(771) Aunque con muchos apuros, y a punto
de ser matado, consiguió Gonzalo Pizarro llegar a su escuadrón de infantería:
"Reconociéndole sus soldados, alzaron las picas para dejarle pasar, y
Gonzalo Silvestre, viendo que no lo había herido a pesar de las muchas
estocadas que en el costado le había dado, bajó la mano y le hizo de punta una
herida al caballo que resultó muy pequeña. Y tanto, que después, en sana paz, Silvestre
no osaba hablar de ello, para que no dijeran que fue el brazo tan débil como la
herida". Ya a salvo Gonzalo Pizarro, sus piqueros salieron tras sus
perseguidores para matarlos. Casi lo consiguieron con Silvestre, pero su
caballo, aunque mal herido, se revolvió y pudo escapar. Sin embargo, los otros
dos compañeros perdieron la vida: "Miguel de Vergara perseguía con tanta
ansia para que, como él decía, fuera suyo el traidor Gonzalo Pizarro, que se
metió tras él tres o cuatro hileras dentro del escuadrón, donde lo hicieron
pedazos a él y a su caballo. Francisco de Ulloa no resultó mejor parado,
porque, cuando revolvió su caballo para huir, salió un arcabucero que puso el
arcabuz en el riñón izquierdo de Ulloa, y allí le disparó, pasándole de parte a
parte. Otro soldado dio a su caballo una cuchillada que lo desjarretó de ambas
patas. Era tan bueno el caballo de color rucio (todas estas particularidades
oí, hasta los colores de los caballos), que aun herido salió con su dueño
encima, y a cincuenta pasos cayeron ambos muertos. Así fue el enfrentamiento de
las caballerías de Diego Centeno y Gonzalo Pizarro, tan cruel, que, al otro día
se encontraron allí ciento siete caballos muertos, más los que murieron
alejados, siendo el total de ambas partes ciento ochenta. Fue mi padre el que
los contó, por ser el caso tan sangriento y cruel. La primera vez que se
mencionó, no lo querían creer los oyentes, hasta que quien lo aseguraba dijo
que era Garcilaso de la Vega quien los contó, y entonces lo creyeron, con gran
admiración de caso tan extraño".
A
pesar de la derrota de los de Centeno, su caballería pudo con la de Gonzalo
Pizarro:
"Sus jinetes, viendo a Gonzalo Pizarro salvado en el escuadrón de
infantería, se volvieron sobre los pocos caballeros que habían quedado del
bando contrario, mataron a casi todos, y cantaron victoria. Uno de los muertos
fue el capitán Pedro de Fuentes, que había sido teniente de Gonzalo Pizarro en
la ciudad de Arequipa. Le dio un jinete de Centeno, con una porra de los
indios, un golpe tan bravo encima de la celada, que el pobre Pedro de Fuentes
cayó muerto en el suelo, con la cabeza hecha pedazos dentro de la celada, pues
el golpe se la abolló entera".
Aquellas guerras civiles eran sueños locos
de los rebeldes, pero hay que reconocerles una valentía impresionante. Visto
así, hasta el licenciado Cepeda, tan intrigante y ambicioso, merece un respeto,
pues arriesgaba la vida tanto como los demás, aunque, en la definitiva derrota
de Jaquijaguana, la salvó pasándose al bando de Pedro de la Gasca. Pero en esta
batalla se jugó el tipo: "También maltrataron al capitán licenciado
Cepeda, pues lo tuvieron rendido y lo maltrataron en el rostro, dándole una
cuchillada que le cruzó toda la cara por medio de las narices. Yo le vi después
en el Cuzco, y traía sobre la cicatriz un paño de tafetán negro, de una parte a
otra del rostro". Quizá no lo mataran por ser un funcionario muy
importante, y, aunque quedó desfigurado, pudo disfrutar la que fue su última
victoria con Gonzalo Pizarro.
(Imagen) PEDRO DE VALDIVIA forma parte del
grupo de los más grandes conquistadores de las Indias, junto a Hernán Cortés,
Francisco Pizarro y Gonzalo Jiménez de Quesada (los tres primeros, extremeños,
y el último, andaluz). En su viaje desde Chile a Perú el año 1547, se puso de
inmediato bajo las órdenes de Pedro de la Gasca para luchar contra Gonzalo
Pizarro. Hizo un gran trabajo, pero era hombre poco escrupuloso, y en Chile
había dejado a gente descontenta por algunos abusos. Cuando le llegaron a Pedro
de la Gasca por escrito las quejas, se vio sumergido en una incertidumbre muy
molesta, porque el principal objetivo de Valdivia en Perú era que le dieran la
gobernación (muy merecida) de todo lo que había conquistado en Chile. Veamos, en
un informe que le envió al Rey, las dudas que tuvo el concienzudo La Gasca, y
las razones que le hicieron concederle la gobernación. Lo resumo. Le dice que Valdivia
había rechazado una sustanciosa oferta que le hizo Gonzalo Pizarro para que se
incorporara a su ejército. Y añade: "Luchó con mucho celo en estas
batallas al servicio de Su Majestad. He comprobado que Pedro de Valdivia no
mandó matar a Pedro Sancho (protagonista de la imagen anterior), y,
además, el dicho Pedro Sancho no tenía concesión ninguna para aspirar a la
conquista de Chile, que es lo que más me preocupaba, pues habría sido muy necio
enviar como gobernador a Pedro de Valdivia si hubiese matado a Pedro Sancho, y
tuviera éste permiso de Su Majestad para gobernar aquellas tierras". Así
que reconoció a Pedro de Valdivia como gobernador de Chile. Pero aún hubo otro
sobresalto. Como cuenta el cronista Alonso de Góngora Marmolejo (mencionado en
la imagen anterior), estando ya en camino de vuelta Pedro de Valdivia, le
salieron al paso soldados de Pedro de la Gasca y se lo entregaron preso,
aunque, con gran alivio de La Gasca y de Valdivia, se aclaró un malentendido:
"Ha sido de mucho fruto la vuelta de Valdivia. Lo apresaron y me lo
trajeron porque creyeron que llevaba a Chile personas que iban desterradas a
España por haber formado parte de la rebelión de Gonzalo Pizarro, lo cual no
era cierto". Todo se resolvió, pero Góngora, quizá equivocado, dio una
versión que, aunque terminaba igual, era más complicada.
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