sábado, 22 de agosto de 2020

(Día 1194) Tenía solo ocho años Inca Garcilaso cuando vio entrar triunfante en el Cuzco a Gonzalo Pizarro. Pero lo que hacía Francisco de Carvajal era prepararse para la próxima (y última) batalla.

 

     (784) Con solo ocho años, andaba el cronista Inca Garcilaso por el Cuzco viendo el brillante espectáculo de la entrada de Gonzalo Pizarro, y, una vez más, se le ve a su padre perfectamente integrado en el grupo de los rebeldes: "Yo entré en la ciudad con ellos, pues el día anterior había salido a recibir a mi padre a tres leguas del Cuzco. Parte del camino lo hice a pie, y, en el resto, me llevaron dos indios a cuestas. Para la vuelta, me dieron un caballo y a quien lo llevase seguro, y vi todo lo que he dicho. Recuerdo dónde se aposentaron los capitanes, a los cuales conocí. Todo lo recuerdo, aunque han pasado sesenta años, porque la memoria guarda mejor lo que vio en su niñez".

     También nos cuenta que Francisco de Carvajal se puso de inmediato a preparar con la máxima diligencia todo lo que fuera conveniente para la próxima e inevitable batalla. Ya habló antes de que era enormemente meticuloso para conseguir la máxima eficacia y precisión de las armas, con especial interés en los arcabuces, y más después de que hubiesen sido el secreto del gran triunfo en Huarina: "Andaba siempre en una mula grande, entre parda y bermeja. Yo no lo vi en otra cabalgadura durante todo el tiempo que estuvo en el Cuzco, antes de la batalla de Jaquijaguana. Era tan diligente en conseguir lo que a su ejército le convenía, que a todas horas del día y de la noche le topaban sus soldados trabajando. Al pasar junto a ellos, les decía que no dejaran para mañana lo que podían hacer hoy. Si le preguntaban cuándo comía y cuándo dormía, les contestaba que, a los que quieren trabajar, para todo les sobra tiempo".

     Lo que cuenta Inca Garcilaso después, nos aclara en qué momento Francisco de Carvajal ahorcó a María Calderón por hacer campaña públicamente contra Gonzalo Pizarro, de lo que ya hemos hablado varias veces. Recordemos que ella y varias mujeres a las que lideraba huyeron de Arequipa para buscar mayor seguridad en el Cuzco. Ellas, sin duda, formaron parte de los que vieron con angustia la entrada triunfal de Gonzalo Pizarro en la ciudad. Se supone que todos se mordieron la lengua, pero ellas, no, y, especialmente, María, de la que dice Inca Garcilaso que era "una de las mujeres nobles de Arequipa". Fue entonces cuando Carvajal hizo su salvajada (con comentario sádico incluido). Lo que resulta extraño en el cronista es que se calle dos cosas que conocía perfectamente: su nombre, y que era la esposa del conquistador Jerónimo de Villegas (al que ya le dediqué una imagen). Este hecho también va, en parte, contra la promesa que, según Gonzalo Silvestre, le hizo Francisco de Carvajal a Miguel Cornejo de no matarlo a él ni a ninguno de los vecinos de Arequipa (como recogí en una imagen reciente).

     Aunque también es cierto que María Calderón abusó de temeridad frente a una serpiente venenosa: "Después de la batalla de Huarina, ella gritaba contra Gonzalo Pizarro, diciendo que se habían de acabar sus tiranías, como la de otros poderosos que habían alcanzado victorias más grandes que la suya. Daba como ejemplo a los griegos y a los antiguos romanos. Esto lo decía en público, sin temor y con tan poco recato, que la ahorcó en una ventana de su casa, después de haberle dado garrote". Pero, al menos, su profecía se cumplió al pie de la letra, y, además, muy pronto.

 

     (Imagen) Los cronistas ya nos han anticipado muchas veces el trágico final de Gonzalo Pizarro, y también lo que ocurrió después. La victoria de Pedro de la Gasca fue sensacional, y su mérito, enorme. Pero, de alguna manera, su política de apaciguamientos y recompensas (no le quedaba otra solución) no apagó del todo el fuego rebelde. Aunque también es cierto que ya nunca se convirtió en un incendio devorador, y, tras dos o tres alarmas, fue sofocado para siempre. El peor rebrote fue el provocado por el cacereño FRANCISCO HERNÁNDEZ GIRÓN, un gran capitán con trepidante biografía, pero al que le faltaron alcances para darse cuenta de que su aventura iba a acabar inevitablemente mal. Fu ejecutado el año 1554. En un informe que se envió (sin destino conocido) poco antes, pero ese mismo año, se escribió el párrafo que figura en la imagen: "Francisco Girón y los demás se alzaron por ver las libertades de los indios, y porque no se les daba bastante de comer (encomiendas rentables), habiendo sido ellos los conquistadores de todo el Perú". En una carta que escribió desde Lima Pedro de la Gasca (medio desesperado) al Consejo de Indias, el año 1548 (muerto Gonzalo Pizarro), ya veía venir el problema: "Ha llegado a esta ciudad tanta gente de los que han quedado sin encomiendas de indios, que me pone en gran congoja, porque es tan inoportuna y desvergonzada, que no sé llevarme con ella, pues ni me bastan buenas palabras, ni razones, ni enojarme. Vino el mariscal Alonso de Alvarado para ayudarme contra estas desvergüenzas, pero no bastó, porque todos en esta tierra se han acostumbrado a ser señores de la Hacienda de su Majestad y de la de los particulares". Y lo achaca a que se les mimó en exceso en los dos bandos: "Gonzalo Pizarro tenía necesidad de dárselo todo para mantener su rebeldía; y a Diego Centeno, con el deseo que tenía de servir a Su Majestad, le era forzado hacer lo mismo". Se calla que también él tuvo que prometer premios que luego no pudo dar. Era tan grave el problema, que se expulsó de Perú a muchos que estaban vagueando, y, en primer lugar, a los que no fueron fieles al servicio de su Majestad. Otro de los paliativos fue el de organizar nuevas expediciones de conquista. Pero se tardó años en curar el mal.



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