viernes, 30 de agosto de 2019

(Día 924) García de Alvarado buscó aliados contra Cristóbal de Sotelo. Decidió finalmente matarlo. Uno de los sospechosos de estar implicados fue Juan Balsa. Cieza atribuye la muerte de los dos a un designio divino.


     (514) Al ver esfumados sus sueños, Almagro el Viejo y sus tropas quedaron totalmente frustrados, y, además, rabiosos por entender, con bastante razón, que Pizarro les había engañado. Se decidió resolver el pleito a las bravas. Derrotados después los almagristas, cayeron en la miseria y el desprecio. Mataron a Pizarro para hacerse con el poder, pero era una victoria pírrica, condenada al fracaso, especialmente porque resultaba imposible triunfar contra la Corona. En el fondo de su alma, tenían que saber que, aunque seguían luchando, su destino era el despeñadero.
     En consonancia con lo que acabo de decir, también Cieza pone de relieve que la indisciplina y la brutalidad eran más intensas en las tropas de los almagristas, pero él lo atribuye principalmente a un designio de Dios: “Como ya se acercaba el tiempo en el que el campo de Chupas (la inminente guerra) con sus laderas había de recoger la noble sangre española, y el bando de los Almagro había de tener fin, era necesario para su destrucción, y para que las exequias del Marqués Pizarro fuesen rememoradas, que la emulación y la malquerencia acabasen de matar a los principales capitanes de los almagristas, facilitando el triunfo de los pizarristas, pues, habiendo ya muerto Francisco de Chávez y Juan de Rada, con la ponzoña que dicen que Juan Balsa le dio (en un comentario que ya vimos, Cieza lo consideraba un simple rumor), no quedaban ahora más que Cristóbal de Sotelo y García de Alvarado, y, para que estos también acabasen como los demás, se guió de esta manera”.
     Veamos, pues, la tragedia: “García de Alvarado, que era animoso, y venía muy soberbio de Arequipa y con muchos dineros robados, sintiendo que Sotelo fuese más importante que él y siempre superior  a todos, tomó amistad, fingida o verdadera, con muchos que habían sido soldados del capitán Francisco de Chávez, y que estaban mal contra Sotelo porque decían que por su causa había sido matado. Los atraía a su voluntad para aprovecharse de ellos cuando se viese en necesidad, y al mismo Don Diego de Almagro el Mozo lo tenía en poco. Le gustaba tratar de Sotelo afeando sus cosas, e los cómplices que tenía en este negocio eran Rodrigo Núñez, que había sido maese de campo del Adelantado Diego de Almagro, hombre de no mucho saber y poco consejo, Martín Carrillo, Juan Rodríguez Barragán y otros muchos”.
    Sotelo se enteró de que algo tramaban, pero disimuló su preocupación. Además dio la casualidad de que entonces enfermó seriamente: “Se sintió con mala disposición de unas calenturas, de las que echó por la parte inferior una culebra o lombriz de más de una braza. Don Diego, los capitanes y los vecinos de la ciudad le iban a visitar, haciendo lo mismo muchos soldados amigos suyos. Hablando con algunos de ellos,  dijo que no tenía en nada a cuantos Alvarados había habido o había. No tardó mucho en saberlo García de Alvarado, tomó intención dañada contra Sotelo y determinó matarlo”.
     Luego se produjo algo extraño. García de Alvarado se dirigía con otros a visitar a Sotelo. Era una pamema, pero difícil de disimular porque no tenía más que un fin lógico. Por el camino se encontraron con Juan Balsa y le invitaron a ir con ellos. Estuvo de acuerdo, pero se diría más bien que Balsa era otro de los implicados, aunque pareció proteger a Sotelo.

     (Imagen) JUAN BALSA llegó muy joven a Perú, y estuvo siempre muy ligado a Diego de Almagro, primero como criado suyo, y luego luchando con él en la terrible aventura de Perú y en el enfrentamiento contra Pizarro. Se ganó la total confianza de Almagro, figurando como albacea de su testamento, en el que estableció como curadores de su hijo, Almagro el Mozo, a él y a Juan de Rada. Fue almagrista inquebrantable hasta su muerte, a manos de los indios, el año 1542, cuando huía de la derrota sufrida en la batalla de Chupas, tras la que fue ejecutado Almagro el Mozo. Convendrá añadir algunos datos a lo que ya vimos anteriormente sobre él, porque pronto será protagonista de hechos dramáticos, en los que se  mostrará como una persona manipuladora y astuta, absolutamente fiel a Almagro el Mozo, pero capaz de hacer un doble juego con algunos compañeros de armas, a veces, justificado. Hay una situación anterior que quizá pudiera haber evitado la muerte de Pizarro y las guerras que trajo como consecuencia. Dos años antes de su asesinato, Pizarro impidió que Diego de Almagro el Mozo, Juan de Rada y Juan Balsa vinieran a España. Sabía que tenían la intención de darle al Rey su propia versión del asesinato de Almagro. No se imaginaba Pizarro que iba a ser mucho peor el remedio que la enfermedad. Para anular la prohibición de Pizarro, solicitaron directamente el permiso al Rey, y lo obtuvieron, pero en abril de 1541, cuando ya estaba en marcha, de forma imparable, la conspiración que acabó con el asesinato de Pizarro dos meses después. Así estaba encabezado el permiso: “Real Cédula de Don Carlos a Francisco Pizarro, por la que le manda que dé licencia de dos años, para venir a España, a Diego de Almagro, Juan de Rada y Juan Balsa, hijo y curadores del Adelantado Diego de Almagro”. Demasiado tarde. Cieza diría que “Dios lo quiso”.




(Día 923) Los dos principales capitanes de Almagro eran muy diferentes, poco fiable García de Alvarado, y muy caballeroso Cristóbal de Sotelo, quien tuvo que matar a un alborotador, con protesta de García de Alvarado.


     (513) Vimos atrás cómo se sembró una mala semilla que ahora irá creciendo y  terminará en tragedia. Resulta llamativo que tuviera Diego de Almagro el Mozo dos capitanes muy valiosos, pero tan distintos de carácter y comportamiento. Empecemos con el primero: “García de Alvarado, enviado por Don Diego, había llegado a Arequipa,  donde hizo grandes desafueros. Mató a un vecino que se llamaba Montenegro, y a otro español. Dicen que llevaba tan gran codicia, que tomaba las cosas sagradas de plata y de oro que halló en las iglesias. Después de hacer no pocos insultos, con la gente e armas que pudo obtener se fue para el Cuzco, donde fue bien recibido por Don Diego de Almagro”.
     Sigamos con el segundo: “Cristóbal de Sotelo bien sabía la muerte que Martín Carrillo había dado en Huamanga a Baltanás (amigo de Sotelo), y que entre él y García de Alvarado había habido pláticas para ser sus enemigos disimuladamente. Pero, mirando que en semejantes tiempos no convenía andar en puntas (disputas),  disimuló lo  que en su pecho tenía. García de Alvarado les decía a algunos que Sotelo había hecho mal en nombrar a Juan Gutiérrez Malaver capitán de la gente que había reunido en el Cuzco, y que no se podía pasar por ello. Cistóbal de Sotelo se encargaba en la ciudad de proveer las cosas necesarias, e tenía gran cuidado en que la gente de guerra no hiciese ningún robo, ni insultos, ni agraviasen a los indios.  Pero dos soldados que se llamaban los Machines entraron en casa del capitán Gabriel de Rojas a matar a otro soldado e aprovecharse de lo que pudiesen. Finalmente, ellos mataron al que querían mal, y, cuando tuvo aviso de ello Sotelo, con mucha presteza los buscó, mandó prenderlos, e dijo que se confesasen, porque iba a mandar matarlos por el delito que habían cometido”.
     A muchos soldados revoltosos no les gustó la decisión de Sotelo: “Como a los que estaban en el Cuzco les pareciese que  solo se debían castigar los delitos contra la disciplina militar en acción de guerra, se alborotaron mucho al saber de la prisión de los Machines. Le llegó la noticia a Don Diego de Almagro, pero no tomó ninguna decisión. García de Alvarado e Salcedo determinaron rogarle a Sotelo que los perdonase. Llegado primero Salcedo a la cárcel, no le quisieron abrir, ni Sotelo hizo nada sobre lo que le rogaba. Salcedo a grandes voces le dijo que mirase que aquellos soldados eran sus amigos, y que se lo pedía por justicia. Luego llegó García de Alvarado, y tampoco quisieron abrirle ni responderle. Y Sotelo, basándose en la información sobre el asunto por el que habían sido apresados, mandó ahorcar a uno de ellos”.
     A nada que se piense, salta a la vista que el desarrollo de las guerras civiles fue agravándose  fatalmente a partir de un comienzo mal planteado, y precipitado por la ceguera de las pasiones. Los respectivos derechos de Pizarro y Almagro eran legalmente discutibles. A eso se añadía que Pizarro era ya el glorioso dueño del Perú, mientras que Almagro, en un principio dispuesto a quedarse con la zona chilena porque prometía grandes riquezas, fracasó en su campaña.
    
     (Imagen) Había algo que, sin duda, torturaba a los almagristas: saber que intentaban lo imposible. Su rebeldía contra la autoridad del Rey estaba condenada al fracaso. Quizá sea ese malestar y esa mala conciencia lo que explique el exceso de episodios violentos  entre los propios almagristas. García de Alvarado, para poder matar a Cristóbal de Sotelo, el mejor capitán de Almagro el Mozo, se rodeó de amigos. Uno de ellos era RODRIGO NÚÑEZ DE PRADO. Aunque Cieza no da su segundo apellido, solamente con este Rodrigo, y con su carácter, encaja su comportamiento en las Indias. Nació hacia el año 1500 en Trujillo, y tuvo un trato muy próximo con la familia de Pizarro, quien lo fichó para llevárselo a Perú a la vuelta del único viaje que hizo a España. Entonces la relación fue inmejorable entre los dos paisanos. Pizarro le había nombrado Maese de Campo de sus tropas, y participó en el apresamiento de Atahualpa. Pero algo empezó a chirriar. Es probable que Pizarro hubiera ido poco a poco rebajándolo de categoría por no dar la talla. Explicaría también su decepción el hecho de que, según cuenta Cieza, fuera “hombre de no mucho saber y de poco consejo”. Rodrigo se sintió, además, minusvalorado por considerar escaso lo que le tocó en el reparto del botín, y consideró muy pequeña la encomienda de indios que le adjudicaron. Se fue, pues, desanimando por el trato que recibía de los Pizarro y viéndose atraído por su rival, Diego de Almagro, de manera que, a pesar de  haber sido nombrado alcalde de Huánuco, Rodrigo, despechado, dio el cambiazo y se pasó al bando contrario. Por eso le vemos ahora, tras la reciente muerte de Pizarro, aliado con los almagristas frente al gobernador Vaca de Castro. En las siguientes guerras civiles, RODRIGO NÚÑEZ DE PRADO luchó al servicio del Rey, lo que suponía, igualmente, hacerlo contra los pizarristas, y lo mataron el año 1544.



jueves, 29 de agosto de 2019

(Día 922) Pedro de Candía fallaba en la construcción de la artillería, lo que daba muestras de una posible falta de lealtad a Almagro. Pensaron por un momento los almagristas que quizá conviniera dialogar con Vaca de Castro, pero luego el Mozo los enardeció con una arenga.


     (512) Como sabían que Vaca de Castro estaba ya cerca, se hicieron pronto otros seis: “Prepararon en breve tiempo seis tiros grandes y bien hechos, a pesar de que Pedro de Candía los hizo cuatro veces, según el parecer de todos faltos de industria, arrepentido de haber dicho que los sabía hacer, y ponía por excusa que se le helaba el metal”. Hablamos hace tiempo de que, un año después, en 1542, Diego de Almagro el Mozo mató a Candía sospechando en la guerra de Chupas que disparaba alta la artillería para no perjudicar a los pizarristas. Cieza está ahora dejando entrever que estaba boicoteando la construcción de los cañoncitos. La excusa de Candía no tenía mucho fundamento, porque siempre se habla de él como un veterano arcabucero y experto en la construcción de artillería, ya desde las guerras europeas. Tampoco es de extrañar que se hubiera arrepentido de estar al servicio de Almagro, puesto que pesarían mucho en él los recuerdos de su larga y gloriosa aventura al lado de Pizarro y sus hermanos.
     Todo esto pasaba en el Cuzco, y los almagristas sabían que Vaca de Castro iba acercándose para enfrentarse con ellos en la ciudad. Por eso se preparaban a conciencia para la lucha, pero, según Cieza, Diego de Almagro tenía la esperanza de que hubiera un arreglo pacífico: “Don Diego y los capitanes que estaban en la ciudad entraron en consulta sobre qué sería más acertado hacer, y convinieron en salir de prisa del Cuzco, e requerir a Vaca de Castro que no les diera batalla, porque esperaban a ver el mandato del Rey, para no salirse un punto de él”.
     Luego Almagro quiso reforzar la moral de sus hombres haciéndoles ver que fue justo matar a Pizarro y que tenían el derecho a la gobernación de Nueva Toledo, la colindante por la parte del sur con la de Nueva Castilla (Perú), que era la concedida a Pizarro. Y, en verdad, le correspondía por herencia de su padre, pero, precisamente por el crimen cometido, quedaban a merced de lo que decidiera Vaca de Castro o, lo que era lo mismo, el Rey.
     Para darles esa confianza a sus hombres, que allí le estaban escuchando quizá deseosos de ser engañados, les leyó la provisión real por la que se le concedió a su padre la gobernación, e incluso el testamento de este, donde le dejaba heredero de la misma, aunque ya todo era papel mojado. Pero su gente estaba entusiasmada. “Les dijo también que el Gobernador Vaca de Castro no traía poder ni autoridad para desposeerle de la gobernación. De tal manera les supo hablar este mozo, que les levantó los corazones, y los provocó a seguirle contra cualquier capitán que contra ellos viniese. Y, ciertamente, los soldados que allí estaban eran en su mayoría de valor e clara sangre, e, como desde el principio se habían mostrado amigos de Don Diego, se animaban a seguirle”. Habían cogido manía a otro personaje muy importante, por considerar que no era imparcial: “Y dicen que, como en tanta manera aborreciesen al cardenal Jerónimo de Loaysa (arzobispo de Lima), y supiesen que Vaca de Castro había sido nombrado por su causa, le hicieron una estatua y la quemaron, diciendo contra ella muchas injurias”. Recordemos que también Hernando Pizarro era sospechoso de haber influido para que le dieran el cargo.

     (Imagen) Es imposible entender lo que fue la aventura de Indias sin contar con la mentalidad religiosa de aquellos hombres y el peso que tuvieron los clérigos. El honrado Cieza confiesa que se muerde la lengua para no hablar del mal ejemplo de algunos de ellos, pero admira sin paliativos a muchos otros. Es el caso del cardenal y arzobispo de Lima JERÓNIMO DE LOAYSA, dominico. Nació el año 1498 en Trujillo, esa cuna de la que salieron tantos héroes de Perú. Estaba emparentado con otros importantes personajes, como García Jofre de Loaysa, quien en 1525 dirigió el segundo viaje hacia las Molucas. Tenía bajo su mando al glorioso Juan Sebastián Elcano, que murió el año 1526 de escorbuto durante el trayecto. Quizá Elcano fuera más  competente que Loaysa, pero es posible que, tanto este como el arzobispo de Lima, vieran promocionada su carrera por otro pariente de ambos, el obispo y presidente del Consejo de Indias García de Loaysa. Es indiscutible la gran talla de Jerónimo de Loaysa como organizador, evangelizador, protector de los indios y promotor de la cultura (sirva de ejemplo su intervención en la fundación de la primera universidad de las Indias, la de Lima). Intentó cuanto pudo, pero sin éxito, apaciguar a pizarristas y almagristas, haciendo de mediador entre ellos muchas veces. Pero, al estar inmerso en el sangriento desbarajuste de las guerras civiles, se encontró enemigos de los dos bandos. Y, además, en un caso concreto, estuvo a punto de cometer, incomprensiblemente, un grave error. Él y fray Tomás San Martín (como ya vimos) se dejaron convencer (quizá amenazados) por el rebelde Gonzalo Pizarro para ir España a pedirle al Rey que lo reconociera como gobernador. Afortunadamente tropezaron por el camino con el gran Pedro de la Gasca, y les quitó la absurda idea de la cabeza. JERÓNIMO DE LOAYSA murió en Lima el año 1575.



miércoles, 28 de agosto de 2019

(Día 921) Airado con los vecinos de Huamanga, Almagro el Mozo permitió que matara a uno de ellos Carrillo, quien, además, trató de meter cizaña contra Sotelo, su capitán. En el Cuzco, sin embargo, el Mozo fue muy bien recibido. Pedro de Candía se había pasado al bando de los almagristas.


     (511) Comenta Cieza también que Diego de Almagro el Mozo “recibió grande enojo cuando lo supo”. No  queda claro a qué se refiere, pero, por su actitud posterior, parece ser que estuvo de acuerdo con lo que hizo el alférez Pereira, y muy molesto por la actitud de los vecinos de Huamanga: “Habíale quedado el cargo de Maese de Campo en Huamanga (por nombramiento del Mozo) a Martín Carrillo, el cual prendió a Baltanás por cosas de no mucha importancia, e, llevándole preso, algunos amigos suyos salieron a defenderle. Cuando lo supo Don Diego, empuñando su espada, dijo que no perturbasen a su maese de campo para que dejase de hacer justicia, y Martín Carrillo lo metió en su tienda. El  capitán Juan Balsa e otros fueron para impedir que lo matasen, y, al verlos venir Martín Carrillo, le mandó a un negro que le diese de estocadas. Y así fue muerto Baltanás, que era gran amigo de Cristóbal de Sotelo”.
     Sabía perfectamente Martín Carrillo que haber matado de esa manera a un amigo del importante capitán Cristóbal de Sotelo le podía costar muy caro. Todo apunta a que fue una acción despreciable, y su manera de reaccionar después para salvar el pellejo, también, demostrando asimismo que odiaba a Sotelo: “Aunque Don Diego aprobó su muerte, Martín Carrillo temía a Sotelo, y comenzó a mostrarse muy amigo de García de Alvarado, e le decía que Sotelo quería superar a todos, e otras cosas que, como García de Alvarado fuese tan orgulloso, poco era menester para atraerlo e que tuviese odio a Sotelo”. Por entonces, así quedaron las cosas porque Almagro envió a García de Alvarado a Arequipa, pero ya sabemos que llegará el día en que el turbulento García, por el odio acumulado y unos supuestos agravios, matará a Sotelo.
     Siguió su camino Diego de Almagro el Mozo y llegó al Cuzco. Entró allí como gran señor: “Le hicieron muy gran recibimiento, e, al cabo de pocos días, vino al Cuzco Diego Méndez (tendrá mucho protagonismo) de la villa de la Plata, donde, con engaño, había apresado a Antón Álvarez, y recogido todo el oro y la plata que había en las minas de Porco. Salió a recibirlo Don Diego de Almagro, muy alegre porque traía tan buen recaudo de dinero para pagar a los soldados. Y de esta manera juntó toda la gente que pudo, teniendo en todo Cristóbal de Sotelo gran orden”.
     El recuerdo de que se les había escabullido Perálvarez había desanimado a algunos de los hombres de Almagro, pero no a todos: “Otros deseaban reforzarse de tal manera que no triunfasen sus enemigos, y así determinaron prepararse y hacer armas”. Y, de pasada, Cieza nos deja ver que el veteranísimo Candía (uno de los Trece de la Fama) estaba enrolado en el bando de los almagristas, probablemente despechado por el viejo desprecio que le había hecho Hernando Pizarro al quitarle el mando que tuvo en la fracasada campaña de Chile: “Se juntó infinito cobre, e Pedro de Candía se ofreció a preparar muchos tiros gruesos de artillería (especie de arcabuces grandes), y este dio a entender tener voluntad de hacerlo y servir en aquella guerra a Don Diego, aunque después pareció lo contrario. Los primeros moldes que hizo parecieron muy grandes, y se mandó hacerlos menores”.

     (Imagen) Ahora que vemos a Diego de Almagro el Mozo y a Diego Méndez saludarse eufóricos por los éxitos que van consiguiendo, es buen momento para recordar el triste final de ambos, y confirmar definitivamente datos que ya di sobre este Diego Méndez, zanjando así la confusión que existe con otro (más joven) del mismo nombre. El primero se pasó al bando almagrista poco antes de la batalla de las Salinas. Y no era de extrañar, porque Rodrigo Orgóñez, el  gran capitán del viejo Almagro, era hermano suyo, los dos nacidos en Oropesa (cuajada de historia). Participó en el asesinato de Pizarro, e influyó para que algunas encomiendas de indios del trágico héroe se las quedase el Mozo. También le ayudó a matar al irascible García de Alvarado. Los dos resultaron pronto derrotados en la batalla de Chupas y trataron de huir juntos, pero fueron apresados porque Méndez se entretuvo con su amante, apasionadamente ajeno al paso del tiempo. Vaca de Castro les reprochó la locura de su rebeldía, y el Mozo le contestó (con algo de razón) que no se había rebelado contra el Rey, pues intentaba únicamente recuperar lo que le correspondía. Prepararon una nueva fuga, que solo consiguió llevar a cabo Méndez, quien buscó el amparo de Manco Inca, el príncipe rebelde, pero fue asesinado (él y los que le acompañaban) por los indios. Mientras, Diego de Almagro el Mozo era juzgado y ejecutado. Curiosamente, también el otro Diego Méndez fue un rebelde nato. Era capitán de las tropas de Don Sebastián de Castilla, quien inició la última guerra civil. Cuando su jefe común, Francisco Hernández Girón, huyó al ser derrotado (y, más tarde, ejecutado), Diego Méndez tuvo la habilidad de pasarse al bando del Rey y conseguir que los jueces lo perdonaran.



martes, 27 de agosto de 2019

(Día 920) Perálvarez entregó su estandarte Real a Vaca de Castro, pero cuando vio luego que solo utilizaba el suyo propio, se sintió muy humillado. Vaca de Castro seguía tratando de que en todas partes se le aceptara como Gobernador. Los almagristas llegaron a Huamanga, donde fueron recibidos con poco entusiasmo.


     (510) No obstante, hubo un pequeño detalle que le sentó mal a Perálvarez Holguín y a algunos de sus hombres. Eran tiempos en los que el pundonor se sentía herido fácilmente, y está claro que más aún en el caso Holguín, con su acentuada mentalidad caballeresca. Cuando Vaca de Castro recibió el Estandarte Real de las tropas de Holguín, no se limitó a entregárselo a Rodrigo de Campo, su Capitán de la Guardia, sino que le dijo en privado que lo guardase porque, el que iban a utilizar en campaña, sería el Estandarte Real que confeccionaron en Quito. Los dos tenían el mismo valor como estandartes reales, pero el diseño era distinto, y, probablemente, el de Holguín luciría algún símbolo especial relacionado con él y con sus propias tropas.
     Así que, se produjo el incidente: “Luego se movieron todos para ir adonde Vaca de Castro tenía sentado su real, que, como tenía muchas tiendas, parecía una gran población. Según marchaban, viendo Perálvarez que iba tendido el estandarte que había traído Vaca de Castro, y el suyo no, mostró gran pesar, doliéndose de ello. Bien lo notaron algunos amigos suyos, y comenzaron a alborotarse, pero sin dar a entender nada de su congoja. Perálvarez marchaba disimulando cuerdamente, e Vaca de Castro junto a él, habiendo sentido claramente el pesar de Perálvarez”.
      Sin más complicaciones, nada más llegar a su campamento, Vaca de Castro les pidió a los más importantes de la tropa que se quedaran con él, y luego les dijo unas pomposas palabras destinadas a que acataran textualmente el documento original de los poderes que le había dado el Rey: “Sacando después la provisión del Rey, y siendo leída por el Secretario, todos, a grandes voces, dijeron ‘¡Viva el Rey!’, y que tenían por Gobernador a Vaca de Castro”. Acto seguido se quedó con los principales capitanes, Alonso de Alvarado, Perálvarez, Garcilaso de la Vega, Aldana, Diego de Rojas, Peransúrez y Don Pedro Portocarrero, y les dijo que, “puesto que la gente de guerra ya le tenía por Capitán General, era también necesario que, en todas las ciudades del reino, juntasen a los vecinos y regidores del cabildo para que le reconociesen como Gobernador; y así lo hicieron después”.
      Enlaza de nuevo Cieza con las correrías de Diego de Almagro el Mozo con sus hombres, y se diría que, habitualmente, eran mucho más siniestras que las de los pizarristas: “Llegó a la ciudad de Huamanga, y todos los vecinos, para que no los obligase a ir con él, se mostraban muy serviciales. La ciudad se encontraba casi desierta porque la mayoría de sus vecinos estaban con Perálvarez Holguín. El Alférez General de Almagro, Gonzalo Pereira, porque no le daban posada pronto, con muy grande ira y no poca soberbia, fue a la plaza pública y, mirando el rollo que en ella estaba, arrimó a él el estandarte, diciendo que aquel era su aposento, pues no le habían dado otro”.
    A Cieza, recordando lo que pasó después, le dan escalofríos, y no puede evitar hacer un comentario: “Juicios son de Dios, y en ellos muestra su gran poder, pues arrimaron cosa tan preciada como el estandarte al rollo, donde después todos los capitanes, con otros principales que seguían el partido de Almagro, fueron muertos por justicia”. Lo dice porque el pizarrista Diego de Rojas ejecutó más tarde a muchos en Humanga.

     (Imagen) Nos vamos dejando atrás españoles poco conocidos, pero de gran mérito, y no es justo que consintamos ese olvido. A veces oímos en el recuerdo hasta el peculiar trote de sus caballos, y nos invita a rememorarlos. Ya sabemos que PEDRO BARROSO estaba al mando en la ciudad de Huánuco cuando se enteró de la muerte de Pizarro, y que inmediatamente le mandó un mensajero con la noticia a su jefe, el gran Alonso de Alvarado. El capitán Barroso, hoy casi ‘anónimo’, no lo fue en las peripecias del Perú. Tuvo un historial muy particular. Nacido a finales del siglo XV, participó en la guerra de los comuneros de Castilla (año 1520), y he podido detectar un error. Se dice que fue comunero, pero en el documento de la imagen, que habla de sus servicios, él mismo afirma lo contrario: “En el tiempo en que las comunidades se rebelaron contra Su Majestad en Castilla, yo serví a Su Majestad contra ellas, y estuve cercado en la fortaleza de Segovia”. Se apuntó luego a la aventura de las Indias, luchando junto a Pedrarias Dávila, con el que hizo buenas migas, quizá por ser él también un duro militar. Luego pasó al Perú, beneficiándose con pocos escrúpulos de la mercancía que llevaba, armas, caballos y esclavos indios. Estuvo con Almagro en la durísima campaña de Chile y en la batalla de las Salinas. Después Pizarro lo ganó para su causa, y Pedro Barroso, por distintas circunstancias, como la de haber sido apresado por los almagristas, no aparece como protagonista en ninguna de las guerras civiles posteriores, pero sí se sabe que ocupó cargos de responsabilidad política, como la que tuvo en el ayuntamiento de Arequipa. Es mala señal que se le pierda allí la pista hacia el año 1553, porque fue por entonces cuando Francisco Hernández Girón inició a sangre y fuego la última guerra civil, aunque terminara (cosa inevitable) con su derrota y su muerte.



lunes, 26 de agosto de 2019

(Día 919) Alonso de Alvarado le hizo un gran recibimiento en Huaylas a Vaca de Castro, quien envió mensajeros a Perálvarez para calmar sus inquietudes. Perálvarez fue a visitar a Vaca de Castro y pareció estar conforme con el puesto que le había asignado.


     (509) Quedaron claras dos cosas: que la vistosa ceremonia refrendaba la autoridad de Vaca de Castro como Gobernador, y que el prestigio de Alonso de Alvarado, ya muy consolidado, se reforzó a los ojos del Rey por haber sido el primero que, sin titubeos, le mostró una total fidelidad. Esa actitud suya tan meritoria tenía aún más valor por el hecho de que no cayó en la tentación de unirse a los almagristas, quienes le habían ofrecido otorgarle los máximos honores y grandes beneficios si aceptaba.
     También estaba prevista una lujosa estancia para Vaca de Castro, quien, como nos dijo anteriormente Cieza, había sufrido un calvario por tantos incidentes y tan largo recorrido desde su salida de España, ya que solo estaba acostumbrado a vivir tranquilo y ocuparse únicamente de sus labores de letrado: “Aposentaron a Vaca de Castro en un gran aposento que para él tenían hecho, y estaba tan alegre y contento de ver que la gente que allí se encontraba reconocía su autoridad, y de que estuviese de su parte el capitán Alonso de Alvarado, que no lo podía encubrir”.
     Ya que Perálvarez Holguín estaba tan cerca de Alonso de Alvarado, y, por lo tanto, de Vaca de Castro, se animó a enviarle mensajeros a este, con el fin de mostrarle que su actitud de obediencia era totalmente sincera. Uno de los que mandó fue Peransúrez, según indica Cieza “porque le tenía por amigo muy singular, aunque también había habido algunas puntas (roces) entre ellos, y Vaca de Castro lo recibió muy bien”.  Todo se iba tranquilizando, y se dio un nuevo paso por consejo de los habituales mediadores: “Lorenzo de Aldana y Diego Maldonado determinaron ir a decirle a Perálvarez Holguín que fuera a verse con Vaca de Castro, ya que estaba tan cerca. Respondió que le contentaba y que pronto partiría. Cuando supo el Gobernador que venía, se holgó mucho, y salieron a recibirle algunos caballeros. Cuando Vaca de Castro vio a Perálvarez, le mostró gran amor y voluntad, prometiéndole honrarle por lo mucho que había servido a Su Majestad. Después de haber estado un día Perálvarez con Vaca de Castro, se volvió a su campo, pero no muy contento, según algunos dijeron, porque le pareció que fuera cosa justa que le hubiesen dejado el cargo de General”.
     Sin embargo, cuando, tres días después, partió Vaca de Castro  con toda su gente y con Alonso de Alvarado al mando de su propia tropa para devolverle la visita, el recibimiento que le hicieron Perálvarez Holguín y sus hombres fue de entusiasta cordialidad: “Le dijeron que le habían de servir con toda lealtad, y que le tendrían e obedecerían como Gobernador en nombre del Rey. Y, tomando el capitán Perálvarez el estandarte Real en sus manos, le dijo a Vaca de Castro que, puesto que era Gobernador del Rey por muerte del Marqués, recibiese el Estandarte Real y las banderas que para aquella guerra se habían alzado, debajo de los cuales se ponían él y todos los caballeros e soldados que allí estaban. Vaca de Castro, tomando el Estandarte Real en las manos con grandísima alegría, se lo dio a Rodrigo  de Campo, su Capitán de la Guardia, e le respondió a Perálvarez que él se daba por entregado de las banderas y de la gente que allí había, y que, siendo él caballero e viniendo de tan leales predecesores como fueron sus pasados, no se esperaba menos”. Rodrigo de Campo murió hacia 1544, y no es buena señal porque fue entonces cuando empezó la rebeldía de Gonzalo Pizarro. Es posible que fuera víctima de los pizarristas.

     (Imagen) Se nos va a colar un veterano conquistador que, mucho después (en 1561), pleiteará con un hijo del gobernador Cristóbal Vaca de Castro, cuando este vivía plácidamente sus últimos años en España lleno de intensos recuerdos, maravillosos y nefastos. Se trata de PEDRO ALONSO CARRASCO. Había nacido el año 1509 en Zorita (Cáceres), y llegó a las Indias en 1530, participando valientemente en los momentos culminantes que llevaron al apresamiento y muerte de Atahualpa. Las concesiones que, por sus méritos, le hizo Pizarro en el Cuzco, le animaron a establecer su residencia principal en aquella ciudad. Allí resistió el duro cerco de los incas, y consta que firmó como testigo el testamento del malogrado (y, aunque muy valioso, casi olvidado) Juan Pizarro, quien perdió entonces la vida. Pedro luchó al servicio del gobernador Vaca de Castro en la batalla de Chupas, que acabó con la derrota y muerte de Diego de Almagro el Mozo. Sin duda, su trayectoria posterior fue sensata, porque vivió muchos años, muriendo en su querido Cuzco en 1572. Parece ser que no tuvo más que un hijo con su mujer, pero se sabe que llegó a legitimar a cuatro mestizos. Tenía ya 52 años cuando inició el pleito que vemos en la imagen. La historia fue que, por cuestiones personales, Pizarro, antes de morir, le anuló parte de las encomiendas de indios que le había dado. Estos terrenos pasaron por varias manos hasta quedar libres en 1561, se dio la circunstancia de que Antonio Vaca de Castro los solicitó, y la Audiencia de Lima, probablemente por ser hijo de quien era, se los concedió. Aunque Pedro los reclamó por sus antiguos derechos, y quizá con más interés al vivir los dos en el Cuzco, no se sabe cómo terminó el pleito, pero seguro que el veterano peleón PEDRO ALONSO CARRASCO hizo cuanto pudo para cerrar su vieja herida.



sábado, 24 de agosto de 2019

(Día 918) Perálvarez Holguín, calmado por Lorenzo de Aldana y Diego Maldonado de Álamos, renunció a ser General y aceptó el puesto de Maese de Campo que le ofrecía Vaca de Castro.


     (508) Conociendo lo que se estaba rumoreando de un lado y del otro, Vaca de Castro quiso aconsejarse: “Habló con el Provincial de lo que pasaba y le dijo que no tenía pensamiento de dejar a Perálvarez con el cargo de General, pues no era cosa decente que, siendo él Gobernador del Rey y teniendo que hallarse personalmente en la batalla, si la diesen, tuviera otro el nombre de General, y que asimismo pensaba dar el cargo de Maese de Campo a Lorenzo de Aldana (cuya valía estaba más que acreditada). El Provincial le aconsejó que enviara a Perálvarez personas de confianza que le convenciaran para que acatase sus órdenes. A Vaca de Castro le pareció bien el consejo, e, puesto que estaba allí Lorenzo de Aldana, que era muy amigo de Perálvarez y pariente suyo (primo), acordó enviarle para que le hablara de su parte, diciéndole que él tenía gran voluntad de gratificar lo mucho que a Su Majestad había servido, y que le prometía que ninguno le iba a preceder en honor, ni sería más principal en la batalla”.
     A medida que se avanza en la lectura de estas crónicas, van quedando definidos los perfiles personales de sus protagonistas, en lo bueno y en lo malo. A Lorenzo de Aldana ya lo imaginamos como un hombre polivalente, militar y diplomático, y al que sus jefes, empezando por Pizarro, le encomendaron misiones muy delicadas. Vaca de Castro quiere que le acompañe a Aldana otro importante personaje que encarnaba la habilidad, quizá más que la honradez: “Le dijo también que fuese con él Diego Maldonado (Álamos de segundo apellido), el vecino del Cuzco, pues era hombre tan principal y conocido de todos. Lorenzo de Aldana respondió alegremente a Vaca de Castro, dándole gran esperanza de que, yendo los dos, Su Majestad sería muy bien servido, puesto que, de la lealtad de Perálvarez, no había que dudar”.
     Partieron, pues, de inmediato los dos notables emisarios: “Perálvarez Holguín los recibió muy bien, y le hablaron de la sospecha que se tenía de su persona, diciéndole que, puesto que tan bien se había mostrado al servicio del Rey, que no lo oscureciese al no ponerse de acuerdo con el Gobernador. Y, al fin, asegurándole Aldana que Vaca de Castro le ponía como segunda persona en todo el ejército y que le daría el cargo de Maese de Campo, le persuadieron para que estuviese conforme con Vaca de Castro, y puso sus banderas a su servicio, escribiéndole graciosamente, e lo mismo hicieron todos los demás capitanes e caballeros que allí había”.
     Vaca de Castro se puso en marcha de nuevo, pero para ir a encontrarse con Alonso de Alvarado, quien ya se había preparado para su llegada: “Llegando el Gobernador cerca de donde él estaba, salió el Capitán con su gente de a caballo a recibirlo, todos armados, y lo mismo la gente de a pie, formando un escuadrón como si hubieran de pelear, para que el Gobernador conociera cuán diestros estaban en el arte militar. Al llegar Vaca de Castro donde estaba el Capitán, este se apeó, y fue a humillársele. Vaca de Castro se alegró mucho y le dio a entender el gran servicio que le había hecho a Su Majestad siendo el primero en haber alzado bandera en su real nombre, e la honra que ganaba al ser la primera que en el reino de Perú se había mostrado contra los de Chile”.

     (Imagen) Va a ser necesario andar a tientas con los DIEGO DE MALDONADO porque hay, al menos, tres, y es fácil confundirlos. Hubo uno (nacido en Barco de Ávila) que, lamentablemente, nos pilla un poco de lado, porque sus novelescas aventuras ocurrieron en Chile, luchando contra los terribles indios araucanos, quizá los más bravos de todas las Indias. Veremos, pues, en medio de las guerras civiles, esquivando peligros, a DIEGO DE MALDONADO NIETO (llamado El Rico, porque lo era), y a DIEGO MALDONADO DE ÁLAMOS, los dos naturales de Dueñas (Palencia). Ya hemos comentado algo de ambos, que coincidieron también en la inquietud de  no saber a qué bando seguir en las guerras civiles. Era tragicómico verlos temblar (a pesar de su veteranía militar) ante las exigencias de sumisión por parte de Gonzalo Pizarro, o, por el contrario, del virrey Núñez Vela. Les iba la vida en ello. Afortunadamente para ellos, los dos se decantaron finalmente por la lealtad al Rey. Vemos ahora que Vaca de Castro le asigna a Aldana como compañero de viaje a DIEGO MALDONADO DE ÁLAMOS “porque es hombre tran principal y conocido de todos”. Justo elogio para alguien que tantos méritos había hecho. Pero, en aquel mundo revuelto, hasta el más prestigioso podía ceder a la tentación. El año 1554, Maldonado se encontraba en España y, por denuncia de Ana Ramírez, se supone que ya viuda, Felipe II (entonces Príncipe) le dio la orden que recoge la imagen, y cuya referencia decía: “Real cédula del Príncipe Felipe a Diego Maldonado de Álamos, vecino de Medina del Campo, para que, en el plazo de tres días, dé cuenta al Consejo de Indias de las cartas, dineros, oro y plata que trajo del Perú para doña Ana Ramírez, por entrega del marido de esta, Juan de Mendoza”.



viernes, 23 de agosto de 2019

(Día 917) Fray Tomás de San Martín, sin mala intención, le aconsejó a Gómez de Alvarado (que no tenía autorización de Alonso de Alvarado) que fuera adonde Vaca de Castro, quien le ordenó volver adonde Alonso de Alvarado. Fray Tomás le acompañó y logró hacer las paces entre los dos.


     (507) Este detalle nos aclara algo que parecía extraño. Hemos visto hace poco que Fray Tomás de San Martín (de cuya importancia ya hablamos en su día) partió de Lima con las tropas de Diego de Almagro el Mozo, lo que daba la sensación de que era uno de sus partidarios. Ahora, viéndole junto a Gómez de Alvarado, se entiende que solo les acompañó un pequeño trecho, separándose después. A pesar de que Fray Tomás había sido un importante mediador entre almagristas y pizarristas, Cieza nos quita de dudas: el reverendo ponía por encima de todo la fidelidad al Rey.
     También nos dice el cronista que Fray Tomás fue testigo de la discusión entre Alonso de Alvarado y Gómez de Alvarado, y que, aunque quiso ponerlos de acuerdo, Gómez , como ya sabemos, se saltó la disciplina y partió sin permiso, al mismo tiempo que el fraile, al encuentro de Vaca de Castro. Ahora nos sitúa en el momento en que llega Merlo a exigirle a Gómez que vuelva adonde Alonso de Alvarado y le obedezca. Al saberlo Fray Tomás, experto mediador, quiso intervenir, y metió la pata: “Avisó a Gómez de Alvarado de ello, e aun le aconsejó que partiese pronto a encontrarse con Vaca de Castro, ya que estaba tan cerca. E, teniéndose por bien aconsejado, Gómez de Alvarado mandó ensillar un caballo, y, sin que Merlo se enterase, partió adonde el Gobernador, e, llegado ante él, mostró gran voluntad de servirle”.
     Como era de esperar, a Vaca de Castro le sentó fatal verlo aparecer por allí. Pero, de momento, sabiendo que no tenía ya remedio, disimuló su irritación, que sería considerable por haber desobedecido, dejando, además, tirado al secretario Merlo. Vaca de Castro y los suyos siguieron la marcha y llegaron a Huaylas, donde estaban los españoles que habían sufrido el sorocho de las altas montañas, y también el ‘consejero’:  “Fray Tomás le habló a Vaca de Castro, ofreciéndose mucho a su servicio, y él le recibió muy bien”. Pero le pareció la ocasión de corregir la chapuza: “Vaca de Castro le mandó a Gómez de Alvarado que volviese adonde el Capitán Alonso de Alvarado, porque no quería consentir que nadie se apartase de los capitanes que tanto habían servido al Rey, y, a Gómez, aunque procuró evitar aquella ida, nada le aprovechó. Y así partió, yendo con el Provincial (de los dominicos) Fray Tomás, e llegados donde estaba el Capitán Alonso de Alvarado, poniéndose en medio de entrambos, los conformó y puso en toda amistad”. Esta vez, sí acertó el clérigo: las cosas volvieron a su debido cauce, y no hubo castigo para el terco Gómez de Alvarado.
     Vaca de Castro decidió detenerse dos días para que todos se recuperaran del cansancio, y lo hicieron ya muy cerca de donde se encontraba Perálvarez Holguín. Tanto, que algunos hombres se desplazaban de un campamento a otro para saludarse. Pero no solo para eso: llevaban también chismes que resultaban inquietantes. Unos le decían a Vaca de Castro que Perálvarez no estaba dispuesto a ponerse a su servicio si le quitaba el mando de General. Otros le aseguraban a Perálvarez que Vaca de Castro, después de oír lo que le habían contado de él Gómez de Tordoya y Garcilaso de la Vega, daba a entender que lo iba a hacer.

     (Imagen) Sabemos ya algo de FRAY TOMÁS DE SAN MARTÍN, pero todo es poco, porque fue una figura extraordinaria. En general,  la aventura de las Indias tuvo un desarrollo tan preciso como un reloj, y apoyado en el delicado equlibrio de la fuerza bruta militar con el contrapeso de la misión humanitaria y evangelizadora de los religiosos. Fray Tomás nació en Palencia el año 1482. Llegó a las Indias en 1528, dotado de una amplia formación religiosa y cultural, y, tras foguearse en su labor apostólica, volvió a España en 1534. Regresó al Perú en 1539, y de inmediato fue nombrado Provincial de los Dominicos. Como estamos viendo ahora, tras la muerte de Pizarro, colaboró cuanto pudo con Vaca de Castro para que los almagristas abandonaran su rebeldía contra la Corona. Lo mismo hizo con el virrey Núñez Vela, porque, además, le encantaba que tratara de imponer las leyes que favorecían a los indígenas. Pero se vio luego en una situación muy comprometida. Entrando triunfante Gonzalo Pizarro en Lima, le presionó a Fray Tomás para que fuera a España a pedirle al Rey que lo reconociera como Gobernador de Perú. Puesto en camino, tropezó en Panamá con alguien que le cambió de idea: el convincente Pedro de la Gasca. El año 1551, el trotamundos Fray Tomás, yendo hasta Alemania, consiguió de Carlos V la fundación de la Universidad de Lima, la primera de las Indias, pero se hizo impopular entre los españoles de Perú por impartir en ella una enseñanza que exigía más protección para los nativos. La imagen muestra la copia del inicio de un documento (escrito en latín) por el que se le concede permiso al obispo Fray Tomás de San Martín para la erección de la Catedral de La Plata. Murió poco después (año 1554) en esta ciudad, de la que había sido nombrado recientemente obispo.



jueves, 22 de agosto de 2019

(Día 916) Aunque Vaca de Castro tenía dudas sobre la lealtad de Perálvarez Holguín, continuó la marcha con rapidez. Gómez de Alvarado, sin pedir permiso a su capitán, Alonso de Alvarado, salió al encuentro de Vaca de Castro


      (506) Gómez de Tordoya le dio a Vaca de Castro esta explicación: “Pues ellos tenían tan pocos hombres, que no habrían conseguido su deseo, que era el de servir al Rey, si Perálvarez lo deseara estorbar. También le dijo que era tan deseoso de mandar, que si se pretendiese quitarle el cargo que ya tenía, no faltaría mucho para que se mostrase como enemigo”.
     Estas supuestas palabras habrían preocupado a Vaca de Castro: “Dicen que cuando oyó aquellas cosas, recibió gran alteración, encubriéndola para que no se creyese que tenía miedo de que Perálvarez, viéndose tan pujante, no quisiese seguir la guerra bajo su autoridad. Luego mandó que todos se preparasen para partir, porque habían llegado cartas de ambos reales (tropas) pidiendo que  no se dilatase su llegada, pues así convenía al servicio de Su Majestad”. Tuvieron después algunas dudas sobre qué camino tomar, y decidieron no ir directamente a Lima, sino pasar primero por Guaraz. Se pusieron pronto en marcha, dejando previamente Vaca de Castro a Diego de Mora al mando en Trujillo. Muchas veces ha hablado Cieza de la fatiga que producía subir montes tan elevados, pero ahora, por primera vez, nos aclara cuál era la causa. Se trataba de lo que en tierras andinas llaman el ‘sorocho’, una especie de edema cerebral: “Cuando subió Vaca de Castro en lo alto de las sierras, le dio a él y a la mayoría aquel común mal de la cabeza que suelen sufrir casi todos,  e los puso tales que andaban como si fueran navegando por la mar”.
     Vaca de Castro sufría con los casos de indisciplina: “Llegó a un pueblo llamado Tozal, donde supo por un español que, en el campamento de Alonso de Alvarado, había oído palabras entre él e Gómez de Alvarado el mancebo, el cual, al tener noticia de que llegaba (Vaca de Castro), se marchó, sin licencia del Capitán Alvarado, para juntarse con él. Vaca de Castro recibió mucha pena al recibir esta nueva, y más porque había venido sin licencia del Capitán Alonso de Alvarado”. Cieza precisa que era Gómez de Alvarado ‘el mancebo’, para distinguirlo de Gómez de Alvarado Contreras, bastante mayor que el otro y hermano del gran Pedro de Alvarado. Confunde más las identidades el hecho de que ambos tuvieron enfrentamientos con Alonso de Alvarado. El Contreras morirá pronto, y al mancebo le quedan todavía muchos años de vida por delante. Sigamos con él.
     Va a ser complicado hacerle entrar en razón a Gómez de Alvarado: “Llamando Vaca de Castro a Merlo, su secretario, le mandó que notificase a Gómez de Alvarado que, so penas graves, volviera a ponerse bajo la bandera de su Capitán (y que comprobara que lo hacía), e Merlo anduvo hasta el aposento en donde Gómez de Alvarado estaba, y en él halló al Provincial Fray Tomás de San Martín, quien, como se supiese en la Ciudad de los Reyes la venida de Vaca de Castro, deseando ser de provecho en servicio de Su Majestad, partió para encontrarse con él, viniendo por el sitio donde estaba el Capitán Alonso de Alvarado, e por el de Perálvarez Holguín”.

     (Imagen) DIEGO DE MORA era un tipo completo: conquistador, con cargos políticos, emprendedor en distintas clases de negocios y, además, un hombre generoso. Habiendo llegado con Almagro a Perú, fue uno de los que suplicaron, inútilmente, por la vida de Atahualpa. Muy vinculado a la ciudad de Trujillo, participó en su fundación en 1535 y obtuvo allá ricas encomiendas, donde introdujo el cultivo de la caña y la producción de azúcar. Cedió generosamente terrenos para la fundación de un convento dominico. Vemos que Vaca de Castro le deja ahora, año 1541, al mando de la ciudad, donde ya había sido Teniente de Gobernador en nombre de Pizarro. Le destituirá enseguida Diego de Almagro el Mozo por considerarlo pizarrista. El intransigente virrey Blasco Núñez Vela le impuso severas limitaciones sobre sus encomiendas, lo que provocó que Mora cambiara sus fidelidades aliándose con Gonzalo Pizarro. Los convincentes argumentos del gran Pedro de la Gasca le decidieron a ponerse de nuevo al servicio de la Corona, y luchó en la batalla de Jaquijaguana contra Gonzalo, quien resultaría derrotado y degollado. Aparece en los archivos un documento (el de la imagen), del año 1553, en el que Francisca Pizarro, la importante hija mestiza del gran conquistador, demanda a Diego de Mora reclamándole los derechos de una encomienda. El texto, que se lee muy bien, aporta datos curiosos. Aclara que Diego de Mora era natural de Ciudad Real (algo que no se sabía, y ni allí lo recuerdan) y que el proceso no se concluyó, probablemente por falta de fundamento. Eso explicaría el hecho de que Diego fuera premiado en 1554 con los importantes cargos de Corregidor y Justicia Mayor de Lima, alcanzando un alto nivel de riqueza y poder, aunque le duró poco la alegría porque murió pronto en esa misma ciudad.



miércoles, 21 de agosto de 2019

(Día 915) Vaca de Castro cada vez valoraba más a Lorenzo de Aldana, y tenía intención de nombrarlo Maese de Campo. Después de ser muy bien recibido en Trujillo, decidió partir pronto para enfrentarse cuanto antes a Diego de Almagro el Mozo.


     (505) Fueron al encuentro de Vaca de Castro desde el  campamento de Perálvarez (con su permiso) los capitanes Don Alonso de Montemayor y Vasco de Guevara, que, en aquel ambiente tan complejo de las guerras civiles, eran vistos con desconfianza por algunos pizarritas, “porque fue mucha la amistad que tuvieron con Don Diego de Almagro el Viejo”. Pero Cieza los considera libres de toda sospecha. Ya vimos que Pizarro le tuvo tanta confianza a Guevara, que le encargó la fundación de la ciudad de Huamanga. De Don Alonso de Montemayor, también comentamos que, años después, el gran Pedro de la Gasca, en un amplio informe, le defendió de las acusaciones que se le hacían en este sentido, y ya Cieza advierte de que se mantuvo siempre muy fiel al virrey Blasco Nuñez Vela, “pues fue uno de los que más le siguieron e sirvieron”.
     Sirva de ejemplo de las dificultades y sacrificios habituales de aquellos soldados una petición que hicieron los del capitán Pedro de Vergara: “Traían toda la ropa gastada e salían tan desbaratados de la conquista de los bracamoros, que le dijeron al capitán que le pidiese al  gobernador Vaca de Castro que los proveyese de algún socorro. Cuando lo supo, Vaca de Castro mandó proveer diez mil pesos de oro en aderezos e cosas que ellos necesitasen, y, con aquel socorro, estuvieron muy alegres e contentos”.
     Cada vez más consciente de la valía de Lorenzo de Aldana, pensó Vaca de Castro en asignarle algún cargo importante: “Vaca de Castro no hacía cosa sin consultarle a Lorenzo de Aldana, e tenía intención de nombrarle Maese de Campo del ejército que se juntase al llegar donde estaban los capitanes”. Era un alto cargo, solo por debajo del de Capitán General. Seguro que a Perálvarez Holguín le daría gusto que se le concediera a su primo Lorenzo de Aldana. Pero ya comentamos que Vaca de Castro le obligó después a Holguín a aceptar la misma categoría, quedando subordinado a Alonso de Alvarado, lo que le sentó fatal, e incluso, si desistió  de rebelarse, fue porque, precisamente, le pudo tranquilizar Lorenzo de Aldana.
     Vaca de Castro y sus acompañantes siguieron hasta Trujillo, donde, como por todos los sitios a los que llegaba, le aceptaron de inmediato como Gobernador. Cieza subraya que el viaje era demoledor para Vaca de Castro: “Como había pasado desde España hasta allí grandes trabajos  e grandes caminos, siendo hombre  regalado (de vida cómoda) y que solo se ocupaba de sus estudios, se hallaba muy quebrantado, e deseaba tener algún descanso, pero pensar en parar en alguna parte le parecía un yerro hasta que Diego de Almagro volviese al servicio de Su Majestad, dejando de llamarse gobernador, por lo que deseaba salir pronto de Trujillo”.
     Como estaban entonces en Trujillo los capitanes Gómez de Tordoya y Sebastián Garcilaso de la Vega, se alegró en gran manera Vaca de Castro, y le pusieron al corriente de muchas cosas. Algunos dijeron que Tordoya le contó a Vaca de Castro que se había nombrado general a Perálvarez Holguín por temor a que se uniera con su tropa a los almagristas.

     (Imagen) Vimos en la imagen anterior que Fray Tomás de Berlanga y el oidor FRANCISCO (PÉREZ) DE ROBLES estaban enfrentados. Convendrá añadir algún comentario para dejar constancia de que Robles (del que mostramos hace tiempo una dramática carta dirigida al Rey), aunque valioso, era un hombre complicado. Nació en Baza (Granada), sin duda antes del año 1500. En la parte positiva, habrá que destacar su inteligencia y el prestigio que logró ya en España. Prueba de su enérgico carácter es que había tenido el autoritario cargo de Corregidor en importantes y numerosas poblaciones. No hay duda de que hizo bien su trabajo, porque el Rey lo nombró después, nada menos que, primer presidente de la recién fundada Audiencia de Panamá, y eso, sin que nunca hubiese estado en las Indias. Allá se presentó el año 1538 con su mujer y varios hijos. Como parte negativa, hay que dar por hecho que era excesivamente mandón. Ya vimos que alardeaba de que le iba a cortar la cabeza a Hernando Pizarro por matar a Almagro. Y pronto cometió el grave error de nombrar Gobernador de Costa Rica (pero sin contar con el permiso de la Corona) a su yerno, Hernán Sánchez de Badajoz, a quien luego le quitó el cargo, por las armas, alguien que tenía más derechos, Rodrigo de Contreras, Gobernador de Nicaragua, y lo envió preso a España. Esto y otras actitudes de Robles que fueron muy criticadas, le hicieron caer en desgracia, y fue destituido  en 1543. Es probable que pesaran mucho sobre su fama las protestas oficiales en su contra del sabio y sensato obispo de Panamá Fray Tomás de Berlarga. En 1550, FRANCISCO DE ROBLES volvió a España como hombre rico, y el año 1563, el de su fallecimiento, era vecino de Baza, su pueblo natal.



martes, 20 de agosto de 2019

(Día 914) Gran tensión entre Vaca de Castro y Belalcázar, quien, al final tuvo que ceder y marcharse. Pidió un certificado de que no había sido por cobardía, y Vaca de Castro se lo dio.


     (504) La tensión  iba en  aumento. Y veremos un ejemplo práctico de cómo, manteniendo apuntaladas las apariencias de normalidad, se puede resolver un conflicto, aunque sea tragando sapos. Vaca de Castro no va a ceder, y se saldrá con la suya, puesto que jugaba con la ventaja de ser el Gobernador de Perú, la máxima autoridad. Pero pasó miedo porque el clima de las guerras civiles facilitaba la anarquía. Le requirió a Belalcázar lo mismo, esta vez enviándole a Sebastián Sánchez de Merlo, su secretario, con una orden escrita, y dejándole claro que, si no la cumplía, incurriría en falta grave contra Su Majestad. Pues, aunque parezca increíble, una vez más Belalcázar intentó doblegar a Vaca de Castro, que llegó a asustarse, pero no tiró la toalla: “Cuando Belalcázar vio el mandato de Vaca de Castro, se turbó en gran manera, y mandó a la gente de su gobernación que se preparase para ir con él adonde el Gobernador. Al saberlo Vaca de Castro por medio de Merlo, mandó a los caballeros que con él estaban que estuviesen sobre aviso para ver si Belalcázar quisiese intentar alguna cosa, y se lo impidiesen, y mandó a las arcabuceros que estuviesen preparados. Cuando llegó, ordenó que le dejasen pasar, y Belalcázar, con rostro triste, le dijo que estaba asombrado de que le ordenase volver a su gobernación, pues sabía que había salido de ella para servir a Su Majestad, y no volver a ella hasta que Diego de Almagro el Mozo fuese castigado”.
     Vaca de Castro, con gesto serio, pero justificando sus razones, le soltó lo que llevaba dentro: “Le dijo que no dudaba de que siempre se había mostrado servidor muy leal de Su Majestad, y que no creería otra cosa si no fuera porque él y los suyos favorecieron a Francisco Núñez de Pedroso para que pudiera huir sin ningún castigo, proveyéndole de caballos y de guías por tal camino que no se encontrasen con él (Vaca de Castro). Y que, además, él (Belalcázar) había dado a entender con palabras, en Quito y en otras partes, que Don Diego de Almagro el Mozo había hecho cosa muy acertada con la muerte que le dio al Marqués Pizarro”.
     Así que Vaca de Castro se mantuvo firme, y al temible Belalcázar no le quedó más remedio que dar la vuelta hacia su gobernación. Pero pidió un documento en el constara que no había sido por cobardía: “Vaca de Castro, por contentarle, envió desde allí cartas al Rey diciéndole que el Adelantado Belalcázar se volvía para servirle en la gobernación que le tenía encomendada porque, en la del Perú, no se tenía mucha necesidad de su persona, ya que se hacían cargo de ella Perálvarez Holguín y Alonso de Alvarado”.
     Partido  a  regañadientes Belalcázar, que ya había cumplido sesenta y un años trepidantes, Vaca de Castro continuó su viaje para unirse con los pizarristas. Iba eufórico por el éxito del alistamiento de soldados para su causa, y por la solvencia de los capitantes que estaban al mando. Le llegaban cartas y noticias de lo que iba ocurriendo. Por donde él pasaba, “en todos los sitios le recibían como Gobernador, salvo en la parte que tenían Don Diego de Almagro o sus capitanes”.

     (Imagen) Vemos que Vaca de Castro llevaba como secretario a SEBASTIÁN SÁNCHEZ DE MERLO. Lo había escogido como tal a su paso por Panamá cuando iba hacia Perú. Apenas hay datos de este escribano público, pero se cruzaron en su vida otros personajes de relieve. El documento de la imagen (del año 1539) está protagonizado en parte por él, ya que fue su redactor y el que dio fe de su autenticidad. En el texto aparece alguien que estuvo a punto de complicarle la vida a Hernando Pizarro (como ya vimos) cuando iba hacia Panamá para embarcarse hasta España. Tanto, que desvió su ruta dirigiéndose a México. Se trata del oidor FRANCISCO DE ROBLES, quien le había amenazado a Hernando con apresarlo de inmediato por su implicación en la muerte de Diego de Almagro. En este escrito, el que se defiende es Robles, por otro asunto del que le había acusado el obispo de Panamá, FRAY TOMÁS DE BERLANGA, de quien procede recordar varias cosas. Era un gran cartógrafo. El Rey le confió resolver el conflicto que había entre Pizarro y Almagro sobre los límites de sus gobernaciones. Un temporal desvió su barco y llegaron hasta las desconocidas Islas Galápagos, donde el obispo, tras señalar su situación cartográfica, tomó valiosas notas de flora y fauna. Llegado a su destino, la torpeza de Pizarro y de Almagro, obcecados en sus ambiciones, le hartaron al obispo y tuvo que volverse sin resolver nada. Bonita manera de iniciar unas terroríficas guerras civiles. En cuanto a este documento, es de suponer que la razón la tenía fray Tomás de Berlanga. De hecho, el prepotente oidor fue destituido.



domingo, 18 de agosto de 2019

(Día 913) Una falta de tacto de Perálvarez hizo que Gómez de Tordoya se fuera al campamento de Vaca de Castro, quien, a su vez, molestó con Belalcázar, le pidió que marchase a su gobernación.


     (503) Cieza comenta que hubo un incidente entre Perálvarez Holguín y Gómez de Tordoya (casualmente, morirán juntos en la batalla de Chupas), que terminó bien, pero no  sabemos si más adelante tendrá repercusiones. Se encontraban los dos en la zona de Guaraz, y les llegaron allí algunos comentarios: “Se habló de que Vaca de Castro y todos los que venían con él decían que la gloria de lo que se había hecho en el Cuzco y en las Charcas se debía dar a Gómez de Tordoya y a nadie más. Aunque Tordoya oía esto, como era cuerdo e desease servir al Rey, no se fijaba en ello. Perálvarez era de otra condición, e mostró pesarle oír semejantes pláticas. Y, para encenderle en más ira, sus amigos le pedían que le echase del campamento. Luego, sin consideración, Perálvarez le mandó al capitán Castro que prendiese a Tordoya. Y Castro fue una mañana a su aposento, acompañado de soldados, e hizo lo que le fue mandado. Recibió gran pena Tordoya, y, sin darlo a entender, armado de sus armas e con sus caballos, salió de Guaraz para ir a juntarse con Vaca de Castro, quien, al parecer, ya estaba en Trujillo”.
     No tardó Perálvarez en darse cuenta de que había cometido un injusto error. Nos aclara Cieza que le mandó al capitán Sebastián Garcilaso de la Vega (padre del cronista Inca Garcilaso, y muy querido por los soldados) que acompañara a Tordoya. Incluso después se disculpó ante la tropa por lo que había hecho, y le escribió una carta a Tordoya “rogándole muy ahincadamente que volviese, porque lo que hizo se debió a dichos de hombres apasionados, de lo cual ya estaba arrepentido. Tordoya le respondió que le seguiría siendo buen amigo, pero iría a encontrarse con Vaca de Castro”.
     Cuenta Cieza que Vaca de Castro estaba eufórico porque constantemente le llegaban noticias de cómo iban aumentando los refuerzos para luchar contra los almagristas. Sabía ya que era muy importante la cantidad de “españoles muy lucidos, y, entre ellos, muchos caballeros hjosdalgo”, que se habían puesto, para tal fin, bajo el mando de grandes capitanes, como Alonso de Alvarado Perálvarez Holguín, Gómez de Tordoya, Garcilaso de la Vega, Peransúrez y otros. Tan contento estaba, que decidió quitarse de encima a alguien del que no se fiaba, y hasta se diría que le estaba cogiendo manía: “Como no estaba satisfecho de llevar en su compañía al Adelantado Belálcázar, habló con Lorenzo de Aldana (el que todo lo arreglaba) para que le dijese que convenía al servicio de Su Majestad que volviese a su gobernación para poner orden en ella, pues estaban casi todas sus provincias en rebeldía y pendientes de conquistar”. Belalcázar era duro de pelar, y puso pegas: “Belalcázar le respondió a Vaca de Castro que no le mandase volverse, pues él iba a servir a Su Majestad, y sería muy grande mengua para él retirarse de aquella manera, porque dirían que había sido por otra razón”.

     (Imagen) Estamos viendo cómo Belalcázar le inquietaba a Vaca de Castro por su duro carácter y su carisma de jefe militar. Tuvo la osadía de dejar escapar a Francisco Núñez de Pedroso, participante en el asesinato de Pizarro. Esto nos trae el recuerdo de que Pedroso era gran amigo de FRANCISCO DE CHAVEZ, el almagrista, del que ya dijimos algo. Pero convendrá añadir más detalles. Su historial en Perú fue bastante parecido al del otro Francisco de Chávez,  el pizarrista (eran parientes y los dos de Trujillo), aunque terminaron peleando en bandos contrarios. Casi coincidieron en la fecha de su muerte. Vimos de qué triste manera fue asesinado este último junto a su paisano Francisco Pizarro. El almagrista, como ya sabemos, fue estrangulado poco después por Juan de Rada en un barco y echado al mar. ¿Cómo se explica que los almagristas prescindieran de un capitán de gran prestigio y que tanta importancia tuvo en sus victorias? Sin duda, le perdió su carácter soberbio, terco, cruel y también, cosa rara en aquellos tiempos, de ningún respeto a lo religioso. Cieza le reprochó en su crónica que expulsara de la plaza de Lima, casi a empujones, a los frailes que salían con el Santísimo para evitar que se matara a Pizarro y a sus acompañantes (uno de los cuales era el Chávez pizarrista). Pero la gota que rebosó el vaso fue su actitud cuando Rada le exigió que fuera devuelta una india que había concedido a un soldado. Reaccionó histéricamente, entregándole a Diego de Almagro el Mozo sus armas, y con amenazas de que le pagaría la afrenta, porque nunca más lucharía a su lado. Y le costó la vida. A la hora de morir en el barco, renunció con desprecio a confesarse.



sábado, 17 de agosto de 2019

(Día 912) Queda claro que Francisco Núñez de Pedroso fundó Mariquita. Vaca de Castro desconfiaba de la lealtad de Belalcázar. Trató de consolar a los huérfanos de Pizarro.


     (502) Si la osadía de Belalcázar no tuvo ningún castigo fue, sin duda, por su importancia como militar y gobernador de un extenso territorio. A cualquier otro capitán, le habría costado muy cara semejante insubordinación. Por otra parte, toda esta anécdota que cuenta Cieza aclara que, como supuse en una imagen reciente, este Francisco Núñez de Pedroso fue el mismo que fundó Mariquita, la ciudad colombiana. Todo encaja. A su amigo Francisco de Chávez lo ejecutaron sus compañeros almagristas por la terquedad que tuvo en el asunto de la india disputada entre dos soldados. A él lo desterraron, y ahora vemos que consigue escapar de Vaca de Castro. Con lógico miedo, se alejó hacia la zona  colombiana de Antioquia, y allí se enroló en las tropas del razonable gobernador Gonzalo Jiménez de Quesada, quien le confió la fundación de Mariquita en un lugar próximo.  Así que habrá que zanjar de esta manera el asunto sobre la identidad de Francisco Núñez de Pedroso.
     Cieza recoge un rumor sobre el extraño comportamiento de Belalcázar, que él no considera verosímil, aunque no se puede descartar que el duro capitán se alegrara del asesinato de Pizarro: “En Tomebamba le dijeron algunas cosas de Belalcázar a Vaca de Castro, que yo no afirmaré por ciertas, porque no he hallado a nadie que asegure habérselo oído, porque fue amigo del bando de los pizarristas, y, además, porque había sido capitán de Pizarro. Se comentaba que había aprobado la muerte del Marqués, diciendo que El Mozo había hecho bien en matarlo e vengar así la muerte de su padre, y que mostraba tenerse por amigo de Almagro el Mozo. Cuando Vaca de Castro fue avisado de lo que se decía, recibió muy grande pena, e le pesó haber traído consigo a Belalcázar, deseando mandarle volver, pero temió que se irían con él muchos de los que habían venido de su gobernación. Y, del enojo que recibió por saber que Belalcázar hubiese dicho aquellas cosas, le dieron ciertas calenturas de las que estuvo muy enfermo. Por entonces no habló ninguna cosa con Belalcázar, y siguió su camino hacia la ciudad de San Miguel, e cada día le acudían gentes de todas partes para hallarse con él en servicio de Su Majestad”.
    Por todas las ciudades que atravesaba en su recorrido, se hacía aceptar sin dificultad como Gobernador: “Llevaba gran deseo de hallar ocasión para despedir a Belalcázar. Prosiguiendo su camino, llegó a los aposentos de Carrochamba, halló a los hijos (mestizos) del Marqués Pizarro, que le estaban esperando por saber de su venida, e a la mujer de Francisco Martín de Alcántara (en realidad, su viuda, la extraordinaria Inés Muñoz). Vaca de Castro los fue luego a visitar, e los consoló diciendo que, ya que Dios permitió que matasen al Marqués, que no se fatigasen, pues él haría castigo en los que le mataron, e que serían restituidos en sus haciendas”. Era otro de los dramas de las guerras civiles, el gran número de viudas y de huérfanos.

     (Imagen) Recordemos que Pizarro tuvo dos hijos, Francisca y Gonzalo, con su amante, la princesa inca Inés Huaylas Yupanqui. Nacieron en 1534 y 1535 respectivamente. Fueron los dos únicos hijos a los que legitimó. Posteriormente, Inés se casó con Francisco de Ampuero, y, además, aconsejado por el mismo Pizarro, pues lo tenía en mucho aprecio, y no sin motivo, ya que Ampuero demostró durante su larga vida ser un hombre muy sensato. Pizarro sustituyó a Inés por otra amante india, también princesa, y bautizada como Angelina, de la que tuvo dos hijos más. Tras la muerte de Pizarro, se casó con Juan Díaz de Betanzos, hombre tan culto, que escribió una crónica sobre el Perú. Pues bien: ahora vemos de nuevo en escena a la anteriormente ensalzada INÉS MUÑOZ. Recordemos que enterró rápidamente los cadáveres de Pizarro y de su marido, Francisco Martín de Alcántara, y que huyó con los dos hijos de Pizarro que tenía bajo su custodia desde el momento en que Inés Huaylas se casó con Ampuero (también se ocupó de esconder a los otros dos mestizos y a su madre, Angelina, en algún poblado indio). Ahora, por fin, le llega un momento feliz, porque, en su huida con los mestizos legitimados, de solo 7 y 6 años, se encuentra con el  gobernador Vaca de Castro, quien no va a mirar para otro lado, sino que se hará cargo de llevarlos a Trujillo, y después, para mayor seguridad, a Lima. Pero la vida nunca está garantizada. Inés Muñoz, como ya sabemos, murió muy anciana en el convento que fundó. Había tenido tres hijos y todos murieron, dos en su lejana travesía marítima hacia las Indias, y el tercero, fruto de su segundo matrimonio, también joven. Ocurrió, además, que de los cuatro mestizos de Pizarro, tres murieron pronto. Solamente sobrevivió FRANCISCA PIZARRO, y, para variar, su vida fue larga y esplendorosa, como gran señora en su palacio de Trujillo (Cáceres).