lunes, 31 de agosto de 2020

(Día 1201) Juan de Acosta cometió errores encadenados, y, para cuando quiso reaccionar, los de La Gasca habían ya atravesado el río. Además, los enemigos le hicieron creer que eran mucho más numerosos. JUAN NÚÑEZ DE PRADO abandonó a Gonzalo Pizarro.

 

     (791) Va a ser la última batalla, y los preludios son angustiosos para ambos bandos. Era previsible que ganaran los de Pedro de la Gasca, pero cualquier imprevisto podría abocarlos al desastre. Uno se imagina al contrahecho reverendo como un sabio director de orquesta, pero también él se estaba jugando la vida, y resultan asombrosas su serenidad y su capacidad de sufrimiento. Inca Garcilaso insiste en que el momento más peligroso para los de La Gasca (quien, en eso, estaba de acuerdo) era el de pasar el río. Así que quizá Francisco de Carvajal no fanfarroneara al decir que, esperándolos en el alto donde estaba la fuente, desde allí los podrían masacrar con la artillería. No es extraño que, pasado el puente, los de La Gasca corrieran hacia aquel lugar.

     Tal y como dispuso Gonzalo Pizarro, fue Juan de Acosta quien partió al encuentro de los de La Gasca: "Salió del Cuzco, para impedirles el paso del río, con doscientos arcabuceros a caballo, y treinta hombres con lanzas, todos, gente escogida. Descuidando la orden recibida, se detuvo a las cuatro leguas, y allí hizo noche, estando tan descuidado y negligente, que dio ocasión a que se le huyesen dos soldados y avisasen a los enemigos. Al otro día, se le huyó otro soldado, que se llamaba Juan Núñez de Prado, natural de Badajoz". Además de ser un hombre muy valioso, les facilitó una información completa del plan de actuación de la tropa de Gonzalo Pizarro que venía contra ellos. Se asombraron de que, según les contaba, se veía claro que Francisco de Carvajal había adivinado todos los pasos que ellos estaban dando. Y el cronista vuelve a lamentarse de que los suyos no le hubiesen tomado en serio: "La negligencia de Juan de Acosta hizo que se criticara a Gonzalo Pizarro por no haber impedido que los enemigos pasaran el río Apurimac. Cuando Juan de Acosta envió espías para saber cuántos eran los de Pedro de la Gasca que habían atravesado el puente, creyó que eran tan superiores en número, que no osó acometerlos, y se volvió para juntar más gente, y, entretanto, Pedro de la Gasca hizo pasar el resto de su ejército por el puente, poniendo en evidencia el gran descuido que tuvieron los de Gonzalo Pizarro al no ponerse cerca, pues, con solo cien hombres que hubiese puesto en cada paso, serían suficientes para rechazar al enemigo. Aunque le enviaron socorro a Juan de Acosta, viendo que ya no podía atacar al presidente La Gasca, se retiró sin disparar ni siquiera un arcabuz, volvió de prisa al Cuzco y dio cuenta a Gonzalo Pizarro de lo que había sucedido, y de que Pedro de la Gasca estaba ya cerca de ellos".

     Una de las cosas que había despistado a Juan de Acosta fue que los contrarios parecían muchos más de los que eran porque habían colocado en medio de la tropa a numerosos indios y negros como si fueran soldados. Al contarlo, el cronista emplea una palabra que quizá no tuviera un sentido tan despectivo como ahora: "Les dieron lanzas y les pusieron en escuadrón a caballo, y, con el fin de que el enemigo no reconociese la canalla, pusieron en la vanguardia cuatro filas de españoles, los mejor armados, para que encubriesen a los negros y los indios".

 

     (Imagen) Acabamos de ver que el capitán JUAN NÚÑEZ DE PRADO se pasó al bando de Pedro de la Gasca, lo cual ocurrió a principios de abril del año 1548. Fue un personaje demasiado importante para esta minúscula reseña. Nació hacia 1515, y llegó a Perú en torno al año 1540, militando al servicio de los Pizarro hasta la presente espantada. Enseguida le veremos luchando contra Gonzalo Pizarro en Jaquijaguana. Tomemos, como contraste, una frase de una carta que le había escrito a Gonzalo (sin fecha), que muestra la forzosa hipocresía de aquellos militares, y lo exagerados que eran en sus expresiones. En ella le agradecía una merced que le había concedido, diciendo que "ese solo motivo bastaría para perder en servicio de vuestra señoría cien vidas, si las tuviera". Derrotado y muerto Gonzalo Pizarro, Pedro Núñez empezó a volar muy alto gracias a que Pedro de la Gasca, como premio a sus servicios, le confió una campaña de conquista, con título de gobernador, en la zona de Tucumán (Argentina), donde, como vimos, estuvo a punto de fundar una población Diego de Rojas pero lo mataron los indios. Pedro consiguió establecerla, y le puso el nombre de El Barco, lo que ha confundido a muchos, creyendo que era originario de El Barco de Ávila. Él nació en Badajoz, y bautizó así el nuevo lugar en agradecimiento a La Gasca, natural de esa localidad abulense. Más tarde se trasladó la población, y fue refundada por Francisco de Aguirre (otro de gran talla) con el nombre de Santiago del Estero (hoy, con un millón de habitantes). Muestro en la imagen los bustos de los tres ilustres conquistadores, Rojas, Núñez y Aguirre. Pedro Núñez de Prado tuvo conflictos por competencias con hombres tan importantes como Pedro de Valdivia, Francisco de Villagra y Francisco de Aguirre, llegando a ser apresado, pero los jueces le dieron la razón. El año 1553 mataron los mapuches a Pedro de Valdivia, y, a partir de 1555, el destino de JUAN NÚÑEZ DE PRADO se convirtió en un enigma. Es posible que lo asesinaran partidarios de Francisco de Aguirre, pero resulta más agradable, y quizá más probable, la versión de que murió en España, pues consta que tenía deseos de volver a la patria. En cualquier caso, no dejó ningún rastro documental.




sábado, 29 de agosto de 2020

(Día 1200) Carvajal, resignado a ser relegado, le dio un consejo a Juan de Acosta, pero no le hizo caso, y, con grandes apuros, los de Pedro de la Gasca lograron pasar al otro lado del río, pero fue, con diferencia, su mayor riesgo de que resultaran derrotados.

 

     (790) Viendo que la elección ya estaba hecha, Francisco de Carvajal la aceptó filosóficamente, pero no se privó de darle unos consejos a Juan de Acosta, el escogido. Le dijo lo que él haría. Básicamente, su plan (contado con su clásica ironía) era, estando en el otro lado del río, subir hasta una hermosa fuente que se encontraba en la montaña, y echarse a dormir con toda tranquilidad. Cuando llegaran los hombres de La Gasca, trabajarían hasta el anochecer para rematar el puente. Luego pasarían por él, y se iban a encontrar con un problema: "Subirán la cuesta sin orden ni concierto, porque no temen que haya enemigos cerca. Hacia las doce de la noche llegarán adonde se encuentra su merced, muertos de sed y con ansia de llegar a beber de la fuente. Entonces mandará vuestra merced disparar los arcabuces, y, sin hacer nada más, vuelva a esta ciudad y le pondremos la corona a nuestro gobernador, mi señor".

     Tanta ironía despista, y no parece que el resultado fuera demoledor. A lo sumo, se retirarían, pero provisionalmente, hasta comprobar el poder real de los enemigos que allí se encontraban. No obstante, Inca Garcilaso, alaba el ingenio del plan: "Este fue el consejo que el maestre de campo Francisco de Carvajal, como hombre tan práctico y experimentado en la guerra, le dio al capitán Juan de Acosta. El cual lo hizo tan en contra, que se perdió la corona y la vida de todos ellos, como se verá más adelante".

     Finalmente, partió Juan de Acosta con doscientos soldados de caballería y treinta de infantería. En el otro bando, Pedro de la Gasca se puso también en marcha, y, cuando llegaron al puente, procuraron terminarlo lo antes posible. Como había previsto Carvajal, lo tuvieron preparado hacia las diez de la noche, y comenzaron a pasarlo. La travesía de los caballos fue nadando (sin jinetes), y hubo muchos problemas: "El río, con mucha furia, los arrebataba y daba con ellos en las peñas cuando el cauce hacía codo. Se ahogaron más de sesenta caballos, y otros salieron estropeados. Les forzaron a pasar de esta manera por miedo a que viniese el enemigo antes de que estuvieran ya en la otra ribera".

     Debían de andar muy nerviosos, viéndose encajonados en aquel paso, puesto que una falsa alarma que alguien dio provocó la huida histérica de varios soldados, hasta que, aclarado el asunto, todos volvieron a la normalidad: "Los que iban por delante llegaron antes de que amaneciese a la fuente en la que habría esperado Juan de Acosta, de haber hecho caso a Carvajal, en lo que, según el parecer de aquel clarividente varón, consistía la victoria de aquel enfrentamiento. Bebieron con gran ansia, y llegaron a lo alto de la cuesta, en donde se pusieron en escuadrón, pero eran tan pocos y sin capitán, que cincuenta enemigos que los acometieran, los desbaratarían. En breve tiempo llegaron más soldados, porque el general Pedro de Hinojosa y el gobernador (de Chile) Pedro de Valdivia les daban prisa y los animaban a que subiesen a lo alto. La otra mitad del ejército, debido al alboroto sucedido, no pudieron pasar el puente hasta las nueve del día siguiente, haciéndolo con mucha dificultad porque llevaban la artillería".

 

     (Imagen) Según se lee a los cronistas, se ve que los más recientes, lógicamente, copian a los anteriores, aunque añaden datos personales. Pero, aunque ninguno lo diga, una de sus fuentes primigenias era el gran Pedro de la Gasca. Informaba al Rey de todo lo que pasaba, con precisión y prontitud. Veamos su versión directa, y más clara que lo que nos acaba de narrar Inca Garcilaso. En una larga carta del 7 de marzo de 1548, explica cómo se iban acercando hacia el Cuzco para enfrentarse a muerte con Gonzalo Pizarro (y, de hecho, acabaron con él un mes después). El gran problema que tenían era el desplazamiento del numeroso ejército por tierras muy dificultosas, con la obsesión añadida de la falta de alimentos para toda la tropa, ya que avanzaban por zonas que ellos no controlaban: "Nos parecía que el hambre nos iba a obligar a deshacer el ejército y huir por diversas partes". Recibió entonces una carta del temible Francisco de Carvajal, "llena de amenazas, creyendo que con ellas me amedrentaría como a un pobre clérigo". La Gasca tenía que atravesar el río Apurimac, a 25 km del Cuzco, para lo cual era necesario construir un puente de tipo inca, y eso lo contaba en otro informe escrito el 13 de mayo de 1548 (24 días después de la derrota de Gonzalo Pizarro). Había tres rutas para ir a su destino, todas atravesando el Apurimac. Entonces decidieron simular que hacían tres puentes: "Supimos luego que esto desorientó al enemigo. El 24 de marzo fuimos camino de los tres puentes con intención de utilizar el que más conviniese para evitar a los enemigos. El día primero de abril recibimos una carta de Lope Martín, en la que nos decía que ya tenía casi terminado el puente escogido, lo cual nos pesó, pues lo podrían saber los enemigos antes de tiempo". Lo que procedía era ir, terminar de inmediato el puente y pasar aceleradamente con todo el ejército. Consiguieron hacerlo, pero con un riesgo enorme: "Se dieron todos tanta prisa en pasar, que ladearon el puente, y hubo que rehacerlo, por lo que sentí gran preocupación ante el riesgo en que se podían ver el general Pedro de Hinojosa y los que con él estaban, si Gonzalo Pizarro los atacase". Los caballos los pasaron nadando por el bravo cauce, y La Gasca, contra lo que indica Inca Garcilaso, no menciona que se ahogasen más de sesenta.




viernes, 28 de agosto de 2020

(Día 1199) Por un error de Lope Martín, Pedro de la Gasca podía haber perdido la guerra. Gonzalo Pizarro se equivocó gravemente al relegar a Francisco de Carvajal.

 

     (789) Pedro de la Gasca había decidido hacer tres puentes por la parte estrecha del río, en una zona abrupta. Uno de los encargados era el portugués Lope Martín, quien, aunque La Gasca había dicho que no empezaran a hacerlos hasta que él llegara con la tropa, se impacientó y empezó a prepararlos. Para ello lanzó las cuerdas que servirían de suelo, pero las vieron los espías de Gonzalo Pizarro, los cuales, al anochecer, tuvieron tiempo de cortar y quemar las de dos de los tres puentes. Fray Martín, un fraile lego dominico, se lo pudo contar todo a La Gasca un día después. Su disgusto fue enorme, por el error y el descuido de Lope, y por las posibles consecuencias: "Lo que mayor pena le dio fue pensar que, antes de que la tropa pudiese pasar al otro lado del río, llegaran los enemigos y se lo impidieran, y que, además, adivinaran el camino que tenían pensado seguir. Le pareció que el remedio de todo estaba en la rapidez, y decidió que, tras Valdivia y el capitán Palomino, partiese el General Pedro Alonso de Hinojosa, con las tropas de Pablo Meneses y Hernán Mejía, que eran de arcabuceros, para llegar al puente que quedaba y pasar en balsas al otro lado, y así impedir que se quemasen sus cuerdas. Ordenó que les siguieran otras compañías, y él se fue junto al General, quedando el mariscal Alonso de Alvarado con el resto de los soldados en el campamento".

      Va a tener razón el cronista Inca Garcilaso en que Francisco de Carvajal estaba perdiendo la confianza de Gonzalo Pizarro. Veamos la humillante escena que va a tener que sufrir el viejo y pundonoroso militar, el cual, en esta ocasión, dará lástima, a pesar de su mala entraña, ya que, muy injustamente, le destrozarán su último sueño de gloria y de valentía: "Cuando Gonzalo Pizarro supo lo que les pasaba a sus enemigos en el río Apurimac, reunió a sus capitanes para pedirles opinión sobre lo que convenía hacer para cortarle el paso al enemigo. El primero que habló fue Francisco de Carvajal, y dijo: 'Esta tarea tiene que ser mía'. Gonzalo Pizarro le respondió: 'Mirad, padre (solía llamarlo así), que os necesito cerca de mí para lo que luego se ofreciere. Tenemos capitanes mozos y valientes, y cualquiera de ellos podrá hacerlo bien'. Carvajal replicó: 'Suplico a vuestra señoría que no me quite esta misión, pues mi buena fortuna me la ha ofrecido para honrarme con ella en los posteros días de mi vida. Yo le prometo a vuestra señoría que, si me concede esta petición, dentro de cuatro días le traeré la corona de este imperio. No me niegue esta merced, pues la pido para grandeza de vuestra señoría, y gloria mía y de todos los vuestros'. Gonzalo Pizarro volvió a decir lo mismo que había dicho, y que tenía en la memoria sus hazañas, pero que no quería verlo alejado de sí, por apreciarle como a un muy buen padre".

     Fueron palabras diplomáticas para arrinconar al que acababa de ser el maravilloso estratega que le había dado en Huarina una victoria que parecía imposible. Así que fue descartado, y se procedió a la elección: "De común parecer, fue escogido el capitán Juan de Acosta, porque sintieron que a Gonzalo Pizarro le gustaría así, pues ya otras veces le había encargado semejantes misiones, pues lo tenía por valiente, y ciertamente lo era, pero un capitán necesita, además de valentía, ser hábil, prudente y sabio en la guerra, de lo cual le faltaba a este capitán lo que le sobraba al maestre de campo Francisco de Carvajal".

 

     (Imagen) Acabamos de ver que el portugués LOPE MARTÍN PEREIRA (al que ya le dediqué una imagen) metió la pata empezando a hacer un puente antes de tiempo. Aunque a Pedro de la Gasca le sintió fatal el despiste, porque puso sobre aviso a los enemigos, sin embargo lo apreciaba mucho como capitán. En las cartas que escribió el inteligentísimo y prudente clérigo, habla de él repetidas veces. Lope había sido fiel a Gonzalo Pizarro, pero recordemos que Francisco de Carvajal sospechó equivocadamente que era un traidor, mandó ahorcarlo, falló el verdugo en el primer intento, y, cuando lo iba a repetir, llegó un enviado de Gonzalo ordenando que no lo mataran. El sarcástico Carvajal le dijo a Lope que ya no debía llamarse así, sino "el hijo de la dicha". Pedro de la Gasca nos confirma indirectamente en una carta, de diciembre de 1547, que Lope, quizá resentido contra Carvajal, ya había traicionado a Gonzalo Pizarro. Cuenta que apresó a varios hombres suyos y mató a dos arcabuceros corsos que habían matado a varios de los de Diego Centeno "y ayudado a Gonzalo Pizarro cuando estaba caído" (lo cual es otra prueba de que, contra lo que ocultaba el cronista Inca Garcilaso, cayó del caballo, y su padre le prestó el suyo para que huyera). Llegada la paz, Pedro de la Gasca se llevó a España a Lope Martín, donde pidió insistentemente al Rey que premiara sus servicios, y hasta confió tanto en él, que le encargó una misión diplomática en Flandes. Luego, y en mala hora, se le ocurrió volver a Perú, y la diosa Fortuna dejó de protegerlo. Era el año 1552, y se embarcó teniendo permiso para ir con la increíble cifra de 500 esclavos negros (quizá fuera la merced concedida). Pero dos años después, el último rebelde, Francisco Hernández Girón, lo apresó, le cortó la cabeza, y la llevó clavada en una pica en la vanguardia de la batalla de Villacurí, de la que resultó vencedor, aunque pronto perdió también la suya. El previsor LOPE MARTÍN PEREIRA le había dejado un poder al arzobispo de Lima, Jerónimo de Loaysa, para que hiciera testamento en su nombre. En la imagen vemos parte de la primera página (año 1559).




jueves, 27 de agosto de 2020

(Día 1198) No se sabía quién iba a vencer. Gonzalo Pizarro estaba demasiado optimista, y cometió el imperdonable error de desconfiar de Francisco de Carvajal.

 

     (788) Pasados los rigores del invierno, Pedro de la Gasca puso en marcha su ejército y partieron de Andahuylas. Al llegar al río Apurimac, se reunieron para tomar una decisión, ya que atravesarlo por el camino real era muy peligroso. Decidieron hacer unos puentes de mimbres y maromas en sitios donde el río se estrechaba, aunque suponía un gran esfuerzo porque eran lugares muy escarpados y de duro acceso. Dice el cronista que Gonzalo Pizarro sabía que La Gasca estaba ya en movimiento, porque los indios, en tiempo de guerra, solían hacer de espías dobles, olfateando en cada momento quién sería el vencedor para evitarse futuros castigos. Pero Gonzalo no se ocupó de estorbarle la marcha, porque confiaba en vencer, "por las muchas victorias que él y los suyos habían alcanzado en el discurso de aquella guerra".

     El que no lo veía tan claro era el experimentado Francisco de Carvajal, y le dio unos consejos a Gonzalo Pizarro: "Viendo el peligro que en las batallas hay de ganar o perder, pienso que sería conveniente que vuestra señoría procurase retrasar la guerra hasta ver claramente asegurada la victoria. Lo que le conviene a vuestra señoría es salir de esta ciudad (el Cuzco), dejándola despoblada y sin alimentos. Los que vienen contra vuestra señoría son dos mil hombres, y vienen muertos de hambre. Su esperanza es llegar aquí para saciarla. Vuestra señoría deberá, además, despedir a los que eran de Diego Centeno, pues nunca han de ser buenos amigos".

     Pero Gonzalo Pizarro no estaba dispuesto a esperar pacientemente: "Desechó este consejo tan saludable diciendo que era cobardía retirarse del enemigo sabiendo que no tenía una ventaja clara, y que supondría aniquilar la honra y la fama ganadas en las victorias pasadas. Carvajal le respondió: 'Los capitanes diestros se mantienen a la espera con arte y maña militar hasta desgastar al enemigo, sin entrar imprudentemente en la batalla, en la cual no hay certidumbre de victoria, como se ha visto en muchas que en el mundo se han dado, y así nos lo muestra la batalla de Huarina, que vuestra señoría venció tan en contra de la esperanza de sus enemigos".

     Inca Garcilaso da una explicación de por qué, según él, Gonzalo Pizarro no le hizo caso a Carvajal: "La causa por la que Gonzalo Pizarro no siguió este consejo tan bueno, ni otros semejantes, como luego veremos, fue que dejó de confiar en Carvajal el día que mostró, en Lima, su conformidad con los capitanes que querían hacer tratos con Pedro de la Gasca, hasta ver la oferta de paz que les hacía. Aquel parecer era contra el gusto de Gonzalo Pizarro, que no quería que nadie le aconsejase que hubiera otro gobernador, pues él pensaba que lo era, y por tal se tenía. Bastó una imaginación tan sin fundamento, para que Carvajal perdiese su crédito, y se imaginase de él cosa tan ajena a su condición y a sus obras. Y fue de tal manera que ni las maravillas que después hizo en su servicio, ni la victoria de la batalla de Huarina fueron suficientes para restituirle en el lugar que antes tenía. Y fue tan cruel esta sospecha, que también dañó al mismo Pizarro, pues, por no seguir sus consejos, se perdió del todo, y, de haberlos admitido, pudiera ser (como lo decían los entendidos) que tuviera mejor resultado".

 

     (Imagen) No era precisamente un defecto del implacable FRANCISCO DE CARVAJAL la deslealtad. Recordemos que quiso ir a España cuando iba a empezar esta guerra civil, pero, por petición de Gonzalo Pizarro, decidió ponerse a su servicio con todas las consecuencias. Antes de la última batalla, Gonzalo comenzó absurdamente a desconfiar de él. Fueron derrotados, y, poco después (3 de mayo de 1548), La Gasca envió un informe al Consejo de Indias. Resumo partes del texto: "Pedro de Valdivia me había traído preso a Francisco de Carvajal, tan rodeado de gentes que de él habían sido ofendidas, que le querían matar, y a duras penas le pude defender. Él decía que se alegraría de que le mataran allí mismo. Aquella noche, tras reunirnos, decidimos hacer allí justicia con toda brevedad de Gonzalo Pizarro, de Francisco de Carvajal y de otros, tanto por evitar el peligro que podía haber de que huyeran, como por parecer que, mientras Gonzalo Pizarro siguiera vivo, no sería segura la paz, dadas las turbulencias y los cambios que en esta tierra ha habido. Aunque, por disposición de Su Majestad, yo podía juzgar casos criminales y de muerte, sin embargo, por respeto a la decencia de mi hábito clerical, encargué el castigo al mariscal Alonso de Alvarado y al licenciado Cianca. Al día siguiente, 10 de abril de 1548, se condenó como traidor a Gonzalo Pizarro, se le cortó la cabeza (en la Plaza de Armas del Cuzco), y se ordenó llevarla a Lima para exposición pública, con un letrero que manifestase el delito cometido, y que se derribase la casa que tenía en el Cuzco. Algunos querían que se le hiciera cuartos, pero no me pareció bien, por el respeto que a su hermano le debía. Murió bien, reconociendo los errores que contra Dios, su Rey y sus prójimos había cometido. El mismo día se ejecutó a Francisco de Carvajal, se hicieron de él cuartos y se pusieron alrededor del Cuzco. Se mandó exponer su cabeza en Lima, y derribar la casa que en aquella ciudad tenía. Se dice que, de los más de 340 que ejecutaron Gonzalo Pizarro y sus hombres durante la rebelión, Francisco de Carvajal mató a unos 300". Solo queda anotar que el triste Gonzalo Pizarro tenía unos cuarenta años, y, el irrepetible Francisco de Carvajal, alrededor de ochenta.




martes, 25 de agosto de 2020

(Día 1197) Antes de partir hacia Perú, Pedro de Valdivia se apoderó sin permiso, y con trampas, de dinero ajeno, aunque, al parecer, en calidad de préstamo. Durante la larga estancia de Pedro de la Gasca en Andahuaylas con su tropa, se hicieran grandes fiestas.

 

     (787) Partió más tarde Pedro de Valdivia para ir al puerto de Valparaíso, donde se encontraban ya embarcados los que marchaban a Perú, después de haber permanecido a cubierto en una 'enramada' que habían preparado en la playa, y que él aprovechó para hacerles una celebración de despedida: "Allí hizo guisar muy bien de comer, y mandó recado para convidarlos, siendo unas veinte personas. Acabada la comida, les dijo que tratasen muy bien a Villagra, ya que iba con la importante misión de traer gente para defender las tierras de Chile, y les rogó que, si él tuviese necesidad de algún oro, se lo prestasen. Todos prometieron hacerlo con gran voluntad. Luego Valdivia salió de la enramada disimuladamente, y entró en un barco con el que se fue al otro navío y tomó todo el oro que tenían, que serían más de ochenta mil castellanos, anotando lo que de cada uno tomaba. Después recogió en su nave a Jerónimo de Alderete, Gaspar de Villarroel, Juan de Cepeda, el capitán Jofre (en realidad, Juan Jufré), Luis de Toledo. Don Antonio Beltrán, Diego García de Cáceres, Vicencio de Monte, Diego Oro, y a su secretario, ante quien hizo declaración de que iba a servir a su Majestad contra Gonzalo Pizarro. Luego se hizo a la vela, dejando como teniente general suyo en Chile a Francisco de Villagra. Llegados a Perú, fueron a Andahuaylas, donde sabían que todo el ejército de Pedro de la Gasca estaba esperando a que aflojasen las lluvias y entrase el verano, para desde allí caminar y dar fin a las cosas de la guerra". Con un sentido realista, pero haciendo una crítica de este tipo de abusos tan habituales en la política, añade Inca Garcilaso: "Esta 'hazaña' fue semejante a otras que se usan en el mundo, a las que los ministros del Demonio maquillan con esa nueva enseñanza que se ha inventado, llamada razón de Estado". Recordemos que después, enterado Pedro de la Gasca de lo sucedido, y de otros rumores sobre una posible orden del asesinato de Pedro de Sancho dada por Valdivia, estuvo a punto de negarle el cargo de Gobernador de Chile, pero, tras llegar a la conclusión de que no tenía esas culpas, se lo otorgó. Es posible que Valdivia hubiese tomado el oro sinceramente en calidad de préstamo, comprometiéndose a devolverlo. De hecho, como hemos visto, anotó las cantidades que tomó a cada uno de los burlados.

     La estancia de las tropas de Pedro de la Gasca en Andahuaylas fue larga, y hubo de todo: "Por la venida de Pedro de Valdivia y de tanta gente notable, y principalmente por alentar al capitán Diego Centeno y a los suyos, que, recordando la derrota pasada, estaban melancólicos, se hicieron grandes regocijos y fiestas muy solemnes. Los regocijos hicieron el efecto que dicen de la música, que alegra a los que están alegres y entristece a los tristes. El invierno fue muy riguroso y de muchas aguas, pues, por el continuo llover, se pudrieron los toldos, que por acá en España) se llaman tiendas. Ocurrió también que, por el poco y mal alojamiento que había para la gente común, y por ser ellos bisoños y nuevos en aquella tierra, enfermaron muchos, pero, por la buena preparación de un hospital, que el presidente La Gasca había anticipado, cuyo jefe principal era un religioso trinitario llamado fray Francisco de la Rocha, natural de Badajoz, murieron pocos".

 

     (Imagen) Acabamos de ver que se embarca en Chile, para ir a Perú con Pedro de Valdivia, el capitán JUAN JUFRÉ. Su biografía es apabullante, por su heroica y frenética actividad. Tuvo cargos muy importantes, pero merecía mucho más. Habrá que hacer una reseña telegráfica. Nació hacia 1516 en Medina de Rioseco (Valladolid), aunque su apellido es de origen catalán. Partió desde Perú con Pedro de Valdivia para la casi sobrehumana conquista de Chile (donde había fracasado Diego de Almagro), el cual lo nombró capitán a pesar de ser muy joven. Tuvo gran protagonismo en muchas de las hazañas y de las fundaciones llevadas a cabo en aquellas tierras. Le vemos ahora llegar a Perú con Pedro de Valdivia para reclutar gente con destino a Chile, pero, de inmediato, van a participar los dos, bajo el mando de Pedro de la Gasca, en la derrota final de Gonzalo Pizarro. Vueltos a Chile, estuvo Jufré tan inmerso en continuas batallas, que no pudo desplazarse a España para casarse con Constanza de Meneses, sobrina de otra gran figura de Chile, Francisco de Aguirre, de cuya espectacular hoja de servicios tendremos que hablar algún día. Jufré recurrió a una boda por poderes, y, más tarde, la pareja la pudo celebrar en Chile el año 1555, naciéndoles después ocho hijos. Para entonces, ya le habían matado los araucanos a Pedro de Valdivia, surgiendo rivalidades entre candidatos a su puesto, uno de los cuales era Francisco de Villagra (primo de Jufré). Llegado el nuevo gobernador, García de Mendoza, le encargó a Jufré que fuera a reconstruir la ciudad de Concepción, en la que, como vimos, había tenido una reacción heroica, abroncando a los soldados por su cobardía, la brava Mencía de los Nidos. Entusiasmado con las aventuras marítimas del gran Pedro de Sarmiento por el Pacífico, también Juan Jufré, satisfecho de su riqueza, pero aún ansioso de gloria, quiso probarlas. Preparó dos navíos y enderezó el rumbo para hacer un tanteo. Regresó con la intención de volver mejor preparado (y con Pedro Sarmiento en la expedición), pero se le acabó la suerte: JUAN JUFRÉ murió en Santiago de Chile el año 1578. Dos años antes había presentado una relación de sus muchos méritos (la imagen muestra parte de la primera página).




(Día 1196) Llegó entonces a Perú Pedro de Valdivia por su propio interés, pero, viendo la conflictiva situación, decidió ayudar a Pedro de la Gasca. Tenía fama de ser tan valioso militar como Francisco de Carvajal, del cual Inca Garcilaso decía que era insuperable.

 

     (786) Fue entonces también cuando llegó otro gran capitán, Pedro de Valdivia. Ya vimos que había ido a Perú desde Chile esperando para que le confirmara Pedro de la Gasca como gobernador de aquellas tierras, que con tanto mérito había conquistado, pero, por convencimiento, por ganarse el favor de La Gasca, o por ambas cosas, decidió echarle una mano en su lucha contra Gonzalo Pizarro. Solamente Inca Garcilasohabla (recogiendo las palabras del cronista Agustín de Zárate) de otro motivo, también cierto: "De los últimos que se unieron al ejército, fue Pedro de Valdivia, con otros ocho de a caballo. Había llegado por mar a Lima desde Chile para llevar gente y munición que le ayudase a acabar la conquista de aquella tierra. Al saber en su llegada cómo andaban los asuntos, fue con los que le acompañaban en busca del presidente Pedro de la Gasca. El cual, al verlo, lo tuvo por gran fortuna, porque, aunque ya tenía capitanes muy principales y ricos, ninguno había tan experimentado y diestro en las cosas de la guerra como Valdivia, ni que se pudiese igualar como él en habilidad y astucia al capitán Francisco de Carvajal, gracias al cual ganó muchas batallas Gonzalo Pizarro, especialmente la de Huarina contra Diego Centeno. Todos atribuían esta victoria al conocimiento de la guerra que Francisco de Carvajal tenía, y por ello estaban atemorizados los del campo del presidente, pero, con la llegada de Valdivia, se animaron en gran manera".

     Ya nos va quedando claro que los cronistas criticaban implacablemente las crueldades de Francisco de Carvajal, pero todos admiraban su eficacia como experto militar, a lo que añadía su propio ingenio. También Inca Garcilaso lo hacía, pero con un afán de suavizar lo que se escribía sobre él. Quizá esa forma de juzgarlo benévolamente la aprendiera de su propio padre, Sebastián Garcilaso de la Vega. Así que ahora Inca Garcilaso no desaprovecha la ocasión de ensalzarlo, pero se le va la mano en las alabanzas:  "Esto último son palabras de Agustín de Zárate, el cual loando a Pedro de Valdivia, loa mucho más a Francisco de Carvajal. Y con mucha razón, porque, en la milicia, fue eminentísimo, por encima de todos los que han pasado al Nuevo Mundo".

     Los cronistas (que se copian unos a otros) suelen hablar de algo poco ejemplar que hizo Pedro de Valdivia antes de salir de Chile hacia el Perú. Inca Garcilaso recoge la versión que escribió Diego Fernández ('El Palentino'): "Estando Pedro de Valdivia en Chile, tuvo noticias de que Gonzalo Pizarro se había rebelado. Pidió prestado oro a personas que le pareció que lo tenían, diciendo que lo necesitaba para enviar a Perú a Francisco de Villagra con el fin de reclutar gente para terminar la conquista de Chile, pero nadie atendió su deseo. Entonces les dijo a los ricos que les daba licencia para irse al Perú con su oro, para que, viéndolo, se animase gente a venir a Chile. Muchos decidieron hacerlo y fueron a embarcarse, yendo con ellos Francisco de Villagra, que era la persona que tenía que volver con la gente". Pedro de Valdivia dejó que fueran todos al puerto, quedándose él en la ciudad de Santiago. Pero todo era una argucia para llevar a cabo un mezquino plan.

 

          (Imagen) El cronista nos ha mencionado que, entre los capitanes de infantería que nombró Pedro de la Gasca, estaba DON BALTASAR DE CASTILLA. Pero también tuvo protagonismo DON SEBASTIÁN DE CASTILLA, y se los suele confundir, hasta el punto de decirse que era uno solo, al cual se le citaba con los dos nombres. El asunto es más sencillo. Eran hermanos, e hijos del primer Conde de La Gomera (Canarias). Una prueba irrefutable es que el año 1549, muerto ya Gonzalo Pizarro, el Rey le mandó a Pedro de la Gasca un escrito "en recomendación de Don Baltasar de Castilla y Don Sebastián de Castilla". Eso deja claro también que los dos estuvieron luchando en el bando legal cuando Gonzalo Pizarro fue derrotado y ejecutado. Luego Don Sebastián de Castilla tuvo una deriva fatal: intrigó para provocar otra rebelión, hasta el punto de que mató a Pedro Alonso de Hinojosa (el que había entregado la flota a La Gasca) por no acompañarle en la triste aventura. Ocurrió después que sus propios compinches, deseosos de ganar méritos para salvar el pellejo, y dirigidos por el ruin Vasco Godínez, lo mataron vilmente en 1553. Ese mismo año, tenía permiso para ir a España su hermano BALTASAR, pero no pudo hacer el viaje. Estando entonces en rebeldía Francisco Hernández de Girón, que era amigo suyo, quiso que se le uniera, pero se negó. Al enterarse de que huía para servir en las fuerzas del Rey, mandó ir en su busca. Una vez preso, le confió el juicio al licenciado Diego de Alvarado, el cual odiaba personalmente a Baltasar (habían tenido un duelo), lo condenó a muerte, y lo ejecutaron. En 1556, una rica encomienda de indios que tenía concedida Baltasar, se la adjudicaron a su padre, el conde Guillén Peraza de Ayala, pero con la condición, que no pudo cumplir, de irse a vivir a Perú. Renunció a la encomienda a cambio de una compensación económica, y murió en 1565, a la edad de 80 años. Por el documento de la imagen sabemos que el año 1575 reclamó esos derechos, aún no satisfechos, otro hijo suyo, Don Pedro de Castilla. Era uno de los quince hijos que el conde tuvo con la aristocrática María de Castilla y de Toledo, fallecida en 1559.



lunes, 24 de agosto de 2020

(Día 1195) Las tropas de Pedro de la Gasca se pusieron en marcha hacia Jaquijaguana, pero descansaron en el camino todo lo que duró el invierno. El rebelde PEDRO DE BUSTINZA cometió un grave error con La Gasca.

 

     (785) Pedro de la Gasca, cuando consideró que tenía sus tropas bien abastecidas y preparadas, fue sin titubeos al encuentro de su destino: "Determinó salir de Jauja, y nombró capitanes y ministros para el buen funcionamiento de su ejército. Nombró general a Pedro Alonso de Hinojosa, como lo era cuando le entregó la armada de Gonzalo Pizarro. El mariscal Alonso de Alvarado fue nombrado maestre de campo, el licenciado Benito Suárez de Carvajal, alférez general y Pedro de Villavicencio, sargento mayor. Los capitanes de caballería fueron Don Pedro Cabrera, Gómez de Alvarado, Juan de Saavedra, Diego de Mora, Francisco Hernández, Rodrigo Salazar y Alonso de Mendoza; los de infantería, Don Baltasar de Castilla, Pablo de Meneses, Hernando Mejía, Juan Alonso Palomino, Gómez de Solís, Francisco Mosquera, Don Hernando de Cárdenas, el Adelantando Pascual de Andagoya, Francisco de Olmos, Gómez de Arias, el capitán Porcel, el capitán Pardavel y el capitán Serna; nombró capitán de arcabucería a Gabriel de Rojas". Ya hemos hablado de casi todos, pero luego haré algunas aclaraciones.

     En general, se veía rodeado de clérigos, pues, en su mayoría, defendían la fidelidad al Rey, salvo algunos rebeldes, localizados principalmente entre los mercedarios y algunos curas de parroquia bastante extravagantes, como nuestro conocido el vasco Domingo Ruiz: "Pedro de la Gasca tenía consigo al arzobispo de Lima, a los obispos del Cuzco y de Quito, a fray Tomás de San Martín, provincial de los dominicos, al provincial de los mercedarios, y a otros muchos religiosos, clérigos y frailes. Para cuando llegó a Jaquijaguana, ya había conseguido un ejército de mil novecientos hombres. Salió de Jauja el día 29 de diciembre de 1547, caminando en buen orden hacia el Cuzco. Todos sus capitanes eran muy nobles y principales, y a la mayoría de ellos los conocí yo". Da la sensación de que la batalla decisiva va a comenzar de inmediato, pero no fue así, sino casi cuatro meses después. El mismo cronista nos aclara por qué: "Encontraron muy escasa de provisiones la ciudad de Huamanga, por lo que siguieron hasta la provincia de Andahuaylas, con la intención de invernar allí, ya que es abundante en comida".

     Eran soldados que vivían el presente. Por suerte para ellos, porque pensar de seguido en que la muerte les acechaba sería para volverse loco. Y así, se tomaron aquella larga pausa como unas vacaciones en las que imperó la alegría, y, es de suponer también, la juerga: "Pedro de la Gasca estuvo en Andahuaylas más de tres meses. En todo este tiempo se le unió mucha gente, que de todas partes acudía. Entre ellos, fue uno Alonso de Mendoza, que escapó de la batalla de Huarina y llegó a Jauja (lo cual se me olvidó decirlo en su lugar), siendo nombrado por La Gasca, como ya dije, capitán de caballos. Mes y medio después de entrar La Gasca en Antahuayla, llegó el mariscal Alonso de Alvarado con cien soldados, artillería, dinero, armas y ropa de Castilla". Cita a otros capitanes, todos llegados con importantes refuerzos, e indica también que entonces se incorporó el gran Sebastián de Belalcázar. Y hace alusión a alguien al que Pedro de la Gasca nunca había visto: "Se alegró especialmente de conocer al capitán Diego Centeno, por su mucha lealtad y sus buenas cualidades de ánimo y cuerpo, pues era un hombre gentil y de buen rostro". 

 

     (Imagen) PEDRO DE BUSTINZA. Nacido en Ermua (Vizcaya), llegó a Perú hacia el año 1535. Luchó contra el cerco de Manco Inca en Perú y en Lima, otorgándole entonces Francisco Pizarro por sus méritos el rango de capitán, y facilitándole el matrimonio con Beatriz Huaylas, hermanastra de Atahualpa y antigua amante de Mancio Sierra (de quien ya hablamos). A Bustinza, le mandó Gonzalo Pizarro (del que era ferviente seguidor), tras su victoria en Huarina, que fuera a Antahuayla para conseguir provisiones. Mercadillo y Lope Martín, capitanes del derrotado Diego Centeno, andaban por allí buscando lo mismo, se enteraron de que Bustinza estaba cerca, y fueron tras él. A Lope Martín, que iba por delante, le resultó fácil apresar a Bustinza porque varios de los que le acompañaban eran antiguos soldados de Centeno, forzados a luchar junto a Gonzalo Pizarro. Además, mató a tres de sus leales por desafiarlo. Dejó libres a los que habían sido del bando de Centeno, y, a los demás, se los llevó presos a Pedro de la Gasca, con el cual Pedro de Bustinza cometió un fatal error. Dice el cronista Inca Garcilaso. "No se conformó con estar tranquilamente preso, sino que le pareció que sería una gran hazaña hablar mucho en medio de sus enemigos, alabando la rebeldía de Gonzalo Pizarro. Y habló tanto, que le dieron garrote, muriendo así de la misma manera y por la misma causa que María Calderón (los dos por 'bocazas', pero de distinto bando)". De esta absurda manera quedó viuda BEATRIZ HUAYLAS, quien, según dicen los cronistas, fue una mujer temperamental. Ocurrió que, por una disposición del Rey, se obligaba a las viudas ricas a que se casaran con españoles. Basándose en ella, Diego Centeno se empeñó en que Beatriz lo hiciera con un un protegido suyo, Diego Hernández, que a ella no le gustaba, entre otras cosas, por su humilde pasado, pero tuvo que ceder por las presiones de su hermano, el príncipe Paullu Inca. En la ceremonia de la boda, el obispo del Cuzco le hizo la pregunta ritual a Beatriz: "¿Queréis por esposo al capitán Diego Hernández?". Oyendo el obispo que le contestaba "quizá quiero, quizá no quiero", no le permitió más titubeos, y los dio por casados hasta que la muerte los separara. Como así resultó.



sábado, 22 de agosto de 2020

(Día 1194) Tenía solo ocho años Inca Garcilaso cuando vio entrar triunfante en el Cuzco a Gonzalo Pizarro. Pero lo que hacía Francisco de Carvajal era prepararse para la próxima (y última) batalla.

 

     (784) Con solo ocho años, andaba el cronista Inca Garcilaso por el Cuzco viendo el brillante espectáculo de la entrada de Gonzalo Pizarro, y, una vez más, se le ve a su padre perfectamente integrado en el grupo de los rebeldes: "Yo entré en la ciudad con ellos, pues el día anterior había salido a recibir a mi padre a tres leguas del Cuzco. Parte del camino lo hice a pie, y, en el resto, me llevaron dos indios a cuestas. Para la vuelta, me dieron un caballo y a quien lo llevase seguro, y vi todo lo que he dicho. Recuerdo dónde se aposentaron los capitanes, a los cuales conocí. Todo lo recuerdo, aunque han pasado sesenta años, porque la memoria guarda mejor lo que vio en su niñez".

     También nos cuenta que Francisco de Carvajal se puso de inmediato a preparar con la máxima diligencia todo lo que fuera conveniente para la próxima e inevitable batalla. Ya habló antes de que era enormemente meticuloso para conseguir la máxima eficacia y precisión de las armas, con especial interés en los arcabuces, y más después de que hubiesen sido el secreto del gran triunfo en Huarina: "Andaba siempre en una mula grande, entre parda y bermeja. Yo no lo vi en otra cabalgadura durante todo el tiempo que estuvo en el Cuzco, antes de la batalla de Jaquijaguana. Era tan diligente en conseguir lo que a su ejército le convenía, que a todas horas del día y de la noche le topaban sus soldados trabajando. Al pasar junto a ellos, les decía que no dejaran para mañana lo que podían hacer hoy. Si le preguntaban cuándo comía y cuándo dormía, les contestaba que, a los que quieren trabajar, para todo les sobra tiempo".

     Lo que cuenta Inca Garcilaso después, nos aclara en qué momento Francisco de Carvajal ahorcó a María Calderón por hacer campaña públicamente contra Gonzalo Pizarro, de lo que ya hemos hablado varias veces. Recordemos que ella y varias mujeres a las que lideraba huyeron de Arequipa para buscar mayor seguridad en el Cuzco. Ellas, sin duda, formaron parte de los que vieron con angustia la entrada triunfal de Gonzalo Pizarro en la ciudad. Se supone que todos se mordieron la lengua, pero ellas, no, y, especialmente, María, de la que dice Inca Garcilaso que era "una de las mujeres nobles de Arequipa". Fue entonces cuando Carvajal hizo su salvajada (con comentario sádico incluido). Lo que resulta extraño en el cronista es que se calle dos cosas que conocía perfectamente: su nombre, y que era la esposa del conquistador Jerónimo de Villegas (al que ya le dediqué una imagen). Este hecho también va, en parte, contra la promesa que, según Gonzalo Silvestre, le hizo Francisco de Carvajal a Miguel Cornejo de no matarlo a él ni a ninguno de los vecinos de Arequipa (como recogí en una imagen reciente).

     Aunque también es cierto que María Calderón abusó de temeridad frente a una serpiente venenosa: "Después de la batalla de Huarina, ella gritaba contra Gonzalo Pizarro, diciendo que se habían de acabar sus tiranías, como la de otros poderosos que habían alcanzado victorias más grandes que la suya. Daba como ejemplo a los griegos y a los antiguos romanos. Esto lo decía en público, sin temor y con tan poco recato, que la ahorcó en una ventana de su casa, después de haberle dado garrote". Pero, al menos, su profecía se cumplió al pie de la letra, y, además, muy pronto.

 

     (Imagen) Los cronistas ya nos han anticipado muchas veces el trágico final de Gonzalo Pizarro, y también lo que ocurrió después. La victoria de Pedro de la Gasca fue sensacional, y su mérito, enorme. Pero, de alguna manera, su política de apaciguamientos y recompensas (no le quedaba otra solución) no apagó del todo el fuego rebelde. Aunque también es cierto que ya nunca se convirtió en un incendio devorador, y, tras dos o tres alarmas, fue sofocado para siempre. El peor rebrote fue el provocado por el cacereño FRANCISCO HERNÁNDEZ GIRÓN, un gran capitán con trepidante biografía, pero al que le faltaron alcances para darse cuenta de que su aventura iba a acabar inevitablemente mal. Fu ejecutado el año 1554. En un informe que se envió (sin destino conocido) poco antes, pero ese mismo año, se escribió el párrafo que figura en la imagen: "Francisco Girón y los demás se alzaron por ver las libertades de los indios, y porque no se les daba bastante de comer (encomiendas rentables), habiendo sido ellos los conquistadores de todo el Perú". En una carta que escribió desde Lima Pedro de la Gasca (medio desesperado) al Consejo de Indias, el año 1548 (muerto Gonzalo Pizarro), ya veía venir el problema: "Ha llegado a esta ciudad tanta gente de los que han quedado sin encomiendas de indios, que me pone en gran congoja, porque es tan inoportuna y desvergonzada, que no sé llevarme con ella, pues ni me bastan buenas palabras, ni razones, ni enojarme. Vino el mariscal Alonso de Alvarado para ayudarme contra estas desvergüenzas, pero no bastó, porque todos en esta tierra se han acostumbrado a ser señores de la Hacienda de su Majestad y de la de los particulares". Y lo achaca a que se les mimó en exceso en los dos bandos: "Gonzalo Pizarro tenía necesidad de dárselo todo para mantener su rebeldía; y a Diego Centeno, con el deseo que tenía de servir a Su Majestad, le era forzado hacer lo mismo". Se calla que también él tuvo que prometer premios que luego no pudo dar. Era tan grave el problema, que se expulsó de Perú a muchos que estaban vagueando, y, en primer lugar, a los que no fueron fieles al servicio de su Majestad. Otro de los paliativos fue el de organizar nuevas expediciones de conquista. Pero se tardó años en curar el mal.



viernes, 21 de agosto de 2020

(Día 1193) Ensoberbecido Gonzalo Pizarro por su magnífica victoria en Huarina, no quiso saber nada de un posible pacto con Pedro de la Gasca. Francisco de Carvajal dio garrote vil a Hernando Bachicao por su cobarde amago de traición en Huarina.

 

     (783) Conociendo a Pedro de la Gasca, se puede dar por seguro que habría aceptado una paz con Gonzalo Pizarro, si estuviera dispuesto a obedecer lo que dispusiera el Rey sobre el nombramiento de un gobernador de Perú, y también, por supuesto, las normas definitivas sobre las encomiendas y el tratamiento a los indios. Ya había dado anteriormente su conformidad a la idea Gonzalo Pizarro, pero ahora, tras su victoria en Huarina, consideraba que tenía mejores cartas frente a Pedro de la Gasca. Sacó el asunto a relucir de nuevo el licenciado Cepeda, gran partidario de esa solución, y muchos eran de su parecer, con gran disgusto de Gonzalo: "Pizarro, siguiendo el parecer de otros y su propia opinión, dijo que no era conveniente, porque se lo tomarían como una flaqueza, y le abandonarían muchos de los suyos. Garcilaso de la Vega, con algunos otros, fueron del parecer de Cepeda". Esta alusión a su padre no hace sospechoso a Inca Garcilaso de inventársela, queriendo darle mérito, ya que el párrafo lo copia del cronista López de Gómara.

     Añade el cronista: "Gonzalo Pizarro desechó el parecer de Cepeda (que le habría resultado saludable), y tomó el que después le dieron sus capitanes Juan de Acosta (su gran amigo), Diego Guillén, Hernando Bachicao (al que le acechaba la muerte, y, probablemente, lo sabría) y Juan de la Torre, que eran mozos y valientes. Con la victoria tan hazañosa de la batalla de Huarina, se tenían por invencibles, y no querían tratar de paces, ya que no se contentaban con menos que con todo el imperio del Perú. Dos días después de la consulta, llegó el maestre de campo Francisco de Carvajal del viaje que hizo a Arequipa, y, otros dos días después, dio garrote al capitán Hernando Bachicao por haberse pasado en la batalla de Huarina al bando de Diego Centeno. Aunque Carvajal lo supo entonces, aplazó el castigo por no enturbiar una victoria tan hazañosa matando a un capitán suyo, tan antiguo y tan de su bando como lo había sido Hernando Bachicao. Con estos sucesos y el trabajo que daban los heridos, llegaron al Cuzco Gonzalo Pizarro y los suyos". Ya vimos el historial de Bachicao, con su enorme valía y eficacia, aunque empapadas de una crueldad extrema, como pudimos comprobar en las numerosas cartas que le escribió a Gonzalo Pizarro, llenas de comentarios irónicos y sádicos, al estilo de quien le quitó la vida, Francisco de Carvajal. Por lo que acaba de mencionar Inca Garcilaso ('era mozo y valiente'), sabemos también que estaba aún en plena juventud.

     En el Cuzco, Juan de la Torre había preparado un recibimiento triunfal y ostentoso para la llegada de Gonzalo Pizarro y su tropa. Tenía que ser una pesadilla vivir en aquellas ciudades, sujetos a los deseos del vencedor de turno, unas veces con sincero entusiasmo porque el que llegaba era el amigo, y, otras, fingiéndolo con angustia porque se trataba del odiado enemigo. El ambiente social sería irrespirable, y saturado de dramas, envidias, odios y venganzas. Hasta a los indios se les obligaba a participar vitoreando durante aquellas farsas. No faltó la solemnidad religiosa: "Entró Gonzalo Pizarro en la iglesia de Nuestra Señora de la Merced, para adorar el Santísimo Sacramento y la imagen de la Virgen, su Madre, Nuestra Señora. Y de ahí fue a pie hasta su posada, en las casas que fueron de su maestre de campo, Alonso de Toro (uno más de los que habían muerto trágicamente)".

    

     (Imagen) Como estoy leyendo la estupenda biografía que escribió el historiador MANUEL FERNÁNDEZ ÁLVAREZ sobre el gran EMPERADOR CARLOS V, no quiero dejar pasar la ocasión de tocar la sempiterna crítica que se ha hecho acerca de la supuesta crueldad de los españoles en las Indias. De que la hubo, no hay duda, porque los tiempos eran otros. Pero, para entender lo bueno y lo malo que se hizo, hay que conocer cuál era el talante personal del jefe supremo, Carlos V. Aunque una serie de carambolas dinásticas lo convirtió en el hombre más poderoso de la tierra, era, no obstante, cristiano y caballeroso, hasta el punto de que sus grandes éxitos los interpretaba como un premio de Dios. Sentía como una gran responsabilidad defender la fe católica (así ocurrió con sus abuelos, los Reyes Católicos, y con su hijo, Felipe II), y, en consecuencia, era sensible a la culpa, lo cual le inclinaba a no cometer abusos, y le hacía entender lo que era la caridad cristiana. ¿Alguien puede imaginar que, en otra monarquía de aquellos tiempos, su soberano se dejara afectar por las críticas humanitarias (y muchas veces exageradas) de Bartolomé de las Casas? Por ese espíritu religioso, e incluso por las ideas humanistas de Erasmo de Rotterdam, prefería, como político, que sus súbditos le amasen a que le temiesen. Maquiavelo aconsejaba todo lo contrario, llevando al extremo el lema de que el fin justifica los medios. Imaginemos qué habría pasado si las Indias estuvieran bajo el poder de Francia cuando su rey era Francisco I, prototipo del monarca sin escrúpulos, dispuesto a cualquier cosa con tal de saciar su ambición. Le complicó la vida durante largos años a Carlos V, quien, pacientemente, hizo cuanto pudo para evitar la guerra, siendo una y otra vez desairado por sus incumplimientos frente a los compromisos adquiridos. Pero no se salió con la suya, porque Carlos V era absolutamente firme cuando hacía falta. ¿Y qué habría ocurrido con Enrique VIII o con su hija Isabel I de Inglaterra? Habrá opiniones para todos los gustos, pero es una saludable actitud juzgar los hechos históricos con una visión de conjunto, para ver con claridad si el balance es positivo o negativo, y en qué grado.



jueves, 20 de agosto de 2020

(Día 1192) La inesperada victoria de Gonzalo Pizarro destrozó la moral de los hombres de Pedro de la Gasca, quien los animó y se dedicó intensamente a reforzar sus tropas. El licenciado Cepeda le dijo a Gonzalo Pizarro que era el momento de negociar una paz.

 

     (782) Según el cronista, Francisco de la Peña se hizo famoso por su resistencia: "El que hizo de cirujano, sin serlo, no teniendo mejor herramienta para quitarle el casco, se lo arrancó con unas tenazas de veterinario, y así lo curó. Lo extraño fue que sanó de aquellas heridas, y de las otras, sin fiebre, y sin dejar de comer todo lo que le ponían en las manos. Lo cual se contaba después como algo nunca visto, y desde entonces le llamaban Francisco Peña, y no de la Peña".

     Nos habla ahora el cronista del impacto de la derrota de Centeno. Francisco Bosso había llegado antes de la batalla al valle de Jauja, donde estaba Pedro de la Gasca, y traía tan entusiásticas noticias acerca de la superioridad del ejército de Diego Centeno, que todos lo celebraron eufóricos, dando por hecho que la victoria iba a ser segura: "Hasta el punto de que el presidente La Gasca y los de su Consejo pensaban no solo en dejar de alistar más gente, sino hasta en deshacer su ejército, porque les parecía que era un gasto superfluo. Pero entonces le llegó a Pedro de la Gasca la noticia de la derrota de Diego Centeno. Y luego la confirmó el obispo del Cuzco (Juan Solano), quien dio larga relación de los hechos, por ser testigo de ellos. El presidente La Gasca y todos los vecinos lo sintieron gravísimamente".

     El párrafo que sigue tiene dudosa lógica, ya que, en principio, una derrota siempre es un mal para el vencido y un bien para el vencedor: "A los capitanes y soldados no les dio pena ninguna la noticia; al contrario, se alegraron. Porque la riqueza de los soldados es la guerra, y, cuanto más dura, más honra y premio esperan sacar de ella". Y precisamente porque era un desastre para todos, Pedro de la Gasca se dedicó a fondo a animar a sus soldados, con una arenga centrada en lo positivo y la esperanza, pues él "estaba confiado en que todo iría encaminado al servicio del Rey, el cual les gratificaría conforme a sus grandes méritos, haciéndoles señores de todo aquel imperio".

     Pedro de la Gasca reaccionó con un derroche de actividad organizadora, para reforzar al máximo su ejército de cara a la inevitable batalla siguiente, que fue la que les dio la victoria definitiva, y trajo la derrota y muerte de Gonzalo Pizarro. Luego envió a varios capitanes a distintos sitios para obtener suministros, armas y más soldados para su ejército. Cita en concreto al mariscal Alonso de Alvarado y al capitán Alonso Mercadillo, así como al portugués Lope Martín, "para que fuese con cincuenta hombres hacia el Cuzco, para recoger y amparar a los de Diego Centeno que viniesen huyendo".

     Así como Pedro de la Gasca se preparaba para la guerra, Gonzalo Pizarro pensaba en ella, pero, inesperadamente, él y sus hombres imaginaron otra alternativa: "Habiendo cumplido con los difuntos, pretendió Gonzalo Pizarro ir al Cuzco, pero no pudo hacerlo en muchos días, por el impedimento de los muchos heridos que llevaba. Yendo de camino, el licenciado Cepeda le recordó a Gonzalo Pizarro la promesa que había hecho de tratar un acuerdo de paz con el presidente La Gasca cuando surgiese la ocasión, y le dijo que era un momento muy apropiado para obtener ventajas".

 

     (Imagen) Dediqué una imagen a las andanzas del conflictivo cura vasco DOMINGO RUIZ DE DURANA, pero no me resisto a recoger algunas frases que el gran Pedro de la Gasca le dedica, en las que se ve claro que el reverendo era un problema ambulante. Tenía como virtud una gran valentía, y, como defectos principales, una ambición desmedida y muy mal perder. La imagen de hoy corresponde a una nueva protesta que hizo ante el Rey en 1548 después de ser vencido Gonzalo Pizarro. Se queja una vez más de que no le han recompensado debidamente los servicios que prestó en Perú. El pesado clérigo dice: "Pido que me sea concedida la merced que ya he suplicado a Vuestra Alteza, y, si necesario es, la pido y suplico de nuevo". El 28 de enero de 1549 (casi un año después de ser vencido y ejecutado Gonzalo Pizarro), Pedro de la Gasca envió un amplio escrito al Consejo de Indias. Entre otras cosas, se refería a que enviaba a España desterrados a tres clérigos que habían colaborado con los rebeldes. Uno de ellos era DOMINGO RUIZ, del que resume su complicado currículo. Era partidario de Gonzalo Pizarro, pero, por haberle negado un caballo, se pasó al bando de Diego Centeno, con el que que pronto tuvo un conflicto. Le pidió que le nombrara alférez general de su tropa, y Centeno, prefiriendo a Diego Álvarez, dejó que decidiera el obispo del Cuzco, quien le hizo comprender a Domingo que, como clérigo, no podía ejercer ese puesto. El caso es que después Domingo Ruiz se comportó ejemplarmente, ayudando en todo a Centeno, pero, cuando derrotaron a Gonzalo Pizarro, promovió un motín en el Cuzco con algunos paisanos vascos, por parecerles injustos los repartos de indios que les dieron. El obispo del Cuzco le mandó preso a Domingo adonde Pedro de la Gasca, quien trató de calmarlo: "Lo recibí benignamente en mi posada, sin prisiones, y mandando que le dieran todo lo necesario, pero, tras oír a Juanes de Cortázar, paisano suyo, que el sosiego que mostraba el clérigo era falso, decidí que cumpliera su destierro en España, y, aun así, viendo que en algo había servido bien, le di otros mil pesos de pensión. Me han dicho que piensa regresar de España, pero me parece que, a hombre tan bullicioso y amigo de desasosiegos no se le debe dejar volver".



miércoles, 19 de agosto de 2020

(Día 1191) Carvajal llegaba a decir que, por agradecimiento a Miguel Cornejo, no fue a apresar a Diego Centeno en la cueva en que estaba escondido. Cosa nada creíble sabiendo que era su enemigo más peligroso. Gonzalo y sus hombres fueron humanos con los vencidos malheridos.

 

     (781) Francisco de Carvajal le dio a Miguel Cornejo otra razón por la que no mandó apresar a Diego Centeno en su refugio de la cueva: "Le dijo que no había motivo para preocuparse, pues, 'cuando Centeno  saliera de ella, como salió, presumiendo de ser enemigo de Gonzalo Pizarro, mi señor, presumí yo de volverlo a encerrar en otra cueva más estrecha, como lo hice en la batalla de Huarina (tras la cual pudo huir); habiendo yo respetado por vuestra merced a un enemigo tan grande como Diego Centeno, ¿cuánto más respetaré vuestra persona y a sus amigos, y a toda esta ciudad, por vivir vuestra merced en ella?; por lo cual, todos los que vinieron con vuestra merced quedan libres y exentos de castigo'. Después Carvajal se despidió de Miguel Cornejo, quedando la ciudad muy tranquila, pues estaban los vecinos muy temerosos, esperando algún cruel castigo por lo mucho que, en ocasiones pasadas, se habían mostrado servidores del Rey y en favor de Diego Centeno. Todo esto se lo oí contar a Gonzalo Silvestre, que era el mayor enemigo que Carvajal tuvo, y, por el contrario, muy amigo de Diego Centeno, compañero suyo en todas las adversidades y desdichas hasta el fin y muerte de Diego Centeno". En la anécdota, hay algunas cosas que no encajan. En realidad, tras la batalla de Huarina, Carvajal cometió brutalidades en Arequipa, y, por si fuera poco, un grupo de mujeres, fieles partidarias del Rey, huyeron (o las trasladaron) al Cuzco, donde, como sabemos, Carvajal colgó de una ventana a la que lideraba el grupo, María Calderón, e incluso su marido, el capitán Jerónimo de Villegas, vecino de Arequipa, andaba escondiéndose de las iras de Carvajal. Otra cosa que chirría es la pretensión de Carvajal de quitar importancia a que Centeno siguiera vivo en la cueva. Sabía de sobra que era un capitán muy peligroso y eficaz en la batalla, hasta el punto de que la victoria que los de Gonzalo Pizarro obtuvieron en Huarina fue casi un milagro, debido en gran parte, precisamente, a que Centeno no pudo dirigir la batalla por estar muy enfermo. En este sentido, hay que pensar que, si Carvajal lo dijo, estaba mintiendo, y, si no lo dijo, alguien se lo inventó. Hilando fino, podría salvarse de la anécdota el hecho de que Carvajal no castigó a Cornejo por haber quedado profundamente agradecido de su antigua ayuda en Arequipa.

     Después de la batalla, Gonzalo Pizarro se retiró con sus hombres hacia el Cuzco: "No habían podido salir antes por los muchos que resultaron enfermos o heridos en la batalla de Huarina. Y, porque es cosa que debe quedar en la memoria, tengo que decir que los hombres ricos y principales que estaban con Gonzalo Pizarro, viendo los muchos heridos que habían quedado del ejército de Diego Centeno, se repartieron entre sí a los más lastimados, y los curaron. Mi padre tomó a su cargo a doce, muriendo seis en el camino, y salvándose los demás. Yo conocí a dos de ellos, siendo uno Diego de Tapia, un hidalgo muy honrado y valiente, el cual se mostró muy agradecido de lo que por él se hizo. El otro se llamaba Francisco de la Peña, al que le iba bien el apellido, pues, entre otras heridas que durante la batalla le dieron, recibió tres cuchilladas en la mollera, que le quebraron el casco y fue necesario quitárselo".

 

     (Imagen) Ya le dediqué una imagen a MIGUEL CORNEJO, pero vemos ahora que Carvajal le perdonó la vida por haberle hecho un gran favor. Conociéndole a Carvajal, es de suponer que consideró saldada su deuda, y, como Cornejo siguió luchando al servicio del Rey, tendría que evitar caer de nuevo en sus manos. El gran político, militar e historiador peruano Miguel de Mendiburu, al hablar de que Miguel Cornejo fue uno de los privilegiados que estuvo presente cuando se apresó a Atahualpa, hace un juicio que no me parece acertado. Dice que Francisco Pizarro y los suyos "apresaron a Atahualpa e hicieron una matanza de indios con engaño y alevosía". Hoy en día, el imperialismo se ve como algo inhumano, pero entonces, no. Aquellos doscientos escasos soldados solo pensaban en la victoria (o la muerte) contra miles de indios. El mérito de su hazaña fue asombroso. Ya antes había estado, en solitario, Hernando de Soto cara a cara con Atahualpa (ningún español le había visto aún), con un peligro que da escalofríos. Y, un poco después, también solo, Hernando de Aldana, que entendía el quechua (poco faltó para que lo mataran cuando se opuso a que Atahualpa le quitara su espada), y a quien, en 1546, lo ejecutó el implacable Carvajal por ser partidario del virrey y familiar de los Aldana. Curiosamente, la única deslealtad a la Corona que cometió MIGUEL CORNEJO fue la de amotinar a los vecinos de Arequipa, enfurecido contra las Nuevas Leyes que el virrey quería imponer por orden del Emperador. El documento de la imagen aporta datos interesantes. Nos aclara que Cornejo (además de alcalde) fue tesorero oficial de la ciudad de Arequipa, y que sus herederos efectuaron la liquidación de sus cuentas desde 1545 (inicio del cargo) hasta 1553, año en que murió. Como ya dije, le vino la muerte luchando contra el rebelde Francisco Hernández Girón. El historiador Mendiburu explica la fatalidad que le ocurrió a MIGUEL CORNEJO: "Durante la batalla, eran exagerados el calor y la polvareda; sintiéndose torturado por la falta de aire, quiso quitarse la celada que le cubría el rostro, pero fue incapaz de hacerlo, y murió asfixiado".



martes, 18 de agosto de 2020

(Día 1190) Inca Garcilaso muestra que Francisco de Carvajal era un hombre agradecido contando que perdonó la vida a Miguel Cornejo (y a sus acompañantes) porque le ayudó cuando llegó a Perú con su familia.

 

     (780) No es difícil adivinar que Inca Garcilaso va a disfrutar contando algo positivo de quien a todos asustaba, pero que, en cierto modo, era apreciado y admirado por él desde su infancia: "Digamos alguna cosa buena del maestre de campo Francisco de Carvajal, ya que otros escriben que hizo muchas malas. Ocurrió en Arequipa, cuando iba siguiendo a los que había vencido. Los que allí estaban de los que escaparon de la batalla Huarina, y los pocos vecinos que en la ciudad vivían, que unos y otros llegarían a cuarenta hombres, sabiendo que Carvajal iba hacia ellos, huyeron por la costa hacia Lima". Nos dice el cronista que Carvajal envió tras ellos a un capitán con 25 arcabuceros, "de los que se consideraban discípulos suyos y a los que él llamaba hijos". Atraparon a todos los huidos y se los trajeron a Carvajal: "Entre ellos venía un hombre noble, vecino de la ciudad y uno de los primeros conquistadores (eran muy admirados en aquella sociedad), llamado Miguel Cornejo, el cual, en años pasados, le había hecho un favor a Francisco de Carvajal, recién llegado a Perú, sin tener indios ni fama. Llegó a Arequipa, camino de Las Charcas, con su mujer, Catalina Leyton, una criada (casi seguro, Juana Leyton), y dos criados".

     Luego explica qué favor le hizo, dado que en aquellos tiempos la gente era muy solidaria: "Entonces, y hasta muchos años después, no había mesones de hospedería en todo el Perú, ni siquiera cuando yo salí de allí, el año 1560. Los caminantes iban a las casas de los vecinos, pues había mucha generosidad, y les daban hospedaje, incluso por largo tiempo, hasta que podían ganar de comer. Como Francisco de Carvajal no tenía ni amigos ni parientes, estuvo en un rincón de la plaza con toda su familia. Viéndolo Miguel Cornejo, se fue a él y le dijo: 'Señor, teniendo yo casa, no hay necesidad de mesón para vuesa merced'. Les dio buen hospedaje hasta que el Marqués Don Francisco Pizarro le dio un repartimiento de indios a Carvajal, pues era uno de los hombres valiosos que Don Antonio de Mendoza, virrey de México, le envió en ayuda cuando estaba cercado por los indios del príncipe Manco Inca".

     Viendo Carvajal a Cornejo ente los apresados, lo tomó aparte, y le dijo que no temiera, ya que él no podía olvidar la gran ayuda que le prestó cuando más la necesitaban él y su familia. Para demostrarle lo agradecido que le estaba le prometió que no solo no haría nada contra él, sino tampoco contra el resto de los vecinos. Y le contó algo sorprendente. Miguel Cornejo había ayudado a Diego Centeno para que pudiera permanecer escondido en una cueva, y evitar así que lo mataran los hombres de Gonzalo Pizarro. Y le dice ahora Carvajal: "Para que sepa vuesa merced cuán vivo traigo el recuerdo de su generosidad, le diré que tenía pleno conocimiento de cómo y dónde se escondió Diego Centeno en un repartimiento de indios de vuesa merced, de la cueva en la que estuvo encerrado, y de que los indios de vuesa merced lo alimentaban. Bien pudiera yo entonces mandar a unos pocos soldados que me lo trajeran preso, pero todo lo disimulé, para no darle pena a vuesa merced, y para no enemistarle del gobernador Gonzalo Pizarro".

 

     (Imagen) En las Indias hubo conatos de desobediencia a los gobernadores, y raras veces prosperaron (como lo consiguió Cortés), pero era una absoluta locura rebelarse contra el poderosísimo Carlos V. El iluso Gonzalo Pizarro le escribía una carta, precisamente a ALONSO DE VILLACORTA (el mismo de la imagen anterior), donde figuraba este patético párrafo: "He enviado al capitán Hinojosa por mar, por la confianza que tengo en su persona, Lleva mucha gente y los mejores navíos que se han visto (que pronto entregó a Pedro de la Gasca, abandonando a Pizarro)". Después, en la batalla de Jaquijaguana, Gonzalo Pizarro fue derrotado y ejecutado, junto a muchos de sus capitanes. En ella había participado ALONSO DE VILLACORTA, pero ¿qué fue de él? El documento de la imagen (año 1551) nos revela que no fue condenado a muerte, pero sí duramente castigado (lo resumo): "Don Carlos, a todos los corregidores, gobernadores, jueces, etc…, de la villa de Olmedo, como de otros lugares de nuestros reinos. Salud y gracia: Sabed que nuestro Fiscal del Consejo de Indias  nos ha hecho relación de que un Alonso de Villacorta, natural de la villa de Olmedo, que fue mayordomo de Gonzalo Pizarro en todo el tiempo que estuvo rebelado contra nuestro servicio en las provincias del Perú, le siguió y acompañó y favoreció con sus armas y caballo en todos los encuentros que hubo con el capitán Diego Centeno en la batalla de Huarina y en otras partes, y después con el licenciado La Gasca en la de Jaquijaguana, peleando siempre contra nuestro Estandarte Real, en favor de Gonzalo Pizarro, y que por ello el licenciado Cianca, oidor de la Audiencia Real de las dichas provincias, le había condenado a destierro de ellas perpetuamente, y en confiscación de todos sus bienes para  nuestra Cámara y Fisco, como constaba por la fe de la sentencia que contra él había dado, la cual se había ejecutado en cuanto a la confiscación de los bienes que tenía en el Perú,  pero que estaba por ejecutar la confiscación de los bienes que el dicho Alonso de Villacorta posee en estos reinos de España". Atendiendo esa comunicación del Fiscal del Consejo de Indias, Carlos V dio orden de que se le confiscara todo, incluso los frutos y réditos de sus propiedades.