martes, 31 de diciembre de 2019

(Día 993) Gonzalo Pizarro, al conocer el texto de las Leyes Nuevas, se deprimió. También se conmovieron en la villa de La Plata al verlas. En medio de su tristeza, Gonzalo Pizarro se ilusionaba con la idea de ser gobernador.


     (583) Le llegaron las cartas y el texto de las Ordenanzas a Gonzalo Pizarro. Estaba fuera de su casa y le llevó la documentación Luis de Almao, su criado, diciéndole que, según el  mensajero Bustillo, peligraba su cabeza. Pensando Gonzalo que la amenaza procedía de Vaca de Castro, dijo: "¡Juro a Nuestra Señora que yo se la cortaré a él primero!". Luego fue rápidamente adonde el mensajero: "Tomando los despachos que traía, estuvo leyendo las cartas todo aquel día hasta media noche, y, cuando vio las Ordenanzas, mostró mucha alteración. Despachó luego a Juan Ramírez a la ciudad de Arequipa para que retuviese ciertos  dineros suyos que había ordenado enviar a España. Pasado un día, él partió mostrando mucha tristeza, y aun se afirma que lloró muchas veces, casi adivinando los grandes males que habían de venir al reino (no sé yo si eran lágrimas fingidas o no, porque los que quieren rebelarse y ser tiranos, engañan con muchas simulaciones a los que les siguen). En pocos días, llegó a las minas de Porco, donde recogió todo el dinero que pudo".
     Cieza retrocede algo en el tiempo para explicarnos la situación en la villa de la Plata. Terminada la guerra de Chupas, Vaca de Castro, al partir, dejó a alguien al mando de la población: "Nombró como su Teniente de Gobernador a Luis de Ribera, caballero muy principal, natural de Sevilla, y, estando la villa pacífica, llegó la noticia de las Leyes Nuevas que Su Majestad enviaba y de la venida de Blasco Núñez como virrey, lo cual no dejó de causar gran alboroto en los ánimos. Pasando aquel tumulto, entraron en su cabildo el teniente Luis de Ribera, los alcaldes, Diego Centeno y Antonio Álvarez, y Lope de Mendieta, Francisco de Retamoso y Francisco de Tapia, regidores perpetuos. Acordaron que no sería cordura dejar de obedecer las Ordenanzas que el Rey nuestro señor hubiese dictado, pero convenía suplicarle con gran humildad que las suspendiese, y que se enviaran personas a pedirle al virrey que no las ejecutase. Para tal misión se nombraron a Diego Centeno y Pedro de Hinojosa, los cuales partieron hacia la Ciudad de los Reyes, habiéndose visto primero Pedro de Hinojosa con Gonzalo Pizarro en el pueblo de Chaqui".
     Se centra  ahora Cieza en las intensas vivencias de Gonzalo Pizarro en aquellos críticos momentos: "Muy acongojado estaba el ánimo del capitán Gonzalo Pizarro al oír las cosas que se decían, y, como era hombre de poco saber, no miraba con prudencia los acontecimientos que en el futuro podrían ocurrir. Pensaba unas veces estarse en su casa y no mostrarse, como suelen decir, cabeza de lobo por el pueblo, pues después, viendo que las cosas prosperaban, le rechazarían y dejarían dentro del lazo. Otras veces pensaba que sería falta de ánimo. También consideraba que en el descubrimiento de la Canela salió desbaratado, y tan arruinado que ni con  cincuenta mil pesos pagaría sus deudas, y que era justo que su Majestad le nombrara gobernador, alegando que, por el testamento del Marqués y por su provisión real, él lo había sido ya en Quito. Esto le daba el deseo de ir al Cuzco, reunir gente y enfrentarse al virrey".

     (Imagen) Los criados de los españoles bien situados solían ser jóvenes y de familias importantes. Algunos llegaron, además, a destacar en las conquistas, como Pedro Pizarro, quien triunfó con la espada y con la pluma, pues, como sabemos, escribió una notable crónica de estas historias. El codicioso Vaca de Castro tuvo mucha confianza en uno llamado Francisco Ruiloba, a quien utilizó para enviar disimuladamente bienes a España, pero, durante el viaje, murió en Cuba. Se detectó que llevaba mucho dinero y joyas como si le pertenecieran, siendo, en realidad, Vaca de Castro el dueño. Los funcionarios de la Hacienda Real sospecharon que eran de propiedad pública e hicieron trámites para su recuperación, pero no consta el resultado. Vayamos ahora con LUIS DE ALMAO, criado de Gonzalo Pizarro. Cieza nos ha contado que tenía amistad con él, pero deja de lado el alto precio que pagó por ser del bando del rebelde Gonzalo. Ejecutado su patrón, Luis fue juzgado. El texto de la imagen explica muy bien cómo acabó el asunto y los sufrimientos que padeció. Es la esposa de Carlos V quien lo redacta, y tiene el siguiente contenido. El licenciado Cianca había condenado a galeras a Luis de Almao y a otro compañero suyo llamado Gómez de Mescua por actuar como rebeldes. Los dos pidieron clemencia y que les perdonaran porque estaban apresados en la frontera de Orán y desterrados de España, con muchos trabajos, gran pobreza y enfermedades, y porque la sentencia había sido demasiado rigurosa. Luis había cumplido cuatro años de los seis de condena, y su compañero dos de los tres de la suya. La Reina se apiada y les perdona lo que quedaba pendiente. Pero con una limitación bastante llevadera. Durante el tiempo que les faltaba para el cumplimiento total, tenían que permanecer alejados, como mínimo, a cinco leguas de la Corte.




domingo, 29 de diciembre de 2019

(Día 992) Vaca de Castro no quiso aceptar la propuesta del cabildo de Lima para ser gobernador. Entonces hubo gente que empezó a tentarle a Gonzalo Pizarro con la misma proposición.


     (582) Las diplomáticas palabras de Vaca de Castro fueron bien recibidas por los de la Ciudad de los Reyes, que buscaban ansiosamente algo o alguien que frenara la rígida actitud del virrey: "Oídas estas cosas por los vecinos y regidores, deseaban devolverle a Vaca de Castro el gobierno de la provincia, y que, siendo gobernador, mirase por el bien común". Los del cabildo le mandaron un mensaje a Vaca de Castro en ese sentido, y le pedían que fuera a verles para llevarlo a cabo. Sin embargo, desconfiando de sus intenciones, les respondió que fueran ellos adonde él estaba para tratar el asunto: "Pero ni Vaca de Castro quiso ir al cabildo, ni los del cabildo ir adonde él, teniendo, según creo, sospechas mutuas porque siempre se quisieron mal". El caso es que el obispo  Jerónimo de Loaysa había convencido a Alonso de Riquelme y a Illán Suárez de Carvajal para que hicieran las paces con Vaca de Castro, y le dieron un documento de acuerdo a Lorenzo de Estopiñán para que se lo llevara a Vaca de Castro, quien, después de haberlo visto, se negó a aceptar lo que proponían, y, ante la insistencia de Estopiñán, le contestó que "no lo haría porque conocía que no eran hombres de constancia, y no podía fiarse de su honor". Así que, ni de una manera ni de otra se tomó una determinación.
      Mientras tanto, el Virrey, según Cieza, permanecía en Trujillo demorándose en asuntos políticamente menores, que podían ser resueltos ágilmente cuando se fundara la Audiencia: "Todos los que gobiernan provincias sin acierto, caerán como a muchos les ha ocurrido. Si el virrey dejara con prisa los arrabales, yendo a las ciudades para entrar en ellas con prudencia, se habrían evitado los escándalos y grandes daños que hubo, que no fueron pocos. Todo lo que hacía en Trujillo era que los indios supiesen lo que habían de dar como impuestos (más reducidos que los que se les estaban aplicando). Quitoles indios de repartimientos al capitán Diego de Mora, porque era teniente de gobernador, y a Hernando Alonso Holguín porque lo había sido. En esta ciudad estaba el hermano del virrey, Francisco Velázquez Vela Núñez, caballero muy noble y de grandes virtudes, y Diego Álvarez de Cueto, su cuñado, varón muy cuerdo y asentado". En ese tiempo, sabiendo la actitud que traía el virrey, salieron rápidamente de Lima Bachicao, Diego Maldonado, Gaspar Rodríguez y algunos otros para tratar en el Cuzco "lo que había que hacer en lo tocante a las Ordenanzas".
     Y ahora Cieza nos explica de qué manera se va a convertir el casi olvidado y medio jubilado de la milicia Gonzalo Pizarro en personaje central de la ya próxima guerra civil: "El capitán Gonzalo Pizarro, que había salido del Cuzco, estaba en la villa de la Plata, donde tenía repartimientos muy ricos de indios y sacaba provecho de las minas de Potosí, que en aquel tiempo se empezaban a trabajar. Llegó adonde él un criado que había tenido el comendador Hernando Pizarro, llamado Bustillo, el cual fue enviado con cartas por Don Antonio de Ribera, Alonso Palomino, Villacorta, Alonso de Toro y otros muchos". Cieza aporta un detalle, casi periodístico, para dejar claro que el deseo de Vaca de Castro era que Gonzalo siguiera en su pacífico retiro: "Me dijo recientemente (o sea, casi una década después) Luis de Almao, criado de Gonzalo Pizarro, que Vaca de Castro le escribió que estuviese quieto, aunque las cosas no llevaban buenos términos con las Ordenanzas, porque Su Majestad sería informado debidamente y mandaría lo que más conviniese a su servicio real".

     (Imagen) El Virrey Blasco Núñez Vela actuaba como un cirujano implacable y sin anestesia. Le quitó su encomienda de indios a HERNANDO ALONSO HOLGUÍN porque las Nuevas Leyes prohibían que se les concediera a los funcionarios del Rey. Cosa discutible en el caso de Holguín, porque 'había sido' Teniente de Gobernador. Ese cargo se lo otorgó Vaca de Castro teniendo en cuenta su brillante historial militar. En el texto de la imagen, un hijo suyo, con el mismo nombre, le expone al Rey el año 1597 los méritos del padre, fallecido tiempo atrás. Entre sus aventuras, se da la circunstancia de que estuvo enzarzado en las mismas batallas contra los indios que ya vimos sufrir al orduñés Diego de Urbina. Ver la misma historia expuesta en expedientes distintos nos confirma que los hechos que se narraban en ellos tenían una credibilidad absoluta. Urbina hacía referencia a una rebelión general de los indios aprovechando el asesinato de Pizarro, y a que, en concreto en la isla Puná, mataron al primer obispo de Perú, Fray Vicente de Valverde y a varios españoles. Urbina estuvo cercado por los indios en la zona de Puerto Viejo más de seis meses. HERNANDO ALONSO HOLGUÍN sufrió con sus hombres el mismo acoso en Guayaquil, justo enfrente de la isla Puná. Ambos capitanes doblegaron a los indios. Hernando Alonso Holguín, que había estado en la conquista de Perú desde sus inicios, fue siempre fiel a la Corona durante las guerras civiles, incluso al servicio del virrey Blasco Ñúñez, anteponiendo a cualquier rencor la lealtad al Rey. Tanto Urbina como Alonso Holguín ejercieron su autoridad en la localidad de Puerto Viejo durante muchos años. A Urbina lo mató el rebelde Francisco Hernández Girón hacia el año 1554, pero hay constancia de que, en 1563, aún vivía en Puerto Viejo el muy trabajado HERNANDO ALONSO HOLGUÍN.



sábado, 28 de diciembre de 2019

(Día 991) En Lima recibieron muy fríamente a Vaca de Castro. Animó a todos, con cierta falsedad, a que tuvieran paciencia con el virrey, pero, en Arequipa, Miguel Cornejo alborotó a los vecinos. A Francisco de Carvajal le obstaculizaron su plan de ir a España


     (581) Luego resultó  que, en Lima, a Vaca de Castro le hicieron el vacío: "Vino de camino hasta que llegó a la Ciudad de los Reyes, y, aunque en ella supieron de su venida, no se le hizo gran recibimiento, sino que solo salieron al camino algunos criados y amigos suyos. Con ellos entró en la ciudad, y se fue a aposentar en casa del obispo don Jerónimo de Loaysa, y allí le vinieron a visitar todos los vecinos, hablando de las cosas que el virrey hacía y del  rigor de las Leyes Nuevas".
     Todas las ciudades se iban alborotando por la llegada del implacable virrey a Perú exhibiendo su autoridad. Vaca de Castro quería calmar a la gente: "Mandó a Tomás Vázquez que fuese con toda presteza a la ciudad de Arequipa, para decirles a sus vecinos que no se alterasen por las Ordenanzas que el  virrey traía, porque Su Majestad, siendo informado de que no convenía que se ejecutasen, tomaría una decisión con gran brevedad, y que enviasen procuradores a la Ciudad de los Reyes para la apelación que se había de hacer". Tomás Vázquez llegó a Arequipa y transmitió las 'buenas' palabras de Vaca de Castro, pero, cuando dio a conocer el texto de las Ordenanzas, la gente se sulfuró: "Un vecino llamado Miguel Cornejo, subió al púlpito de la iglesia, donde ya se había reunido mucha gente, y comenzó a leer las leyes. Cuando llegó adonde el Rey mandaba que, muertos los encomenderos, pasasen las encomiendas a la Hacienda Real, decía a grandes voces que no lo habían de consentir, sino perder la vida antes de verlo ejecutado". Eran muchas las cosas de las Ordenanzas que levantaban  ampollas, pero especialmente esta, puesto que eliminaba el derecho hereditario.
     Cieza repesca las andanzas de Francisco de Carvajal en su intento de ir a España: "Los de la Ciudad de los Reyes no quisieron darle  ni despacho ni nada para viajar, como le ocurrió en el Cuzco. Trató de meterse en alguna nave, pero no pudo conseguir su deseo, porque las autoridades no deseaban dar lugar a que ningún navío saliese del puerto hasta que el virrey viniese. Creyendo que en el puerto de Quilca, de la ciudad de Arequipa, podría hallar una nave, salió de la Ciudad de los Reyes llevando los dineros que tenía, y adivinando la gran calamidad que había de llegar a todo el reino. Mas tampoco en Quilca lo pudo lograr". En mala hora se le frustró el viaje, porque luego se convirtió en un exterminador casi bíblico. Y Cieza se lamenta : "Dios no quiso que saliese de esta tierra, sino que fuese azote suyo y castigo de muchos, que harto dolor da pensarlo".
     Recordemos que, en la Ciudad de los Reyes (donde ya estaba Vaca de Castro), el Cabildo había aceptado a Blasco Núñez Vela a través de cartas, pues todavía no había llegado: "Les pesaba en gran manera haberlo hecho sin que él viniera, ni estar fundada la Audiencia ni los idores presentes, pues, además, Su Majestad no mandaba que lo recibiesen con copias simples, sino con las provisiones ooriginales". Vaca de Castro conocía la situación, y quiso aprovecharla en su beneficio. Ante todo, pidió disculpas por haber llegado con gente armada (que ya había disuelto), explicando que lo hizo pensando que sería necesario por si surgía algún conflicto en su recorrido desde el Cuzco. Luego hizo alarde de su actitud pacífica y leal a la Corona.

     (Imagen) MIGUEL CORNEJO Y CASTAÑEDA nació en Salamanca. Como a veces ocurría, alternó su oficio militar con un cargo de funcionario. Ahora le vemos furioso contra la llegada del virrey Blasco Núñez Vela, y arengando apasionadamente a los vecinos de Arequipa (de donde había sido uno de sus fundadores y alcalde) para que se resistieran a la aplicación de las Leyes Nuevas. Había llegado a Perú desde Nicaragua con el gran Hernando de Soto, y participó en el apresamiento de Atahualpa y en su botín. En la imagen vemos un escrito de su hijo Luis Cornejo, en el que expone los méritos de su padre, fallecido 7 años antes, con la intención de que el Rey le conceda el puesto de regidor del Cabildo de Arequipa. Resumo el texto. Cuenta que su padre, Miguel Cornejo, fue uno de los conquistadores más veteranos de Perú, luchó contra la rebelión general de los indios, y después, al servicio de Vaca de Castro, contra Diego de Almagro el Mozo, al que derrotaron. No hace ninguna mención a que estuviera más tarde al servicio del virrey Blasco Núñez Vela, de donde se puede deducir que batalló en su contra por seguir totalmente opuesto a la aplicación de las Leyes Nuevas. Pero luego se pasó al bando de la Corona, dado que batalló contra Gonzalo Pizarro. Su hijo explica que, estando perseguido por el terrible Francisco de Carvajal el gran capitán Diego Centeno, su padre lo mantuvo oculto en una cueva largo tiempo, y que más tarde participaron juntos en la batalla de Huarina el año 1547, donde fueron derrotados. Muerto después Gonzalo Pizarro, siguió luchando al servicio del Rey, y falleció en Villacurí en 1554, durante un enfrentamiento contra el rebelde Francisco Hernández Girón. Dice también que Gonzalo Pizarro, tras lo de Huarina, le arrebató a su padre todo sus bienes y los fondos que conservaba como Tesorero del Rey en Arequipa, "oficio en el que sirvió a Vuestra alteza durante más de ocho años, sin que se le pagase salario alguno".



viernes, 27 de diciembre de 2019

(Día 990) Cieza alaba las virtudes de Vaca de Castro, pero dice también que quería suplantar al virrey. Vaca de Castro intentó inútilmente ganarse el apoyo del tesorero Alonso de Riquelme.


     (580) Vaca de Castro dejó a un lado a la gente que le acompañaba, y se dispuso a  entrar en Lima con un pequeño grupo selecto, pero esperando hacer nuevas amistades. Cieza elogia sus virtudes, sin olvidar sus defectos: "No podemos negar que Vaca de Castro fue un varón inteligente, y, aunque la codicia le arrastrara, gobernó el reino prudentemente. Les consultaba a los pocos caballeros con los que llegaba cómo tendría que entrar en la ciudad, porque, sabiendo él que los del Cabildo habían recibido al virrey basándose en una simple copia (del nombramiento del Rey), llevaba deseos de que cambiasen de idea y le ofrecieran a él el gobierno, para que pudiese oponerse al virrey. Mandó al licenciado de la Gama, que había sido su teniente, que fuese a la ciudad y tomase de nuevo la vara como teniente suyo, y escribió a muchas personas cartas llenas de favores y esperanzas, algo que Vaca de Castro no había dejado de hacer hasta que entró en la Ciudad de los Reyes.
     No puede Cieza evitar sus lamentos por lo que iba a ocurrir: ¡"Oh, Dios mío, cuántas muertes, robos, desvergüenzas y destrucción de los nativos se produce por las envidias de estos hombres y por querer conseguir mandos! Ojalá hubiese querido su divina bondad que Vaca de Castro se sumiera  en las nieves sin aparecer jamás, y al virrey le diera tal dolor en Trujillo, donde estaba, que fuera su fin, pues lo tuvo en Quito con harta afrenta suya (su derrota y muerte en Iñaquito), y a Gonzalo Pizarro y a Carvajal los tragara una cueva. Al menos, faltando esas cabezas, no habrían aumentado tanto los males en esta miserable tierra, pues ya bastaban las dolorosas batallas de las Salinas y Chupas. Los pecados de los hombres eran tan enormes, y la caridad entre ellos tan poca, que fue Dios servido de que pasasen por tan grandes calamidades como el lector pronto verá".
     Tenía Vaca de Castro cierto recelo con el tesorero Alonso Riquelme, por algunas desavenencias anteriores, y quiso ganárselo para su causa a través de Lorenzo de Estopiñán, quien, desde Lima, había ido a pedirle que le concediese algunos indios: "Vaca de Castro le dijo que, puesto que era amigo del tesorero, que le lograra su alianza, y que le daría mejores indios que los que le habían quitado. Estopiñán volvió a la ciudad, y el tesorero le respondió a lo que Vaca de Castro pretendía que qué amistad hhabía de tener con él, puesto que le había quitado los indios y hasta le cortaría la cabeza". Ya vimos que Riquelme fue una de las figuras administrativas más notables de Perú, y, en una imagen, su preciosa casa, la más antigua de Lima. De pasada, Cieza elogia sus capacidades: "Era este tesorero muy sabio y entendido, y cauteloso para hacer sus hechos. Metía la mano en todos los hechos arduos y de importancia, y después sabía salirse fuera".
     Al margen de la intervención de Lorenzo de Estopiñán, el licenciado La Gama también tanteó al tesorero. "Llegado a la Ciudad de los Reyes, fue a la posada de Alonso de Riquelme,  y trataba de persuadirlo, como a hombre más principal, para que reuniese el Cabildo". Aunque es algo confuso lo que escribe Cieza después, queda claro que lo que pretendía La Gama era recuperar su cargo perdido de teniente del gobernador en Lima. Todo ello con el fin de que "Vaca de Castro entrase de nuevo en la ciudad reconocido como gobernador". Pero, como acaba de decir el cronista, Alonso de Riquelme era experto en "salirse fuera de los asuntos arduos", y no mordió el anzuelo.
     
     (Imagen) Acaba de salir el nombre de Lorenzo de Estopiñán y Figueroa. Hay pocos datos suyos. Era un hombre sensato y humano, que trataba bien a los indios, y supo estar, en la medida de lo posible, al margen de las rivalidades de las guerras civiles. Lo que importa ahora es que se nos van a cruzar personajes muy relevantes relacionados con su vida. Primeramente, la gran figura (en parte malograda) de su padre, PEDRO DE ESTOPIÑÁN Y VIRUÉS, nacido en Jerez de la Frontera hacia 1470. A él le debemos que Melilla sea española, porque, capitaneando un enorme ejército naval del Duque de Medinasidonia, la conquistó en 1497. Seis años después los Reyes Católicos, viéndolo como la persona ideal para expandir la conquista en el Nuevo Mundo, lo nombraron Adelantado de las Indias y Capitán General de la isla de Santo Domingo. Pero el proyecto se truncó porque murió de repente visitando el monasterio de Guadalupe, donde yacen sus restos (y así, el destino quiso que fuera Cortés quien conquistara México). Mucho tiempo después, dos hijos suyos respondieron a la casi olvidada llamada de las Indias. Siendo ya hombres maduros, Lorenzo fue a Perú en 1535, y le siguió cinco años más tarde su hermano, Pedro de Estopiñán Cabeza de Vaca, pero a otro lugar. Acompañaba a su primo, el extraordinario Álvar Núñez Cabeza de Vaca, a la zona de Río de la Plata, quien iba a tomar posesión de su cargo de gobernador. Pedro de Estopiñán se lució en aquellos parajes descubriendo nuevas tierras de Paraguay. También le acompañó en la desgracia, pues volvió con él a España para defenderle en un miserable pleito al que lo habían sometido. Años después, se juntaron de nuevo las vidas de los dos hermanos, pues, ya muerto Núñez Cabeza de Vaca, y viéndose viejo, viudo, sin hijos y empobrecido, Pedro partió el año 1565 para reunirse con Lorenzo de Estopiñán y Figueroa en Lima (donde era una figura muy notable), pudiendo así vivir serenamente el resto de sus días.



jueves, 26 de diciembre de 2019

(Día 989) Cieza considera que no fue Gonzalo Pizarro el principal culpable de la rebelión, sino las muchas personas que le insistían en que la llevara a cabo. Vaca de Castro se sentía humillado por la forma en que llegaba el virrey.


     (579) Sobre la marcha, el didáctico Cieza nos explica la toponimia: "El antiguo nombre de San Miguel (la primera población española en Perú) es Piura, el de Trujillo, Chimo,  y el de la Ciudad de los Reyes, Lima, y, aunque los pongamos de una manera o de otra, todo es uno". El único nombre antiguo que se ha consolidado es Lima, aunque Piura sigue siendo la región en la que está San Miguel. Por allá andaba el virrey. "Llegado a la ciudad de Trujillo, le hicieron un gran recibimiento, aunque con ánimos llorosos, y estaban puestos en orden militar, lo que fue triste agüero, si decirse puede, pues, viniendo a poner paz, le recibían con orden de guerra. Fue metido en la ciudad con palio, y los regidores, vestidos de púrpura, lo acataron como virrey, según Su Majestad mandaba. El factor Illán Suárez de Carvajal y los caballeros que iban con él se volvieron a la Ciudad de los Reyes. Dicen que puso un escrito en la barranca con estas palabras: 'Que cada uno mire lo que hace, y no quite la hacienda a otro, porque podría quedar burlado y costarle la vida'. Oros afirman que quien lo puso fue Francisco del Solar, vecino de las Ciudad de los Reyes, y así se tiene por cierto".
     Cieza se detiene para hacer un comentario aclaratorio: no considera a Gonzalo Pizarro el principal responsable de la nueva sublevación. De hecho, se había retirado a vivir tranquilamente de sus ricas minas y muy rentables encomiendas de indios: "Fueron muchas las alteraciones que hubo en este reino. Su riqueza es tan grande, que no puede sustentarse en paz tanta grandeza. No quieran la mayoría de los que vivían en él dorar sus iniquidades y grandes traiciones echando la culpa al capitán Gonzalo Pizarro. Eran muchas las cartas que le iban de todas partes, persuadiéndole para que viniera de donde estaba con promesas de que todos le servirían con sus haciendas y personas. En esto, aunque algunos han querido culpar a los del Cuzco, son los que menos culpa tuvieron, como más adelante mostraré con toda claridad".
     No podía ser más delicada la situación de Vaca de Castro frente a la prepotencia con que venía el virrey Blasco Núñez Vela. Nos muestra Cieza su turbación y sus dudas sobre cómo actuar: "Llegada que le fue al gobernador Vaca de Castro la noticia de la entrada del virrey en el reino, y vista la carta que le escribía, y sabiendo que ya lo habían aceptado como virrey, sufrió gran alteración por el recibimiento que le habían hecho. Según dicen, él quería  entrar en la ciudad de los Reyes como superior y apelar las Ordenanzas. Deseaba también que su secretario, Pedro López (primo de Cieza), le informase al virrey de las cosas que por él habían sido hechas. Estuvo preplejo pensando lo que haría. Creía que,  si entraba en la Ciudad de los Reyes con artillería, parecería mal y de tomaría como deslealtad, y que, si entraba privadamente, el virrey haría con él su voluntad, sin guardar el decoro de su persona, puesto que era público que venía a malas con él. No obstante estas cosas, prescindió de su gente y mandó que la artillería fuese llevada a San Juan de la Victoria de Huamanga".
     Veamos un ejemplo de las precauciones que se tomaban. El factor Illán Suaréz le envió una carta a su hermano Benito Suárez (que estaba con Vaca de Castro) diciéndole que el virrey le quitaría los indios, como había hecho con todos los que tenían cargos oficiales, y que reuniese todo el dinero que pudiera, para irse a España, no sin antes haberle enviado un documento de cesión de sus encomiendas de indios a Rodrigo de Carvajal, Jerónimo de Carvajal y Juan Vázquez de Tapia. Se supone que a cambio de dinero, para lo que también se prestó Vaca de Castro, ya que, recibida la carta, se negoció la cesión con Vaca de Castro, aunque ya no era gobernador. De todo ello se enteró Blasco Núñez Vela, lo que motivó que le perdiera toda simpatía al factor Illán Suárez.

     (Imagen) Cuenta Cieza que el Licenciado Esquivel, natural de Badajoz, se dejó de dudas y fue rápidamente a ponerse al servicio del virrey Núñez Vela. Parece ser que se trataba de FRANCISCO DE ESQUIVEL, del que apenas existe documentación. Es conocido, sobre todo, por cruzarse en su vida el terrorífico LOPE DE AGUIRRE, cuando aún era solamente un bravo soldado, pero ya caracterizado por su espíritu vengativo (siempre exagerado y sádico). El cronista Inca Garcilaso contó una de sus reacciones demenciales, ocurrida hacia el año 1552. Francisco de Esquivel, siempre al servicio de la Corona en las guerras civiles, fue premiado con el cargo de Justicia Mayor de la ciudad de Potosí. De allí iba a partir una expedición de conquista. Los soldados, a pesar de que estaba prohibido, obligaban a ir cargados a muchos indios, pero Esquivel únicamente se preocupó de retener al último de la larga fila, Lope de Aguirre, y lo condenó a ser azotado. Garcilaso, que lo considera injusto, dice del licenciado que era un hombre afable en la vida diaria, pero demasiado riguroso en su cargo. Tras recibir el castigo, Lope de Aguirre huyó, y solo tuvo un objetivo en la vida: matarlo. Anduvo persiguiéndolo durante tres años, recorriendo las enormes distancias que hay entre Lima, Quito y el Cuzco, y el licenciado Esquivel, ocultándose, pero fue en esta ciudad donde lo alcanzó y acabó con su vida. El caso es que Aguirre consiguió escapar, y más tarde Alonso de Alvarado, necesitado de soldados para luchar contra el rebelde Francisco Hernández Girón, lo perdonó. Esa fue la historia de su vida: andar siempre al borde de la legalidad. Ya en 1536 había conseguido del Rey (como se ve en la imagen) un permiso para circular libremente por Perú y poder volver a España, y hasta lo nombró Regidor del pueblo dondequiera que hiciese una pausa el Gobernador de Perú. Su farsa, su megalomanía y su saña acabaron trágicamente tras su salvaje y sangriento descenso del Amazonas con una tripulación a la que tenía absolutamente aterrorizada. Era el año 1561.



martes, 24 de diciembre de 2019

(Día 988) Los del cabildo de Lima se alegraron de que Vaca de Castro quedara sin autoridad, y acataron como virrey a Blasco Núñez Vela. A pesar de que el virrey se acercaba con fama de riguroso, dos mensajeros de Lima decidieron ir a ponerse bajo su mando.


     (578) Aunque Cieza lo cuenta de manera un poco confusa, parece ser que ocurrió algo sorprendente. Los enviados por el Cabildo de Lima se pusieron muy contentos cuando vieron los despachos de Blasco Núñez Vela, pero da la impresión de que no fue por las Ordenanzas, que todos temían, sino porque el Rey le había quitado el mando de gobernador a Vaca de Castro, lo que supondría para ellos reforzar su autoridad en la ciudad: "Se pusieron muy alegres por la enemistad que con Vaca de Castro tenían (algo absurdo, porque era de suponer que la actuación del virrey iba a ser mucho más intransigente), y determinaron que llevase la noticia a Lima Juan de Barbarán. Llegado a la ciudad, entró corriendo por las calles diciendo: '¡Libertad!, que el señor virrey viene, y aquí veis sus despachos!'. Luego se reunieron los del Cabildo. La provisión del Rey mandaba que reconociesen a Blasco Núñez como virrey. No acababan de ponerse de acuerdo, pero, al fin, por las pasiones públicas que contra Vaca de Castro tenían, más que por otra cosa, el virrey fue reconocido en la Ciudad de los Reyes como Su Majestad lo mandaba. Hecho esto, el Licenciado Esquivel, natural de Badajoz, fue hasta Trujillo para juntarse con el virrey, y a ofrecerse a su servicio. A Vaca de Castro se le envió copia de todo ello y la carta que el virrey había escrito para él. El Licenciado de la Gama (en quien confiaba mucho el ya ex gobernador), que era allí su teniente, salió de la ciudad para ir a encontrarse con Vaca de Castro. Quedó el gobierno en manos de los alcaldes, dieron la vara de Alguacil Mayor a Juan de Barbarán, y fueron pregonadas públicamente las provisiones del virrey".
     A pesar de que muchos le aconsejaban a Vaca de Castro que abandonara su propósito de visitar al virrey y se fuera directamente a Panamá, para embarcarse sin más hacia España, partió del Cuzco a su encuentro, que era lo más correcto, pero con una compañía improcedente: "Le pareció sensato llevar artillería y armas para guarda de su persona. Envió por delante a su secretario, Pero López, para que se encontrase con el virrey y, de su parte, le diese la enhorabuena por su venida, asegurándole que le obedecería en todo porque venía en nombre del Rey. Enterados los del cabildo de la Ciudad de los Reyes de que Vaca de Castro se acercaba con mucha gente, le escribieron que la deshiciera, que dejase las armas y que entrase en la ciudad privadamente, sin nombrarse más gobernador del reino, pues ya no lo era".
     Los enviados desde Lima para reunirse con el virrey, encontraron por el camino a un criado de Vaca de Castro, Francisco de Ruiloba, y lo que les contó les llenó de inquietud: "Les dijo que el virrey estaba cerca de Trujillo y que venía quitando indios a los encomenderos y asegurando que en todas partes había de hacer lo mismo". A pesar del desánimo de los oyentes, hubo dos que no dudaron en continuar la marcha: "El capitán Diego de Agüero dijo a grandes voces que no quería parar hasta encontrar al virrey, y que, si le había de quitar los indios, que se los quitase. Con él fue Rodrigo Núñez, quien también estaba a mal con Vaca de Castro, pues le había quitado sus indios por haber sido del bando de Diego de Almagro el Mozo".

     (Imagen)  Con alguna duda, pero altas probabilidades de acertar, creo que el Rodrigo Núñez que, según Cieza, se enfadó con Vaca de Castro por quitarle una concesión de indios y se puso de inmediato al servicio del virrey Núñez Vela, fue el capitán RODRIGO NÚÑEZ DE BONILLA. Un informe de méritos militares suyos, presentado por su hijo, no menciona, quizá a propósito, la batalla de Chupas, lo que parece indicar que no estuvo al servicio de Vaca de Castro, sino del rebelde Diego de Almagro el Mozo, lo cual sería la razón por la que le quitó la encomienda de indios que tenía. Los de Bonilla de la Sierra (Ávila) lo consideran hijo del lugar, aunque otros dicen que su origen está en Guadalcanal (Sevilla). Fue un superveterano de las Indias. Nacido hacia 1495, llegó muy pronto a la isla de Santo Domingo, sonde luchó contra el invencible cacique Enriquillo. Es probable que hiciera su viaje a Perú con Pedro de Alvarado, formando parte de la tropa que dejó allá el gran conquistador. Se puso entonces a las órdenes de Diego de Almagro el Viejo en su campaña de Quito, donde, por su indudable preparación intelectual y sus dotes de mando, ejerció como tesorero, alcalde e, incluso, gobernador de la ciudad, a cuya fundación había asistido. Se hizo rico con las encomiendas que le adjudicaron, pero parece ser que la represalia de Vaca de Castro le perjudicó en gran manera. Por si fuera poco, en la batalla de Iñaquito, Rodrigo sufrió la derrota junto al virrey, y Gonzalo Pizarro le arrebató los bienes que le quedaban. No lo ejecutó, pero lo envió desterrado a Chile. Él y otros expulsados, tras amotinarse, se apoderaron del barco en el que los trasladaban, y llegaron libres a México. Allí se casó con Ana de la Cueva, y, tiempo después, se trasladaron a Quito, donde RODRIGO NÚÑEZ DE BONILLA volvió a ser gobernador, pero por poco tiempo, muriendo el año 1561.



lunes, 23 de diciembre de 2019

(Día 987) Siguió avanzando hacia Lima el virrey, aumentando la preocupación por las noticias que llegaban sobre su inflexible imposición de las Ordenanzas. Vaca de Castro se sintió dolido por haberle quitado el Rey toda su autoridad.


     (577) El Virrey Núñez Vela estuvo quince días en Tumbes y fue luego a la ciudad de San Miguel: “Mostraron en público que lo recibían alegremente, pero en su interior les pesaba verlo porque traía las leyes. Mas, al fin, fue reconocido como virrey, y enseguida les mandó que cumplieran las Ordenanzas. Los del Cabildo de aquella ciudad le suplicaron con toda humildad que no lo exigiese por entonces, y que diese lugar a que el Emperador, tras ser informado de los grandes servicios que se le habían hecho en todo el reino, les hiciera la merced de no tener que cumplir por entero las Ordenanzas. Aunque con grandes lloros se lo suplicaban alzando sus manos derechas en testimonio de que siempre servirían al Rey con toda lealtad, no aprovecharon sus ruegos, sino que, por el contrario, le quitó sus indios a Diego Palomino porque había sido Teniente de Gobernador (recordemos que era una de las prohibiciones, la destinada a los funcionarios públicos), y a todos los indios puso en grandes derechos, diciéndoles que no diesen ninguna cosa a los españoles sin que antes se la pagasen”. Añade Cieza que se difundía por Perú la noticia de que se aproximaba el virrey, pero exagerando su rigor: “Además de la gente que iba por tierra, llegó al Callao, que es el puerto de la marítima Ciudad de los Reyes, una nave de Juan Vázquez de Ávila, y el maestre que en  ella venía dijo que el Virrey Blasco Núñez Vela quedó en Tumbes. Con esta noticia, hubo gran alboroto en la ciudad. Viendo la situación que había en el reino, se reunieron los del Cabildo, y decidieron que algunos varones doctos y de autoridad saliesen para encontrarse con el virrey, darle la enhorabuena de su venida e informarle de lo que pasaba, y de cómo todos, con el pecho por tierra, harían lo que su Rey mandaba".
     Marcos Jiménez Espada, editor de esta crónica, vuelve a hacer un comentario  acerca de otra manipulación de Antonio de Herrera, el que luego fue Cronista Oficial de la Corona, ya que suprime párrafos de lo que cuenta Cieza. Así lo dice: "Calla Herrera todas la durezas y muchos de los actos del virrey consignados en este capítulo, y también la actitud respetuosa y humilde con que las autoridades le recibieron y suplicaron sobre el rigor de las Ordenanzas".
     Sigamos con Cieza: "Los del Cabildo de la Ciudad de los Reyes señalaron para encontrarse con el virrey al factor Illán Suárez de Carvajal y al capitán Diego de Agüero, regidores, y a Juan de Barbarán, procurador de la ciudad, saliendo con ellos Pablo de Meneses, Lorenzo de Estopiñán, Sebastián de Coca, Hernando de Vargas, Rodrigo Núñez de Prado y otros, entre los cuales iba el dominico fray Isidro de San Vicente, que salía por mandato del reverendísimo Don Jerónimo de Loaysa, obispo de Lima".
     Según iban de camino los emisarios, les salió al paso un tal Ochoa con despachos del virrey para el Cabildo de Lima y para el gobernador Vaca de Castro. Abrieron los pliegos y vieron que contenían una copia de las órdenes que el Rey le había dado a Blasco Núñez. Y otra cosa más, que iba a dejar desarmado al hasta entonces gobernador: "Enviaba también una carta para Vaca de Castro en la que le ordenaba que dejase de usar el cargo de gobernador, y que fuese a la Ciudad de los Reyes. Además, les indicaba a los del Cabildo que asumieran los alcaldes el mando y la justicia, sin tener más tiempo a Vaca de Castro por gobernador. Se dice que  el virrey, desde que entró en el reino, tuvo por odiosas las cosas de Vaca de Castro, y que tuvo por muy amigos a los que siguieron a Don Diego de Almagro el Mozo. Son dichos vulgares, y yo no sé qué hay de cierto en ello".

     (Imagen) A pesar del gran relieve de Vaca de Castro en la historia de Perú, es sorprendente que un brillante escritor de aquella época le dedicara dos libros, uno en castellano y otro versificado en latín, La Vacaida, centrado en la importantísima misión que llevó a cabo en las Indias. El autor fue JUAN CRISTÓBAL CALVETE DE ESTRELLA. Quizá los escribiera por encargo del propio interesado, pero también pudo influir un cierto parentesco, ya que su mujer se llamaba Ana Vaca de Villarroel. Dos cosas fueron muy llamativas en Calvete de Estrella: su gran valía como escritor y humanista, y su insaciable ansia de medrar, lo que le convirtió en un adulador profesional de los principales personajes de su época. Su estrategia funcionó, y pudo así escalar muy alto en la Corte. Nació hacia el año 1510 en Sariñena (Huesca), y destacó como estudiante en Salamanca. Su facilidad para escribir en verso y prosa y su formación humanista le abrieron puertas en el ambiente cortesano. Ya en 1533, le dedicó un elogioso discurso de bienvenida a Carlos V cuando fue a Barcelona tras ser coronado emperador en Bolonia. En 1534, Carlos V lo nombró preceptor de su joven hijo, Felipe, teniendo en aquel entorno otros discípulos que llegaron a ser personajes históricos. Uno de ellos fue Alonso de Ercilla (entonces un niño), conquistador en Chile y famoso autor de La Araucana, lo que quizá explique que se trate de una de las escasas crónicas de las Indias versificadas. La vida de Calvete de Estrella tuvo una permanente trayectoria cortesana, hasta el punto de que acompañó a Felipe II a Inglaterra en su viaje para casarse con la reina María Tudor. Le costó conseguir su gran sueño, ser Cronista Oficial de la Corte, porque la competencia era muy dura, pero lo logró en su ancianidad. Murió en 1593, y, sin duda, alguien que falleció mucho antes, le estuvo eternamente agradecido: CRISTÓBAL VACA DE CASTRO.



sábado, 21 de diciembre de 2019

(Día 986) Vaca de Castro no se prestó a complacer a los rebeldes, pero se dijo que, a cambio de ayudarle a Gonzalo Pizarro en algo, le propuso que se casara con una hija suya.


     (576) Vaca de Castro no se fiaba ya de nadie: “Se dice que les contestó (a los que trataban de ganárselo contra el Virrey) que sabía cuán inconstantes eran los hombres de Perú, y que, para lograr sus propósitos, desean tener como cabeza a quien después, riéndose ellos fuera, echar la culpa de lo que sucediese. Y en esto no se engañaba Vaca de Castro, pues los que promueven sediciones locas coloreadas con justificaciones, tomando un caudillo que tome la voz del negocio, cuando ven la ocasión, sálense fuera afirmando con juramentos que sirvieron al tirano a la fuerza. Les dijo también que había tenido aquellas tierras a su cargo por mandato del Rey, y que no haría otra cosa más que irse a la Ciudad de los Reyes a aguardar al que, por orden de Su Majestad, venía como virrey”.
     Había rumores a los que Cieza no da mucho crédito, y uno de ellos era el siguiente: “Algunos decían que el gobernador Vaca de Castro le escribió a Gonzalo Pizarro para que viniese con presteza a defender el reino, y que, si se casaba con su hija, él iría a España a negociarle la gobernación del Nuevo Toledo (la que le había correspondido a Diego de Almagro el Viejo), y otras cosas, persuadiéndole a que lo hiciera”. Lo único que confirma Cieza es que hubo muchos que intentaron lo mismo, porque, entre la documentación que dejó Gonzalo, había cartas enviadas por Pedro de la Gasca en las que le ponía al corriente de que estaba enterado de que muchos le pedían que tomara el poder en Perú, y le recordaba que su deber era obedecer al Virrey. Finalmente, Vaca de Castro, salió del Cuzco y puso rumbo hacia Lima, la Ciudad de los Reyes.
     Mientras tanto, Blasco Núñez Vela organizaba sus cosas en Tumbes, teniendo a su lado, como alivio familiar, a su hermano Francisco Velázquez Vela Núñez y a su cuñado Diego Álvarez de Cueto. El Virrey seguía  precipitadamente con su idea fija: “Envió mandamientos a distintos lugares, sin estar todavía aceptado oficialmente como virrey, para que no maltrataran a los indios, ni sacasen de ellos tributos excesivos, cosas que, aunque eran justas, se debían mandar con gran orden y templanza, no tan severamente ni con tanta velocidad, lo cual no era causa suficiente para que los de Perú se rebelasen”. Incluso su cuñado, Diego Álvarez de Cueto, apoyó a quienes le decían que, por entonces, no ordenara el cumplimiento de las leyes. No había nada que hacer. Les contestaba que haría lo que el Rey mandaba, aunque le costase la vida.
     Probablemente, su cuñado Diego Álvarez de Cueto no tendrá un gran protagonismo en la crónica de Cieza. Compruebo en los archivos de PARES que, muerto el Virrey, fue nombrado Alguacil Mayor de Lima. Unos diez años después estaba en España, siendo denunciado por dejar desasistido su puesto. El Rey le obligó a volver a Lima o renunciar al cargo. En un documento posterior se constata que dimitió para que ocupara el puesto su hijo Luis Núñez Vela, nieto del fallecido virrey. Y tomó posesión del cargo.

     (Imagen) VACA DE CASTRO tuvo muchas similitudes con el Virrey Blasco Núñez Vela. Los dos fueron a Perú con un cargo del máximo nivel, pero también de máximo riesgo. Tuvieron que enfrentarse a un ejército de conquistadores rebelados contra la Corona. Vaca de Castro los derrotó, pero el virrey perdió la vida. Ambos estaban casados y tuvieron numerosos hijos. Conscientes de que Perú era un polvorín, dejaron a sus familias en España. Aunque Vaca de Castro sobrevivió, también pagó un  alto precio. Había cumplido maravillosamente su misión en Perú, pero se dejó tentar por la codicia. Vuelto a España en 1545, fue juzgado por corrupción, y pasó diez años en la cárcel, tras los cuales, Felipe II lo rehabilitó y pudo ejercer como Presidente del Consejo de Castilla, muriendo, tras una larga vida, el año 1572. Durante su prisión, falleció su extraordinaria mujer, MARÍA MAGDALENA DE QUIÑONES Y OSORIO, cristiana de una pieza y madre de dos hijas monjas y del importante obispo de Granada Pedro de Castro y Quiñones. A ella le interceptaron una carta en la que su marido le pedía que ocultara unos bienes que le mandaba. Ese documento y las denuncias contra Vaca de Castro del Virrey Núñez Vela, lo llevaron a prisión. En cuanto venció a Diego de Almagro el Mozo, le envió Vaca de Castro una carta a su mujer, con la formalidad de la época pero cariñosa: “Por  no saber vuestra merced el resultado, os mando esta carta con mi criado Francisco Becerra, para quitaros, señora, esta pena”. Se preocupa también de que mantenga su buena imagen y cuide de sus hijos: “Cuando vuestra merced hubiere de ir a casa de alguno, id en vuestra mula, bien acompañada, con escudero, capellán viejo y honrado, mozos y pajes. Cuidad el estudio de los muchachos y las cosas de vuestra casa, pues, sin esto, no hay ningún bien, y de que se haga el casamiento de doña Catalina (su hija)”. En la imagen vemos su firma como Licenciado, tras humillarse, protocolariamente, ante los pies y manos del Rey.





viernes, 20 de diciembre de 2019

(Día 985) Francisco de Carvajal no pudo ir a España. El virrey inició su viaje hacia Lima. La gente, asustada, le pedía a Vaca de Castro que retomara su poder como gobernador.


     (575) Cieza nos cuenta cómo se abortó el viaje a España de Carvajal: “Ya hemos dicho que Francisco de Carvajal, con la ayuda que le dieron Vaca de Castro y los del Cabildo del Cuzco, estaba deseando verse en España para tener alguna quietud. Nada perdieran con su ida Antonio de Altamirano, Lope de Mendoza y otros muchos, pero estaba ya por Dios determinado, por nuestros muy grandes pecados, que Carvajal fuese azote tan cruel como pronto sabremos”. Con ello Cieza nos está anunciando que más tarde Carvajal matará a mucha gente, incluyendo a Altamiano y Mendoza.
     Viendo seguro su viaje, puesto que estaba avalado por Vaca de Castro, partió de inmediato: “Llegó desde el Cuzco a la Ciudad de los Reyes, y, al cabo de unos días, dio cuenta a los del Cabildo de unas cartas de Vaca de Castro en las que indicaba que le había encargado a Carvajal que fuera a informar a su Majestad del agravio que se les hacía a los conquistadores con las Leyes Nuevas, y les pedía que le diesen poder para que negociase en España lo que convenía al reino”.
     Por alguna razón que Cieza no explica, a los del Cabildo de Lima no les agradó la idea de que Carvajal los representara ante el Rey, y utilizaron como excusa para evitarlo que Vaca de Castro les anunciaba en una de sus cartas que los iba a visitar en breve: “Le respondieron a Francisco de Carvajal que estuviese en la ciudad hasta que Vaca de Castro viniese, y, venido, se haría lo que él mandase, como gobernador que era del Rey. Carvajal, pareciéndole que, por tenerle en poco los del Cabildo de Lima, le habían dado respuesta tan frívola, salió de él muy sentido, y los que le dieron la respueta quedaron riéndose, teniendo por cierto que, cuando viniese Vaca de Castro del Cuzco, ya estaría en Lima el Virrey, quien no les iba a molestar por no haber querido enviar  a Francisco de Carvajal a España”.
     El cálculo estaba bien hecho: “El Virrey Blasco Núñez Vela deseaba en gran manera salir de Panamá y navegar con presteza hasta llegar al reino de Perú para asentar la Audiencia en la Ciudad de los Reyes, teniendo por fácil cosa ejecutar las Ordenanzas. Se embarcó y llegó en nueve días a Tumbes, desde donde escribió cartas a Quito, Puerto Viejo y Guayaquil anunciando  el encargo que traía del Emperador, e incluso dictó algunos mandamientos sobre el tratamiento de los indios. Pero se tuvieron por enojosos y pesados, porque, hasta aquel tiempo, la justicia había sido, como dice el pueblo, de entre compadres, y la gente murmuraba del Virrey, de manera que, donde llegaba la noticia de su venida, pesaba no poco. De todos los más era aborrecido su nombre, y, por temor a las restricciones, solo se ocupaban en sacar la mayor cantidad de oro posible a los indios y caciques”.
     Aún seguía Vaca de Castro en la ciudad del Cuzco, y los angustiados encomenderos lo tantearon para que defendiera sus derechos habituales: “No cesaba el tumulto que causaron las noticias de las Ordenanzas, y hasta cuentan que Hernando de Bachicao, Juan Vélez de Guevara, Gaspar Rodríguez de Camporredondo y Cermeño, con algunos otros, hablaron con Vaca de Castro diciéndole que, pues era gobernador del Rey, mantuviese su mando y cargo, y que todos le habían de servir en lo que mandase”.

     (Imagen) No es difícil imaginar que Vaca de Castro se dirigía muy preocupado desde el Cuzco al encuentro de Blasco Núñez Vela, el recién estrenado Virrey de Perú. Iba a verse sometido a su autoridad, y, probablemente, investigado, aunque su principal misión, derrotar a Diego de Almagro el Mozo, la bordó. Llevaba entre su gente a ANTONIO DE QUIÑONES, leonés como él, y a quien trataría con mimo porque era pariente de su mujer, María Magdalena de Quiñones y Osorio. Antonio y otros dos Quiñones, su hermano Suero y su primo Pedro, fueron siempre fieles  partidarios de los Pizarro. Estuvieron en la batalla de Chupas, en la que resultó derrotado y muerto Almagro el Mozo. Hay también constancia de que Antonio de Quiñones  participó en la rebeldía de Gonzalo Pizarro, pero, tras ser derrotados, a él  no lo ejecutaron, y eso a pesar de que figuraba en la lista de los acusados por Brianda de Acuña como responsables del asesinato de su marido, el Virrey Núñez Vela. Aunque hubo otro conquistador importante en México con su mismo nombre, es muy probable que sea ‘el nuestro’ (mucho más joven) quien figura en una patente de invención (ver el documento de la imagen) para proteger a los navíos del arrasador molusco llamado ‘la broma’ (de ahí procede el sentido irónico actual de la palabra). Les concedía el Rey “al capitán Antonio de Quiñones y a Bernardino Veneciano la exclusiva de utilizar durante 20 años un invento suyo que impide que la broma destroce los navíos”. Estos tres Quiñones descendían directamente de un personaje pintoresco, casi mitificado: el leonés SUERO DE QUIÑONES (fallecido en 1456). Se hizo famoso desafiando a quien pretendiera atravesar el puente del río Órbigo (León). Se batió muchas veces, hasta que el Rey le prohibió que continuara, y ha quedado inmortalizado en el llamado Libro del Paso Honroso. De ANTONIO DE QUIÑONES se conoce también que, aunque viejo y gotoso, seguía vivo el año 1576, pero en España.



jueves, 19 de diciembre de 2019

(Día 984) No hubo manera. NI Rodrigo de Contreras ni el Contador Juan de Cáceres pudieron conseguir que el virrey suavizara su postura con respecto a las Leyes Nuevas. Con mucha soberbia, le dijo a Cáceres que merecía que lo ahorcara.


     (574) Dado que el que había sido gobernador de Nicaragua, Rodrigo de Contreras, hizo el viaje hasta Panamá desde España entre los hombres que acompañaban al Virrey de Perú, Blasco Núñez Vela, tuvo tiempo suficiente para conocer perfectamente el preocupante contenido de las Leyes Nuevas, y ambos llegarían a sacar una conclusión clara sobre sus respectivos caracteres. Eran hombres acostumbrados a mandar y sin rastro de timidez. El primero que se sinceró fue Contreras: “Viendo que el Virrey afirmaba con juramento públicamente que, en cuanto llegara al puerto de Tumbes, los indios iban a conocer que eran vasallos del Emperador (con los mismos derechos y obligaciones que los españoles), por lo cual los encomenderos debían limitarse a cobrarles los tributos que tenían obligación de darles, y que de inmediato se habían de ejecutar las Ordenanzas como el Rey mandaba, Rodrigo de Contreras fue a su posada y le dijo: ‘Creo que Vuestra Señoría no ignora las alteraciones que hubo en este nuevo imperio de Indias  al saber los españoles que venían las nuevas ordenanzas. Teníamos por cierto que se vendría a ejecutarlas con moderación, pero, viendo que Vuestra Señoría da a entender públicamente que, en cuanto llegue a Nueva Castilla, habrán de ser cumplidas y ejecutadas, me acongojo. No solo no conviene publicarlas, sino que debería ir a aquel reino y esperar un año, o más, hasta que en aquellas tierras no haya alboroto, pues el tiempo dirá lo que se haya de hacer. Y si se obligan a cumplir, desde ahora soy adivino de los grandes males que habrán de suceder”.
     La réplica de Núñez Vela también fue contundente, y basada en razones de peso, si se tiene en cuenta la triste situación de los nativos, aunque, por desgracia, el Virrey era cualquier cosa menos un habilísimo diplomático. Le dijo a Rodrigo de Contreras: “Se ha metido tanto la codicia en los que están acá, que, por adquirir dineros, han hecho grandes males y destruido casi totalmente las provincias. Si no vinieran ahora las Leyes Nuevas, no habría otra cosa que ver más que los edificios arruinados. Que nadie crea que los ministros del Rey hemos de tolerar las ambiciones de acá, y ninguno se desvergonzará sin que yo no le quite la cabeza de los hombros como muestra de su traición”.
    Oídas sus palabras, Rodrigo de Contreras salió de allí, pero hubo luego otros funcionarios que le hablaron en el mismo sentido que Contreras, aunque también inútilmente : “Les contestó que él haría lo que le pareciese. Como el Contador Juan de Cáceres le insistió en que, por noticias que tenía de gente del Perú, suponía que, si ordenaba ejecutar las Ordenanzas, no le obedecerían y se pondrían en armas, le respondió ásperamente que, si no fuera funcionario del Rey, le mandaría ahorcar”.
     Acabamos de ver que Francisco de Carvajal se disponía a ir a España con permiso de Vaca de Castro, pero también sabemos que ese plan se frustró, para desgracia de muchos, y que pronto iba a demostrar con hechos por qué alcanzó  en Perú el apelativo de ‘Demonio de los Andes’.
    
     (Imagen) Fueron muy duras las palabras del Virrey Blasco Núñez Vela cuando, veladamente, le amenazó al Contador JUAN DE CÁCERES con ahorcarlo por insistirle en que no aplicara de inmediato las Leyes Nuevas. En aquel revuelto ambiente de Perú resultaba muy peligroso sacar de quicio a quienes tenían mucho poder y, al mismo tiempo, un carácter explosivo, y el Virrey era temible por su espiritu justiciero. De Juan de Cáceres se sabe que ejerció de forma intermitente durante 16 años como Contador del Rey. En su vida se dio la paradoja histórica de que ahora le vemos saliendo en defensa de los encomenderos, y algunos años después, por oponerse a su rebelión contra el Rey, lo pagará con la vida, porque entonces bastaba no ser amigo para ser enemigo.El documento de la imagen es del año 1555. En él los del Consejo de Indias informan favorablemente la concesión de una merced a la viuda de Juan de Cáceres, María Ortiz de Orantes, y a sus hijos, por los méritos de su marido, entre los que se menciona su injusta y reciente muerte. Dicen que Juan había sido premiado por el Obispo de Palencia (Pedro de la Gasca), prueba evidente de que ya fue fiel a la Corona contra Gonzalo Pizarro. Pero añaden que esa fidelidad le resultó fatal en la última sublevación importante: “Sabiendo Francisco Hernández Girón (luego derrotado y ejecutado) que el dicho Contador había de ser un estorbo para lo que pretendía hacer, lo prendió, le cortó la cabeza y le tomó todo lo que tenía, que era más de diez mil pesos”. La recomendación del Consejo de Indias se la tomó en serio el Rey, puesto que, un año después, mandó que se estudiara a fondo. Dio orden a la Audiencia de Lima de que se mandara “información sobre los servicios prestados y el estado en que quedó la familia de María Ortiz de Orantes, mujer e hijos de Juan de Cáceres, Contador que fue de Perú, robado y muerto a manos de Francisco Hernández Girón, para hacerles alguna merced”.  Como veremos, el cronista Inca Garcilaso, siendo un adolescente, fue testigo de su ejecución en 1553.





miércoles, 18 de diciembre de 2019

(Día 983) El virrey, con una rigidez extrema, empezó a aplicar las Leyes Nuevas de forma inhumana. No hizo ningún caso a los consejos de los oidores y de RODRIGO DE CONTRERAS.


     (573) No es extraño que las noticias del desembarco tan tajante y autoritario de Blasco Núñez Vela se extendieran velozmente por Perú alarmando a toda la población española, y, por lo que cuenta Cieza, hasta a muchos indios. Actuaba rápido y sin matices, prescindiendo de las circunstancias de cada caso: “Muchos conquistadores que se iban a España desde Panamá,y que tenían, desde hacía muchos años, indias de servicio, con las cuales habían tenido hijos, las querían llevar consigo, pero el Virrey mandaba que se las quitasen, para enviarlas a sus tierras a costa de sus amos. Si alguno protestaba, le mandaba pagar doblado el flete. Si algunos tenían hijos pequeños y le suplicaban que no permitiese que murieran por quedar sin madres, mandaba que pagasen mayor suma”.
     Es probable que los cuatro letrados que hicieron el viaje con el Virrey para actuar como oidores en la Audiencia que se iba a inaugurar en Lima, no le tuvieran muchas simpatías. Les había sobrado tiempo para ver de qué pie cojeaba, y, de hecho, ya desembarcados en Nombre de Dios, llegaron más tarde que él a Panamá. Pero se enteraron de sus primeras actuaciones, y le dieron un consejo: “Llegados los oidores a Panamá, se hicieron algunas fiestas, y cuentan que los oidores y el Virrey no estaban muy de acuerdo, de manera que, en privado, ni él hablaba bien de ellos, ni ellos de él. Trataron del rigor de las Leyes Nuevas, y de la dificultad de ejecutarlas en Perú, y los oidores le dijeron al Virrey que no debía mostrar por entonces voluntad de la ejecución de las leyes, sino esperar hasta verse reconocido como Virrey y estar la Audiencia asentada, porque sería más fácil hacer lo que Su Majestad mandaba. Le aconsejaban también muchos que entrase en el Perú con modestia, porque, de otra manera, podría ser que se levantasen contra él. Mas dicen que respondía que él solo se bastaba con una capa y una espada para todo el Perú. Y muchos, oyendo estos dichos, adivinaban lo que había de pasar, porque, viendo que las Ordenanzas eran tan ásperas para gente que tan libremente había vivido en Perú, y cuán duro les había de parecer el yugo tan grande de ellas, comprendían que se pondrían en armas, pues estaban ya acostumbrados a contender en guerras por cosas livianas”.
     Comenta Jiménez de la Espada que toda esta crítica que Cieza expone sobre el comportamiento del Virrey, la suprimió posteriormente en su recopilación de textos el cronista oficial de la Corte Antonio de Herrera. Es de suponer que el Rey quisiera cargar todas las culpas en quienes se rebelaron.
     Cieza sabía que andaba por Panamá el Gobernador de Nicaragua, Rodrigo de Contreras, pero no tenía el dato de que, como ya he indicado, estaba allí porque acababa de volver de España en la flota de Blasco Núñez Vela. En cualquier caso, lo cierto es que, como él cuenta, le dijo claramente al Virrey que debía ser muy prudente en la manera de exigir el cumplimiento de las Leyes Nuevas, y se creó una tensa situación entre los dos.
    

     (Imagen) Merece la pena hablar con más extensión de un trágico personaje del que ya he contado algunas cosas: RODRIGO DE CONTRERAS. Nació el año 1502, en Segovia, como el brutal  Pedrarias Dávila, con quien llegó a las Indias a la increíble edad de 12 años. Al lado de semejante paisano, tuvo que vivir escenas muy sangrientas, pero demostró valentía, y llegó a ser Gobernador de Nicaragua con solo 32 años, sustituyendo al fallecido Pedrarias, puesto en el que consiguió expandir mucho el campo de sus conquistas. El comportamiento político de Rodrigo de Contreras resulta bastante contradictorio. Buscó el lucro personal, pero trató de ser humano con los indios, y, al mismo tiempo, fomentó la riqueza de los españoles, que estaba basada en las encomiendas que explotaban a los nativos. En cuanto a sus repartos, procuró hacerlos con justicia, según los méritos de cada conquistador, con lo cual se ganó la enemistad de los más poderosos, y no tardaron en lograr que le quitaran su cargo de Gobernador. Es el momento de mostrar en escena a una mujer especialmente desgraciada. Pedrarias Dávila había concertado, por razones políticas, un compromiso de matrimonio entre su hija MARÍA DE PEÑALOSA y el gran VASCO NÚÑEZ DE BALBOA, descubridor del Pacífico, pero, finalmente, le cortó la cabeza a su futuro yerno. La triste María se casó después con RODRIGO DE CONTRERAS y vivieron juntos una gran tragedia. Cuando estaba ya derrotado Gonzalo Pizarro,  Hernando y Pedro de Contreras, hijos de Rodrigo y María, iniciaron otra insensata rebelión contra la Corona. El padre quedó llibre de toda responsabilidad (e incluso luchó después contra el rebelde Francisco Hernández Girón), pero los dos ‘iluminados’ siguieron adelante. Su madre les advirtió desesperada que “sus malos modos y las crueldades que hacían no les podían acarrear honra ni bien algunos, sino mucha infamia”. Fue inútil. Los derrotaron y ejecutaron en 1550. A RODRIGO DE CONTRERAS le quedó aún energía para luchar contra el rebelde Francisco Hernández Girón y derrotarlo, pero murió en Lima el año 1558. 

  

martes, 17 de diciembre de 2019

(Día 982) Llegó el virrey a las Indias con una flota impresionante y muy acompañado. En cuanto desembarcó, empezó a aplicar las Leyes Nuevas con el máximo rigor y de manera imprudente.


     (572) Termina, pues, Cieza su segundo tomo de las guerras civiles. Tiene el título de La Guerra de Chupas, pero no ha acabado de contarla, porque el resto de la narración lo incorpora al tomo tercero, titulado La Guerra de Quito. Así que, vamos con él. Comienza hablando de la salida de España del Virrey Blasco Núñez Vela: "Salió del puerto de Sanlúcar de la Barrameda el día tres de noviembre, año 1543 de Nuestra Reparación (redención por el nacimiento de Cristo). Llegó a Nombre de Dios (costa atlántica de Panamá) dos días después de la Pascua de Reyes de 1544, de donde partió hacia la ciudad de Panamá”.
     La flota era impresionante, con un total de 915 pasajeros, entre ellos, 36 matrimonios y 87 muchachas solteras en compañía de sus padres. Como era lógico, iban con el virrey personas que también hicieron historia: el Contador y cronista Agustín de Zárate (a quien ya conocemos), con su familia y su hermano Diego de León, el Gobernador Rodrigo de Contreras y su hijo Hernando de Contreras (de quien ya vimos que fue un rebelde que acabó desastrosamente), varios licenciados que fueron oidores en diversas Audiencias, Don Gonzalo, un importante cacique de la zona colombiana, y el capitán Diego de Fuenmayor. De la familia del Virrey, consta la presencia de su hermano, Francisco Velázquez Vela Núñez, y, como ya comenté, se sabe que también iba un pariente suyo llamado Juan y con los mismos apellidos. No hay ninguna referencia a la esposa del Virrey, Doña Brianda de Acuña, por lo que todo indica, como ya dije, que se quedó en Ávila al cuidado de sus numerosos hijos.
     El ecuánime Cieza se apiada del  destino final de Blasco Núñez Vela: “En gran manera me acongojo al ver que un varón tan completo como fue el virrey, fuese a meterse en las manos de varones tan inicuos y perversos, porque, ya que le faltó quien le aconsejara, y en alguna manera no tuvo prudencia en las cosas de la gobernación, no merecía que se le diera muerte tan cruel, pero las cosas que han de suceder no las podemos evitar, pues todo mana de la voluntad del altísimo Dios”.
     Nada más llegar a Panamá, el Virrey cometió un gravísimo error que anunciaba las nefastas consecuencias que tendrían sus rígidos comportamientos: “Se ocupó rápidamente en la ejecución de las Ordenanzas que traía, queriendo que todos los indios que procedían de Perú fuesen enviados a aquel reino a costa de las personas que los tenían, pues la voluntad del Rey era que fuesen libres, como súbditos suyos. Y, aunque era cosa santa e justa lo que mandaba, algunos indios estaban casados, y otros querían bien a sus señores y estaban medianamente preparados en las cosas de nuestra Santa Fe Católica. Huyeron muchos de ellos a partes secretas por no ir adonde les mandaba, y otros se iban a las iglesias, de donde, por orden del Virrey, los sacaban, siendo metidos en naves de vuelta al Perú y muriendo muchos de ellos en la mar. Los que llegaron a sus patrias, volvían a sus ritos e idolatrías, de manera que ningún provecho resultó de querer cumplir esta ordenanza”.


     (Imagen) Hay que quitarse el sombrero ante MARCOS JIMÉNEZ DE LA ESPADA. Fue tal su pasión por investigar sobre las crónicas de las Indias, que abandonó su brillantísima carrera científica. Empiezo a utilizar ahora su publicación del libro tercero de Cieza sobre las guerras civiles de Perú, y me serviré de comentarios suyos que aclaran los datos que aporta el cronista, ya que su información parece digna de todo crédito. Su mérito alcanza un nivel excepcional por el hecho de que realizó sus magníficas investigaciones a finales del siglo XIX, tiempo en el que hacerlo exigía viajes a lejanos archivos, cuantiosos gastos y una constancia fuera de serie para trabajo tan minucioso. Él mismo tenía madera de 'conquistador', y habría sido un gran compañero de aventuras en la epopeya de las Indias. Nació en Cartagena en 1831, y murió en Madrid el año 1898, quizá añadiéndole amargura a su agonía el estar enterado de la pérdida de las últimas colonias de ultramar, Cuba, Puerto Rico y Filipinas. Fue, principalmente, zoólogo, alcanzando una gran formación universitaria. Teniendo solamente 31 años, viajó con la Comisión Científica del Pacífico en busca de datos zoológicos, botánicos, antropológicos y geográficos para el Museo de Ciencias Naturales de Madrid. Volvió a los tres años. Le dieron merecidos premios internacionales por sus trabajos. Impulsó la creación de una comunidad internacional de americanistas, lo que, muy probablemente, despertaría el interés por las heroicas andanzas de los españoles en muchos historiadores extranjeros, profesionales o vocacionales, como pudo ser el caso del asombroso ‘gringo’ Carlos F. Lummis. Hizo ediciones de varios cronistas de Indias, con comentarios muy interesantes y eruditos. Era también miembro de la Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y  Naturales. Murió dejando inacabado un estudio sobre la maravillosa expedición científica y marítima del gran Alejandro Malaspina. Y uno se pregunta: ¿Cuántos se acuerdan de MARCOS JIMÉNEZ DE LA ESPADA?



lunes, 16 de diciembre de 2019

(Día 981) La desesperación de los españoles venía de que las Leyes Nuevas les iban a quitar lo único que habían recibido como premio por sus sufrimientos, las encomiendas, que, además, eran poco rentables. Vaca de Castro mandó castigar duramente a los revoltosos.


     (571) Pedro Cieza de León va a terminar su segundo libro de las Guerras Civiles describiendo dramáticamente la desesperación de los españoles (quizá antes de tiempo) por la próxima llegada de las Leyes Nuevas, y empezará luego el tercer libro repitiendo algo de lo último que ha contado. Resumiré ahora los párrafos de su provisional despedida: “En todo Perú había gran turbación y mucha tristeza al ver las Ordenanzas, diciendo los españoles que muchos perdieron las vidas en la conquista de este reino y, para venir a él, gastaron sus haciendas en España, estando otros envejecidos por conquistar las regiones, y todo ello sin recibir paga real ni otro premio más que los indios que tenían en encomienda, y que, si se los quitaban, después de ellos muertos ¿qué se podría esperar sino que sus mujeres, forzadas de necesidad, hiciesen cosas feas e contra sus honras? No solo se hablaba de lo tocante a las Ordenanzas, sino que también se difamaba y se decía que quienes habían de ser castigados con gran rigor eran los que fueron culpables de las revoluciones pasadas. El tumulto del pueblo añadía otras variaciones, y todos prontamente las oían, pues discurrían por una parte y por otra con gran celeridad, mostrando una tristeza profunda y una pasión iracunda. Algunos mostraban las heridas que habían recibido en las conquistas, derramando las mujeres de estos muchas lágrimas, y diciendo que, quitándoles las haciendas de sus maridos, adónde podrían ir para sustentar  sus vidas con honor, pues estaban tan lejos de España. En la ciudad del Cuzco fue mayor el tumulto, y de tal manera se angustiaron con la noticia, que derramaban palabras de gran ira, algunas de ellas alteradas y en deservicio del Rey”.
     Aquello tenía aires de motín, y Vaca de Castro adoptó una medida extrema: “Deseando tener el Reino en toda paz, para atajar aquellos furores acelerados de los que hablaban tan libremente, mandó llamar a Diego de Silva e a Juan Vélez de Guevara, alcaldes del Cuzco, e les dijo: ‘Id por la ciudad, e, si viereis que alguno habla sueltamente en deservicio de Su Majestad, ahorcadlo sin aguardar a hacer la información'. Diego de Silva y Juan Vélez de Guevara, viendo que la gente, en grupos, se mostraba firme en sus porfías, y que había un rumor popular sobre oponerse e no obedecer las Ordenanzas, anduvieron con mucha furia por la ciudad, mandando que todos callasen, so pena de muerte, e hablando a los vecinos principales para que  no se alterasen, y aguardasen a  ver lo que Su Majestad mandaba, e, si el Virrey otorgaba la apelación de las leyes, a lo cual, según dicen, los vecinos respondían que, si Su Majestad lo hacía por dineros, ellos y su ciudad le darían quinientos mil ducados. Por entonces Francisco de Carvajal partió de la ciudad del Cuzco, muy alegre por salir  de Perú en ese tiempo y llevando cartas del gobernador Vaca de Castro y de los del Cuzco para los del Cabildo de la Ciudad de los Reyes, con el fin de que escribiesen a Su Majestad”


     (Imagen) Cieza se compadecía del problema que les venía encima a los españoles con las Leyes Nuevas, pero siempre se  mostró firme en su convencimiento de que había que cumplir la ley, y con más razón porque no había duda de que se abusaba de los indios. Figuraba ya entonces como alcalde del Cuzco DIEGO DE SILVA Y GUZMÁN, quien enseguida tendrá la sensatez de ser para siempre fiel al Rey. Acompañando a Hernando Pizarro, llegó Diego a Perú en 1535, y consta que viajaba en el mismo barco un tal Hernando de Silva, probablemente hermano suyo, puesto que los dos procedían de Ciudad Rodrigo. Nada más pisar tierra peruana, se vio envuelto en la lucha contra la rebelión de Manco Inca, salvándose de milagro, y a solas, en un largo recorrido saturado de indios. Siempre fiel a la Corona, también tuvo que escapar de las manos del brutal Francisco de Carvajal, el implacable capitán de Gonzalo Pizarro. Le acompañaba en aquella durísima huida por montañas inhóspitas su embarazada mujer, sobrina del magnífico y trágico capitán Rodrigo Orgóñez, y llamada Teresa Orgóñez, quien dio a luz en el trayecto a uno de sus cinco hijos. Pero después les vino la recompensa, porque, unido a Pedro de la Gasca, Diego de Silva luchó en Jaquijaguana contra Gonzalo Pizarro y Carvajal, quienes fueron derrotados y ejecutados. Resulta sorprendente que, además de ser un heroico conquistador, escribió el primer poema castellano del Perú, titulado La Conquista de la Nueva Castilla, en el que narra la odisea de aquella gigantesca campaña. Es de suponer que la afición le vino heredada de su padre, Feliciano de Silva, un escritor famoso en aquellos tiempos. DIEGO DE SILVA Y GUZMÁN Recibió dos graves arcabuzazos en los campos de batalla, pero consta que  vivió muchos años, porque su primogénito, Tristán de Silva, presentó sus méritos en 1577, y menciona que murió poco antes. Llegó a ser muy rico y respetado, pero casi todo su capital lo dedicó a ayudar a los demás. No obstante, queda como recuerdo en el Cuzco la amplia casa que construyó.