jueves, 20 de agosto de 2020

(Día 1192) La inesperada victoria de Gonzalo Pizarro destrozó la moral de los hombres de Pedro de la Gasca, quien los animó y se dedicó intensamente a reforzar sus tropas. El licenciado Cepeda le dijo a Gonzalo Pizarro que era el momento de negociar una paz.

 

     (782) Según el cronista, Francisco de la Peña se hizo famoso por su resistencia: "El que hizo de cirujano, sin serlo, no teniendo mejor herramienta para quitarle el casco, se lo arrancó con unas tenazas de veterinario, y así lo curó. Lo extraño fue que sanó de aquellas heridas, y de las otras, sin fiebre, y sin dejar de comer todo lo que le ponían en las manos. Lo cual se contaba después como algo nunca visto, y desde entonces le llamaban Francisco Peña, y no de la Peña".

     Nos habla ahora el cronista del impacto de la derrota de Centeno. Francisco Bosso había llegado antes de la batalla al valle de Jauja, donde estaba Pedro de la Gasca, y traía tan entusiásticas noticias acerca de la superioridad del ejército de Diego Centeno, que todos lo celebraron eufóricos, dando por hecho que la victoria iba a ser segura: "Hasta el punto de que el presidente La Gasca y los de su Consejo pensaban no solo en dejar de alistar más gente, sino hasta en deshacer su ejército, porque les parecía que era un gasto superfluo. Pero entonces le llegó a Pedro de la Gasca la noticia de la derrota de Diego Centeno. Y luego la confirmó el obispo del Cuzco (Juan Solano), quien dio larga relación de los hechos, por ser testigo de ellos. El presidente La Gasca y todos los vecinos lo sintieron gravísimamente".

     El párrafo que sigue tiene dudosa lógica, ya que, en principio, una derrota siempre es un mal para el vencido y un bien para el vencedor: "A los capitanes y soldados no les dio pena ninguna la noticia; al contrario, se alegraron. Porque la riqueza de los soldados es la guerra, y, cuanto más dura, más honra y premio esperan sacar de ella". Y precisamente porque era un desastre para todos, Pedro de la Gasca se dedicó a fondo a animar a sus soldados, con una arenga centrada en lo positivo y la esperanza, pues él "estaba confiado en que todo iría encaminado al servicio del Rey, el cual les gratificaría conforme a sus grandes méritos, haciéndoles señores de todo aquel imperio".

     Pedro de la Gasca reaccionó con un derroche de actividad organizadora, para reforzar al máximo su ejército de cara a la inevitable batalla siguiente, que fue la que les dio la victoria definitiva, y trajo la derrota y muerte de Gonzalo Pizarro. Luego envió a varios capitanes a distintos sitios para obtener suministros, armas y más soldados para su ejército. Cita en concreto al mariscal Alonso de Alvarado y al capitán Alonso Mercadillo, así como al portugués Lope Martín, "para que fuese con cincuenta hombres hacia el Cuzco, para recoger y amparar a los de Diego Centeno que viniesen huyendo".

     Así como Pedro de la Gasca se preparaba para la guerra, Gonzalo Pizarro pensaba en ella, pero, inesperadamente, él y sus hombres imaginaron otra alternativa: "Habiendo cumplido con los difuntos, pretendió Gonzalo Pizarro ir al Cuzco, pero no pudo hacerlo en muchos días, por el impedimento de los muchos heridos que llevaba. Yendo de camino, el licenciado Cepeda le recordó a Gonzalo Pizarro la promesa que había hecho de tratar un acuerdo de paz con el presidente La Gasca cuando surgiese la ocasión, y le dijo que era un momento muy apropiado para obtener ventajas".

 

     (Imagen) Dediqué una imagen a las andanzas del conflictivo cura vasco DOMINGO RUIZ DE DURANA, pero no me resisto a recoger algunas frases que el gran Pedro de la Gasca le dedica, en las que se ve claro que el reverendo era un problema ambulante. Tenía como virtud una gran valentía, y, como defectos principales, una ambición desmedida y muy mal perder. La imagen de hoy corresponde a una nueva protesta que hizo ante el Rey en 1548 después de ser vencido Gonzalo Pizarro. Se queja una vez más de que no le han recompensado debidamente los servicios que prestó en Perú. El pesado clérigo dice: "Pido que me sea concedida la merced que ya he suplicado a Vuestra Alteza, y, si necesario es, la pido y suplico de nuevo". El 28 de enero de 1549 (casi un año después de ser vencido y ejecutado Gonzalo Pizarro), Pedro de la Gasca envió un amplio escrito al Consejo de Indias. Entre otras cosas, se refería a que enviaba a España desterrados a tres clérigos que habían colaborado con los rebeldes. Uno de ellos era DOMINGO RUIZ, del que resume su complicado currículo. Era partidario de Gonzalo Pizarro, pero, por haberle negado un caballo, se pasó al bando de Diego Centeno, con el que que pronto tuvo un conflicto. Le pidió que le nombrara alférez general de su tropa, y Centeno, prefiriendo a Diego Álvarez, dejó que decidiera el obispo del Cuzco, quien le hizo comprender a Domingo que, como clérigo, no podía ejercer ese puesto. El caso es que después Domingo Ruiz se comportó ejemplarmente, ayudando en todo a Centeno, pero, cuando derrotaron a Gonzalo Pizarro, promovió un motín en el Cuzco con algunos paisanos vascos, por parecerles injustos los repartos de indios que les dieron. El obispo del Cuzco le mandó preso a Domingo adonde Pedro de la Gasca, quien trató de calmarlo: "Lo recibí benignamente en mi posada, sin prisiones, y mandando que le dieran todo lo necesario, pero, tras oír a Juanes de Cortázar, paisano suyo, que el sosiego que mostraba el clérigo era falso, decidí que cumpliera su destierro en España, y, aun así, viendo que en algo había servido bien, le di otros mil pesos de pensión. Me han dicho que piensa regresar de España, pero me parece que, a hombre tan bullicioso y amigo de desasosiegos no se le debe dejar volver".



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