(193) Viene después el impresionante y
extraño juramento al que se sujetan Pizarro y Almagro:
Y
para que esto más seguro y mejor efecto tenga, prometemos y juramos en
presencia de Dios nuestro señor, ante cuyo acatamiento estamos, guardar y
cumplir enteramente lo expresado y contenido en los capítulos siguientes, y
suplicamos a su infinita bondad que cualquiera de nosotros que fuere en
contrario de lo así convenido, con todo rigor de justicia, permita la perdición
de su alma, y fama, honra y hacienda, para que reciba esa justa venganza por
quebrantador de la fe que el uno al otro nos damos.
Lo que sigue es el texto de los
compromisos jurados y prometidos, que hacen hincapié en su mayor preocupación,
las rivalidades y traiciones:
Nuestra
amistad y compañía se mantendrá con el amor y voluntad que hasta el presente
entre nosotros ha habido, sin que se quebranten por intereses, codicias, ni
cualquier ambición de honras y oficios. Ninguno de nosotros calumniará al otro
ni procurará cosa alguna en daño y menoscabo de su honra, vida o hacienda. Los
dos juntos, y no el uno sin el otro, escribiremos a su Majestad de lo que
consideremos que mejor convenga a su real servicio, informándole de todo
aquello con lo que se descargue más su católica conciencia y con lo que estas
provincias más y mejor se conserven y gobiernen. Todos los provechos que se nos
recrecieren, los traeremos manifiestamente a montón y colación, para que
permanezca la compañía que tenemos hecha y en ella no haya fraude ni engaño
alguno. Todo lo cual, según la forma en
que dicho está en nuestra voluntad de cumplirlo, poniendo a Dios nuestro señor
por juez y a nuestra gloriosa madre Santa María con todos los santos por
testigos, y para que a todos sea notorio, lo juramos y prometemos, firmándolo
con nuestros nombres, estando presentes por testigos el licenciado Hernando
Caldera, Teniente General de Gobernador en estos reinos, y Francisco Pineda,
capellán de su señoría (Pizarro), y Antonio Picado, su secretario, y Antonio
Téllez de Guzmán y el doctor Diego de Loaisa. El cual juramento fue hecho en la
ciudad del Cuzco, en la casa del dicho don Diego de Almagro, estando diciendo
misa el padre Bartolomé de Segovia, después de dicho el pater noster, poniendo
los dichos gobernadores las manos derechas encima de la mano consagrada, a doce
de junio de mil y quinientos y treinta y cinco años. Dio fe del documento Antonio
Picado, escribano de Su Majestad y su notario público en todos los sus reinos y
señoríos.
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