(706) Pedro de la Gasca puso en marcha,
como un experto en logística, su plan para lograr el refuerzo que necesitaba:
"Envió al oidor Cianca con veinte arcabuceros a Nombre de Dios, para traer
todas la artillería y armas que allá hubiese, y la gente que encontrase. Le
ordenó a Diego de Villavicencio, natural de Jerez, que había sido sargento
mayor de Gonzalo Pizarro, que trajera de Cartagena de Indias la artillería que
se había dejado allí por si atacaban los franceses, mandándole que, desde
aquella ciudad, avisase con despachos a los de Santa Marta, a fin de que sus
autoridades enviasen los soldados que allá estaban. Encargó a Juan Boscán,
natural de Sanlúcar, el cual llevaba mucho tiempo en Perú, que fuera a Santo
Domingo con una cédula de Su Majestad, pidiendo gente y armas. Les dijo a Nuño
de Guzmán y a Juan de Guzmán, que había sido capitán del virrey, que fueran a
la Audiencia de Guatemala, para que los oidores enviasen gente y todo lo
necesario para la guerra que se había de hacer a los tiranos. Despachó a Don
Juan de Mendoza con una cédula de Su Majestad y con cartas suyas para el
ilustrísimo señor Don Antonio de Mendoza, virrey de Nueva España, haciéndole
saber a él y a todos los gobernadores cómo, Dios mediante, le había sido
entregada toda la flota del tirano. Le pedía al virrey que le enviase los
navíos que tenía, con toda la gente que pudiese, y con armas, alimentos y
caballos, viniendo bajo el mando de Francisco de Mendoza, su muy amado
hijo"
Por entonces (dice Santa Clara que era el
nueve de enero de 1547), llegaron de Lima a Panamá los dos barcos en que iban
el obispo de Lima, Jerónimo de Loaysa, los obispos de Santa Marta y Bogotá y
dos frailes, todos ellos enviados por Gonzalo Pizarro para defender sus
intenciones. El primero que tocó puerto fue el de Loaysa, cuyo papel de
mensajero de Gonzalo era una contradicción, puesto que no le agradaba su
rebeldía: "Los capitanes se alegraron mucho de verlo, porque lo tenían por
verdadero amigo, y muy fiel a las cosas del Rey. Tras darle noticia de las
cosas que habían sucedido, siguió su viaje".
Iba algo retrasado el segundo barco, en el
que, además de los clérigos, estaba Gómez de Solís, quien, igual que lo
hicieron Hinojosa, Aldana y la mayoría de los capitanes, terminará, como ya
sabemos, seducido por La Gasca, pero después de angustiosos titubeos, ya
que en él y en Aldana había puesto
Gonzalo Pizarro su mayor confianza: "En la mar encontraron un navío que
iba de Nicaragua a Perú, y les dijeron los marineros que, al parecer, la flota
de Pizarro se había pasado al bando de Pedro de la Gasca. Gómez de Solís iba
receloso, y dispuesto, si se confirmaba la noticia, a dar la vuelta y
comunicárselo a Pizarro". Al llegar a las islas de las Perlas, vieron las
naves de la flota de Pizarro, por lo que Solís se temió lo peor, preocupado,
además, porque su barco no estaba ya en condiciones de pelear ni de huir con
suficiente rapidez: "Viéndole fray Esteban pensativo, le dijo que él iría
a saber en qué bando estaban los navíos, y que, si estuviesen en el de Pizarro,
le avisaría con un disparo para que se acercase, de manera que, si no lo
hiciese, pudiera huir".
(Imagen) DIEGO DE VILLAVICENCIO, natural
de Jerez, había sido sargento mayor de Gonzalo Pizarro, pero la habilidad de
Pedro de la Gasca le hizo cambiar de bando. Apenas hay referencias sobre sus
andanzas, aunque vivió un momento muy especial: el de apresar, precisamente, a
Gonzalo Pizarro (como veremos en la próxima imagen). Hay otro documento que lo
involucra en un curioso pleito, que va a dar pie para que hablemos de una
peculiar mestiza, su mujer, CONSTANZA DE LEÓN, la cual llegó a casarse,
legítimamente, tres veces. Lo hizo por primera vez, siendo muy joven, con el
pamplonés Pedro Navarro (su verdadero apellido era Urroz), uno de los veteranos
de Francisco Pizarro. Con él tuvo su único hijo, Antonio Navarro. Tras enviudar
el año 1544, se casó hacia 1552 con Diego de Villavicencio, fijando su
residencia en la villa de La Plata, y convertida ya en una mujer muy rica, por
herencia del primer marido y dote del segundo, la cual protegió legalmente ante
notario en 1553. A pesar de su previsión, al morir Villavicencio un año
después, se vio obligada a pleitear contra su suegro, García Rallón (residente
en Andalucía), como se ve en la imagen, ya que se apoderó de gran parte de la
dote. Lo tuvo fácil, porque Diego de Villavicencio había llegado a España, y,
cuando estaba cambiando la gran cantidad de plata que trajo por mercancía,
murió de repente. El padre, no solamente retuvo ese tesoro, sino que consta que,
el año 1555, pidió oficialmente que se trajeran a la Casa de Contratación de
Sevilla "muchos bienes de oro, plata y otras cosas que su hijo dejó en
Perú". El tercer marido de Constanza fue alguien del que ya hablamos; nada
menos que DON PEDRO DE PORTUGAL Y NAVARRA, aquel romántico y leal vasallo del
Rey que, como vimos, no intercedió por la vida de su rebelde hijo porque era un
traidor, aunque ayudó cuanto pudo a su viuda. Mucho dice de la valía de la
mestiza CONSTANZA NAVARRO el hecho de que Pedro de Portugal fuese el viudo de
Isabel Lasso de la Vega, dama de honor de la emperatriz Isabel, esposa de
Carlos V.
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