(581) Luego resultó que, en Lima,
a Vaca de Castro le hicieron el vacío: "Vino de camino hasta que llegó a
la Ciudad de los Reyes, y, aunque en ella supieron de su venida, no se le hizo
gran recibimiento, sino que solo salieron al camino algunos criados y amigos
suyos. Con ellos entró en la ciudad, y se fue a aposentar en casa del obispo
don Jerónimo de Loaysa, y allí le vinieron a visitar todos los vecinos,
hablando de las cosas que el virrey hacía y del
rigor de las Leyes Nuevas".
Todas las ciudades se iban alborotando por la llegada del implacable
virrey a Perú exhibiendo su autoridad. Vaca de Castro quería calmar a la gente:
"Mandó a Tomás Vázquez que fuese con toda presteza a la ciudad de
Arequipa, para decirles a sus vecinos que no se alterasen por las Ordenanzas
que el virrey traía, porque Su Majestad,
siendo informado de que no convenía que se ejecutasen, tomaría una decisión con
gran brevedad, y que enviasen procuradores a la Ciudad de los Reyes para la
apelación que se había de hacer". Tomás Vázquez llegó a Arequipa y
transmitió las 'buenas' palabras de Vaca de Castro, pero, cuando dio a conocer
el texto de las Ordenanzas, la gente se sulfuró: "Un vecino llamado Miguel
Cornejo, subió al púlpito de la iglesia, donde ya se había reunido mucha gente,
y comenzó a leer las leyes. Cuando llegó adonde el Rey mandaba que, muertos los
encomenderos, pasasen las encomiendas a la Hacienda Real, decía a grandes voces
que no lo habían de consentir, sino perder la vida antes de verlo ejecutado".
Eran muchas las cosas de las Ordenanzas que levantaban ampollas, pero especialmente esta, puesto que
eliminaba el derecho hereditario.
Cieza repesca las andanzas de Francisco de Carvajal en su intento de ir
a España: "Los de la Ciudad de los Reyes no quisieron darle ni despacho ni nada para viajar, como le
ocurrió en el Cuzco. Trató de meterse en alguna nave, pero no pudo conseguir su
deseo, porque las autoridades no deseaban dar lugar a que ningún navío saliese
del puerto hasta que el virrey viniese. Creyendo que en el puerto de Quilca, de
la ciudad de Arequipa, podría hallar una nave, salió de la Ciudad de los Reyes
llevando los dineros que tenía, y adivinando la gran calamidad que había de
llegar a todo el reino. Mas tampoco en Quilca lo pudo lograr". En mala
hora se le frustró el viaje, porque luego se convirtió en un exterminador casi
bíblico. Y Cieza se lamenta : "Dios no quiso que saliese de esta tierra,
sino que fuese azote suyo y castigo de muchos, que harto dolor da pensarlo".
Recordemos que, en la Ciudad de los Reyes (donde ya estaba Vaca de
Castro), el Cabildo había aceptado a Blasco Núñez Vela a través de cartas, pues
todavía no había llegado: "Les pesaba en gran manera haberlo hecho sin que
él viniera, ni estar fundada la Audiencia ni los idores presentes, pues, además,
Su Majestad no mandaba que lo recibiesen con copias simples, sino con las
provisiones ooriginales". Vaca de Castro conocía la situación, y quiso
aprovecharla en su beneficio. Ante todo, pidió disculpas por haber llegado con
gente armada (que ya había disuelto), explicando que lo hizo pensando que sería
necesario por si surgía algún conflicto en su recorrido desde el Cuzco. Luego
hizo alarde de su actitud pacífica y leal a la Corona.
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