lunes, 22 de enero de 2018

(Día 597) Surge en el Cuzco el primer chispazo de violencia entre almagristas y pizarristas. Juan Pizarro intenta lancear a Soto por creer que, como Justicia, trata de beneficiar a Almagro. Después se enfrentan los dos bandos muy peligrosamente, y Gómez de Alvarado consigue calmarlos.

     (187) El cronista Pedro Pizarro deja bien claro que empezaron de inmediato los conflictos por esta cuestión. Y ocurrieron en el Cuzco, porque allí se encontraban partidarios de ambos bandos. La situación no podía serle más incómoda a Almagro porque tenía que verse las caras con Juan y Gonzalo Pizarro. Indica incluso el cronista que, ya antes de que llegara la confusa noticia sobre la gobernación de Almagro, sus hombres le animaban a que se independizara de la autoridad de Pizarro: “Muchos de los que habían venido con don Pedro de Alvarado, estaban tan hinchados y soberbios que todo este reino les parecía poco, y así acordaron irse a Chile con don Diego de Almagro, creyendo hallar allá otro Perú. Estando don Diego de Almagro con la gente ya dicha, vínole noticia de que Su Majestad le había hecho merced de la gobernación desde los límites del Marqués don Francisco Pizarro (se le olvida aclarar que esos límites se habían ampliado setenta leguas). Los de don Pedro de Alvarado le afirmaron a Almagro que el Cuzco caía en su gobernación. Sabiendo esto, Juan Pizarro y Gonzalo Pizarro hablaron a sus amigos -que tenían muchos- para no consentir las intenciones de los de Alvarado y Almagro”. Ya sea cierto o no lo que cuenta después Pedro Pizarro, se confirma una vez más que era un ‘incondicional’ de Francisco Pizarro y que tenía atragantados a Almagro y a Hernando de Soto. Los hechos fueron de alta tensión: “Almagro creyó que Juan Pizarro se disponía a salir al camino para quedarse con los despachos de su gobernación, e hizo junta de gente, con lo que se pensó que su intención era tomar posesión del Cuzco. Entonces Soto, que era corregidor, se puso del bando de Almagro, y un día vino adonde Juan Pizarro estaba con sus amigos para encarcelarle en su posada, sin hacer lo mismo con don Diego de Almagro. Y sobre esto Juan Pizarro y Soto tuvieron sus palabras porque Juan Pizarro le dijo que era partidista, y el Soto le respondió que no era así. Juan Pizarro tomó una lanza y aguijó tras el Soto, que si no corriera bien su caballo, lo derribara a lanzadas. Juan Pizarro le siguió hasta meterle donde el Almagro estaba, que, a no socorrerle los amigos que Almagro tenía, allí lo matara, porque Juan Pizarro era muy valiente hombre y muy animoso. Almagro y sus amigos tomaron sus armas y salieron tras Juan Pizarro; y así, de una parte y de otra se juntaron en la plaza, que si no fuera por Gómez de Alvarado, un caballero que don Pedro de Alvarado trajo consigo (casi seguro que es Gómez de Alvarado ‘de Zafra’, no el hermano de Pedro), este día se mataran los unos y los otros. Gómez de Alvarado se puso en medio a caballo, apartándolos con una lanza y rogándoles que mirasen el servicio de Dios Nuestro Señor y de Su Majestad, y con estas palabras, se apartaron yendo cada uno a su posada, pero así estuvieron en armas los unos y los otros hasta que lo supo el Marqués, a quien se le envió aviso”.
     De propina, Pedro Pizarro, añade otra acusación contra Almagro: “Se dice que en este tiempo don Diego de Almagro mató a los hermanos de Manco Inca, con la intención de favorecerse de él (eran rivales de Manco) para sus fines y malos propósitos que tenía, y si Juan Pizarro no tuviera tantos amigos, se entendió que Almagro se habría posesionado del Cuzco”.



     (Imagen) Se produce el primer chispazo violento entre los partidarios de Pizarro y los de Almagro. Un sensato GÓMEZ DE ALVARADO  consigue calmarlos. Quizá no se trate del hermano de Pedro de Alvarado, porque el cronista Pedro Pizarro no lo precisa y había otro del mismo nombre. Pero, ya puestos, vamos a aclarar cuándo pasaron los Alvarado de Cantabria a Extremadura, y de allí a Las indias. Fue JUAN DE ALVARADO, abuelo de PEDRO DE ALVARADO, quien dio el primer salto. Era Caballero de Santiago y aparece hacia 1470 como alcaide de la villa de Alburquerque (Badajoz). Varios de sus hijos figuran como militares de relieve. De ellos, el prolífico GÓMEZ DE ALVARADO Y MEXÍA fue el padre de los numerosos hermanos que brillaron en las Indias. Pero ellos llegaron allá porque les abrió el camino su tío DIEGO DE ALVARADO Y MEXÍA, que estaba ya en La Española (la isla de Santo Domingo) desde 1499, donde hizo fortuna  y era corregidor de la capital. La lápida de la imagen tiene un texto que ya comenté. Está en las ruinas de la vieja catedral de Guatemala, y más que expuesta, parece medio abandonada, quizá porque el gran Pedro de Alvarado dejó fama de hombre demasiado duro. El texto grabado daría para contar mil historias. Indica que en el interior están los restos, entre otros, de PEDRO DE ALVARADO, de su triste mujer, BEATRIZ DE LA CUEVA, y de su hija mestiza (y muy querida) LEONOR DE ALVARADO Y XICOTÉNCATL. La tuvo Pedro con la mujer a la que, posiblemente, más amó: la princesa tlaxcalteca LUISA XICOTÉNCATL, entregada por su padre a CORTÉS y cedida por este a PEDRO DE ALVARADO. Y el que lo contó fue otro cuyos restos también están en esa tumba: el inigualable BERNAL DÍAZ DEL CASTILLO.


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