miércoles, 3 de enero de 2018

(Día 581) Pedro de Alvarado decide atravesar la sierra a cualquier precio. Consideran el oro un lastre y abandonan la mayor parte. Lo lograron, pero fue un espanto: murieron 15 españoles, 6 españolas, esclavos negros y más de 3.000 indios. En un ataque indio, muere otro español (y 85 desde el comienzo de la campaña).

     (171) Pero cambiaron de idea, dispuestos a todo. “El Adelantado Alvarado, con el licenciado Caldera y los principales que allí estaban, determinó que convenía, para que no se perdiesen totalmente, pasar los alpes (montañas nevadas) comoquiera que pudiesen, pues sabían que donde estaba Diego de Alvarado había buena tierra”. Hasta renunciaron al oro por no cargarlo. Alvarado dio licencia para que cogiera cada uno el que quisiese del botín que habían obtenido en la costa: “Ya no lo estimaban; todo aquel oro se perdió, dejándolo por aquellos lugares”.
     Así que volvieron a intentar vencer a la nieve. Pedro de Alvarado estaba deprimido recordando cómo se le había muerto la gente: “Encubriendo esta congoja, procuró animar a los españoles, esforzándolos con palabras. Sabía de ellos que tenían en menos enfrentarse en batalla con enemigos más numerosos que pelear contra los elementos. Puestos en camino, solo hablaban de las nieves, hasta que llegaron cerca de ellas y se alojaron; al otro día, subieron la sierra sin ver otra cosa que nieve y tuvieron una gran tormenta. Los caballos sentían el trabajo, los que iban encima, mucho mayor que los que caminaban, porque estos se calentaban con el ejercicio del camino, y ellos iban helados y sin vigor. Los desventurados indios e indias iban gritando por morir tan miserablemente; caían faltos de toda fuerza; boqueando, echaban las ánimas del cuerpo. Muchos hubo     que, de cansados, se arrimaban a algunas rocas y se quedaban helados y sin almas, de tal manera que parecían espantajos (¿momias?). De los negros también se helaron muchos. Y aunque los españoles sean de muy buena complexión, comenzaron algunos a quedarse muertos sin tener otras sepulturas que las nieves. Dejaban allá sus armas, sus ropas y todo el haber que tenían (hasta el oro, como dijo antes); ni querían ni procuraban otra cosa sino salvar las vidas. El ensayador (de los metales) Pero Gómez y su caballo se helaron. Helose Guesma y su mujer, con dos hijas doncellas que llevaban, que es mucha lástima contarlo por los gemidos que dieron. Murieron con estas nieves quince españoles y seis mujeres españolas y muchos negros y más de tres mil indios e indias”.
     Habían conseguido superar el terrible paso de montaña, pero pagando un precio muy alto y hasta sufrieron de inmediato un breve ataque indio: “Tuvieron noticia los naturales de esta desventura, y venían en cuadrillas. Mataron a un español y quebraron un ojo a otro, que era herrero. Después de haber pasado el trabajo que se ha contado y mucho más, el Adelantado y los que seguían vivos llegaron al pueblo de Pasa, donde contaron que se habían muerto desde que salieron de la costa ochenta y cinco españoles y muchos caballos, y tantos indios que es dolor decirlo. Con este mal quedaron las capitanías deshechas. Siguieron caminando y llegaron al grande y real camino de los incas, donde hallaron huella de caballos y rastro de españoles, lo que les pesó, y determinó el Adelantado que fuese a observar el campo Diego de Alvarado con algunos de a caballo”. No les hizo ninguna gracia comprobar la proximidad de los españoles porque sabían que iban a tener problemas de rivalidad sobre los derechos de conquista.


     (Imagen) DETERMINACIÓN. La terrible determinación es lo que destaca de los españoles en el relato de los cronistas. Como ahora la de Pedro de Alvarado, que había dado la vuelta atrás porque casi se mueren todos en la travesía de las nieves de los Andes, pero ha sido solo para coger más impulso e intentarlo de nuevo pase lo que pase y carcomido de angustia. Lo lograron, pero a muy alto precio. En el escenario vemos el drama de los españoles, heroicos y sufridos. Murieron 15 hombres y 6 mujeres. Pero Cieza nos habla también con estremecimiento y compasión de los silenciosos olvidados, los esclavos negros (no eran muchos) y el enorme número de indios e indias de servicio, sin los que, como él mismo dice, no habrían sido posibles las campañas de las Indias. Pone los pelos de punta lo que revela. Habla de 3.000 indios muertos en la helada travesía. Las cifras de los cronistas suelen ser muy exageradas, pero el fondo, no, de manera que, sin duda, la mortandad fue terrible. Un caso extremo y habitual de exageración fue el de Bartolomé de las Casas, con dos efectos: uno positivo, al concienciar a la corte española de que era necesario dictar leyes más humanas para proteger a los indios, pero otro, negativo, porque sus críticas desmedidas y sus cifras disparatadas sirvieron para  reforzar la propaganda de una leyenda negra. Por otra parte, esas masas de indios  no solían ir totalmente forzadas, sino, según sus tradicionales costumbres, cedidas por caciques aliados de los españoles.


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