martes, 5 de mayo de 2020

(Día 1100) La tensión fue creciendo entre Pedro de Hinojosa y Pedro de la Gasca, quien cada vez veía más inevitable la guerra. Todo el empeño de Hinojosa era que se reconociera como gobernador a Gonzalo Pizarro, y Pedro de la Gasca le respondía con ambigüedades.


     (690) Pedro de la Gasca llegó pronto a la conclusión de que la guerra sería inevitable. Añade Santa Clara: "Cuando vio la gran dureza de algunos hombres principales de los que necesitaba ayuda, perdió la esperanza y pensó que no lograría nada, porque los demás serían de la misma opinión, y el moriría en su empeño. Además, Alonso de Alvarado, que tenía allí muchos amigos de tiempos pasados, les dijo cosas que se referían al servicio de Su Majestad, y ninguno de ellos se atrevió a a dar un paso, por el gran miedo que tenían del general Pedro de Hinojosa, salvo aquellos que ya estaban decididos. Los dos oidores y el Adelantado Pascual de Andagoya hicieron por su parte lo que pudieron, pero tampoco hallaron a ninguno que les hiciese caso, por miedo a ser matados por los tiranos. De manera que Pedro de la Gasca, no viendo otra solución, determinó recurrir al rigor y la fuerza, por lo cual escribió secretamente muchas cartas a diversas partes de las Indias. Todo esto lo sabía el general Pedro de Hinojosa, de los cual se reía mucho, sintiéndose poderoso con la flota y la tropa de Gonzalo Pizarro, de manera que él y los demás capitanes que le seguían estaban seguros de que nadie se atrevería a enfrentarse a ellos. Además, en este tiempo murió el oidor (Íñigo de) Rentería, que era hombre de grandes letras, con gran pesar de todos sus amigos y conocidos".
     Aunque Hinojosa andaba sobrado de autosuficiencia, envió unos mensajeros para que hablaran con La Gasca, y otros para que lo hicieran con el oidor Cianca, el adelantado Pascual de Andagoya y el mariscal Alonso de Alvarado, de manera que, estos últimos, "haciéndoles ofrecimientos de mercedes, les dijeran cuáles eran las intenciones de La Gasca, pero, como no eran cañas   movedizas, no les contaron nada, ni admitieron oír sus vanas promesas". Como tampoco La Gasca dio explicaciones, Hinojosa decidió visitarlo personalmente. En cuanto se vieron, Hinojosa le expuso las cuestiones en las que su llegada podía afectar a Gonzalo Pizarro y sus partidarios. Le respondió centrándose en la parte positiva de su misión, pero sin descubrir lo que podría disgustarle. Le dijo que habían quedado revocadas las Leyes Nuevas, y que él tenía poderes de Su Majestad para encauzarlo todo de manera que salieran beneficiados los españoles y los nativos.
     Palabras bonitas que a Hinojosa no le interesaban demasiado. Como no le había respondido a la principal de sus preguntas, volvió a planteársela: "Le dijo que se sentía decepcionado porque no le contestaba sobre si había traído la Gobernación de Perú para Gonzalo Pizarro, pues ya se tenía por cierto que él mismo venía con los documentos, porque así se lo habían escrito desde España. Y era verdad que muchos lo habían hecho, siendo uno de ellos el Contador General de Su Majestad, Agustín de Zárate, que lo había escrito a Panamá con el fin de que allí fuera muy bien recibido el presidente La Gasca". Había sido, pues una estrategia de precaución. Recordemos que Gonzalo Pizarro creyó, por ese rumor, que, cuando llegara a Lima el mensajero Pedro Hernández Paniagua (veremos ahora otra vez su partida), le iba a confirmar su nombramiento.

     (Imagen) Cada una de las guerras civiles tuvo su peculiaridad. La primera se produjo entre Francisco Pizarro y Diego de Almagro, derivada, fundamentalmente, de la gran frustración de Diego, quien se sintió, con justa razón, privado de sus derechos como socio de Francisco, al cual, sin duda, le reconocía mucho más mérito en el heroico logro de aquella increíble aventura que llevó a la conquista del imperio inca. Pero la nefasta influencia de los hermanos de Francisco Pizarro, sobre todo por parte del soberbio Hernando Pizarro, desplazó a Diego del importante lugar que le correspondía, y, además, luego fracasó en su campaña de Chile. Todo terminó en una guerra que le costó la vida a Diego de Almagro. Su hijo, Diego de Almagro el Mozo, mató luego a Francisco Pizarro. Llegó Vaca de Castro para poner orden, y derrotó al Mozo, ejecutándolo después. Las dos guerras fueron, fundamentalmente, de pizarristas contra almagristas. La siguiente tuvo un carácter distinto, porque tanto pizarristas como almagristas estuvieron en los dos bandos. Al virrey nombrado para pacificar Perú, Blasco Núñez Vela, le seguían quienes eran fieles a la Corona, y tenía enfrente a Gonzalo Pizarro, que contaba con el apoyo popular, porque aquello era una rebelión contra las Nuevas Leyes, que beneficiaban a los indios. Eso, y varios errores garrafales del virrey, le costó la vida. Vemos ahora llegar, enviado por el Rey, a Pedro de la Gasca. Tendrá las mismas dificultades que el difunto virrey, pero, a pesar de ser contrahecho y parecer pusilánime (se reían de él y decían que "por su aspecto y gálibo más parecía gallina fiambre que hombre de negocios o de guerra"), consiguió la victoria con gran habilidad y el menor daño posible, y demostró ser uno de los hombres más valiosos de toda la historia de las Indias. Ya comenté que, vuelto a España, estuvo reunido con Felipe II (entonces príncipe, pero con muchos poderes delegados por su padre) y otros tres fuera de serie, como él: Bartolomé de las Casas, Bernal Díaz del Castillo y Vasco de Quiroga, quien, equivocadamente, le dijo que había sido demasiado blando en Perú. Le replicó que fue duro cuando había que serlo. Y tenía toda la razón del mundo.



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