jueves, 24 de febrero de 2022

(1655) El cronista se admira de la valentía de los mapuches, y hace grande alabanzas del maestre de campo Alonso García Ramón.

 

     (1255) Se confirma que el gobernador de Chile estaba muy necesitado de soldados. No solo había mandado a España para traerlos a su hermano, Luis de Sotomayor, sino que también hizo un intento, fracasado, de conseguirlos en Perú: "Había enviado el gobernador a Juan Álvarez de Luna adonde el virrey del Perú, que era entonces don Fernando de Torres y Portugal, y como volvió frustrado porque entonces no pudieron darle refuerzos de gente, decidió don Alonso de Sotomayor despoblar el fuerte de Purén, y él fue con su gente a dar una vuelta por las ciudades de Imperial y Angol, así como a las tierras de los indios coyuncos sin cesar de quemarles las sementeras y llevarles sus ganados. Como Angol era la ciudad más combatida por los indios, puso en ella al maestre de campo Alonso García Ramón, el cual, como era hombre de sangre en el ojo, se empeñó en perseguir a sus enemigos hasta no dejar de ellos hombre a vida. Como tuvo noticia de que dos mil indios estaban en un banquete y embriagándose porque se preparaban para la guerra, salió hacia ellos con setenta hombres, los desbarató y mató a muchos. Pero suelen estos indios encarnizarse tanto con las pérdidas y engreírse con las victorias, que el gran tesón que el maestre de campo ponía en no dejarlos vivir a sol ni a sombra, les motivaba para ser más inflexibles y pertinaces. Y llegó esto a tanto, que un día de 1586 vinieron seis indios en solitario contra la ciudad y se pusieron a una legua de ella, donde prendieron a algunos yanaconas y cogieron muchos caballos. Enterado el maestre de campo, envió a varios soldados  para que le trajesen a los salteadores. Cuando llegaron a donde estaban, los indios decidieron no dejar de luchar hasta perder las vidas o ganar la honra, y comenzaron a pelear como unos leones.  También los españoles respondieron dispuestos a acabar con ellos aunque fuese con dispendio de su propia sangre".

     El cronista no va a tener ningún reparo en reconocer la valentía de la que eran capaces los mapuches: "Sería intento vano el pretender ponderar aquí las hazañas con que estos seis indios merecieron mayor fama que los 'doce pares' (soldados de Carlomagno que murieron heroicamente).  Mas, como yo no conocía sus nombres, será justo que su capitán goce de ella, cuyo nombre es Rancheuque. El cual, con un trozo de lanza, hizo frente a los españoles y dio tres lanzadas a nuestro capitán, y si no lo socorrieran, lo habría matado, siendo imitado por otro indio que derribó a un soldado, y así se fueron los seis sin lesión alguna, dejando a los nuestros harto maltratados".

      Pero había actuaciones de los indios que irritaban especialmente a los españoles: "A los pocos días volvieron a la ciudad estos mismos indios y entraron de noche en la iglesia de San Francisco por una reja que su cacique sacó de su lugar a fuerza de brazos. Una vez dentro, tomaron un crucifijo y una imagen de Nuestra Señora, y los frontales y casullas para hacer de ellas vestidos a su modo, y luego se fueron sin ser sentidos. Fue tan grande el coraje con que se encendió el maestre de campo por estas insolencias, que salió con los suyos a proseguir la guerra a fuego y a sangre, haciendo mucho daño en los enemigos, y les desbarató el fuerte de Mututico".

 

     (Imagen) El cronista nos muestra su admiración por un gran capitán: "El maestre de campo ALONSO GARCÍA RAMÓN  (del que ya hablamos) persiguió tan despiadadamente a los indios, que hubieron de rendirse, cosa que jamás habían hecho hasta entonces. Habiéndolos el maestre de campo recibido con amabilidad, les hizo un solemne banquete, pero viéndolos a todos juntos, se contentó, no queriendo darles  muerte, con prender a los principales cabecillas. Luego les dijo que los tenía allí para que pidieran a todos sus súbditos que viniesen en son de paz. Fue tanta la diligencia de los caciques, que en pocos días vinieron gran cantidad de indios de todas partes dispuestos a abandonar la guerra. De esta manera, se sosegaron los indios, y ganó el maestre de campo ALONSO GARCÍA RAMÓN (nacido en Valdemorillo-Cuenca) casi tanto renombre como LORENZO BERNAL DE MERCADO, por las muchas hazañas que hizo  durante los cinco años que defendió esta ciudad de Angol. Incluso, el capitán Alonso era tenido por algunos como más aventajado, ya que había pacificado a muchos indios en diversas ocasiones, lo cual se vio pocas veces en Lorenzo Bernal, pues lo llevaba todo a punta de lanza (dos grandes capitanes con distinto talante). Sucedió una vez que un indio amigo de españoles usó de traición con ellos, diciéndole al maestre de campo que había muchos indios en un lugar donde podría cogerles descuidados. Salió el capitán Alonso García Ramón con veinticinco de a caballo, a los cuales este indio los metió por una quebrada tan escabrosa que hubieron de dejar los caballos con ocho hombres que los guardasen. Los demás siguieron adelante, y, de pronto, se vieron cercados por multitud de enemigos, comenzando una pelea tan dura, que habrían caído al suelo de puro cansados, si el maestre de campo no los animara, aunque era él quien más sangre derramaba. Como Alonso García Ramón sabía que aflojar era perderse, despertaba a los suyos dando voces, y los metió de nuevo en la refriega peleando otras tres horas continuas. Finalmente, prevalecieron tanto los españoles, que los indios se fueron retirando a un lugar más estrecho, con intención de meter a los nuestros en mayor estrechura. Pero Alonso García les entendió la estratagema y  dio la vuelta por donde había entrado, dejando burlados a los indios con más pérdida que ganancia, aunque los nuestros salieron tan mal heridos, que tardaron muchos días en curarse, especialmente el maestre de campo, que estuvo a punto de perder un ojo por una herida que le dieron junto a él, y estuvo casi ciego de la mucha sangre que derramó en esta batalla, que fue una de las más famosas de Chile".




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