domingo, 31 de julio de 2016

(Día 343) Siguiendo la estrategia del horror, los aztecas les tiran cabezas de soldados sacrificados. Serios apuros con un bergantín encallado. Vieron con espanto, a cierta distancia, cómo sacrificaban cruelmente a sus compañeros.

(95) –Fíjate en la expresión, secre: “estaba de bote en bote”. No seas perezoso, investígalo.
     -Es curioso, docto clérigo, que ya se utilizara en aquel tiempo. Pues sepa su reverencia que empezó a usarse hacia 1540 (después de las batallas de México, pero antes de que Bernal terminara su libro) castellanizando la palabra francesa “bout” (extremo).
     -No tienes precio, revuelvelegajos.
     -Pues sigamos, generoso reverendo, con el texto de Bernal que ha dado origen a este juguetón rodeo: “Los mexicanos venían hasta las casas en que estábamos amparados; con dos tiros gruesos (cañoncitos) que pusimos, como llenaban la calzada de bote en bote, matábamos muchos dellos, y quien  nos ayudó mucho aquel día fue el artillero y  muy esforzado soldado Pedro Moreno Medrano, que agora vive en Puebla”. Los aztecas repitieron la macabra estrategia de lanzar cabezas de los sacrificados a cada uno de los destacamentos de españoles, gritando que habían aniquilado a los demás. Era tan desmoralizador que Cortés “mandó a Andrés de Tapia con tres de caballo muy en posta para que, aventurando las vidas, viniesen a nuestro real de Tacuba y supiesen si estábamos vivos”. Hasta los bergantines estaban en peligro, “que ya  habían encallado en tierra uno los mexicanos, y le habían puesto sogas para meterlo en la ciudad, y como nos vio  el Sandoval a mí y otros seis metidos en el agua tratando de echarlo a lo hondo, nos dijo: ‘¡Oh, hermanos, poned fuerza para que no se lo lleven!’. Y tomamos tanto esfuerzo que lo sacamos a salvo. Los marineros salieron heridos, y dos soldados muertos; me dieron un flechazo y una cuchillada en la pierna, y a Sandoval una buena pedrada en la cara”. Y volvió el horror…
     -Tanto sufrimiento, pequeñuelo, tuvo que lavarles todos los pecados, porque el Purgatorio no puede ser peor. Ciertamente, volvió el horror: “Estando ya a salvo y contando cada capitán a Cortés lo que había sucedido, tornó a sonar el tambor muy doloroso del Huichilobos. Y miramos al alto cu y vimos que llevaban por fuerza, gradas arriba, para sacrificarlos, a  nuestros compañeros que le tomaron a Cortés. Y cuando estaban en lo alto, a muchos dellos les ponían plumaje en la cabeza, y con unos como aventadores les hacía bailar delante del Huichilobos. Y luego los ponían de espalda encima de unas piedras, y con unos navajones de pedernal les aserraban por los pechos, y les sacaban los corazones bullendo y se los ofrecían a los ídolos. Y a los cuerpos dábanles con los pies gradas abajo, y estaban aguardando abajo otros indios carniceros que les cortaban brazos y pies, y las  caras las desollaban. Y las adobaban después como guantes, y con sus barbas las guardaban para hacer fiestas con ellas cuando hacían borracheras y se comían las carnes con chimocle (salsa de chile)”. Lo siento, hijos míos, pero vamos a seguir con el espanto: “Y desta manera los sacrificaron y les comieron las piernas y los brazos, y los corazones y sangre ofrecían a sus ídolos, como he dicho. Y los cuerpos, que eran las barrigas y tripas, echaban a los tigres y culebras que tenían en la casa de las alimañas. Cuando vimos aquellas crueldades, miren los curiosos lectores qué lástima tendríamos dellos, y decíamos entre nosotros: ‘¡Oh, gracias a Dios que  no me llevaron a mí hoy a sacrificar!’. Y también tengan atención en que, aunque no estábamos lejos dellos, no les podíamos remediar, sino que solo rogábamos a Dios que nos guardase de tan cruelísima muerte”. El cronista Sahagún añade un dato aclaratorio: “Mataron primeramente a los españoles y después a todos sus indios amigos. Habiéndolos muerto, pusieron las cabezas en unos palos delante de los ídolos, todas espetadas por las sienes; las de los españoles más altas, las de los indios más bajas, y las de los caballos más bajas”.

     Foto: La muerte es algo que espanta; pero nada temían más los soldados que ser apresados vivos. En su extenso libro, Bernal repite con frecuencia el pánico que les daba  morir de forma tan cruel, tan humillante y tan inhumana, devorados por sus propios enemigos; el principal protagonista de esta pintura, recién capturado por los aztecas, sabía muy bien lo que le esperaba.


sábado, 30 de julio de 2016

(Día 342) CUARENTA Y SIETE AÑOS DESPUÉS, recuerda BERNAL con emoción a su amigo CRISTÓBAL DE OLEA. Brutal ataque, en el que los AZTECAS les lanzaron LAS CABEZAS DE CINCO ESPAÑOLES SACRIFICADOS.

(94) –Recordemos, tierno cronista, al olvidado Cristóbal de Olea.
     -Aunque Cortés, querido doctor, le contó al rey con emoción y agradecimiento la proeza  del joven soldado (26 añitos), se echa en falta un homenaje más extenso. Como siempre, es Bernal el que habla con el corazón y trata de hacer justicia a los méritos de cada uno. Cuando lleguemos casi al final de su libro, veremos unas larguísimas listas de sus compañeros y de las batallas que presenció; nos dará dolor de corazón tener que resumirlas.
     -Como lo hagas, débil pecador, te pondré una severa penitencia. En esa lista de nombres aparecerán primeramente los capitanes. Y Bernal tiene el detalle de meter entre ellos a Cristóbal de Olea, dándose así el gustazo de ascenderle de rango; tuvieron que ser muy amigos porque eran de edad parecida y, los dos, de Medina del Campo. Como nos advierte Bernal,  no hay que confundir a este Cristóbal de Olea con Cristóbal de Olid, uno de los principales capitanes de Cortés. Y ahora, todos en pie e humildemente destocados para escuchar a Bernal hablando de este gran héroe y muy amigo suyo:  “Estuvo también entre nosotros un esforzado soldado que se decía Cristóbal de Olea, natural de Medina del Campo, y bien se puede decir que, después de Dios, por Cristóbal de Olea salvó la vida don Hernando Cortés (le trata de ‘don’ porque, cuando escribe, ya le habían nombrado marqués): la primera vez en lo de Xochimilco, cuando le derribaron a Cortés de su caballo y este Olea llegó de los primeros a le socorrer e logró que don Hernando pudiera cabalgar, quedando el Olea muy mal herido; y la postrera vez, cuando nos desbarataron en México y tenían ya los mexicanos asido a Cortés para le llevar a sacrificar, y el buen Olea peleó tan valientemente que lo liberó; y allí perdió la vida este animoso varón, que agora que lo estoy escribiendo (unos 47 años después) se me enternece el corazón, porque me parece que agora lo veo, y se me representa su persona y gran ánimo”. Murió, pues, el dignísimo Cristóbal de Olea, pero otro español más sacrificó su vida por la de Cortés; su mayordomo, Cristóbal de Guzmán: le facilitó otro caballo a su jefe con el que pudo escapar, pero él fue apresado y llevado vivo por los mexicanos.
     Luego Bernal cuenta lo que pasaba en su propio destacamento: “Dejemos de hablar de Cortés y de su desbarate (ya sabemos que se equivocó de táctica) y volvamos a los que íbamos con Pedro de Alvarado”. ¿Recuerdan vuesas mersedes a Joseph Conrad? Pues bien, en su novela “El corazón de las tinieblas”, con su grito (“¡el horror, el horror!”), nos enfrentó a la crueldad humana. Bernal nos muestra ese mismo horror sin tapujos, tal y como lo vivió: “Íbamos muy victoriosos con Pedro de Alvarado por la calzada de Tacuba, y entonces vimos venir contra nosotros muchos escuadrones de mexicanos, y  nos echaron delante cinco cabezas que habían cortado a los que habían tomado a Cortés. Pero nosotros no perdíamos el orden retrayéndonos, mientras oíamos con el más triste sonido, como instrumento de demonios, el tambor del cu mayor, donde estaban sus ídolos, Huichilobos y Tezcatepuca;  retumbaba tanto que se oyera a dos leguas. Según supimos después, estaban ofreciendo diez corazones y mucha sangre a los ídolos que dicho tengo. Luego tocaron la trompeta de ataque, y agora pienso en ello y lo veo como si estuviese luchando, pero no sé escribir la rabia y esfuerzo con que se metían entre nosotros para nos echar mano, que era cosa de espanto. Mas torno a afirmar que, si Nuestro Señor no nos diera esfuerzo, no nos habríamos salvado; y le doy muchas gracias y loores por ello, que me escapó aquella vez y otras muchas del poder de los mexicanos”.

     Foto: La escena es de la película Apocalypto, y muestra a los mayas llevando al ‘matadero’ de sus templos una fila de indios cautivos. Pero tanto da: los aztecas tenían los mismos ritos bestiales, en templos casi gemelos, y muchos españoles acabaron igualmente sacrificados. Es curioso que Bernal menciona numerosas veces algo que se le quedó grabado en lo más hondo como símbolo de aquel horror: el fúnebre y demoníaco sonido de los tambores cuando les arrancaban el corazón a sus compañeros.


viernes, 29 de julio de 2016

(Día 341) GRAN ENFADO DE CORTÉS porque un descuido de ALVARADO deja sin cegar los puentes (mueren 6 soldados). En algunos momentos, los indios amigos eran un serio estorbo. Varios poblados de la laguna, vistos los éxitos españoles, hicieron las paces. CORTÉS SE EQUIVOCA de estrategia en un ataque, con desastrosas consecuencias. Muerte de su salvador, CRISTÓBAL DE OLEA.

(93) -Nueva  bronca de Cortés, peque: esta vez  a Alvarado.
     -Era necesaria, reverendo, porque  no aseguró debidamente la retirada: murieron varios soldados y casi perdemos a Bernal: “Cortés se enojó mucho, y le mandó un mensaje a Pedro de Alvarado para que  ni en bueno ni en malo fuéramos adelante sin  haber cegado antes con adobes y madera el paso de agua; y como vimos que por  culpa nuestra había acaecido aquel desmán, tapamos en cuatro días aquella abertura, aunque fue con harto trabajo y con heridas que nos dieron los contrarios,  muriendo seis soldados”. Y cada día era lo mismo, lucha continua (‘¡Sus!, y a pelear’, dice Bernal), con la particularidad de que la multitud de indios amigos muchas veces era un estorbo: “Querían pelear con los mexicanos, pero, como eran muchos, nos embarazaban, y no podíamos hacer frente en todas partes, por lo que les echábamos fuera de la calzada, dejándoles donde estuvieran a salvo”. Unos por tierra y otros en los bergantines, peleaban sin descanso inclinando poco a poco la balanza a su favor: “Como vieron los pueblos de la laguna, Iztapalapa, Vichilobusco, Coyoacán, Mezquique y otros,  que todos los días teníamos victorias, y veían que los de Chalco, Texcoco y Tlaxcala eran  nuestros amigos, acordaron venir de paz ante Cortés, y con  mucha humildad le demandaron perdón. Y Cortés se holgó mucho dello, y con buen semblante y muchos halagos, los perdonó”. No solo destruían las casas para cegar los pasos de agua con el escombro, sino también porque se dieron cuenta de que era la única manera de evitar los ataques desde las azoteas y acortar la duración de la guerra desmoralizando a los indios. El día de San Juan se cumplía un año desde la terrible fecha en que salieron derrotados de México, con el negro balance de más de 800 españoles y cerca de 2.000 tlaxcaltecas muertos en la batalla o sacrificados a los dioses. Y Cuatuhtémoc lo celebró con un ataque masivo a las tres capitanías españolas, las de Sandoval, Alvarado y Olid; lo pudieron resistir, pero Cortés se quedó pensativo. “Como vio que cada día  cegábamos los pasos de agua y de noche los volvían a abrir los mexicanos, y que ya se habían muerto veinte soldados, habló con todos  nosotros para decidir lo que hacer”. Pero en realidad fue él quien propuso algo que resultó equivocado. Proceda vuecencia.  
     -Esta fue la idea de Cortés: “Nos dijo que entrásemos en la ciudad muy de golpe hasta llegar a Tlatelolco, que es la plaza mayor de México (la del mercado), muy más ancha y grande que la de Salamanca,  que sentáramos allí los tres reales, y así poder batallar por las calles de Tenochtitlán sin tener tantos trabajos al retirarnos”. Se dispararon los pareceres, pero la mayoría, Bernal incluido, estaban en contra de la propuesta, “porque seríamos nosotros los cercados, y no queríamos que nos aconteciese como cuando salimos huyendo de México”. Cortés escuchó, pero no le convencieron, y, como le corresponde a un líder, decidió: “Dio la orden de que al otro día  saliésemos todos con la mayor pujanza hasta ganar la plaza de Tlatelolco”. Fue una tragedia, y el mismísimo Cortés se llevó el susto más grande de su vida. Comenzaron avanzando bien, y hasta con moral de triunfo, pero una vez más se metieron en una encerrona. Los indios, que parecían huir, se volvieron de repente; los tlaxcaltecas que iban con Cortés dieron la espantada, “dejando sin cegar un paso, y los mexicanos le hirieron en una pierna, le mataron 8 caballos y le llevaron vivos 66 soldados (qué desastre); y a Cortés ya le tenían agarrado 7 capitanes mexicanos, pero quiso Dios que en aquel instante llegara a él Cristóbal de Olea, que peleó muy bravosamente, pues mató a estocadas a 4 de los capitanes que lo retenían; y también ayudó un soldado llamado Lerma, e hicieron tanta lucha que lo soltaron. Pero por le defender  allí perdió la vida el Olea”.

     Foto: Era la segunda vez que Cristóbal de Olea le salvaba la vida a Cortés, pero él murió en el intento, y el caballo que traía para sacarlo de aquella trampa también. Lo derribaron agarrando su lanza, y terminaron la faena con la temible espada macáhuitl, que llevaba lascas de obsidiana incrustadas, y que, según Bernal, cortaba más que las navajas.


jueves, 28 de julio de 2016

(Día 340) TODOS LOS DÍAS BATALLAS, y el sensato BERNAL sabe que puede resultar monótono detallarlas. Evitaban que las canoas introdujeran agua y alimentos en la ciudad; duro método de disuasión. UNA ASTUTA TRAMPA de los indios hace encallar los bergantines y mueren varios españoles. BERNAL SE LIBRA MILAGROSA Y BRAVAMENTE de las manos de los aztecas.

(92) –Tenochtitlán, secre, era un gigante atacado por bacterias.
     -Certo, dottore; y segregaba una masa enorme de anticuerpos: lucha a vida o muerte durante tres meses de agonía. Bernal, inevitablemente, tiene que ser muy repetitivo. Él lo explica muy bien: “Ya sé que los curiosos lectores se hartarán de ver tantos combates, y no puedo hacer otra cosa, porque estuvimos 93 días en esta tan fuerte ciudad teniendo guerra de día y de noche, y he de recitar lo que hicimos, pero no lo pongo por detalle porque sería cosa para nunca acabar, y se parecería a los libros de Amadís o de caballerías”. De manera que, venerable patriarca, si te parece, iremos a lo esencial y más llamativo, aunque procurando ser claros.
     -Sabias palabras, luminoso doncel. Anticipemos que habrá tres aspectos fundamentales en la táctica de ataque. Los puentes eran de vital importancia. Se conquistaban y los indios volvían a recuperarlos; hubo que cegar trabajosamente los pasos; y costó mucho también encontrar la manera de inutilizar las enormes estacas que, clavadas en el fondo,  ponían en serio peligro a los bergantines. Además, tenían que andar  muy atentos para impedir que las canoas llevaran agua y alimentos a la ciudad asediada. Lo dice Bernal añadiendo un dato de crueldad utilizada como arma militar: “Y como los mexicanos andaban descuidados en sus canoas metiendo bastimentos, no había día que no traían los bergantines canoas apresadas y muchos indios colgados de las entenas”. A su vez, los españoles pagaron un alto precio con una trampa de los nativos. Unas piraguas simularon huir; las siguieron dos bergantines, y tropezaron de repente con un ‘invento’ nuevo de los mexicanos. “Habían hincado de  noche muchos maderos gruesos; cuando encallaron los bergantines, atacaron los indios, hiriendo a todos los españoles, por manera que mataron al capitán Portillo, gentil soldado que había luchado en Italia, y al capitán Pedro Barba”. (Y lo vamos a mencionar  nosotros, porque Bernal no lo hace: ya vimos que este Pedro era teniente en Cuba, y le echó a Cortés un capote, protegiéndole del gobernador Velázquez en el comienzo de la larguísima lista de angustias, sinsabores y peligros que siempre le acompañaron). Sigamos con la interminable guerra: Cortés ordenó que por nada del mundo se avanzara sin cegar los pasos de los puentes; y por poco se nos muere Superbernal. Alvarado cumplió la orden de Cortés, y empezaron a destruir edificios para utilizar los escombros: “Con los adobes y las maderas de las casas que derrocábamos, cegábamos los pasos de los puentes, pero los mexicanos acordaron pelear de otra manera; tenían hechos muchos hoyos dentro del agua que no los podíamos ver, y salió tanta multitud dellos a atacarnos que acordamos retraernos, sin que pudiésemos hacerlo por el sitio que teníamos cegado, haciéndonos ir por la parte donde estaban los hoyos; pasábamos el agua a nado y a vuelapié, y la mayoría caímos en los hoyos; apañaron los mexicanos cinco de nuestros compañeros, y vivos los llevaron a Cuauhtémoc. De mí digo que me habían echado mano muchos indios, y tuve manera para desembarazar el brazo, y Nuestro Señor Jesucristo me dio esfuerzo para que a buenas estocadas que les di me salvara. Y desque me vi fuera del agua, me quedé sin sentido, sin me poder sostener en mis pies y sin aliento, por causa de la fuerza que hice para escabullirme de aquella gentecilla y de la mucha sangre que me salió. Cuando me tenían agarrado, en el pensamiento yo me encomendaba a  Nuestro Señor y a Nuestra Señora, su bendita madre, por donde me salvé. ¡Gracias a Dios por las mercedes que me hace!”.

     Foto: Toda su longeva vida se la pasó Bernal dando gracias a Dios por ser de los pocos que escaparon de la muerte en las numerosísimas batallas de México, y presumió, con muy justa razón, del orgullo de haber sido el conquistador más antiguo de aquellas tierras, puesto que ya anduvo por allí en las dos expediciones anteriores a la de Cortés. Ahora nos cuenta que tenía en su pensamiento a Nuestro Señor cuando le agarraron los indios. Yo creo, hijos míos, que también pensaba con horror en estos magníficos pero siniestros templos de Tenochtitlán, y  en el tzompantli que está a la derecha: esa tremebunda “estantería” de calaveras.


miércoles, 27 de julio de 2016

(Día 339) SE PRODUCE UNA ESTÚPIDA y peligrosa reyerta entre DOS CAPITANES. Empiezan el cerco a TENOCHTITLÁN cortando el acueducto de agua. Primeros encontronazos, primeros muertos. Prueban con notable éxito los bergantines. SANDOVAL se encarga de la cuarta y última calzada, la de TEPEYAC.

(91) –Sorprendente, secre: una estúpida reyerta entre capitanes.
     -Y más todavía, reve, porque parece casi una bronca entre adolescentes, pero que pudo costar muy cara. “Como los de Cristóbal de Olid y los de Pedro de Alvarado habíamos de llevar el mismo camino, salimos juntos, y fuimos a dormir a un poblado. Cristóbal de Olid envió por delante a gente suya para tomar posada, y cuando llegamos con Pedro de Alvarado, no teníamos dónde quedarnos, de manera que echamos a las armas los dos bandos y también nuestros capitanes, pero se pacificó algo el ruido porque no faltaron caballeros de entrambas partes que se metieron entre nosotros, aunque quedamos resabiados. Cuando lo supo Cortés, nos escribió reprendiéndonos por la cuestión, haciéndonos con ello amigos, aunque desde entonces  no se llevaron bien Alvarado y Olid”. Llegaron a Tacuba, y empezó el gran baile: “Fuimos a quebrarles a los mexicanos el agua de Chapultepec, de donde se proveía su ciudad, y nos estaban esperando en el camino muchos guerreros e hirieron a 3 de los nuestros, mas presto les hicimos volver la espalda, y les siguieron nuestros amigos tlaxcaltecas, que mataron a 20 y prendieron a 7. Luego les quebramos los caños, y desde entonces nunca llegó el agua a México mientras duró la guerra”. Gravísimo problema para UN ASEDIO DE 93 DÍAS.
     -Y que lo digas, mon petit: los mexicanos ya solo pudieron surtirse de agua a duras penas mediante canoas. Pronto empezó la horrenda melodía de gritos constantes que iban a oír los españoles durante esos 93 días (tan intensos que lo primero que impresionó a Bernal cuando se acabó todo fue, simplemente, el silencio que se hizo de súbito). “Acordaron nuestros capitanes que entráramos en la calzada que va de Tacuba a Tenochtitlán para intentar ganarles un puente”. Fue el primer aperitivo de las toneladas de quina que iban a tener  que tragar: “Cargaron contra nosotros por la calzada y en canoas tantos guerreros que yo no lo sé escribir, porque llenaron toda la calzada de la vara, flecha y piedra que  nos tiraban, teniendo que retirarnos, y desque nos vimos en tierra firme, dimos gracias a Dios, pero 8 de los nuestros quedaron de aquella vez muertos y más de 50 heridos. Y los mexicanos se hacían señales de humo para que todas las canoas de México y los demás pueblos de la laguna se juntaran, porque vieron que Cortés ya había salido con los 13 bergantines”. Confiaban en ‘el invento naviero’, pero la práctica podía arruinar sus esperanzas. Llegó el momento de poner las embarcaciones a prueba en acción: “Cuando vio Cortés que se juntaban las canoas, las temió en gran manera porque eran más de mil, y se puso en una parte de la laguna en la que pudiera correr adonde quisiese en caso de aprieto. Mandó a sus capitanes que no embistieran hasta que refrescase más el viento que venía de tierra. Los indios creían que por temor dellos se apartaban, y todos fueron a atacarnos. En aquel instante vino un viento muy recio y bien aparejado, y Cortés mandó embestir a la flota de canoas, y trastornaron muchas dellas, y se mataron y perdieron muchos indios. Por manera que fue el primer combate que hubo en la laguna, y Cortés tuvo victoria”. ¡Funcionó! Y Bernal lo rubrica: “Y gracias a Dios por todo, amén”. Así que, de momento, uno a cero; pero el larguísimo partido acababa de  empezar. El grupo de Alvarado, peleando en la calzada de Tacuba, perdió 3 hombres. Sandoval había entrado por la  de Iztapalapa, y Cuauchtémoc intentaba cortarle el paso por detrás para que no pudiera volver, sacándole del apuro una actuación conjunta de Olid y los bergantines de Cortés. Terminemos rezando piadosamente de rodillas, hijos míos,  porque Bernal (que escribe en 1568) menciona lo más querido de todos los mexicanos (ateos incluidos): “Le mandó Cortés a Sandoval que fuese a poner cerco a otra calzada que sale de Tepeaquilla (Tepellac), que ahora llaman Nuestra Señora de Guadalupe, donde hace y ha hecho muchos y muy santos milagros”.

     Foto.- Había sido un gran  momento histórico el de la primera entrada de Cortés y sus hombres en Tenochtitlán, seis meses antes, temblando de miedo como si subieran a la guillotina, pero sin oposición y reventando de orgullo. Ahora, por el contrario, para poder repetir esa escena, les va a tocar una lucha feroz y sin reposo durante 93 días, con la amenaza constante de verse atrapados entre los puentes.


martes, 26 de julio de 2016

(Día 338) CORTÉS escoge a los destinados a los bergantines sin hacer caso de tontas quejas de hidalguía. Incluso los indios de la castigada CHOLULA ayudaron con fidelidad a CORTÉS. El cerco a TENOCHTITLAN iba ser por tres frentes en tierra, y con los bergantines en la laguna. De la forma más inoportuna, XICOTÉNCATL EL JOVEN prepara una rebelión. No era momento para contemplaciones: CORTÉS ORDENA AHORCARLE.

(90) –Tuvo Cortés, dolce poverello, un problemilla de dignidades.
     -Veramente, caro Sancio; pero lo resolvió eliminando tonterías en plan mandón: “Como vio Cortés que no había para los 13 bergantines suficientes marineros que supiesen remar, y muchos dellos se rehusaban, hizo pesquisa sobre quiénes eran de algún puerto de mar, y les mandó, so graves penas, que entrasen en los bergantines. Y aunque más hidalgos dijesen que eran, los obligó, saliendo después mejor librados que los que estábamos batallando en las calzadas”. Nombró luego a un capitán por cada bergantín. Bernal cita los nombres, y así sabemos que uno de ellos era Juan Jaramillo, que se convertiría después en marido de la deliciosa doña Marina.
      -Qué penuca, socio. Pero sigamos adelante. Llegaron refuerzos de indios amigos: muchísimos tlaxcaltecas, capitaneados por el revoltoso Xicotenca el Mozo, “y unos pocos de Cholula, que desque los sometimos no nos fueron contrarios, ni cuando nos echaron de México. Y Cortés les hizo mucho acato y los abrazó al Xicotenca y los demás capitanes, que habían llegado con los tlaxcaltecas en buen orden y gritando: ‘¡Viva el emperador, nuestro señor! y ¡Castilla, Castilla, Tlaxcala, Tlaxcala!’. Cortés hizo tres escuadrones para organizar la batalla. Uno (del que formaba parte Bernal), mandado por Pedro de Alvarado, sitiaría Tacuba; otro, con el capitán Cristóbal de Olid, haría lo mismo en Coyoacán; y el tercero, a las órdenes de Gonzalo de Sandoval (cómo ascendía el jovenzuelo), se encargaría de Iztapalapa. Al frente de los 13 bergantines, con 300 soldados, estaba el propio Cortés. Iban a partir el día siguiente, y (ya ni siquiera es sorpresa) surgió un grave problema. “Se enviaron por delante todas las capitanías de los tlaxcaltecas, y los capitanes vieron que no les acompañaba Xicotenca el Mozo. Supieron que se había vuelto a Tlaxcala y que pretendía tomar por la fuerza el cacicazgo. El cacique Chichimecatecle volvió a Texcoco a hacérselo saber a Cortés. Y enterado, mandó que fueran 5 principales de Texcoco y 2 de Tlaxcala, amigos de Xicotenca, para que volviera, rogándole que no infamara con lo que hacía a los de Tlaxcala, porque eran grandes servidores de Su Majestad, ni a su padre, ni a los demás caciques. Respondió que si su padre le hubiese creído, no nos habríamos señoreado tanto  dellos, y que  no quería venir”. ¿Qué hará Cortés?
     -Conociendo al personaje y la acuciante situación, ejemplar clérigo, era fácil preverlo. “Y así que Cortés supo aquella respuesta, dio un mandamiento a un alguacil para que,  con 4 de a caballo y 5 indios principales de Texcoco, fuesen muy en posta (con la máxima rapidez), y doquiera que lo alcanzasen, lo ahorcasen; y dijo: ‘Ya en este cacique  no hay enmienda, sino que siempre nos ha de ser traidor y malo y de malos consejos, y ya no es tiempo de disimular más lo pasado’. Cuando Pedro de Alvarado lo supo, rogó mucho por él, y Cortés le dio buena respuesta, pero secretamente mandó al alguacil que  no le quedasen con la vida. Y así se hizo, de manera que en un pueblo sujeto a Texcoco le ahorcaron, y en esto fue a parar su traición. Algunos tlaxcaltecas dijeron que Xicotenca el Viejo envió  a decir a Cortés que su hijo era malo, que  no se confiase de él y que procurase de le matar”. Como es lógico, Xicotenca el Mozo se ha convertido en otro de los héroes nacionales de México, pero tampoco se puede olvidar que los tlaxcaltecas permanecieron siendo fieles aliados de los españoles. Y añade Bernal: “Por esta causa nos detuvimos aquel día sin salir de Texcoco. Y al otro día, que fue 13 de mayo  de 1521, nos pusimos en marcha”. Y allá que se fueron, con una sola alternativa: vencer o morir.

     Foto: Viendo el plano del lago de Texcoco, se entiende la estrategia de Cortés. Él se encargaría de la escuadra de bergantines. Por tierra, atacarían la gran ciudad: Sandoval desde Iztapalapa; Olid, desde Coyoacán, y Sandoval desde Tacuba (Tlacopan). Tiene mucha lógica el plan porque las tres poblaciones enlazaban con Tenochtitlán por calzadas trazadas sobre el agua; la pesadilla era que en todas había puntos en los que se podía cortar el paso quitando los puentes. Pero, como contrapartida, los españoles aislaban a los aztecas cerrándoles todas las salidas.


lunes, 25 de julio de 2016

(Día 337) ¡Día D, hora H!: el perfeccionista CORTÉS lo prepara todo para el ataque a TENOCHTITLÁN. Incluso redacta una detallada y rigurosa ordenanza militar para la disciplina en las próximas grandes batallas.

(89) –El miedo paraliza, peque; así que Cortés se puso en acción.
     -Tú le conocías bien,  jefazo de la Casa de la Contratación de Indias. Su ambición producía daños colaterales (le perdía el ansia de oro), pero todos sabían que nadie les podía guiar como él: valiente, astuto, previsor, diligente, y hasta simpático en las horas de ocio. Y falta otra cosa en la que le veremos brillar: era un organizador de primera. Había llegado el Día D y la Hora H: la tarea difícil, la preparación de los bergantines y del canal de acceso a la laguna ya estaba terminada. Quedaba algo más por ‘ensamblar’: ultimar la intendencia, distribuir a la gente y trazar el plan de ataque a la mítica Tenochtitlán. Ya había hecho un alarde de habilidades de ingeniero para acondicionar una vía que permitiera sacar flotando los bergantines desde su astillero. Fue una proeza y se lo contó al rey: “Había media legua hasta la laguna (casi 3 km), y en esta obra anduvieron 50 días más de 8.000 indios, porque la zanja tenía más de 2 estados de hondura (unos 7 m) y otros tantos de anchura, e iba toda la zanja chapada y estacada, de manera que las fustas (pequeños bergantines) se podían llevar por el agua sin peligro y sin trabajo, que fue obra grandísima y muy de ver”. Mano de obra no le faltaba, y, además, era aportada voluntariamente por los caciques amigos. Se hicieron 8.000 saetas, “mandó que los caballos estuviesen herrados, e  que cada día corriesen y escaramuzasen; y mandó aviso a nuestro amigo el cacique de  Tlaxcala, Xicotenca el Viejo, y a su hijo Xicotenca el Mozo (de  momento, colaborador), y a otros principales, diciéndoles que ya se iba a partir hacia México para ponerle cerco, y que le enviasen 20.000 guerreros. Y también se les dijo a todos los demás pueblos amigos, respondiendo todos a una que lo harían muy cumplidamente. El día 28 de abril de 1521 Cortés mandó que se hiciese alarde (formación de las tropas para hacer recuento), y había 84 de a caballo, 650 soldados, más 194, ballesteros y escopeteros”. Cortés los distribuye: por cada bergantín, 1 capitán, 12 entre ballesteros y escopeteros, 12 remeros y  25 soldados. Faltaba algo para que quedara satisfecho su espíritu perfeccionista y controlador: todo el mundo tenía que ajustarse a unas normas estrictas. Y se sacó de la manga unas ordenanzas hechas a medida para el tinglado en el que se iban a meter. Haz un resumen, daddy.
     -Siempre gocé con las leyes, my dear son. Y estas normas de Cortés antes del gran ataque eran sabrosas: “Que ninguna persona fuese osada de blasfemar de  Nuestro Señor Jesucristo, ni de Nuestra Señora, su bendita madre, ni de los Santos Apóstoles, ni de otros santos, so penas graves. Que ningún soldado tratase mal a nuestros amigos, pues iban para nos ayudar, ni les tomasen cosa ninguna. Que ningún soldado fuese osado de salir de día ni de noche de nuestro real para ir a ningún pueblo de nuestros amigos, so graves penas. Que todos los soldados llevasen muy buena protección contra la multitud de vara, piedra, flecha y lanza que echaban los enemigos. Que ninguna persona hiciese destreza de caballo o armas (torneos) por vía ninguna, so gran pena. Que ningún soldado, ni hombre de caballo, ni ballestero, ni escopetero duerma sin tener todas sus armas puestas y calzado. Y demás desto se ordenó guardar las leyes que obligan en lo militar, que es que hay pena de muerte para el que se duerme en la guardia, o se va del puesto que le ponen. Y se ordenaba que ningún soldado  vaya de un real a otro sin licencia de su capitán, so pena de muerte. Y asimismo se recordó que tendría pena de muerte el soldado que abandonara a su capitán en la batalla y huyera”. Amén.

     Foto: Esta maqueta representa lo que era Tenochtitlán sobre la laguna de Texcoco. Lo que vemos alrededor llena de simbolismo toda la escena. A la izquierda aparece el impresionante Palacio Nacional de México, que es una ampliación de las dependencias que mandó edificar Cortés; se asoma a la enorme Plaza del Zócalo, que tiene el mismo trazado que le dieron los españoles. No podía haber más que un vencedor en el enfrentamiento definitivo de dos ejércitos aterrorizados; la foto nos muestra el resultado, mestizaje incluido.


domingo, 24 de julio de 2016

(Día 336) NUEVO ATAQUE: los indios se llevan a CUATRO ESPAÑOLES para SACRIFICARLOS. Gran dolor de CORTÉS por la muerte (sacrificados) de dos de sus ‘MOZOS DE ESPUELA’. Se descubre un MOTÍN CONTRA CORTÉS, y se ve obligado a AHORCAR AL CABECILLA.

(88) –Pasó algo más en Xochimilco, secre, por lo que lloró Cortés.
     -Las oleadas de guerreros que mandaba Cuauhtémoc, reverendo, eran demoledoras; los españoles se veían rodeados por todas partes,  y tuvieron que decidir la vuelta hacia Texcoco. Pero nunca faltan insensatos: “Xochimilco era una ciudad rica, y algunos soldados fueron a unas casas donde sabían que había buenas mantas y cosas de oro, y estando sacando mucho botín, vino una gran flota de canoas de guerreros e hirieron a muchos, y apañaron a cuatro soldados y vivos se los llevaron a México, que uno se llamaba Juan de Lara, otro Alonso Hernández, y los otros no me acuerdo”. Llegaron a Tacuba, y por tercera vez, Cortés pica el anzuelo de una huida fingida. Aclaremos que, por lo que cuenta Bernal, se desprende que debía de ser costumbre militar que el jinete (se supone que de cierta categoría) llevase al lado unos ‘mozos de espuela’, soldados jóvenes que lucharan a su lado: “Los mexicanos, que simulaban huir, se volvieron contra los de caballo, de manera que apañaron a dos de los cuatro mozos que llevaba Cortés, y vivos los llevaron a Cuauhtémoc e los sacrificaron. Cuando volvió Cortés a Tacuba estaba bien triste y como lloroso por la pérdida de sus mozos de espuela. Subimos al cu de la ciudad, y el fraile y el tesorero Alderete (los recién llegados) cuando vieron la grandeza de México, con toda la laguna y las poblaciones sobre el agua, dijeron que nuestra venida a esta Nueva España no era cosa de hombres humanos, y que nunca supieron de vasallos que hicieran tan gran servicio a su rey. Y nosotros mirábamos el gran cu de Huichilobos y los aposentos donde solíamos estar, y los puentes y la calzada por donde salimos huyendo. Y en este instante suspiró Cortés con una muy gran tristeza, muy mayor que la que traía por los mozos que le habían matado. Entonces le dijo un soldado que se decía el bachiller Alonso Pérez: `Señor capitán, no esté vuestra merced tan triste, que en las guerras esas cosas suelen acaecer´. Y Cortés le dijo que la tristeza no la tenía por una sola cosa, sino en pensar en los grandes trabajos en que nos habíamos de ver hasta señorear México, y que, con la ayuda de Dios, presto lo pondríamos por obra”.  El  mismo Cortés le comentó en una carta al rey su tristeza por los mancebos: “Creo que les darían muy cruel muerte, de lo que hube mucho sentimiento”. Continuaron su retirada siempre a la defensiva, y llegaron, por fin, a Texcoco, siendo calurosamente recibidos…, pero no por todos. Triste cosa, Sancho.
     -Ya no sé si reír o llorar, sensible mancebo: esta historia es un sobresalto continuo, y en los momentos menos oportunos. Dice Bernal: “Un gran amigo del gobernador de Cuba, que se llamaba Antonio de Villafaña, concertó con otros soldados de los de Narváez –que por su honor no nombro- entregarle a Cortés una carta sellada, como que era de su padre, Martín Cortés, y cuando la estuviese leyendo, darle de puñaladas a él y a todos los capitanes y soldados que saliésemos en su defensa. Pero Nuestro Señor quiso que esto no pasase, porque un soldado se lo descubrió a Cortés y  le certificó que había muchas personas de calidad en el asunto. En cuanto lo supo, se lo comunicó a nuestros capitanes y a todos los que éramos de su parte. Y sin más tardar fuimos a la posada de Antonio de Villafaña, estando con él muchos de los que eran en la conjuración”. Una vez  más, el prudente Cortés controló su sed de venganza, castigando solamente a uno: “Desque tuvimos preso a Villafaña, le sacó del seno  el memorial que tenía con las firmas de los que estaban en el concierto, y echó fama de que no lo había leído porque se lo comió Villafaña. Luego se le juzgó y se le sentenció, y, después de confesarse con el padre Juan Díaz, le ahorcaron. Cortés no quiso que otro ninguno fuese infamado, porque la ocasión no se prestaba a ello,  y se disimuló, pero acordó entonces tener guardia personal”.

     Foto: Al llegar a Tacuba, vieron de nuevo, desde lo alto de un cu, la temible Tenochtitlán. Alderete y el fraile de las bulas se quedaron petrificados, porque no la conocían. Cortés y sus soldados sintieron una profunda angustia recordando lo pasado, las intensas emociones que habían vivido en esa espantosa trampa, con el horror de la huida por las calzadas y sus puentes, y sobre todo pensando en el terrible reto que les esperaba.


sábado, 23 de julio de 2016

(Día 335) JUGÁNDOSE LA VIDA A DIARIO. Los INDIOS los derrotan en un difícil ascenso, Y MUEREN OCHO ESPAÑOLES. Tras caer su caballo, CORTÉS SALVA LA VIDA gracias al soldado CRISTÓBAL DE OLEA, paisano de BERNAL.

(87) –Cortés estaba ya harto, secre: quería terminar las batallitas.
     -Da la sensación, querido ectoplasma, de que trataba de aniquilar la moral de los mexicanos, pero, si estaban tan pesados, era porque Cuauhtémoc ordenó un acoso constante. Llegaron los españoles a un pueblo fortificado sobre una peña, y Bernal señala la dificultad de aquella batalla con datos muy concretos de los apuros que él mismo pasó: “Cortés mandó que fuésemos subiendo hacia ellos, pero echaban tantos peñascos que fue cosa espantosa cómo se venían saltando. A mis pies murió un soldado que se llamaba Martínez, e no dijo ni habló palabra. Luego mataron a otros tres. E como yo entonces era suelto, no dejaba de seguir al alférez Corral, y a él le descalabraron, y me dijo, con el rostro lleno de sangre y la bandera rota: ‘¡Oh, Bernal, que no es poca cosa pasar más adelante!; estése protegido en esa concavidad’. Y dio voces para que le dijeran a Cortés que no se podía subir más arriba, y,  como pudimos, bajamos, teniendo ocho muertos. De manera que ese día no ganamos ninguna reputación, sino que la victoria fue de los mexicanos y sus confederados. E pasada la noche, les volvimos a atacar, hiriendo y matando a algunos. Y quiso Dios que acordaron de se dar de paz, y fue porque no tenían agua ninguna. Estando platicando Cortés con el fraile Melgarejo (el de las bulas) y el tesorero Alderete sobre las guerras que habíamos tenido y de todas las cosas pasadas hasta entonces, decían que, si el emperador fuese informado de la verdad, nos haría grandes mercedes”. Siguieron sometiendo pueblos, “y fuimos a uno muy bueno que se dice Coadlabaca (en realidad su nombre era Cuaunahuac), que agora comúnmente corrompemos y le llamamos Cuernavaca (nos hace ver en vivo la transformación de un topónimo), donde había dentro mucha gente de guerra que nos tiraba varas, flechas y piedras más espesas que granizo, y no podíamos entrar porque tenían quebrados los puentes. Pero avisaron a Cortés de que más adelante había entrada para los caballos, y pudimos atacarles por la espalda a los mexicanos, y se fueron huyendo por los montes. Y los caciques de aquel poblado vinieron pidiéndole a Cortés que les recibiera de paz, y diciendo que han visto que no habrá cosa por fuerte que sea que no la señoreemos. Y Cortés les mostró buena cara”. Sigue veloz con las batallitas, reve: ya llegaremos a México.
     -Como calentando motores andaban los españoles, con sus amigos tlaxcaltecas, haciendo correrías de castigo y sometimiento de poblados, hasta que llegara el gran momento del asalto definitivo a México-Tenochtitlán; pero arriesgaban mucho, quizá demasiado, y al precio de bastantes muertos. Hasta el extremo de que Cortés estuvo a puntito de perder la vida. Fue en Xochimilco (sí, aciertan vuesas mersedes: ese lugar donde las aguas de la laguna siguen sin cubrir, para disfrute de los turistas románticos). Les tocó en mala suerte una batalla tremenda: “Nos estaba esperando una multitud de guerreros que llevaban lanzas como guadañas, hechas con las espadas que cogieron de los españoles que mataron cuando huimos de México, y todas las armas que suelen usar; y lo peor de todo es que ya venían otros escuadrones dándonos guerra por la espalda, pero a grandes cuchilladas les hicimos retroceder. Otros mexicanos que venían de refresco pelearon con los nuestros de caballo, y el de Cortés, o por muy gordo o por cansado, desmayó, y los indios, como eran muchos, le echaron mano y le derribaron del caballo, queriendo llevárselo vivo. Y como lo vieron unos tlaxcaltecas e un soldado muy esforzado que se decía Cristóbal de Olea, natural de Castilla la Vieja, de Medina del Campo, de presto llegaron, y a buenas estocadas y cuchilladas hicieron sitio. Y tornó Cortés a cabalgar, aunque bien herido en la cabeza, y quedó el Olea muy mal herido de tres cuchilladas”. Lo que es la fatalidad: el  joven Olea volvió a salvarlo a Cortés después en México, sin otra recompensa que su propia muerte. Bernal siempre lo recordará con especial emoción (eran paisanos), y tuvo el detalle de incluirlo, siendo un simple soldado,  en la sabrosa descripción que hace, al final del libro, de los capitanes más notables de aquella gloriosa aventura.

     Foto: Si van vuesas mersedes a Xochimilco, disfruten del paseo en barca (a ser posible bien acompañados), pero no olviden que Cortés se llevó ahí tal susto, que debe de andar todavía rondando esos parajes su acongojado ectoplasma.


viernes, 22 de julio de 2016

(Día 334) LA “NORMALIDAD” DE LA ESCLAVITUD, de la que escapaban con astucia. MORDAZ crítica de BERNAL a los frailes VENDEDORES DE BULAS. Para otro ataque, colaboraron con los españoles VEINTE MIL INDIOS. Una metáfora de BERNAL resulta espeluznante.

(86) -Volvemos, virtuoso escribano, a la barbarie del esclavismo.
     -Lo justificaban, santo padre, como botín de guerra; pero era demasiado cínico el planteamiento, y se prohibió totalmente más tarde. Bernal mostrará de nuevo sin paliativos el egoísmo económico de Cortés: “Como había ya muchos esclavos de las luchas pasadas, fue acordado que se herrasen. La mayoría de los soldados llevamos nuestras piezas para que las marcasen, creyendo que nos  devolverían las mismas, pero se hizo peor que en Tepeaca, de manera que después de repartirlas a Cortés y los capitanes, nos desaparecían las mejores indias. Y desde entonces muchos soldados que teníamos buenas indias, las escondíamos y no las llevábamos a herrar, diciendo que se habían huido, o las dejábamos en  nuestros aposentos como que eran naborías (sirvientes) que habían venido de paz”. Da también un detalle de lo importante que era qué clase de amo les tocaba: “Como las esclavas conocían a los soldados y sabían si trataban bien o mal a las indias, y si tenían fama de caballeros o no, si en el reparto se quedaba con ellas algún soldado que  no las contentaba o las había tratado mal, de presto desaparecían y no las veían más, y preguntar por ellas era como buscar a Mahoma (Mohamed) en Granada, o escribir a ‘mi hijo el bachiller en Salamanca’  (o preguntar por Pedro en Burgos)”.
     -No te hagas el tonto, liante, que otra vez me dejas sufrir el bochorno de los abusos de mi casta clerical. Pues allá vamos, y me tragaré el sapo: “En aquella sazón vino un navío de Castilla, llegando en él por tesorero de Su Majestad un Julián de Alderete, y también un fraile de San Francisco que se decía fray Pedro Melgarejo de Urrea, que trajo unas bulas del señor San Pedro (del Vaticano), para que con ellas nos compusiéramos (o sea, purificación total) si algo éramos en cargo por las guerras en que andábamos, por manera que en pocos meses el fraile fue rico y compuesto (qué guasón) a Castilla”. Y Bernal, que no lo puede evitar, da de nuevo en la ‘tecla’ de mi padrino: “No me acuerdo de las nuevas que de Castilla trajeron, mas paréceme que dijeron que Fonseca, el obispo de Burgos ya había perdido algo de poder, y Su Majestad no estaba a bien con él desde que supo de  nuestros buenos servicios”. De ahí que el barco fuera una bendición por sus muchas provisiones de todo tipo y, además, porque suponía ya un reconocimiento oficial de la empresa de Cortés.
     Pero el baile era interminable: parecía que se entrenaban con aperitivos para darse luego el gran atracón de tragarse Tenochtitlán. Una vez más llegaron los de Chalco pidiendo ayuda por la pesadilla azteca. Así que Cortés quiso zanjar el asunto yendo a luchar contra los mexicanos con unos 360 soldados y un buen grupo de indios amigos, más un refuerzo impresionante: “Mandó llamar a todos los caciques amigos de aquella provincia, y les hizo un parlamento con nuestras lenguas, doña Marina y Aguilar”. Les soltó un discurso ciceroniano con hábiles argumentos que le harían ver a un ciego lo que todos se estaban jugando en aquellos momentos: “Y les pidió que al otro día estuvieran aparejados sus guerreros para ir con nosotros; desque lo entendieron, todos a una dijeron que así lo harían. De manera que vinieron después  más de 20.000 amigos, que tantos  nunca vi en las entradas que estuve en Nueva España”.
Terminemos, para no variar, con una cruda explicación de Bernal, seguida de un ejemplo que  nos eriza el cabello: “Ya he dicho otra vez que iba tanta multitud dellos a causa de los despojos que se tendrían, y, lo más cierto, por hartarse de carne humana. Y son, a manera de decir, como cuando en Italia salía un ejército de una parte a otra, y le siguen cuervos y milanos y otras aves de rapiña que se mantienen de los cuerpos muertos que quedan en el campo al darse una batalla muy sangrienta; así lo pensaba yo cuando nos seguían tantos millares de indios”. La anotación es espeluznante, pero de una fuerza narrativa insuperable.

     (Foto: Un buen artista de raíces tlaxcaltecas, y con buenos conocimientos históricos, Desiderio Hernández Xochitiotzin, ya fallecido, pintó un gran mural en el Palacio del Gobierno de Tlaxcala, y ahí vemos parte del mismo; probablemente el cacique central sea el anciano y ciego Xicotencatl, quizá recibiendo a su rebelde hijo. Todos los pueblos de México compartían la misma cultura refinada, pero con la crueldad que simboliza la pirámide del fondo. La alianza entre tlaxcaltecas y españoles fue inquebrantable y definitiva).


jueves, 21 de julio de 2016

(Día 333) BERNAL, seriamente herido, LAMENTA LA MUERTE de unos de los mejores jinetes. Deja claro también que LOS ESPAÑOLES EVITABAN LA CRUELDAD con los enemigos.

(85) –Bernal, querido socio, siempre tan amigo de la verdad.
     -Certo, caro dottore: su admiración por Cortés no le impide ver sus errores. Deja bien claro que había metido la pata: “Y en aquella refriega mataron 5 caballos e hirieron a muchos de los nuestros. Y Cortés, viendo la mala consideración que había hecho entrando por la calzada, y cómo los mexicanos se habían cebado en ellos, mandó que todos se retirasen, haciéndolo muy ordenadamente y sin volver la espalda; y desta manera se escapó Cortés aquella vez del poder de México”. Mientras, en Texcoco el resto de los españoles, Bernal entre ellos, estaban preocupados: “Y cuando volvió Cortés, nos alegramos mucho porque hacía más de 15 días que no sabíamos qué le había acaecido”. Pero Cortés no solo se metía en fregados por iniciativa propia, sino que también se prestaba a ayudar a poblaciones de nativos en apuros: “Los de Chalco y Tamanalco le dijeron que les enviase socorro porque les iban a dar guerra grandes escuadrones de mexicanos. Y tantas lástimas le dijeron que mandó a Gonzalo de Sandoval que fuese allí con 230 soldados. E yendo por el camino vieron venir a los enemigos como leones bravos, pero les respondieron con tanta fuerza que huyeron. Pero a uno que se decía Gonzalo Domínguez, como era mal camino, le rodó el caballo y tomóle debajo, y a los pocos días murió de aquella caída. Era uno de los mejores y más esforzados jinetes, y teníamosle en tanto en las guerras, que todos  sentimos mucho su muerte. Y yo no fui testigo porque estaba muy mal herido de un golpe de lanza que me dieron en la garganta, que estuve a peligro de muerte”. Una vez más queda acreditada la fiabilidad de Bernal, porque añade: “Mas todo lo que escribo dello pasó al pie de la letra, porque luego se sabe en el real la manera en que las entradas se hacen”. La huida de los mexicanos no les dejó tranquilos del todo a los de Chalco, porque tenían miedo de ser atacados por los de otro pueblo próximo y fortificado. Sandoval, al estilo Cortés, decidió echarles una mano en la difícil tarea, y se dispuso a tomar el lugar. Era una subida muy dura, “en la que recibieron muchas heridas, y hasta al capitán le descalabraron, pero se entró en el pueblo, donde se les hizo mucho daño, sobre todo por parte de los de Chalco y los tlaxcaltecas, pues nuestros soldados solo intentaban hacerlos huir, procurando no acuchillar a ninguno porque les parecía crueldad”. Es significativo, reverendo.
     - Y que lo digas, observador plumífero. El detalle de que evitaran el ensañamiento  es de agradecer, y probablemente era su tónica general. Pero va mezclado con la insensibilidad al hacer esclavos. “En lo que más se empleaban los soldados era en buscar una buena india o tener algún despojo (botín), y lo que comúnmente hacían era reñir a los naturales amigos porque eran tan crueles, y para quitarles algunos indios o indias para que no los matasen”. Sandoval se volvió confiado a Texcoco, pero llegó pronto un mensaje de los de Chalco pidiendo de nuevo ayuda porque estaban sufriendo otro ataque de los mexicanos. Cortés le echó la bronca a Sandoval (Bernal va a defender a su admirado Gonzalo) “creyendo que por su descuido recibían mala obra nuestros amigos, y sin quererle oír, le mandó volver. Sandoval recibió mucha pena de que no le escuchara, y partió. Se encontró con que los de Chalco ya les habían perdido el miedo a los mexicanos y pelearon muy como varones, matando muchos dellos, y prendiendo a muchos enemigos, entre ellos, quince principales. Sandoval se volvió a Texcoco llevando los mexicanos presos y mostrando  gran enojo por lo pasado, y aunque se holgó mucho Cortés y le envió recado de que no había entendido bien las cosas, no le fue a ver ni a hablar con él. Pero luego tornaron a ser amigos, y no había placer que Cortés no le diera para tenerle contento”. Buen ejemplo de un gran líder que sabe reconocer sus errores y de un subordinado ejemplar.

     Foto: Imagen de la catedral de Chalco como un remanso de paz; el tiempo ha borrado las amarguras pasadas, y  nos regala una urbanización bella y serena que fue el resultado de un parto muy doloroso. Tampoco es justo que se olvide la humanitaria labor de los religiosos, representados por ese frailuco que aparece de espaldas.


miércoles, 20 de julio de 2016

(Día 332) Siguen dedicados los ESPAÑOLES a pequeñas escaramuzas en las que corren serios peligros. CAYENDO OTRA VEZ en la argucia de una falsa huida de los INDIOS, se ven tan apurados los ESPAÑOLES, que CORTÉS PIENSA QUE ES EL FIN.

(84) –Está claro, alma candorosa, que Cortés lo calculaba todo. 
     -Tienes razón, resabiado clérigo. Esas escaramuzas no eran un jueguecito, aunque quizá arriesgó demasiado. Como buen sicólogo, aprovechó el tiempo muerto del montaje de los bergantines dándoles carnaza de guerra a sus aburridos soldados y, especialmente, a los  miles de tlaxcaltecas ansiosos por vengarse de los mexicanos matándolos y apresándolos (posiblemente con el mismo destino que “el sin ventura Juan Yuste”). Añadamos la valentía de Cortés y su prestigio y tendremos el cóctel perfecto para
que consiguiera mantener a tope la moral de victoria de todos.
     -Pero se expuso mucho, secre. Su ataque al poblado de Saltocan pudo acabar en el ridículo. Les habían hecho huir a los indios, pero, durante la noche, “había enviado Cuauhtémoc por el lago muchos escuadrones de guerreros para les ayudar, y por la mañana nos atacaron con mucha vara y flecha y piedra con hondas desde las acequias, adonde no podíamos pasar a hacerles daño porque habían inundado los pasos con agua; e hirieron a diez de nuestros soldados y a muchos tlaxcaltecas. Y nuestros soldados renegaban de esta venida sin provecho, y aun estaban medio corridos de cómo los indios les gritaban y les llamaban mujeres. Pero en ese instante dos indios de los nuestros le dijeron a un soldado que los de Saltocan habían dejado seca una acequia que iba derecha al pueblo. Los nuestros pasaron por ella (Bernal no estaba allí), y los contrarios daban en ellos e hirieron a muchos, pero entraron en el pueblo, e tal mano les dieron que les mataron muchos, y pagaron muy bien la burla que hacían. Y se tuvieron muy buenas indias, y los tlaxcaltecas salieron ricos con mantas y sal y oro y otros despojos (mejor que no lo detalle)”. Siguieron correteando por varios pueblos ribereños de la laguna hasta llegar a Tacuba, “que es donde nos repusimos la ‘noche triste’ (expresión que se ha hecho histórica) cuando salimos de México desbaratados”. Y faltó poco para que el lugar fuera esta vez trágico de verdad: “Los mexicanos empezaron a dar en los nuestros, y nuestro capitán tuvo harto trabajo en romper con ellos, con los caballos y los soldados a buenas cuchilladas; los indios hicieron como que huían, y Cortés, creyendo que llevaba victoria, mandó seguirlos hasta un puente”.
     -Es llamativo, santo abad, que sea la segunda vez que el astuto Hernán pique en el mismo anzuelo. Dinos cómo acabó el despiste.
     -Cayeron en la encerrona, “y desque los mexicanos sintieron que  le tenían ya metido a Cortés en el garlito, pasado el puente, vuelven sobre él tanta multitud de indios que, en canoas, por tierra y desde las azoteas, le dan tal mano que le ponen en gran aprieto, que ya se creyó desbaratado; e un alférez llamado Juan Volante cayó en el agua, a punto de se ahogar, y ya lo tenían asido los mexicanos para meterlo en sus canoas, pero fue tan esforzado que se escapó con su bandera. Y el capitán Pedro de Ircio, que allí se encontraba, por  afrontar al alférez –que no estaba bien con él por amores con una mujer- le dijo que había crucificado al Hijo y quería ahogar a la Madre, porque la bandera tenía la imagen de la Virgen María”.
     -Perdona, docto clérigo: ¿Por qué dice que crucificó al Hijo?
     -La verdad es, ingenuo mancebo, que vuestra cultura religiosa está a ras del suelo. En mis tiempos teníamos clara conciencia de que, si Cristo nos salvó muriendo, todos éramos causantes de su crucifixión. Prosigamos: Esta anécdota de Ircio fue tan conocida que llegó a oídos del rey Carlos, buen experto en guerras, y comentó literariamente: “Capitán que en tal aprieto dice gracias, consigo las tenía todas”. Sin embargo a Bernal le molestaban las palabras de Ircio, y lo explica: “No tuvo razón en decir aquello, porque el alférez siempre fue muy esforzado”. Al final del libro, hace un retrato del pobre concepto en que le tenía al ingenioso, aunque reconociendo su valor: “Era Pedro de Ircio ardid (valiente) de corazón y de mediana estatura, y hablaba de lo mucho que había hecho en Castilla, y lo que veíamos e conocíamos dél no era para nada. Era también muy plático en demasía, que ansí acontecía que siempre contaba cuentos de Pedro Girón  y del conde de Ureña (fue criado de los dos).  Estuvo cierto tiempo como capitán en la calzada de Tepeaquilla, en el real de Sandoval. Sin obrar y sin hacer cosas que de contar sean, murió de su muerte (o sea, en la cama) en México”.

     Foto: Hacía más de un año que Cortés, herido en el alma por la mayor derrota de su vida, vivió su ‘noche triste’ acongojado al pie de un árbol en Tacuba, junto a Tenochtitlán. La escena está bien representada (con una doña Marina demasiado sugestiva). Pues bien: ahora le hemos visto en el mismo sitio,  y casi igual de apurado por un ingenuo error en una batallita de cuarto orden.


martes, 19 de julio de 2016

(Día 331) DIEZ MIL entusiastas TLAXCALTECAS transportan hasta TEXCOCO las piezas de los bergantines. Tras un tiempo en TEXCOCO, los TLAXCALTECAS están ansiosos por pelear contra poblados enemigos suyos, y CORTÉS va con ellos a los enfrentamientos.

(83) –Se diría, galán mancebo, que fue una obra casi faraónica.
     -El seductor eras tú, reverendo. Según Bernal, lo de los bergantines fue algo magnífico: “Yendo Sandoval camino de Tlaxcala, se topó con toda la madera y tablazón que traían a cuestas unos ocho mil indios, y otros tantos en su defensa con armas y penachos, y otros dos mil que traían los bastimentos. Por capitán dellos venía el gran cacique Chichimecatecle. Y a cargo de todo estaba Martín López, el maestro carpintero de ribera. Y cuando Sandoval los vio, hubo mucho placer. Caminando con ese concierto durante dos días, entraron en tierras mexicanas, y les daban muchos silbos y gritos desde lejos. Sandoval repartió a sus soldados para la defensa, y mandó que los tlaxcaltecas se quedasen con él en la retaguardia, lo cual afrentó al cacique Chichimecatecle creyendo que no les tenía por esforzados, pero lo dio por bueno cuando le hicieron ver que los mexicanos siempre atacaban donde estaba el fardaje, en la parte de atrás (aunque no hubo batalla)”. Dos días más de marcha, “y entraron en Texcoco con sus penachos puestos, con tambores y cornetas, caminando en orden, dando voces y silbos, y diciendo: ‘¡Castilla, Castilla! y ¡Tlaxcala, Tlaxcala!’. Y Cortés les salió a recibir con algunos capitanes, haciéndole grandes ofrecimientos a Chichimecatecle. Luego se dio tanta prisa Martín López en hacer los  13 bergantines que pronto estuvieron armados. Y teníamos mucho cuidado en guardarlos porque los mexicanos procuraron ponerles fuego tres veces, pero les prendimos 15 indios, de los que Cortés supo largamente todo lo que concertaba Cuauhtémoc; y era que tenía firme intención de quitarnos las vidas o morir todos ellos peleando”. Hay dos cosas que no cuenta Bernal sobre el maravilloso trabajo de los bergantines. Antes de partir desde Tlaxcala, Martín López mandó ensamblar las piezas y probó en una pequeña laguna la calidad del resultado, teniendo, lógicamente, que desmontarlo todo para poder transportarlo después. Conocemos también, a través de las cartas de Cortés, lo orgulloso que se sentía de lo que habían hecho: “Era cosa maravillosa de ver, y así me parece que es de oír, llevar trece fustas (bergantín pequeño) 18 leguas por tierra (unos 100 km), que certifico a Vuestra Majestad que desde la vanguardia hasta la retaguardia había dos leguas de distancia (11 km)”. Siga su merced.
     - La masa de tlaxcaltecas era enorme y, “pasados ya 5 días en Texcoco, carecían de mantenimientos, y como su capitán, Chichimecatecle, era muy esforzado y orgulloso, le dijo a Cortés que quería ir a hacer algún servicio a nuestro gran emperador y batallar contra mexicanos, para mostrar sus fuerzas y vengarse de las muertes y robos que habían hecho a sus hermanos y vasallos, así en México como en sus tierras. Y Cortés le dijo que iría con ellos a un pueblo de la laguna llamado Saltocan, que tenía entrada por tierra, al cual había llamado de paz tres veces y no quiso venir. Mandó a Sandoval y a Martín López que en 15 días tuviesen los bergantines muy a punto para echarlos al agua. Y después de oír misa, salió para Saltocan con Alvarado, 230 soldados, los tlaxcaltecas y una capitanía de guerreros de Texcoco”. Como siempre estaban vigilados por los mexicanos, les salieron al encuentro unos escuadrones, pero les respondieron ordenadamente, yendo Cortés al frente de la caballería, “y mataron solo algunos mexicanos, porque los de a caballo no les pudieron seguir por el monte, mas nuestros amigos tlaxcaltecas prendieron e mataron unos treinta”. Iban a pasar 15 días dedicados a estos objetivos un poco absurdos, quizá porque Cortés viera la necesidad de dar salida a la energía de aquella enorme masa humana; pero el caso es que se llevaron más de un susto.

     Foto: Así debió de ser la cosa, aunque hay que interpretar la pintura. Cortés se quedó en Texcoco esperando que llegara el maderamen. De manera que, quien va al mando del traslado desde Tlaxcala, tiene que ser Gonzalo de Sandoval. El que está dentro del casco es Martín López, ese increíble personaje todoterreno, carpintero naval y buen soldado (ya vimos su importante intervención en la derrota de Narváez), del que dice Bernal que fue imprescindible para esta definitiva conquista de México, porque el obispo Fonseca, con mala intención (pobre padrino mío), no les habría enviado de Castilla  a nadie capaz de construir los bergantines. Y, como siempre, aparecen los tlaxcaltecas, nuestros inquebrantables amigos, colaborando con entusiasmo. España les debe mucho.


lunes, 18 de julio de 2016

(Día 330) TRETA MILITAR DE LOS AZTECAS que estuvo a punto de ahogar a los de CORTÉS. En un poblado vieron PRUEBAS DEL TERRIBLE DESTINO DE ALGUNOS ESPAÑOLES.

(82) –Yo creo, buen hombre, que Cortés tenía algún talismán.
     -Era puro carisma, santo clérigo. Los de Texcoco se le entregaron incondicionalmente. La situación estaba muy tranquila, pero había que aprovechar el tiempo al servicio de su gran objetivo, la conquista de México. “Como teníamos en nuestra compañía sobre 7.000 tlaxcaltecas, y estaban deseosos de ganar honra y guerrear contra los mexicanos, acordó Cortes que entráramos en un buen pueblo que se dice Iztapalapa (muy próximo a Tenochtitlán, en la orilla sur del lago), del que recibíamos mucho daño porque impedía que vinieran a nuestra amistad otros pueblos que lo deseaban. Cuando llegamos, nos estaban esperando los de Iztapalapa con unos 8.000 mexicanos de socorro, y pelearon muy valerosamente contra nosotros; mas, como los nuestros de a caballo rompieron por ellos y todos nuestros amigos tlaxcaltecas se metían entre ellos como perros rabiosos, dejaron presto el campo y se retiraron”. Y ellos les siguieron, pero era un trampa: “Estando de esa manera, vino tanta agua por todo el pueblo que, si  no saliésemos presto de las casas a tierra firme, todos quedáramos ahogados, porque soltaron dos acequias de agua dulce y salada y abrieron una calzada, con que de presto se llenó todo de agua, muriendo dos tlaxcaltecas; y nos volvimos a Texcoco medio afrentados de la  burla y ardid de echarnos el agua”. Durante un tiempo, continuó el baile de pequeños encuentros militares, peticiones de numerosos pueblos que venían a pedir la protección de los españoles frente a los mexicanos, y solicitudes de que  Cortés interviniera para que se hicieran con lógica sucesoria los nombramientos de caciques. Pero lo primero es lo primero: “Como siempre estábamos con gran deseo de tener ya los bergantines y vernos en el cerco de México, mandó Cortés a Sandoval que luego fuese por la madera con 235 soldados y buena cantidad de indios de Tlaxcala y Chalco (que era uno de los pueblos recientemente pacificados). E antes que partiesen hizo Cortés amistades entre ellos, porque se tenían mala voluntad y se trataban como enemigos. Y mandó Cortés a Sandoval que de camino fuesen a un pueblo llamado Calpulalpan y lo castigaran, porque allí habían matado a más de cuarenta españoles y  muchos tlaxcaltecas. Fue fácil someterlo, y los indios se excusaron diciendo que los autores habían sido los mexicanos”. Dentro del pueblo, vieron una vez más el terrible rostro del horror.
     -No gana uno para sustos, jovenzuelo: “Hallóse allí en aquel pueblo, en las paredes, mucha sangre de los españoles que mataron, con la que habían rociado a sus ídolos; y también había dos caras que habían desollado y adobado los cueros como pellejos de guantes, y las tenían con sus barbas puestas y ofrecidas en uno de los altares; y asimismo se hallaron cuatro cueros de caballos curtidos, muy bien aderezados, que tenían sus pelos, e con sus herraduras, y colgados para sus ídolos en el cu mayor; y se hallaron muchos vestidos de los españoles muertos”. Y había otra cosa que a ti, alma tierna, te escalofría, y a mí también: “Y también se halló en un mármol de una casa en la que los tuvieron presos (¡santo Dios, qué tortura sería la espera sin esperanza!), escrito con carbones: “Aquí estuvo preso el sin ventura Juan Yuste, con otros muchos que traía en mi compañía”. Créeme, hijo mío, que esta sola frase bastaría para que se  mirara con algo de piedad a todos los atormentados españoles que anduvieron por aquellas tierras. A pesar del espantoso espectáculo, Sandoval reaccionó al estilo de Cortés, con sentido común: “De todo lo cual el Sandoval y todos sus soldados tuvieron mancilla (pena) y les pesó, mas, ¿qué remedio había ya sino usar de la piedad con los de aquel pueblo, que se fueron abandonando a sus mujeres e hijos? Y Sandoval los dejó libres, enviándolos a llamar a los huidos, los cuales vinieron, le pidieron perdón y dieron la obediencia a Su Majestad”.

     Foto: En el mapa se ve Calpulalpan, el lugar donde se les heló la sangre a los soldados al ver la espantosa prueba de la muerte de más de cuarenta españoles, quedando solo memoria de ellos en un grafiti escrito por el “sin ventura Juan Yuste”. Sandoval se dirigía a Tlaxcala, pero hizo un pequeño rodeo para, como mensaje amenazador a Cuauhtémoc, castigar y someter al triste poblado, al que le pusieron el nombre de Pueblo Morisco (Bernal, cosa rara en él, no explica por qué).


domingo, 17 de julio de 2016

(Día 329) COMIENZA LA GRAN BATALLA POR MÉXICO, ¡que va a durar noventa y tres días! Llegan a Texcoco, abandonado por parte de la población, pero el resto mostró una amistad a los españoles que duró para siempre. CORTÉS jamás castigaba a los pueblos que pedían perdón por el daño hecho a los españoles.

(81) –Viviremos junto a ellos, querido socio, la increíble hazaña.
     -Vamos a asistir, de la manita de Bernal, reverendo padre, a uno de los acontecimientos más épicos de la Historia. Estaremos observando a dos ejércitos enemigos, dignos el uno del otro, que permanecieron derrochando valentía, fuerza, ingenio y capacidad de sufrimiento, durante NOVENTA Y TRES DESESPERANTES DÍAS. Gloria y honor a sus dos caudillos, Cuauchtémoc y Cortés, y a sus heroicas tropas. Así que, arriba el telón, y veamos lo ocurrido.
     -Buen preámbulo, pequeñín, pero es imposible anunciar con todo el énfasis que merece aquel acontecimiento estelar. La elección de Texcoco como cabeza de puente fue acertada pero discutida entre los soldados; Cortés logró convencerlos de que era el sitio ideal “por estar cerca de muchos pueblos, y teniendo aquella ciudad tomada, haríamos entradas en tierras próximas a México”. Según se aproximaban a Texcoco, tuvieron noticias esperanzadoras: en el poblado había algunas disensiones con los mexicanos y sufrían una epidemia de viruela. A esto se añadió el impacto moral de los éxitos militares que los españoles acababan de tener. “Y llegaron 7 indios principales de Texcoco con señales de paz y diciendo que su señor, Cocoyoacín, nos estaba esperando en la ciudad; y cuando Cortés oyó aquellas paces holgó mucho dellas, pero tomó consejo de nuestros capitanes, y a todos pareció que aquella manera de pedir paz era fingida. Luego Cortés les dijo a los indios que si guardaban las paces que decían, les favorecería contra los mexicanos, aunque bien sabía que ellos habían matado sobre 40 españoles y 200 tlaxcaltecas cuando salimos de México; y respondieron que el que los mandó matar fue Cuitláuac, el señor de México que mandaba después de muerto Moctezuma. Y otro día, de mañana, llegamos a Texcoco, y no veíamos mujeres, ni niños, sino todos los indios como gente que estaba de guerra. Fuimos a unos grandes aposentos. Cortés mandó a Pedro de Alvarado con soldados, y a mí con ellos, que subiésemos a un gran cu. Y vimos que la gente abandonaba la ciudad. Cortés, al saberlo, quiso prender al cacique Cocoyoacín, pero fue el primero que se fue huyendo a México, con muchos principales, aunque, como es gran ciudad, se quedaron otros muchos señores que tenían  debates con el que se huyó sobre el gobierno de la ciudad”.
     Los caciques que quedaron en Texcoco le contaron a Cortés que el huido Cocoyohacín, “por codicia de reinar, había muerto malamente a su hermano mayor, con la ayuda que para ello le dio el señor de México, Cuitláhuac, sucesor de Moctezuma, e que había allí un mancebo con más derechos, porque era hijo legítimo del verdadero rey; y luego, sin más dilaciones, le alzaron por rey con gran fiesta y regocijo de todo Texcoco, volviéndose cristiano con mucha solemnidad, y se llamó don Hernando Cortés porque fue su padrino nuestro capitán. Este cacique fue muy amado y obedecido de los suyos (la mayoría de los vecinos huidos volvieron confiados a Texcoco), y le dio a Cortés muchos indios trabajadores para ensanchar las acequias por donde habíamos de sacar los bergantines a la laguna cuando estuviesen acabados”. Así que el primer objetivo se alcanzó con una suavidad insospechada: el nuevo cacique permaneció siempre leal a los españoles. “Y en aquella sazón vinieron de paz ciertos pueblos sujetos a Texcoco a demandar perdón y paz por la guerras pasadas y haber matado españoles. Y Cortés les  habló a todos muy amorosamente y les perdonó”.

     (Foto: Toda su vida fue Cortés un emprendedor incansable,  y, en este caso, se atrevió con importantes obras de ingeniería para canalizar el acceso acuático desde el astillero, una vez construidos los bergantines. El mapa está basado en cartografía antigua y tiene sus imprecisiones, pero se ve claramente que Texcoco (Tezcuco) estaba algo separado de la orilla del lago, y fue necesario canalizar un acceso. Dice Bernal: “Unos 7.000 indios trabajaron voluntariamente en la obra de la zanja, y lo abrían y ensanchaban muy bien, pudiendo nadar por ella navíos de gran porte”).


sábado, 16 de julio de 2016

(Día 328) LLEGÓ EL MOMENTO: con valor y UN PLAN GENIAL (la construcción de bergantines), se dispone CORTÉS a conquistar nuevamente TENOCHTITLÁN. Resulta admirable LA LEALTAD DE LOS TLAXCALTECAS. El gran cacique XICOTENCA EL VIEJO acepta gustosamente SER BAUTIZADO. Se ponen en marcha y BERNAL se emociona al ver nuevamente, a lo lejos, TENOCHTITLÁN

(80) –Pacificada la zona, secre, David decide ir contra Goliat.
     -Así fue, reverendo. El superman Cortés lo organizó todo rápidamente para meterse en la demencial aventura de volver a México y conseguir el triunfo definitivo. Preparó una estrategia muy arriesgada, pero genial, como hizo Aníbal con sus elefantes: “Fuimos a Tlaxcala, y Cortés dio orden de que se cortase madera para hacer 13 bergantines, para ir otra vez a México, porque teníamos por muy cierto que no podíamos señorear la laguna sin ellos, ni dar guerra, ni entrar por las calzadas en aquella gran ciudad. Y el que los hizo fue Martín López, que además de ser un buen soldado en todas las guerras, sirvió muy bien a Su Majestad en esto de los bergantines, y trabajó en ello como fuerte varón (honor y gloria al olvidado Martín)”. En Tlaxcala había muerto de viruela el gran cacique Maseescazi. “Cortés dijo que lo sentía como si fuese un padre, y se puso luto; y murió con voluntad de que sus hijos y parientes no se saliesen del mando de los españoles, y como había diferencias sobre quién le habría de suceder, Cortés señaló que lo fuese un hijo legítimo de Maseescazi. Todos los caciques se ofrecieron a servir a Cortés con gente para cortar los bergantines y para la guerra contra los mexicanos (asombrosa lealtad)”. Era tan profunda la simbiosis entre tlaxcaltecas y españoles que “después de abrazarle Cortés con mucho amor al gran cacique Xicotenca el Viejo y darle las gracias por sus ofrecimientos, procuró que se volviese cristiano, y el buen viejo, de buena voluntad, le dijo que lo quería ser, e con la mayor fiesta que en aquella sazón se pudo hacer, le bautizó el padre de la Merced y le puso el nombre de don Lorenzo Vargas”. Llegaron noticias de que otro navío había aportado en la Villa Rica, procedente de Castilla, con mucho cargamento. De nuevo Cortés lo fagocitó, aunque pagó el oportuno precio, y, una vez más, la tripulación se incorporó a la campaña de México. Todo ya dispuesto, Cortés escogió el gran poblado de Texcoco (en la laguna mexicana) como astillero para armar los bergantines, encargándose los tlaxcaltecas de llevar el maderamen ya debidamente cortado. Bernal pasa por alto la típica arenga de Cortés antes de iniciar algo grande, y tampoco da el número de los soldados, que eran alrededor de 590. Pero sí nos da la fecha, consciente del calibre de la aventura que se iniciaba: “Comenzamos a caminar, con mucho concierto, el día 26 de diciembre de 1520”. Qué emoción, querido Sancho. Sigue con ellos.
     -Hacía seis meses que huyeron de  México (el 24 de junio) muriendo más de 800 soldados e incontables tlaxcaltecas, y volvían al mismo infierno. Solo la figura mitificada de Cortés podía aglutinar en semejante locura a indios y españoles. Era un plan a largo plazo, porque pensaban cercar Tenochtitlán hasta que se rindieran por extenuación sus habitantes. Así que, además de coraje para la lucha, necesitarían grandes dosis de paciencia. Caminaban, pues, sin prisa hacia Texcoco: “Nuestros amigos tlaxcaltecas iban cortando y apartando los árboles para que pasaran los caballos, hasta que subimos la sierra, y entonces (oh, maravilla) apareció la laguna de México y sus grandes ciudades pobladas en el agua. Y dimos muchas gracias a Dios por dejarnos verlas de  nuevo. Entonces nos acordamos de nuestro desbarate pasado, y prometimos cercar México y tener otra manera de hacer la guerra”. Vieron que los indios se hacían señales de humo, “e yendo  más adelante, topamos con un escuadrón de guerreros mexicanos que nos aguardaban, mas enseguida los desbaratamos”.

     (Foto: Preciosa recreación del Paraíso Terrenal -si la religión azteca no fuera tan terrorífica-. En una especie de Venecia, aparece la mítica Tenochtitlán, y sobre el mismo islote,  la población de Tlatelolco, donde los españoles habían visto estupefactos en su primera llegada el asombroso mercado mexicano. Se aprecia también que no quedaba muy lejos Otumba, donde pudieron frenar con una batalla decisiva la mortífera persecución que sufrieron después de ser expulsados de la gran ciudad. Con muy buen criterio, Cortés decidió ensamblar los bergantines en Texcoco, que daba nombre al lago y estaba frente a la zona más abierta, y la mejor para poder navegar sin demasiados agobios. Asimismo vemos el nombre de Teotihuacán, que presume de tener el mejor conjunto de pirámides del país, con la curiosidad de que su construcción fue anterior a la llegada de los aztecas.).