(1053) Resulta algo confuso el hecho de
que Hernando de Esquivel tratara de huir porque una india había soñado que iba
a matar a un hijo suyo. No obstante, añado la explicación que Cabeza de Vaca
da, ya que muestra una extraña costumbre de aquella tribu, cuyos indios se llamaban
mareames: "Esto hacen estos indios porque acostumbran a matar a sus mismos
hijos por sueños que hayan tenido, y a las hijas, en naciendo, las dejan que
las coman los perros, y las echan por ahí. Y, según ellos dicen, lo hacen porque, siendo todos los demás indios enemigos
suyos, si se casasen con sus hijas, se multiplicarían tanto sus enemigos, que
los someterían como esclavos. Al decirles nosotros que por qué no las casaban
con ellos mismos, respondieron que era cosa fea casarlas con sus parientes, por
lo que preferían matarlas a dárselas a ellos o a sus enemigos, y, cuando estos indios
se han de casar, compran las mujeres a sus enemigos Esta costumbre la usan
solamente ellos y otros vecinos suyos, que se llaman los iguaces". El
cronista menciona que Andrés Dorantes estuvo con estos indios mareames, y, a
los pocos días, huyó por su trato brutal. Después afirma que Álvaro del Castillo
y Estebanico fueron adonde los iguaces, pero no explica por qué iban juntos,
dado que el negro Estebanico era un esclavo de Dorantes, aunque, con
circunstancias tan dramáticas, quizá los españoles lo trataran como a un
compañero más. Otro detalle que el cronista no oculta es que "hay algunos entre
estos indios que usan pecado contra natura".
Estebanico padecería el mismo mal trato
que Cabeza de Vaca, Castillo y Dorantes, pero, al menos, estaría más que
acostumbrado a soportar su ya vieja condición de esclavo, mientras que los
otros tres, no solo no lo fueron nunca, sino que, además, habían disfrutado de
un papel social relevante, y ahora se ven en la situación de tener que sufrirlo
durante años, aunque siempre con la esperanza de salvarse definitivamente:
"Muchas veces, estando con estos indios, nos aconteció estar tres o cuatro
días sin comer, porque no lo había. Ellos nos decían que presto habría tunas y
comeríamos muchas, pero, desde entonces
hasta que las tunas se hubiesen de comer faltaban seis meses, y , cuando llegó
el tiempo de comerlas, hallamos por la tierra una muy gran cantidad de mosquitos
muy malos y enojosos. Para defendernos, hacíamos muchos fuegos, pero luego, en
toda la noche no hacíamos sino llorar del humo que en los ojos nos daban.
Además, por el gran calor que nos causaban los muchos fuegos, salíamos a dormir
a la costa, y, si alguna vez podíamos dormir, nos despertaban a palos, para que
tornásemos a encender los fuegos. El día que llegan, estos indios matan venados
y algunas otras cosas que pueden, y gastan todo el agua y leña en guisar de
comer y en los fuegos que hacen para defenderse de los mosquitos, y esperan
otro día para tomar algo que lleven para el camino. Y, cuando parten, van tan
lastimados por los mosquitos, que parece que tienen enfermedad de San Lázaro (la
lepra). De esta manera satisfacen su hambre dos o tres veces al año, a tan
gran costa como he dicho, y, por haber pasado por ello, puedo afirmar que
ningún trabajo que se sufra en el mundo iguala a éste".
(Imagen) Por fin, Cabeza de Vaca,
Castillo, Dorantes y Estebanico (al que, de momento, se refiere el cronista
como 'el negro', lo que parece indicar que le seguían dando el estatus de
esclavo), van a preparar la huida, aunque con dificultades: "Cuando fueron
cumplidos los seis meses que esperamos a poner en efecto el acuerdo que
teníamos hecho, y ya estábamos para huirnos, los indios que eran nuestros amos riñeron
entre ellos por una mujer, y cada uno tomó sus cosas y se separó de los demás,
por lo que todos los cristianos nos vimos apartados, y de ninguna manera nos pudimos
juntar hasta el siguiente año. En este tiempo yo pasé muy mala vida, tanto por
la mucha hambre como por el mal tratamiento que de los indios recibía, que fue
tal, que hube de huir tres veces de los amos que tenía, y estuvieron a punto de
matarme. Cuando llegó de nuevo el tiempo de las tunas, nos tornamos a juntar".
Pero, el mismo día en que iban a huir, los separaron de nuevo. Cabeza de Vaca
les dijo a los otros que él, sin falta, se marcharía con la luna llena del primero de
setiembre. Ni los otros aparecieron en esa fecha ni él pudo escapar, pero el
día trece llegaron Dorantes y el negro Estebanico, y, de seguido, todos estos
indios fueron a juntarse con los que tenían como esclavo a Castillo. Añade el
cronista: "Aquellos indios nos dijeron que, otros que estaban más
adelante, habían matado a todos los que iban en la barca de Peñalosa y Téllez,
y que venían tan flacos, que aunque los mataban no se defendían. Era esta la
quinta barca que faltaba, porque la del gobernador ya dijimos cómo la mar la
llevó, y la del contador y los frailes la habían visto destrozada en la costa,
y Esquivel nos dijo cómo murieron todos.
Las dos en las que Castillo, Dorantes y yo íbamos, ya hemos contado cómo junto
a la isla de Mal Hado se hundieron". O sea: un desastre total, del que
solo se habían salvado ellos y Estebanico. Pero, PLUS ULTRA, había que iniciar
otra loca aventura: "Dos días después, nos encomendamos a Dios y nos
fuimos huyendo. Continuando nuestro camino con harto temor de que los indios
nos siguieran, vimos unos humos, y yendo a ellos, encontramos a un indio que,
cuando nos acercamos a él, huyó. Nosotros enviamos al negro tras él, y, como
vio que iba solo, lo aguardó. El negro
le dijo que íbamos hacia el poblado, y él respondió que cerca de allí estaban
las casas, y que nos guiaría allá".
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