(178) De inmediato le mandaron un mensaje a
Pizarro para que supiera lo sucedido. Y con ello, Cieza vuelve a lo que estaba
ocurriendo en el Cuzco. Después de repartir el tesoro, el gran capitán envió
mensajes de buena voluntad a los caciques próximos “rogándoles que no diesen
más guerra, pues siempre les fue mal con los españoles. Pareciéndole que
convenía bajar a la costa, lo hizo, sacando del Cuzco todos los españoles que
pudo. Dejó allá por teniente a Juan Pizarro (con más mando que Gonzalo, que era el menor de los hermanos). Antes
de salir, habló con los orejones y principales de los indios, diciéndoles que,
pues, por la muerte de Atahualpa y Huáscar, le correspondía la sucesión de ser
inca (la palabra significaba también
‘rey’) a Manco Inca, debían recibirlo por tal. Respondieron que estaban
contentos, y tomó la borla (la
mascaipacha, símbolo de su poder)”. Con su salida, los españoles quedaron
muy repartidos, y algunos a gran distancia. Un retén permanecerá en el Cuzco,
Pizarro va a ir a la costa, Almagro anda por Quito y otros permanecen en las
dos poblaciones fundadas, San Miguel y Jauja.
Pizarro se dirige directamente a Jauja, de
donde salió muy pronto con la intención de trasladar la fundación a la zona del
litoral. Encontró el sitio apropiado en la zona de Pachacama, donde surgiría lo
que hoy es Lima (nombre derivado del río que la cruza, el Rimac) y entonces se llamó Ciudad de Reyes.
Según Cieza, los indios que lo
acompañaban, o por temor verdadero o porque lamentaban que Jauja dejara de ser
una población española, se inventaron que sus enemigos la habían cercado.
Pizarro volvió rápidamente a Jauja: “Cuando llegó, halló que todos estaban bien
y muy tranquilos”. Sin embargo, el cronista Pedro Pizarro cambia la versión,
que resulta más fiable porque por allí se encontraba cuando ocurrió: “Estando
Pizarro en Pachacama, le escribió Gabriel de Rojas desde Jauja diciéndole que
la tierra andaba alborotada y que volviese con brevedad porque se querían alzar.
Recibida la carta, el Marqués partió pronto y llegó a Jauja, donde fue bien
recibido de los españoles, y los indios se sosegaron”. Aunque Pizarro tenía la
firme decisión de trasladar la población, aprovechó su estancia para deliberar
sobre el asunto con sus hombres. Hubo discrepancias porque a unos les iban a
quedar sus encomiendas de indios muy lejos y a otros muy cerca: “Miraban todos solo su interés; mas Pizarro, que
pretendía hacerlo como Dios y el rey fuesen servidos, mandó despoblarla, yendo
hecha república (virtual) hasta que
se tornase a hacer la población de aquella misma ciudad que mudaban”.
Fue en la misma Jauja donde le llegó la
noticia del importante trato de Almagro y Alvarado: “Vinieron los mensajeros, y
cuando supo lo que había pasado, se alegró mucho, y a los mensajeros del
Alvarado les hizo mucha honra, y además de las joyas y cosas ricas que les dio,
les prometió conseguirles mucho provecho en aquella tierra”. Otra gran alegría
fue saber que se iba a incrementar su tropa con quinientos españoles de los que
acompañaban a Alvarado. Lo que no se imaginaba Pizarro era que ese refuerzo iba
a resultarle muy problemático.
(Imagen) Aunque borroso, este documento de
PARES tiene un valor especial. Ya hice el elogio de GABRIEL DE ROJAS,
subrayando que, en la locura de las guerras civiles, demostró gran sensatez,
hasta el punto de que, derrotado junto a Almagro, a él no lo ejecutaron debido
al respeto que todos le tenían. La cosa venía de lejos. El texto es del año
1527, antes de su llegada a Perú. Lo redacta Diego López de Salcedo, gobernador
del Nuevo Reino de León (Honduras). Viene a decir lo siguiente: “Enterado de que
al norte hay poblaciones de indios ricas en oro y plata, interesa ir a poblar de
cristianos españoles para que conozcan la santa fe católica, que es la causa
principal que me mueve a hacerlo. Por lo cual, confiando en la persona,
fidelidad y habilidad de vos, el capitán GABRIEL DE ROJAS, y conociendo el buen
celo que al servicio de Su Majestad tenéis, y que en las cosas que os han sido
encargadas, las habéis hecho como fiel e diligente servidor suyo, OS ELIJO E
PROVEO COMO CAPITÁN, y os mando que partáis con gente por la vía del
desaguadero (lago) de la ciudad de
Granada (fundada en Nicaragua en 1524 por
Hernández de Córdoba), y vayáis adonde los naturales de aquellas tierras, y
con buen tratamiento, los atraigáis al leal servicio y a la obediencia de Su Majestad,
nuestro rey”.
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