sábado, 16 de julio de 2016

(Día 328) LLEGÓ EL MOMENTO: con valor y UN PLAN GENIAL (la construcción de bergantines), se dispone CORTÉS a conquistar nuevamente TENOCHTITLÁN. Resulta admirable LA LEALTAD DE LOS TLAXCALTECAS. El gran cacique XICOTENCA EL VIEJO acepta gustosamente SER BAUTIZADO. Se ponen en marcha y BERNAL se emociona al ver nuevamente, a lo lejos, TENOCHTITLÁN

(80) –Pacificada la zona, secre, David decide ir contra Goliat.
     -Así fue, reverendo. El superman Cortés lo organizó todo rápidamente para meterse en la demencial aventura de volver a México y conseguir el triunfo definitivo. Preparó una estrategia muy arriesgada, pero genial, como hizo Aníbal con sus elefantes: “Fuimos a Tlaxcala, y Cortés dio orden de que se cortase madera para hacer 13 bergantines, para ir otra vez a México, porque teníamos por muy cierto que no podíamos señorear la laguna sin ellos, ni dar guerra, ni entrar por las calzadas en aquella gran ciudad. Y el que los hizo fue Martín López, que además de ser un buen soldado en todas las guerras, sirvió muy bien a Su Majestad en esto de los bergantines, y trabajó en ello como fuerte varón (honor y gloria al olvidado Martín)”. En Tlaxcala había muerto de viruela el gran cacique Maseescazi. “Cortés dijo que lo sentía como si fuese un padre, y se puso luto; y murió con voluntad de que sus hijos y parientes no se saliesen del mando de los españoles, y como había diferencias sobre quién le habría de suceder, Cortés señaló que lo fuese un hijo legítimo de Maseescazi. Todos los caciques se ofrecieron a servir a Cortés con gente para cortar los bergantines y para la guerra contra los mexicanos (asombrosa lealtad)”. Era tan profunda la simbiosis entre tlaxcaltecas y españoles que “después de abrazarle Cortés con mucho amor al gran cacique Xicotenca el Viejo y darle las gracias por sus ofrecimientos, procuró que se volviese cristiano, y el buen viejo, de buena voluntad, le dijo que lo quería ser, e con la mayor fiesta que en aquella sazón se pudo hacer, le bautizó el padre de la Merced y le puso el nombre de don Lorenzo Vargas”. Llegaron noticias de que otro navío había aportado en la Villa Rica, procedente de Castilla, con mucho cargamento. De nuevo Cortés lo fagocitó, aunque pagó el oportuno precio, y, una vez más, la tripulación se incorporó a la campaña de México. Todo ya dispuesto, Cortés escogió el gran poblado de Texcoco (en la laguna mexicana) como astillero para armar los bergantines, encargándose los tlaxcaltecas de llevar el maderamen ya debidamente cortado. Bernal pasa por alto la típica arenga de Cortés antes de iniciar algo grande, y tampoco da el número de los soldados, que eran alrededor de 590. Pero sí nos da la fecha, consciente del calibre de la aventura que se iniciaba: “Comenzamos a caminar, con mucho concierto, el día 26 de diciembre de 1520”. Qué emoción, querido Sancho. Sigue con ellos.
     -Hacía seis meses que huyeron de  México (el 24 de junio) muriendo más de 800 soldados e incontables tlaxcaltecas, y volvían al mismo infierno. Solo la figura mitificada de Cortés podía aglutinar en semejante locura a indios y españoles. Era un plan a largo plazo, porque pensaban cercar Tenochtitlán hasta que se rindieran por extenuación sus habitantes. Así que, además de coraje para la lucha, necesitarían grandes dosis de paciencia. Caminaban, pues, sin prisa hacia Texcoco: “Nuestros amigos tlaxcaltecas iban cortando y apartando los árboles para que pasaran los caballos, hasta que subimos la sierra, y entonces (oh, maravilla) apareció la laguna de México y sus grandes ciudades pobladas en el agua. Y dimos muchas gracias a Dios por dejarnos verlas de  nuevo. Entonces nos acordamos de nuestro desbarate pasado, y prometimos cercar México y tener otra manera de hacer la guerra”. Vieron que los indios se hacían señales de humo, “e yendo  más adelante, topamos con un escuadrón de guerreros mexicanos que nos aguardaban, mas enseguida los desbaratamos”.

     (Foto: Preciosa recreación del Paraíso Terrenal -si la religión azteca no fuera tan terrorífica-. En una especie de Venecia, aparece la mítica Tenochtitlán, y sobre el mismo islote,  la población de Tlatelolco, donde los españoles habían visto estupefactos en su primera llegada el asombroso mercado mexicano. Se aprecia también que no quedaba muy lejos Otumba, donde pudieron frenar con una batalla decisiva la mortífera persecución que sufrieron después de ser expulsados de la gran ciudad. Con muy buen criterio, Cortés decidió ensamblar los bergantines en Texcoco, que daba nombre al lago y estaba frente a la zona más abierta, y la mejor para poder navegar sin demasiados agobios. Asimismo vemos el nombre de Teotihuacán, que presume de tener el mejor conjunto de pirámides del país, con la curiosidad de que su construcción fue anterior a la llegada de los aztecas.).


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