(1255) Se confirma que el gobernador de
Chile estaba muy necesitado de soldados. No solo había mandado a España para
traerlos a su hermano, Luis de Sotomayor, sino que también hizo un intento,
fracasado, de conseguirlos en Perú: "Había enviado el gobernador a Juan
Álvarez de Luna adonde el virrey del Perú, que era entonces don Fernando de
Torres y Portugal, y como volvió frustrado porque entonces no pudieron darle
refuerzos de gente, decidió don Alonso de Sotomayor despoblar el fuerte de Purén,
y él fue con su gente a dar una vuelta por las ciudades de Imperial y Angol,
así como a las tierras de los indios coyuncos sin cesar de quemarles las
sementeras y llevarles sus ganados. Como Angol era la ciudad más combatida por
los indios, puso en ella al maestre de campo Alonso García Ramón, el cual, como
era hombre de sangre en el ojo, se empeñó en perseguir a sus enemigos hasta no
dejar de ellos hombre a vida. Como tuvo noticia de que dos mil indios estaban
en un banquete y embriagándose porque se preparaban para la guerra, salió hacia
ellos con setenta hombres, los desbarató y mató a muchos. Pero suelen estos indios
encarnizarse tanto con las pérdidas y engreírse con las victorias, que el gran
tesón que el maestre de campo ponía en no dejarlos vivir a sol ni a sombra, les
motivaba para ser más inflexibles y pertinaces. Y llegó esto a tanto, que un
día de 1586 vinieron seis indios en solitario contra la ciudad y se pusieron a una
legua de ella, donde prendieron a algunos yanaconas y cogieron muchos caballos.
Enterado el maestre de campo, envió a varios soldados para que le trajesen a los salteadores. Cuando
llegaron a donde estaban, los indios decidieron no dejar de luchar hasta perder
las vidas o ganar la honra, y comenzaron a pelear como unos leones. También los españoles respondieron dispuestos
a acabar con ellos aunque fuese con dispendio de su propia sangre".
El cronista no va a tener ningún reparo en
reconocer la valentía de la que eran capaces los mapuches: "Sería intento
vano el pretender ponderar aquí las hazañas con que estos seis indios
merecieron mayor fama que los 'doce pares' (soldados de Carlomagno que
murieron heroicamente). Mas, como yo
no conocía sus nombres, será justo que su capitán goce de ella, cuyo nombre es
Rancheuque. El cual, con un trozo de lanza, hizo frente a los españoles y dio
tres lanzadas a nuestro capitán, y si no lo socorrieran, lo habría matado,
siendo imitado por otro indio que derribó a un soldado, y así se fueron los
seis sin lesión alguna, dejando a los nuestros harto maltratados".
Pero había actuaciones de los indios que
irritaban especialmente a los españoles: "A los pocos días volvieron a la
ciudad estos mismos indios y entraron de noche en la iglesia de San Francisco
por una reja que su cacique sacó de su lugar a fuerza de brazos. Una vez
dentro, tomaron un crucifijo y una imagen de Nuestra Señora, y los frontales y
casullas para hacer de ellas vestidos a su modo, y luego se fueron sin ser
sentidos. Fue tan grande el coraje con que se encendió el maestre de campo por
estas insolencias, que salió con los suyos a proseguir la guerra a fuego y a
sangre, haciendo mucho daño en los enemigos, y les desbarató el fuerte de Mututico".
(Imagen) El cronista nos muestra su
admiración por un gran capitán: "El maestre de campo ALONSO GARCÍA
RAMÓN (del que ya hablamos) persiguió
tan despiadadamente a los indios, que hubieron de rendirse, cosa que jamás
habían hecho hasta entonces. Habiéndolos el maestre de campo recibido con
amabilidad, les hizo un solemne banquete, pero viéndolos a todos juntos, se
contentó, no queriendo darles muerte,
con prender a los principales cabecillas. Luego les dijo que los tenía allí para
que pidieran a todos sus súbditos que viniesen en son de paz. Fue tanta la
diligencia de los caciques, que en pocos días vinieron gran cantidad de indios
de todas partes dispuestos a abandonar la guerra. De esta manera, se sosegaron
los indios, y ganó el maestre de campo ALONSO GARCÍA RAMÓN (nacido en
Valdemorillo-Cuenca) casi tanto renombre como LORENZO BERNAL DE MERCADO, por
las muchas hazañas que hizo durante los cinco
años que defendió esta ciudad de Angol. Incluso, el capitán Alonso era tenido por
algunos como más aventajado, ya que había pacificado a muchos indios en
diversas ocasiones, lo cual se vio pocas veces en Lorenzo Bernal, pues lo
llevaba todo a punta de lanza (dos grandes capitanes con distinto talante).
Sucedió una vez que un indio amigo de españoles usó de traición con ellos,
diciéndole al maestre de campo que había muchos indios en un lugar donde podría
cogerles descuidados. Salió el capitán Alonso García Ramón con veinticinco de a
caballo, a los cuales este indio los metió por una quebrada tan escabrosa que hubieron
de dejar los caballos con ocho hombres que los guardasen. Los demás siguieron
adelante, y, de pronto, se vieron cercados por multitud de enemigos, comenzando
una pelea tan dura, que habrían caído al suelo de puro cansados, si el maestre
de campo no los animara, aunque era él quien más sangre derramaba. Como Alonso
García Ramón sabía que aflojar era perderse, despertaba a los suyos dando
voces, y los metió de nuevo en la refriega peleando otras tres horas continuas.
Finalmente, prevalecieron tanto los españoles, que los indios se fueron
retirando a un lugar más estrecho, con intención de meter a los nuestros en
mayor estrechura. Pero Alonso García les entendió la estratagema y dio la vuelta por donde había entrado, dejando
burlados a los indios con más pérdida que ganancia, aunque los nuestros
salieron tan mal heridos, que tardaron muchos días en curarse, especialmente el
maestre de campo, que estuvo a punto de perder un ojo por una herida que le
dieron junto a él, y estuvo casi ciego de la mucha sangre que derramó en esta
batalla, que fue una de las más famosas de Chile".
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