(187) El cronista Pedro Pizarro deja bien
claro que empezaron de inmediato los conflictos por esta cuestión. Y ocurrieron
en el Cuzco, porque allí se encontraban partidarios de ambos bandos. La
situación no podía serle más incómoda a Almagro porque tenía que verse las
caras con Juan y Gonzalo Pizarro. Indica incluso el cronista que, ya antes de
que llegara la confusa noticia sobre la gobernación de Almagro, sus hombres le
animaban a que se independizara de la autoridad de Pizarro: “Muchos de los que
habían venido con don Pedro de Alvarado, estaban tan hinchados y soberbios que
todo este reino les parecía poco, y así acordaron irse a Chile con don Diego de
Almagro, creyendo hallar allá otro Perú. Estando don Diego de Almagro con la
gente ya dicha, vínole noticia de que Su Majestad le había hecho merced de la
gobernación desde los límites del Marqués don Francisco Pizarro (se le olvida aclarar que esos límites se
habían ampliado setenta leguas). Los de don Pedro de Alvarado le afirmaron
a Almagro que el Cuzco caía en su gobernación. Sabiendo esto, Juan Pizarro y
Gonzalo Pizarro hablaron a sus amigos -que tenían muchos- para no consentir las
intenciones de los de Alvarado y Almagro”. Ya sea cierto o no lo que cuenta
después Pedro Pizarro, se confirma una vez más que era un ‘incondicional’ de
Francisco Pizarro y que tenía atragantados a Almagro y a Hernando de Soto. Los
hechos fueron de alta tensión: “Almagro creyó que Juan Pizarro se disponía a
salir al camino para quedarse con los despachos de su gobernación, e hizo junta
de gente, con lo que se pensó que su intención era tomar posesión del Cuzco.
Entonces Soto, que era corregidor, se puso del bando de Almagro, y un día vino
adonde Juan Pizarro estaba con sus amigos para encarcelarle en su posada, sin
hacer lo mismo con don Diego de Almagro. Y sobre esto Juan Pizarro y Soto
tuvieron sus palabras porque Juan Pizarro le dijo que era partidista, y el Soto
le respondió que no era así. Juan Pizarro tomó una lanza y aguijó tras el Soto,
que si no corriera bien su caballo, lo derribara a lanzadas. Juan Pizarro le
siguió hasta meterle donde el Almagro estaba, que, a no socorrerle los amigos
que Almagro tenía, allí lo matara, porque Juan Pizarro era muy valiente hombre
y muy animoso. Almagro y sus amigos tomaron sus armas y salieron tras Juan
Pizarro; y así, de una parte y de otra se juntaron en la plaza, que si no fuera
por Gómez de Alvarado, un caballero que don Pedro de Alvarado trajo consigo (casi seguro que es Gómez de Alvarado ‘de
Zafra’, no el hermano de Pedro), este día se mataran los unos y los otros.
Gómez de Alvarado se puso en medio a caballo, apartándolos con una lanza y
rogándoles que mirasen el servicio de Dios Nuestro Señor y de Su Majestad, y
con estas palabras, se apartaron yendo cada uno a su posada, pero así
estuvieron en armas los unos y los otros hasta que lo supo el Marqués, a quien
se le envió aviso”.
De propina, Pedro Pizarro, añade otra
acusación contra Almagro: “Se dice que en este tiempo don Diego de Almagro mató
a los hermanos de Manco Inca, con la intención de favorecerse de él (eran rivales de Manco) para sus fines y
malos propósitos que tenía, y si Juan Pizarro no tuviera tantos amigos, se
entendió que Almagro se habría posesionado del Cuzco”.
(Imagen) Se produce el primer chispazo violento
entre los partidarios de Pizarro y los de Almagro. Un sensato GÓMEZ DE ALVARADO consigue calmarlos. Quizá no se trate del
hermano de Pedro de Alvarado, porque el cronista Pedro Pizarro no lo precisa y
había otro del mismo nombre. Pero, ya puestos, vamos a aclarar cuándo pasaron
los Alvarado de Cantabria a Extremadura, y de allí a Las indias. Fue JUAN DE
ALVARADO, abuelo de PEDRO DE ALVARADO, quien dio el primer salto. Era Caballero
de Santiago y aparece hacia 1470 como alcaide de la villa de Alburquerque
(Badajoz). Varios de sus hijos figuran como militares de relieve. De ellos, el
prolífico GÓMEZ DE ALVARADO Y MEXÍA fue el padre de los numerosos hermanos que
brillaron en las Indias. Pero ellos llegaron allá porque les abrió el camino su
tío DIEGO DE ALVARADO Y MEXÍA, que estaba ya en La Española (la isla de Santo
Domingo) desde 1499, donde hizo fortuna
y era corregidor de la capital. La lápida de la imagen tiene un texto
que ya comenté. Está en las ruinas de la vieja catedral de Guatemala, y más que
expuesta, parece medio abandonada, quizá porque el gran Pedro de Alvarado dejó
fama de hombre demasiado duro. El texto grabado daría para contar mil
historias. Indica que en el interior están los restos, entre otros, de PEDRO DE
ALVARADO, de su triste mujer, BEATRIZ DE LA CUEVA, y de su hija mestiza (y muy
querida) LEONOR DE ALVARADO Y XICOTÉNCATL. La tuvo Pedro con la mujer a la que,
posiblemente, más amó: la princesa tlaxcalteca LUISA XICOTÉNCATL, entregada por
su padre a CORTÉS y cedida por este a PEDRO DE ALVARADO. Y el que lo contó fue
otro cuyos restos también están en esa tumba: el inigualable BERNAL DÍAZ DEL
CASTILLO.
No hay comentarios:
Publicar un comentario