sábado, 31 de julio de 2021

(1482) Cabeza de Vaca continuó su marcha procurando siempre tratar muy bien a los indios. En enero de 1541, yendo por el río Iguazú, descubrieron sus cataratas, que les causaron asombro, pero quizá no tanto como merecían.

 

     (1072) El recorrido que va a hacer Cabeza de Vaca con la parte de su tropa que irá por tierra desde la isla de Santa Catalina hasta Asunción, será, como se ve en la imagen, de unos 1.200 km: "El 29 de noviembre de 1541 partió el gobernador y su gente del lugar de Tocanguanzu, y, tras caminar dos jornadas, el día primero de diciembre llegó a un río que los indios llaman Iguazú, que quiere decir agua grande (y con el que volverán a encontrarse en otro tramo)". Durante el largo viaje se van a repetir una serie de circunstancias. Encontraron muchos poblados por el camino, y en todos ellos fueron bien recibidos por los indios guaraníes porque se había extendido la fama del buen trato que el gobernador les daba siempre, y de lo generoso que era con sus regalos. De vez en cuando, la situación empeoraba por la falta de alimentos y por las dificultades de los caminos. En ocasiones, también se veían obligados a hacer puentes para pasar los caudalosos ríos. Si bien nunca tuvieron ataques de estos nativos, sí recibieron un aviso de que, más adelante, había otros muy peligrosos: "Estando cerca de otro lugar, cuyo cacique se llamaba Tapapirazu, llegó un indio natural de la costa del Brasil, que se llamaba Miguel, recién convertido, el cual venía de la ciudad de Asunción, donde residían los españoles que iban a socorrer, y se dirigía hacia su tierra natal. El gobernador se alegró mucho, ya que por él fue bien informado del muy gran peligro en que estaban los españoles a causa de la muerte de Juan de Ayolas, y de otros capitanes y soldados que los indios habían matado. Luego el propio indio quiso volverse en compañía del gobernador a la ciudad de Asunción, para enseñar a los españoles el camino por donde habían de ir. Teniendo esta ayuda,  el gobernador mandó regresar a los indios que salieron de la isla de Santa Catalina en su compañía, los cuales, por los buenos tratamientos que les hizo y por las muchas dádivas que les dio, se volvieron muy contentos".

     Según la crónica, el gobernador Cabeza de Vaca, no solo hacía generosos regalos a los indios, sino que procuraba también que ninguno de sus hombres los maltratara. Todo el texto parece adornar su figura ante el emperador, a quien iba dirigido, pero tampoco se puede olvidar que Álvar Núñez Cabeza de Vaca quedó muy marcado por la veneración que le tuvieron los indios norteamericanos durante su largo y azaroso viaje, y es lógico pensar que llegara a sentir un gran afecto por el mundo indígena: "Era cosa muy de ver cuán temidos eran los caballos por todos los indios de aquellas tierras y provincia, hasta el punto de que les sacaban al camino mucha comida diciendo que lo hacían para que no se enojasen. Con el fin de que los indios no abandonasen sus pueblos, mandó el gobernador asentar su ejército muy apartado de ellos, para que los cristianos no les hiciesen molestias ni agravios. Viendo los indios que el gobernador castigaba a quien en algo los enojaba, venían todos tan seguros con sus mujeres e hijos, que era cosa admirable. Hasta de muy lejos venían cargados con provisiones solo por ver a los cristianos y los caballos, como gente que nunca había pasado por sus tierras".

 

     (Imagen) Los españoles eran bien recibidos por los indios, pero no faltaron algunos poco fiables. Sin embargo, también se produjo un bello e impresionante descubrimiento, aunque no parece que los conquistadores le dieran demasiada importancia: "El último día del mes de enero (año 1542), yendo caminando, llegaron a un río que se llama Iguazú (era la segunda vez que lo encontraban), y los indios les dijeron que desembocaba en el río del Paraná (que asimismo se llama el río de la Plata), y que, entre este río del Paraná y el río de Iguazú mataron los indios a los portugueses que Martín Alfonso de Sosa envió a descubrir aquella tierra. Algunos de estos indios que mataron a los portugueses, le avisaron al gobernador que los indios del río Piqueri eran mala gente, y que les estaban aguardando para matarlos en el paso del río.  Por esta causa decidió el gobernador ir con parte de su gente en canoas por el río Iguazú hasta llegar al río Paraná, y que fuese el resto de la gente por tierra, y se pusiesen a la otra parte del río para atemorizar a los indios y poder pasar en las canoas toda la gente. El gobernador se embarcó con unos ochenta hombres en algunas canoas que compró a los indios, y así partieron por el río Iguazú abajo. Pero era la corriente del Iguazú tan grande, que iban las canoas por él con mucha furia, y esto se debía a que, muy cerca de donde se embarcaron, el río da un salto abajo por unas peñas muy altas (eran las impresionantes cataratas de Iguazú), dando el agua tan grande golpe en la tierra, que de muy lejos se oye. Por manera que fue necesario sacar las canoas y llevarlas por tierra a fuerza de brazos más de media legua". Salvado el obstáculo, siguieron navegando hasta el río Paraná, donde ya estaban los que habían ido por tierra: "Pero en la ribera del río había un gran número de indios guaraníes, todos emplumados y pintados de muchas maneras y colores, con sus arcos y flechas. Al llegar los españoles, pusieron mucho temor a los indios, pero el gobernador, por medio de intérpretes, comenzó a hablarles y a derramar entre los principales de ellos muchos regalos, y, como era gente muy codiciosa y amiga de novedades, se fueron sosegando y acercándose a los españoles, y muchos de los indios les ayudaron a pasar a la otra parte del río". La imagen muestra la placa (de difícil lectura) colocada en las cataratas de Iguazú por la Administración General de Parques Nacionales y Turismo de Argentina en honor a su descubridor, ÁLVAR NÚÑEZ CABEZA DE VACA (contiene un error: no ocurrió el año 1541, sino a a principios de febrero de 1542).




viernes, 30 de julio de 2021

(1481) Dos frailes empezaron a ser molestos para Cabeza de Vaca, quien topó con los indios guaraníes. Tuvieron gran importancia en el río Paraguay Pedro de Estopiñán y Juan de Salazar.

 

     (1071) Tras más de cuatros meses de inspección, volvió Pedro Dorantes a la isla Santa Catalina para comunicarle al gobernador Vaca de Castro su opinión sobre el camino más acertado para ir adonde estaban asentados los españoles: "Sabido esto por el gobernador, determinó seguir el consejo de Dorantes, y hacer la entrada siguiendo el río Itabucu, tanto para descubrir tierras que no eran conocidas, como por socorrer más rápidamente a la gente española que estaba en aquella provincia. Los frailes fray Bernardo de Armenia y Alonso Lebrón, habiéndoles dicho el gobernador que se quedasen en la isla de Santa Catalina a enseñar y adoctrinar a los indios, no lo quisieron hacer, poniendo por excusa que se querían ir en compañía del gobernador, para residir en la ciudad de la Asunción, donde estaban los españoles que iba a socorrer. Y así, el 18 de octubre del dicho año 1541, el gobernador mandó embarcar a la gente con los 26 caballos y yeguas que seguían vivos, para pasar al río de Itabucu, del cual tomó posesión después en nombre de Su Majestad, como nuevamente descubierto. Dejó en la isla de Santa Catalina 140 personas para que fuesen por la mar al río de la Plata, donde estaba el puerto de Buenos Aires, yendo bajo el mando del capitán Pedro de Estopiñán Cabeza de Vaca, quien quedó allí por capitán de la dicha gente. Antes de partir, el gobernador les dio a los indios del lugar muchas cosas para que quedasen contentos, por lo que cierta cantidad de ellos se ofrecieron a ir en su compañía para enseñar el camino y para otras cosas necesarias, siendo después muy provechosa su ayuda".

     Se pusieron en marcha el día 2 de noviembre: "El gobernador comenzó a caminar con 250 arcabuceros y ballesteros, muy diestros en las armas, y 26 de a caballo, más los dos frailes franciscanos y los indios de la isla. Pasaron grandes trabajos atravesando durante 19 días grandes montañas y abriendo caminos por donde la gente y caballos pudiesen pasar, porque todo era tierra despoblada. Después, cuando ya se les habían acabado las provisiones, plugo a Dios que descubrieran las primeras poblaciones. El señor principal de la primera tenía por nombre Añiriri, el de la segunda, Cipoyay, y, el de la tercera, Tocanguanzu. Al saber los indios de estos pueblos que llegaban el gobernador y su gente, salieron a recibir cargados con muchas provisiones, y muy alegres por su venida. El gobernador los recibió también con gran placer y amor, y, además de pagarles el precio que valían sus regalos, a los indios principales de los pueblos les hizo merced de muchas camisas y otros rescates, de lo que se sintieron satisfechos. Estos indios, llamados guaraníes, son labradores, ocupan una gran extensión de terreno, y todos tienen la misma lengua. Comen carne humana, así de indios enemigos suyos, con quien tienen guerra, como de cristianos, y aun ellos mismos se comen unos a otros. Es gente muy amiga de guerras y muy vengativa, de los cuales pueblos, en nombre de Su Majestad, el gobernador tomó la posesión, como tierra nuevamente descubierta, y le puso por nombre la provincia de Vera, como aparece escrito ante Juan de Araoz, escribano de Su Majestad".

 

     (Imagen) Hemos visto que el gobernador Àlvar Núñez Cabeza de Vaca le encargó a PEDRO DE ESTOPIÑÁN CABEZA DE VACA que, desde la isla de Santa Catalina, fuera por mar con soldados hacia Buenos Aires. El gobernador le tenía mucha confianza por su valía y por ser primo suyo, ya que era hijo del conquistador de Melilla,  Pedro de Estopiñán y Virués, y de su mujer, Beatriz Cabeza de Vaca, tía de Álvar Núñez. Pedro de Estopiñán Cabeza de Vaca nació hacia el año 1500 en Jerez de la Frontera (Cádiz), y, aunque veremos en la crónica que estamos siguiendo que va a tener un protagonismo importante en esta historia, será oportuno adelantar algunas explicaciones. El gran atractivo de la gobernación del Río de la Plata estaba en la búsqueda de una sierra que contendría enormes cantidades de plata. El primero que habló de tal asunto fue Alejo García, un extraordinario aventurero (del que hablé hace mucho tiempo), quien, en 1524, tuvo la osadía de aliarse amistosamente con los peligrosos indios guaraníes y penetrar con ellos por el interior de Paraguay hasta casi llegar a Perú. Posteriormente, en 1528, el mercenario navegante veneciano Sebastián Caboto, que había servido a Enrique VIII de Inglaterra, iba, al mando de una expedición que le confió el emperador Carlos V, con dirección a las Molucas, y, al conocer los datos aportados por Alejo García, cambió el rumbo en busca de la legendaria plata, convirtiéndose en el primer europeo que exploró parte de los ríos Paraná y Paraguay, pero tampoco encontró el supuesto gran tesoro. Ya hemos visto que el siguiente interesado en el asunto fue el malogrado Pedro de Mendoza, quien, el año 1536, fue el primero que ostentó el título de gobernador del Río de la Plata, donde logró establecer algunos asentamientos, entre ellos el que se convertiría después en la ciudad de Buenos Aires. Un capitán suyo, JUAN SALAZAR DE ESPINOSA (al parecer, natural de Espinosa de los  Monteros-Burgos, aunque algunos presuman, con busto incluido, de que nació en la próxima Medina de Pomar),  fundó en 1537 lo que luego sería la ciudad de Asunción, la cual se convirtió en la más importante de la gobernación al quedar abandonada la vieja Buenos Aires. No obstante, se suele considerar que el verdadero descubridor del Paraguay fue PEDRO DE ESTOPIÑÁN CABEZA DE VACA, porque en 1542 remontó por primera vez las aguas de los ríos Paraná y Paraguay hasta llegar a Asunción.




jueves, 29 de julio de 2021

(1480) Cabeza de Vaca tuvo noticias de los graves problemas que había en Buenos Aires. Contra el deseo de FELIPE DE CÁCERES, futuro enemigo, decidió seguir hacia Asunción en dos grupos, por mar, vía Buenos Aires, y, por tierra, directamente.

 

     (1070) La información de los nueve españoles huidos de Buenos Aires continuó siendo demoledora: "Dijeron que en  la ribera del río Paraguay, a 120 leguas más abajo del puerto de La Candelaria, había asentado un pueblo que se llama la ciudad de la Asunción (el texto dice  'Ascensión', pero tiene que estar equivocado), en amistad con los indios, donde residía la mayor parte de la gente española que en la provincia estaba; y que en el pueblo y puerto de Buenos Aires, que está en el río Paraná, había hasta sesenta cristianos". Cuando lo contaban, ya era gobernador Domingo de Irala, y lo hacían responsable de la muerte de Juan Ayolas  y de los que le acompañaban. Luego explicaron cómo había sido el comportamiento de Irala cuando abandonó el puerto donde tenía que haber esperado a Ayolas: "Había subido por el Paraguay con los  bergantines bergantines, diciendo que iba a buscar y dar socorro a Juan de Ayolas, y entró por tierra muy trabajosa de aguas y ciénagas, por lo que no pudo entrar tierra adentro, y se volvió tras tomar presos a seis indios payaguos, que fueron de los que mataron a Juan de Ayolas y a los cristianos, por los cuales se informó de la muerte de Juan de Ayolas y sus hombres. Entonces Domingo de Irala se retiró de aquel intento de conquista, en el cual se le murieron sesenta cristianos de enfermedad y malos tratamientos (se supone que por parte de Irala y sus capitanes). Además, los oficiales de Su Majestad que residían en la gobernación habían hecho y hacían muy grandes agravios a los españoles pobladores y conquistadores, y a los indios vasallos de Su Majestad, y por esta causa, y porque asimismo los capitanes los maltrataban, ellos habían hurtado un batel en el puerto de Buenos Aires, y se habían venido huyendo, con intención de dar aviso a Su Majestad de todo lo que pasaba en aquellas tierras". Luego se añade en el texto: "A estos nueve cristianos, porque venían desnudos, el gobernador los vistió y recogió, para volverlos consigo a la provincia, por ser hombres provechosos y buenos marineros, y porque entre ellos había un piloto para la navegación del río".

     No podemos perder de vista que este relato iba dirigido a Carlos V, y, probablemente, se trataba de una defensa del propio Álvar Núñez Cabeza de Vaca contra las acusaciones que vertieron contra él Domingo de Irala y sus fieles cuando lo destituyeron y lo enviaron preso a España para que fuera juzgado. Después de oír el relato de los nueve españoles, el gobernador Cabeza de Vaca, con el deseo de ayudar cuanto antes a los compatriotas que estaban en Buenos Aires y en Asunción, decidió dividir su tropa en dos partes: "Le pareció que debía buscar camino por tierra para ir a los dos lugares, y que por la mar podrían ir los navíos al puerto de Buenos Aires. Y así,  contra la opinión del contador Felipe de Cáceres y del piloto Antonio López, que querían que fuera con toda la armada al puerto de Buenos Aires, envió al factor Pedro Dorantes (nacido  en Béjar- Salamanca en 1506; no confundir con Andrés Dorantes) a descubrir un camino por el que se pudiese avanzar por una zona en la que los indios mataron a mucha gente del rey de Portugal. Cumpliendo la orden del gobernador, Pedro Dorantes partió con algunos españoles, y con indios que le sirvieran como guías".

 

 

 

     (Imagen) Acabamos de ver que el contador FELIPE DE CÁCERES (nacido en Madrid a principios del siglo XVI) no convenció a Cabeza de Vaca para que se presentara en Buenos Aires con todo su ejército completo, ya que, como gobernador con plenos poderes, decidió enviar parte de él hacia otra ruta. Se diría que fue un desencuentro premonitorio, porque Cáceres, hombre retorcido, aunque valioso militar, le creará luego muchos problemas. Se da la circunstancia de que Cáceres ya había trotado mucho por la gobernación del Río de la Plata, puesto que llegó a aquellas tierras con el desafortunado gobernador Pedro de Mendoza el año 1536, con quien, entre otras aventuras, estuvo presente en la fundación de Buenos Aires. Se sabe que, después de morir Mendoza, volvió Cáceres a España en 1539, probablemente con el grupo de españoles que hemos visto pedirle a Carlos V que solucionara los muchos problemas que había en Río de la Plata. Ese mismo año, la reina Isabel, esposa del emperador, nombró a Felipe de Cáceres contador público de la gobernación del Río de la Plata, en sustitución de Juan de Cáceres, quizá pariente suyo (la imagen muestra el documento de la concesión). Y fue así como, un año después, partió con la armada de Cabeza de Vaca, a quien, como veremos, le hizo más tarde la vida imposible en su gobernación, aliado con Domingo Martínez de Irala y otros capitanes. Desbancado Cabeza de Vaca, la trayectoria de Felipe de Cáceres siguió siendo turbulenta. El gran orduñés Juan Ortiz de Zárate, de quien tantos méritos mostré hace tiempo, vino a España para que se le confirmara como gobernador oficial de Río de la Plata, y dejó allí como sustituto a Felipe de Cáceres, quien luego se vio  implicado en continuas conspiraciones, llegando al extremo de intentar envenenar al obispo Pedro Fernández de la Torre, quien también tenía intereses políticos. Pero el clérigo fue tan hábil y resolutivo, que consiguió detenerlo, excomulgarlo y embarcarlo para que fuera juzgado en España. El obispo, queriendo vigilarlo, emprendió también el viaje, pero murió durante la travesía, lo cual se presta a cualquier conjetura, porque el preso FELIPE DE CÁCERES, en cuanto el barco llegó al puerto español de Sanlúcar, se fugó. Era el año 1572, y se cree que vivió como prófugo hasta el año 1585.




miércoles, 28 de julio de 2021

(1479) Por unos españoles que venían huyendo de Buenos Aires, Cabeza de Vaca sabrá que en aquella población había muchos problemas, y tendrá noticias de un futuro enemigo suyo: el vasco DOMINGO DE IRALA.

 

     (1069) Álvar Núñez Cabeza de Vaca también tomó posesión de la isla Santa Catalina y del puerto de La Cananea  en  nombre de Carlos V (lo que no acabo de entender, a no ser que España y Portugal tuvieran algún conflicto de límites). Luego el texto nos lo muestra muy humano con los nativos: "En todo el tiempo que el gobernador estuvo en la isla de Santa Catalina, a los indios naturales de ella y de otras partes de la costa del Brasil (vasallos de Su Majestad) les hizo muy buenos tratamientos (quizá le quedara, de su odisea por la Florida, un sincero afecto por los indios en general). Por estos indios supo que a catorce leguas, en un lugar que llaman Biaza, estaban dos frailes franciscanos, fray Bernardo de Armenta, natural de Córdoba, y fray Alonso Lebrón, natural de la Gran Canaria.  Pocos días después estos frailes vinieron donde el gobernador muy atemorizados de los indios de la tierra, que los querían matar porque habían sido quemadas ciertas casas de indios, y ya por ello habían matado a dos cristianos que en aquella tierra vivían. Y, bien informado el gobernador del caso, procuró calmar a los indios, y puso paz entre ellos y los frailes a los que encargó que se ocupasen de adoctrinar a los indios de aquellas tierras".

     Pero seguirán las malas noticias: "Prosiguiendo el gobernador con el socorro a los españoles, el mes de mayo de 1541 envió una carabela con Felipe de Cáceres, contador de Vuestra Majestad (no olvidemos que el texto estaba dirigido a Carlos V), para que entrase por el río que llaman de la Plata a visitar el pueblo que don Pedro de Mendoza allí fundó, que se llama Buenos Aires (cuya existencia era todavía muy precaria), pero, por ser el tiempo contrario para la navegación, no pudo entrar en el río, y se volvió a la isla de Santa Catalina. Allí vinieron después nueve españoles huyendo de Buenos Aires en un batel, por los malos tratamientos que les hacían los capitanes que residían en aquella provincia. Le dijeron al gobernador que Buenos Aires estaba poblado de gente y con provisiones, y que Juan de Ayolas, a quien don Pedro de Mendoza le había enviado a conquistar por aquella provincia, cuando ya regresaba y al ir a recoger a ciertos bergantines que había dejado en el puerto al que llamó La Candelaria, que está en el río del Paraguay, un grupo de los indios que viven en el dicho río, que se llaman payaguos, le mataron a él, a todos los cristianos y a muchos indios chameses que traía de tierra adentro con las cargas".

     El texto da una explicación de esa tragedia, y se diría que ya está anunciando enemistades futuras entre el gobernador Cabeza de Vaca y algunos que tenían importantes puestos de mando en la zona de Río de la Plata. Los nueve españoles que llegaron huyendo de Buenos Aires siguieron dándole más información al gobernador: "Juan de Ayolas había mandado y ordenado que guardase los bergantines en el puerto de La Candelaria, hasta que él volviera, a un tal Domingo (Martínez) de Irala, vizcaíno, a quien dejó por capitán en ellos, el cual, antes de haber vuelto el dicho Juan de Ayolas, se había retirado dejando desamparado el puerto de La Candelaria, de manera que, al no hallarlos Juan de Ayolas para refugiarse en él, los indios los habían matado a a todos por culpa del dicho Domingo de Irala".

 

     (Imagen) A pesar de que en la crónica del gobernador de Río de la Plata, Álvar Núñez Cabeza de Vaca, se dice que Juan de Ayolas, siendo gobernador interino de Río de la Plata (desde el fallecimiento de Pedro de Mendoza), murió por no haberle esperado DOMINGO MARTÍNEZ DE IRALA con unos bergantines, el hecho cierto es que este sustituyó en el puesto al difunto. Veamos algunos retazos de su biografía  hasta ese momento, porque lo que sigue se tratará ampliamente a lo largo de la crónica, pero avisando por adelantado que Irala, aunque va a aceptar a Cabeza de Vaca como gobernador de Río de la Plata, se convertirá luego en su feroz enemigo. DOMINGO DE IRALA nació el año 1506 en Vergara (Guipúzcoa). Su familia estaba  en muy buena posición, siendo su padre el escribano público Martín Pérez de Irala, quien constituyó un mayorazgo de sus bienes a favor de Domingo, a pesar de ser su segundo hijo. Aunque fue todo un detalle que parece indicar la estima de su padre, pudo más el espíritu aventurero y el ansia de gloria y riqueza de Domingo, pues renunció luego al mayorazgo y abandonó sus estudios de escribano para alistarse en la poderosa armada que, el año 1535, partió hacia las Indias bajo el mando de Pedro de Mendoza, nombrado gobernador de Río de la Plata (cuya triste muerte acabamos de ver). Mendoza llevaba como mayordomo a Juan de Ayolas, y este, a su vez, tenía gran confianza en Domingo de Irala, lo cual promocionó rápidamente a ambos, que lograron, a la muerte de Mendoza, el mando absoluto de la manera que he señalado en el inicio de este texto. Como vimos anteriormente, al llegar a su destino, Pedro de Mendoza fundó precariamente el puerto de Buenos Aires. La estancia en el lugar fue desastrosa, ya que había escasez de alimentos y se producían constantes ataques de indios especialmente belicosos, por lo que Pedro de Mendoza tuvo que pensar en alguna solución. Envió a un grupo de soldados bajo el mando de Juan de Ayolas en busca de un lugar mejor y, con suerte, de las extraordinarias (y fantasiosas) minas de plata de las que tanto se hablaba. Ayolas fundó el fuerte de Corpus Christi, y, a su vez, Mendoza el de Nuestra Señora de la Esperanza, pero ninguno le quedó, ya que enfermó, partió para España y murió durante el viaje. Y este es el momento en el que va a llegar Cabeza de Vaca a hacerse cargo de todo aquel tinglado, con un rival prematuro: DOMINGO MARTÍNEZ DE IRALA.




martes, 27 de julio de 2021

(1478) Partió la flota de Cabeza de Vaca (gobernador de Río de la Plata) hacia las Indias, y ya se vieron envueltos en peligros navegando, pero llegaron a la costa de Brasil.

 

     (1068) La crónica en la que colaboró el escribano de Álvar Núñez Cabeza de Vaca empieza explicándonos lo que pactó con Carlos V para recibir el cargo de gobernador del Río de la Plata: " El dicho Cabeza de Vaca aceptó ir a socorrer a los españoles de aquella gobernación. Dijo que gastaría en la expedición, en caballos, armas, provisiones y otras cosas, ocho mil ducados (lo cual resulta llamativo, ya que 4 años antes volvió arruinado de la Florida). Por esta capitulación que con Su Majestad aceptó, le hizo merced de la gobernación y de la capitanía general de aquella tierra y provincia, con título de adelantado de ella (el 'adelantado' tenía la exclusiva de conquista donde lo era). Asimismo le hizo merced de la doceava parte de todo lo que en aquellas tierras se obtuviese. Y, así, él partió enseguida a Sevilla, para preparar su armada. Mercó dos naos y una carabela para juntarlas con otra que le esperaba en Canarias, proveyéndolas de muchas provisiones, de pilotos y marineros, y de cuatrocientos soldados bien aderezados".

     Los preparativos le ocuparon cinco meses. Iniciado el viaje, tuvieron que detenerse en Cádiz un mes  por el mal tiempo, tras lo cual, en nueve días llegaron a la isla de La Palma, donde nuevamente se detuvieron, esa vez veinticinco días, hasta que se tranquilizó el mar. Poco después, Cabeza de Vaca, que tantos naufragios sufrió en la Florida, se llevó un susto en su nave capitana: "Embarcó para Cabo Verde y, durante el camino, empezó a entrar agua en la nao capitana, y en tanta cantidad, que subió dentro del navío doce palmos, por lo cual se mojaron y perdieron más de quinientos quintales de bizcocho, mucho aceite y otras provisiones. Siguieron en la nave dando siempre a la bomba de día y de noche, hasta que llegaron a la isla de Santiago, que es una de las de Cabo Verde. Allí desembarcaron y sacaron los caballos a tierra, porque había que descargar la nao para remediar el agua que entraba, y luego el maestre de ella la estancó, porque era el mejor buzo que había en España. Esta isla es muy enferma en verano. Tanto, que la mayor parte de los que allí desembarcan se mueren en pocos días. Sin embargo la armada estuvo allí veinticinco días sin que muriese ningún hombre, de lo cual se asombraron los de la tierra.  Los vecinos de aquella isla les hicieron muy buen acogimiento, y es muy rica, porque les dan muchos doblones los que van a mercar negros para las Indias". De lo que se deduce que la isla Santiago era uno de los mercados principales de los negros que los portugueses apresaban en África, y que muchos de esos esclavos iban a parar a las Indias.

     Luego Pedro Hernández, el escribano de Cabeza de Vaca, pasa a utilizar la primera persona del plural, el 'nosotros', que solo tiene sentido si iba también en la expedición. ¿Hasta qué punto fue el autor de la crónica? Los dos tuvieron que ser coautores, pero, sin duda, imponiendo Cabeza de Vaca su criterio en el texto definitivo: "Remediado el problema del agua de la nao capitana, nos embarcamos para seguir nuestro viaje, y, yendo navegando, quiso saber el maestre cuánta agua llevaba la nao capitana, y resultó que, de cien botas que metió, no halló más de tres, y habían de beber de ellas cuatrocientos hombres y treinta caballos. Vista la necesidad tan grande, el gobernador mandó que tomase tierra, y, al cuarto día, acaeció una cosa admirable, que, porque no es fuera de propósito, la pondré aquí".

 

     (Imagen) Veamos una curiosa anécdota que habla de cómo se evitó un desastre de los barcos de Cabeza de Vaca gracias al canto de un grillo, y muestra que en aquellos tiempos se valoraban cosas que hoy nos parecerían muy simples e ingenuas: "Yendo los navíos a dar en tierra en unas peñas muy altas, sin que lo viese ninguna persona de las que iban a bordo, comenzó a cantar un grillo, el cual había metido en la nao, en Cádiz, un soldado que venía malo y tenía deseo de oír música del grillo. Hacía dos meses y medio que navegábamos y no le habíamos oído, de lo cual el que lo metió estaba muy enojado, pero, como aquella mañana sintió la tierra, comenzó a cantar, la música suya despertó a toda la gente de la nao y, viendo que las peñas estaban a un tiro de ballesta de la nao, comenzaron a dar voces para que se echasen anclas, y, gracias a que se hizo, se evitó nuestra perdición, pues, si el grillo no hubiese cantado, nos habríamos ahogado cuatrocientos hombres y treinta caballos, lo cual todos lo tuvieron por milagro de Dios. Después, navegando más de cien leguas a lo largo de la costa, todas las noches el grillo nos daba su música,  y así, con ella,  llegó la armada a un puerto que se llamaba la Cananea, que está pasado el Cabo Frío. Es buen puerto; tiene unas islas a la boca de él, y es limpio. Aquí tomó el gobernador la posesión de él por Su Majestad (lo que parece extraño porque se supone que entonces ya eran tierras portuguesas). Luego pasó por el río y bahía que dicen de San Francisco, y de allí fue la armada a desembarcar en la isla de Santa Catalina, adonde llegó, con hartos trabajos y riesgos, el día 29 de marzo de 1541. Está la isla de Santa Catalina en veinte y ocho grados de altura escasos". Pedro Hernández da aquí con toda exactitud el dato geográfico, cosa que ha hecho ya varias veces, lo que revela que les acompañaban expertos navegantes. Luego el gobernador tomó algunas decisiones: "Mandó desembarcar a toda la gente, y 26 caballos que quedaron de los 46 que en España embarcó. También quería tomar un intérprete para informarse por los indios de aquella tierra si sabían cómo estaba la gente española a la que iban a socorrer en la provincia del Río de la Plata". Así que estamos ya con Cabeza de Vaca en Brasil, y la mancha roja de la imagen nos muestra en qué punto se encontraban los españoles.




domingo, 25 de julio de 2021

(1477) Queridos amigos: Terminada la aventura por La Florida de ÁLVAR NÚÑEZ CABEZA DE VACA, empezamos hoy (26/07/2021) a ver su segunda peripecia (muy distinta en todo) por tierras de Paraguay. El blog contiene ya unas 3.000 páginas y 1.500 fotos.

 

     (1067) Después de terminar con la asombrosa aventura de Álvar Núñez Cabeza de Vaca y sus tres compañeros, Alonso del Castillo, Andrés Dorantes y el negro Estebanico, por tierras del sur de Estados Unidos, empezaré a contar la otra peripecia de Cabeza de Vaca, pero será, en todo, radicalmente distinta a la de la Florida. El final de su primer viaje resultó feliz, pues, aunque fue un fracaso como conquista, tuvieron los cuatro la enorme suerte de ser los únicos que sobrevivieron de la campaña de Pánfilo de Narváez. Después, uno de sus tres compañeros, Estebanico, murió pronto, o quizá huyera adonde los indios por estar harto de ser esclavo entre los españoles. Los otros dos, Castillo y Dorantes, tuvieron posteriormente vidas tranquilas. Sin embargo Álvar Núñez Cabeza de Vaca, en este su segundo gran viaje, llevará el título de gobernador, y partirá hacia su demarcación, denominada Río de la Plata (en cuyo territorio se encontraba Paraguay), cargado de honores, y admirado por todas partes, pues ya era muy célebre su increíble hazaña entre indios norteamericanos. Pero encontrará muchas dificultades, y rivales españoles muy peligrosos, que conseguirán enviarlo encadenado a España. Incluso Cabeza de Vaca parecerá en muchos aspectos una persona distinta a la de la primera aventura. Es curioso  que esta campaña se la otorgara el emperador  Carlos V como consolación, por no haberle podido conceder su deseo de volver a la Florida con otra gran armada, ya que se le adelantó en los trámites Hernando de Soto, y, visto el terrible fracaso de este gran capitán, probablemente fue una suerte que no lo consiguiera.

     Como hizo en su crónica NAUFRAGIOS (publicada en 1542), narrando los hechos ocurridos en La Florida, Álvar Núñez Cabeza de Vaca también escribirá lo sucedido en esta segunda expedición, dándole al texto el título de COMENTARIOS. En este caso, tuvo como colaborador a su fiel escribano PEDRO HERNÁNDEZ. Y, al publicarla el año 1555, la edición incluía el texto de Naufragios, por lo que apareció con el título de Naufragios y Comentarios. Cabeza de Vaca  murió en Valladolid unos cuatro años después. No estará de más decir que conviene no perder de vista que, en ambos casos, se trata de una autobiografía, lo que siempre obliga a estar alerta acerca de la tentación de adornarse que suelen tener quienes narran su propia vida.

     Desde el inicio de la obra, se ve claro que quien relata los hechos es Pedro Hernández, aunque siguiendo los datos que le aportaba Álvar Núñez Cabeza de Vaca. Quizá por eso se le puso a esta crónica el título de COMENTARIOS DE ÁLVAR NÚÑEZ CABEZA DE VACA, y el texto siempre se referirá a él en tercera persona. Veamos cómo comienza el libro: "Después de que Dios nuestro Señor fue servido de sacar a Alvar Núñez Cabeza de Vaca del cautiverio y trabajos en que padeció durante diez años (en realidad fueron ocho) en la Florida, vino a estos reinos (España) en el año 1537, donde estuvo hasta el año de 1540. Entonces vinieron a esta corte de Su Majestad personas del Río de la Plata a darle cuenta de la mala situación de la armada que allí había enviado el gobernador don Pedro de Mendoza (quien ya había muerto), y a suplicarle que  fuese servido de ayudarles antes de que todos pereciesen. Sabido esto por Su Majestad, mandó que se  llevase a cabo una capitulación con Alvar Núñez Cabeza de Vaca para que fuese a socorrerlos".

 

     (Imagen) Las grandes expediciones de las Indias solían tener un estímulo especial,  ya que aquellos conquistadores siempre iban con la esperanza de encontrar grandes  riquezas, y, de paso, la gloria. Hubo algunas que resultaron más ricas y gloriosas de lo imaginado, pero fueron bastantes las que fracasaron por caer en la trampa de mitos que anidaron en cabezas calenturientas. Ahora vemos que unos conquistadores que estaban contra las cuerdas en la gobernación del Río de la Plata, por haberse evaporado sus sueños y muerto (en 1537) su gobernador, PEDRO DE MENDOZA, llegaron a España para pedirle a Carlos V que les ayudase. La respuesta del emperador fue nombrar como nuevo  gobernador de aquellas tierras a ÁLVAR NÚÑEZ CABEZA DE VACA, quien se había convertido en un personaje legendario tras su aventura por la Florida. Pedro de Mendoza, nacido en Guadix (Granada) hacia el año 1499, pertenecía a la nobleza española, fue paje de Carlos V y luego Caballero de Santiago, teniendo también experiencia militar, ya que luchó en las guerras europeas. Partió de España, el año 1535, nombrado gobernador de todo el  entorno de lo que es hoy Argentina, Uruguay y Paraguay. Una de sus misiones era encontrar las grandiosas (e ilusorias) minas de plata del mítico Rey Blanco, de las que tanto se hablaba, sobre todo por parte de los indios. Muy bueno le parecería el  negocio, ya que la financiación total de la empresa corrió a su cargo. En cuanto llegó al Río de la Plata (que, probablemente, tendría este nombre por la fábula minera), logró  fundar en 1536, aunque precariamente, lo que 42 años más tarde sería Buenos Aires por obra de Juan de Garay. Luego se le agravaron los problemas porque las campañas contra los indos resultaron feroces, y, por si fuera poco, enfermó gravemente, al parecer de sífilis. Se sintió tan mal, que decidió tirar la toalla y regresar a España. Arruinado y con su estado de salud cada vez más deteriorado, murió en  1537 durante la travesía marítima. Tres años después le encargó Carlos V a Álvar Núñez Cabeza de Vaca que lo sustituyera en el cargo. Muchas gobernaciones sufrieron descalabros, pero, con el tiempo, se asentaban. Vemos en la imagen que, reinando Carlos III (1759/1788), la gobernación del Río de la Plata se había convertido en un poderoso virreinato.




sábado, 24 de julio de 2021

(1476) TERMINAMOS HOY, 24 de julio de 2021, el texto de NAUFRAGIOS, pero comenzaremos el próximo día 26 de julio la segunda parte de las aventuras de ÁLVAR NÚÑEZ CABEZA DE VACA, llamada COMENTARIOS.

 


     (1066) Así que los piratas franceses huyeron, y aunque salieron tras ellos cuatro de los navíos portugueses, no pudieron alcanzarlos: "Los portugueses se hallaron burlados por habérseles escapado aquel corsario diciendo que éramos franceses, por lo que fueron cuatro carabelas tras él. Llegado a nosotros un galeón de los portugueses, después de haberles saludado nos preguntó su capitán, Diego de Sllveira, de dónde veníamos y qué mercadería traíamos, y le respondimos que veníamos de México, y que traíamos plata y oro. Preguntó cuánta era la cantidad, y el maestre le dijo que traía trescientos mil castellanos. Respondió el capitán (el cronista pone la respuesta en portugués, pero muy trompicada, por lo que la traduzco): 'A fe mía que venís muy ricos, pero traéis un ruin navío  y ruin artillería. Oh, el renegado francés, hideputa, qué buen bocado ha perdido, voto a Dios. Puesto que habéis escapado, seguidme y no os apartéis de mí, pues, con ayuda de Dios, yo os pondré en Castilla'. Tras estar quince días en la isla tercera Tercera (pertenece a las Azores), partimos con la armada portuguesa y llegamos al puerto de Lisboa el nueve de agosto, víspera del señor San Lorenzo, en el año de 1537. Y porque es así la verdad, como arriba en esta Relación digo, firmé el relato con mi nombre, Cabeza de Vaca".

     Álvar Núñez Cabeza de Vaca, tras dar por finalizada con la última frase de su narración, añade una especie de posdata: "Puesto que he hecho referencia a todo lo sucedido en el viaje, desde la entrada hasta la salida de aquellas tierra y vuelta a estos reinos de España, quiero asimismo contar lo que hicieron los navíos y la gente que en ellos quedó, de lo cual no he hecho memoria, porque nunca tuvimos noticia de ellos hasta después de llegados. Hallamos mucha gente de ellos en la Nueva España, y otros acá en Castilla, de quienes supimos lo ocurrido después de que dejamos los tres navíos porque el otro se perdió en la costa. También estos se vieron en mucho peligro, y quedaban en ellos hasta cien personas con pocas provisiones, entre las cuales estaban diez mujeres casadas. Una de ellas le había dicho al gobernador (Pánfilo de Narváez)  muchas cosas que luego le sucedieron en el viaje. Cuando iba a entrar tierra adentro, le advirtió que no entrase, porque creía que ni él ni ninguno de los que con él iban volverían, y que, si alguno saliese, haría Dios por eso muy grandes milagros". Al parecer, se refería a los que, supuestamente, hicieron Cabeza de Vaca y sus tres acompañantes, aspecto en el que el cronista resulta muy exagerado, no por los hechos, sino por la ausencia total de fracasos terapéuticos. De lo que no cabe duda es de que los cuatro se convirtieron, para los indios, en un mito benéfico.

     Cuando se perdió toda  noticia de los que habían entrado tierra adentro con Pánfilo de Nárvaez, los tres navíos hicieron todo lo posible por encontrarlos: "Los tres navíos, más otro que vino de la Habana y un bergantín, anduvieron buscándonos cerca de un año, y, como no nos hallaron, se fueron a la Nueva España (México). Dicho lo cual, y para terminar este relato, estará bien que diga quiénes somos y de qué lugar los que nuestro Señor fue servido de salvarlos de estos trabajos. El primero es Alonso del Castillo Maldonado, natural de Salamanca, hijo del doctor Castillo y de doña Aldonza Maldonado. El segundo es Andrés Dorantes, hijo de Pablo Dorante, natural de Béjar y vecino de Gibraleón (Huelva). El tercero es Alvar Núñez Cabeza de Vaca, hijo de Francisco de Vera y nieto de Pedro de Vera, el que ganó  Canarias, y su madre se llamaba doña Teresa Cabeza de Vaca, natural de Jerez de la Frontera. El cuarto se llamaba Estabanico, y era negro árabe, natural de Azamor (Marruecos). DEO GRACIAS".

     Tiempo atrás, incluí una imagen en la que Inca Garcilaso de la Vega dejaba claro que el paso de Álvar Núñez Cabeza de Vaca y sus tres acompañantes hizo que los indios les tuvieran una admiración reverencial, porque su sola presencia curaba a los enfermos. Algunas serían auténticas, y, otras, pura sugestión, pero es indudable que su fama quedó para siempre viva en un amplísimo territorio de indios. Creo que será una buena forma de terminar este trabajo volver a poner la imagen a la que me refiero.

     (Imagen) Inca Garcilaso nos cuenta algo muy curioso, que fue consecuencia  del peregrinaje heroico de Álvar Núñez Cabeza de Vaca y sus acompañantes a lo largo de todo el extensísimo territorio que ahora es  norteamericano y fronterizo con México (aventura que tengo intención de mostrar, siguiendo la crónica del propio Álvar, cuando terminemos con la excepcional, pero fracasada,  campaña de La Florida). Para situarnos, diré qué él quedó perdido entre los indios por aquellas lejanas tierras, pero acompañado por Andrés Dorantes de Carranza, Alonso del Castillo Maldonado y un esclavo negro al que llamaban Estebanico (al que siempre trataron, unidos en la desgracia, como un amigo más). Tardaron seis años en volver a juntarse con españoles en territorio mexicano. Habían sido tratados como esclavos por muchos indios, pero se ganaron un gran prestigio como curanderos, y eso los salvó. Además, como indica Inca Garcilaso, su fama de milagreros se extendió a lejanos poblados de indios. Por eso dice en su crónica sobre La Florida: "En toda esta provincia (Guancane) había muchas cruces de palo puestas encima de las casas. La causa fue que estos indios tuvieron noticia de los beneficios y maravillas que Álvar Núñez Cabeza de Vaca y sus compañeros, en virtud de Jesucristo Nuestro Señor, habían hecho por las provincias que anduvieron los años que los indios los tuvieron por esclavos, como el mismo Álvar Núñez lo dejó escrito. Y, aunque es verdad que Álvar Núñez y sus compañeros no estuvieron en esta provincia de Guancane, ni en otras muchas, sin embargo, pasando de boca en boca y de tierra en tierra, llegó a ella la fama de las hazañas obradas por Dios por medio de aquellos hombres, y, como estos indios lo supieron, y habían oído decir que todos los beneficios que, en curar los enfermos, aquellos cristianos habían hecho los conseguían con solo hacer la señal de la cruz sobre ellos, y que la traían siempre en sus manos, se animaron a ponerla sobre sus casas, entendiendo que también las libraría de todo mal y peligro, como había sanado a los enfermos. Lo cual muestra la facilidad que generalmente los indios tuvieron, y estos tienen, para recibir la Fe Católica cuando hay quien se la predique, principalmente con buen ejemplo, pues ellos se fijan en eso más que en cualquier otra cosa".




viernes, 23 de julio de 2021

(1475) Cabeza de Vaca y los suyos fueron muy bien recibidos por los españoles en todas las partes. Ellos siguieron soñando con buenos tratos para los indios, y en su conversión. En cuanto partieron hacia México, todo quedó en un bonito sueño.

 

     (1065) La llegada de los cuatro peregrinos a aquellas tierras mexicanas fue recibida, sobre todo por parte de los indios, como la visita de unos extraterrestres:  "Cuando los indios se volvieron, todos los demás de aquella provincia, que eran amigos de los cristianos, al tener noticias de nosotros, nos vinieron a ver, y nos trajeron muchas cosas. Nosotros les mandamos que hiciesen iglesias, y les  hicimos traer a los hijos de los principales señores para bautizarlos. Luego el capitán Melchor Díaz hizo pleito homenaje (juramento solemne) a Dios de no hacer ni consentir hacer esclavos a los indios a los que nosotros se lo habíamos prometido que lo cumpliría hasta que, Su Majestad o el gobernador Nuño de Guzmán o el virrey en su nombre, dispusiesen lo que más fuese servicio de Dios y de Su Majestad. Después de bautizados los niños, partimos para la villa de San Miguel, donde, cuando llegamos, vinieron indios que nos dijeron que mucha gente bajaba de las sierras y poblaban en lo llano, y hacían iglesias y todo lo que les hablamos mandado. Pasados quince días, llegó Alcaraz con los cristianos que habían hecho aquella salida, y le contaron al capitán que los indios bajaban de las sierras, y habían poblado en lo llano, les salieron a recibir con cruces en las manos, los llevaron a sus casas, les dieron de lo que tenían y durmieron con ellos allí aquella noche. Asombrados de tal novedad, mandó que no les hiciesen mal alguno a los indios. Dios nuestro Señor, por su infinita misericordia, quiera que en los días de Vuestra Majestad y debajo de vuestro poder y señorío, estas gentes vengan a ser verdaderamente y con entera voluntad sujetas al verdadero Señor que las creó y redimió. Lo cual tenemos por cierto que así será, y que Vuestra Majestad ha de ser el que lo ha de poner en efecto. Y no será difícil de hacer, porque, en las dos mil leguas que, primeramente, anduvimos por tierra y por la mar, más los otros diez meses que, después de escapar de nuestra esclavitud, anduvimos por  tierra, nunca hallamos sacrificios ni idolatría".

     Luego aporta algunos datos más y señala la fecha de su llegada a la capital de México: "En este tiempo atravesamos de una mar a otra (del Atlántico al Pacífico), y supimos que en la costa del sur (el Pacífico) hay perlas y mucha riqueza, y que todo lo mejor y más rico está cerca de ella. En la villa de San Miguel estuvimos hasta mediados del mes de mayo; y la causa de detenernos allí tanto, fue que, hasta la ciudad de Compostela, donde el gobernador Nuño de Guzmán residía, hay cien leguas, todas despobladas, y los indios que hay son enemigos. Finalmente veinte de caballo, con otra gente, nos acompañaron cuarenta leguas, y luego vinieron con nosotros seis cristianos que traían quinientos indios hechos esclavos. Llegados a Compostela, el gobernador nos recibió muy bien, y de lo que tenía nos dio de vestir, lo cual yo por muchos días no pude ponerme, ni tampoco dormir si no era en el suelo. Pasados unos doce días partimos para México, y por todo el camino fuimos bien tratados de los cristianos. Muchos nos salían a ver por los caminos y daban gracias a Dios de habernos librado de tantos peligros. Llegamos a Méjico el domingo, un día antes de la víspera de Santiago (año 1536), donde del virrey Antonio de Mendoza y del Marqués del Valle (Hernán Cortés) fuimos muy bien tratados y con mucho placer recibidos. Nos dieron de vestir y nos ofrecieron todo lo que tenían, y el día de Santiago hubo fiesta, con juego de cañas y con toros".

 

     (Imagen) El último tramo del viaje de los cuatro supervivientes de la Florida fue (como se ve en la imagen) desde San Miguel de Culiacán hasta la capital de México (unos 1200 km). Y, para hacer bueno el título (Naufragios) de su crónica, Cabeza de Vaca se vio varias veces más a punto de naufragar: "Después de que descansamos en Méjico dos meses, yo quise venir a España, y, yendo a embarcar en el mes de octubre, vino una tormenta que dio con el navío al través, y se perdió. Visto esto, decidí dejar pasar el invierno, porque allí es un tiempo muy recio para navegar. Llegada la Cuaresma, partimos de México Andrés Dorante y yo, y, en Veracruz, estuvimos embarcados más de quince días porque el navío hacía mucha agua, y yo me pasé a otro, aunque Dorantes se quedó en aquel. Partimos después tres navíos, y navegamos juntos ciento cincuenta leguas, pero dos hacían mucha agua, y sus pilotos, no osando seguir, volvieron al puerto de Veracruz (en uno de los dos navíos iría Dorantes, quien, como dije, n o llegó a España). El día cuatro de mayo llegamos al puerto de la Habana, y en junio partimos de allí con mucho temor de topar con (piratas) franceses. Cuando alcanzamos las Bermudas, nos tomó una tormenta, y toda la noche nos dimos por perdidos, pero plugo a Dios que pasara. Estando ya en las islas Azores, dimos con un navío de franceses que nos comenzó a seguir con una carabela que traía tomada a los portugueses. Cuando amaneció, nos hallamos el francés y nosotros juntos, y cercados de nueve barcos que vimos que eran de la armada de Portugal, y di gracias a Dios por haberme librado de los peligros de la mar. El francés, al saber que la armada era portuguesa, soltó la carabela que había apresado, que venía cargada de negros, la cual traían consigo para que nosotros creyésemos que eran portugueses y les esperásemos". El francés estuvo a punto de meter en otro lío a los españoles, porque, antes de soltar la carabela que llevaba a los negros, le dijo al capitán de la nave que también eran franceses los del barco español. Y ocurrió lo siguiente: "Al quedar libre la carabela, se unió al galeón portugués, y el piloto le dijo al capitán que nosotros también éramos franceses, por lo que los portugueses se pusieron a punto de guerra y vinieron sobre nosotros, pero, al acercarse, se dieron cuenta de que éramos amigos". 



 

jueves, 22 de julio de 2021

(1474) El encuentro de los cuatro 'peregrinos' y los indios que los acompañaban con los españoles de México creó una situación esquizofrénica. Buenos deseos por parte de los primeros, pero tenían enfrente la dura realidad. El sueño era imposible.

 

     (1064) El mando de Nuño de Guzmán se caracterizó por su violencia contra los indígenas. Terminó de mala manera, tras ser juzgado, destituido y enviado a España. Murió encarcelado en el castillo de Torrejón de Velasco (Madrid) el año 1558. Ahora Cabeza de Vaca pone de relieve la triste realidad de que,  pesar de sus deseos, los españoles siguieron esclavizando a los indios: "Al despedirnos de los indios, nos dijeron que harían lo que mandábamos, y asentarían sus pueblos si los cristianos los dejaban. Y yo digo y afirmo por muy cierto que, si no lo hicieren, será por culpa de los cristianos. Después de que hubimos despedido a los indios en paz, y agradeciéndoles los trabajos que con nosotros habían pasado, los cristianos nos enviaron, con la excusa de protegernos, a un tal Cebreros, alcalde, y con él otros dos, los cuales nos llevaron  por los montes y despoblados para que no viésemos ni entendiésemos lo que de hecho hicieron. Nosotros tratábamos de buscar libertad para los indios, y, cuando creímos que la habíamos conseguido, sucedió muy al contrario, pues los españoles tenían acordado ir a dar contra los indios que habíamos despedido en paz, y, así como lo pensaron, lo hicieron. A nosotros nos llevaron por aquellos montes dos días, sin agua, perdidos y sin camino, y todos pensamos perecer de sed, hasta que llegamos a un pueblo de indios de paz, el alcalde Cebreros nos dejó allí, y él fue a un pueblo que se llamaba Culiacán, donde estaba Melchor Díaz, alcalde mayor y capitán de aquella provincia".

     Se va a producir con Melchor Díaz un cambio radical en el la forma de recibir a los cuatro peregrinos:  "Cuando el alcalde mayor supo lo de nuestro viaje y legada, partió enseguida, vino adonde nosotros estábamos, y lloró mucho con nosotros, dando alabanzas a Dios nuestro Señor por haber sido tan misericordioso con nosotros, y, de parte del gobernador Nuño de Guzmán y suya, nos ofreció todo lo que podía, lamentando mucho la mala acogida que Alcaraz y los otros nos habían hecho. El día siguiente, el alcalde mayor nos rogó mucho que nos detuviésemos allí, diciendo que haríamos muy gran servicio a Dios y a Vuestra Majestad, si enviásemos mensajeros pidiendo a los indios que andaban escondidos y huidos por los montes que viniesen a poblar en lo llano y labrar la tierra".

     A los cuatro españoles les parecía complicado hacerlo porque ya habían despedido a los indios amigos: "Pero les confiamos la misión a dos indios de los que los españoles tenían allí cautivos, que eran de los mismos de la tierra. Además, estaban presentes con los cristianos cuando llegamos del viaje, vieron a los indios que nos acompañaban, y supieron por ellos la mucha autoridad y dominio que por todas aquellas tierras habíamos tenido, y las maravillas que habíamos hecho curando enfermos y otras muchas cosas. Con estos dos indios mandamos a otros del pueblo, para que juntamente fuesen y llamasen a los indios que estaban rebelados por las sierras, y a los del rio de Petatlán (era el río de Sinaloa), donde habíamos hallado a los cristianos, y que les dijesen que viniesen adonde nosotros estábamos, porque les queríamos hablar. Para que fuesen seguros y los otros viniesen, les dimos un calabazo de los que nosotros siempre traíamos en las manos (era su distintivo de prestigiosos curanderos, en el cual llevarían sus potingues)".

 

     (Imagen) Cabeza de Vaca, Castillo, Dorantes y Estebanico, los cuatro infatigables viajeros, enviaron un mensaje a los indios huidos de los españoles para que volvieran a sus pueblos a vivir con normalidad. Las intenciones eran positivas, pero otra cosa era que llegasen a cumplirse: "Los mensajeros trajeron consigo  a tres caciques de los que se habían rebelado. El capitán Melchor Díaz (estaba al mando en Culiacán), por medio de un intérprete, les dijo que nosotros veníamos de parte de Dios, que está en el cielo, y que habíamos andado muchos años diciendo a todos los indios que habíamos encontrado que creyesen en Dios y lo sirviesen, porque era señor de cuantas cosas había en el mundo, el cual daba premio a los buenos y pena perpetua de fuego a los malos. Y que, además, si ellos quisiesen ser cristianos y servir a Dios de la manera que les mandásemos, que los cristianos los tendrían por hermanos y los tratarían muy bien, y nosotros les mandaríamos que no les hiciesen ningún enojo ni los sacasen de sus tierras, sino que fuesen grandes amigos suyos; pero que, si esto no quisiesen hacer, los cristianos los tratarían muy mal, y se los llevarían como esclavos a otras tierras. A esto respondieron que ellos serían muy buenos cristianos, y servirían a Dios, porque ellos adoraban a un hombre que se llamaba Aguar, que estaba en el cielo, el cual había creado el mundo y las cosas de él. Nosotros les dijimos que a aquel que ellos decían, nosotros lo llamábamos Dios, y que debían llamarle así, y servirlo y adorarlo, porque les sería de mucho provecho. Respondieron que todo lo habían entendido muy bien, y que así lo harían. Les mandamos que bajasen de las sierras, y, cuando vinieron seguros y en paz, les dijimos que poblasen las tierras e hiciesen sus casas, y que, entre ellas, preparasen una para Dios, y pusiesen a la entrada una cruz como la que allí teníamos. Les pedimos que, cuando viniesen allí los cristianos, los recibiesen con las cruces en las manos, sin los arcos y sin armas, y les diesen de comer de lo que tenían, porque de esta manera no les harían mal, sino que serían sus amigos. Ellos dijeron que lo harían como nosotros lo mandábamos. El capitán Melchor Díaz les dio mantas y los trató muy bien. Luego los indios marcharon llevando a los dos que estuvieron cautivos y habían servido de mensajeros. Esto pasó en presencia del escribano que allí había y de otros muchos testigos". En la imagen vemos la actual Culiacán.




martes, 20 de julio de 2021

(1473) Los indios vieron que, el contraste en el comportamiento para con ellos de los españoles de México con el de los cuatro 'curanderos', era enorme. Estos se habían humanizado por completo.

 

     (1063) El encuentro con los españoles de la gobernación de Nueva Galicia va a originar inevitablemente un conflicto, porque estos eran implacables esclavistas,  y Cabeza de Vaca, Castillo, Dorantes y Estebanico habían cambiado de mentalidad después de vivir ocho años ente los indios: "El capitán Diego de Alcaraz me dijo que estaba muy perdido allí, porque hacía muchos días que no había podido apresar indios, y, además, él y sus hombres comenzaban a padecer hambre. Yo le dije que por detrás venían Dorantes y Castillo con muchos indios que nos acompañaban. Él envió a tres españoles y cincuenta indios, yendo el negro con ellos para guiarlos, y yo me quedé allí. De este lugar hasta el pueblo de los cristianos, que se llama San Miguel y pertenece a la gobernación de la la Nueva Galicia, hay treinta leguas".

     Cinco días después, llegaron Castillo y Dorantes con más de seiscientos indios que se habían escondido en los montes para evitar ser apresados por los españoles. Luego Diego de Alcaraz le rogó a Cabeza de Vaca que hablase con los indios que vivían al borde del río para que trajesen comida: "Nosotros les enviamos mensajeros con esta petición, y vinieron seiscientos indios trayendo todo el maíz que podían, y se lo dimos a los cristianos para que entre sí la repartiesen. Pero después de esto tuvimos muchas y grandes pendencias con ellos, porque querían hacer esclavos a  los indios que traíamos. Luego nos costó mucho trabajo que volviesen a sus casas y sembrasen su maíz, pues querían acompañarnos hasta dejarnos con otros indios, como acostumbraban, pues temían que, si no lo hacían así, se morirían, y decían que, para ir con nosotros, no temían a los cristianos ni a sus lanzas".

     Diego de Alcaraz y sus hombres se sintieron molestos por la admiración y el respeto que los indios mostraban hacia los cuatro españoles, y   trataron de convencerlos de que eran iguales, y hasta mejores que ellos: "Mandaron a su intérprete que les dijese que nosotros éramos como ellos mismos y nos habíamos perdido hacía mucho tiempo y que ellos eran los señores de aquella tierra, a quienes habían de obedecer y servir. Mas todo esto los indios lo tenían en nada, y decían entre sí que mentían, porque nosotros veníamos de donde salía el sol, y ellos de donde se pone, nosotros sanábamos a los enfermos, y ellos mataban a los que estaban sanos, nosotros veníamos desnudos y descalzos, y ellos vestidos y en caballos y con lanzas, nosotros no teníamos codicia, sino que todo cuanto nos daban lo volvíamos a dar, y los otros no tenían otro fin sino robar todo cuanto hallaban. De esta manera relataban todas nuestras cosas y las alababan, diciendo de los otros lo contrario. Así le respondieron al intérprete de los cristianos, y lo mismo hicieron saber a los otros indios con un intérprete que entre ellos había, que también nosotros entendíamos, y a quienes usan ese idioma llamamos primahaitu, que es como decir vascongados, la cual lengua vimos que se usaba en más de cuatrocientas leguas de las que anduvimos, sin que se usara otra distinta.  Finalmente, de ninguna manera creyeron los indios que éramos como los otros cristianos, y, con mucho trabajo e insistencia, logramos que volvieran a sus casas".

 

     (Imagen) Hablemos del tercer acompañante de Álvar Núñez Cabeza de Vaca, el capitán ALONSO DEL CASTILLO MALDONADO, en su impresionante viaje a lo largo de toda la frontera de Estados Unidos con México. Nació hacia el año 1500 en Salamanca. Su familia era acomodada y culta. Fue hijo del doctor (se supone que en leyes) Alonso del Castillo, y de Aldonza Maldonado. Entre sus hermanos, el mayor, el licenciado Francisco Maldonado, fue nombrado en 1528 oidor de la primera Audiencia de México, pero murió al poco de llegar. Esa Audiencia la presidía el poco recomendable Nuño de Guzmán (a quien hice referencia en la imagen anterior), y era también oidor en ella Juan Ortiz de Matienzo, sobrino de Sancho Ortiz de Matienzo, de quienes he hablado repetidas veces. ALONSO DEL CASTILLO se enroló en la expedición de Pánfilo de Narváez el año 1527. Vemos ahora que, tras el fracaso total de la aventura de la Florida, llegó con sus tres compañeros a México, habiéndoles proporcionado caballos, precisamente, Nuño de Guzmán, entonces gobernador de Nueva Galicia. Luego, como sabemos, el gran virrey Antonio de Mendoza organizó otra expedición por aquellas tierras, pero quien figuró  como guía fue el negro Estebanico, porque a Dorantes no le interesó el asunto, y la ausencia de Alonso del Castillo quizá se debiera al mismo motivo. De hecho consta que residía entonces en la ciudad de México, donde fue alcalde del cabildo. En 1538 se casó con Leonor de Castañeda, viuda del conquistador  (en la gran aventura de Hernán Cortés) Juan Ruiz de Alanís, con la que tuvo tres hijas. Gracias a este matrimonio, obtuvo como encomienda de indios la mitad del pueblo de Tehuacán, situado en Puebla (México). En 1542, Alonso del Castillo dio poderes al regidor salmantino Francisco de Anaya para que le representara en una demanda que le había hecho a su hermana por cuestiones de la herencia de sus padres, constando que ganó el pleito el año 1546. Curiosamente, había incorporado al sumario un relato que hizo sobre la odisea  que vivió en La Florida, y es una lástima que haya desaparecido, pues habría sido muy interesante contrastarlo con el de Álvar Núñez Cabeza de Vaca. El año 1547, ALONSO DEL CASTILLO MALDONADO presentó en México un expediente de méritos y servicios para solicitarle a Carlos V alguna merced, cuyo primer folio aparece en la imagen. Se supone que residió en dicha ciudad hasta fallecer, en fecha desconocida.




lunes, 19 de julio de 2021

(1472) Los cuatro peregrinos se acercaban ya a territorio de españoles, y notaron un gran contraste: así como los indios los admiraban y querían a ellos, a los otros los temían y odiaban. El cronista subraya que solo el buen trato convertirá a los indios.

 

     (1062) El paso de los cuatro 'mágicos´ españoles tenía otro  efecto benéfico para aquellos conflictivos pueblos: "Por todas estas tierras, los que tenían guerras con los otros se hacían luego amigos para venirnos a visitar y traernos todo cuanto tenían, y de esta manera dejamos toda la tierra en paz, y les dijimos que en el cielo había un hombre que llamábamos Dios, el cual había criado el cielo y la tierra, al que adorábamos nosotros y teníamos por Señor, y que hacíamos lo que nos mandaba, y que de su mano venían todas las cosas buenas, y que, si así lo hiciesen, les iría todo muy bien. Era tan grande la conformidad que hallábamos en ellos, que, si hubiera un intérprete con el que nos entendiéramos perfectamente, los dejaríamos a todos hechos cristianos".

     Parece que al cronista le viene a la mente algo que había ocurrido poco antes, sin haber hecho mención al especto: "Donde los indios regalaron las esmeraldas a Dorantes, nos dieron más de seiscientos corazones de venados, de los que ellos tienen siempre mucha abundancia para su mantenimiento, y, por esto, le pusimos al lugar el nombre de pueblo de los Corazones, y por él se llega a muchas provincias de la Mar del Sur (el Pacífico), aunque son tierras de pocas provisiones. Las mujeres cubren sus vergüenzas con yerba y paja, y es gente muy apocada y triste. En este tiempo, Castillo vio al cuello de un indio una hebilla de talabarte (cinturón) de espada. Se la tomó y les preguntamos a los indios dónde la habían encontrado, y nos dijeron que era de unos hombres que traían barbas como nosotros, que tenían caballos, lanzas  y espadas, y habían alanceado a dos indios. Nos dijeron también que aquellos hombres se habían ido a la mar, y les vieron marchar hacia la puesta del sol. Nosotros dimos muchas gracias a Dios nuestro Señor por aquello que oímos (por la proximidad del final de su viaje), y cuando tuvimos aquella noticia de ellos, nos dimos más prisa a nuestro camino. Seguíamos hallando más noticias de cristianos, y nosotros les decíamos a los indios que los íbamos a buscar para pedirles que no los matasen ni tomasen por esclavos, ni les hiciesen otro mal,  de lo cual de esto ellos se alegraban mucho. Anduvimos mucha tierra, y toda la hallamos despoblada, porque los moradores de ella andaban huyendo por las sierras por miedo de los cristianos. Fue cosa de la que tuvimos mucha lástima, viendo que, siendo la tierra muy fértil, y muy hermosa, los lugares estaban despoblados y quemados, y la gente muy flaca y enferma. Los indios nos  contaron que algunas veces los cristianos habían destruido y quemado los pueblos, y llevado la mitad de los hombres y todas las mujeres y muchachos, y que los que de sus manos se habían podido escapar andaban huyendo. Los veíamos tan atemorizados, que ni querían sembrar la tierra, pues preferían dejarse morir a ser tratados con tanta crueldad como hasta entonces, y, aunque mostraban grandísimo placer con nosotros, temimos que, llegados adonde los indios que tenían la frontera con los cristianos y guerra con ellos, nos habían de maltratar y hacer que pagásemos lo que los cristianos contra ellos hacían. Mas Dios nuestro Señor fue servido de que, cuando llegamos hasta ellos, comenzaron a temernos  y acatarnos como los indios pasados, de lo que nos maravillamos. Por donde claramente se ve que todas estas gentes, para ser atraídas a ser cristianas y a la obediencia de la imperial majestad, han de ser conducidas con buen tratamiento, y que este es el camino acertado, y no otro.

 

     (Imagen) Por fin, los cuatro españoles que anduvieron perdidos ocho años entre los indios, aunque siguiendo la ruta correcta para 'volver a casa', empezaron a ver rastros de conquistadores. Y pronto encontraron algunos de carne y hueso, lo que va a producir un roce entre dos mentalidades, la de los rudos soldados y la de los cuatro curanderos que desarrollaron una fuerte empatía con los indios, como los que acababan de encontrar: "Estos nos llevaron a un pueblo en el que hallamos mucha gente que estaba junta, recogidos por miedo de los cristianos. Nos recibieron muy bien, convocamos a más gente, como solíamos hacer, y partimos con todos ellos. Por el camino, siempre hallábamos rastro y señales donde habían dormido cristianos. Unos indios que nos servían de mensajeros nos dijeron que toda la gente de los poblados huía por los montes para que los cristianos no los matasen o los hiciesen esclavos. También habían visto que los españoles llevaban a muchos indios en cadenas, de lo cual se alteraron los que con nosotros iban. El siguiente día nos guiaron adonde habían visto los cristianos, y vimos claramente que habían dicho la verdad.  Por toda estas tierras encontramos grandes muestras de oro, hierro, cobre y otros metales". Es probable que más que encontrar, oyeran esa versión de boca de los indios, lo cual, como comentamos anteriormente, dio origen a las sucesivas y desastrosas expediciones de fray Marcos de Niza y Francisco Vázquez de Coronado. Los cuatro héroes estaban ya muy cerca de una avanzadilla de españoles que se dedicaban a esclavizar indios para llevarlos a la zona mexicana de Nueva Galicia, contralada por el cruel gobernador Nuño (Beltrán) de Guzmán. Por estar muy cansados Castillo y Dorantes, no quisieron ir a su encuentro: "Aunque cada uno de ellos lo pudiera hacer mejor que yo, por ser más recios y más mozos, tomé conmigo al negro y once indios, siguiendo el rastro de los cristianos, y al otro día, de mañana, alcancé a cuatro de ellos que iban a caballo, los cuales recibieron gran alteración por verme tan extrañamente vestido y en compañía de indios. Estaban tan atónitos, que no acertaban a preguntarme nada. Yo les dije que me llevasen  adonde estaba su capitán, y así caminamos media legua hasta llegar donde él, que era Diego de Alcaraz". Vemos en la imagen las tierras mexicanas de Sonora, con cuyos indios caminaban los cuatro protagonistas,   y Sinaloa, lugar del encuentro con Alcaraz.




(1471) Cada tribu tenía sus costumbres particulares, pero todos los indios admiraban a los cuatro españoles, e incluso temían enfadarlos, creyendo que su Dios los castigaría.

 

      (1061) Los indios hicieron un duelo muy especial por los fallecidos: "Vimos una cosa que fue de grande admiración. Los padres, hermanos y mujeres de los que murieron, aunque tenían gran pena, no les vimos llorar, y nosotros les mandamos llevarlos a enterrar. En los más de quince días que con ellos estuvimos, a ninguno vimos hablar con otro. Porque una lloraba, la llevaron muy lejos, y, con unos dientes de ratón agudos, la sajaron desde los hombros hasta las piernas. Yo, viendo esta crueldad y enojado de ello, les pregunté por qué lo hacían, y respondieron que para castigarla porque había llorado delante de mí. Todos estos temores que ellos tenían se los metían a todos los otros que nuevamente venían a conocernos, a fin de que nos diesen todo cuanto tenían, porque sabían que nosotros no tomábamos nada y se lo habíamos de dar a ellos. Esta fue la gente más obediente que hallamos por aquella tierra, y de mejor condición".

     Los cuatro españoles iban siempre acompañados por muchos indios que encontraban por el camino. Solían informarse de lo que había por delante, y las dos indias que habían partido para obtener datos regresaron diciendo que habían encontrado muy poca gente: "Entonces salió Alonso del Castillo con Estebanico el negro, llevando por guía a las dos mujeres, y la que era esclava los llevó a un pueblo en que su padre vivía, y estas fueron las primeras casas que vimos que tuviesen parecer de serlo (hasta entonces, solo habían visto tiendas de campaña). Luego volvieron Castillo y Estebanico trayendo seis de aquellos indios, y dijeron que habían hallado casas de gente y asiento, y que aquella gente comía frijoles y calabazas, y que habían visto maíz, lo cual fue la cosa del mundo que más nos alegró, y por ello dimos infinitas gracias a nuestro Señor. Andada legua y media, topamos con el negro y los indios que venían a recibirnos, y nos dieron muchas cosas para comer y para vestir".

     Sin  estar demasiado tiempo con estos indios, siguieron camino adelante, hasta llegar a otro poblado, cuyos habitantes, en lugar de salir a recibirlos, los esperaban en sus casas, siendo su comportamiento acogedor pero algo extraño: "Estaban todos sentados, tenían vueltas las caras hacia la pared, las cabezas bajas, los cabellos puestos delante de los ojos y sus provisiones puestas en montón en medio de la casa. Nos regalaron muchas mantas de cuero, y no tenían cosa que no nos diesen. Era la gente de mejores cuerpos que vimos, de mayor viveza y habilidad, y la que mejor nos entendía y respondía a lo que preguntábamos. Le pusimos al poblado el nombre de Las Vacas, porque la mayor parte de ellas mueren cerca de allí. Esta gente andan del todo desnudos, a la manera de los primeros que hallamos. Las mujeres andan cubiertas con unos cueros de venado, y también algunos pocos hombres, señaladamente los que son viejos, porque no sirven para la guerra. Les preguntamos por qué  no sembraban maíz, y respondieron que lo hacían para no perder lo sembrado, porque hacía mucho que se estropeaban las cosechas por falta de agua. Nos rogaron que pidiésemos al cielo que lloviese, y nosotros les prometimos hacerlo".

 

     (Imagen) Aquellos cuatro caminantes  habían tenido la inmensa fortuna de ser los únicos supervivientes del poderoso ejército de Pánfilo de Narváez, pero la inmediata desgracia de convertirse en esclavos de los indios. La segunda bendición fue poder escapar de ellos, y, la tercera e inesperada, la de convertirse en curanderos, lo que suponía un salvoconducto, frente a los peligrosos indios, para viajar hacia su destino, y el privilegio de verse bien recibidos en todos los poblados, porque eran considerados unos prodigiosos chamanes. Seguirán sufriendo fatigas y hambres en su larguísimo caminar, pero podrán continuar sin graves incidentes. Se van ya acercando a México, su tierra de salvación (el recorrido se ve en la imagen; desde Mal Hado hasta San Miguel, unos 2.200 km, tardaron 8 años): "Pasados dos días que allí estuvimos, seguimos nuestro camino, y decidimos atravesar toda la tierra hasta salir a la mar del Sur (el Pacífico),  sin que nos lo impidiera el temor del hambre que habíamos de pasar. Nuestro mantenimiento diario era algo de grasa de venado, que para estas necesidades procurábamos siempre guardar, y así caminamos 34 días hasta llegar a unas casas en las que había mucho maíz, del que los indios nos dieron mucha cantidad, mostrándose los más contentos del mundo. Continuamos andando otras cien leguas (550 km), y siempre hallamos casas en las que  nos daban muchos alimentos. Nos regalaron también turquesas muy buenas, y a mí me dieron cinco esmeraldas. Entre estos indios vimos que las mujeres eran de mejor presencia que en cualquier otra parte de las Indias. Llevan unas camisas de algodón, que les llegan hasta las rodillas, con unas faldillas de cuero de venado que tocan en el suelo, y calzan zapatos. Toda esta gente, dolientes y sanos, venían a nosotros a que los tocásemos y santiguásemos, y acontecía que algunas mujeres parían y nos traían la criatura a que la santiguásemos. Nos acompañaban siempre hasta llegar a otro poblado de indios, y todos tenían por muy cierto que veníamos del cielo. Teníamos con ellos mucha autoridad y gravedad, y, para conservar esto, les hablábamos pocas veces. El negro les hablaba siempre, y se informaba de los caminos que queríamos seguir, de los pueblos que había y de las cosas que nos interesaba saber. Pasamos por gran diversidad de lenguas, y Dios nos ayudó, porque, aunque solo sabíamos seis, siempre nos entendieron y les entendimos hablándonos también por señas".