(577) El Virrey Núñez Vela estuvo quince días en Tumbes y fue luego a la
ciudad de San Miguel: “Mostraron en público que lo recibían alegremente, pero
en su interior les pesaba verlo porque traía las leyes. Mas, al fin, fue
reconocido como virrey, y enseguida les mandó que cumplieran las Ordenanzas.
Los del Cabildo de aquella ciudad le suplicaron con toda humildad que no lo
exigiese por entonces, y que diese lugar a que el Emperador, tras ser informado
de los grandes servicios que se le habían hecho en todo el reino, les hiciera
la merced de no tener que cumplir por entero las Ordenanzas. Aunque con grandes
lloros se lo suplicaban alzando sus manos derechas en testimonio de que siempre
servirían al Rey con toda lealtad, no aprovecharon sus ruegos, sino que, por el
contrario, le quitó sus indios a Diego Palomino porque había sido Teniente de
Gobernador (recordemos que era una de las prohibiciones, la destinada
a los funcionarios públicos), y a todos los indios puso en grandes
derechos, diciéndoles que no diesen ninguna cosa a los españoles sin que antes
se la pagasen”. Añade Cieza que se difundía por Perú la noticia de que se
aproximaba el virrey, pero exagerando su rigor: “Además de la gente que iba por
tierra, llegó al Callao, que es el puerto de la marítima Ciudad de los Reyes,
una nave de Juan Vázquez de Ávila, y el maestre que en ella venía dijo que el Virrey Blasco Núñez
Vela quedó en Tumbes. Con esta noticia, hubo gran alboroto en la ciudad. Viendo
la situación que había en el reino, se reunieron los del Cabildo, y decidieron
que algunos varones doctos y de autoridad saliesen para encontrarse con el
virrey, darle la enhorabuena de su venida e informarle de lo que pasaba, y de
cómo todos, con el pecho por tierra, harían lo que su Rey mandaba".
Marcos Jiménez Espada, editor de esta crónica, vuelve a hacer un
comentario acerca de otra manipulación de Antonio
de Herrera, el que luego fue Cronista Oficial de la Corona, ya que suprime
párrafos de lo que cuenta Cieza. Así lo dice: "Calla Herrera todas la
durezas y muchos de los actos del virrey consignados en este capítulo, y
también la actitud respetuosa y humilde con que las autoridades le recibieron y
suplicaron sobre el rigor de las Ordenanzas".
Sigamos con Cieza: "Los del Cabildo de la Ciudad de los Reyes
señalaron para encontrarse con el virrey al factor Illán Suárez de Carvajal y
al capitán Diego de Agüero, regidores, y a Juan de Barbarán, procurador de la
ciudad, saliendo con ellos Pablo de Meneses, Lorenzo de Estopiñán, Sebastián de
Coca, Hernando de Vargas, Rodrigo Núñez de Prado y otros, entre los cuales iba
el dominico fray Isidro de San Vicente, que salía por mandato del reverendísimo
Don Jerónimo de Loaysa, obispo de Lima".
Según iban de camino los emisarios, les salió al paso un tal Ochoa con
despachos del virrey para el Cabildo de Lima y para el gobernador Vaca de
Castro. Abrieron los pliegos y vieron que contenían una copia de las órdenes
que el Rey le había dado a Blasco Núñez. Y otra cosa más, que iba a dejar
desarmado al hasta entonces gobernador: "Enviaba también una carta para
Vaca de Castro en la que le ordenaba que dejase de usar el cargo de gobernador,
y que fuese a la Ciudad de los Reyes. Además, les indicaba a los del Cabildo
que asumieran los alcaldes el mando y la justicia, sin tener más tiempo a Vaca
de Castro por gobernador. Se dice que el
virrey, desde que entró en el reino, tuvo por odiosas las cosas de Vaca de
Castro, y que tuvo por muy amigos a los que siguieron a Don Diego de Almagro el
Mozo. Son dichos vulgares, y yo no sé qué hay de cierto en ello".
(Imagen) A
pesar del gran relieve de Vaca de Castro en la historia de Perú, es sorprendente
que un brillante escritor de aquella época le dedicara dos libros, uno en
castellano y otro versificado en latín, La Vacaida, centrado en la
importantísima misión que llevó a cabo en las Indias. El autor fue JUAN
CRISTÓBAL CALVETE DE ESTRELLA. Quizá los escribiera por encargo del propio
interesado, pero también pudo influir un cierto parentesco, ya que su mujer se
llamaba Ana Vaca de Villarroel. Dos cosas fueron muy llamativas en Calvete de
Estrella: su gran valía como escritor y humanista, y su insaciable ansia de
medrar, lo que le convirtió en un adulador profesional de los principales
personajes de su época. Su estrategia funcionó, y pudo así escalar muy alto en
la Corte. Nació hacia el año 1510 en Sariñena (Huesca), y destacó como
estudiante en Salamanca. Su facilidad para escribir en verso y prosa y su
formación humanista le abrieron puertas en el ambiente cortesano. Ya en 1533,
le dedicó un elogioso discurso de bienvenida a Carlos V cuando fue a Barcelona
tras ser coronado emperador en Bolonia. En 1534, Carlos V lo nombró preceptor
de su joven hijo, Felipe, teniendo en aquel entorno otros discípulos que
llegaron a ser personajes históricos. Uno de ellos fue Alonso de Ercilla
(entonces un niño), conquistador en Chile y famoso autor de La Araucana, lo que
quizá explique que se trate de una de las escasas crónicas de las Indias
versificadas. La vida de Calvete de Estrella tuvo una permanente trayectoria
cortesana, hasta el punto de que acompañó a Felipe II a Inglaterra en su viaje
para casarse con la reina María Tudor. Le costó conseguir su gran sueño, ser
Cronista Oficial de la Corte, porque la competencia era muy dura, pero lo logró
en su ancianidad. Murió en 1593, y, sin duda, alguien que falleció mucho antes,
le estuvo eternamente agradecido: CRISTÓBAL VACA DE CASTRO.
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