(195) Inca Garcilaso de la Vega da sus
apuntes sobre la situación tras el compromiso juramentado entre Pizarro y
Almagro: “Acordaron que don Diego fuese a ganar el reino de Chile, del cual
decían los indios que era rico de mucho oro, y que si fuera así, pedirían a Su
Majestad la gobernación de él para don Diego de Almagro, y que si no, partirían
el Perú entre ambos. Quedaron my contentos, aunque no faltaron maliciosos que
dijeron que los Pizarro echaban del Perú a Almagro para gozárselo ellos a solas”.
Tuvieron la previsión de tratar de obtener otras conquistas y botines para poder hacer repartos entre los recién
llegados, “así como para que los españoles se ocupasen en ganarlo y no
estuviesen ociosos y maquinasen algún motín, incitados de la envidia de ver tan
grandes repartimientos como los que se daban a los primeros conquistadores”. Se
encargó de ir a distintas zonas a los capitanes Alonso de Alvarado, Juan Ponce
y Garcilaso de la Vega (su padre), “y
también ordenaron que llevasen socorro al capitán Sebastián de Belalcázar, que
andaba en la conquista del reino de Quito”.
La tropa se alegró mucho de que Almagro
fuera con ellos, quien a su vez se mostró ostentosamente generoso y
despilfarrador para tenerlos contentos.”Para que se proveyesen de caballos,
armas y otras cosas para la jornada, dicen que mandó sacar de su posada más de
ciento ochenta cargas de plata y oro, de las que más de veinte lo repartió
entre todos, haciendo obligaciones de lo pagar de lo que hubiesen en la tierra
adonde iban. Le habló a Pizarro para que le diese cien mil castellanos para
negociar el casamiento del hijo que tenía. Respondió Pizarro que estaba
conforme. Esto hecho, el Adelantado (evita
llamarlo gobernador) don Diego de Almagro se dio prisa en partir”. Luego da
ejemplos de los espléndidos regalos que hacía a diestro y siniestro, y lo
considera una ‘pose’: “Otras muchas larguezas cuentan que hizo, dándolo todo en
público por gozar de aquella jactancia y gloria de que nunca usó Pizarro,
porque todo lo que dio, aunque fue más que lo que se afirma de Almagro, lo daba
secretamente; tanto que sus criados no lo comprendían”.
Luego indica algo que pone en cuestión la
fidelidad de Manco Inca: “Había entre los hijos de Huayna Cápac uno a quien
llamaban Paullo (hermano de Manco).
Quiso Almagro llevarlo consigo a él y a Villahoma, gran sacerdote de ellos,
para que los indios los sirviesen y temiesen. Y también dicen que ellos
quisieron ir porque habían concertado con Manco Inca rebelarse contra los
cristianos, a los cuales ellos procurarían darles muerte cuando estuviesen en
las provincias de Collasuyo, y que él llamase a los pueblos de Condesuyo, Andesuyo
y Chinchasuyo para dar muerte a los que quedaban en el Cuzco y en las otras
partes de su gran reino”.
Ya prestos para partir, nos cuenta Cieza
que Almagro mandó a dos capitanes a la Ciudad de los Reyes para reclutar más
gente, quedando Rodrigo Orgóñez en el Cuzco a la espera. “Y porque ya muchos
deseaban verse fuera del Cuzco, mandó Almagro al Capitán Juan de Saavedra (por su parte, Inca Garcilaso añade que era
sevillano y que lo conoció) que saliese ya hasta llegar a la tierra del
Collao, donde hiciese alto para le aguardar a él y al resto de los hombres”.
(Imagen) Curioso personaje PAULLO INCA, al
que vemos aparecer en escena; muchos en Perú lo consideran un traidor a su
pueblo. Pero las cosas no fueron tan sencillas. De haber podido, habría acabado
con los españoles, pero, con una mezcla de resignación ante lo imposible y
asombro por la nueva cultura, terminó colaborando pragmáticamente con ellos,
incluso en la lucha contra los indios rebeldes. Le iremos viendo a lo largo de
las crónicas, pero ahora va a partir con la tropa de Almagro (por orden de su
hermanastro Manco Inca) para acompañarle con multitud de indios en la tremenda
expedición a Chile. Resulta extraña esa colaboración, pero probablemente (las
opiniones sobre él siempre serán contradictorias), había un plan concertado de
manera que, ya en Chile, Paullo atacaría a los españoles al tiempo en que Manco
Inca lo hiciera en el Cuzco. Las circunstancias lo impidieron y no se atrevió a descubrir sus propósitos de
ataque. El año 1537, cuando Manco Inca se rebeló abiertamente, los españoles lo
subieron a él al trono del imperio. Pidió ser bautizado en 1545 (parece ser que
voluntariamente), escogiendo el nombre de Cristóbal Paullo. Murió en 1549 y fue
enterrado en la iglesia de San Cristóbal del Cuzco, prueba clara de la
sinceridad de su conversión. Al abrir su tumba, han aparecido sus restos junto
a los de su mujer yaciendo cerca de otras dos mujeres, dos niños y un perro. Es
la única que se conserva de los emperadores incas.
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