(1052) Total que todo coincidió para que
se le unieran a Cabeza de Vaca los otros tres españoles supervivientes (Alonso
del Castillo, Andrés Dorantes y el negro Estebanico), que formarán luego el
cuarteto que vivirá la increíble aventura que nos espera: "Dos días
después de marchar Lope de Oviedo, los indios que tenían a Alonso del Castillo
y Andrés Dorantes (de momento, no menciona a Estebanico) vinieron al
lugar donde nos habían dicho, para comer de aquellas nueces de las que se
mantienen dos meses del año, sin comer otra cosa. Un indio me avisó de que los
cristianos habían llegado, y que, si yo quería verlos, me huyese a un monte que
me señaló, porque él y otros parientes suyos me llevarían consigo adonde los
cristianos estaban. Yo determiné hacerlo, porque tenían otra lengua distinta de
la de mis indios. Puesto por obra, me hallaron en el lugar que estaba señalado,
y me llevaron consigo. Cuando Andrés me vio, quedó muy asombrado, porque hacía
muchos días que me daban por muerto, y los indios así lo habían dicho. Dimos
muchas gracias a Dios de vernos juntos, y este día fue uno de los de mayor
placer que en nuestra vida hemos tenido. Llegado donde Castillo estaba, yo le
dije que mi propósito era pasar a tierra de cristianos. Andrés Dorantes comentó
que muchos días hacía que él rogaba a Castillo y a Estebanico que hicieran los
tres lo mismo, y que no osaban hacerlo porque no sabían nadar y temían mucho los ríos y los ancones por donde
habían de pasar. Pero, viendo que Dios nuestro Señor me había guardado entre
tantos trabajos y enfermedades, para, finalmente, traerme a su compañía,
determinaron huir, confiando en que yo los pasaría por los ríos y ancones que
topásemos. Me advirtieron que de ninguna manera dejase que los indios supiesen
que iba a marcharse, porque me matarían, por lo que era necesario que yo me
detuviese con ellos seis meses, que era cuando aquellos indios iban a otra tierra a
comer tunas. Lo decían porque en el tiempo de las tunas venían adonde ellos
otros indios que traían arcos para mercadear con ellos, y cuando se marchasen,
podríamos escapar de nuestros indios yendo con los otros, y, por estas razones,
yo decidí quedarme allí. Luego Castillo y Dorantes me contaron que, después de
salir de la isla de Mal Hado, hallaron en
la costa encallada la barca en la que iban el contador y los frailes, y que, yendo pasando aquellos ríos, se
ahogaron cuatro de ellos, y que siguieron adelante, muriendo otros dos
compañeros en las sesenta leguas que
habían andado". Le contaron después Castillo y Dorantes muchas cosas de
gran interés para esta historia, que las supieron por pura casualidad: "Buscando
la manera de atravesar una zona de agua, llegaron adonde ellos un indio y un
cristiano, el cual era Figueroa, uno de los cuatro que habíamos enviado desde
la isla de Mal Hado (recordemos que iban, creyendo que no estaba lejos, en busca de Pánuco, el
poblado mexicano), y allí les contó cómo habían llegado a un lugar en el
que murieron dos de ellos y un indio, los tres de frío y de hambre, y que a él
y a Méndez los habían apresado los indios, y que, estando con ellos, Méndez
había huido yendo en dirección a Pánuco, y que los indios habían ido tras él y
lo habían matado. Estando Figueroa con estos indios supo por ellos que con la
tribu de los quevertes estaba un cristiano, el cual era Hernando de Esquivel,
natural de Badajoz, que venía en compañía del comisario, de manera que, por
medio de Esquivel, conoció el fin que habían tenido el gobernador (Pánfilo
de Narváez), el contador y los demás".
(Imagen) Cabeza de Vaca se encontró por
casualidad con los otros tres únicos supervivientes que quedaban de la
expedición de Pánfilo de Narváez, siendo, los cuatro, esclavos de los indios.
Dos de ellos, Castillo y Dorantes, le contaron lo que ocurrió con el resto de
los españoles, y lo supieron por medio de Figueroa, a quien se lo había comunicado
Hernando de Esquivel. Resumiré el desastre: "Llegó la barca del
gobernador, dio el cargo de lugarteniente a un capitán que se llamaba Pantoja,
y permaneció en su barca aquella noche, quedando con él un maestre y un paje
que estaba malo. A media noche el viento vino tan recio, que sacó la barca a la
mar, y nunca más supieron de ellos. Visto esto, los que estaban en tierra se
fueron por la costa, y pararon junto a un
monte, porque ya era el mes de noviembre. Aunque había agua, leña y
algunos mariscos, comenzaron a morirse poco a poco de hambre y de frío. Además de esto, Pantoja les hacía mal
tratamiento, y no pudiéndolo sufrir Sotomayor, hermano de Vasco Porcallo, el de
la isla de Cuba, y que en la armada había venido por maestre de campo, se
revolvió contra él y le dio con un palo, de lo que Pantoja quedó muerto. Luego
se fueron acabando, y, a los que morían, los otros los hacían tasajos. El
último que murió fue Sotomayor, al cual Esquivel lo hizo tasajos, y, comiendo
de él, se mantuvo así hasta que un indio fue a ver si habían muerto todos, y se
llevó a Esquivel consigo. Estando en poder de este indio, Figueroa habló con Esquivel,
quien le contó todo lo que hemos dicho. Le rogó que se fuese con él, para irse juntos
hacia Pánuco, pero Esquivel no lo quiso
hacer, diciendo que había sabido por los frailes que Pánuco había quedado muy
lejos, por lo cual Figueroa se fue a la costa en la que solía estar. Por su
parte, Andrés Dorantes, huyendo de los indios que habían matado a varios
compañeros suyos, todos esclavos de los nativos, llegó a una tribu en la que
había estado Esquivel, y supo que también había
muerto: "Le contaron que Esquivel,
estando allí, quiso huir porque una mujer había soñado que le había de
matar a un hijo, y los indios fueron tras él y lo mataron". Ya había
tenido Pánfilo de Narváez, a pesar de ser un valioso capitán, una derrota muy
humillante frente al genial Hernán Cortés (donde quedó tuerto), pero lo que le
ocurrió en la expedición que capitaneaba para la conquista de La Florida se
puede considerar uno de los mayores desastres de las Indias: solo sobrevivieron
cuatro miembros de su impresionante ejército.
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