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–Sorprendente, secre: una estúpida reyerta entre capitanes.
-Y
más todavía, reve, porque parece casi una bronca entre adolescentes, pero que
pudo costar muy cara. “Como los de Cristóbal de Olid y los de Pedro de Alvarado
habíamos de llevar el mismo camino, salimos juntos, y fuimos a dormir a un
poblado. Cristóbal de Olid envió por delante a gente suya para tomar posada, y
cuando llegamos con Pedro de Alvarado, no teníamos dónde quedarnos, de manera
que echamos a las armas los dos bandos y también nuestros capitanes, pero se
pacificó algo el ruido porque no faltaron caballeros de entrambas partes que se
metieron entre nosotros, aunque quedamos resabiados. Cuando lo supo Cortés, nos
escribió reprendiéndonos por la cuestión, haciéndonos con ello amigos, aunque
desde entonces no se llevaron bien
Alvarado y Olid”. Llegaron a Tacuba, y empezó el gran baile: “Fuimos a
quebrarles a los mexicanos el agua de Chapultepec, de donde se proveía su
ciudad, y nos estaban esperando en el camino muchos guerreros e hirieron a 3 de
los nuestros, mas presto les hicimos volver la espalda, y les siguieron
nuestros amigos tlaxcaltecas, que mataron a 20 y prendieron a 7. Luego les
quebramos los caños, y desde entonces nunca llegó el agua a México mientras
duró la guerra”. Gravísimo problema para UN ASEDIO DE 93 DÍAS.
-Y que lo digas, mon petit: los mexicanos ya
solo pudieron surtirse de agua a duras penas mediante canoas. Pronto empezó la horrenda
melodía de gritos constantes que iban a oír los españoles durante esos 93 días (tan
intensos que lo primero que impresionó a Bernal cuando se acabó todo fue,
simplemente, el silencio que se hizo de súbito). “Acordaron nuestros capitanes
que entráramos en la calzada que va de Tacuba a Tenochtitlán para intentar
ganarles un puente”. Fue el primer aperitivo de las toneladas de quina que iban
a tener que tragar: “Cargaron contra
nosotros por la calzada y en canoas tantos guerreros que yo no lo sé escribir,
porque llenaron toda la calzada de la vara, flecha y piedra que nos tiraban, teniendo que retirarnos, y
desque nos vimos en tierra firme, dimos gracias a Dios, pero 8 de los nuestros
quedaron de aquella vez muertos y más de 50 heridos. Y los mexicanos se hacían
señales de humo para que todas las canoas de México y los demás pueblos de la
laguna se juntaran, porque vieron que Cortés ya había salido con los 13
bergantines”. Confiaban en ‘el invento naviero’, pero la práctica podía
arruinar sus esperanzas. Llegó el momento de poner las embarcaciones a prueba
en acción: “Cuando vio Cortés que se juntaban las canoas, las temió en gran
manera porque eran más de mil, y se puso en una parte de la laguna en la que
pudiera correr adonde quisiese en caso de aprieto. Mandó a sus capitanes que no
embistieran hasta que refrescase más el viento que venía de tierra. Los indios
creían que por temor dellos se apartaban, y todos fueron a atacarnos. En aquel
instante vino un viento muy recio y bien aparejado, y Cortés mandó embestir a
la flota de canoas, y trastornaron muchas dellas, y se mataron y perdieron
muchos indios. Por manera que fue el primer combate que hubo en la laguna, y
Cortés tuvo victoria”. ¡Funcionó! Y Bernal lo rubrica: “Y gracias a Dios por
todo, amén”. Así que, de momento, uno a cero; pero el larguísimo partido
acababa de empezar. El grupo de
Alvarado, peleando en la calzada de Tacuba, perdió 3 hombres. Sandoval había
entrado por la de Iztapalapa, y
Cuauchtémoc intentaba cortarle el paso por detrás para que no pudiera volver,
sacándole del apuro una actuación conjunta de Olid y los bergantines de Cortés.
Terminemos rezando piadosamente de rodillas, hijos míos, porque Bernal (que escribe en 1568) menciona
lo más querido de todos los mexicanos (ateos incluidos): “Le mandó Cortés a
Sandoval que fuese a poner cerco a otra calzada que sale de Tepeaquilla (Tepellac), que ahora llaman Nuestra
Señora de Guadalupe, donde hace y ha hecho muchos y muy santos milagros”.
Foto.- Había sido un gran momento histórico el de la primera entrada de
Cortés y sus hombres en Tenochtitlán, seis meses antes, temblando de miedo como
si subieran a la guillotina, pero sin oposición y reventando de orgullo. Ahora,
por el contrario, para poder repetir esa escena, les va a tocar una lucha feroz
y sin reposo durante 93 días, con la amenaza constante de verse atrapados entre
los puentes.
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