(582) Las
diplomáticas palabras de Vaca de Castro fueron bien recibidas por los de la
Ciudad de los Reyes, que buscaban ansiosamente algo o alguien que frenara la
rígida actitud del virrey: "Oídas estas cosas por los vecinos y regidores,
deseaban devolverle a Vaca de Castro el gobierno de la provincia, y que, siendo
gobernador, mirase por el bien común". Los del cabildo le mandaron un
mensaje a Vaca de Castro en ese sentido, y le pedían que fuera a verles para
llevarlo a cabo. Sin embargo, desconfiando de sus intenciones, les respondió
que fueran ellos adonde él estaba para tratar el asunto: "Pero ni Vaca de
Castro quiso ir al cabildo, ni los del cabildo ir adonde él, teniendo, según
creo, sospechas mutuas porque siempre se quisieron mal". El caso es que el
obispo Jerónimo de Loaysa había
convencido a Alonso de Riquelme y a Illán Suárez de Carvajal para que hicieran
las paces con Vaca de Castro, y le dieron un documento de acuerdo a Lorenzo de
Estopiñán para que se lo llevara a Vaca de Castro, quien, después de haberlo
visto, se negó a aceptar lo que proponían, y, ante la insistencia de Estopiñán,
le contestó que "no lo haría porque conocía que no eran hombres de
constancia, y no podía fiarse de su honor". Así que, ni de una manera ni
de otra se tomó una determinación.
Mientras
tanto, el Virrey, según Cieza, permanecía en Trujillo demorándose en asuntos
políticamente menores, que podían ser resueltos ágilmente cuando se fundara la
Audiencia: "Todos los que gobiernan provincias sin acierto, caerán como a
muchos les ha ocurrido. Si el virrey dejara con prisa los arrabales, yendo a
las ciudades para entrar en ellas con prudencia, se habrían evitado los
escándalos y grandes daños que hubo, que no fueron pocos. Todo lo que hacía en
Trujillo era que los indios supiesen lo que habían de dar como impuestos (más
reducidos que los que se les estaban aplicando). Quitoles indios de
repartimientos al capitán Diego de Mora, porque era teniente de gobernador, y a
Hernando Alonso Holguín porque lo había sido. En esta ciudad estaba el hermano
del virrey, Francisco Velázquez Vela Núñez, caballero muy noble y de grandes
virtudes, y Diego Álvarez de Cueto, su cuñado, varón muy cuerdo y
asentado". En ese tiempo, sabiendo la actitud que traía el virrey, salieron
rápidamente de Lima Bachicao, Diego Maldonado, Gaspar Rodríguez y algunos otros
para tratar en el Cuzco "lo que había que hacer en lo tocante a las
Ordenanzas".
Y ahora
Cieza nos explica de qué manera se va a convertir el casi olvidado y medio jubilado
de la milicia Gonzalo Pizarro en personaje central de la ya próxima guerra
civil: "El capitán Gonzalo Pizarro, que había salido del Cuzco, estaba en
la villa de la Plata, donde tenía repartimientos muy ricos de indios y sacaba
provecho de las minas de Potosí, que en aquel tiempo se empezaban a trabajar.
Llegó adonde él un criado que había tenido el comendador Hernando Pizarro,
llamado Bustillo, el cual fue enviado con cartas por Don Antonio de Ribera,
Alonso Palomino, Villacorta, Alonso de Toro y otros muchos". Cieza aporta
un detalle, casi periodístico, para dejar claro que el deseo de Vaca de Castro
era que Gonzalo siguiera en su pacífico retiro: "Me dijo recientemente (o
sea, casi una década después) Luis de Almao, criado de Gonzalo Pizarro, que
Vaca de Castro le escribió que estuviese quieto, aunque las cosas no llevaban
buenos términos con las Ordenanzas, porque Su Majestad sería informado
debidamente y mandaría lo que más conviniese a su servicio real".
(Imagen) El
Virrey Blasco Núñez Vela actuaba como un cirujano implacable y sin anestesia.
Le quitó su encomienda de indios a HERNANDO ALONSO HOLGUÍN porque las Nuevas
Leyes prohibían que se les concediera a los funcionarios del Rey. Cosa
discutible en el caso de Holguín, porque 'había sido' Teniente de Gobernador.
Ese cargo se lo otorgó Vaca de Castro teniendo en cuenta su brillante historial
militar. En el texto de la imagen, un hijo suyo, con el mismo nombre, le expone
al Rey el año 1597 los méritos del padre, fallecido tiempo atrás. Entre sus
aventuras, se da la circunstancia de que estuvo enzarzado en las mismas
batallas contra los indios que ya vimos sufrir al orduñés Diego de Urbina. Ver
la misma historia expuesta en expedientes distintos nos confirma que los hechos
que se narraban en ellos tenían una credibilidad absoluta. Urbina hacía
referencia a una rebelión general de los indios aprovechando el asesinato de
Pizarro, y a que, en concreto en la isla Puná, mataron al primer obispo de
Perú, Fray Vicente de Valverde y a varios españoles. Urbina estuvo cercado por
los indios en la zona de Puerto Viejo más de seis meses. HERNANDO ALONSO
HOLGUÍN sufrió con sus hombres el mismo acoso en Guayaquil, justo enfrente de
la isla Puná. Ambos capitanes doblegaron a los indios. Hernando Alonso Holguín,
que había estado en la conquista de Perú desde sus inicios, fue siempre fiel a
la Corona durante las guerras civiles, incluso al servicio del virrey Blasco
Ñúñez, anteponiendo a cualquier rencor la lealtad al Rey. Tanto Urbina como
Alonso Holguín ejercieron su autoridad en la localidad de Puerto Viejo durante
muchos años. A Urbina lo mató el rebelde Francisco Hernández Girón hacia el año
1554, pero hay constancia de que, en 1563, aún vivía en Puerto Viejo el muy
trabajado HERNANDO ALONSO HOLGUÍN.
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