viernes, 14 de agosto de 2020

(Día 1187) Sigue sin convencer Inca Garcilaso afirmando que su padre no ayudó a escapar a Gonzalo Pizarro. Pero tiene razón al quejarse de que a él también le cerraran muchas puertas por eso, como hizo el licenciado LOPE GARCÍA DE CASTRO.

 

     (777) Veamos cómo sigue defendiendo Inca Garcilaso a su padre: "Para sacar a la gente de su engaño, hizo mi padre, después de la batalla de Jaquijaguana, información ante la justicia (lo que quiere decir que el asunto fue muy comentado), y presentó veintidós testigos, todos del bando de Diego Centeno, que dijeron que, cuando le pidió Gonzalo Pizarro el caballo a mi padre, ya no había hombres de Centeno con quien pelear en media legua a la redonda, y que la herida del caballo de Gonzalo era tan pequeña, que no habría dejado de pelear en todo el día, si fuera menester. También oí decir entonces que al caballo de Gonzalo Pizarro lo desjarretaron, lo cual fue asimismo mentira, pues aquel caballo murió a veintidós leguas de donde se dio la batalla. Estaba ya curado de la herida, pero flaco por haberlo tenido a dieta, por lo que el albéitar (veterinario) dijo que no convenía que se hartase de agua. Y ocurrió que esto no se le advirtió a un indio que lo llevó al río, el cual dejó que el caballo bebiese toda el agua que quiso, de suerte que, a media legua de allí, cayó muerto. Todo esto se declaró en la dicha información". La explicación que da el cronista resulta absurda: Gonzalo Pizarro le pide el caballo a Sebastián Garcilaso de la Vega, siendo así que ya no había enemigos, y, además, la herida del caballo suyo era tan pequeña, que, si fuera necesario, podría seguir peleando durante todo el día. Visto para sentencia.

     Lo que no tiene duda es que la anécdota perjudicó a la familia: "De manera que los cronistas escribieron esto por interés (no explica en qué sentido), y yo escribo lo que fue, no por favorecer a mi padre ni esperar mercedes, sino por decir la verdad de lo que pasó. Yo he pagado la penitencia, sin haber precedido la culpa; porque, habiendo yo pedido mercedes a Su Majestad por los servicios de mi padre y por la restitución patrimonial de mi madre, no se me concedieron". Afirma que él y sus hermanos quedaron desamparados, y se queja (sin duda esta vez con razón) del injusto precio que pagó por este asunto: "Cuando presenté en el Consejo Real de las Indias las probanzas de toda esta cuestión, convencí a aquellos señores, pero el licenciado Lope García de Castro (que luego fue presidente de la Real Audiencia de Lima), estando en el tribunal, me dijo. '¿Qué merced queréis que os haga Su Majestad, habiendo hecho vuestro padre con Gonzalo Pizarro lo que hizo en la batalla de Huarina, dándole aquella tan gran victoria?' Y, aunque yo repliqué que había sido testimonio falso que le habían levantado, él me dijo: 'Lo tienen escrito los historiadores, ¿y queréis vos negarlo?'. Con esto, rechazaron mis pretensiones, y me cerraron las puertas a otras que pudiera haber tenido por mis particulares servicios. Pues, por la misericordia de Dios, y la ayuda de los señores que he tenido, particularmente de Don Alonso Fernández de Córdoba, Marqués de Priego, y de Don Francisco de Córdova, hijo segundo del gran Don Martín de Córdoba, Conde de Alcaudete, he podido servir a la Real Majestad cuatro veces como capitán, dos con el Rey Felipe Segundo, y otras dos con el príncipe Don Juan de Austria, su hermano (que Dios tiene en su gloria), el cual reconoció en mí ánimo y prontitud en darle contento con mi servicio, de lo que dio cuenta a su hermano".

 

     (Imagen) El cronista Inca Garcilaso solicitó en el Consejo de Indias alguna merced, pero le fue rechazada porque el licenciado LOPE GARCÍA DE CASTRO recordó la ayuda que su padre le había prestado a Gonzalo Pizarro dejándole el caballo Salinillas para que se salvara. García de Castro era un personaje muy completo, militar y letrado. Nació el año 1516 en un pueblo del Bierzo (León) llamado Villanueva de Valdueza. Era oidor de la Cancillería de Valladolid y miembro del Consejo de Indias. El año 1564 consiguió un puestazo: llegó a Perú como Gobernador y virrey en funciones, para sustituir al anterior, Don Diego López de Zúñiga, Conde de Nieva, del que había quejas. Era Caballero de Santiago, y durante el tiempo que estuvo en Perú, cinco años muy intensos, destacó por sus dotes de prudente organizador. Puso en marcha muchas iniciativas importantes. Reorganizó la división administrativa de aquellas tierras, y estableció la Casa de la Moneda. También tuvo que lidiar con el gran inca Titu Cusi Yupanqui, refugiado con sus indios en las peñas de Vilcabamba, aunque quien terminó la tarea fue el siguiente virrey, el gran Francisco de Toledo. Le encargó a su sobrino Álvaro de Mendaña una misión de descubrimientos por el Pacífico. De él y de su acompañante, Pedro Sarmiento de Gamboa, el más glorioso perdedor de las Indias, ya escribí largamente 'in illo tempore'. Ahora entramos en la sección de sucesos: Poco antes de llegar a Perú García de Castro habían matado al virrey Conde de Nieva. Se dio la falsa versión de que lo encontraron muerto en su cama. Pero esto a nadie engañaba. Lo ocurrido fue que el virrey disfrutaba, en ausencia de su marido, de la mujer de un hombre muy rico, poderoso y violento, Don Rodrigo Manrique de Lara, de alto linaje, como sus apellidos indican. Amigos o parientes de Rodrigo, también poderosos, tuvieron la osadía de esperar a que el virrey saliera de casa de su amante, molerlo a golpes y dejarlo tirado. Más tarde, murió tras ser encontrado y llevado a su residencia. Se consideró conveniente entre los juristas, para evitar tumultos, dar carpetazo al asunto, y es lo que hizo LOPE GARCÍA DE CASTRO, quien volvió a España en 1569, ejerció de nuevo como miembro del Consejo de Indias y murió en Madrid el año 1576, aunque, por deseo suyo, lo enterraron en su pueblín.



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