(502) Si la osadía de Belalcázar no tuvo ningún castigo fue, sin duda,
por su importancia como militar y gobernador de un extenso territorio. A
cualquier otro capitán, le habría costado muy cara semejante insubordinación.
Por otra parte, toda esta anécdota que cuenta Cieza aclara que, como supuse en
una imagen reciente, este Francisco Núñez de Pedroso fue el mismo que fundó
Mariquita, la ciudad colombiana. Todo encaja. A su amigo Francisco de Chávez lo
ejecutaron sus compañeros almagristas por la terquedad que tuvo en el asunto de
la india disputada entre dos soldados. A él lo desterraron, y ahora vemos que
consigue escapar de Vaca de Castro. Con lógico miedo, se alejó hacia la zona colombiana de Antioquia, y allí se enroló en
las tropas del razonable gobernador Gonzalo Jiménez de Quesada, quien le confió
la fundación de Mariquita en un lugar próximo.
Así que habrá que zanjar de esta manera el asunto sobre la identidad de
Francisco Núñez de Pedroso.
Cieza recoge un rumor sobre el extraño comportamiento de Belalcázar, que
él no considera verosímil, aunque no se puede descartar que el duro capitán se
alegrara del asesinato de Pizarro: “En Tomebamba le dijeron algunas cosas de
Belalcázar a Vaca de Castro, que yo no afirmaré por ciertas, porque no he
hallado a nadie que asegure habérselo oído, porque fue amigo del bando de los
pizarristas, y, además, porque había sido capitán de Pizarro. Se comentaba que
había aprobado la muerte del Marqués, diciendo que El Mozo había hecho bien en
matarlo e vengar así la muerte de su padre, y que mostraba tenerse por amigo de
Almagro el Mozo. Cuando Vaca de Castro fue avisado de lo que se decía, recibió
muy grande pena, e le pesó haber traído consigo a Belalcázar, deseando mandarle
volver, pero temió que se irían con él muchos de los que habían venido de su
gobernación. Y, del enojo que recibió por saber que Belalcázar hubiese dicho
aquellas cosas, le dieron ciertas calenturas de las que estuvo muy enfermo. Por
entonces no habló ninguna cosa con Belalcázar, y siguió su camino hacia la
ciudad de San Miguel, e cada día le acudían gentes de todas partes para
hallarse con él en servicio de Su Majestad”.
Por todas las ciudades que atravesaba en su recorrido, se hacía aceptar
sin dificultad como Gobernador: “Llevaba gran deseo de hallar ocasión para
despedir a Belalcázar. Prosiguiendo su camino, llegó a los aposentos de
Carrochamba, halló a los hijos (mestizos)
del Marqués Pizarro, que le estaban esperando por saber de su venida, e a la
mujer de Francisco Martín de Alcántara (en
realidad, su viuda, la extraordinaria Inés Muñoz). Vaca de Castro los fue
luego a visitar, e los consoló diciendo que, ya que Dios permitió que matasen
al Marqués, que no se fatigasen, pues él haría castigo en los que le mataron, e
que serían restituidos en sus haciendas”. Era otro de los dramas de las guerras
civiles, el gran número de viudas y de huérfanos.
(Imagen) Recordemos que Pizarro tuvo dos hijos, Francisca y Gonzalo, con
su amante, la princesa inca Inés Huaylas Yupanqui. Nacieron en 1534 y 1535
respectivamente. Fueron los dos únicos hijos a los que legitimó. Posteriormente,
Inés se casó con Francisco de Ampuero, y, además, aconsejado por el mismo
Pizarro, pues lo tenía en mucho aprecio, y no sin motivo, ya que Ampuero demostró
durante su larga vida ser un hombre muy sensato. Pizarro sustituyó a Inés por
otra amante india, también princesa, y bautizada como Angelina, de la que tuvo dos
hijos más. Tras la muerte de Pizarro, se casó con Juan Díaz de Betanzos, hombre
tan culto, que escribió una crónica sobre el Perú. Pues bien: ahora vemos de
nuevo en escena a la anteriormente ensalzada INÉS MUÑOZ. Recordemos que enterró
rápidamente los cadáveres de Pizarro y de su marido, Francisco Martín de
Alcántara, y que huyó con los dos hijos de Pizarro que tenía bajo su custodia
desde el momento en que Inés Huaylas se casó con Ampuero (también se ocupó de
esconder a los otros dos mestizos y a su madre, Angelina, en algún poblado
indio). Ahora, por fin, le llega un momento feliz, porque, en su huida con los
mestizos legitimados, de solo 7 y 6 años, se encuentra con el gobernador Vaca de Castro, quien no va a
mirar para otro lado, sino que se hará cargo de llevarlos a Trujillo, y
después, para mayor seguridad, a Lima. Pero la vida nunca está garantizada.
Inés Muñoz, como ya sabemos, murió muy anciana en el convento que fundó. Había
tenido tres hijos y todos murieron, dos en su lejana travesía marítima hacia
las Indias, y el tercero, fruto de su segundo matrimonio, también joven.
Ocurrió, además, que de los cuatro mestizos de Pizarro, tres murieron pronto.
Solamente sobrevivió FRANCISCA PIZARRO, y, para variar, su vida fue larga y
esplendorosa, como gran señora en su palacio de Trujillo (Cáceres).
Excelente, cuando vas a publicar más artículos como estos?
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