(513) Vimos atrás cómo se sembró una mala semilla que ahora irá
creciendo y terminará en tragedia.
Resulta llamativo que tuviera Diego de Almagro el Mozo dos capitanes muy
valiosos, pero tan distintos de carácter y comportamiento. Empecemos con el
primero: “García de Alvarado, enviado por Don Diego, había llegado a
Arequipa, donde hizo grandes desafueros.
Mató a un vecino que se llamaba Montenegro, y a otro español. Dicen que llevaba
tan gran codicia, que tomaba las cosas sagradas de plata y de oro que halló en
las iglesias. Después de hacer no pocos insultos, con la gente e armas que pudo
obtener se fue para el Cuzco, donde fue bien recibido por Don Diego de Almagro”.
Sigamos con el segundo: “Cristóbal de Sotelo bien sabía la muerte que
Martín Carrillo había dado en Huamanga a Baltanás (amigo de Sotelo), y
que entre él y García de Alvarado había habido pláticas para ser sus enemigos
disimuladamente. Pero, mirando que en semejantes tiempos no convenía andar en
puntas (disputas), disimuló
lo que en su pecho tenía. García de
Alvarado les decía a algunos que Sotelo había hecho mal en nombrar a Juan
Gutiérrez Malaver capitán de la gente que había reunido en el Cuzco, y que no
se podía pasar por ello. Cistóbal de Sotelo se encargaba en la ciudad de
proveer las cosas necesarias, e tenía gran cuidado en que la gente de guerra no
hiciese ningún robo, ni insultos, ni agraviasen a los indios. Pero dos soldados que se llamaban los
Machines entraron en casa del capitán Gabriel de Rojas a matar a otro soldado e
aprovecharse de lo que pudiesen. Finalmente, ellos mataron al que querían mal,
y, cuando tuvo aviso de ello Sotelo, con mucha presteza los buscó, mandó
prenderlos, e dijo que se confesasen, porque iba a mandar matarlos por el
delito que habían cometido”.
A muchos soldados revoltosos no les gustó la decisión de Sotelo: “Como a
los que estaban en el Cuzco les pareciese que
solo se debían castigar los delitos contra la disciplina militar en
acción de guerra, se alborotaron mucho al saber de la prisión de los Machines.
Le llegó la noticia a Don Diego de Almagro, pero no tomó ninguna decisión.
García de Alvarado e Salcedo determinaron rogarle a Sotelo que los perdonase.
Llegado primero Salcedo a la cárcel, no le quisieron abrir, ni Sotelo hizo nada
sobre lo que le rogaba. Salcedo a grandes voces le dijo que mirase que aquellos
soldados eran sus amigos, y que se lo pedía por justicia. Luego llegó García de
Alvarado, y tampoco quisieron abrirle ni responderle. Y Sotelo, basándose en la
información sobre el asunto por el que habían sido apresados, mandó ahorcar a
uno de ellos”.
A nada que se piense, salta a la vista que el desarrollo de las guerras
civiles fue agravándose fatalmente a
partir de un comienzo mal planteado, y precipitado por la ceguera de las
pasiones. Los respectivos derechos de Pizarro y Almagro eran legalmente
discutibles. A eso se añadía que Pizarro era ya el glorioso dueño del Perú,
mientras que Almagro, en un principio dispuesto a quedarse con la zona chilena
porque prometía grandes riquezas, fracasó en su campaña.
(Imagen) Había algo que, sin duda, torturaba a los almagristas: saber
que intentaban lo imposible. Su rebeldía contra la autoridad del Rey estaba
condenada al fracaso. Quizá sea ese malestar y esa mala conciencia lo que explique
el exceso de episodios violentos entre
los propios almagristas. García de Alvarado, para poder matar a Cristóbal de
Sotelo, el mejor capitán de Almagro el Mozo, se rodeó de amigos. Uno de ellos
era RODRIGO NÚÑEZ DE PRADO. Aunque Cieza no da su segundo apellido, solamente
con este Rodrigo, y con su carácter, encaja su comportamiento en las Indias.
Nació hacia el año 1500 en Trujillo, y tuvo un trato muy próximo con la familia
de Pizarro, quien lo fichó para llevárselo a Perú a la vuelta del único viaje
que hizo a España. Entonces la relación fue inmejorable entre los dos paisanos.
Pizarro le había nombrado Maese de Campo de sus tropas, y participó en el
apresamiento de Atahualpa. Pero algo empezó a chirriar. Es probable que Pizarro
hubiera ido poco a poco rebajándolo de categoría por no dar la talla. Explicaría
también su decepción el hecho de que, según cuenta Cieza, fuera “hombre de no
mucho saber y de poco consejo”. Rodrigo se sintió, además, minusvalorado por
considerar escaso lo que le tocó en el reparto del botín, y consideró muy
pequeña la encomienda de indios que le adjudicaron. Se fue, pues, desanimando
por el trato que recibía de los Pizarro y viéndose atraído por su rival, Diego
de Almagro, de manera que, a pesar de haber
sido nombrado alcalde de Huánuco, Rodrigo, despechado, dio el cambiazo y se
pasó al bando contrario. Por eso le vemos ahora, tras la reciente muerte de Pizarro,
aliado con los almagristas frente al gobernador Vaca de Castro. En las
siguientes guerras civiles, RODRIGO NÚÑEZ DE PRADO luchó al servicio del Rey,
lo que suponía, igualmente, hacerlo contra los pizarristas, y lo mataron el año
1544.
No hay comentarios:
Publicar un comentario