(780) No es difícil adivinar que Inca
Garcilaso va a disfrutar contando algo positivo de quien a todos asustaba, pero
que, en cierto modo, era apreciado y admirado por él desde su infancia:
"Digamos alguna cosa buena del maestre de campo Francisco de Carvajal, ya
que otros escriben que hizo muchas malas. Ocurrió en Arequipa, cuando iba
siguiendo a los que había vencido. Los que allí estaban de los que escaparon de
la batalla Huarina, y los pocos vecinos que en la ciudad vivían, que unos y
otros llegarían a cuarenta hombres, sabiendo que Carvajal iba hacia ellos,
huyeron por la costa hacia Lima". Nos dice el cronista que Carvajal envió
tras ellos a un capitán con 25 arcabuceros, "de los que se consideraban
discípulos suyos y a los que él llamaba hijos". Atraparon a todos los
huidos y se los trajeron a Carvajal: "Entre ellos venía un hombre noble,
vecino de la ciudad y uno de los primeros conquistadores (eran muy admirados en aquella sociedad), llamado Miguel Cornejo, el
cual, en años pasados, le había hecho un favor a Francisco de Carvajal, recién
llegado a Perú, sin tener indios ni fama. Llegó a Arequipa, camino de Las
Charcas, con su mujer, Catalina Leyton, una criada (casi seguro, Juana Leyton), y dos criados".
Luego explica qué favor le hizo, dado que
en aquellos tiempos la gente era muy solidaria: "Entonces, y hasta muchos
años después, no había mesones de hospedería en todo el Perú, ni siquiera
cuando yo salí de allí, el año 1560. Los caminantes iban a las casas de los
vecinos, pues había mucha generosidad, y les daban hospedaje, incluso por largo
tiempo, hasta que podían ganar de comer. Como Francisco de Carvajal no tenía ni
amigos ni parientes, estuvo en un rincón de la plaza con toda su familia.
Viéndolo Miguel Cornejo, se fue a él y le dijo: 'Señor, teniendo yo casa, no
hay necesidad de mesón para vuesa merced'. Les dio buen hospedaje hasta que el
Marqués Don Francisco Pizarro le dio un repartimiento de indios a Carvajal, pues
era uno de los hombres valiosos que Don Antonio de Mendoza, virrey de México,
le envió en ayuda cuando estaba cercado por los indios del príncipe Manco
Inca".
Viendo Carvajal a Cornejo ente los
apresados, lo tomó aparte, y le dijo que no temiera, ya que él no podía olvidar
la gran ayuda que le prestó cuando más la necesitaban él y su familia. Para
demostrarle lo agradecido que le estaba le prometió que no solo no haría nada
contra él, sino tampoco contra el resto de los vecinos. Y le contó algo sorprendente.
Miguel Cornejo había ayudado a Diego Centeno para que pudiera permanecer
escondido en una cueva, y evitar así que lo mataran los hombres de Gonzalo
Pizarro. Y le dice ahora Carvajal: "Para que sepa vuesa merced cuán vivo
traigo el recuerdo de su generosidad, le diré que tenía pleno conocimiento de
cómo y dónde se escondió Diego Centeno en un repartimiento de indios de vuesa
merced, de la cueva en la que estuvo encerrado, y de que los indios de vuesa
merced lo alimentaban. Bien pudiera yo entonces mandar a unos pocos soldados
que me lo trajeran preso, pero todo lo disimulé, para no darle pena a vuesa
merced, y para no enemistarle del gobernador Gonzalo Pizarro".
(Imagen) En las Indias hubo conatos de
desobediencia a los gobernadores, y raras veces prosperaron (como lo consiguió
Cortés), pero era una absoluta locura rebelarse contra el poderosísimo Carlos
V. El iluso Gonzalo Pizarro le escribía una carta, precisamente a ALONSO DE
VILLACORTA (el mismo de la imagen anterior), donde figuraba este patético
párrafo: "He enviado al capitán Hinojosa por mar, por la confianza que
tengo en su persona, Lleva mucha gente y los mejores navíos que se han visto (que pronto entregó a Pedro de la Gasca,
abandonando a Pizarro)". Después, en la batalla de Jaquijaguana,
Gonzalo Pizarro fue derrotado y ejecutado, junto a muchos de sus capitanes. En
ella había participado ALONSO DE VILLACORTA, pero ¿qué fue de él? El documento
de la imagen (año 1551) nos revela que no fue condenado a muerte, pero sí
duramente castigado (lo resumo): "Don Carlos, a todos los corregidores,
gobernadores, jueces, etc…, de la villa de Olmedo, como de otros lugares de
nuestros reinos. Salud y gracia: Sabed que nuestro Fiscal del Consejo de
Indias nos ha hecho relación de que un
Alonso de Villacorta, natural de la villa de Olmedo, que fue mayordomo de
Gonzalo Pizarro en todo el tiempo que estuvo rebelado contra nuestro servicio
en las provincias del Perú, le siguió y acompañó y favoreció con sus armas y
caballo en todos los encuentros que hubo con el capitán Diego Centeno en la
batalla de Huarina y en otras partes, y después con el licenciado La Gasca en
la de Jaquijaguana, peleando siempre contra nuestro Estandarte Real, en favor
de Gonzalo Pizarro, y que por ello el licenciado Cianca, oidor de la Audiencia
Real de las dichas provincias, le había condenado a destierro de ellas
perpetuamente, y en confiscación de todos sus bienes para nuestra Cámara y Fisco, como constaba por la
fe de la sentencia que contra él había dado, la cual se había ejecutado en
cuanto a la confiscación de los bienes que tenía en el Perú, pero que estaba por ejecutar la confiscación
de los bienes que el dicho Alonso de Villacorta posee en estos reinos de
España". Atendiendo esa comunicación del Fiscal del Consejo de Indias,
Carlos V dio orden de que se le confiscara todo, incluso los frutos y réditos
de sus propiedades.
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