(789) Pedro de la Gasca había decidido
hacer tres puentes por la parte estrecha del río, en una zona abrupta. Uno de
los encargados era el portugués Lope Martín, quien, aunque La Gasca había dicho
que no empezaran a hacerlos hasta que él llegara con la tropa, se impacientó y
empezó a prepararlos. Para ello lanzó las cuerdas que servirían de suelo, pero
las vieron los espías de Gonzalo Pizarro, los cuales, al anochecer, tuvieron
tiempo de cortar y quemar las de dos de los tres puentes. Fray Martín, un
fraile lego dominico, se lo pudo contar todo a La Gasca un día después. Su
disgusto fue enorme, por el error y el descuido de Lope, y por las posibles
consecuencias: "Lo que mayor pena le dio fue pensar que, antes de que la
tropa pudiese pasar al otro lado del río, llegaran los enemigos y se lo impidieran,
y que, además, adivinaran el camino que tenían pensado seguir. Le pareció que
el remedio de todo estaba en la rapidez, y decidió que, tras Valdivia y el
capitán Palomino, partiese el General Pedro Alonso de Hinojosa, con las tropas
de Pablo Meneses y Hernán Mejía, que eran de arcabuceros, para llegar al puente
que quedaba y pasar en balsas al otro lado, y así impedir que se quemasen sus
cuerdas. Ordenó que les siguieran otras compañías, y él se fue junto al
General, quedando el mariscal Alonso de Alvarado con el resto de los soldados
en el campamento".
Va a tener razón el cronista Inca
Garcilaso en que Francisco de Carvajal estaba perdiendo la confianza de Gonzalo
Pizarro. Veamos la humillante escena que va a tener que sufrir el viejo y
pundonoroso militar, el cual, en esta ocasión, dará lástima, a pesar de su mala
entraña, ya que, muy injustamente, le destrozarán su último sueño de gloria y
de valentía: "Cuando Gonzalo Pizarro supo lo que les pasaba a sus enemigos
en el río Apurimac, reunió a sus capitanes para pedirles opinión sobre lo que
convenía hacer para cortarle el paso al enemigo. El primero que habló fue
Francisco de Carvajal, y dijo: 'Esta tarea tiene que ser mía'. Gonzalo Pizarro
le respondió: 'Mirad, padre (solía llamarlo así), que os necesito cerca
de mí para lo que luego se ofreciere. Tenemos capitanes mozos y valientes, y
cualquiera de ellos podrá hacerlo bien'. Carvajal replicó: 'Suplico a vuestra
señoría que no me quite esta misión, pues mi buena fortuna me la ha ofrecido
para honrarme con ella en los posteros días de mi vida. Yo le prometo a vuestra
señoría que, si me concede esta petición, dentro de cuatro días le traeré la
corona de este imperio. No me niegue esta merced, pues la pido para grandeza de
vuestra señoría, y gloria mía y de todos los vuestros'. Gonzalo Pizarro volvió
a decir lo mismo que había dicho, y que tenía en la memoria sus hazañas, pero
que no quería verlo alejado de sí, por apreciarle como a un muy buen
padre".
Fueron palabras diplomáticas para
arrinconar al que acababa de ser el maravilloso estratega que le había dado en
Huarina una victoria que parecía imposible. Así que fue descartado, y se
procedió a la elección: "De común parecer, fue escogido el capitán Juan de
Acosta, porque sintieron que a Gonzalo Pizarro le gustaría así, pues ya otras
veces le había encargado semejantes misiones, pues lo tenía por valiente, y
ciertamente lo era, pero un capitán necesita, además de valentía, ser hábil,
prudente y sabio en la guerra, de lo cual le faltaba a este capitán lo que le
sobraba al maestre de campo Francisco de Carvajal".
(Imagen) Acabamos de ver que el portugués
LOPE MARTÍN PEREIRA (al que ya le dediqué una imagen) metió la pata empezando a
hacer un puente antes de tiempo. Aunque a Pedro de la Gasca le sintió fatal el
despiste, porque puso sobre aviso a los enemigos, sin embargo lo apreciaba
mucho como capitán. En las cartas que escribió el inteligentísimo y prudente
clérigo, habla de él repetidas veces. Lope había sido fiel a Gonzalo Pizarro,
pero recordemos que Francisco de Carvajal sospechó equivocadamente que era un
traidor, mandó ahorcarlo, falló el verdugo en el primer intento, y, cuando lo
iba a repetir, llegó un enviado de Gonzalo ordenando que no lo mataran. El
sarcástico Carvajal le dijo a Lope que ya no debía llamarse así, sino "el
hijo de la dicha". Pedro de la Gasca nos confirma indirectamente en una
carta, de diciembre de 1547, que Lope, quizá resentido contra Carvajal, ya
había traicionado a Gonzalo Pizarro. Cuenta que apresó a varios hombres suyos y
mató a dos arcabuceros corsos que habían matado a varios de los de Diego
Centeno "y ayudado a Gonzalo Pizarro cuando estaba caído" (lo cual es
otra prueba de que, contra lo que ocultaba el cronista Inca Garcilaso, cayó del
caballo, y su padre le prestó el suyo para que huyera). Llegada la paz, Pedro
de la Gasca se llevó a España a Lope Martín, donde pidió insistentemente al Rey
que premiara sus servicios, y hasta confió tanto en él, que le encargó una
misión diplomática en Flandes. Luego, y en mala hora, se le ocurrió volver a
Perú, y la diosa Fortuna dejó de protegerlo. Era el año 1552, y se embarcó
teniendo permiso para ir con la increíble cifra de 500 esclavos negros (quizá
fuera la merced concedida). Pero dos años después, el último rebelde, Francisco
Hernández Girón, lo apresó, le cortó la cabeza, y la llevó clavada en una pica
en la vanguardia de la batalla de Villacurí, de la que resultó vencedor, aunque
pronto perdió también la suya. El previsor LOPE MARTÍN PEREIRA le había dejado
un poder al arzobispo de Lima, Jerónimo de Loaysa, para que hiciera testamento
en su nombre. En la imagen vemos parte de la primera página (año 1559).
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