o, por mejor decir, como un español colérico, de suerte que, al final,
quedó la victoria de su parte".
Recordemos que Luis de Sotomayor había
sido enviado a España por su hermano, el gobernador, para llevar a Chile
soldados de refuerzo. Y veremos ahora hasta qué punto preocupaba el problema de
los piratas ingleses: "El año 1590 llegó a la ciudad de Panamá don Luis de
Sotomayor con seiscientos soldados que traía para este reino de Chile. Pero, como
se vivían tiempos revueltos por temor a los piratas ingleses que andaban por la
Mar del Norte (la zona caribeña), fue necesario que cuatrocientos de
ellos volviesen a España (con la falta que hacían en Chile…) protegiendo
a la flota que llevaba gran cantidad de barras de plata y tejos de oro. Se
hallaba entonces en Panamá don García Hurtado de Mendoza, que venía como virrey
del Perú, el cual ordenó que don Luis de Sotomayor volviese a España con los
soldados, encargando los otros doscientos a los capitanes don Pedro Páez
Castillejo y Diego de Peñalosa Briceño, los cuales los trajeron a este reino de
Chile. Con este socorro y la gente que ya tenía, el gobernador Alonso de
Sotomayor entró en los estados de Arauco y Tucapel para ocuparse de la guerra. Yendo con unos ciento cincuenta hombres, el gobernador hizo
un ataque nocturno sobre el campo de los enemigos, que estaban alojados en
un sitio despoblado de Angol. Hizo aquí
una gran matanza, quedando con la victoria, y para poner una defensa de cara al
futuro, fabricó allí cerca una fortaleza llamada de la Candelaria, y mandó
despoblar las dos que él había edificado en las orillas del Biobío, por ser muy
costosas y estar expuestas a grandes peligros. Además, nombró corregidor y
capitán de La Imperial a don Bartolomé Morejón, el cual se dio tan buena maña y
tuvo tanta ventura, que en dos años pacificó toda aquella comarca, la cual
estaba muy alborotada y hacían los enemigos frecuentes apresamientos de indios
que eran amigos de los españoles. Después el gobernador comenzó a marchar con
él pasando por Angol, donde ya se gozaba de algún sosiego. Entonces llegó allí
el coronel Francisco del Campo, que había servido mucho al rey en Valdivia,
Osorno y Villarrica, y le suplicó al
gobernador que le descargase del oficio, pues estaba ya viejo y muy quebrantado
de andar tantos años con las armas en la mano en Chile, después de haber
servido al rey en Flandes. El gobernador le dio contento y licencia para
descansar, pues lo merecían sus trabajos, y nombró en su lugar al capitán
Rafael Portocarrero".
(Imagen) El cronista pone por las nubes a un joven soldado nombrado capitán:
PEDRO DE CUEVAS. No habiendo hallado ningún dato biográfico suyo, hablaré
primeramente de su posible pariente JUAN DE CUEVAS. Al parecer, este 'Cuevas' nació
en Sahagún (León) hacia 1515. Llegó a México por el año 1536, pasó luego a
Perú, donde luchó junto al gran Pedro de Valdivia, y se trasladaron después los
dos a Chile. Fueron protagonistas de la fundación de Santiago, y Juan brilló en
la sociedad chilena, siendo corregidor y alcalde de esta ciudad, donde murió el
año 1591. Dicho lo cual, veamos lo que el cronista cuenta de PEDRO DE CUEVAS:
"El gobernador don Alonso de Sotomayor nombró capitán a Pedro de Cuevas,
el cual había llegado a Chile con el mismo don Alonso, teniendo solo dieciséis
años y en compañía de su tío, el capitán Francisco de Cuevas. Este joven
soldado había destacado en todas las ocasiones de lucha que tuvo durante siete años, lo que
mereció que, a los veintitrés de edad, fuera elegido capitán, y hasta lo podría
haber sido mucho antes. Porque, además de ser muy fuerte y animoso, y el
primero que se abalanzaba a los peligros, y de mucho conocimiento en cosas de
guerra, era también excelente hombre de a caballo, tan destacadamente, que,
cuando llegó a la ciudad de Lima y se ofrecía a actuar como jinete en el juego
de cañas (un reto deportivo), acudía la gente a verle a él más que a
todo el resto. Y lo mejor que hizo entre todas estas cosas, fue que, el año 1593,
por particular misericordia de Dios Nuestro Señor, prefirió ser soldado de su
hijo Jesucristo a ser capitán de los reyes de la tierra, y se puso bajo la
bandera de este divino adalid y verdadero caudillo entrando en la Compañía de
Jesús, donde ha sido soldado espiritual de tantos éxitos, que supera
proporcionalmente lo que había sido en el mundo, donde había participado en
todas las batallas referidas en la última parte de esta crónica, siempre con
grandes alabanzas de los capitanes y señores entre los que andaba. Se pudo ver el
crecimiento espiritual de este soldado en que, a pesar de que le insistieron
sus superiores en que fuese sacerdote, pues tenía condiciones para ello, nunca lo
pudieron conseguir, porque tuvo a mayor felicidad, y aun seguridad, en esta
vida servir a Dios en oficios humildes sin exhibirse ante los ojos de los
hombres. Ojalá quisiera Dios que hallara yo muchos frutos de estos en los sucesos
de esta historia, pues de mejor gana los escribiría, para edificación de los
lectores, que las desmesuras y desafueros que tantas veces he tenido que
contar". En la imagen, Ignacio de Loyola, otro jesuita que cambió las
armas por el servicio a Dios.