miércoles, 31 de enero de 2018

(Día 605) Para evitar el ocio y poder repartir beneficios con los recién llegados, se disponen salidas de conquista a cargo de Alonso de Alvarado, Juan Ponce y Garcilaso de la Vega (padre del cronista). Almagro se muestra ostentosamente generoso con su tropa. Marchan con Almagro Paullo Inca y el gran sacerdote Villahoma.


     (195) Inca Garcilaso de la Vega da sus apuntes sobre la situación tras el compromiso juramentado entre Pizarro y Almagro: “Acordaron que don Diego fuese a ganar el reino de Chile, del cual decían los indios que era rico de mucho oro, y que si fuera así, pedirían a Su Majestad la gobernación de él para don Diego de Almagro, y que si no, partirían el Perú entre ambos. Quedaron my contentos, aunque no faltaron maliciosos que dijeron que los Pizarro echaban del Perú a Almagro para gozárselo ellos a solas”. Tuvieron la previsión de tratar de obtener otras conquistas y botines  para poder hacer repartos entre los recién llegados, “así como para que los españoles se ocupasen en ganarlo y no estuviesen ociosos y maquinasen algún motín, incitados de la envidia de ver tan grandes repartimientos como los que se daban a los primeros conquistadores”. Se encargó de ir a distintas zonas a los capitanes Alonso de Alvarado, Juan Ponce y Garcilaso de la Vega (su padre), “y también ordenaron que llevasen socorro al capitán Sebastián de Belalcázar, que andaba en la conquista del reino de Quito”.
     La tropa se alegró mucho de que Almagro fuera con ellos, quien a su vez se mostró ostentosamente generoso y despilfarrador para tenerlos contentos.”Para que se proveyesen de caballos, armas y otras cosas para la jornada, dicen que mandó sacar de su posada más de ciento ochenta cargas de plata y oro, de las que más de veinte lo repartió entre todos, haciendo obligaciones de lo pagar de lo que hubiesen en la tierra adonde iban. Le habló a Pizarro para que le diese cien mil castellanos para negociar el casamiento del hijo que tenía. Respondió Pizarro que estaba conforme. Esto hecho, el Adelantado (evita llamarlo gobernador) don Diego de Almagro se dio prisa en partir”. Luego da ejemplos de los espléndidos regalos que hacía a diestro y siniestro, y lo considera una ‘pose’: “Otras muchas larguezas cuentan que hizo, dándolo todo en público por gozar de aquella jactancia y gloria de que nunca usó Pizarro, porque todo lo que dio, aunque fue más que lo que se afirma de Almagro, lo daba secretamente; tanto que sus criados no lo comprendían”.
     Luego indica algo que pone en cuestión la fidelidad de Manco Inca: “Había entre los hijos de Huayna Cápac uno a quien llamaban Paullo (hermano de Manco). Quiso Almagro llevarlo consigo a él y a Villahoma, gran sacerdote de ellos, para que los indios los sirviesen y temiesen. Y también dicen que ellos quisieron ir porque habían concertado con Manco Inca rebelarse contra los cristianos, a los cuales ellos procurarían darles muerte cuando estuviesen en las provincias de Collasuyo, y que él llamase a los pueblos de Condesuyo, Andesuyo y Chinchasuyo para dar muerte a los que quedaban en el Cuzco y en las otras partes de su gran reino”.
     Ya prestos para partir, nos cuenta Cieza que Almagro mandó a dos capitanes a la Ciudad de los Reyes para reclutar más gente, quedando Rodrigo Orgóñez en el Cuzco a la espera. “Y porque ya muchos deseaban verse fuera del Cuzco, mandó Almagro al Capitán Juan de Saavedra (por su parte, Inca Garcilaso añade que era sevillano y que lo conoció) que saliese ya hasta llegar a la tierra del Collao, donde hiciese alto para le aguardar a él y al resto de los hombres”.

     (Imagen) Curioso personaje PAULLO INCA, al que vemos aparecer en escena; muchos en Perú lo consideran un traidor a su pueblo. Pero las cosas no fueron tan sencillas. De haber podido, habría acabado con los españoles, pero, con una mezcla de resignación ante lo imposible y asombro por la nueva cultura, terminó colaborando pragmáticamente con ellos, incluso en la lucha contra los indios rebeldes. Le iremos viendo a lo largo de las crónicas, pero ahora va a partir con la tropa de Almagro (por orden de su hermanastro Manco Inca) para acompañarle con multitud de indios en la tremenda expedición a Chile. Resulta extraña esa colaboración, pero probablemente (las opiniones sobre él siempre serán contradictorias), había un plan concertado de manera que, ya en Chile, Paullo atacaría a los españoles al tiempo en que Manco Inca lo hiciera en el Cuzco. Las circunstancias lo impidieron y  no se atrevió a descubrir sus propósitos de ataque. El año 1537, cuando Manco Inca se rebeló abiertamente, los españoles lo subieron a él al trono del imperio. Pidió ser bautizado en 1545 (parece ser que voluntariamente), escogiendo el nombre de Cristóbal Paullo. Murió en 1549 y fue enterrado en la iglesia de San Cristóbal del Cuzco, prueba clara de la sinceridad de su conversión. Al abrir su tumba, han aparecido sus restos junto a los de su mujer yaciendo cerca de otras dos mujeres, dos niños y un perro. Es la única que se conserva de los emperadores incas.



martes, 30 de enero de 2018

(Día 604) Cieza, consecuente con la lógica católica de su tiempo, se escandaliza del juramento de Pizarro y Almagro. Se prepara la expedición para Chile, que será dirigida por Almagro. Soto renuncia a seguirle porque le había prometido confiarle la empresa.


     (194) Cieza no puede evitar hacernos una dura advertencia sobre tan melodramático documento: “Esto que habéis visto fue el juramento que se hizo en el Cuzco. Consideradlo bien y notad lo que pidieron, porque lo hallaréis en el discurso de esta obra (crónica) cumplido tan a la letra que es cosa de espanto, y para que temáis hacer tales juramentos, pues con ellos se tienta a Dios todopoderoso, el cual no haya permitido condenarles las almas, como también pidieron”. Hay que ponerse en la mentalidad de la época para comprender el horror que siente Cieza, cuya sensibilidad religiosa ha dejado patente a lo largo de su crónica. Es chocante que Pizarro y Almagro se atrevieran a hacer públicamente un juramento tan escandaloso por lo desproporcionado y que los testigos, incluido el capellán Francisco Pineda, participaran en el acto con normalidad, a lo que se añade que lo leyeron y firmaron solemnemente mientras asistían a la misa que celebraba el padre Bartolomé de Segovia en la casa de Almagro. Cieza es el único que razona de forma consecuente con la religiosidad de su tiempo.
     Sigue después contando que los indios, desanimados por sus continuos fracasos, decidieron mostrase pacíficos, “pero, con deseo de ver divididos a los españoles para vengarse de tantos daños como habían recibido, y conociendo su gran codicia, dijeron grandes cosas de Chiriguana (era zona chilena), afirmando haber tanto oro y plata que lo del Cuzco no era nada comparado con aquello. Los españoles creíanlo y pensaban henchir las manos en aquella tierra. Pretendían ir por generales de ese descubrimiento los capitanes Rodrigo Orgóñez y Hernando de Soto; cada uno aseguraba que Almagro le tenía prometida la jornada, porque él no pensó hacerla personalmente, sino aguardar a recibir las reales provisiones que traía Hernando Pizarro. Pero Almagro, viendo los roces entre aquellos capitanes, determinó ir él mismo a ella, y así lo publicó, de lo que Soto se sintió algo; pero no lo dio a entender, ni quiso ir con él, y Almagro dio palabra a Orgóñez de lo hacer su general”. El gran Hernando de Soto, ya desplazado por los Pizarro, sufre ahora el desaire de Almagro, y esto va a ser el motivo de que enseguida salga para España en compañía de Luis Moscoso, donde pronto los dos se embarcarán en la heroica y fracasada expedición a la Florida, aunque se evitaron el desastre de Chile y las terrible guerras civiles.

     (Imagen) Da gusto leer un documento (año1538) de Hernando de Soto y comprobar que, después de marcharse de Perú harto de ser infravalorado por Pizarro y Almagro, aparece con cargos de tanto relumbrón. Transcribo lo esencial. El escribano certifica lo siguiente: “En la ciudad de Santiago, puerto de esta Isla Fernandina (Cuba) del Mar Océano (el Atlántico), en catorce días del mes de setiembre, año del nacimiento de nuestro Salvador Jesucristo de mil e quinientos e treinta e ocho años, el Ilustre y Muy Magnífico Señor don Hernando de Soto, Adelantado, Gobernador e Capitán de la provincia de Florida, Gobernador de esta dicha isla por Su Majestad, mandó a Cristóbal de Torres, escribano de Su Majestad e público e del cabildo de esta dicha ciudad, que leyese e notificase a los señores oficiales de su Majestad, en esta isla residentes, un escrito e una cédula de la Emperatriz Reina Nuestra Señora, su tenor de lo cual es este que se sigue”. El escrito es de Soto: “…digo y requiero a Hernando de Castro e Gonzalo Hernández de Medina, oficiales de su Majestad en esta dicha isla, que vean esta orden de la Emperatriz y la cumplan como en ella se contiene, e cumpliéndola me provean, de la Hacienda de Su Majestad, de todo lo que sea necesario para la labor de la fortaleza que Su Majestad manda hacer en la villa de La Habana”. Debajo aparece la cédula de la Emperatriz ordenándolo.



lunes, 29 de enero de 2018

(Día 603) Resumen de la copia íntegra que hace Cieza del impresionante documento en el que Pizarro y Almagro ponen a Dios por testigo de su promesa de inquebrantable amistad.


     (193) Viene después el impresionante y extraño juramento al que se sujetan Pizarro y Almagro:
     Y para que esto más seguro y mejor efecto tenga, prometemos y juramos en presencia de Dios nuestro señor, ante cuyo acatamiento estamos, guardar y cumplir enteramente lo expresado y contenido en los capítulos siguientes, y suplicamos a su infinita bondad que cualquiera de nosotros que fuere en contrario de lo así convenido, con todo rigor de justicia, permita la perdición de su alma, y fama, honra y hacienda, para que reciba esa justa venganza por quebrantador de la fe que el uno al otro nos damos.
     Lo que sigue es el texto de los compromisos jurados y prometidos, que hacen hincapié en su mayor preocupación, las rivalidades y traiciones:
     Nuestra amistad y compañía se mantendrá con el amor y voluntad que hasta el presente entre nosotros ha habido, sin que se quebranten por intereses, codicias, ni cualquier ambición de honras y oficios. Ninguno de nosotros calumniará al otro ni procurará cosa alguna en daño y menoscabo de su honra, vida o hacienda. Los dos juntos, y no el uno sin el otro, escribiremos a su Majestad de lo que consideremos que mejor convenga a su real servicio, informándole de todo aquello con lo que se descargue más su católica conciencia y con lo que estas provincias más y mejor se conserven y gobiernen. Todos los provechos que se nos recrecieren, los traeremos manifiestamente a montón y colación, para que permanezca la compañía que tenemos hecha y en ella no haya fraude ni engaño alguno. Todo lo cual, según  la forma en que dicho está en nuestra voluntad de cumplirlo, poniendo a Dios nuestro señor por juez y a nuestra gloriosa madre Santa María con todos los santos por testigos, y para que a todos sea notorio, lo juramos y prometemos, firmándolo con nuestros nombres, estando presentes por testigos el licenciado Hernando Caldera, Teniente General de Gobernador en estos reinos, y Francisco Pineda, capellán de su señoría (Pizarro), y Antonio Picado, su secretario, y Antonio Téllez de Guzmán y el doctor Diego de Loaisa. El cual juramento fue hecho en la ciudad del Cuzco, en la casa del dicho don Diego de Almagro, estando diciendo misa el padre Bartolomé de Segovia, después de dicho el pater noster, poniendo los dichos gobernadores las manos derechas encima de la mano consagrada, a doce de junio de mil y quinientos y treinta y cinco años. Dio fe del documento Antonio Picado, escribano de Su Majestad y su notario público en todos los sus reinos y señoríos.

      (Imagen) Si no se tratara del texto original, uno pensaría que Cieza lo había revestido con su estilo literario, como recreó la arenga  de la sublevación de Manco Inca basándose en lo que le habían contado indios ancianos. La intensidad del juramento de fidelidad mutua que hacen PIZARRO  y ALMAGRO estremece. Tanta afirmación exaltada, que roza casi lo sacrílego puesto que prometen indirectamente entregar su alma al diablo si no cumplen su promesa de mantener para siempre la paz y la amistad entre ellos, demuestra que les angustiaba profundamente la deriva del deterioro de una buena relación tan larga y productiva. Pero no tenían ninguna necesidad de llegar a pedirle estrambóticamente a Dios que, “cualquiera de nosotros que fuere en contrario de lo así convenido, con todo rigor de justicia, permita la perdición de su alma, y fama, honra y hacienda, para que reciba esa justa venganza por quebrantador de la fe que el uno al otro nos damos”. La copia que hizo del documento Antonio Picado, secretario de Pizarro, puede verse en el portal PARES. La imagen es un trozo de la parte final, donde Picado dice lo siguiente: “Yo, Antonio Picado, Secretario de su Majestad, doy fe que fui testigo e me fallé presente al dicho juramento e solemnidad hechos por los dichos, y yo saqué este traslado del original que queda en mi poder”.



sábado, 27 de enero de 2018

(Día 602) Hombres sensatos convencen a Pizarro y Almagro de que han de reconciliarse. Lo hacen jurándolo en un tremendo documento. Cieza copia el texto íntegro y se lamenta de las consecuencias que tuvo no haberlo cumplido.


     (192) Enseguida veremos cómo todo se va a recomponer (de momento) con un nuevo compromiso de buenas intenciones entre Pizarro y Almagro, que se redactará con un pomposo dramatismo: “Tello de Guzmán había traído la provisión de la Cancillería Real (con las concesiones  hechas por el rey a Almagro y a Pizarro), y cuando supo lo que había pasado en el Cuzco, llegó con la intención de requerir al Gobernador y al Mariscal que no hubiese ningún escándalo, y así lo hizo. El licenciado Caldera, que siempre dio buenos consejos, habló en secreto con Pizarro diciéndole que se pusiese de acuerdo con Almagro, puesto que veía que estaba bien dispuesto y que los caballeros que vinieron con Alvarado estaban de su parte. Pizarro reconoció que le daba buen consejo y determinó seguirlo. Había nombrado su Teniente General y Justicia a este licenciado Caldera, el cual habló también a Almagro en parecidos términos, de tal manera que, interviniendo en ello él y el doctor Loaysa, los conformaron e hicieron amistad entre todos, y quedaron en lo público muy amigos, y en lo secreto, como Dios sabe”. Duda, pues, Cieza de que todo fuera tan bonito como parecía, y además deja entrever que el problema no era solo de Pizarro y Almagro, sino también de los dos bandos que se iban formando, el de los veteranos y el de los recién venidos.
     Para legalizar sus compromisos de paz, Pizarro y Almagro suscribieron un documento verdaderamente impresionante por su grandilocuencia y su dramatismo homérico, que Cieza copia al pie de la letra: “Les pareció a Pizarro y Almagro, que, pues se habían puesto de acuerdo nuevamente, sería bueno partir la hostia sagrada, cuerpo de Dios, entre los dos, y hacer juramento, ante un sacerdote revestido, de que no quebrantarían jamás la paz acordada. Y así como lo determinaron, se puso por obra”.
     Es curioso que Cieza, antes de copiar el texto (que lamentablemente tendré que resumir), haga un comentario tan duro sobre lo mal que acabaron luego las cosas, mostrándole al lector que, si se emplaza a Dios para que castigue un juramento no cumplido, la cólera divina cae sobre el infractor. Veámoslo, pues: “Y porque es caso  notable este juramento y que Dios lo cumplió así como lo pidieron, con gran daño y destrucción de los que lo juraron, lo pondré aquí a la letra y sacado del original:
    Nos don Francisco Pizarro, Adelantado y Capitán General de Su Majestad en estos reinos de la Nueva Castilla, y don Diego de Almagro, asimismo Gobernador por su Majestad, en la provincia de la NuevaToledo, decimos que, porque mediante la íntima amistad y compañía que  entre nosotros con tanto amor ha permanecido, queriéndolo Dios, le hemos hecho tantos servicios en la conquista de estas provincias, atrayendo a la conversión y conocimiento de nuestra santa fe católica a tanta muchedumbre de infieles, y confiando su Sacra Majestad en que, durante nuestra amistad y compañía, su real patrimonio sea acrecentado, y por las dichas mercedes que de su real liberalidad hemos recibido, resulta nuestra obligación que se gasten y consuman perpetuamente nuestras vidas y patrimonios en su real servicio.

    (Imagen) Vemos hoy que Antonio Téllez de Guzmán, funcionario de la Cancillería Real, llega con el auténtico documento que fijaba la extensión de las respectivas gobernaciones de Pizarro y Almagro. Téllez (o Tello) y otros hombres sensatos los convencen para que juren amistad eterna. Y lo van a hacer con una fórmula de gran aparatosidad (como veremos mañana). Si firmaron fue porque los límites de cada gobernación les parecieron claros, y sin embargo todo se iba a desbaratar después cuando los dos pretendieron para sí la posesión del Cuzco. ANTONIO TÉLLEZ DE GUZMÁN era, sin duda, un hombre sensato, pero hay un documento que  lo muestra en situación poco airosa. Aunque la política era entonces muchísimo más corrupta que ahora, también estaba sometida a controles, y parece ser que al funcionario Téllez lo pillaron en algún chanchullo de tráfico de influencias con Pizarro y Almagro. El texto de la imagen es parte de una orden que expide el emperador para informar sobre una causa que le abrió a Téllez el fiscal general del reino: “Se trató ante Nos en el nuestro Consejo Real de las Indias entre partes, de la una, el licenciado Villalobos, nuestro Fiscal, e de la otra, Antonio Téllez de Guzmán, sobre cierta cantidad de oro e plata que el dicho  nuestro Fiscal dijo que le habían dado el Adelantado don Francisco Pizarro, nuestro Gobernador de la provincia del Perú, y el Mariscal Diego de Almagro, sin poderlo recibir”. Es de suponer que la corrupción, aunque irá decreciendo, estará siempre entre nosotros.



viernes, 26 de enero de 2018

(Día 601) Sebastián Garcilaso de la Vega, padre de Inca Garcilaso, se decantó por el bando de Pizarro. Inca Garcilaso no deja de considerar a Pizarro y a Almagro (que se abrazaron al verse) como ‘dos insignes varones’. Ante Almagro, Pizarro defiende a sus hermanos, pero a ellos los reprende. Llega Hernando Pizarro.


     (191) Detalla Garcilaso algunos nombres de los que no fueron rebeldes: “De la otra parte lo contradijeron Juan Pizarro y Gonzalo Pizarro y muchos caballeros extremeños de los que llegaron con don Pedro de Alvarado, entre los cuales estaban Gabriel de Rojas, Garcilaso de la Vega (qué raro que el cronista no diga que era su padre), Antonio Altamirano, Alonso de Alvarado y la mayor parte del regimiento. Y andaban los unos y los otros tan apasionados que vinieron a las manos”. Llega a decir que hubo hasta muertos, pero, viendo la versión de otros cronistas, no parece cierto.
     Sigue dando algún detalle de la reacción de Pizarro al enterarse del conflicto: “Avisado el Marqués, corrió en hombros de indios las doscientas leguas que había hasta el Cuzco, atreviéndose a ir solo y de esta manera sabiendo que los que le llevaban le complacerían porque deseaban que los españoles le restituyesen el imperio a Manco Inca. Así llegó el Marqués, y con su presencia se apagaron los fuegos que la ambición y la discordia habían encendido, porque la amistad antigua que siempre vivió entre estos dos insignes varones –quitados de en medio los malos consejeros- en cualquier enojo y pesadumbre los reconciliaba con facilidad”.
     Cieza, por su parte, da a entender que duda de la sinceridad de los abrazos entre Pizarro y Almagro: “Si anduvieran en los manglares (cuando no habían conquistado nada) y no estuvieran en el Cuzco (que iba a ser la manzana de la discordia), afirmara yo que eran lágrimas salidas de afición y amor. Dicen que le dijo Pizarro: Vos me habéis hecho venir sufriendo por esos caminos; ¿dónde ha estado vuestro juicio para tomar rehúrtas (‘desencuentros’) con mis hermanos, a los cuales yo tengo mandado que os tengan respeto como a mí mismo? Y que Almagro le respondió que no viniera con tanta prisa, pues él le había enviado aviso de lo que había pasado, que a tiempo estaba de saber la verdad de todo, y que sus hermanos le habían mirado mal porque no podían encubrir serles enojoso el haberle hecho gobernador el rey. Pasando estas pláticas, llegaron el capitán Hernando Pizarro y muchos caballeros guatemaltecos y vecinos a le besar las manos, y todos fueron bien recibidos por él. Cuando Pizarro se vio en su posada, reprendió mucho a sus hermanos por lo que habían hecho. Dieron sus excusas diciendo que Almagro ya se tenía por gobernador y pensaba repartir las tierras entre sus amigos y no entre los que lo habían trabajado”. Cieza, sin hacer ningún comentario, menciona la presencia del  grupo de los guatemaltecos que habían llegado con Pedro de Alvarado, lo que casi parece una premonición de que iban a hacer piña con Almagro en los futuros enfrentamientos, en contraste con el buen recibimiento que les da ahora Pizarro. Por allí andaba también Manco Inca saboreando su nombramiento como emperador, ya que, inexplicablemente, consideraba que lo iba a ejercer con toda efectividad: “Fue muy alegre a ver a Pizarro y lo abrazó”.

     (Imagen) Estamos en los inicios de la división que va surgiendo entre dos bandos, y debía de ser ya importante ANTONIO ALTAMIRANO porque el cronista Inca Garcilaso lo menciona entre los capitanes fieles  a PIZARRO.  Era de Hontiveros (Ávila) y había llegado a Perú con el ejército de Pedro de Alvarado. Aunque es difícil encontrar pistas de sus andanzas, nos va a servir para entender la dimensión de la tragedia de las futuras guerras civiles. Fueron largas y muy sangrientas. Altamirano estuvo siempre del lado de Pizarro, quien, como gobernador, era el representante de Carlos V. Muerto Pizarro, su hermano se rebeló contra la Corona. Altamirano estuvo a su servicio, pero terminó por abandonarlo cuando llegó, por mandato del rey, el eficaz PEDRO DE LA GASCA, quien derrotó y ejecutó a Gonzalo. En la imagen vemos el comienzo de la lista de órdenes que Carlos V le había dado: “El Rey: Lo que Vos, el Licenciado de la Gasca del mi Consejo de la Santa y General Inquisición, debéis hacer en la jornada a que os mandamos ir a las provincias del Perú, por virtud de los poderes y comisiones que lleváis, es lo siguiente…”. La Gasca cumplió a la perfección lo mandado. En una carta suya dirigida después al rey (el año 1546) nos regala un dato sobre ALTAMIRANO; el de su muerte por ejecución: “Hásenos escrito que Gonzalo Pizarro ha muerto a don Pedro Puertocarrero, natural de Trujillo, e a Antonio Altamirano, natural de Hontiveros, al que había hecho Alférez General suyo, e a Diego Maldonado, porque, según dicen, querían alzar un pueblo para servicio de Su Majestad”. Aquello sí era “sangre, sudor y lágrimas”.



jueves, 25 de enero de 2018

(Día 600) Inca Garcilaso de la Vega, coincidiendo en lo esencial, añade datos al inicio del conflicto entre Almagro y Pizarro. Indica también que Hernando Pizarro había sido nombrado por el emperador Caballero de la Orden de Santiago.

     (190) Tras encontrarse por el camino con Moscoso, Pizarro se alegró de que le dijera que Enamorado había cargado mucho las tintas. Le llegó otro retorcido comentario, pero se dio cuenta de que  había intereses en culpar a Almagro y “supo que se trataba de industrias de alborotadores que deseaban ver enemistados a los dos compañeros para acrecentar sus repartimientos”. Pizarro, ya más tranquilo,  siguió su camino, y aún tuvo otra advertencia: “Halló a dos criados suyos llamados Alonso de Mesa y Pedro Pizarro (casi seguro que se trata del cronista que tan a favor de él se mostró en su texto), y le dijeron que, si era necesario, estaban dispuestos a ratificar lo que habían escrito sobre lo que Almagro había hecho en el Cuzco. Pizarro no hizo caso de más dichos y continuó su marcha hasta llegar a la ciudad. Se fue a apear en la iglesia para hacer oración. Almagro supo de su entrada. Fue adonde se había apeado y se abrazaron el uno y el otro, derramando hartas lágrimas”.
     Aunque pueda resultar repetitivo, creo que merece la pena volver un poco atrás y ver cómo nos cuenta de forma resumida Inca Garcilaso de la Vega este proceso tan dramático que llevó a los celos y recelos entre Almagro y Pizarro: “La discordia se metió a hacer grandes males entre los españoles si pudiera, si la paz y la amistad no lo estorbaran. Tuvieron nuevas en el Perú de la llegada de Hernando Pizarro a España y de lo bien que con Su Majestad negoció, alcanzando para su hermano, el gobernador, el título de de Marqués de la provincia de los Atabalillos, con sus rentas y tributos. Y por haber tenido ese nombramiento, lo llamaremos Marqués de aquí adelante en esta historia (todos los títulos, incluso el de ‘Don’ se adjuntaban siempre al mencionar el nombre). Además de esta merced, se le concedió que los límites de su gobernación se prorrogasen ciertas leguas (Garcilaso está siguiendo al cronista Zárate, que no las precisa, y se diría que no conocía el texto de Cieza, quien ya nos indicó que la ampliación era de setenta leguas). Y para sí alcanzó Hernando Pizarro un hábito de la Orden de Santiago y otras mercedes. Se dijo también que a don Diego de Almagro le hacía merced del título de Mariscal de Perú y de una gobernación de cien leguas (se equivoca: eran doscientas) hacia el sur, más allá de la gobernación del Marqués. Todas estas nuevas las tuvo don Diego de Almagro en el Cuzco (las recibió en una carta), donde estaba con el Príncipe Manco Inca (Garcilaso, que era pariente suyo, emplea la palabra española príncipe para que se entienda mejor la importancia del personaje), y con los hermanos del Marqués, Juan y Gonzalo Pizarro.  El cual, sin aguardar la provisión auténtica de Su Majestad -porque el gobernar y mandar es tan deseado de los ambiciosos-, no pudo contenerse y de inmediato comenzó a llamarse de inmediato gobernador. Y porque le parecía que la gobernación del Marqués no llegaba hasta el Cuzco, sino que aquella ciudad entraba en su propia gobernación, dio indios de repartimiento (a los de su bando) como si ya tuviera la provisión de su Majestad. Todo lo cual hizo aconsejado e incitado de muchos españoles, ministros de la discordia, que no faltaron; le dijeron que así convenía y favorecieron su bando, declarándose a favor de él”. Es dramático ver cómo iba aumentando la tensión entre Almagro y Pizarro, arruinando sus muchos años de heroica y eficaz colaboración.


     (Imagen) PEDRO CIEZA DE LEÓN nació en Llerena (Badajoz) en 1520. Era descendiente de judíos convertidos quizá hacia 1492, al ser expulsados los que continuaron en su fe: de 600 familias, se quedaron 125. Algunos fueron judaizantes (incluso había en Llerena un tribunal de la Inquisición), pero otros vivieron como modélicos católicos, y así ocurrió con la familia de Pedro (tuvo un hermano sacerdote). Impresiona saber lo joven que partió hacia las Indias (dicho por él mismo): “Salí de España de tan tierna edad que casi no tenía enteros 13 años”. Lo que demuestra que tenía un instinto nato de gran escritor, luego enriquecido con experiencias militares y filosóficas reflexiones que le llevaban a compadecerse de los indios, aunque aceptó sin remordimiento tenerlos a su servicio en una extensa encomienda. Nos dice: “He gastado en Las Indias más de 17 años, muchos de ellos en conquistas y descubrimientos”. Criticó también los abusos de los españoles con las nativas, pero el tema del sexo sumía a aquellos hombres en la contradicción. La sexualidad a salto de mata resultaba cosa corriente y ni siquiera los religiosos tocaban el tema, aunque hubo excepciones de predicadores apocalípticos. Todo indica que era aceptada la relación estable con una indígena sin matrimonio previo, pero solamente en el caso de que estuviera bautizada. Es decir: lo que sería ‘pecado’ con una española, no lo era con una nativa. El mismo Bernal Díaz del Castillo tuvo una compañera azteca que le regaló Moctezuma. Y el hecho de que él mismo lo contara con toda naturalidad confirma lo dicho. La intensa vida de PEDRO CIEZA DE LEÓN acabó en España en 1554, con solo 34 años, que dieron para mucho, aunque solo fuera por la genial obra que nos regaló.

martes, 23 de enero de 2018

(Día 599) Pizarro, tras enterarse de lo ocurrido en El Cuzco, decide ir allá rápidamente. Almagro se decepciona al ver la pobre documentación que tenía Cazalla, y los Pizarro se crecen.

     (189) Añade Cieza que entonces se enteró Pizarro de lo ocurrido en el Cuzco: “Había salido de allá un tal Andrés Enamorado (aunque el apellido parece un chiste, sigue vigente) a dar aviso a Pizarro y le certificó que sus hermanos estaban en gran riesgo porque Soto y Almagro se habían dado de lanzadas con ellos. Pesáronle a Pizarro estas noticias y quejábase de Almagro sin saber con certeza lo ocurrido y afirmando en público que por su causa se había levantado el alboroto”.
     Visto el panorama, Pizarro salió con urgencia hacia el Cuzco: “Avisó a algunos de sus amigos para salir a grandes jornadas hacia el Cuzco. Llevó consigo al licenciado Caldera y a Antonio Picado (que ya era su secretario y hombre de confianza). Al mando en la Ciudad de los Reyes dejó a Ochoa de Ribas.
     Luego Cieza nos aclara con más detalle la situación en lo que sigue, porque se entiende que todo el conflicto fue iniciado por las ‘maravillosas’ noticias que Cazalla había enviado al Cuzco, y ahora vamos a ver a un Almagro chasqueado al recibir al ‘personaje’: “Cuando llegó al Cuzco Cazalla, recibió mucho enojo Almagro al no ver más que un simple papel, siendo así que se había publicado por todas partes que le venían ya las provisiones de gobernador”. Tuvo que hacer de tripas corazón: “Pero Almagro no dejó de afirmar a sus amigos que no podía tardar en venir lo verdadero, pues aquel papel había sido sacado letra por letra de ello”. Otros lo disfrutaron: “Juan Pizarro y los que eran aficionados al gobernador se holgaron, haciendo escarnio de Almagro porque tan ligeramente se había creído lo que le habían dicho, afirmando que tenían a Hernando por tal pájaro que traería lo que al gobernador conviniese, pues lo sabía y entendía tan bien”. Y acertaban, porque el tal ‘pájaro’, que además era culto e inteligente, consiguió que la demarcación de Pizarro fuera ampliada en setenta leguas (algo que no mencionaba Cazalla), y si, como vimos, no hubiese estado al quite ante el emperador Cristóbal de Mena, representante de Almagro, habría quedado mucho más perjudicado en sus intereses.
     Cuando Almagro supo que Andrés Enamorado había ido a informar a Pizarro de lo sucedido, sospechó que le iba a dar una información ‘averiada’ y le encargó a Luis de Moscoso que fuera para dejar las cosas claras.
     Un pequeño inciso para recordar algo que conté de la vida de Moscoso y que ahora lo podremos entender. Está claro que él y Soto eran buenos amigos y partidarios de Almagro, pero un año más tarde va a ocurrir que, a la hora de iniciar Almagro su expedición chilena, escogerá como capitán a Rodrigo Orgóñez; Hernando de Soto, sintiéndose desplazado, volvió entonces a España con Moscoso, por suerte para los dos, porque de esa manera se evitaron las guerras civiles cuyos preludios ya estaban viviendo. Suerte relativa, si tenemos en cuenta que ambos héroes se embarcaron después en la terrible expedición que organizaron para explorar en la Florida, en la que murió Soto.


     (Imagen) La pesadilla de las distancias. ¿Cómo abarcar tanto siendo tan pocos? Y si eres el gran jefe, como Pizarro, necesitas estar en todas partes, especialmente cuando surgen problemas de envergadura. Pizarro sabía que las cosas se iban complicando en su relación con Almagro. Y lo que le acaban de contar era alarmante: el primer conflicto violento entre los dos bandos. Así que, estando en Lima, parte raudo hacia el Cuzco (1.100 km por la actual carretera Panamericana). Aquellos hombres nunca paraban. ¿Cómo podían hacer tanto?: conquistar, pelear, poblar, dejar gente en lo fundado y seguir hacia delante: PLUS ULTRA. En Quito, a 1.800 km de Lima (la perspectiva del plano engaña), estaba Belalcázar, quien logrará introducirse en Colombia. A punto estuvo de apoderarse de Bogotá, pero ¡15 días antes!, había llegado por el este GONZALO JIMÉNEZ DE QUESADA (quizá el más grande tras Cortés y Pizarro). DIEGO DE ALMAGRO intenta también su gran proeza: se dirige a conquistar Chile. La tropa de Pizarro había aumentado, pero seguía siendo minúscula para tarea tan gigantesca. Y vamos a ver cómo pronto esa precariedad, esa necesidad de dejar hombres en lo fundado, pero pocos porque la mayoría era imprescindible para seguir destruyendo y construyendo, le dará la oportunidad a Manco Inca para cercar el Cuzco y estar a punto de acabar con todos los españoles sitiados, en situación tan desesperada que tuvieron que salir y jugarse la vida para conseguir agua y alimentos. En esas circunstancias murió un hombre bravo y de gran liderazgo, al que sus cualidades le auguraban un lugar privilegiado en la lista de los más notables de las Indias. Solo tenía treinta años. Se llamaba JUAN PIZARRO.


lunes, 22 de enero de 2018

(Día 598) El conflicto en el Cuzco surgió porque Cazalla estaba a punto de llegar con el supuesto documento de la gobernación concedida a Almagro. En ese tiempo llegó a Lima el hijo de Almagro. Dada la situación, Pizarro se traslada al Cuzco. Es bien recibido por Almagro y hacen un trato para eliminar sus diferencias.

     (188) Pedro Pizarro hace referencia también a algo que Cieza explicará con más detalle: el pacto que hicieron Pizarro y Almagro (y que, durante un tiempo, funcionó): “Sabido por el Marqués el alboroto que había en el Cuzco, decidió partir, y llegado que fue, se conformaron él y su compañero Almagro. Concertaron entre sí que Almagro fuese a Chile porque se creyó que fuera tan buena tierra como esta, haciendo juramento de ser amigos y no ir uno contra otro, y que si Almagro no hallase en Chile tierra para poblar, que se volviese y el Marqués partiese con él su gobernación”. Pero va a ser un ‘ni contigo ni sin ti’.
    Nunca falla: Cieza cuenta todo esto pero, a diferencia del partidista Pedro Pizarro, deja bastante bien parado a Soto en el conflicto que hubo entre los amigos de Almagro y los de Pizarro cuando Cazalla llegó al Cuzco con sus pretendidas provisiones del rey, aunque reconoce que “por su interés, Soto se acostaba algo a la parte de Almagro”. También apunta que “Juan Pizarro y Gonzalo Pizarro estaban sentidos contra Almagro porque le querían mal, y lo mostraron en esta ocasión”. En lo que coinciden Cieza y Pedro Pizarro es en la gravedad de lo que ocurrió. Pero el desencadenante del peligroso enfrentamiento no se produjo exactamente como cuenta Pedro Pizarro. En realidad Francisco Pizarro, cuando supo que Cazalla, el ‘cizañero’ (al que Cieza ya le llama despectivamente ‘Cazalleja’), había salido hacia el Cuzco para enardecer a Almagro, envió de inmediato a un mensajero, Melchor Verdugo, con indicaciones de que sus hermanos Juan y Gonzalo Pizarro se hicieran dueños de la situación. (Cieza señala que Juan era un hombre muy estimado). Fue al conocer estas órdenes de Pizarro cuando llegaron a las manos, porque sabían que Cazalla estaba ya cerca del Cuzco con los documentos que, según él, eran la prueba de lo que el rey le había concedido a Almagro: sus partidarios estaban ansiosos por tenerlos y juntaron gente para que los hermanos Pizarro no salieran a apoderarse de ellos. Soto tenía el cargo de ‘Justicia del rey’ y  no le quedó más remedio que tratar de poner orden, pero la agresiva reacción de Juan Pizarro, que temía que favoreciese a Almagro, estuvo a punto de acabar en tragedia: “Estaban todos tan turbados y llenos de envidia los unos de los otros que fue extraño que no saliesen a matarse todos ellos. Afirmose que fueron estas las primeras pasiones que hubo en esta tierra entre los de Almagro y los de Pizarro”. El alud de odio empezaba a moverse.
     Pizarro pasó de Trujillo a la Ciudad de los Reyes, y allí llegó desde Panamá un jovenzuelo mestizo que tendría pronto un destino trágico, Diego de Almagro, llamado igual que su padre. Y lo que son las cosas: venía acompañado de Francisco Martín de Alcántara, hermanastro de Pizarro por parte de madre. Ocurrirá más tarde algo digno de una tragedia griega: Almagro padre es ejecutado por los Pizarro, y su joven hijo, para satisfacer sus ansias de venganza, organiza una conspiración que acabará con la vida de Francisco Pizarro y la de su hermanastro Francisco Martín de Alcántara, aunque también él lo pagará más tarde con la suya (que venga Sófocles y lo cuente).


    (Imagen) De repente, sale por primera vez al escenario de la tremenda historia de Perú un personaje trágico, como su padre, del que se diferencia, entre otras cosas, por la brevedad de su vida: el mestizo DIEGO DE ALMAGRO “EL MOZO”. Algún tiempo después de que  su padre fuera ejecutado, los almagristas se ampararon en su bisoño heredero para luchar contra los pizarristas. (Curiosamente, hasta entonces había estado acogido en casa de Pizarro). Carlos V, conociendo la situación, envió a un hombre bueno y prestigioso, CRISTÓBAL VACA DE CASTRO, con el fin de que pacificara aquella tierra. Por dificultades durante su viaje, cuando llegó los almagristas ya habían asesinado a PIZARRO, lo que, en sí mismo, tenía el carácter de una rebelión contra la Corona. En 1542 se preparó un ejército capitaneado por GONZALO PIZARRO, y en la batalla de Chupas, Diego de Almagro el Mozo y sus hombres fueron totalmente derrotados. El desventurado muchacho trató de escapar, pero lo atraparon, y Vaca de Castro no pudo impedir que fuese ejecutado (tenía 24 años). Lo que vemos en la imagen es la primera página de una carta del año 1541 en la que Vaca de Castro le pone en conocimiento al emperador Carlos V del reciente asesinato del Marqués Francisco Pizarro y de la rebelión de Diego de Almagro el Mozo. El bueno de Vaca de Castro volvió a España y fue objeto de denuncias que, no solo se demostraron falsas, sino que, por sus méritos, el emperador lo premió generosamente. Seguro que nunca se le borró de la mente la triste imagen del ‘sin ventura’ DIEGO DE ALMAGRO EL MOZO. 


(Día 597) Surge en el Cuzco el primer chispazo de violencia entre almagristas y pizarristas. Juan Pizarro intenta lancear a Soto por creer que, como Justicia, trata de beneficiar a Almagro. Después se enfrentan los dos bandos muy peligrosamente, y Gómez de Alvarado consigue calmarlos.

     (187) El cronista Pedro Pizarro deja bien claro que empezaron de inmediato los conflictos por esta cuestión. Y ocurrieron en el Cuzco, porque allí se encontraban partidarios de ambos bandos. La situación no podía serle más incómoda a Almagro porque tenía que verse las caras con Juan y Gonzalo Pizarro. Indica incluso el cronista que, ya antes de que llegara la confusa noticia sobre la gobernación de Almagro, sus hombres le animaban a que se independizara de la autoridad de Pizarro: “Muchos de los que habían venido con don Pedro de Alvarado, estaban tan hinchados y soberbios que todo este reino les parecía poco, y así acordaron irse a Chile con don Diego de Almagro, creyendo hallar allá otro Perú. Estando don Diego de Almagro con la gente ya dicha, vínole noticia de que Su Majestad le había hecho merced de la gobernación desde los límites del Marqués don Francisco Pizarro (se le olvida aclarar que esos límites se habían ampliado setenta leguas). Los de don Pedro de Alvarado le afirmaron a Almagro que el Cuzco caía en su gobernación. Sabiendo esto, Juan Pizarro y Gonzalo Pizarro hablaron a sus amigos -que tenían muchos- para no consentir las intenciones de los de Alvarado y Almagro”. Ya sea cierto o no lo que cuenta después Pedro Pizarro, se confirma una vez más que era un ‘incondicional’ de Francisco Pizarro y que tenía atragantados a Almagro y a Hernando de Soto. Los hechos fueron de alta tensión: “Almagro creyó que Juan Pizarro se disponía a salir al camino para quedarse con los despachos de su gobernación, e hizo junta de gente, con lo que se pensó que su intención era tomar posesión del Cuzco. Entonces Soto, que era corregidor, se puso del bando de Almagro, y un día vino adonde Juan Pizarro estaba con sus amigos para encarcelarle en su posada, sin hacer lo mismo con don Diego de Almagro. Y sobre esto Juan Pizarro y Soto tuvieron sus palabras porque Juan Pizarro le dijo que era partidista, y el Soto le respondió que no era así. Juan Pizarro tomó una lanza y aguijó tras el Soto, que si no corriera bien su caballo, lo derribara a lanzadas. Juan Pizarro le siguió hasta meterle donde el Almagro estaba, que, a no socorrerle los amigos que Almagro tenía, allí lo matara, porque Juan Pizarro era muy valiente hombre y muy animoso. Almagro y sus amigos tomaron sus armas y salieron tras Juan Pizarro; y así, de una parte y de otra se juntaron en la plaza, que si no fuera por Gómez de Alvarado, un caballero que don Pedro de Alvarado trajo consigo (casi seguro que es Gómez de Alvarado ‘de Zafra’, no el hermano de Pedro), este día se mataran los unos y los otros. Gómez de Alvarado se puso en medio a caballo, apartándolos con una lanza y rogándoles que mirasen el servicio de Dios Nuestro Señor y de Su Majestad, y con estas palabras, se apartaron yendo cada uno a su posada, pero así estuvieron en armas los unos y los otros hasta que lo supo el Marqués, a quien se le envió aviso”.
     De propina, Pedro Pizarro, añade otra acusación contra Almagro: “Se dice que en este tiempo don Diego de Almagro mató a los hermanos de Manco Inca, con la intención de favorecerse de él (eran rivales de Manco) para sus fines y malos propósitos que tenía, y si Juan Pizarro no tuviera tantos amigos, se entendió que Almagro se habría posesionado del Cuzco”.



     (Imagen) Se produce el primer chispazo violento entre los partidarios de Pizarro y los de Almagro. Un sensato GÓMEZ DE ALVARADO  consigue calmarlos. Quizá no se trate del hermano de Pedro de Alvarado, porque el cronista Pedro Pizarro no lo precisa y había otro del mismo nombre. Pero, ya puestos, vamos a aclarar cuándo pasaron los Alvarado de Cantabria a Extremadura, y de allí a Las indias. Fue JUAN DE ALVARADO, abuelo de PEDRO DE ALVARADO, quien dio el primer salto. Era Caballero de Santiago y aparece hacia 1470 como alcaide de la villa de Alburquerque (Badajoz). Varios de sus hijos figuran como militares de relieve. De ellos, el prolífico GÓMEZ DE ALVARADO Y MEXÍA fue el padre de los numerosos hermanos que brillaron en las Indias. Pero ellos llegaron allá porque les abrió el camino su tío DIEGO DE ALVARADO Y MEXÍA, que estaba ya en La Española (la isla de Santo Domingo) desde 1499, donde hizo fortuna  y era corregidor de la capital. La lápida de la imagen tiene un texto que ya comenté. Está en las ruinas de la vieja catedral de Guatemala, y más que expuesta, parece medio abandonada, quizá porque el gran Pedro de Alvarado dejó fama de hombre demasiado duro. El texto grabado daría para contar mil historias. Indica que en el interior están los restos, entre otros, de PEDRO DE ALVARADO, de su triste mujer, BEATRIZ DE LA CUEVA, y de su hija mestiza (y muy querida) LEONOR DE ALVARADO Y XICOTÉNCATL. La tuvo Pedro con la mujer a la que, posiblemente, más amó: la princesa tlaxcalteca LUISA XICOTÉNCATL, entregada por su padre a CORTÉS y cedida por este a PEDRO DE ALVARADO. Y el que lo contó fue otro cuyos restos también están en esa tumba: el inigualable BERNAL DÍAZ DEL CASTILLO.


sábado, 20 de enero de 2018

(Día 596) Pizarro deja de lado las noticias sobre la gobernación de Almagro porque le parecen insuficientes. Pero Cazalla le escribe a Almagro diciendo que tiene pruebas que Pizarro no ha visto. Almagro y sus hombres se entusiasmaron. Cieza subraya que ese fue el momento en que empezó a rodar el alud de odios que llevó a la tragedia final.

     (186) La incertidumbre llenaba obsesivamente de temores o esperanzas a los dos bandos, y la actitud de Cazalla, el que abrió la caja de Pandora, no era nada clara: “Antonio Picado, el licenciado Caldera y otros le aconsejaban a Pizarro que le mandase a Cazalla que mostrara las provisiones que decía tener, porque si era cierto que Almagro gobernaba de Chincha para adelante, sería mejor dárselo todo que no quedarse con lo más corto y ruin  (además, la joya de la corona era el Cuzco). Oídas estas cosas, Pizarro mandó a Cazalla que mostrase las provisiones. Mostró lo que traía, y no era más que el traslado simple (resumido y sin certificar) de la capitulación. Pizarro se lo devolvió sin hacer caso de ello”. Vemos que el curtido Pizarro, acostumbrado a estar frente al todo o nada, la vida o la muerte, se despreocupó del asunto, dejándolo al margen hasta que se aclarara la situación.
     Sin embargo Cieza nos muestra cómo quedaban activas las brasas de futuros incendios catastróficos: “Pero Cazalla, a quien envió el demonio para comenzar a encender el fuego tan cruel que después hubo, partió de allí diciendo que no había querido mostrar a Pizarro por entero todo lo que traía, y así se lo escribió al Cuzco a don Diego de Almagro; el cual, al saberlo, se hinchó de viento en tal manera que, como sus poderes de gobernador eran suficientes para gobernar la ciudad del Cuzco, no quiso usar las provisiones que llevaba, pareciéndole que era rebajarse a un cargo inferior en tierra donde se tenía ya por superior, y aguardaba con impaciencia la llegada de las provisiones del emperador para tener más mando siendo gobernador de Chincha en adelante. Sus amigos, que eran tantos y tan principales, henchíanle las orejas de viento. Tenían ya en tan poco a Pizarro que aun los manglares les parecían mucho para su gobierno. Procuraban ganar la gracia de Almagro por todas las vías, y desde ahora hubo en el Perú dos parcialidades: una, que se unía a los Pizarros, y otra, a los Almagros”. Vaya panorama.
     Cieza considera que Almagro quedó envenenado con aquellos ‘consejeros’ (tampoco se olvida de que Pizarro tenía los suyos): “Aquello fue la raíz de todos los males que el demonio procuró plantar en Almagro, permitiéndolo Dios por los grandes pecados de los hombres. Los que eran amigos de don Francisco Pizarro le decían que debía suspender el poder tan amplio que le había dado a don Diego de Almagro, pues si se hallaba al mando en el Cuzco y le llegaban las provisiones del rey, aunque no fueran muy poderosas (como pretendía Cazalla), se quedaría con la posesión de lo mejor y más importante de Perú, habiéndolo él (Pizarro) ganado con tantas fatigas y riesgos de su vida. Y habiendo, como había, entre Pizarro y Almagro tanta amistad y hermandad de muchos años (eran unos veinte, desde los tiempos de Pedrarias Dávila), el interés lo partió y la codicia cegó sus entendimientos; y todo ello no ocurriera si no hubieran dado en tan rica tierra, como dieron los dos, sabiendo tan poco que no conocían las letras del abecedario; después no hubo más que envidias, cautelas y modos injustos”. La referencia de Cieza al analfabetismo de los dos resulta demasiado despectiva. Por muy letrados que fueran, la historia habría acabado igual. Se trataba de un asunto de pasiones.


     (Imagen) Cieza no da más detalles de Cazalla, el imprudente ‘mancebo’ que provocó un revuelo con noticias confusas sobre los límites de la gobernación que se le concedió a Almagro. Tampoco he podido concretar quién era el personaje. Pero bien podría tratarse de SEBASTIÁN DE CAZALLA; tenía una edad parecida a la suya y eran primos (la madre de Cieza se llamaba Isabel de Cazalla). Hasta es posible que Cieza no dijese nada más sobre él precisamente por eso. El apellido provenía de Cazalla de la Sierra (Sevilla), donde había nacido uno de los “trece de la fama” heroicamente fieles a Pizarro, aquel Pedro Halcón al que lo trastornó la pasión no correspondida por una cacica. En cualquier caso, este Sebastián nos revela algo importante. Hernando Pizarro, durante el larguísimo tiempo que estuvo preso en España, siguió enriqueciendo su enorme patrimonio con rentas del Perú. Sorprendentemente, lo que más beneficios le daba eran los impuestos sobre la coca, pero el monasterio sevillano de Santiago de la Espada pleiteó contra él porque le correspondían esos diezmos. Y le ganó. El  representante del monasterio en el Cuzco era Sebastián de Cazalla, y otro avecindado, Pedro Mejía, mayordomo de Hernando Pizarro, tuvo que devolverle todo el dinero recibido sin derecho. Sebastián aparece también en un comentario de Inca Garcilaso de la Vega, porque el ilustre cronista vivió en el Cuzco junto a su casa cuando era niño: “En el barrio llamado Pucamarca estaban las casas de Antonio Altamirano, uno de los primeros conquistadores, Francisco de Frías y Sebastián de Cazalla”.


viernes, 19 de enero de 2018

(Día 595) Pizarro, en Trujillo y en Lima, dio encomiendas de indios a los veteranos, prometiendo hacerlo después con todos. Gran elogio de Inca Garcilaso a Pizarro. Cazalla llega con noticias no certificadas de que a Almagro le han concedido una gobernación, y Diego de Agüero corre a contárselo al ‘agraciado’.

     (185) En ese tiempo, Pizarro, sin haber llegado todavía su hermano Hernando, se dispuso a fundar (como acabamos de ver) la población a la que dio el nombre de su lugar natal, Trujillo. El cronista Inca Garcilaso de la Vega lo comenta de pasada: “En el valle de Chimo, a ochenta leguas al norte de la Ciudad de los Reyes y en la misma costa, fundó una ciudad llamada Trujillo, a la que dio el nombre de su patria para que quedase alguna memoria de él. Dioles repartimientos de indios a los primeros conquistadores en pago de los trabajos que en ganar aquel imperio pasaron. Lo mismo hizo en la Ciudad de los Reyes, con mucho aplauso y común regocijo de todos, porque les parecía que la tierra se iba sosegando y poblando, y que empezaban a gratificar a los primeros según los méritos de cada uno, y que así se haría con todos”. Parece ser, pues, que se vio sensatamente justo que fueran premiados en primer lugar los veteranos y que había una gran confianza en que iba a haber para todos. El siguiente párrafo de Garcilaso es un gran elogio a Pizarro: “En esta ocupación tan buena, como fueron todas las que este famosísimo caballero tuvo en todo el discurso de vida, lo dejaremos ahora, para decir otras cosas que en el mismo tiempo pasaron entre los indios (y que luego veremos)”.
     Pero fue entonces cuando, poco a poco, empezaron a enconarse los ánimos de forma cada vez más preocupante entre los Pizarro y Almagro por ciertas imprecisiones en algunas noticias traídas de España. Sigamos a Cieza: “Llegado, pues, al valle de Chimo, Pizarro hizo la fundación de la ciudad, a la que llamaron Trujillo, y estando entendiendo en esto, vino un mancebo a quien llamaban Cazalla publicando que Almagro era gobernador de Chincha para adelante, y que tenía provisiones de ello, sin traer más que un traslado simple, y carente de la fe de un escribano,  de la capitulación del emperador con Hernando Pizarro”. De manera que las noticias de Cazalla cojeaban porque, como  ya nos dijo Cieza, el emperador le amplió a Pizarro otras setenta leguas más allá de Chincha. Estas confusiones y la tardanza en aclararlas, van a producir el primer conflicto verdaderamente grave entre Pizarro y Almagro. Para estropear más las cosas, un joven soldado, Diego de Agüero, va a chismorrear la noticia, que ya alborotó bastante a los que estaban con Pizarro: “Se alteraron los que oyeron estas noticias, los unos de placer, los otros de pesar, y sin más ver ni entender, Diego de Agüero partió a grandes jornadas a dárselas a Almagro, esperando albricias ricas (premio) por llevárselas (no deja de ser extraño que Agüero se marchara sin permiso). Cuando llegó, se lo contó con mucha alegría, congratulándose de que fuera Adelantado y Capitán General de lo más rico de Perú. Almagro se lo agradeció y dijo que se alegraba de que nadie entrase en la tierra que él y su compañero con tantos trabajos habían ganado, y de que sería tan gobernador o más que Pizarro. Afirman que con toda esta maquinación, le valieron las albricias a Agüero más de siete mil castellanos”.


     (Imagen) Se diría que, en general, PIZARRO era un hombre tolerante. No consta que le castigara a DIEGO DE AGÜERO a pesar de la ‘jugada’ que le hizo: con el fin de que Almagro le recompensara, se largó sin autorización y al galope para darle la noticia (todavía confusa) de que el rey le había concedido una gobernación. Logró el premio, pero causó un precipitado revuelo entre pizarristas y almagristas. Quizá le excusara su juventud (tenía poco más de veinte años), su buena hoja de servicios y haber nacido en Deleitosa (Cáceres), a un paso de Trujillo. Además, lo había reclutado Pizarro en España el año 1529. Vivió en primera línea el heroico drama de la captura de Atahualpa, Pizarro le concedió una buena encomienda de indios, y hasta había sido designado en 1535 regidor de Lima. A galope tendido (que era lo suyo) volvió desde su encomienda  a la ciudad para avisar de un ataque de los indios y se portó bravamente para repelerlos. Cuando asesinaron a Pizarro, fue presuroso a defenderlo, pero llegó tarde, lo apresaron y estuvo a punto de ser degollado.  Murió en 1544, con solo 33 años. No le habría hecho ninguna gracia saber que cuatrocientos años después, en 1950, iba a aparecer por su pueblo, Deleitosa, un fotógrafo  norteamericano llamado Eugene Smith, y a realizar unas magníficas, pero teatrales, imágenes que dieron rápidamente la vuelta al mundo exagerando lo más negro de la posguerra española. El muerto de la foto sería real, pero la escena está montada al milímetro como una composición tétrica.


jueves, 18 de enero de 2018

(Día 594) Hernando Pizarro entusiasma en su pueblo, Trujillo, y recluta mucha gente para ir a Perú. Grandes dificultades en su viaje hacia Canarias camino de las Indias. Cuando llega, le confía privilegiadamente (por orden de Pizarro) a su paisano GONZALO DE OLMOS la autoridad en Puerto Viejo.

     (184) Luego Hernando Pizarro se dedicó a sus asuntos, y siendo tan altivo, disfrutaría de lo lindo con un codiciado nombramiento que le hizo el rey: “Fuele hecha por Su Majestad merced del hábito de Santiago. Andaba muy acompañado, como quien lo merecía por haber traído tanto. Entonces estaba la Corte en Valladolid, desde donde fue a la ciudad de Trujillo, su tierra. Se acercaron a Hernando Pizarro muchos caballeros, la mayoría mancebos, para venirse con él a estas partes. Todos se juntaron en Sevilla, donde se aparejaron para la jornada”. Cita a trece de los insensatos ‘insensatos’ que menciona, probablemente porque ya eran famosos o lo fueron después. Como bien dice el cronista, todos eran de Trujillo o de su comarca, y la mayoría tuvo que hacer después sutiles primores para salir con vida de las guerras civiles, ya que, aunque el corazón les inclinaba al bando de los Pizarro, no les quedó más remedio que pasarse finalmente a las tropas del rey. Voy a poner como ejemplo a uno de ellos, PEDRO DE HINOJOSA. Era pariente de los hermanos Pizarro. Se avecindó en el Cuzco. Fue apresado junto a Hernando Pizarro por Diego de Almagro en el comienzo de las guerras civiles. Una vez liberado, luchó con su caballo en la batalla de las Salinas (y de nuevo contra Almagro, que la perdió y fue ejecutado). Tomó también parte junto al licenciado Vaca de Castro en la de Chupas, tras la que el derrotado hijo de Almagro fue decapitado. Siguiendo esa línea que le ‘salía del alma’, fue uno de los capitanes de confianza de Gonzalo Pizarro (el único de los hermanos que quedaba en Perú), pero terminó por pasarse al bando legal, el del virrey La Gasca. Pese a ello, según el cronista Gutiérrez de Santa Clara, tras la ejecución de Gonzalo Pizarro se puso de luto; al menos tuvo el gesto de mostrar lo que sentía. Luego fue nombrado gobernador de Charcas (actualmente territorio boliviano), provincia que intentó apaciguar, pero fue asesinado el 5 de mayo de 1553.
     Habla también Cieza de algo que pasaba con frecuencia, uno más de los grandes peligros de la aventura de las Indias. En el viaje, estuvieron a punto de naufragar: “Se embarcaron en San Lúcar de Barrameda. En el golfo de las Yeguas (tramo de mar hasta Canarias) tuvieron tan gran tormenta que pensaron ser perdidos, y volvieron a Gibraltar, de donde tornaron a se embarcar y pasaron otra tormenta. Cuando, por fin, llegaron a Nombre de Dios (Panamá), había tanta gente para pasar al Perú que se produjo la mayor carestía de los suministros que acá se ha visto. Y hubo muertos por enfermedades entre los de allá  y entre los que venían con Hernando Pizarro”. Cieza anota otro dato porque le parece injusto, aunque no lo diga expresamente: “Hernando Pizarro diose prisa en salir de Panamá para llegar al Perú. En Puerto Viejo mandó a Gonzalo de Olmos que se quedara porque el gobernador don Francisco Pizarro lo había nombrado teniente y capitán de aquellas provincias, a pesar de que había hecho la fundación Francisco Pacheco cuando Almagro lo mandó ir allí desde San Miguel”.


     (Imagen) Da la impresión de que los Pizarro favorecieron en exceso a los nacidos en Trujillo, como ellos, e incluso se diría que trataban de oscurecer el brillo de Almagro. Si bien la orden provenía de Pizarro, su hermano Hernando, al llegar a Puerto Viejo en su viaje de retorno, le dio el mando de la población a GONZALO DE OLMOS, un paisano suyo, quedando marginado Francisco Pacheco, que fue el que la había fundado por mandato de Almagro. El año 1539 PIZARRO le envió a España a Gonzalo de Olmos (ya tenía gran protagonismo en Perú) con un objetivo claro: conseguir que en la Corte incluyeran en su gobernación tierras que intentaba ocupar con dudosos derechos. Olmos llevaba gran cantidad de esmeraldas para sobornar a miembros del Consejo de Indias. Y también una carta (la de la imagen) en la que su autor, en nombre de Pizarro, le decía al rey que se había descubierto una zona rica en esmeraldas (por eso las llevaba Gonzalo) y que sería un acierto confiarle a Olmos su conquista, avalándolo con estos elogios: “Porque este Gonzalo de Olmos es persona de mucha experiencia y rico y de grandes aparejos para continuar esta entrada (conquista)”. Quien la había escrito era ILLÁN SUÁREZ DE CARVAJAL. Nació en Talavera de la Reina (Toledo) el año 1503. Llegó a Perú con Hernando Pizarro en 1534. Tenía el cargo de Factor de la Hacienda de Perú. Habitual consejero de Francisco Pizarro, le advirtió del peligro que corría, pero no pudo evitar que lo asesinaran los almagristas. Pero también Illán fue imprudente: cometió el error de enemistarse con el virrey Blasco de la Vela, y fue ejecutado el año 1544.


miércoles, 17 de enero de 2018

(Día 593) En su viaje a España, Hernando Pizarro había asombrado a todo el mundo, incluso al rey, con las noticias de Perú. A pesar de las trabas de Hernando, Cristóbal de Mena consiguió del Rey para Almagro un territorio de 200 leguas de longitud. Cieza se lamenta de que tantos se dejaran seducir por el terrible hechizo de las Indias.

     (183) Como Cieza es un escritor minucioso y, de ser necesario para aclarar las cosas, da marcha atrás siguiendo el hilo de los acontecimientos y de sus influencias mutuas, nos sitúa ahora (retrocediendo dos años) en el momento en que Hernando Pizarro partió para España, como lucido  y triunfal embajador, para llevarle al emperador Carlos el quinto del botín obtenido y pedirle nombramientos y títulos. Lo hace así porque Hernando volvió justamente cuando Pizarro fundó la Ciudad de los Reyes, que es lo que acabamos de ver. Pues que nos diga qué pasó: “Hernando Pizarro y los que le acompañaban salieron desde Nombre de Dios con tanta plata y oro, que llevarían las naves lastradas de este metal. Entró en Sevilla con todo el tesoro. Desasosegó a toda España esta noticia porque se decía que la Casa de la Contratación estaba llena de tinajas y cántaros de oro y plata. No se hablaba sino del Perú, moviéndose muchos para ir allá”. Hernando se encontró con el rey en Toledo, y la impresión del monarca fue enorme, abrasándole a preguntas sobre todo lo de Perú y queriendo saber también “si imprimieron en los indios la fe”.
     “Dicen que estando en la Corte, Hernando Pizarro procuraba, por las vías que podía, aniquilar la persona de Almagro oscureciendo sus servicios, mas que, llegando Cristóbal de Mena (uno de los cronistas), informó lo contrario de aquello. Y como el emperador es tan cristianísimo príncipe y en aquellos tiempos se creía que estaban las Indias bien gobernadas, fue servido de que Almagro gobernase doscientas leguas de costa más allá de lo que Pizarro gobernaba”. Hay que recordar que Almagro le prometió dinero a Hernando Pizarro para que le consiguiera ese nombramiento real, pero, como no se fiaba, tuvo la precaución de encargarles, por si acaso, también la gestión a Cristóbal de Mena y a Juan de Sosa. Parece ser que, como Hernando vio que su intento de anular a Almagro fracasaba, se hizo finalmente su valedor ante el rey para quedarse con el dinero prometido. En cualquier caso, sobraba que Almagro recurriera a Hernando después de haber sido burlado por los Pizarro. Esas doscientas leguas concedidas a Almagro tenían que desplazarse setenta leguas que le eran ampliadas al territorio de Pizarro. Su gobernación se llamó Nueva Toledo (la de Pizarro era Nueva Castilla). Cieza da los nombres de los funcionarios que destinó el rey a aquella demarcación (la organización administrativa era cosa muy seria): “Se nombraron de la Real Hacienda: por veedor Turuégano, por tesorero Manuel de Espinar y por contador Juan Guzmán”. Siempre que puede, Cieza hace una llamada a la sensatez. Él sabía bien lo peligroso que era ir al Nuevo Mundo: “Como se habían dicho tantas cosas del Perú, muchos, para partir, vendían las haciendas con las que podrían vivir como sus padres, y la mayoría murieron miserablemente; vinieron muchos y volvieron pocos. Los oficiales dejaban sus oficios y muchos a sus mujeres, con deseo de tener aquel oro y aquella plata. Como muchos dejaban a sus mujeres mozas y hermosas, acuérdome que, estando yo en Córdoba, harto muchacho, oía un cantar que decía, ‘los que fuéredes al Perú, guardaos del cucurucú”. El dicho sería claro en su tiempo, y el sentido de lo que dice Cieza no admite dudas: los españoles no eran un modelo de castidad en Indias, pero dejaban aquí a sus mujeres a merced de cualquier ‘gallo’.


     (Imagen) Almagro, que no se fiaba un pelo de Hernando Pizarro, consiguió, a través su amigo el cronista Cristóbal de Mena, que el Emperador le concediera una gobernación y nombrara los tres preceptivos funcionarios para aquel territorio. Fueron, en la medida de lo posible, fieles colaboradores de Almagro durante las guerras civiles. El nombrado Veedor, Turuégano, natural de Valladolid, murió en el Cuzco hacia 1556. Había llegado a Perú en 1536, al mismo tiempo (pero en distinto barco) que el que recibió el cargo de Tesorero, Manuel de Espinar, de cuya salida de España da fe el documento-registro de la imagen (año 1536); en su inicio se lee: “Juan de Partearroyo (apellido del Valle de Mena –Burgos-), clérigo y señor Vicario de la diócesis de Sevilla, pasó a Tierra Firme (Las Indias) en compañía del Tesorero Manuel del Espinar, en la nao de Francisco Martínez y Fernando Alfaro…”. Siempre fiel a  Almagro y a su hijo, terminó ejecutado por Gonzalo Pizarro. El tercero en cuestión, fue el Contador Juan de Guzmán, nacido en Villadiego (Burgos), que ya estaba en Perú cuando le asignaron el cargo y era un incondicional de Almagro, hasta el punto de que en 1541 estuvo en el grupo de hombres conjurados para acabar con la vida de Pizarro. Aquellas guerras civiles fueron un río de sangre y quizá la página más triste y bochornosa de la historia de las indias.


martes, 16 de enero de 2018

(Día 592) Almagro parte para el Cuzco llevando en su ejército a la mayoría de los hombres de Alvarado, entusiasmados con lo que esperan encontrar en Chile. Pizarro consolida la fundación de Trujillo que había iniciado Almagro. Gran elogio de Inca Garcilaso a la biografía de Pizarro.

     (182) Luego nos sorprende Cieza con un comentario sobre Almagro que lo muestra con mucha autoridad: “Partió Almagro con la mayoría de los que habían venido de Guatemala, procurando todos ganarle la gracia porque, verdaderamente, aunque Pizarro era el Gobernador, Almagro quitaba, ponía y mandaba a su voluntad”. Esto revela también que Almagro se fue rodeando principalmente de los hombres de Alvarado, y llegará el momento en que propiciarán el enfrentamiento contra Pizarro y sus veteranos, semilla de las futuras guerras civiles. Sin olvidar que el cronista Pedro Pizarro siempre sale en defensa de su pariente, el Marqués (como lo llama habitualmente), quizá tenga razón en la crítica que hace de los de Alvarado: “Hecha la fundación de la Ciudad de los Reyes, el Marqués don Francisco Pizarro envió a Almagro con poderes a la ciudad del Cuzco. Llevó consigo la mayor parte de la gente de don Pedro de Alvarado, los cuales iban tan hinchados y soberbios que todo este reino les parecía poco, y así acordaron después irse a Chile con él, creyendo que hallarían allá otro Perú”. Precisamente ese viaje a Chile, por su rotundo fracaso, va a ser el detonante de la trágica guerra entre los dos bandos.  Por otra parte, Pedro Pizarro confirma lo que nos acaba de contar Cieza: la ostentosa generosidad de Almagro con los hombres de Alvarado que le acompañaban. Inca Garcilaso de la Vega matiza una de las razones por las que Pizarro envió a Almagro al Cuzco: “Quiso que fuera para que se entretuviese con el príncipe Manco Inca y con sus dos hermanos Juan y Gonzalo Pizarro. Encomendole el servicio del Inca y el buen tratamiento de los indios, para que no se ensañasen, ni el Inca perdiese la afición que les tenía a los españoles, pues se había amistado con ellos voluntariamente”. Inca Garcilaso dice también que entonces Manco Inca seguía confiando en recuperar todo el poder de los dos emperadores peruanos de trágico final, Huáscar y Atahualoa, porque, al parecer, se lo prometió Pizarro, como había hecho con Titu Atauchi, que era hermano de Atahualpa y después se rebeló contra los españoles. Sigamos un poco más a Inca Garcilaso porque añade algo relativo a lo que fundó Pizarro entonces. Rectifica las fechas que algunos dan sobre la población de Lima (pero se equivoca, porque, sin duda, fue el 18 de enero de 1535) y explica el nombre que le dieron: “Entrado el año de mil quinientos treinta y cuatro, el día de los Reyes fue la fundación de aquella ciudad. Y por ser así, le dio por blasón y divisa las tres coronas de aquellos santos Reyes y la estrella resplandeciente que se les apareció. Habiendo repartido los solares y los indios entre los españoles que allí habían de poblar, fue al valle de Chimo, a ochenta leguas al norte de los Reyes, en la misma costa, y allí fundó la ciudad de Trujillo (Almagro había hecho antes una prefundación). Diole el nombre de su patria para que quedase alguna memoria de él”. Ya seguiremos con Inca Garcilaso, pero no estará de más recoger un expresivo párrafo con el que va a pasar a otros asuntos de esta historia. Resulta quizá demasiado elogioso, pero es lo que dice: “En esta ocupación tan buena, como fueron todas las que este famosísimo caballero tuvo en todo el discurso de su vida, lo dejaremos para decir otras cosas que pasaron en el mismo tiempo entre los indios”. Habrá que recordar que Inca Garcilaso de la Vega era un cultísimo mestizo y que su padre, Sebastián Garcilaso de la Vega, fue capitán de Pizarro.


     (Imagen)  Este plano que nos muestra Trujillo con murallas es del siglo XVIII, pero eran mucho más antiguas (también las había en Lima y en El Callao). ¿Por qué las construyeron si los indios no suponían ya un peligro? Había una poderosa razón: LOS PIRATAS. Fueron desde mediados del siglo XVI una pesadilla protagonizada principalmente por ingleses, franceses y holandeses, estando al servicio de Inglaterra y Francia. Como no podían ocupar el territorio, hicieron el mayor daño posible picoteando, tal y como se picoteó con la Leyenda Negra. Hay un personaje glorioso y trágico al que  hace ya mucho tiempo le dediqué numerosas páginas: PEDRO SARMIENTO DE GAMBOA. Le sedujo el gran sueño de establecer una población en el Estrecho de Magallanes para cerrarles el paso a los piratas, uno de los cuales era el mítico Francis Drake (quien luego murió enfermo tras haber sido derrotado por los españoles en Panamá). Todo se puso en contra del superhéroe (y muy culto) Sarmiento. Le falló el Destino y le traicionaron los hombres. No pudo regresar (preso en Inglaterra y luego en Francia) en ayuda de los numerosos pobladores que permanecían abandonados en la durísima Patagonia. Cuando no quedaban vivos más que dieciséis, apareció por aquellas aguas el pirata Cavendish; solo uno decidió embarcarse, TOMÉ HERNÁNDEZ. Tuvo la suerte de escapar del barco en Puerto Quintero (Chile), y declaró más tarde en la Audiencia de Lima el relato de aquella espantosa odisea. Años después, otro barco pirata navegaba por el Estrecho y sus tripulantes encontraron al último superviviente, un correoso robinsón que estaba totalmente trastornado y duró poco. Se diría que es la historia más triste jamás contada.