sábado, 17 de agosto de 2019

(Día 912) Queda claro que Francisco Núñez de Pedroso fundó Mariquita. Vaca de Castro desconfiaba de la lealtad de Belalcázar. Trató de consolar a los huérfanos de Pizarro.


     (502) Si la osadía de Belalcázar no tuvo ningún castigo fue, sin duda, por su importancia como militar y gobernador de un extenso territorio. A cualquier otro capitán, le habría costado muy cara semejante insubordinación. Por otra parte, toda esta anécdota que cuenta Cieza aclara que, como supuse en una imagen reciente, este Francisco Núñez de Pedroso fue el mismo que fundó Mariquita, la ciudad colombiana. Todo encaja. A su amigo Francisco de Chávez lo ejecutaron sus compañeros almagristas por la terquedad que tuvo en el asunto de la india disputada entre dos soldados. A él lo desterraron, y ahora vemos que consigue escapar de Vaca de Castro. Con lógico miedo, se alejó hacia la zona  colombiana de Antioquia, y allí se enroló en las tropas del razonable gobernador Gonzalo Jiménez de Quesada, quien le confió la fundación de Mariquita en un lugar próximo.  Así que habrá que zanjar de esta manera el asunto sobre la identidad de Francisco Núñez de Pedroso.
     Cieza recoge un rumor sobre el extraño comportamiento de Belalcázar, que él no considera verosímil, aunque no se puede descartar que el duro capitán se alegrara del asesinato de Pizarro: “En Tomebamba le dijeron algunas cosas de Belalcázar a Vaca de Castro, que yo no afirmaré por ciertas, porque no he hallado a nadie que asegure habérselo oído, porque fue amigo del bando de los pizarristas, y, además, porque había sido capitán de Pizarro. Se comentaba que había aprobado la muerte del Marqués, diciendo que El Mozo había hecho bien en matarlo e vengar así la muerte de su padre, y que mostraba tenerse por amigo de Almagro el Mozo. Cuando Vaca de Castro fue avisado de lo que se decía, recibió muy grande pena, e le pesó haber traído consigo a Belalcázar, deseando mandarle volver, pero temió que se irían con él muchos de los que habían venido de su gobernación. Y, del enojo que recibió por saber que Belalcázar hubiese dicho aquellas cosas, le dieron ciertas calenturas de las que estuvo muy enfermo. Por entonces no habló ninguna cosa con Belalcázar, y siguió su camino hacia la ciudad de San Miguel, e cada día le acudían gentes de todas partes para hallarse con él en servicio de Su Majestad”.
    Por todas las ciudades que atravesaba en su recorrido, se hacía aceptar sin dificultad como Gobernador: “Llevaba gran deseo de hallar ocasión para despedir a Belalcázar. Prosiguiendo su camino, llegó a los aposentos de Carrochamba, halló a los hijos (mestizos) del Marqués Pizarro, que le estaban esperando por saber de su venida, e a la mujer de Francisco Martín de Alcántara (en realidad, su viuda, la extraordinaria Inés Muñoz). Vaca de Castro los fue luego a visitar, e los consoló diciendo que, ya que Dios permitió que matasen al Marqués, que no se fatigasen, pues él haría castigo en los que le mataron, e que serían restituidos en sus haciendas”. Era otro de los dramas de las guerras civiles, el gran número de viudas y de huérfanos.

     (Imagen) Recordemos que Pizarro tuvo dos hijos, Francisca y Gonzalo, con su amante, la princesa inca Inés Huaylas Yupanqui. Nacieron en 1534 y 1535 respectivamente. Fueron los dos únicos hijos a los que legitimó. Posteriormente, Inés se casó con Francisco de Ampuero, y, además, aconsejado por el mismo Pizarro, pues lo tenía en mucho aprecio, y no sin motivo, ya que Ampuero demostró durante su larga vida ser un hombre muy sensato. Pizarro sustituyó a Inés por otra amante india, también princesa, y bautizada como Angelina, de la que tuvo dos hijos más. Tras la muerte de Pizarro, se casó con Juan Díaz de Betanzos, hombre tan culto, que escribió una crónica sobre el Perú. Pues bien: ahora vemos de nuevo en escena a la anteriormente ensalzada INÉS MUÑOZ. Recordemos que enterró rápidamente los cadáveres de Pizarro y de su marido, Francisco Martín de Alcántara, y que huyó con los dos hijos de Pizarro que tenía bajo su custodia desde el momento en que Inés Huaylas se casó con Ampuero (también se ocupó de esconder a los otros dos mestizos y a su madre, Angelina, en algún poblado indio). Ahora, por fin, le llega un momento feliz, porque, en su huida con los mestizos legitimados, de solo 7 y 6 años, se encuentra con el  gobernador Vaca de Castro, quien no va a mirar para otro lado, sino que se hará cargo de llevarlos a Trujillo, y después, para mayor seguridad, a Lima. Pero la vida nunca está garantizada. Inés Muñoz, como ya sabemos, murió muy anciana en el convento que fundó. Había tenido tres hijos y todos murieron, dos en su lejana travesía marítima hacia las Indias, y el tercero, fruto de su segundo matrimonio, también joven. Ocurrió, además, que de los cuatro mestizos de Pizarro, tres murieron pronto. Solamente sobrevivió FRANCISCA PIZARRO, y, para variar, su vida fue larga y esplendorosa, como gran señora en su palacio de Trujillo (Cáceres).



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