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–Vete colocando el equipaje, terrícola: nos vamos a Quántix.
-Merecerá la pena, sabio ectoplasma:
volveré de allá renovado y libre de estupideces. Pero hemos de llegar hasta el
fin con Bernal, y seguro que en el Reino de la Risa le hace gracia la
virulencia con que reaccionó a una crítica de su libro. Primeramente, uno de
los dos ‘sabios’ le echó una flor: “Después de haber leído mi relación, uno de
los licenciados, que era muy retórico y presuntuoso, alabó la gran memoria que
tuve para no se me olvidar cosa ninguna de todo lo que pasamos desque vinimos a
la Nueva España el año diecisiete hasta el sesenta y ocho (cuando lo escribió). En cuanto a la retórica, dijo que va según
nuestro común hablar de Castilla la Vieja, y que en estos tiempos se tiene por
más agradable, porque no van razones hermoseadas, como se ha solido poner, sino
todo a las buenas llanas, y que debajo desta verdad se encierra todo bien
hablar”. Ya ves, reverendo, que el comienzo fue muy halagüeño.
-Ciertamente, entrañable biógrafo mío.
Pero solo era un preámbulo de la banderilla de fuego que le puso después. Y Bernal
se encabritó: “Dijo también que le parecía que me alabo mucho sobre las
batallas en que me hallé, y que otras personas lo habían de decir y no yo; y
que, para que tenga más crédito lo que escribo, que diese testigos. A esto se
puede responder que el marqués, en una carta que escribió a Su Majestad, le
hizo saber que vine a descubrir la Nueva España dos veces antes que él, y luego
me vio como muy esforzado soldado en todas las batallas que digo. Y también el
virrey Mendoza hizo una relación que se conformaba con todo lo que el marqués
escribió, y además hay probanzas muy bastantes que por mi parte fueron
presentadas en el Real Consejo de Indias el año cuarenta. ¿Quién puede loar y
escribir lo que aconteció, sino los capitanes y soldados que se hallaron en
tales guerras juntamente con nosotros? Y por esta causa lo puedo decir, y aun
me jacto de ello. ¿Por qué no lo diré? Y aun con letras de oro habría de estar
escrito. ¿Quieren que lo digan las nubes
o los pájaros que en aquellos tiempos pasaron por lo alto? Lo que veo en los escritos de Gómara e Illescas es
que solamente alaban a Cortés, callan
nuestras hazañas, con las cuales le ensalzamos a ser marqués y tener la fama y
nombradía que tiene”. Le hierve la sangre por esa injusticia, aunque deja claro
que la gloria de Cortés era merecida. Insiste Bernal en cuál era el primer
objetivo de su libro. Los cronistas solo se acordaban de Cortés, “pero también
nos habían de entremeter en sus historias a nuestros esforzados soldados, y no
dejarnos a todos en blanco, como quedaríamos si yo no metiera la mano en
recitar y dar a cada uno su prez y su honra. Y asimismo está bien que haya
memorable memoria de mi persona y de los muchos y notables servicios que he hecho a Dios y a Su
Majestad; y también para que mis hijos y descendientes osen decir con verdad:
‘Estas tierras vino a descubrir mi padre y fue de los primeros en las
conquistar’. Y demás desto, para que vean que no me alabo tanto como debo, diré
que me hallé en muchas más batallas que
las 53 que tuvo Julio César, por lo que no es demasiado que yo escriba los
heroicos hechos del valeroso Cortés, y los míos y los de mis compañeros. Y digo
más: que de todos los loores y sublimados hechos que el marqués hizo, y de las
siete cabezas de los reyes que tiene por armas y de blasón, y de las letras que
puso en la culebrina (llamada el Fénix)
que le envió a Su Majestad -‘Esta ave nació sin par; yo, en serviros, sin
segundo; y vos, sin igual en el mundo’-, parte me cabe de las siete cabezas y
de lo que dice en la culebrina, ‘yo, en serviros, sin segundo’, pues yo le
ayudé en todas las conquistas, y a ganar aquella prez y honra y estado, todo lo
cual está muy bien empleado en su muy valerosa persona”. Imposible negar que
Bernal se limita a pedir lo que le corresponde, sin robarle nada al poco
escrupuloso Cortés.
Foto:
Puede parecer que Bernal exagera en sus reclamaciones. Pero, después de
recorrer con él la tremebunda historia de la conquista de México, de la que salió
vivo de milagro tras sufrir lo indecible, a nadie le puede extrañar que, a
pesar de la admiración que siempre le rindió a Cortés, se rebelara contra la
exitosa crónica de Francisco López de Gómara, hecha por encargo de Martín
Cortés para mayor y exclusiva gloria de su padre. Bernal solo quiere JUSTICIA
para él y sus compañeros, y en su libro mostró una extraordinaria ecuanimidad;
si alguna vez la pasión le hace perder la serenidad, se debe a que nadie puso
las cosas en su sitio, y se vio obligado a hacerlo él, actuando forzosamente
como juez y parte.
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