jueves, 13 de agosto de 2020

(Día 1186) El cronista describe el terrible desamparo en su huida de los hombres de Centeno, muchos de ellos gravemente heridos, y, de paso, intenta de nuevo limpiar el buen nombre de su padre, pero los archivos de PEDRO DE LA GASCA tumban su versión.

 

     (776) La huida de los derrotados fue muy azarosa: "Tuvieron muchos duelos y mala ventura, estando heridos y maltratados, sin descanso ni médico ni medicinas ni una choza en la que abrigarse aquella noche del excesivo frío, y solo imaginarlo causa horror. Lo primero que Gonzalo Silvestre les pidió a sus indios fue las herramientas para el caballo, pues los españoles acostumbraban a ir equipados para herrarlos. Llevaban una talega con doscientos clavos y cuatro herraduras, porque los pueblos están muy lejos los unos de los otros, y los caminos son muy ásperos (da la impresión de que están narrando lo que Silvestre le contaba). Luego partió, dejando a los indios muy llorosos. Por aquellos campos vio gente sin número, españoles e indios que iban huyendo sin saber a dónde. Entre los cuales alcanzó a un español que tenía varias heridas, una de ellas encima del riñón derecho, yendo él echado sobre el pescuezo de su rocín, porque no podía ir enhiesto. Una india de su servicio lo acompañaba a pie y le decía: 'Esfuérzate, señor, para huir de estos traidores, y no temas que yo te deje antes de verte sano".

     Cuando anocheció, Gonzalo Silvestre paró a descansar a un lado del camino, y luego llegó donde él estaba un grupo de gente: "Eran más de veinte españoles, algunos heridos y otros sanos, acompañados por unos veinte indios. Los heridos no sabían cómo curarse, pero quiso Dios que uno de los indios llevara una petaca llena de velas de sebo, y los indios de servicio les dijeron a sus amos que con el sebo podían curar sus heridas. Ellos mismos lo derritieron en dos cascos de hierro, y haciendo polvo estiércol de ganado, que en aquellos campos había mucho, lo mezclaron con el sebo, y así, tan caliente como se podía aguantar, lo echaron sobre las heridas de los españoles y de los caballos, y el remedio fue tal, que sanaron todos. Estas cosas pasaron en aquellos desiertos, de lo cual me informaron (se supone que a través de Silvestre)".

     De seguido, Inca Garcilaso va a dar su versión sobre la ayuda que le prestó su padre a Gonzalo Pizarro. Veremos si nos convence: "El cronista Francisco López de Gómara dice que Gonzalo Pizarro habría corrido peligro si Garcilaso no le diera un caballo. Por su parte, Agustín de Zárate escribió: 'Viendo los de Diego Centeno el desbarate de la infantería enemiga, hicieron otra arremetida, haciendo mucho daño, y le mataron el caballo a Gonzalo Pizarro, al cual le derribaron en el suelo sin herirlo'. Y más adelante, añade: 'Pedro de los Ríos y Antonio de Ulloa derribaron a toda la gente de Pizarro, sin que quedaran sobre las sillas más de diez. En este encuentro fue derribado Gonzalo Pizarro, y Garcilaso de la Vega, que había aguantado sobre la silla, se apeó, le dio su caballo y le ayudó a subir'. Todo esto dicen esos autores de mi padre. Pero yo ya he escrito que Gonzalo Pizarro no tomó el caballo de mi padre durante la batalla, sino después de ella, aunque no me extraña que los historiadores oyeran otra versión, porque recuerdo que algunos mestizos condiscípulos míos (eran todos niños) me decían que habían oído contarlo así". Inca Garcilaso seguirá dando razones (que veremos a continuación), pero es curioso que no se ocupe de rechazar ya otro detalle: que su padre estaba inmerso en la batalla (siempre decía que se quedaba al margen).

 

     (Imagen) Aunque es de suponer que los cronistas se sirvieron también de la correspondencia que Pedro de la Gasca tenía archivada, voy a copiar unos párrafos que escribió en un informe que le envió al Consejo de Indias el 27 de diciembre de 1547, aportando datos sobre la terrible derrota que sufrió su capitán Diego Centeno en Huarina (el 20 de octubre anterior) frente a Gonzalo Pizarro. Se los facilitó el canario Diego de Alday, un soldado que participó en la lucha. Veremos por qué el previsible vencedor fue derrotado: "Me dijo Alday que Diego Centeno se encontraba tan malo entonces de un dolor de costado que ya le duraba ocho días, que no pudo entrar en la batalla, sino solamente verla de lejos. Pero que la gente de Centeno, teniendo en muy poco a los de Gonzalo Pizarro (su ejército era muy inferior), los acometieron". Como ya vimos, la otra fatalidad para los de Centeno fue la hábil estrategia de Francisco de Carvajal para provocarles el ataque, manteniendo él a la espera su poderosa arcabucería. Alday le siguió contando: "Los de la infantería de Centeno llegaron muy cansados por el mucho trecho que tuvieron que recorrer para atacar, y los arcabuceros mataron en la primera rociada a muchos de ellos y a todos los capitanes de la primera hilera. Luego dispararon sobre la caballería matando a bastantes, entre ellos a Juan de Arbe y a un tal Vergara, que habían derribado a Gonzalo Pizarro y estaban sobre él, y así los suyos le facilitaron entrar en su escuadrón". Después, tras ver la masacre que los de Carvajal habían hecho, y que Centeno no podía dirigirlos, ni tenían capitanes que lo hicieran, todos huyeron como pudieron, Diego Centeno incluido. Fue el mayor desastre de las guerras civiles, y con gran mérito de los de Gonzalo Pizarro. Por otra parte, aunque Inca Garcilaso se empeñaba en decir que su padre no le cedió su caballo a Gonzalo Pizarro, puesto que no fue derribado, las palabras de La Gasca zanjan la cuestión: había caído al suelo y lo iban a matar. En la imagen vemos Jauja (allí se encontraba La Gasca), el emplazamiento de Huarina (junto al lago Titicaca) y, muy cerca del Cuzco, Jaquijaguana, donde, seis meses después, se acabará la rebeldía y la vida de Gonzalo Pizarro, y del hábil y terrible Carvajal.



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