sábado, 30 de mayo de 2020

(Día 1122) Fue tan previsor La Gasca, que, antes de la batalla, preparó el juicio contra los principales rebeldes. Utilizó también, maquiavélicamente, un engaño para saber quiénes le eran fieles de verdad.


     (712) El cronista Santa Clara hace un gran elogio de la habilidad, inteligencia y tacto que Pedro de la Gasca derrochaba en todas sus decisiones, lo cual resulta asombroso tratándose de un hombre que, sin tener formación militar, estaba en vísperas de enfrentarse al poderoso ejército de Gonzalo Pizarro. Hombre previsor, preparó de antemano un expediente judicial, que le iba a permitir, en caso de victoria, ejecutarlo de inmediato, en él y en sus principales capitanes: "Después de haber enviado hacia Lima por mar a los cuatro capitanes, mandó al oidor Andrés de Cianca y al mariscal Alonso de Alvarado que hiciesen una información de testigos, recién venidos del Perú, contra Gonzalo Pizarro, y luego se hizo proceso criminal contra Gonzalo Pizarro, sus cómplices y secuaces, probándose que se habían alzado con la tierra de Su Majestad, y retenían los dineros y derechos que pertenecían a la Caja Real, además de haber apresado a Pedro Hernández de Paniagua, mensajero del Rey, quitándole por la fuerza la real carta que llevaba, por todo lo cual habían cometido atroz delito. Se añadieron otras cosas que convenían, y se mandó guardar las acusaciones para su tiempo y lugar. Tras hacer estas cosas contra los rebeldes, comenzó a mostrarse muy afable y cortés con todos los capitanes y soldados. Mandó enseguida hospedarlos muy bien, aposentándolos en las casas de los vecinos y mercaderes ricos, y los proveyó de dineros y ropa que los mercaderes les dieron, a quienes después les fueron bien pagados. Con esa prudencia y cordura comenzó a gobernar todo el ejército real y la flota de la mar. Y no gobernaba con soberbia, sino que más parecía padre y hermano de todos, por lo cual, en adelante fue muy querido de todos y tenido en mucho, porque sus virtudes y gran bondad lo merecían".
     Tras lo dicho, Santa Clara nos cuenta un engaño que utilizó Pedro de la Gasca para enterarse de quiénes de los que se habían pasado a su bando eran sinceros. Se extiende mucho explicando cómo hizo algo idéntico Alejandro Magno, de donde quizá La Gasca copiara la idea. El tramposo método fue eficaz, y ambos personajes utilizaron el resultado de forma sensata y razonable. Veámoslo en el caso de Pedro de la Gasca: "A imitación de Alejandro Magno, les rogó a todos en general, capitanes, alféreces, sargentos, cabos y soldados del ejército, que escribiesen a los amigos que tenían en Perú, y a Gonzalo Pizarro, para que supiesen que se encaminaban hacia ellos, y todo lo que había sucedido, como lo de la entrega de la flota, sin ocultar nada, porque, gracias a lo que ellos les escribiesen, podría ser que muchos se entregasen al servicio de Dios y del Rey, y no haría falta dar ninguna batalla". Les animaba también a que trataran de convencerlos diciéndoles que, si seguían siendo rebeldes, terminarían derrotados, y no podrían escapar de la justicia humana ni de la divina.
     Después les dijo que también él estaba preparando una carta para Gonzalo Pizarro y sus capitanes, "y que le diesen sus cartas, porque él las enviaría mediante un mensajero que las llevase con toda seguridad; dichas estas cosas todos dijeron que así lo harían, sin darse cuenta de su astucia, y, con esto, se fue cada uno a su posada para cumplir lo pedido por La Gasca".

     (Imagen) Digamos algo del aristocrático JUAN DE SALAS VALDÉS. No está claro si fue el Juan Valdés que figura entre los 63 vecinos (se equivoca Santa Clara al decir que fueron 60) que le escribieron una dura carta a Pedro de la Gasca por presión de Gonzalo Pizarro. Juan de Salas Valdés tuvo una biografía muy interesante. Se discute si era hermano del arzobispo de Sevilla Fernando de Valdés de Salas. Pero no hay duda: acabo de ver que un sobrino homónimo de Juan de Salas, lo asegura en un expediente que presentó el año 1586. El arzobispo daba el tipo del clérigo mundano (tuvo un hijo), inteligente, poderoso y lleno de cargos del más alto nivel (demasiado frecuente en aquellos tiempos): fue miembro del Consejo de Castilla e Inquisidor General. Es muy conocido por su dura actualización del Índice de Libros Prohibidos, y le encargaron el famoso procesamiento del obispo Bartolomé de Carranza, acusado de herejía, quien apeló a Roma y allí murió tras largos años recluido en el castillo de Sant'Ángelo. JUAN DE SALAS VALDÉS nació en Salas (Asturias), y llegó a las Indias acompañando al virrey Blasco Núñez, lo que demuestra valentía, porque la misión encargada por el Rey era peliaguda. Luchó contra Gonzalo Pizarro, y participó en la batalla de su derrota definitiva. Se le recompensó con encomiendas. Ejerció en el Cuzco como funcionario de la Hacienda Real, y tuvo en la ciudad los cargos más importantes, como el de alcalde. Su mayor influencia la alcanzó por la gran estima que le tenía Francisco de Toledo, el gran virrey de Perú, uno de los mejores de toda la historia de las Indias. Hay una muestra de que acumuló mucha riqueza: su magnífica casa del Cuzco, cuya impresionante fachada es la de la imagen. En ella aparecen de izquierda a derecha los bustos de su mujer, Usenda de Baztán y Tordoya (hija de nuestro viejo conocido Gómez de Tordoya), el propio Juan de Salas, su hijo Fernando de Valdés, y su nuera, Leonor de Tordoya. JUAN DE SALAS VALDÉS murió en el Cuzco el año 1585.



viernes, 29 de mayo de 2020

(Día 1121) Siguiendo el ejemplo del prestigioso Diego de Mora, muchos capitanes iban abandonando a Gonzalo Pizarro: Bartolomé de Villalobos (que mató a Miguel de Estacio), Francisco de Olmos, el licenciado León, Juan de Saavedra, Gómez de Alvarado y otros.


     (711) Pero en aquel revuelto mundo, las fidelidades no tenían cimientos firmes: "Diego de Mora envió, como le mandaron, el mensajero a Lima, pero quedó confuso sobre lo que haría, si seguir en el bando de Gonzalo Pizarro, o en el otro. Primeramente, se aseguró de que iban a ser revocadas las Leyes Nuevas y de que Su Majestad perdonaría todo lo pasado. Después, tomó de su hacienda todo el oro y plata que pudo, lo embarcó en un navío, y se fue a Panamá, llevando a su mujer consigo y a cuarenta soldados, entre los que había algunos vecinos de Trujillo".
     La noticia de que se acercaban cuatro navíos llegó pronto a Lima, aunque no se sabía quiénes iban en ellos. Gonzalo Pizarro se preparó por si hacía falta defenderse. Se enteró de la espantada de Diego de Mora, y tomó otra decisión que va a resultar inútil: "Mandó que fuese a Trujillo en un navío el Licenciado León para tomar el puesto que había abandonado Mora, pero a los pocos días de su navegación, topó con Lorenzo de Aldana y los suyos, y se hizo de su bando".
     No acabó ahí la cosa, porque hubo un rosario de deserciones entre los capitanes de Gonzalo Pizarro. Cuando el Licenciado León fue convencido para hacerlo, estaba retornando a Trujillo Diego de Mora, con toda la gente que había sacado de la ciudad, ya que Lorenzo de Aldana le animó a prepararse para luchar contra Gonzalo Pizarro. Dejó en Trujillo a los hombres que tenía enfermos, y fue a Cajamarca para reclutar gente, confiando en que los escritos con la revocación de las ordenanzas y los perdones del Rey darían buen resultado: "Con aquellas noticias, acudieron muchos para servir a Su Majestad, y, entre ellos, el sevillano Juan de Saavedra, Gómez de Alvarado y Juan Porcel, a quien Gonzalo Pizarro le había escrito para que estuviese preparado para cuando le llamase. En total, se reunieron en aquellas provincias con Diego de Mora, para servir al Emperador, más de trescientos hombres".
     Aquello era contagioso: "Sabiéndolo Bartolomé de Villalobos, que estaba en Tumbes, recogió toda la gente que pudo, y huyó por tierra para unirse con Gonzalo Pizarro, pero en el camino le prendieron sus mismos hombres, y le persuadieron para cambiase de pensamiento, volviendo a Piura (300 km al sur de Tumbes), y tuviese aquel lugar en nombre de Su Majestad, como lo había tenido en el de Gonzalo Pizarro, y él lo aceptó. Lo mismo acaeció en Puerto Viejo, donde estaba Francisco de Olmos como teniente de Gonzalo Pizarro. Sabiendo lo que pasaba, Olmos fue a Guayaquil con algunas personas de confianza, y, disimulando a lo que iba, ganó la mano a Manuel Estacio, que estaba allí como teniente de Gonzalo Pizarro, y le dio de puñaladas antes de que se las diese el otro a él, y alzó bandera por Su Majestad. Y de esta forma se sometieron todas aquellas gentes, tenientes y capitanes de Gonzalo Pizarro, con la sola noticia de las ordenanzas revocadas y el perdón general, pues no fueron menester otras persuasiones".

     (Imagen) Va de traiciones. Recordemos que el virrey había enviado a Gonzalo Díaz de Pineda para que apresase a Pedro de Puelles, el cual se había incorporado a las tropas de Gonzalo Pizarro. Sin embargo, Pineda, que era yerno de Puelles, abandonó al virrey para hacerse gonzalista. Además del virrey, hubo alguien que también se irritó sobremanera por esa traición: MANUEL ESTACIO. Quizá fuera un gesto para que el virrey le diera el cargo de Pineda, pero se lo concedió a Jerónimo de la Serna. Cuando los oidores apresaron al virrey, Manuel Estacio, posiblemente resentido por lo que había pasado, se puso a sus órdenes, en clara rebeldía contra la Corona. El oidor Cepeda, que presidía la Audiencia de Lima, lo nombró capitán de una compañía militar, y luego, ya sirviendo directamente a Gonzalo Pizarro, se le encargó el gobierno de la ciudad de Guayaquil. Su vida se va a cruzar con FRANCISCO DE OLMOS, otro que dio el cambiazo, pero a la inversa: de estar al servicio de Gonzalo Pizarro, se pondrá a las órdenes de Pedro de la Gasca. Recordemos que el brutal HERNANDO BACHICAO echaba pestes de Olmos, desconfiando de su fidelidad a Gonzalo Pizarro; y acertó, porque se pasó al bando de Pedro de la Gasca, y lo primero que hizo fue matar al gonzalista Estacio, que estaba gobernando en Guayaquil. Resulta dramático que, unos meses antes, Estacio le escribiera a Gonzalo diciéndole que Olmos "es muy buen servidor de su señoría". Estacio era hermano de la mujer que, como vimos, daba vivas al Rey en Quito, por lo que la mató Pedro de Puelles. Y se lamenta en otra carta a Gonzalo: "Pésame en el alma que culpen a mi hermana, a la cual yo niego como hermana si ella hizo lo que dicen". La imagen muestra un documento en el que FRANCISCO DE OLMOS le exponía al Rey sus pasados méritos. Hay dos cosas llamativas. Expone que también había estado bajo el mando del virrey, pero oculta que se pasó después a las tropas de Gonzalo Pizarro, quien le adjudicó el mando en Puerto Viejo. Luego, 'de oca en oca', dio el último cambiazo para unirse a Pedro de la Gasca. Así se explica que, en 1569, siguiera aún vivo.



jueves, 28 de mayo de 2020

(Día 1120) Eufóricos con las noticias de Pedro de la Gasca, varios vecinos de Arequipa fueron a contárselo a Diego Centeno. Salió de la cueva en que se escondía, lo nombraron capitán general y decidieron ir a tomar el Cuzco.


     (710) Volvamos a Inca Garcilaso, que sigue contando lo que pasó en la ciudad del Cuzco: "Tras haber muerto Alonso de Toro, los vecinos eligieron alcalde y capitán general de la ciudad al gonzalista Alonso de Hinojosa. Poco después entró Antonio de Robles en ella con su nombramiento (hecho por Gonzalo Pizarro), y fue recibido como tal capitán, de lo que Alonso de Hinojosa se sintió ofendido, como más tarde mostró, aunque entonces disimuló.  Las cartas y avisos que había enviado Pedro de la Gasca llegaron a Arequipa, a La Plata y a otros sitios en los que muchos se habían escondido por la persecución de Francisco de Carvajal. Se alborotaron todos con las noticias, y un vecino de Arequipa llamado Diego Álvarez, alzó una toalla como bandera, se hizo capitán y, con unos diez compañeros, se fue a buscar a Diego Centeno, el cual salió también de su cueva, y, en breve tiempo, se juntaron con él casi cincuenta hombres, los cuales, de común consentimiento, lo alzaron como capitán general de la nueva empresa".
     Lo que acaba de decir Inca Garcilaso pone de relieve que la muerte de Alonso de Toro causó un fuerte golpe moral a las tropas de Gonzalo Pizarro, ya que, mal carácter aparte, su prestigio militar era muy valorado. Recordemos que, además, había sido desplazado por Francisco de Carvajal en el mando supremo de las tropas de Pizarro, algo que nunca pudo digerir, aunque lo aceptó con lealtad. Por eso, al mismo tiempo brotó la reacción de la desperdigada tropa de Diego Centeno y sus seguidores, los cuales tenían que decidir dónde atacar, si en Arequipa o en el Cuzco. Aun sabiendo que el capitán gonzalista Antonio de Robles tenía en esta ciudad cuatrocientos soldados, decidieron dirigirse a ella, "confiados en la fuerza que les daba luchar por el Rey".
     Inca Garcilaso, como le pasaba a Cieza (y, humildemente, me aplico el cuento), se ve obligado a saltar de tema a tema, porque eran asuntos más o menos simultáneos (y a un servidor le ocurre que tiene también que cambiar sobre la marcha de cronistas). Lo va a hacer ahora, dejando a Centeno para más tarde, y pide disculpas: "Son tantas las cosas, que temo no poder salir de este laberinto, pro procuraré dar cuenta de todas, y que se perdone si no puedo ser tan capaz como sería menester".
     Nos va a situar de nuevo en el viaje que, por encargo de Pedro de la Gasca estaban haciendo Lorenzo de Aldana, Hernán Mejía de Guzmán, Juan Alonso Palomino y Juan de Illanes con cuatro barcos. Llevaban trescientos hombres, y el plan era muy ambicioso, pues se trataba de llegar al puerto de Lima, donde estaba Gonzalo Pizarro, y conseguir que la ciudad entera se pusiese de su parte, para luego hacer lo mismo con otras poblaciones, e incluso, desde esos puntos, mandar circulares de propaganda por todas partes: "Llegaron a Tumbes, donde estaba un capitán llamado Bartolomé de Villalobos, teniente de Gonzalo Pizarro. Cuando vio que los cuatro navíos habían estado cuatro días fuera del puerto, sin querer entrar en él, sospechó que no eran de su bando, y le escribió a Gonzalo Pizarro lo que sucedía. Encargó al mensajero que le llevara la carta al capitán Diego de Mora, que estaba en Trujillo, a más de cien leguas, para que, desde allí Mora le enviase noticia a Gonzalo Pizarro de lo que pasaba".

     (Imagen) DIEGO GARCÍA DE PAREDES Y VARGAS nació, de noble linaje, el año 1506 en Trujillo, aunque el origen de su familia estaba, como indica su apellido, en Paredes de Nava (Palencia), patria chica del incomparable poeta Jorge Manrique. Aunque era hijo natural del homónimo y famoso 'Sansón de Extremadura', su padre se hizo cargo de él, metiéndole en vena sus ansias de gloria militar. Con 18 años partió para las Indias. Estando en Panamá se encontró con su pariente, Francisco Pizarro y se unió a él para el viaje de la definitiva conquista de Perú. Estuvo en Cajamarca el gran día del apresamiento de Atahualpa, disfrutando para siempre del prestigio de heroico y veterano conquistador. Acabamos de hablar de su vuelta a España y de cómo, desertando de las tropas de Carlos V, regresó a Perú, donde tuvo serios encontronazos con el gran Pedro de la Gasca.  Sus proezas posteriores borraron el recuerdo de haber sido defensor de traidores (quizá por su vieja amistad y parentesco con Gonzalo Pizarro), hasta el punto de que solamente los viejos cronistas hablan de esos incidentes. Para escurrirse del lío en que estaba metido, se apartó de Perú sin asistir a la batalla en la que Gonzalo Pizarro fue derrotado y ejecutado, y marchó a conquistar en tierras colombianas y venezolanas. El resto de su biografía estuvo por completo al servicio de la Corona, y sus éxitos fueron memorables. Siguió siendo un hombre de trato difícil, pero, al mismo tiempo, un victorioso militar.  Estuvo entre los fundadores de la venezolana Barquisimeto, donde, en 1561, acabó con las correrías de Lope de Aguirre. Había fundado antes, en 1559, también en Venezuela, la ciudad de Trujillo (hoy con 60.000 habitantes). Tras presentar su expediente de méritos y servicios, obtuvo en 1563 (perdonadas todas sus deshonrosas actuaciones) el nombramiento de Gobernador de la colombiana zona de Popayán (antiguo cargo del fallecido Belalcázar, otro grande con difícil carácter). Ese mismo año, cuando se dirigía allá para tomar posesión de su cargo, mataron los indios en una emboscada al extraordinario DIEGO GARCÍA DE PAREDES Y VARGAS.



miércoles, 27 de mayo de 2020

(Día 1119) El problemático DIEGO GARCÍA DE PAREDES (hijo) fue a las Indias después de desertar en Alemania del ejército de Carlos V. Llegó, además, alabando la rebeldía de Gonzalo Pizarro, y se convirtió en un problema para Pedro de la Gasca.


     (709) Por entonces tuvo problemas Pedro de la Gasca con Diego García de Paredes. Abreviaré lo que cuenta al respecto el cronista Santa Clara. Primero hace referencia a que, mientras estaba en Alemania el emperador Carlos V luchando contra los luteranos, "no faltaron hombres de su ejército, como suele ocurrir, que anduviesen con mala intención y perversa voluntad; se escaparon unos doce hombres, entre los cuales estaba Diego García de Paredes, y dicen que fue porque habían pedido a su Majestad que les diese de comer, y, como no se lo dio tan presto como ellos querían, se volvieron a España sin su real licencia, con determinación de pasarse al rey de Francia o al Perú, y con mala intención, como pareció después". La decisión final fue ir al Perú, cuyos conflictos conocían bien, porque les había puesto al corriente Francisco de Maldonado, el mensajero que Gonzalo Pizarro envió a Alemania para defender ante el Emperador su causa.
     En cuanto se enteró Carlos V de lo que había ocurrido, cursó orden a España para que se detuviera a los fugados, pero, a pesar de que hubo controles, consiguieron embarcarse de tapadillo hacia las Indias. Diego simuló ser un criado de Cristóbal Gutiérrez, un vecino importante de Plasencia, el cual estuvo de acuerdo en ayudarle: "Navegando ya mar adelante, García de Paredes descubrió quién era, y comenzó a hablar sin freno alabando a Gonzalo Pizarro y a los que le seguían, diciendo que él estaba dispuesto a ayudarle. Además, comenzó a hablar muy mal de Su Majestad, afirmando que pagaba muy mal a los que le servían. Por esto, y por cosas peores que se atrevió a decir con palabras furiosas y malsonantes, le reprendieron muchos, incluso el mismo Cristóbal Gutiérrez".
     Cuando llegaron a Nombre de Dios, se enteró Diego de que Pedro de Hinojosa y los demás capitanes de Gonzalo Pizarro habían entregado toda su flota al servicio del Rey. Empezó a despotricar contra los autores y, especialmente, contra Pedro de la Gasca, diciendo que sus intenciones eran tomar posesión de la flota para luego convertirse en Gobernador de Perú. Entonces, Pedro Luis de Cabrera, que era la máxima autoridad judicial de Nombre de Dios, lo apresó, hizo un informe y se lo envió a Pedro de la Gasca, cuya reacción, a pesar de su sensatez, fue inevitablemente dudosa. En principio estuvo dispuesto a enviarlo preso a España, pero intercedieron por Diego Pedro de Hinojosa, el obispo Loaysa y Lorenzo de Aldana, que tenían cierto parentesco con el preso, "diciéndole que le dejase venir a Panamá, para servir a Su Majestad, pues era buen soldado".
     La Gasca lo consideraba improcedente, ya que Diego había llegado a las Indias huyendo del Rey. El inteligente clérigo veía claros todos los contradictorios matices, y, por fin, lo que más pesó fue la necesidad de tener contentos a hombres tan importantes en aquellos momentos sumamente decisivos para derrotar a Gonzalo Pizarro, por lo que les concedió lo que le pedían. Después, tras ser llevado a Panamá el ya liberado preso, tuvieron un encuentro casi milagroso, pues Pedro de la Gasca trató amablemente a Diego, quien, a su vez, se deshizo en arrepentimientos. Pero, aunque el cronista Santa Clara nos muestra un final feliz, de hecho, no fue así. Veremos en la imagen que luego 'la cabra tiró al monte'.

     (Imagen) Está claro que DIEGO GARCÍA DE PAREDES (el hijo del heroico 'Sansón de Extremadura') era también un bravo militar, pero de carácter muy complicado. Aunque hemos visto que Pedro de la Gasca llegó a creer que había renunciado a su defensa de la rebeldía de Gonzalo Pizarro (paisano suyo), no hay duda de que volvió a las andadas. Queda patente en varias cartas que después escribió La Gasca. Durante bastante tiempo, pareció que Diego iba a actuar con fidelidad. En abril de 1547, La Gasca comunicó al Consejo de Indias que llevaba a su lado, junto a otros selectos líderes, a Diego. A finales del mismo año, escribió que tenía los mejores hombres para luchar contra Pizarro. Y añadió: "También es persona de importancia Diego García de Paredes". Pero enseguida se torció todo. El 7 de marzo de 1548, a solo un mes de la derrota y muerte de Gonzalo Pizarro, decía en una nueva carta (lo resumo): "Habiéndose quedado en Guatemala Diego García de Paredes, me avisaron de la dañada voluntad que tenía y del disgusto que mostraba con las noticias malas para Gonzalo Pizarro y su rebelión, pero lo pasé por alto, esperando que, al fin, haría lo que debiese. Entonces no supe que era asunto tan grave como ahora me han dicho. De manera que, por no errar disimulando, se lo comuniqué al obispo de Lima, al general Hinojosa y al licenciado Cianca, y les pareció que no se debía disimular, porque hombre tan agrio y deseoso de favorecer al enemigo, dificultaba el sometimiento de los rebeldes y la paz de esta tierra. Y pareció que convenía enviar a vuestra señoría (el presidente del Consejo de Indias) la información". El tres de mayo de 1548, tras la muerte de Gonzalo Pizarro, mandó otra carta a Francisco de los Cobos, Secretario del Rey, para que ordenara que Diego fuera enviado preso a España. Pero no hubo tal. DIEGO GARCÍA DE PAREDES, huyó de nuevo, esta vez hacia Venezuela, donde hizo grandes proezas. Es justo que le dediquemos la próxima imagen. En la imagen actual vemos el merecido premio que recibió La Gasca: su nombramiento, en 1551, como Obispo de Palencia por el papa Julio III (texto en latín).



martes, 26 de mayo de 2020

(Día 1118) Otros tres capitanes importantes se iban a pasar al bando de La Gasca. Inca Garcilaso añade detalles sobre la muerte de Alonso de Toro.


     (708) Retomamos a Inca Garcilaso, tras su indicación de que Pedro Fernández Paniagua inició su viaje de vuelta, llevándole a Pedro de la Gasca la carta de Gonzalo Pizarro cuyo texto ya conocemos: "Viendo Gonzalo Pizarro que Lorenzo de Aldana no le enviaba ningún aviso de su viaje ni de la armada que estaba en Panamá, y sospechando mal de ello, escribió al capitán Pedro de Puelles, al capitán Mercadillo, al capitán Porcel y al capitán Diego de Mora, que estaban, respectivamente, en Quito, en San Miguel, en tierra de indios bracamoros y en Trujillo, para que estuviesen preparados, pues los llamaría pronto". Pero lo que ocurrió fue que, cuando las cartas llegaron, los capitanes ya conocían todas las promesas de perdones y suavización de las Leyes Nuevas que el hábil Pedro de la Gasca había anunciado, con sus circulares, por todas partes: "Por esta causa, estaban ya determinados a abandonar a Gonzalo Pizarro, como lo hicieron poco después (a excepción de Pedro de Puelles)".
     Luego cuenta Inca Garcilaso algo de lo que hemos hablado un par de veces: la muerte del capitán Alonso de Toro, el cual estaba al mando en el Cuzco representando a Gonzalo Pizarro. Ya sabemos cómo murió, pero, en su versión, el cronista, que conoció a los implicados, añade algunos detalles de carácter humano que son interesantes. Recordemos que Alonso era un avinagrado de mal carácter, aunque muy valioso capitán, y maltrataba a su mujer, por lo que su suegro lo mató. Inca Garcilaso lo consideró una fatalidad: "Gonzalo Pizarro envió también al capitán Antonio de Robles al Cuzco, para que recogiese la gente que allá hubiera, por si fuera luego necesaria. Se lo encargó a este capitán porque supo que Diego González de Vargas (a quien yo alcancé a conocer) había matado a Alonso de Toro. Fue una muerte no pensada por el matador ni por el matado". Define a Alonso de Toro como soberbio, colérico y vocinglero. Estaba maltratando a su mujer, su suegro entró en ese momento y, al verlo, salió de la sala. Temiendo que volviera armado, Alonso salió tras él.  "Arremetió contra el viejo, que tenía más de sesenta y cinco años, el cual, más por defenderse que por atacarle, echó mano de un puñal que traía en una cinta, que yo también le vi tenerlo (entonces Inca tenía unos ocho años), por lo que Alonso arremetió con más furia". Llegó a herir al anciano, pero reaccionó y le dio a él varias cuchilladas de las que pronto murió. "Así acabó el pobre Alonso de Toro, a quien lo mató su bravura y su áspera y terrible condición, pues forzó a su suegro a matarlo de puro miedo".
     Después hace Inca Garcilaso un último comentario al respecto: "Diego González de Vargas se libró por perdón de la Corona, y yo le conocí años después. Un hijo suyo, llamado Diego de Vargas, fue mi condiscípulo de escuela de leer y escribir, y, después, en la latinidad que me enseñaron. Y esto pasó en una casa que estaba en medio de la de mi padre, donde yo estaba cuando sucedió". Recordemos que Santa Clara, como siempre, amplió datos, como los de que Alonso de Toro tenía en la misma casa una amante, y que el sufrido anciano se retiró a un convento. De la mujer de Alonso de Toro, indica Inca Garcilaso que "era virtuosísima".

     (Imagen) Ya hablamos de Juan de Alcobasa, cuya presencia en la casa de Inca Garcilaso evitó que los partidarios de Gonzalo Pizarro, por odio a su padre, Sebastián Garcilaso (entonces ausente), le mataran a él, a su madre y a sus criados. En ese lugar, el canónigo JUAN DE CUÉLLAR (natural de Medina del Campo), escogido por Juan de Alcobasa (preceptor de Inca Garcilaso), daba clases a niños mestizos, hijos de españoles bien situados, especialmente militares. Uno de ellos, como acaba de decir el cronista, era DIEGO DE VARGAS, hijo de Diego González de Vargas (el que tuvo que matar a Alonso de Toro), quien quizá fuera un hombre de cierto relieve en el Cuzco. Era cosa habitual en todas las Indias este interés por la formación escolar de los hijos mestizos de gente importante. Da la casualidad de que también el cronista Pedro Gutiérrez de Santa Clara (que ahora alternamos con Inca Garcilaso) se encontró en esa situación, pero en México, donde vivían sus padres. En la casa de Inca Garcilaso (imagen) había unos doce alumnos. Debían de ser muy espabilados y estudiosos, pues, según cuenta, "el canónigo Lucas de Cuéllar solía decirnos, con tiernas lágrimas: 'Hijos míos, cómo me gustaría ver una docena de vosotros en la Universidad de Salamanca". Entre aquellos niños, estaban también los hijos de Hernando y Gonzalo Pizarro, Carlos Paullu (indio puro, ya que era hijo del príncipe Paullu Inca) y un hijo de Diego Centeno. Pasados los años, Inca Garcilaso rememora la amistad que había entre aquellos escolares: "Al salir de la escuela, hablábamos de las hazañas de nuestros padres, aunque, cuando se trataba de narrar episodios poco honrosos, yo silenciaba sus nombres por respeto de sus descendientes, que eran mis condiscípulos en la gramática". Como vimos en una imagen anterior, Inca Garcilaso llegó a tener una amistad de por vida con otro estudiante, Diego de Alcobasa (hijo de Juan de Alcobasa), aquel niño que luego fue sacerdote y escribió un texto de doctrina evangélica trilingüe, en quechua, aymara y español.



lunes, 25 de mayo de 2020

(Día 1117) Por un exceso de confianza, Gómez Solís y los que iban con él quedaron en manos de Pedro de la Gasca, quien tuvo la habilidad de convencer a todos para que se pasaran al bando del Rey.


     (707) Pero resultó que a fray Esteban lo engañaron: "Se dirigió en el barco (se supone que sería un bote) hacia las naos que ya venían a la vela contra Gómez Solís, y subiendo a bordo, le preguntó de qué parte estaban. Pablo de Meneses, sabiendo que el fraile era muy partidario de Gonzalo Pizarro, le contestó que eran gonzalistas. Fray Esteban les explicó quiénes iban en el barco, y, tras hacerse el disparo por petición suya, volvió adonde Gómez Solís, al cual, con mucho placer y alegría le dijo quiénes eran, por lo que determinó ir adonde ellos. Pablo de Meneses y los demás capitanes fueron hacia el navío de Gómez Solís, y, estando cerca, le hicieron amainar las velas al gripo de '¡Viva el Rey!'. Le tiró con la artillería, como aviso, Pablo de Meneses por una parte, por la otra Alonso de Palomino y, de frente, la fragata, y él, viendo que no podía hacer otra cosa, se rindió".
     Después pasaron a la nave de Pablo de Meneses a Gómez Solís, al obispo de Santa Marta y a los clérigos que los acompañaban: "Los recibieron con mucha alegría, dándoles noticia de todo lo que había pasado con el presidente La Gasca, y los llevaron a Panamá. Iba pensando que lo matarían pronto, por ser mensajero de Gonzalo Pizarro y por haberle seguido tanto tiempo en su tiranía y rebelión. Sin embargo, fue muy bien recibido por Pedro de la Gasca. Le tomaron declaración de todo lo que le habían encargado, y enseguida contó todo lo que pasaba en Perú, y entregó al presidente La Gasca el poder y las instrucciones secretas que Gonzalo Pizarro le había dado. Pedro de la Gasca lo tomó todo, se leyeron en presencia de muchos, y después las envió al Príncipe Don Felipe y a los señores del Real Consejo. Se le tomaron los veintidós mil pesos de oro que llevaba para Hernando Pizarro, porque habían sido sacados de la Caja de su Majestad, y dio orden de entregárselos a los oficiales del Rey. Después mandó hospedar muy bien a Gómez Solís con el general Pedro Alonso de Hinojosa".
    Acto seguido, el malabarista Pedro de la Gasca, supo traer al redil a otro amigo de los rebeldes: "Se alegró mucho de la llegada de los dos obispos (ya estaba allí también el de Lima, Jerónimo de Loaysa) y los clérigos. Los recibió con los brazos abiertos, porque, además, sabía que el obispo de la ciudad de Lima era muy gran servidor de Su Majestad (lo incomprensible es que Gonzalo Pizarro lo hubiese enviado como mensajero). El obispo de Santa Marta (fray Martín de Calatayud) se halló muy confuso e inquieto, suponiendo que La Gasca sabría que era muy partidario de Gonzalo Pizarro, de manera que pensaba irse a Nombre de Dios, y, desde allí, a su obispado. Adivinándolo el presidente, lo detuvo con buenas palabras, diciéndole que era muy necesario que le ayudase a poner en orden las cosas que se habían de hacer para servicio de Su Majestad, y que, además, si él se iba a su obispado, dirían todos que lo hacía para no servir al Rey a pesar de que era uno de los de su Consejo. Con esto y otras cosas que le dijo, el obispo tuvo por bien quedarse para servir a Su Majestad". Se supone que también fray Esteban se olvidara de Gonzalo Pizarro. Lo chocante es que, como vimos, cuando, en 1546, los de Gonzalo Pizarro asesinaron al virrey, fray Martín le escribió al Rey diciéndole que haría todo lo posible para que esas cosas no ocurrieran en su diócesis. Él murió el año 1549.
 
     (Imagen) Vamos pues, de nuevo, con el jerezano DIEGO DE VILLAVICENCIO. Nos servirá para asistir a la tragedia de la derrota y prisión de dos que saborearon la gloria, algo que ocurrirá un año después de lo que ahora estamos narrando. Se lo cuenta Pedro de la Gasca, ya vencedor en Jaquijaguana, a Francisco de los Cobos, el poderoso secretario de Carlos V: "Los enemigos fueron desbaratados, y, como hombres perdidos contra los cuales Dios peleaba, unos se pusieron en huida, entre ellos, Francisco de Carvajal. Cayó su caballo en una ciénaga y lo prendió Martín de Almendras. Y Gonzalo Pizarro e otros capitanes no pudieron ni pelear ni huir, e así fue apresado por DIEGO DE VILLAVICENCIO, sargento mayor de nuestro campo (antes lo había sido del de Gonzalo Pizarro), con Juan de Acosta, Francisco Maldonado (que luego fue a España) el bachiller Guevara y otros muchos capitanes. El Mariscal me trajo a Gonzalo Pizarro, el cual dijo que él le haría saber a Su Majestad quién era Gonzalo Pizarro. Yo le quise consolar y, al mismo tiempo, hacerle ver su error, pero se mostró también duro diciendo que él había ganado la tierra de Perú, lo que me forzó a contestarle ásperamente, diciéndole que no le bastaba ser infiel al Rey, sino que, además, se le mostraba ingrato. Luego se lo entregué a Diego Centeno, y le pedí que lo tratara bien (y lo hizo con suma amabilidad, como consta en las crónicas). Después me trajeron a Francisco de Carvajal, tan cercado de gentes, que lo querían matar, y apenas lo pude defender; el cual mostró que se alegraría de que lo matasen allí. Se dice que, de los más de 340 hombres que Gonzalo Pizarro ajustició durante su rebelión, Francisco de Carvajal ajustició a 300". El día siguiente, 10 de abril de 1548, fueron ejecutados y hechos cuartos Carvajal, el bachiller Guevara y Juan de Acosta. También Gonzalo Pizarro, a quien no le hizo cuartos por respeto a la memoria de su hermano Francisco Pizarro. Y añade: "Gonzalo Pizarro murió bien, con conocimiento de los errores que contra Dios y su Rey y sus próximos había cometido". Fue tan fácil la victoria, que murieron en la batalla unos 45 soldados de Gonzalo Pizarro, y solamente uno de Pedro de la Gasca.



sábado, 23 de mayo de 2020

(Día 1116) En un derroche de actividad organizativa, Pedro de la Gasca se ocupó de conseguir grandes medios para la previsible batalla. Llegaron algunos emisarios de Gonzalo Pizarro, y el más preocupado era Gómez de Solís.


     (706) Pedro de la Gasca puso en marcha, como un experto en logística, su plan para lograr el refuerzo que necesitaba: "Envió al oidor Cianca con veinte arcabuceros a Nombre de Dios, para traer todas la artillería y armas que allá hubiese, y la gente que encontrase. Le ordenó a Diego de Villavicencio, natural de Jerez, que había sido sargento mayor de Gonzalo Pizarro, que trajera de Cartagena de Indias la artillería que se había dejado allí por si atacaban los franceses, mandándole que, desde aquella ciudad, avisase con despachos a los de Santa Marta, a fin de que sus autoridades enviasen los soldados que allá estaban. Encargó a Juan Boscán, natural de Sanlúcar, el cual llevaba mucho tiempo en Perú, que fuera a Santo Domingo con una cédula de Su Majestad, pidiendo gente y armas. Les dijo a Nuño de Guzmán y a Juan de Guzmán, que había sido capitán del virrey, que fueran a la Audiencia de Guatemala, para que los oidores enviasen gente y todo lo necesario para la guerra que se había de hacer a los tiranos. Despachó a Don Juan de Mendoza con una cédula de Su Majestad y con cartas suyas para el ilustrísimo señor Don Antonio de Mendoza, virrey de Nueva España, haciéndole saber a él y a todos los gobernadores cómo, Dios mediante, le había sido entregada toda la flota del tirano. Le pedía al virrey que le enviase los navíos que tenía, con toda la gente que pudiese, y con armas, alimentos y caballos, viniendo bajo el mando de Francisco de Mendoza, su muy amado hijo"
     Por entonces (dice Santa Clara que era el nueve de enero de 1547), llegaron de Lima a Panamá los dos barcos en que iban el obispo de Lima, Jerónimo de Loaysa, los obispos de Santa Marta y Bogotá y dos frailes, todos ellos enviados por Gonzalo Pizarro para defender sus intenciones. El primero que tocó puerto fue el de Loaysa, cuyo papel de mensajero de Gonzalo era una contradicción, puesto que no le agradaba su rebeldía: "Los capitanes se alegraron mucho de verlo, porque lo tenían por verdadero amigo, y muy fiel a las cosas del Rey. Tras darle noticia de las cosas que habían sucedido, siguió su viaje".
     Iba algo retrasado el segundo barco, en el que, además de los clérigos, estaba Gómez de Solís, quien, igual que lo hicieron Hinojosa, Aldana y la mayoría de los capitanes, terminará, como ya sabemos, seducido por La Gasca, pero después de angustiosos titubeos, ya que  en él y en Aldana había puesto Gonzalo Pizarro su mayor confianza: "En la mar encontraron un navío que iba de Nicaragua a Perú, y les dijeron los marineros que, al parecer, la flota de Pizarro se había pasado al bando de Pedro de la Gasca. Gómez de Solís iba receloso, y dispuesto, si se confirmaba la noticia, a dar la vuelta y comunicárselo a Pizarro". Al llegar a las islas de las Perlas, vieron las naves de la flota de Pizarro, por lo que Solís se temió lo peor, preocupado, además, porque su barco no estaba ya en condiciones de pelear ni de huir con suficiente rapidez: "Viéndole fray Esteban pensativo, le dijo que él iría a saber en qué bando estaban los navíos, y que, si estuviesen en el de Pizarro, le avisaría con un disparo para que se acercase, de manera que, si no lo hiciese, pudiera huir".

     (Imagen) DIEGO DE VILLAVICENCIO, natural de Jerez, había sido sargento mayor de Gonzalo Pizarro, pero la habilidad de Pedro de la Gasca le hizo cambiar de bando. Apenas hay referencias sobre sus andanzas, aunque vivió un momento muy especial: el de apresar, precisamente, a Gonzalo Pizarro (como veremos en la próxima imagen). Hay otro documento que lo involucra en un curioso pleito, que va a dar pie para que hablemos de una peculiar mestiza, su mujer, CONSTANZA DE LEÓN, la cual llegó a casarse, legítimamente, tres veces. Lo hizo por primera vez, siendo muy joven, con el pamplonés Pedro Navarro (su verdadero apellido era Urroz), uno de los veteranos de Francisco Pizarro. Con él tuvo su único hijo, Antonio Navarro. Tras enviudar el año 1544, se casó hacia 1552 con Diego de Villavicencio, fijando su residencia en la villa de La Plata, y convertida ya en una mujer muy rica, por herencia del primer marido y dote del segundo, la cual protegió legalmente ante notario en 1553. A pesar de su previsión, al morir Villavicencio un año después, se vio obligada a pleitear contra su suegro, García Rallón (residente en Andalucía), como se ve en la imagen, ya que se apoderó de gran parte de la dote. Lo tuvo fácil, porque Diego de Villavicencio había llegado a España, y, cuando estaba cambiando la gran cantidad de plata que trajo por mercancía, murió de repente. El padre, no solamente retuvo ese tesoro, sino que consta que, el año 1555, pidió oficialmente que se trajeran a la Casa de Contratación de Sevilla "muchos bienes de oro, plata y otras cosas que su hijo dejó en Perú". El tercer marido de Constanza fue alguien del que ya hablamos; nada menos que DON PEDRO DE PORTUGAL Y NAVARRA, aquel romántico y leal vasallo del Rey que, como vimos, no intercedió por la vida de su rebelde hijo porque era un traidor, aunque ayudó cuanto pudo a su viuda. Mucho dice de la valía de la mestiza CONSTANZA NAVARRO el hecho de que Pedro de Portugal fuese el viudo de Isabel Lasso de la Vega, dama de honor de la emperatriz Isabel, esposa de Carlos V.





viernes, 22 de mayo de 2020

(Día 1115) La carta que le envió Gonzalo Pizarro a Pedro de la Gasca era una autodefensa llena de argumentos absurdos, que aburrían hasta al cronista Inca Garcilaso.


     (705) Sigue Gonzalo Pizarro tergiversando los hechos en la carta que le envió a Pedro de la Gasca: "Lo que nos ha quedado a mis hermanos y a mí de todos nuestros trabajos es solo el recuerdo de haber servido a Su Majestad. Porque todo lo que en la tierra hemos ganado, se ha gastado a su servicio. Cuando vino Blasco Núñez (antes morir que llamarlo virrey), nos hallábamos los hijos del Marqués, Hernando Pizarro y yo sin tener oro ni plata (aunque tanto habíamos enviado a Su Majestad), y sin tener un palmo de tierra, habiendo acrecentado tanta la de su Real Corona". Sigue en el texto presumiendo de que es más fiel al Rey que nadie, y de que le admira sin medida por su grandeza, sabiendo todos que le encanta enterarse de sus victorias. Inca Garcilaso, aburrido de la perorata, no termina el documento: "El resto del contenido de la carta, lo dejamos por impertinente, ya que solamente trata de culpar al virrey Blasco Núñez Vela de todo lo pasado, y de disculparse diciendo que todas las ciudades le eligieron como Procurador General, y que los oidores, con el respaldo del Sello Real, le mandaron que echase del Perú a Blasco Núñez Vela, y que él no hizo nada por voluntad propia, sino obedecer lo que se le mandó".
          No cabe duda de que Gonzalo Pizarro tenía que ser inmensamente rico, a pesar de sus quejas, y, quizá más todavía, Hernando Pizarro. Pero, puesto a hilar fino, Inca Garcilaso, explica por qué Gonzalo se quejaba de que no tenían tierras: "Al decir Gonzalo Pizarro que no les queda un palmo de tierra, se refiere a que no poseían sus encomiendas en mayorazgo perpetuo, como la tienen los nobles de España, a los que se lo dieron los reyes pasados por haberles ayudado a conquistarla y a echar fuera a los moros de ella, pues, aunque Gonzalo Pizarro y Hernando Pizarro tenían repartimientos de indios, no eran perpetuos, sino de por vida, y, aunque el Marqués Don Francisco Pizarro también los tuvo, se habían acabado ya con su muerte, y sus hijos no los heredaron".
     Seguiremos ahora con el texto del cronista Pedro Gutiérrez de Santa Clara porque nos hace ver con agilidad los hábiles malabarismos de Pedro de la Gasca para ir ganándose a hombres importantes, clérigos y militares, que estaban a favor de Gonzalo Pizarro. Ya hemos visto cómo sedujo a Pedro de Hinojosa, pieza difícil, y que Lorenzo de Aldana se puso a su servicio porque, aunque enviado por Gonzalo Pizarro, no simpatizaba con la rebeldía a la Corona. Ahora nos contará la forma en que convenció La Gasca a Gómez Solís (al que ya dediqué una imagen), quien llegó a Panamá más tarde que Aldana, pero con la misma misión. Primeramente, el cronista va a mostrarnos también la capacidad organizativa de La Gasca: "Comenzó con toda la diligencia posible a juntar armas y vituallas, con dos fines:  ir contra los rebeldes que, según le habían dicho, estaban en la ciudad de Lima, y engrosar la armada que estaba en el puerto, por si Gonzalo Pizarro, viendo que ninguno de sus navíos volvía allá, quisiese enviar contra Panamá los que le quedaban".

      (Imagen) Hablé de este otro MARTÍN PIZARRO hace mucho tiempo, y me tragué algún error. La verdad es que despierta simpatía y admiración por su peculiar biografía (digna de una película), y hasta se comprende su drama al tener que seguir la rebeldía de Gonzalo Pizarro. Su hija, que tenía el significativo nombre de Francisca Pizarro, nos lo va a explicar muy bien. Fue una rara avis, puesto que, siendo indio, se convirtió en un intérprete que ejerció como respetable conquistador, al que se daba el selecto tratamiento de 'Don', todo lo contrario del indio Felipillo, también intérprete, pero astuto y traicionero, quien se la jugó a Pizarro y a Almagro, aunque, con este último, le costó la vida. Francisca pidió una ayuda al Rey, como se ve en el texto de la imagen, que voy a resumir. Martín abandonó a su familia indígena, "por la gran afición que tuvo a los españoles". Hizo de intérprete, pero, cuando fue necesario, también luchó contra los indios, aunque, con frecuencia, bastaba su ejemplo para que aceptaran la paz, "sin que fuese menester conquistarlos por las armas, de lo que resultó aumento de nuestra Santa Fe Católica y de vuestra Hacienda Real". Y añade: "Don Francisco Pizarro, mirando sus grandes servicios, le casó con doña Luisa de Medina, mi madre, mujer española y persona de calidad, y le dio una encomienda de indios, que luego le mejoró el gobernador Vaca de Castro". Pero llegó el drama: "Como mi padre había visto que los Pizarro siempre fueron obedecidos, no pudo entender que lo que hacía Gonzalo Pizarro fuese mal hecho, y así, viendo que todos los vecinos del Perú le seguían y le llamaban gobernador, le siguió". Tras ser derrotados, Pedro de la Gasca ("que había perdonado a muchos que hicieron gravísimas traiciones") le quitó a su padre la encomienda de indios y lo desterró. Martín tuvo el coraje de venir a España con su mujer y su hija (de solo cuatro años) para protestar ante el Rey, pero murió al llegar. La brava Francisca, ya casada, repitió viaje a España con su marido, quien también falleció, y, desesperada, le pide al Rey que le conceda "una renta con la que pueda vivir y volverse a casar en Perú". La petición está firmada en Madrid en junio de 1567.



jueves, 21 de mayo de 2020

(Día 1114) A escondidas, algunos de los que habían sido los más rebeldes le confesaban a Paniagua que querían pasarse al bando de La Gasca, quien, por su parte, le había revelado que tenía orden de concederle la gobernación a Pizarro, si la mayoría de los conquistadores lo exigían.


    (704) Volvamos a la crónica de Inca Garcilaso de la Vega. Le habíamos dejado contando las reacciones que hubo entre los gonzalistas cuando se leyeron las cartas que Pedro de la Gasca les había enviado, haciendo de mensajero Pedro Fernández Paniagua, y ahora nos va a revelar un detalle sorprendente. En primer lugar habla de la hipocresía de algunos partidarios de Gonzalo Pizarro,  y, luego, de algo que Pedro de la Gasca ocultaba: "Además de las consultas que se hicieron en público, hubo otras secretas contra Gonzalo Pizarro en la posada de Fernández Paniagua, pues, sin él pedirlo, le visitaron muchos aquella primera noche y las demás que estuvo en Lima, para ponerse de su lado, diciéndole que ellos eran servidores de Su Majestad, y que estaban contra su voluntad en poder de Gonzalo Pizarro. Le pidieron que tomase sus nombres, para decirle a Pedro de la Gasca quiénes eran. Se lo decían a solas los vecinos más principales, y eran los que más habían estado a favor de Gonzalo Pizarro, y los que votos más duros habían dado contra Pedro de la Gasca, diciendo que se le matase a puñaladas, o con veneno, o desfondando, para que se hundiese, el navío en el que fuese al Perú".
     Veamos ahora el secreto que Pedro de la Gasca tenía guardado: "Estos contactos que tuvieron lugar de noche, trajeron como consecuencia que Paniagua no fuese claro con Gonzalo Pizarro, pues Pedro de la Gasca le había dicho privadamente: 'Descubrid con mucho cuidado cuál es la intención de los que están con Pizarro, de manera que, si veis que le siguen fielmente todos a una, le digáis  de mi parte que se sosiegue, pues yo llevo orden de su Majestad para confirmarle la gobernación que tiene del Perú. A mi partida de España, me dijeron los del Consejo de Su Majestad que, si toda la tierra estuviese a favor de Gonzalo Pizarro, lo dejase como Gobernador, y sus postreras palabras fueron que se quedara toda la tierra para el Emperador, y la gobernara el Diablo. Os confío este secreto como me lo confiaron a mí".
     La carta que le enviaba Pedro de la Gasca a Gonzalo Pizarro se la entregó Paniagua en setiembre de 1546. Aunque en algunos momentos corrió peligro de que lo mataran, finalmente le permitieron volver en enero del año siguiente, y llevando para La Gasca una carta del propio Gonzalo, en la cual lo trata de 'reverendo señor', dada su condición de clérigo. Le habla con cortesía, mostrándose agradecido, y considera que sus palabras son sinceras, "como corresponde a una persona de tanta calidad, y tan extremada en ciencia y letras como vuestra merced es". Le pide que crea que él "siempre ha tenido la voluntad de servir a Su Majestad, pues mis obras y las de mis hermanos han dado claro testimonio de ello". Y muestra la prueba (sin hablar de la chapuza posterior): "Pues yo, no con palabras sino con mi persona, y las de mis hermanos y parientes, he servido a Su Majestad dieciséis años que hace que llegué a estas partes, habiendo aportado a la Corona Real de España mayores y mejores tierras, y más cantidad de oro que cualquier otro de los que han nacido en España, y esto a mi costa, sin que Su Majestad haya gastado un peso en ello".

     (Imagen) Vamos a ver si resolvemos (en parte) un embrollo. Se suele confundir las andanzas de dos Martín Pizarro. El que ahora nos ocupa fue uno de los sesenta y dos notables de la ciudad de Lima que firmaron una dura carta enviada a Pedro de la Gasca, bastantes de ellos presionados con amenazas patentes o latentes, como, sin duda el gran Nicolás de Ribera. Este MARTÍN DE PIZARRO, nacido el año 1507, sería de los que se prestaron gustosos, ya que era primo de Gonzalo Pizarro. Llegó al Perú traído desde Trujillo el año 1530 por Francisco Pizarro, con quien iban también sus cuatro hermanastros (contando a Francisco Martín de Alcántara), y dos parientes bien conocidos, Pedro Pizarro, el cronista, y Juan Pizarro de Orellana. Martín Pizarro participó en el apresamiento de Atahualpa y fue testigo de su ejecución. Su residencia habitual fue la ciudad de Lima, en donde, ya desde su fundación, ocupó cargos de mucho relieve. Se encontraba enfermo cuando asesinaron a Pizarro, pero tuvo la valentía de ir a su casa, y el detalle de mostrar su dolor colocándole al cadáver una espuela en el pie, acrecentándose la antipatía que los almagristas ya le tenían. La consecuencia lógica fue que, después, Martín se puso a las órdenes de Vaca de Castro para luchar contra ellos. ¿Y qué pasó luego? Su nuera, Mariana de Cepeda (en el texto de la imagen, dirigido al Rey), oculta y miente. Ni siquiera menciona la guerra entre Gonzalo y el virrey, sin duda porque Martín luchó junto a su rebelde pariente. Y luego dice que estuvo al servicio de Pedro de la Gasca en Jaquijaguana contra Conzalo, quien resultó derrotado y muerto, lo cual es verdad. Pero presume de que Martín fue el primero que se puso al servicio de La Gasca (en cuanto supo que llegaba enviado por el Rey). En realidad, Martín traicionó a Gonzalo en el último momento, como otros muchos, y se benefició de los perdones que dio La Gasca a casi todos los que lo hicieron. Después MARTÍN PIZARRO batalló contra el último rebelde, Hernández Girón, y murió tranquilamente el año 1557. (Nos espera en la siguiente imagen, para corregir confusiones, el otro Martín Pizarro).



miércoles, 20 de mayo de 2020

(Día 1113) La Gasca publicó un perdón general para quienes le obedeciesen, y declaró la guerra a los recalcitrantes. Santa Clara explica con nitidez que, sin haber conseguido la armada de Pizarro, La Gasca habría fracasado.


     (703) Después de enviar copias de los documentos, Pedro de la Gasca dio otro paso destinado a formalizar la adhesión de los que estaban decididos a ponerse bajo su mando: "Redactó el auto del perdón general, para que todos los que lo oyesen se pusiesen al servicio de Su Majestad, y se preparó un cadalso desde el que se pregonó en voz alta todo su contenido, el cual fue oído con grandes aplausos de todos los capitanes que habían servido a Gonzalo Pizarro y de todos los demás que estaban presentes. Luego salió Pedro de la Gasca con los capitanes, acompañados de muchos soldados con banderas tendidas, las cuales le entregaron, y, tras haberlas tenido un poco en su poder, se las devolvió, e hizo nombramiento de capitanes, y dio a Pedro de Hinojosa el de capitán general de Su Majestad. Ellos les entregaron las banderas, para su fiel guarda, a sus alféreces, con la solemnidad del juramento que se suele hacer".
     Era evidente que Pedro de la Gasca le iba ganado hábilmente terreno a Gonzalo Pizarro, para quien fue una catástrofe que Pedro de Hinojosa le hubiese entregado toda su armada. Lo consiguió con las suaves maneras de la diplomacia, pero también sabía mostrar sus garras: "Después mandó pregonar guerra abierta, a fuego y sangre, contra todos aquellos que seguían a Gonzalo Pizarro en su rebeldía. A los pocos días, envió a los capitanes Pablo de Meneses y Juan Alonso Palomino a las islas de las Perlas en dos navíos para que evitaran que se fuesen por allí algunos barcos a dar noticia a Gonzalo Pizarro de todo lo que pasaba en Panamá y de lo que contra él se ordenaba". Como estaba bien informado por Lorenzo de Aldana, también les ordenaba que detuviesen las naves "en las que iban a llegar los clérigos y Gómez de Solís, y que les tomasen todos los escritos de Gonzalo Pizarro que llevaban para el Papa y para su Majestad, y que, sin hacerles ningún daño, trajeran pacíficamente a los portadores ante él".
     Santa Clara explica lúcidamente que, de no haber logrado Pedro de la Gasca hacerse con la armada de Gonzalo Pizarro, lo más probable era que fracasara en su misión: "En verdad digo que, si La Gasca no se hubiera apoderado, con su habilidad y diligencia, de estos diez navíos, le sería muy dificultoso lograr su propósito, porque, si intentara llegar por mar al Perú,  no tendría navíos para ello, y, aunque tuviera alguno, serían destruidos por los pizarristas, porque contaban en la flota con muchos soldados diestros y animosos, y llevaban mucha artillería. Y, si quisiese ir por tierra con los pocos hombres que tenía, lo haría con gran peligro de su persona, porque habría de pasar grandes trabajos de hambre y de frío, y la mayoría de sus hombres quedarían muertos en la tierra de los manglares, o siendo maltratados o comidos por las muchas fieras malas y ponzoñosas que hay por allí. Mas como, con el favor divino, halló tan buena coyuntura en Panamá, no tuvo necesidad de seguir este camino tan trabajoso".
     Es cierto que, a más de mil kilómetros, había tropas con importantes capitanes que luchaban contra los hombres de Gonzalo Pizarro, pero en precarias condiciones, y, además, era de vital importancia que Pedro de la Gasca se presentara en Perú con refuerzos y organizara la lucha agrupando a todos los soldados leales a la Corona.

     (Imagen) JERÓNIMO DE ALDERETE nació en Olmedo (Valladolid) hacia el año 1516. Llama la atención su precocidad. Con solo 19 años, ya estaba bajo el mando del gran capitán Diego de Rojas (muerto años después de un flechazo envenenado). Pero pronto se unió a la expedición chilena de Pedro de Valdivia (coincidiendo con el Juan Fernández de Alderete de la imagen anterior). Valdivia y Jerónimo hicieron entonces su sociedad económica con Francisco Martínez de Vegaso. Alderete dio muestras de sensatez allá por donde pasó. En cuanto se fundó Santiago de Chile, fue nombrado repetidas veces regidor (concejal) de la ciudad. En 1544 formó parte de una expedición marítima, por encargo de Valdivia y dirigida hacia el Estrecho de Magallanes. Descubrieron nuevos parajes, y llegaron hasta cerca de lo que hoy es la ciudad de Osorno (Chile), tomando Alderete oficialmente ante el escribano posesión de aquellas tierras. Luchó contra los temibles araucanos, quienes, en 1553, mataron salvajemente a Valdivia. Poco antes, Jerónimo había sido enviado por Valdivia a España, llevando, por primera vez, una importante cantidad de oro para el Rey. La estancia en la Corte puso de manifiesto su gran carisma personal. Fue muy admirado y recompensado, hasta el punto de que lo incorporaron al grupo de notables que se presentaron en Inglaterra para asistir a la boda de Felipe II con la reina María Tudor. Antes de volver de España, lo nombraron Caballero de Santiago, y también Gobernador y Adelantado de Chile, pues ya se conocía la muerte de Valdivia, quien, por otra parte, queriéndolo como a un hijo, ya lo había nombrado para tal cargo en su testamento. De éxito en éxito. Pero, desgraciadamente, JERÓNIMO DE ALDERETE enfermó en su viaje de regreso, y murió el año 1556 en la panameña isla de Taboga. Fue enterrado en la iglesia de La Merced (Ciudad de Panamá). De no haber ocurrido, se habría encontrado un serio problema en Chile, pues se disputaban su puesto Francisco de Aguirre y Francisco de Villagra, conflicto que fue solucionado por el virrey de Perú nombrando para tal cargo a su hijo, García Hurtado de Mendoza.



martes, 19 de mayo de 2020

(Día 1112) Pedro de la Gasca contestó a la dura carta de vecinos de Lima con otra enviada a Gonzalo Pizarro. El texto era un derroche de habilidad diplomática y firmeza al mismo tiempo.


     (702) Recordemos que, a petición de Gonzalo Pizarro, sesenta y dos vecinos importantes de la ciudad de Lima le escribieron una descortés carta a Pedro de la Gasca pidiéndole que no se presentara en Lima. El cronista Pedro Gutiérrez de Santa Clara copia la contestación que le envió al respecto al propio Gonzalo (lo resumo): "Ilustre señor. El pasado día trece me dio Lorenzo de Aldana una carta firmada por sesenta y dos hombres, en la que me escribían que no pasase a esa tierra porque mi entrada en ella no sería buena para ellos ni para mí. Me parece que es cosa de maravillar que se crea que un clérigo tan poca cosa como yo soy, y que solo ha venido con gran deseo de hacer el bien a todos los de esta tierra, haya hecho pensar que, si en ella entrase, pudiese ser peligroso para vuestra merced (no le da el trato de señoría), ni a otro alguno. También se me escribe que me vuelva de aquí a España, y, como yo deseo tanto verme vuelto allá, no solo no me daría pena, sino que me había de alegrar, pues lo habría hecho habiendo cumplido lo que me fue mandado por Su Majestad, aunque hubiesen tratado de impedírmelo vuestra merced, los que aquí están en la ciudad de Lima y los de Nombre de Dios. Siento pena de que haya en esta tierra quien no tengan en tanto el bien que a todos los de ella llevo para sus almas, honras, vidas y haciendas".
    Luego le advierte a Gonzalo sobre un proverbio que también ahora se usa y que, por lo visto, viene de muy lejos: "Podría ser que vuestra merced diga que cada uno sabe más en su casa que los otros en las ajenas, pero también conviene considerar que muchas veces se recibe engaño en las propias, por cegarse la razón con la demasiada afición que a ellas se tiene". Le comenta que Pedro de Hinojosa y Lorenzo de Aldana le insistían, como quería Gonzalo Pizarro, en que les diese copias de las disposiciones que le había entregado el Rey en España: "Pero me pareció que hacerlo ahora estaba fuera de tiempo, lugar y sazón, porque sería efectuar con más ligereza y menos autoridad los asuntos de Su Majestad. Tengo deseo de hacer todo lo que yo pueda para que se haga realidad este buen camino de clemencia y paz que la divina y la humana majestad han querido que yo siguiese. Y, para dar contentamiento a vuestra merced y a los vecinos de estos reinos, en lo cual yo pecaría más en lo largo que en lo corto, he decidido mostrar las provisiones del Rey, y dar fieles copias de ellas, las cuales se sacaron ante dos escribanos muy conocidos en esta tierra, como son Pedro López de Cazalla (primo del cronista Cieza) y Antonio Nieto. Como todo lo que en esta carta podría decir lo tengo dicho en otra que con Pedro Hernández de Paniagua le envié, no me queda más que decir, sino suplicarle a vuestra merced que atienda a las dos como cristiano y caballero hidalgo. Advierta vuestra merced, con la prudencia que exige cosa que tanto importa, que, errándose en ello, se erraría para con Dios, el Rey y el mundo, así como para su alma, honra, vida y todo lo demás."
      La carta tiene fecha de 28 de noviembre de 1546. Luego Pedro de la Gasca "ordenó a Juan de Illanes preparar una fragata, con el fin de que fray Juan de Vargas y Francisco de Barrientos llevaran urgentemente copias de sus escritos a Gonzalo Pizarro, a Sebastián de Belalcázar y a todas las ciudades, villas y lugares de los reinos del Perú". Llevaban, además, otros despachos diferentes "para diversos hombres que eran muy partidarios del servicio a Su Majestad".

     (Imagen) El protagonista de la imagen anterior, Lucas Martínez Vegaso, tenía un hermano, probablemente mayor, llamado FRANCISCO MARTÍNEZ VEGASO, también nacido en Trujillo. Su historia nos pilla un poco a contrapelo, pero es digna de contar. Al llegar a las Indias, se enroló en las tropas que andaban conquistando en territorio venezolano, bajo implacables capitanes alemanes, porque era una concesión de Carlos V a los banqueros de la familia Welser. Buscaban El Dorado y, aunque fracasaron, encontraron hasta 110 kilos de oro. El capitán Ambrosio Alfinger ordenó a un grupo llevar el tesoro de vuelta, y poco después murió. Los que regresaban, hartos de sufrir un calvario de penalidades (antropofagia incluida), enterraron el oro, siguieron caminando, y murieron todos, menos Francisco Martínez Vegaso, quien fue salvado, casi cadavérico, por unos indios. Aunque lo tenían como esclavo, se impuso su carisma, y se emparejó con una hija del cacique, pero, tres años después, fue sacado de allí por otros españoles. Existe la opinión, bastante bien fundada, de que Francisco recuperó ese tesoro. Porque ocurrió que, en 1539, se unió al gran Pedro de Valdivia (al que conocía desde la época de Venezuela) para ir con él a la inmensa aventura de la conquista de Chile, y, además, como socio suyo, aportando una importante cantidad de dinero. Había otro socio, Jerónimo de Alderete, al que se le confunde con Juan Fernández de Alderete, lo cual no es de extrañar porque eran parientes, anduvieron por Venezuela, se juntaron en este viaje con Valdivia y estuvieron presentes el año 1541 en la fundación de Santiago de Chile. Dediquemos un recuerdo especial para JUAN FERNÁNDEZ DE ALDERETE, porque, además, tuvo otra peculiaridad. En 1553, donó su casa y sus tierras a los recién llegados franciscanos para construir una iglesia conventual (la de la imagen), y, en 1561, él mismo se hizo franciscano, muriendo en el convento hacia el año 1572. Un tipo único. Pero, como tuvo más relieve la carreta militar de Jerónimo de Alderete, será el protagonista de la próxima imagen.



lunes, 18 de mayo de 2020

(Día 1111) Hubo pareceres distintos, pero, tras oír a sus hombres, Gonzalo Pizarro decidió no recibir amistosamente a Pedro de la Gasca.


     (701) Volvamos a Inca Garcilaso para ver qué nos cuenta: "Después de que Gonzalo Pizarro, el licenciado Cepeda y Francisco de Carvajal leyeron las cartas, expusieron entre sí sus opiniones. Asombrosamente, el retorcido Carvajal se entusiasmó con las ofertas de Pedro de la Gasca, dando por seguro, además, que, tras lo que les había prometido, después confirmaría a Gonzalo Pizarro en su puesto de gobernador, por lo que "había que enviarle nuevos embajadores con la respuesta, y traerlo a hombros a la ciudad de Lima, enladrillándose los caminos por donde viniese con barras de plata y rejos de oro, y haciéndole el mayor regalo que fuese posible". Pero añadía que, si, una vez llegado, no fuese provechosa su venida, podrían hacer de él lo que quisieran.
     También el licenciado Cepeda, que lo conocía bien, se quedó perplejo con tanto entusiasmo: "Dijo que no convenía nada de lo que había dicho Francisco de Carvajal, pues las promesas de palabra no tienen ninguna seguridad, y que, metido el presidente La Gasca en la tierra de Lima, atraería a su bando a todos los de ella, pues no le habían enviado por ser hombre sencillo y llano, sino de grandes cautelas, astucias y falsedades". Insistió en que de ninguna manera se debía recibir al presidente La Gasca, porque sería la total destrucción de ellos.
     Tras oír a los dos, Gonzalo Pizarro, teniendo la clara impresión de que Pedro de la Gasca no le iba a aceptar como Gobernador de Perú, se inclinó hacia el parecer de Cepeda. Asegura Inca Garcilaso que la opinión de Cepeda ocultaba, además, razones personales: "Cepeda dio aquel parecer motivado también por su propia ambición, porque le pareció que, llegado La Gasca, él quedaría con poca autoridad, y quizá perdiera la silla de oidor, y hasta la vida, pues habiendo sido ministro de Su Majestad, había ido contra sus ordenanzas, y estado contra el virrey hasta matarle en batalla campal".
     A pesar de tener las cosas bastante claras Gonzalo Pizarro, quiso también saber la opinión de los letrados, de los capitanes y de los vecinos que tenían encomiendas de indios. Se juntaron en el cabildo unas ochenta personas. Inca Garcilaso dice (resulta extraño) que los pareceres más acertados coincidían con lo que había expuesto Carvajal, pero no fueron la mayoría, e insiste en que el motivo del rechazo había sido la ambición y el deseo de mandar. Sin duda, eso pesaba mucho, pero era una ingenuidad creer que, aceptando lo que La Gasca ofrecía, iban a conseguir las desmesuradas cosas que deseaban y por las cuales estaban dispuestos a batallar, entre otras, el reconocimiento de Gonzalo como gobernador.
     Carvajal no se pudo callar, y dijo en voz alta: "Señores: como seguidor del Gobernador Gonzalo Pizarro, y como quien tanto desea su prosperidad, he dado el parecer que creo más conveniente para que consiga lo que le deseo. Si no resultara así, yo ya he vivido muchos años, y tengo un buen palmo de pescuezo para la soga, como cada uno de vuestras mercedes". Inca Garcilaso se queja de que solamente el cronista Diego Fernández, el Palentino, recogiera la opinión de Francisco de Carvajal, e, incluso, abreviada: "Y no sé por qué, puesto que, acabada la guerra, se alababa públicamente la prudencia de Carvajal y cuán acertado habría sido su consejo si Gonzalo Pizarro lo hubiera seguido". Sin duda, lo apreciaba, y estaba deseoso de poder mostrar otra cara de Carvajal, menos terrorífica que la que aparece habitualmente en las crónicas.

     (Imagen Hace ya más de un año le hice una reseña a LUCAS MARTÍNEZ VEGASO. Hemos visto también en la imagen anterior que fue durante un tiempo amante de Beatriz de Salcedo, la musulmana que luego se casó con el veedor García de Salcedo. Pero hay más que contar; Lucas estuvo siempre muy unido a los Pizarro (desde antes de la derrota de Atahualpa), quizá por esa amistad propia de los paisanos, ya que nació en Trujillo, población que nutrió como ninguna otra las expediciones de la conquista de Perú. Fue espléndidamente recompensado por Francisco Pizarro, y eso le permitió a Lucas dar rienda suelta a su espíritu emprendedor, llegando a ser inmensamente rico. Le había concedido enormes extensiones de tierras en Arequipa (Perú) y Arica (Chile). Se discute últimamente que, como se venía diciendo, sea Lucas el creador de Arica, lo cual figura en un dudoso documento del año 1541. Sin embargo, parece lógico pensar que, aunque hubo una fundación posterior definitiva, es probable que Lucas estableciera previamente, como ocurría muchas veces, un poblado más elemental. Lo que no tiene duda es que, hacia el año 1541, él vivía a caballo entre Arequipa y Arica, pues están muy cerca, y, tan bien organizado, que preparó en esta última localidad (actualmente con 200.000 habitantes) un astillero para construir naves. Añadamos que era un rico minero y un gran productor agropecuario. Pues bien: toda esa riqueza se la confiscó Pedro de la Gasca por haber mantenido su fidelidad a Gonzalo Pizarro en la decisiva batalla de Jaquijaguana. Pero se produjo un milagro: Nicolás de Ribera, uno de los hombres más valientes, cabales y humanos que hubo en las Indias (además de formar parte del glorioso grupo de los Trece de la Fama), consiguió de Pedro de la Gasca, otro ser excepcional, que le devolviera todo lo confiscado. Pasaron muchos años, y LUCAS MARTÍNEZ VEGASO, en 1567, ya muy mayor, se casó con una hija del mencionado Nicolás Ribera llamada MARÍA DÁVALOS DE RIBERA, pero él murió ese mismo año. La imagen muestra un expediente de 1568, en el que el fiscal le crea problemas a la viuda con respecto a su herencia.



sábado, 16 de mayo de 2020

(Día 1110) Pedro de la Gasca le escribió también, alternando la dureza con la diplomacia, al licenciado Cepeda, irrecuperable defensor de la rebeldía de Gonzalo Pizarro.


     (700) Ya sabemos que el licenciado Diego Vázquez de Cepeda, a pesar de haber sido presidente de la Audiencia de Lima (luego suspendida), estuvo fuertemente implicado en las pretensiones de Gonzalo Pizarro, lo que supondría una grave preocupación para Pedro de la Gasca, por lo que también le envió una carta de advertencia (la resumo): "Muy magnífico señor. Puesto que tengo por cierto que vuestra merced verá la carta que he enviado al señor Gonzalo Pizarro, le hago saber que todo lo que en ella va escrito se le puede decir a vuestra merced, pues no está menos obligado a hacer lo que debe como cristiano, hidalgo y hombre prudente. Además de las circunstancias que en ella expongo, concurren en vuestra merced ser hombre de letras, de mucha prudencia, y oficial de Su Majestad, por lo que está más obligado a hacer lo que a Dios, como cristiano, y a Su Majestad, como vasallo, les debe. Por ello, le suplico su ayuda para que este camino de clemencia que Dios Nuestro Señor y Su Majestad han querido usar, se siga de manera que se ponga en paz esta tierra, pues de lo contrario, se producirían muchos males si se hubiera de obtener por la vía del rigor".
    Una de cal y otra de arena. El diplomático La Gasca sigue con algunos toques amistosos: "Le suplico a vuestra merced que entienda que le habla una persona que mucho le ama y desea servirle, pues, aunque ya tenía esa obligación, de poco acá me tengo por más prendado, porque, según lo que me han escrito, tengo como hermana (cuñada) una pariente suya muy cercana, con la cual se ha casado mi hermano, el licenciado Diego Gasca. Así que se podrá bien creer que, como su servidor, he de desearle bien y prosperidad".
     La Gasca no tenía un pelo de tonto. Sin duda sabía que Cepeda era un caso perdido, aunque no le ejecutó tras derrotarlo junto a Gonzalo Pizarro en la batalla de Jaquijaguana. La carta que le envió fue un desesperado intento de volverlo al redil.  Recordemos que el licenciado Cepeda murió, al parecer envenenado, unos nueve años después (la carta es de diciembre de 1546) estando preso en la cárcel de Valladolid acusado de algunos delitos.
     En el último párrafo, La Gasca, dejando claro, aunque indirectamente, que él era ya el presidente de la Audiencia de Lima, le hace una petición a Cepeda: "De los dos oidores que venían para residir con vuestra merced y con el señor licenciado Zárate, ha fallecido uno. Debe comunicar vuestra merced con el licenciado Zárate para que se provea un sustituto". Ya vimos que, un año después, murió de manera sospechosa el honrado y leal oidor Pedro Ortiz de Zárate, y que Pedro de la Gasca pedía a los del Consejo de Indias que se nombrara a alguien capacitado, indicándoles, además (entonces ya no tenía dudas), que tampoco se podía contar con Cepeda, porque su alianza con Gonzalo Pizarro parecía definitiva.
     La verdad es que llama la atención el contraste entre el injusto destino del oidor Pedro Ortiz de Zárate, a quien su posible envenenador, Francisco de Carvajal, le tenía un odio furibundo (basta recordar el irónico desprecio con que le hablaba de él en una carta a Gonzalo Pizarro), y el hecho de que al licenciado Cepeda, lleno de culpas y de traiciones, no le mandara cortar la cabeza Pedro de la Gasca al finalizar la batalla de Jaquijaguana, teniendo en cuenta, además, que Cepeda participó en ella militarmente. Por otra parte, si, como dicen, murió envenenado en la cárcel, no cabe duda de que tenía muchos y poderosos enemigos.

     (Imagen) GARCÍA DE SALCEDO ejercía de veedor. Fue otro de los que firmaron la dura carta enviada a Pedro de la Gasca. Ocurría que muchos funcionarios del Rey (Riquelme, por ejemplo), vigilaban a todos para que no se produjeran delitos económicos; pero ellos estaban mal controlados: se les hacían las inspecciones tarde o nunca, y se convertían en rapaces buscadores de riquezas. Así ocurrió con Salcedo, quien era, además, emprendedor, y tuvo una 'socia' extraordinariamente avispada para los negocios. Era una esclava musulmana que cuando llegó a Perú, hacia el año 1532, fue amante del conquistador Lucas Martínez de Vegaso, pero después, tras conseguir la libertad, se casó con García de Salcedo. Aparece desde entonces como Beatriz (Manjarres) de Salcedo. Fue tan bien aceptada en sociedad, que figuró como madrina en el bautizo de Francisca Pizarro (año 1535), la hija del gran conquistador. En un curioso documento, se ve que llegaron a un acuerdo Francisca y Salcedo para renunciar a las reclamaciones mutuas que se habían hecho por cuestiones de dinero. Estaban presentes Francisco de Ampuero (padrastro de Francisca) y Antonio de Ribera (su tutor). Lo firmaron en Lima el año 1549, lo cual nos aclara dos cosas: 1.- Francisca había vuelto de España porque Pedro de la Gasca, ejecutando a su tío Gonzalo, ya había pacificado Perú; 2.- A pesar de que García de Salcedo era uno de los muchos que traicionaron al Rey, no había sido castigado por Pedro de la Gasca. La mayor finca de García de Salcedo estaba en Nazca, cuyos asombrosos trazados de líneas fueron ya vistos y mencionados en 1547 por Cieza de león ("vi señales en algunas partes del desierto que circunda Nazca”). Lo que Salcedo y su mujer cultivaban allí aún se conoce, por su calidad, como "trigo de Beatriz de Salcedo". La peruana Nazca (actualmente con 20.000 habitantes) la fundó, al mismo tiempo que la boliviana La Paz, en 1548, el gran capitán Alonso de Mendoza (muerto dos años después). El veedor GARCÍA DE SALCEDO falleció el año 1556.