jueves, 6 de octubre de 2016

(Día 410) ESTO SE TERMINA. El gran BERNAL, el entrañable SANCHO y un servidor nos despedimos de los QUERIDOS LECTORES, que han sido muchos e internacionales. Es probable que Sancho y yo volvamos a rememorar historias de LAS INDIAS, pero no será pronto. Hoy resumimos las últimas páginas escritas por BERNAL. Solo nos queda enviaros UN FUERTE ABRAZO A TODOS.

(162) -¡Allá va la despedida!, muy queridos y pacientes lectores.
     -Ha sido una gozada mientras duró, ilustrísimo y tierno Sancho. Nos queda todavía una última charla con el insuperable Bernal. Vivió plácidamente su vejez en la capital, Santiago de Guatemala, hoy llamada Antigua, pero nos va a hablar de cosas tristes propias del que siente que va avanzando en la ancianidad. Vuelve a recordar la riada que arrasó la vieja capital cuando cayó como una catarata desde el cráter del Volcán de Agua: “Los vecinos que escaparon buscaron los cuerpos de los muertos, los enterraron y se acordó poblar la ciudad donde está ahora. Y no fue buen acuerdo, porque  nunca faltan trabajos de venir el río crecido o temblores. Cada año, a once de setiembre, se hace una procesión que sale  desde la nueva iglesia mayor hasta la Ciudad Vieja para que Dios perdone nuestros pecados”. Bernal terminará el libro hablando esquemáticamente de los gobernadores que hubo en México hasta el año1568, y luego anuncia otro capítulo sobre los arzobispos y obispos de esa época, pero lo dejó sin hacer, dándole a su texto un ligero aspecto de inacabado, aunque el detalle tenga poca importancia en una obra tan magnífica y, en realidad, tan completa. Al recordar a los gobernadores, rememora el triste final de Pedro de Alvarado, que lo fue de Guatemala, y le da pie para tomar el hilo de sus propias vivencias en la capital. Nos va a servir como definitivo epílogo de estas inolvidables tertulias que hemos tenido con él. Confirmando los temores de Bernal sobre el nuevo emplazamiento de la ciudad, ocurrió lo siguiente: “En el mes de mayo de 1566, comenzó a temblar de tal arte la tierra que parecía que nos iba a sorber, y cayeron al suelo muchas casas, lo que duró nueve días; íbamos en santas procesiones por mitad ce las calles, temiendo que fuera venido el fin de nuestros días (ya comentamos que en 1775, otro terremoto obligó a trasladar a un lugar próximo la capital)”. La catedral se salvó, y cuando le llegó la hora de entregar el alma a Dios, que se la dio, Bernal fue enterrado en ella, como dijimos, al lado de la tumba de Pedro de Alvarado y de su enamorada esposa, la ‘sin ventura’ Beatriz de la Cueva. Con el paso del tiempo, otro terremoto dejó en ruinas el sagrado edificio, pero conserva dentro los históricos restos, y una placa que certifica que allí yace uno de los personajes más grandes y entrañables de la Historia: DON BERNAL DÍAZ DEL CASTILLO.
    
     -Llegó la hora, queridísimo Sancho. Han sido 463 días seguidos comentando tu biografía y tu tiempo, dedicando los 162 finales para el amplio resumen de esa maravilla que escribió el sin par Bernal Díaz del Castillo. Contigo he recorrido un variadísimo paisaje físico y humano a través de la Historia, que me ha dejado un regusto de serena compasión por lo que somos, y he tenido la gran suerte de hacer sorprendentes amistades de tertulia con gente que  no conocía y que me ha mostrado la riqueza de sus sentimientos y sus inquietudes. Esto es, al menos por un tiempo, el ‘the end’ de nuestra actividad como comentaristas de Indias, pero quizá volvamos algún día a la carga porque la causa lo merece. Tengo ya todo preparado para el viaje, bonachón abad; así que toma tú la palabra.

     -No te me derrumbes, tierno lloroncico. Te llevo conmigo al Reino de la Risa, donde verás lo que nunca imaginaste, y comprenderás el por qué de todo, incluso de lo más horrendo. Os doy una bendición supersalvadora a todos aquellos que habéis seguido nuestras tertulias. Como dice  mi sublime biógrafo, nos vamos; pero os seguiremos vigilando, por aquello de que ‘cuando el gato no está, los ratones  bailan’. Si alguna vez os pasáis y sentís un calambrazo, sabed que ha sido cósmico y procede de Quántix. Pero será cariñoso, para que, después de haber disfrutado de la tentación (¡ay, Señor!, cuánto entiendo de eso), os dejéis de pendejadas y volváis a enriquecer vuestras vidas con sana ilusión y redoblada energía (sin dopaje).  Si fracasáis porque estáis mal hechos, poco importa: no olvidéis nunca que lo más grande es vivir y quererse mucho.  Ya con el pie en el estribo, nos despedimos rotos de emoción. ¡SAYONARA, BABYS!


miércoles, 5 de octubre de 2016

(Día 409) BERNAL les muestra a los críticos la relación de más de 146 batallas en las que participó. Explica en qué casos se permitió la esclavitud de los indios, y que pronto fue totalmente prohibido. Deja claro que le repugnaba que se hiciese, y que arriesgó mucho por impedirlo cuando era regidor en Coatzacoalcos.

(161) -Como para  no presumir, pequeñuelo: ¡más de146 batallas!
     -Bernal nunca va de farol, my dear: “Como he dicho que me hallé en más batallas que Julio César, otra vez lo torno a afirmar, y para que más claramente se vea, las quiero poner aquí por memoria, no sea que digan que hablo secamente de mi persona y algunos maliciosos pongan objeto de oscuridad en ello”. No hacía falta que mostrara el recuento (y nosotros no lo vamos a copiar), porque el que ha leído el libro ha sido testigo de todas ellas, pero quiere mencionarlas una por una, dejando al margen muchas de las peligrosas escaramuzas que eran casi su trabajo diario. Hasta se molesta en detallar cuántos soldados murieron en cada enfrentamiento, incluso en los que él no participó, como un homenaje a todos sus compañeros. Explica por qué sus datos son fiables: “También dirán los curiosos lectores que cómo pude saber yo los que murieron en cada batalla. Pues es muy claro darlo a entender. Cuando íbamos con el valeroso Cortés, íbamos todos juntos, y en las batallas sabíamos los que quedaban muertos y los que volvían heridos, y asimismo de otros que enviaron a otras provincias, por lo que no es mucho que yo tenga memoria de todo lo que dicho tengo y lo escriba tan claramente”. Hay otro tema, reve.
     -Lo saca a relucir, alegre jubileta, porque es algo que afecta a la conciencia. Nada menos que el espinoso asunto de los esclavos indios. Se cura en salud desde el principio: “A esto digo que Su Majestad lo mandó (lo permitió) dos veces”. En ambos casos, a petición de los españoles, que consideraban justo ‘herrar’ a los que tantos problemas y muertos les habían causado en el proceso de la toma de México: “Se enviaron dos personas de calidad adonde los frailes jerónimos, que estaban como gobernadores en Santo Domingo, para que diesen licencia de forma que pudiésemos hacer esclavos a los indios mexicanos que se habían alzado y matado a españoles, si después de requerirles tres veces que viniesen de paz, no lo hicieren. Y los jerónimos dieron esta licencia, y de la manera que se  nos mandaba en su provisión, así se herraron en la Nueva España, dándolo por bien hecho Su Majestad”. Hubo otra práctica que también tuvo el visto bueno del rey: servirse del mercado de esclavos ancestral en México. Lo que, ciertamente, era una pura hipocresía crematística, porque tendrían que haberlo eliminado, como se hizo con los sacrificios humanos y el canibalismo. Los abusos esclavizando indios fueron especialmente intensos cuando Cortés estuvo ausente de México: “Durante los dos años y tres meses que estuvimos con Cortés por Honduras, hubo en la Nueva España tantas sinjusticias, revueltas y escándalos entre los que dejó por sus tenientes de gobernador, que  no tenían cuidado de si se herraban a los indios con justo título o con malo. Y los caciques, para dar tributo a sus encomenderos, hicieron maldades tomando indios de sus pueblos y dándolos como esclavos”. Dice Bernal que donde se suprimió este abuso por primera vez fue en su villa de Coatzacoalcos, “y como regidor más antiguo, me entregaron el hierro para que lo tuviese con el beneficiado Benito López”. Viendo que los abusos continuaban, “muy secretamente quebramos el hierro, y se lo hicimos saber al presidente de la audiencia de México, don Sebastián Ramírez, hombre recto y de buena vida, y nos escribió que lo habíamos hecho como buenos servidores de Su Majestad. Y luego mandó que no se herrasen más esclavos en toda la Nueva España; y fue santo y bueno esto que mandó. Algunos se quejaron de nosotros diciendo que con esto no habíamos ayudado  a la villa, pero nos reíamos pasando de ello, y nos preciamos de haber hecho tan buena obra. Entonces la Real Audiencia nos mandó una provisión a mí y al beneficiado para ser visitadores generales de Coatzacoalcos y Tabasco, con instrucciones de cómo podíamos condenar en las sentencias, y dieron por bueno todo lo que hicimos”. Como vemos, el entrañable Bernal, aunque firme partidario de las encomiendas perpetuas, fue uno de los primeros que dieron los pasos para que se suprimiera definitivamente la esclavitud de los indios.

     Foto: En la imagen se ven los dos últimos lugares de residencia de Bernal. Lo que acaba de contar sucedió en Coatzacoalcos, México. Luego hizo el trayecto marcado en el mapa, y se instaló en Santiago de Guatemala, la así llamada entonces capital del país, donde también fue regidor hasta 1585, año en que falleció.


     Dicho lo cual, os anuncio, hijos míos, que, cumplido el deber, y con harto dolor de corazón, MAÑANA DAREMOS FIN AL RESUMEN DE LA ABSOLUTAMENTE MARAVILLOSA CRÓNICA DE BERNAL DÍAZ DEL CASTILLO. Partiré luego de inmediato hacia Quántix, el Reino de la Risa, llevando conmigo a mi discípulo amado, y fidelísimo secretario, durante una temporada, o para siempre, si se niega a volver.

martes, 4 de octubre de 2016

(Día 408) BERNAL responde enérgicamente a los dos “expertos” que critican su obra: él ha demostrado la verdad de lo que cuenta, y tiene (igual que sus compañeros) el derecho a enorgullecerse de sus gloriosos hechos, sin los cuales CORTÉS no habría conquistado MÉXICO.

(160) –Vete colocando el equipaje, terrícola: nos vamos a Quántix.
     -Merecerá la pena, sabio ectoplasma: volveré de allá renovado y libre de estupideces. Pero hemos de llegar hasta el fin con Bernal, y seguro que en el Reino de la Risa le hace gracia la virulencia con que reaccionó a una crítica de su libro. Primeramente, uno de los dos ‘sabios’ le echó una flor: “Después de haber leído mi relación, uno de los licenciados, que era muy retórico y presuntuoso, alabó la gran memoria que tuve para no se me olvidar cosa ninguna de todo lo que pasamos desque vinimos a la Nueva España el año diecisiete hasta el sesenta y ocho (cuando lo escribió). En cuanto a la retórica, dijo que va según nuestro común hablar de Castilla la Vieja, y que en estos tiempos se tiene por más agradable, porque no van razones hermoseadas, como se ha solido poner, sino todo a las buenas llanas, y que debajo desta verdad se encierra todo bien hablar”. Ya ves, reverendo, que el comienzo fue muy halagüeño.
     -Ciertamente, entrañable biógrafo mío. Pero solo era un preámbulo de la banderilla de fuego que le puso después. Y Bernal se encabritó: “Dijo también que le parecía que me alabo mucho sobre las batallas en que me hallé, y que otras personas lo habían de decir y no yo; y que, para que tenga más crédito lo que escribo, que diese testigos. A esto se puede responder que el marqués, en una carta que escribió a Su Majestad, le hizo saber que vine a descubrir la Nueva España dos veces antes que él, y luego me vio como muy esforzado soldado en todas las batallas que digo. Y también el virrey Mendoza hizo una relación que se conformaba con todo lo que el marqués escribió, y además hay probanzas muy bastantes que por mi parte fueron presentadas en el Real Consejo de Indias el año cuarenta. ¿Quién puede loar y escribir lo que aconteció, sino los capitanes y soldados que se hallaron en tales guerras juntamente con nosotros? Y por esta causa lo puedo decir, y aun me jacto de ello. ¿Por qué no lo diré? Y aun con letras de oro habría de estar escrito. ¿Quieren que lo digan  las nubes o los pájaros que en aquellos tiempos pasaron por lo alto? Lo que  veo en los escritos de Gómara e Illescas es que solamente alaban a Cortés,  callan nuestras hazañas, con las cuales le ensalzamos a ser marqués y tener la fama y nombradía que tiene”. Le hierve la sangre por esa injusticia, aunque deja claro que la gloria de Cortés era merecida. Insiste Bernal en cuál era el primer objetivo de su libro. Los cronistas solo se acordaban de Cortés, “pero también nos habían de entremeter en sus historias a nuestros esforzados soldados, y no dejarnos a todos en blanco, como quedaríamos si yo no metiera la mano en recitar y dar a cada uno su prez y su honra. Y asimismo está bien que haya memorable memoria de mi persona y de los muchos y  notables servicios que he hecho a Dios y a Su Majestad; y también para que mis hijos y descendientes osen decir con verdad: ‘Estas tierras vino a descubrir mi padre y fue de los primeros en las conquistar’. Y demás desto, para que vean que no me alabo tanto como debo, diré que me hallé en muchas más  batallas que las 53 que tuvo Julio César, por lo que no es demasiado que yo escriba los heroicos hechos del valeroso Cortés, y los míos y los de mis compañeros. Y digo más: que de todos los loores y sublimados hechos que el marqués hizo, y de las siete cabezas de los reyes que tiene por armas y de blasón, y de las letras que puso en la culebrina (llamada el Fénix) que le envió a Su Majestad -‘Esta ave nació sin par; yo, en serviros, sin segundo; y vos, sin igual en el mundo’-, parte me cabe de las siete cabezas y de lo que dice en la culebrina, ‘yo, en serviros, sin segundo’, pues yo le ayudé en todas las conquistas, y a ganar aquella prez y honra y estado, todo lo cual está muy bien empleado en su muy valerosa persona”. Imposible negar que Bernal se limita a pedir lo que le corresponde, sin robarle nada al poco escrupuloso Cortés.

     Foto: Puede parecer que Bernal exagera en sus reclamaciones. Pero, después de recorrer con él la tremebunda historia de la conquista de México, de la que salió vivo de milagro tras sufrir lo indecible, a nadie le puede extrañar que, a pesar de la admiración que siempre le rindió a Cortés, se rebelara contra la exitosa crónica de Francisco López de Gómara, hecha por encargo de Martín Cortés para mayor y exclusiva gloria de su padre. Bernal solo quiere JUSTICIA para él y sus compañeros, y en su libro mostró una extraordinaria ecuanimidad; si alguna vez la pasión le hace perder la serenidad, se debe a que nadie puso las cosas en su sitio, y se vio obligado a hacerlo él, actuando forzosamente como juez y parte.


lunes, 3 de octubre de 2016

(Día 407) BERNAL y otros tres GIGANTES DE INDIAS se encuentran con FELIPE II. El bueno de BERNAL les deja leer el borrador de su crónica a dos sabihondos licenciados.

(159) –La vida pasa veloz, asustado filósofo, y llega el año 1550.
     -Bernal era ya cincuentón, ilustrísimo menés, y, probablemente, sería una especie de leyenda entre los españoles de la conquista, por lo que les representó en la Corte durante una reunión que trataba de las encomiendas de indios. Defendiendo sus propios intereses (y los de sus compañeros), él consideraba de justicia que las concesiones fueran perpetuas y heredables. De hecho, acabaría por suprimirse ese privilegio, pero veamos lo que vivió Bernal durante esos días, que fue un espectáculo memorable por la extraña coincidencia astral ante Felipe II (sustituía a su padre) de 4 insignes e irrepetibles personajes de Indias. En algún momento, tú los conociste a todos.
     -Y bien dices, fiel escudero. Lamentablemente, a Bernal lo vi pasar por la Casa de la Contratación sin darme cuenta de su genialidad. Los otros tres ya brillaban con esplendor cuando yo también lo hacía (la modestia sobra). O sea, el grandísimo Bernal con un trío insuperable: el obispo Pedro de la Gasca, tan hábil y corajudo que acababa de pacificar Perú ejecutando a Gonzalo Pizarro; Bartolomé de las Casas, el superfraile y obispo dominico del que sobra ya cualquier comentario; y (contén las lágrimas, lloroncico) el obispo de Michoacán Vasco de Quiroga, que convirtió aquel territorio en una digna réplica de la Utopía de Tomás Moro. Se reunieron, pues, los cuatro magníficos con los prohombres del Consejo de Indias, presididos por el marqués de Mondéjar: “Y la mayoría de los procuradores y otros caballeros dimos nuestro voto de que se hiciesen perpetuos los repartimientos. Pero hubo votos contrarios, y fueron los del obispo de Chiapas (Bartolomé de las Casas),  el licenciado y obispo Gasca, el marqués de Mondéjar y dos oidores, diciendo que había muchas personas en Perú que tenían tanta renta de indios que merecían ser castigados, y no dárselos ahora perpetuos, y que, además, habría soldados que, como viesen que no había indios para ellos, se volverían a amotinar. Entonces don Vasco de Quiroga, que era de nuestra parte (el que hombre tan humano y heroico defensor de los indios pensara así, es síntoma de que el problema resultaba muy complejo), le dijo al obispo de la Gasca por qué no castigó (en Perú) a los (españoles) bandoleros y traidores. Y respondió el de la Gasca riendo: ‘¿Creerán, señores, que  no hice poco en salir a salvo de entre ellos después de descuartizar a algunos?”. Era un caso de realpolitik. La verdad es que se trataba de un asunto demasiado comprometido, y los del Consejo de Indias no se atrevieron a decidir, esquivándolo con buenas promesas: “Y dijeron que, en viniendo Su Majestad (Carlos V) de Augusta (Augsburgo), se proveería de manera que todos los conquistadores quedarían muy contentos, y así se quedó por hacer”. Vuelto Bernal a Guatemala, los españoles intentaron un nuevo envío de procuradores a la Corte para negociar sus intereses, “y según pareció, no se concertó la ida por falta de pesos de oro. Luego tornaron los de México a enviar procuradores a Castilla, pero nunca se negoció cosa que buena sea, y desta manera andamos de mula coja y de mal en peor, y de un virrey a otro, y de gobernador en gobernador”. En lo que Bernal tenía ya puesta la mayor ilusión era en publicar su ‘maravilla’, aunque los dioses no le permitieron al orgulloso padre llegar a ver tan lindo retoño. Pero sí tuvo que lidiar con algunas  críticas. Bernal va a reaccionar con sencillez, pero sin perder un ápice de seguridad en la importancia de su obra, ni retroceder un paso en cuanto a la verdad de lo que cuenta: “Cuando acabé de sacar en limpio esta mi relación, me rogaron dos licenciados que se la prestase para saber las cosas de la conquista de México y en qué diferían con lo que tienen escrito los cronistas Gómara e Illescas. Y yo les presté un borrador. Parecióme que de varones sabios siempre se pega algo de su ciencia a los idiotas (ignorantes) sin letras como yo; y les dije que no enmendasen cosa ninguna, porque todo lo que yo escribo es verdadero”. Una parte de las opiniones de los ‘no idiotas’ le va a encender a Bernal.

     Foto: Esto va por ti, romántico mancebo. Al sin par Vasco de Quiroga le han colocado ese busto en su pueblo natal, Madrigal de las Altas Torres. Si alguien torpedea su proceso de canonización en marcha, se las verá conmigo, porque no solo fue un culto y sensible humanista, sino también un santo. Le bautizaron en la iglesia de San Nicolás –no es la de la foto-, en la misma pila bautismal que a Isabel la Católica y a varios de tus antepasados; casi puedes presumir de ser del linaje de los Trastámara.


domingo, 2 de octubre de 2016

(Día 406) BERNAL pide a la FAMA que dé a conocer todo el mérito que tuvieron los conquistadores. Se lamenta de que el premio recibido ha sido escaso y de que no protestaron porque se fiaron de CORTÉS y sus capitanes.

(158) –Casi ya en la despedida, secre, Bernal pide reconocimiento.
     -Ponte en su lugar, reverendo: consiguió mucho, sobre todo autoestima, pero no se le cura la herida de que la valoración de sus méritos (y de los demás soldados) había sido cicatera: “Miren las personas sabias y leídas esta relación desde el principio hasta el cabo (el tocho de 900 páginas), y verán que  no ha habido hombres hazañosos que hayan ganado más señoríos que  nosotros, los verdaderos conquistadores, para su rey. Y, entre mis compañeros, aunque los hubo muy esforzados, a mí me tenían en cuenta, y  era el más antiguo de todos”. Me río, querido Sancho, porque ahora Bernal va a necesitar a la Fama para que le ayude en sus planteamientos. Sin duda sabía que Erasmo se escudó en la personificación de la Locura para hablar con mayor libertad, como a mí me pasa contigo.
     -Es un placer, pequeñuelo, y el pecado resulta venial: “La ilustre Fama que suena en el mundo de nuestros notables servicios a Dios y a su Majestad, da grandes voces y dice que sería justicia que tuviéramos buenas rentas y más aventajadas que otras personas que no han servido tanto, y pregunta dónde están nuestros palacios, y qué blasones puestos en ellos de la manera que los tienen en España los caballeros que sirvieron a los reyes en tiempos pasados; pues nuestras hazañas no son menores que las que ellos hicieron, e hasta se pueden contar entre las más nombradas que ha habido en el mundo. Hago, señora (habla con la Fama), saber que, de 550 soldados que pasamos con Cortés desde la isla de Cuba (en 1519), no somos vivos, hasta este año de 1568 en que estoy trasladando esta relación, sino cinco, que todos los demás murieron en las guerras, fueron sacrificados a los ídolos, o murieron de sus muertes; y sus sepulcros fueron los vientres de los indios, y, los demás, sepultados; aquellos fueron sus sepulcros y allí estaban sus blasones. Y a lo que a mí se me figura, con letras de oro habían de estar escritos sus nombres, pues tuvieron aquella crudelísima muerte por servir a Dios y a Su Majestad, e por dar luz a los que estaban en tinieblas, y también por tener las riquezas que todos los hombres comúnmente venimos a buscar (sincero, como siempre)”. Luego le recuerda a la Fama que también acabaron de la misma manera las vidas de los soldados de Narváez, Garay y Vázquez de Ayllón que se unieron a las tropas de Cortés. Y termina exponiendo la necesidad en que se encuentran los cinco conquistadores que siguen vivos. Sin duda Bernal exageraba su estado de escasez, pero tenía razón al reclamar un mayor premio por sus enormes méritos, y le achucha a su poderosa interlocutora: “Os suplico, ilustrísima Fama que, de aquí adelante, alcéis más vuestra virtuosísima voz para que en todo el mundo se vean nuestras proezas y no las oscurezcan ni aniquilen hombres maliciosos con sus envidiosas lenguas, y procuréis que se les dé el premio que merecen a los que ganaron estas tierras. Y la ilustrísima Fama me responde que lo hará de muy buena voluntad y que se asombra de que  no tengamos los mejores repartimientos de indios; que las cosas del valeroso y animoso Cortés han de ser siempre muy estimadas y contadas, pero que no hay memoria de ninguno de nosotros en los cronistas; y que se ha holgado mucho porque todo lo que he escrito en mi relación es verdad, sin lisonjas ni sublimando a un solo capitán para deshacer a muchos capitanes y valerosos soldados, y de que mi historia, si se imprime (entrañable sufridor), oscurecerá las lisonjas que otros escribieron”. Explica por qué se les recompensó muy a la baja: “Como no sabíamos los conquistadores qué cosa era demandar justicia, ni a quién pedirle el premio de nuestros servicios, sino solamente al mismo Cortés, que tanto mandaba, nos quedamos en blanco con lo poco que nos dieron”. Se les abrieron los ojos cuando Cortés consiguió extraordinarias dádivas del rey solamente para algunos de sus capitanes: “Y, desque entendimos que no habría mercedes sin presentarnos ante Su Majestad, enviamos a suplicarle que nos diese lo que vacase a perpetuidad”. Un claro y justo reproche al Cortés que tanto admira.

     Foto.- Sufrida y olvidada tropa: “Los indios comieron sus piernas, muslos, brazos, pies e manos, y sus vientres los echaban a los tigres e sierpes que tenían en casas fuertes, y aquellos fueron los sepulcros y allí estaban los blasones de estos esforzados conquistadores”.


sábado, 1 de octubre de 2016

(Día 405) BERNAL sigue recopilando: contó lo malo de los indios y ahora alaba sus virtudes. Acto seguido, explica el buen funcionamiento social establecido en México. Recalca, con razón, que este orden y su prosperidad eran superiores a lo que hubo después en el convulso Perú. Menciona también la importancia de la devoción a la Virgen de Guadalupe.

(157) –Con qué rapidez, nocturno soñador, fue cambiando México.
     -Además, ungido abad, Bernal habla con admiración (cuando ya estaba terminando su glorioso libro) de las habilidades del pueblo azteca: “Los indios han aprendido muy bien todos los oficios que hay en Castilla, tienen sus tiendas y ganan de comer con ello; los plateros son muy extremados oficiales. Hay muchos talladores y pintores que hacen muy buenos trabajos con figuras de la santa pasión de Nuestro Señor; los de tres indios maestros de ese oficio, que se llaman Andrés de Aquino, Juan de la Cruz y el Crespillo, hasta son mejores que las obras de los más nombrados de nuestros tiempos. Muchos hijos de principales saben leer, escribir y componer libros de canto llano (gregoriano). Hay oficiales  de tejer según se hace en Cuenca y Segovia. Otros son sombrereros y jaboneros. Solo hay dos oficios que no han podido aprender, hacer vidrio y ser boticarios; mas yo los tengo por tan ingeniosos que pienso que lo harán muy bien, porque algunos dellos son cirujanos y herbolarios. Son labradores desde antes que viniésemos a la Nueva España, y agora crían ganado de todas suertes, y han plantado sus tierras de todos los árboles y frutas que hemos traído de España, y venden el fruto. Cada año eligen sus alcaldes, regidores, escribanos, alguaciles y fiscales, y tienen sus casas de cabildo donde se juntan dos días por semana; sentencian y mandan pagar las deudas, y, por algunos delitos, azotan y castigan, y si es por muerte o cosas atroces, remítenlo a los gobernadores; y hacen justicia con tanto primor como nosotros, y desean saber mucho de las leyes del reino. La mayoría de los caciques tienen caballos y son ricos, y les acompañan sus indios e pajes. Algunos tienen hatos de yeguas y mulas, siendo muchos arrieros como se usa en Castilla. Por  no gastar más palabras, diré que todos los oficios hacen muy perfectamente”. Prosiga el abad.
     -Es de suponer, exquisito juglar, que Bernal no miente, pero oculta lo negativo de la vida de los indios. Continúa hablando de los grandes beneficios que los soldados consiguieron para España, y para sí mismos, con “sus ilustres e santas hazañas y conquistas. El oro, plata y otras riquezas que han ido de acá a Castilla para nuestro rey supera todo lo que se ha oído en las escrituras antiguas. Y antepongo la  Nueva España a Perú porque, en las cosas allá acaecidas, siempre los capitanes y gobernadores han tenido guerras civiles, sin el acato obligado a nuestro rey, y en gran disminución de los naturales”. Y luego hace una comparación justa. Aunque sea juez y parte, se entiende que disfrute contrastando lo que pasó en México con  los dramas de Perú. “En esta Nueva España tendremos para siempre jamás el pecho por tierra y pondremos nuestras vidas y haciendas al servicio de Su Majestad (oportuna manifestación ante la fracasada rebeldía del hijo de Cortés, Martín). Miren los curiosos lectores cuántas ciudades y villas están pobladas aquí por españoles, y los diez obispos que hay, más el arzobispado de México, y tres Audiencias Reales. E  miren  las catedrales y los monasterios de fanciscos, dominicos, mercedarios y agustinos, y los hospitales. Y la Santa iglesia de Nuestra Señora de Guadalupe, que está en Tepeyac, donde solía estar asentado el real de Gonzalo de Sandoval (y su amigo Bernal junto a él) cuando ganamos México, y miren los milagros que hace cada día, y démosles muchas gracias a Dios y a su bendita madre Nuestra Señora, que nos dieron gracia e ayuda para que ganásemos estas tierras donde hay tanta cristiandad. Y tengan en cuenta que hay Colegio Universal (universidad) donde se estudia gramática, teología, retórica, filosofía y otras artes. Y hay moldes y maestros de imprimir libros en latín y en romance, e se gradúan licenciados e doctores”. Dejando de lado un juicio moral sobre las causas y los medios utilizados, el balance histórico es transparente: los indios pagaron un altísimo precio, pero la riqueza cultural que recibieron fue enorme.

     Foto: La lámina es muy sugerente. Estamos viendo el santuario de Nuestra Señora de Guadalupe, situado en el antiguo poblado azteca de Tepeyac. Se entiende bien por qué Cortés le dio a Sandoval la orden de instalar ahí su campamento para asediar Tenochtitlán durante su conquista definitiva. Cuando se pintó el grabado, todavía se podía entrar desde ese lugar directamente a las aguas de la laguna.