(786) Fue entonces también cuando llegó
otro gran capitán, Pedro de Valdivia. Ya vimos que había ido a Perú desde Chile
esperando para que le confirmara Pedro de la Gasca como gobernador de aquellas
tierras, que con tanto mérito había conquistado, pero, por convencimiento, por
ganarse el favor de La Gasca, o por ambas cosas, decidió echarle una mano en su
lucha contra Gonzalo Pizarro. Solamente Inca Garcilasohabla (recogiendo las
palabras del cronista Agustín de Zárate) de otro motivo, también cierto: "De
los últimos que se unieron al ejército, fue Pedro de Valdivia, con otros ocho
de a caballo. Había llegado por mar a Lima desde Chile para llevar gente y
munición que le ayudase a acabar la conquista de aquella tierra. Al saber en su
llegada cómo andaban los asuntos, fue con los que le acompañaban en busca del
presidente Pedro de la Gasca. El cual, al verlo, lo tuvo por gran fortuna,
porque, aunque ya tenía capitanes muy principales y ricos, ninguno había tan
experimentado y diestro en las cosas de la guerra como Valdivia, ni que se
pudiese igualar como él en habilidad y astucia al capitán Francisco de
Carvajal, gracias al cual ganó muchas batallas Gonzalo Pizarro, especialmente
la de Huarina contra Diego Centeno. Todos atribuían esta victoria al conocimiento
de la guerra que Francisco de Carvajal tenía, y por ello estaban atemorizados
los del campo del presidente, pero, con la llegada de Valdivia, se animaron en
gran manera".
Ya nos va quedando claro que los cronistas
criticaban implacablemente las crueldades de Francisco de Carvajal, pero todos
admiraban su eficacia como experto militar, a lo que añadía su propio ingenio.
También Inca Garcilaso lo hacía, pero con un afán de suavizar lo que se
escribía sobre él. Quizá esa forma de juzgarlo benévolamente la aprendiera de
su propio padre, Sebastián Garcilaso de la Vega. Así que ahora Inca Garcilaso
no desaprovecha la ocasión de ensalzarlo, pero se le va la mano en las
alabanzas: "Esto último son
palabras de Agustín de Zárate, el cual loando a Pedro de Valdivia, loa mucho
más a Francisco de Carvajal. Y con mucha razón, porque, en la milicia, fue
eminentísimo, por encima de todos los que han pasado al Nuevo Mundo".
Los cronistas (que se copian unos a otros)
suelen hablar de algo poco ejemplar que hizo Pedro de Valdivia antes de salir
de Chile hacia el Perú. Inca Garcilaso recoge la versión que escribió Diego
Fernández ('El Palentino'): "Estando Pedro de Valdivia en Chile, tuvo
noticias de que Gonzalo Pizarro se había rebelado. Pidió prestado oro a personas
que le pareció que lo tenían, diciendo que lo necesitaba para enviar a Perú a
Francisco de Villagra con el fin de reclutar gente para terminar la conquista
de Chile, pero nadie atendió su deseo. Entonces les dijo a los ricos que les
daba licencia para irse al Perú con su oro, para que, viéndolo, se animase
gente a venir a Chile. Muchos decidieron hacerlo y fueron a embarcarse, yendo
con ellos Francisco de Villagra, que era la persona que tenía que volver con la
gente". Pedro de Valdivia dejó que fueran todos al puerto, quedándose él
en la ciudad de Santiago. Pero todo era una argucia para llevar a cabo un
mezquino plan.
(Imagen) El cronista nos ha
mencionado que, entre los capitanes de infantería que nombró Pedro de la Gasca,
estaba DON BALTASAR DE CASTILLA. Pero también tuvo protagonismo DON SEBASTIÁN
DE CASTILLA, y se los suele confundir, hasta el punto de decirse que era uno
solo, al cual se le citaba con los dos nombres. El asunto es más sencillo. Eran
hermanos, e hijos del primer Conde de La Gomera (Canarias). Una prueba
irrefutable es que el año 1549, muerto ya Gonzalo Pizarro, el Rey le mandó a
Pedro de la Gasca un escrito "en recomendación de
Don Baltasar de Castilla y Don Sebastián
de Castilla". Eso deja claro también que los dos estuvieron luchando
en el bando legal cuando Gonzalo Pizarro fue derrotado y ejecutado. Luego Don
Sebastián de Castilla tuvo una deriva fatal: intrigó para provocar otra
rebelión, hasta el punto de que mató a Pedro Alonso de Hinojosa (el que había
entregado la flota a La Gasca) por no acompañarle en la triste aventura.
Ocurrió después que sus propios compinches, deseosos de ganar méritos para
salvar el pellejo, y dirigidos por el ruin Vasco Godínez, lo mataron vilmente
en 1553. Ese mismo año, tenía permiso para ir a España su hermano BALTASAR,
pero no pudo hacer el viaje. Estando entonces en rebeldía Francisco Hernández
de Girón, que era amigo suyo, quiso que se le uniera, pero se negó. Al
enterarse de que huía para servir en las fuerzas del Rey, mandó ir en su busca.
Una vez preso, le confió el juicio al licenciado Diego de Alvarado, el cual
odiaba personalmente a Baltasar (habían tenido un duelo), lo condenó a muerte,
y lo ejecutaron. En 1556, una rica encomienda de indios que tenía concedida
Baltasar, se la adjudicaron a su padre, el conde Guillén Peraza de Ayala, pero
con la condición, que no pudo cumplir, de irse a vivir a Perú. Renunció a la
encomienda a cambio de una compensación económica, y murió en 1565, a la edad
de 80 años. Por el documento de la imagen sabemos que el año 1575 reclamó esos
derechos, aún no satisfechos, otro hijo suyo, Don Pedro de Castilla. Era uno de
los quince hijos que el conde tuvo con la aristocrática María de Castilla y de
Toledo, fallecida en 1559.
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