(782) Según el cronista, Francisco de la
Peña se hizo famoso por su resistencia: "El que hizo de cirujano, sin
serlo, no teniendo mejor herramienta para quitarle el casco, se lo arrancó con
unas tenazas de veterinario, y así lo curó. Lo extraño fue que sanó de aquellas
heridas, y de las otras, sin fiebre, y sin dejar de comer todo lo que le ponían
en las manos. Lo cual se contaba después como algo nunca visto, y desde
entonces le llamaban Francisco Peña, y no de la Peña".
Nos habla ahora el cronista del impacto de
la derrota de Centeno. Francisco Bosso había llegado antes de la batalla al
valle de Jauja, donde estaba Pedro de la Gasca, y traía tan entusiásticas
noticias acerca de la superioridad del ejército de Diego Centeno, que todos lo
celebraron eufóricos, dando por hecho que la victoria iba a ser segura:
"Hasta el punto de que el presidente La Gasca y los de su Consejo pensaban
no solo en dejar de alistar más gente, sino hasta en deshacer su ejército,
porque les parecía que era un gasto superfluo. Pero entonces le llegó a Pedro
de la Gasca la noticia de la derrota de Diego Centeno. Y luego la confirmó el
obispo del Cuzco (Juan Solano), quien
dio larga relación de los hechos, por ser testigo de ellos. El presidente La
Gasca y todos los vecinos lo sintieron gravísimamente".
El párrafo que sigue tiene dudosa lógica,
ya que, en principio, una derrota siempre es un mal para el vencido y un bien
para el vencedor: "A los capitanes y soldados no les dio pena ninguna la
noticia; al contrario, se alegraron. Porque la riqueza de los soldados es la
guerra, y, cuanto más dura, más honra y premio esperan sacar de ella". Y
precisamente porque era un desastre para todos, Pedro de la Gasca se dedicó a
fondo a animar a sus soldados, con una arenga centrada en lo positivo y la
esperanza, pues él "estaba confiado en que todo iría encaminado al
servicio del Rey, el cual les gratificaría conforme a sus grandes méritos,
haciéndoles señores de todo aquel imperio".
Pedro de la Gasca reaccionó con un
derroche de actividad organizadora, para reforzar al máximo su ejército de cara
a la inevitable batalla siguiente, que fue la que les dio la victoria definitiva,
y trajo la derrota y muerte de Gonzalo Pizarro. Luego envió a varios capitanes
a distintos sitios para obtener suministros, armas y más soldados para su
ejército. Cita en concreto al mariscal Alonso de Alvarado y al capitán Alonso
Mercadillo, así como al portugués Lope Martín, "para que fuese con
cincuenta hombres hacia el Cuzco, para recoger y amparar a los de Diego Centeno
que viniesen huyendo".
Así como Pedro de la Gasca se preparaba
para la guerra, Gonzalo Pizarro pensaba en ella, pero, inesperadamente, él y
sus hombres imaginaron otra alternativa: "Habiendo cumplido con los
difuntos, pretendió Gonzalo Pizarro ir al Cuzco, pero no pudo hacerlo en muchos
días, por el impedimento de los muchos heridos que llevaba. Yendo de camino, el
licenciado Cepeda le recordó a Gonzalo Pizarro la promesa que había hecho de
tratar un acuerdo de paz con el presidente La Gasca cuando surgiese la ocasión,
y le dijo que era un momento muy apropiado para obtener ventajas".
(Imagen) Dediqué una imagen a las andanzas
del conflictivo cura vasco DOMINGO RUIZ DE DURANA, pero no me resisto a recoger
algunas frases que el gran Pedro de la Gasca le dedica, en las que se ve claro
que el reverendo era un problema ambulante. Tenía como virtud una gran
valentía, y, como defectos principales, una ambición desmedida y muy mal
perder. La imagen de hoy corresponde a una nueva protesta que hizo ante el Rey
en 1548 después de ser vencido Gonzalo Pizarro. Se queja una vez más de que no
le han recompensado debidamente los servicios que prestó en Perú. El pesado
clérigo dice: "Pido que me sea concedida la merced que ya he suplicado a
Vuestra Alteza, y, si necesario es, la pido y suplico de nuevo". El 28 de
enero de 1549 (casi un año después de ser vencido y ejecutado Gonzalo Pizarro),
Pedro de la Gasca envió un amplio escrito al Consejo de Indias. Entre otras
cosas, se refería a que enviaba a España desterrados a tres clérigos que habían
colaborado con los rebeldes. Uno de ellos era DOMINGO RUIZ, del que resume su
complicado currículo. Era partidario de Gonzalo Pizarro, pero, por haberle
negado un caballo, se pasó al bando de Diego Centeno, con el que que pronto
tuvo un conflicto. Le pidió que le nombrara alférez general de su tropa, y
Centeno, prefiriendo a Diego Álvarez, dejó que decidiera el obispo del Cuzco,
quien le hizo comprender a Domingo que, como clérigo, no podía ejercer ese
puesto. El caso es que después Domingo Ruiz se comportó ejemplarmente, ayudando
en todo a Centeno, pero, cuando derrotaron a Gonzalo Pizarro, promovió un motín
en el Cuzco con algunos paisanos vascos, por parecerles injustos los repartos
de indios que les dieron. El obispo del Cuzco le mandó preso a Domingo adonde
Pedro de la Gasca, quien trató de calmarlo: "Lo recibí benignamente en mi
posada, sin prisiones, y mandando que le dieran todo lo necesario, pero, tras
oír a Juanes de Cortázar, paisano suyo, que el sosiego que mostraba el clérigo
era falso, decidí que cumpliera su destierro en España, y, aun así, viendo que
en algo había servido bien, le di otros mil pesos de pensión. Me han dicho que
piensa regresar de España, pero me parece que, a hombre tan bullicioso y amigo
de desasosiegos no se le debe dejar volver".
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