jueves, 28 de mayo de 2020

(Día 1120) Eufóricos con las noticias de Pedro de la Gasca, varios vecinos de Arequipa fueron a contárselo a Diego Centeno. Salió de la cueva en que se escondía, lo nombraron capitán general y decidieron ir a tomar el Cuzco.


     (710) Volvamos a Inca Garcilaso, que sigue contando lo que pasó en la ciudad del Cuzco: "Tras haber muerto Alonso de Toro, los vecinos eligieron alcalde y capitán general de la ciudad al gonzalista Alonso de Hinojosa. Poco después entró Antonio de Robles en ella con su nombramiento (hecho por Gonzalo Pizarro), y fue recibido como tal capitán, de lo que Alonso de Hinojosa se sintió ofendido, como más tarde mostró, aunque entonces disimuló.  Las cartas y avisos que había enviado Pedro de la Gasca llegaron a Arequipa, a La Plata y a otros sitios en los que muchos se habían escondido por la persecución de Francisco de Carvajal. Se alborotaron todos con las noticias, y un vecino de Arequipa llamado Diego Álvarez, alzó una toalla como bandera, se hizo capitán y, con unos diez compañeros, se fue a buscar a Diego Centeno, el cual salió también de su cueva, y, en breve tiempo, se juntaron con él casi cincuenta hombres, los cuales, de común consentimiento, lo alzaron como capitán general de la nueva empresa".
     Lo que acaba de decir Inca Garcilaso pone de relieve que la muerte de Alonso de Toro causó un fuerte golpe moral a las tropas de Gonzalo Pizarro, ya que, mal carácter aparte, su prestigio militar era muy valorado. Recordemos que, además, había sido desplazado por Francisco de Carvajal en el mando supremo de las tropas de Pizarro, algo que nunca pudo digerir, aunque lo aceptó con lealtad. Por eso, al mismo tiempo brotó la reacción de la desperdigada tropa de Diego Centeno y sus seguidores, los cuales tenían que decidir dónde atacar, si en Arequipa o en el Cuzco. Aun sabiendo que el capitán gonzalista Antonio de Robles tenía en esta ciudad cuatrocientos soldados, decidieron dirigirse a ella, "confiados en la fuerza que les daba luchar por el Rey".
     Inca Garcilaso, como le pasaba a Cieza (y, humildemente, me aplico el cuento), se ve obligado a saltar de tema a tema, porque eran asuntos más o menos simultáneos (y a un servidor le ocurre que tiene también que cambiar sobre la marcha de cronistas). Lo va a hacer ahora, dejando a Centeno para más tarde, y pide disculpas: "Son tantas las cosas, que temo no poder salir de este laberinto, pro procuraré dar cuenta de todas, y que se perdone si no puedo ser tan capaz como sería menester".
     Nos va a situar de nuevo en el viaje que, por encargo de Pedro de la Gasca estaban haciendo Lorenzo de Aldana, Hernán Mejía de Guzmán, Juan Alonso Palomino y Juan de Illanes con cuatro barcos. Llevaban trescientos hombres, y el plan era muy ambicioso, pues se trataba de llegar al puerto de Lima, donde estaba Gonzalo Pizarro, y conseguir que la ciudad entera se pusiese de su parte, para luego hacer lo mismo con otras poblaciones, e incluso, desde esos puntos, mandar circulares de propaganda por todas partes: "Llegaron a Tumbes, donde estaba un capitán llamado Bartolomé de Villalobos, teniente de Gonzalo Pizarro. Cuando vio que los cuatro navíos habían estado cuatro días fuera del puerto, sin querer entrar en él, sospechó que no eran de su bando, y le escribió a Gonzalo Pizarro lo que sucedía. Encargó al mensajero que le llevara la carta al capitán Diego de Mora, que estaba en Trujillo, a más de cien leguas, para que, desde allí Mora le enviase noticia a Gonzalo Pizarro de lo que pasaba".

     (Imagen) DIEGO GARCÍA DE PAREDES Y VARGAS nació, de noble linaje, el año 1506 en Trujillo, aunque el origen de su familia estaba, como indica su apellido, en Paredes de Nava (Palencia), patria chica del incomparable poeta Jorge Manrique. Aunque era hijo natural del homónimo y famoso 'Sansón de Extremadura', su padre se hizo cargo de él, metiéndole en vena sus ansias de gloria militar. Con 18 años partió para las Indias. Estando en Panamá se encontró con su pariente, Francisco Pizarro y se unió a él para el viaje de la definitiva conquista de Perú. Estuvo en Cajamarca el gran día del apresamiento de Atahualpa, disfrutando para siempre del prestigio de heroico y veterano conquistador. Acabamos de hablar de su vuelta a España y de cómo, desertando de las tropas de Carlos V, regresó a Perú, donde tuvo serios encontronazos con el gran Pedro de la Gasca.  Sus proezas posteriores borraron el recuerdo de haber sido defensor de traidores (quizá por su vieja amistad y parentesco con Gonzalo Pizarro), hasta el punto de que solamente los viejos cronistas hablan de esos incidentes. Para escurrirse del lío en que estaba metido, se apartó de Perú sin asistir a la batalla en la que Gonzalo Pizarro fue derrotado y ejecutado, y marchó a conquistar en tierras colombianas y venezolanas. El resto de su biografía estuvo por completo al servicio de la Corona, y sus éxitos fueron memorables. Siguió siendo un hombre de trato difícil, pero, al mismo tiempo, un victorioso militar.  Estuvo entre los fundadores de la venezolana Barquisimeto, donde, en 1561, acabó con las correrías de Lope de Aguirre. Había fundado antes, en 1559, también en Venezuela, la ciudad de Trujillo (hoy con 60.000 habitantes). Tras presentar su expediente de méritos y servicios, obtuvo en 1563 (perdonadas todas sus deshonrosas actuaciones) el nombramiento de Gobernador de la colombiana zona de Popayán (antiguo cargo del fallecido Belalcázar, otro grande con difícil carácter). Ese mismo año, cuando se dirigía allá para tomar posesión de su cargo, mataron los indios en una emboscada al extraordinario DIEGO GARCÍA DE PAREDES Y VARGAS.



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