sábado, 7 de diciembre de 2019

(Día 974) Sigue el texto de la Leyes Nuevas con fuertes sanciones para quienes hubiesen maltratado a los indios. El hecho de que surgiera una rebelión contra las Leyes Nuevas de protección a los indios es la prueba evidente de que el Rey hizo cuanto pudo para evitar los abusos.


     (564) Carlos V ordena también que las Audiencias les quiten las encomiendas a aquellos que encuentren culpables de haber maltratado a los indios. Y, consciente del deteriorado ambiente social provocado por las guerras civiles (resulta paradójico que las Leyes Nuevas iban a provocar otras), indica: “Y, en cuanto al Perú, además de lo dicho, mando que el Virrey y la Audiencia se informen de los excesos habidos en las cosas sucedidas entre los gobernadores Pizarro e Almagro, para enviarnos relación de ello, y que, a las personas principales que hallaren notablemente culpadas en aquellas revoluciones, les quiten pronto los indios que tuvieren, y los entreguen a nuestra Real Corona”.
     Las disposiciones van siendo de un notable rigor, por lo que el intento de ejecutarlas iba a traer grandes dificultades. Con el tiempo, resultó más útil la diplomacia que la fuerza. Lo que exige a continuación el Rey tuvo que llenar de temor a los españoles, ya que eran muchos los que estaban bajo sospecha de malos tratos: “Ordenamos que las Audiencias se informen de cómo han sido tratados los indios por las personas que los han tenido en encomienda, y, si les constare que por justicia deben ser privados de ellos, por los malos tratamientos que les han hecho, mandamos que se los quiten, y sean puestos los dichos indios en nuestra Real Corona”.
     El Rey exigía también a los virreyes y a las Audiencias sumo cuidado a la hora de permitir que una encomienda pasara de una persona a otra, incluso en los casos de herencia. Insiste asimismo en que se les dé siempre prioridad en las concesiones a los conquistadores más antiguos, e inmmediatamernte después a los casados. Le preocupaba también al Rey que solía haber conflictos por reclamaciones judiciales sobre derechos de encomiendas, y ordena que todos los expedientes lleguen directamente a sus manos para que decida lo que él estime oportuno.
     Conviene aclarar un aspecto importante. Podría pensarse que estas leyes nacieron ya descafeinadas, como si fueran una simple apariencia de justa intención, de cara al escenario político, para no  preocuparse luego de que fueran cumplidas. Hay una prueba irrefutable de que, cualquiera que fuera su posterior utilidad, Carlos  V estaba dispuesto a imponerlas por las buenas o por las malas: el hecho de que exigir implacablemente que fueran respetadas trajo como consecuencia varias guerras civiles impulsadas por muchos españoles que se rebelaron contra la Corona. Eso supone que el Rey deseaba con toda sinceridad y vivamente proteger a los indios.  
    Añade el Rey en una corta frase algo de suma importancia: “Mandamos que ningún Virrey ni Gobernador trate sobre descubrimientos nuevos por mar o por tierra, debido a los inconvenientes que se han seguido de ser una misma persona descubridor e Gobernador”. Parece claro que la principal preocuación le venía de las terribles consecuencias que tuvieron los fatales enfrentamientos entre Pizarro y Almagro. Los dos eran gobernadores y los dos fueron juez y parte en sus intereses territoriales, sin tener la paciencia de esperar la decisión definitiva del Rey. Pero algo parecido va a ocurrir más tarde entre Sebastián de Belalcázar y Jorge Robledo, causando la muerte de este último.

     (Imagen) ISABEL LA CATÓLICA frecuentó un perímetro triangular que resultó muy importante en su vida. Nació el año 1451 en Madrigal de las Altas Torres, pasó los primeros años de su infancia en el castillo de Arévalo, siendo triste testigo de los brotes de locura de su madre, Isabel de Portugal, y murió en Medina del Campo, tras hacer su testamento. En él reconoció como heredera de todos sus reinos y señoríos a su hija Juana, a pesar de que sus problemas mentales eran evidentes. Aunque Juana, por esa razón, estuvo internada la mayor parte de su larga vida, siempre se respetó su título de Reina, hasta el punto de que todos los documentos firmados por el gran Carlos V seguían encabezados por un “Yo y la Reina”. Era aquella Juana a la que el obispo Juan Rodríguez de Fonseca retuvo forzosamente en el castillo de la Mota (Medina del Campo), por orden de su madre, para que no huyera irresponsablemente a Flandes en busca de su marido, Felipe el Hermoso. El comentario de la reina Isabel después de ir a calmarla, muestra su angustia por los malos modos de su hija: “La Princesa Juana me habló tan reciamente, de palabras de tanto desacatamiento y tan fuera de lo que una hija debe decir a su madre, que, si yo no viera la disposición en que ella estaba, no se las sufriera de ninguna manera”. Ocurrió en el último año de la vida de Isabel, poco antes de redactar su testamento, cuyo final (firmado como ‘Yo la Reina’) vemos en la imagen, y  en él mostró ya su preocupación por la situación de los indios: “Es mi voluntad que los indios moradores de las Indias, ganadas o por ganar, no reciban agravio alguno en sus personas e bienes, y mando que sean bien e justamente tratados. E, si algún agravio han recibido, que se remedie de manera que no se exceda en cosa alguna de lo que por las Letras Apostólicas (normas impuestas por el Papa) se nos ha mandado”. Con ello, la Reina expresa un sentido de la responsabilidad  luego ampliado por las Leyes de Burgos (1512) y las Leyes Nuevas (1542). Falleció el día 26 de noviembre de 1504.



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