viernes, 16 de julio de 2021

(1469) La fama de los españoles se acrecentó entre los nativos cuando Cabeza de Vaca logró sacarle a un indio una punta de flecha que tenía junto al corazón. Andrés Dorantes nunca más quiso volver a aquellas tierras.

 

     (1059) Aquello era como una cadena sin fin. Unos indios saqueaban a otros y les aconsejaban que siguieran a los españoles hasta otro poblado y saquearan a sus habitantes: "Después se marcharon los primeros indios y nos dejaron con los siguientes, los cuales nos comenzaron a tratar con la mismo reverencia que los otros, y nos llevaron adonde había mucha gente, habiéndoles comunicado antes de que llegásemos todo lo que los otros les habían dicho de nosotros, y añadieron mucho más, porque todos estos nativos son muy mentirosos, y luego toda la gente del poblado salió a recibirnos con mucho placer y fiesta. Los que nos habían acompañado saquearon las casas, y, salidos de aquí, caminamos tierra adentro más de cincuenta leguas, hasta que hallamos cuarenta casas. Entre otras cosas que nos dieron, se quedó Andrés Dorantes con un cascabel gordo, de cobre, y en él había la figura de un rostro. Los indios dijeron que lo habían traído de otro poblado que estaba hacia el norte, por lo que nosotros sacamos en conclusión que, donde quiera que lo hubieran obtenido, había fundición".

     Se diría que  habían cosechado una fama tan prestigiosa de curanderos infalibles, que en todos los poblados los recibían con entusiasmo, y ellos se detenían poco tiempo en ellos, porque su objetivo estaba en el lejano México: "Partimos el día siguiente, y a la noche llegamos a muchas casas que estaban asentadas a la ribera de un muy hermoso río, y los señores de ellas salieron a medio camino a recibirnos con sus hijos a cuestas, y nos dieron muchos regalos. Aquí me trajeron un hombre, y me dijeron que hacía mucho tiempo que le habían herido con una flecha por la espalda derecha, y tenía la punta de la flecha sobre el corazón. Yo le toqué, y sentí la punta de la flecha, que estaba atravesada por la ternilla, y, con un cuchillo, le abrí el pecho hasta aquel lugar, y vi que tenía la punta atravesada, y estaba muy mala de sacar. Torné a cortar más, y metí la punta del cuchillo, y con gran trabajo, pude, al fin, sacarla. Haciendo oficio de médico, le di dos puntos. Cuando hube sacado la punta, me la pidieron, y todo el pueblo vino a verla, haciendo luego muchos bailes y fiestas, resultando que esta cura nos dio mucho crédito por todas aquellas tierras".

     El cascabel que había obtenido Dorantes había despertado la curiosidad de los cuatro trotamundos, ya que les hacía suponer que tenía su origen en algún lugar con minas, si no de oro, al menos de cobre: "Les mostramos a los indios aquel cascabel que traíamos, y nos dijeron que en el lugar de donde procedía había muchas planchas de ese metal, que ellos valoraban mucho, y también que había casas de asiento (normales, no tiendas de campaña). Nosotros pensamos que el lugar estaría cerca de la mar del Sur (el Pacífico), que siempre tuvimos noticia que aquella mar es más rica que la del Norte (Golfo de México). Nos partimos de estos indios y anduvimos por tantas clases de gentes y de tan diversas lenguas, que no se puede  acordarse de todas, y siempre se saqueaban los unos a los otros, y tanto los que perdían como los que ganaban, quedaban muy contentos.

 

     (Imagen) Voy a hacer una pequeña reseña de uno de los que acompañaban a Cabeza de Vaca. Se trata de ANDRÉS DORANTES DE CARRANZA, el dueño del esclavo Estebanico. Nació en Béjar (Salamanca, ver imagen), probablemente hacia el año 1500. El apellido Carranza despista bastante. Es el nombre que tiene un municipio vasco, fronterizo con Burgos y Cantabria, de donde eran los padres de Sancho Ortiz de Matienzo, al que me he referido repetidas veces. Suele ocurrir que los que tienen un apellido toponímico no son nacidos en el lugar, sino descendientes de quienes lo fueron. El año 1527, Andrés Dorantes se enroló como capitán en la expedición de Pánfilo de Narváez a la Florida, llevando con él a Estebanico. Cuando volvieron milagrosamente vivos a México, no quiso Dorantes asumir el encargo que le dio el virrey Alonso de Mendoza para que fuera al frente de otra expedición en busca de las  míticas siete ciudades de Cíbola, que se suponían estaban en algún lugar próximo al recorrido que hicieron con Cabeza de Vaca. Pero el virrey aceptó su sugerencia de que se sirviera de Estebanico como guía para dicha empresa. Luego Andrés Dorantes se embarcó hacia España esperando obtener alguna gratificación en la Corte por sus heroicos méritos, pero pronto volvió a México sin conseguirlo, al parecer debido a que las tormentas obligaron a la nave a regresar. El virrey tuvo el  gesto de preocuparse por él, y le concertó un ventajoso matrimonio con María de la Torre, viuda del conquistador Alonso de Benavides, y rica hacendada, pues poseía importantes encomiendas de indios. El difunto Benavides había sido un veterano conquistador, que, probablemente, llegó a las Indias en 1514 con la impresionante armada del cruel Pedrarias Dávila, y pronto participó  en incursiones por Guatemala y Panamá, luchando después al lado de Hernán Cortés en México. Tuvo luego la amarga experiencia de que el barco en el que iba hacia España para llevar parte de los tesoros de Moctezuma a la Corte fuera apresado por el pirata francés Jean Fleury, permaneciendo durante tres años en las Azores, tras lo cual consiguió regresar a México. Su mujer, María de la Torre, también murió, y ANDRÉS DORANTES DE CARRANZA se casó con otra viuda, Paula Dorantes, con la que posiblemente tuviera parentesco. De los cuatro 'peregrinos' de la Florida, solamente Álvar Núñez Cabeza de Vaca pudo tener una segunda parte de gran relieve en su vida.




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