(710) Volvamos a Inca Garcilaso, que sigue
contando lo que pasó en la ciudad del Cuzco: "Tras haber muerto Alonso de
Toro, los vecinos eligieron alcalde y capitán general de la ciudad al
gonzalista Alonso de Hinojosa. Poco después entró Antonio de Robles en ella con
su nombramiento (hecho por Gonzalo Pizarro), y fue recibido como tal
capitán, de lo que Alonso de Hinojosa se sintió ofendido, como más tarde
mostró, aunque entonces disimuló. Las
cartas y avisos que había enviado Pedro de la Gasca llegaron a Arequipa, a La
Plata y a otros sitios en los que muchos se habían escondido por la persecución
de Francisco de Carvajal. Se alborotaron todos con las noticias, y un vecino de
Arequipa llamado Diego Álvarez, alzó una toalla como bandera, se hizo capitán
y, con unos diez compañeros, se fue a buscar a Diego Centeno, el cual salió
también de su cueva, y, en breve tiempo, se juntaron con él casi cincuenta
hombres, los cuales, de común consentimiento, lo alzaron como capitán general
de la nueva empresa".
Lo que acaba de decir Inca Garcilaso pone
de relieve que la muerte de Alonso de Toro causó un fuerte golpe moral a las
tropas de Gonzalo Pizarro, ya que, mal carácter aparte, su prestigio militar
era muy valorado. Recordemos que, además, había sido desplazado por Francisco
de Carvajal en el mando supremo de las tropas de Pizarro, algo que nunca pudo
digerir, aunque lo aceptó con lealtad. Por eso, al mismo tiempo brotó la
reacción de la desperdigada tropa de Diego Centeno y sus seguidores, los cuales
tenían que decidir dónde atacar, si en Arequipa o en el Cuzco. Aun sabiendo que
el capitán gonzalista Antonio de Robles tenía en esta ciudad cuatrocientos
soldados, decidieron dirigirse a ella, "confiados en la fuerza que les
daba luchar por el Rey".
Inca Garcilaso, como le pasaba a Cieza (y,
humildemente, me aplico el cuento), se ve obligado a saltar de tema a tema,
porque eran asuntos más o menos simultáneos (y a un servidor le ocurre que
tiene también que cambiar sobre la marcha de cronistas). Lo va a hacer ahora,
dejando a Centeno para más tarde, y pide disculpas: "Son tantas las cosas,
que temo no poder salir de este laberinto, pro procuraré dar cuenta de todas, y
que se perdone si no puedo ser tan capaz como sería menester".
Nos va a situar de nuevo en el viaje que,
por encargo de Pedro de la Gasca estaban haciendo Lorenzo de Aldana, Hernán
Mejía de Guzmán, Juan Alonso Palomino y Juan de Illanes con cuatro barcos.
Llevaban trescientos hombres, y el plan era muy ambicioso, pues se trataba de
llegar al puerto de Lima, donde estaba Gonzalo Pizarro, y conseguir que la
ciudad entera se pusiese de su parte, para luego hacer lo mismo con otras
poblaciones, e incluso, desde esos puntos, mandar circulares de propaganda por
todas partes: "Llegaron a Tumbes, donde estaba un capitán llamado
Bartolomé de Villalobos, teniente de Gonzalo Pizarro. Cuando vio que los cuatro
navíos habían estado cuatro días fuera del puerto, sin querer entrar en él,
sospechó que no eran de su bando, y le escribió a Gonzalo Pizarro lo que sucedía.
Encargó al mensajero que le llevara la carta al capitán Diego de Mora, que
estaba en Trujillo, a más de cien leguas, para que, desde allí Mora le enviase
noticia a Gonzalo Pizarro de lo que pasaba".
(Imagen) DIEGO GARCÍA DE PAREDES Y VARGAS nació,
de noble linaje, el año 1506 en Trujillo, aunque el origen de su familia
estaba, como indica su apellido, en Paredes de Nava (Palencia), patria chica
del incomparable poeta Jorge Manrique. Aunque era hijo natural del homónimo y
famoso 'Sansón de Extremadura', su padre se hizo cargo de él, metiéndole en
vena sus ansias de gloria militar. Con 18 años partió para las Indias. Estando
en Panamá se encontró con su pariente, Francisco Pizarro y se unió a él para el
viaje de la definitiva conquista de Perú. Estuvo en Cajamarca el gran día del
apresamiento de Atahualpa, disfrutando para siempre del prestigio de heroico y
veterano conquistador. Acabamos de hablar de su vuelta a España y de cómo,
desertando de las tropas de Carlos V, regresó a Perú, donde tuvo serios
encontronazos con el gran Pedro de la Gasca.
Sus proezas posteriores borraron el recuerdo de haber sido defensor de
traidores (quizá por su vieja amistad y parentesco con Gonzalo Pizarro), hasta
el punto de que solamente los viejos cronistas hablan de esos incidentes. Para
escurrirse del lío en que estaba metido, se apartó de Perú sin asistir a la
batalla en la que Gonzalo Pizarro fue derrotado y ejecutado, y marchó a
conquistar en tierras colombianas y venezolanas. El resto de su biografía
estuvo por completo al servicio de la Corona, y sus éxitos fueron memorables.
Siguió siendo un hombre de trato difícil, pero, al mismo tiempo, un victorioso
militar. Estuvo entre los fundadores de
la venezolana Barquisimeto, donde, en 1561, acabó con las correrías de Lope de
Aguirre. Había fundado antes, en 1559, también en Venezuela, la ciudad de
Trujillo (hoy con 60.000 habitantes). Tras presentar su expediente de méritos y
servicios, obtuvo en 1563 (perdonadas todas sus deshonrosas actuaciones) el
nombramiento de Gobernador de la colombiana zona de Popayán (antiguo cargo del
fallecido Belalcázar, otro grande con difícil carácter). Ese mismo año, cuando
se dirigía allá para tomar posesión de su cargo, mataron los indios en una
emboscada al extraordinario DIEGO GARCÍA DE PAREDES Y VARGAS.
No hay comentarios:
Publicar un comentario