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–Como siempre, secre, a Cortés le interrumpieron los planes.
-Desde luego, querido Sancho, no le
dejaban aburrirse: “Cuando andábamos en Tepeaca castigando a los que mataron a
compañeros nuestros, nos avisaron los de la Villa Rica que había llegado al
puerto un navío con cartas del gobernador de Cuba para Pánfilo de Narváez,
creyendo que se había hecho con la Nueva
España desbaratándonos, y le ordenaba que, si no había muerto a Cortés, se lo
enviase preso para mandarlo a Castilla,
que así lo había dispuesto el obispo don Juan Rodríguez de Fonseca”.
-Esto es una pesadilla, mio piccolino;
menos mal que, para entonces, yo reposaba plácidamente en Quántix, y veía con
regodeo la inquina feroz que Fonseca tuvo contra Cortés hasta el último día de
su vida, ya muy próximo. Me reconocerás el mérito de que el obispo me quisiera
siempre. Digamos, de paso, que el malabarista Hernán había bloqueado tan
herméticamente las comunicaciones con Cuba, que el gobernador Velázquez se movía a la deriva, como un barco sin timón.
Los soldados que permanecían en la Villa Rica les hicieron creer a los
marineros del barco de Velázquez que Cortés andaba huido y Narváez victorioso,
por lo que bajaron alegres y confiados a tierra, siendo apresados de inmediato
e incorporados a las tropas de Hernán; hasta con gusto, porque fueron bien
tratados y engatusados con la perspectiva de riquezas y honores. “Ocho días
después llegó una segunda nao con bastimentos para la primera, e ni más ni
menos fue también apresada, y así nos íbamos fortaleciendo con soldados
nuevos”. Bernal comenta luego un hecho que resultaría de gran relieve para el
orgullo histórico mexicano: “Ya entonces habían alzado en México a otro señor,
porque el que nos echó de allá (Cuitláhuac) era fallecido de viruelas;
y el señor que hicieron era un pariente muy cercano de Moctezuma, que se decía
Cuauhtémoc (también a este lo conoció
bien Bernal), mancebo de unos 25 años, buen gentilhombre para ser indio y
muy esforzado. Y se hizo temer tanto que todos los suyos temblaban de él, y era
casado con una hija de Moctezuma. E como supo que habíamos desbaratado los
escuadrones mexicanos que estaban en Tepeaca, temió que atraeríamos a nuestra amistad otras
provincias; envió mensajeros por los pueblos dando joyas a los caciques, y con
el recado de que peleasen muy reciamente para que no los hiciésemos esclavos”. El
previsor Cuauhtémoc trató de mantener bajo su control los poblados que
tributaban a México: no quería que Cortés, tan gallo como él, se hiciera el amo del corral. Pero algunos
indios pensaban de otra manera: “En especial envió un poderoso ejército a
Guacachula (Huaquechula), y parece
ser que los mexicanos hacían muchos robos y abusos en los pueblos donde se
aposentaban, llegando a forzar a las mujeres delante de sus maridos y padres. Y
como sabían que los pueblos tomados por los españoles estaban muy de paz y
sosiego, vinieron cuatro principales secretamente diciéndole a Cortés que
enviara a Guacachula a sus soldados para quitar aquellos agravios, y que ellos
nos ayudarían a matar a los mexicanos”. Bajo el mando de Cristóbal de Olid,
partieron hacia el poblado unos 300 soldados y un numeroso grupo de
tlaxcaltecas. Pero surgió una extraña situación que confirma la ‘flojera’ de
los de Narváez. Iban asustados con la idea de que Cuauhtémoc les esperaba, y,
cosa extraña, le convencieron al
valiente Olid de que se volvieran atrás. Al saberlo Cortés, le mandó una
carta con una bronca monumental. “Y cuando la leyó, hacía bramuras de enojo, y
fue hecho un bravo león hacia Guacachula, enfrentándose a los mexicanos y
poniéndolos en huida en cuestión de una hora. Y los tlaxcaltecas lo hicieron
muy bravamente, que mataban y prendían muchos dellos (nos imaginamos para qué). Luego vinieron los caciques de aquel
pueblo y de otros comarcanos a demandar paz y se dieron por vasallos de nuestro
rey y señor. Y el Cristóbal de Olid se reía y decía que ‘más cuidado tenían
algunos de sus minas y de Cuba que de batallar”.
(Foto: Se ve en el mapa que Huaquechula
estaba cerca de México. Las correrías de Cortés por esa zona le estaban
indicando a Cuauhtémoc que seguía peleón, y que era capaz de intentar una nueva
conquista de la imperial Tenochtitlán).
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