(705) Sigue Gonzalo Pizarro tergiversando
los hechos en la carta que le envió a Pedro de la Gasca: "Lo que nos ha
quedado a mis hermanos y a mí de todos nuestros trabajos es solo el recuerdo de
haber servido a Su Majestad. Porque todo lo que en la tierra hemos ganado, se
ha gastado a su servicio. Cuando vino Blasco Núñez (antes morir que llamarlo
virrey), nos hallábamos los hijos del Marqués, Hernando Pizarro y yo sin
tener oro ni plata (aunque tanto habíamos enviado a Su Majestad), y sin tener
un palmo de tierra, habiendo acrecentado tanta la de su Real Corona".
Sigue en el texto presumiendo de que es más fiel al Rey que nadie, y de que le
admira sin medida por su grandeza, sabiendo todos que le encanta enterarse de
sus victorias. Inca Garcilaso, aburrido de la perorata, no termina el
documento: "El resto del contenido de la carta, lo dejamos por
impertinente, ya que solamente trata de culpar al virrey Blasco Núñez Vela de
todo lo pasado, y de disculparse diciendo que todas las ciudades le eligieron
como Procurador General, y que los oidores, con el respaldo del Sello Real, le
mandaron que echase del Perú a Blasco Núñez Vela, y que él no hizo nada por
voluntad propia, sino obedecer lo que se le mandó".
No cabe duda de que Gonzalo Pizarro
tenía que ser inmensamente rico, a pesar de sus quejas, y, quizá más todavía,
Hernando Pizarro. Pero, puesto a hilar fino, Inca Garcilaso, explica por qué
Gonzalo se quejaba de que no tenían tierras: "Al decir Gonzalo Pizarro que
no les queda un palmo de tierra, se refiere a que no poseían sus encomiendas en
mayorazgo perpetuo, como la tienen los nobles de España, a los que se lo dieron
los reyes pasados por haberles ayudado a conquistarla y a echar fuera a los
moros de ella, pues, aunque Gonzalo Pizarro y Hernando Pizarro tenían
repartimientos de indios, no eran perpetuos, sino de por vida, y, aunque el
Marqués Don Francisco Pizarro también los tuvo, se habían acabado ya con su
muerte, y sus hijos no los heredaron".
Seguiremos ahora con el texto del cronista
Pedro Gutiérrez de Santa Clara porque nos hace ver con agilidad los hábiles
malabarismos de Pedro de la Gasca para ir ganándose a hombres importantes,
clérigos y militares, que estaban a favor de Gonzalo Pizarro. Ya hemos visto
cómo sedujo a Pedro de Hinojosa, pieza difícil, y que Lorenzo de Aldana se puso
a su servicio porque, aunque enviado por Gonzalo Pizarro, no simpatizaba con la
rebeldía a la Corona. Ahora nos contará la forma en que convenció La Gasca a
Gómez Solís (al que ya dediqué una imagen), quien llegó a Panamá más tarde que
Aldana, pero con la misma misión. Primeramente, el cronista va a mostrarnos
también la capacidad organizativa de La Gasca: "Comenzó con toda la
diligencia posible a juntar armas y vituallas, con dos fines: ir contra los rebeldes que, según le habían
dicho, estaban en la ciudad de Lima, y engrosar la armada que estaba en el
puerto, por si Gonzalo Pizarro, viendo que ninguno de sus navíos volvía allá,
quisiese enviar contra Panamá los que le quedaban".
(Imagen)
Hablé de este otro MARTÍN PIZARRO hace mucho tiempo, y me tragué algún error. La
verdad es que despierta simpatía y admiración por su peculiar biografía (digna
de una película), y hasta se comprende su drama al tener que seguir la rebeldía
de Gonzalo Pizarro. Su hija, que tenía el significativo nombre de Francisca
Pizarro, nos lo va a explicar muy bien. Fue una rara avis, puesto que, siendo
indio, se convirtió en un intérprete que ejerció como respetable conquistador, al
que se daba el selecto tratamiento de 'Don', todo lo contrario del indio
Felipillo, también intérprete, pero astuto y traicionero, quien se la jugó a
Pizarro y a Almagro, aunque, con este último, le costó la vida. Francisca pidió
una ayuda al Rey, como se ve en el texto de la imagen, que voy a resumir.
Martín abandonó a su familia indígena, "por la gran afición que tuvo a los
españoles". Hizo de intérprete, pero, cuando fue necesario, también luchó
contra los indios, aunque, con frecuencia, bastaba su ejemplo para que aceptaran
la paz, "sin que fuese menester conquistarlos por las armas, de lo que
resultó aumento de nuestra Santa Fe Católica y de vuestra Hacienda Real".
Y añade: "Don Francisco Pizarro, mirando sus grandes servicios, le casó
con doña Luisa de Medina, mi madre, mujer española y persona de calidad, y le
dio una encomienda de indios, que luego le mejoró el gobernador Vaca de Castro".
Pero llegó el drama: "Como mi padre había visto que los Pizarro siempre
fueron obedecidos, no pudo entender que lo que hacía Gonzalo Pizarro fuese mal
hecho, y así, viendo que todos los vecinos del Perú le seguían y le llamaban gobernador,
le siguió". Tras ser derrotados, Pedro de la Gasca ("que había
perdonado a muchos que hicieron gravísimas traiciones") le quitó a su
padre la encomienda de indios y lo desterró. Martín tuvo el coraje de venir a
España con su mujer y su hija (de solo cuatro años) para protestar ante el Rey,
pero murió al llegar. La brava Francisca, ya casada, repitió viaje a España con
su marido, quien también falleció, y, desesperada, le pide al Rey que le
conceda "una renta con la que pueda vivir y volverse a casar en Perú".
La petición está firmada en Madrid en junio de 1567.
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