(490) Podían haber tenido alguna respeto por el brillante historial de
Francisco de Chávez al servicio de los almagristas, pero, quizá ya hartos de su
carácter intransigente, actuaron por la tremenda. Parece ser que también
influyó un rencor reciente de Juan de Rada. Se enteró de que, cuando Diego de
Almagro el Mozo lo nombró Capitán General, resultando desplazado del cargo y
muy dolido Gómez de Alvarado, habiendo sido Rada un simple criado de su
hermano, el gran Pedro de Alvarado, Chávez lo consolaba y le decía que era
necesario poner remedio a tan gran injusticia. Sería, quizá, un detalle más
para precipitar el destino de Chávez: “Sabiendo Juan de Rada que la gente
andaba alborotada por lo que estaba ocurriendo, tomó consejo con sus amigos, y
acordaron matar al capitán Francisco de Chávez y desterrar a Francisco Núñez de
Pedroso. Al otro día, por la mañana, fueron, por mandato de Don Diego y de Juan
de Rada, a dar la muerte a Francisco de Chávez, el cual ya estaba arrepentido
de lo que había hecho. Le dijeron que se confesase, y, según cuentan, se
asombró, y respondió que tenía dos sillas, una en el cielo y otra en el
infierno, y que ya la Potencia Divina tenía determinado a cuál de aquellas
partes había de ir, y que no quería confesarse. Según otros, lo que dijo fue
que, puesto que así lo mataban sus amigos, que el diablo le llevase el ánima”.
Comentando estos rumores sobre Chávez, Cieza muestra, una vez más, su
alma de creyente, al recordar que Chávez, como ya vimos en su día, había obligado
a unos frailes a volverse al convento con las sagradas formas que habían sacado
a la calle para pacificar a la gente: “Bien pudo ser que dijese ambas cosas,
porque un hombre que tan poco acatamiento hizo al Santísimo Sacramento, no esperaría
tener mejor muerte que esta. Tras decir esto, fue ejecutado por el verdugo, y
también lo fue el bachiller Enríquez. Al Francisco Núñez lo desterraron en
aquel navío, donde habían embarcado también a Doña Inés, la mujer de Francisco
Martín de Alcántara (asesinado con su
hermanastro Pizarro), e a los hijos del Marqués. También desterraron a
Diego de Peralta, vecino de la ciudad de la Paz, y hombre que ha servido mucho
a Su Majestad”. Vemos, pues, que no solo había enfrentamientos y ejecuciones,
sino que se utilizaba asimismo el destierro con quienes no habían creado
conflictos pero suponían un riesgo potencial por razones de parentesco o
amistad con sus enemigos.
Los hombres de Diego de Almagro habían demostrado enorme osadía matando
a Pizarro, pero su preocupacion aumentaba al ver que capitanes de gran talla
continuaban fieles a su memoria y se preparaban para luchar. Probablemente, al
que más temían era a Alonso de Alvarado: “Hacía ya muchos días que Perálvarez
Holguín (pizarrista) le había quitado
el mando de la ciudad del Cuzco al capitán Gabriel de Rojas (almagrista), y juntó gente para venir a
buscar a los que habían matado al Marqués. Cuando se supo en la Ciudad de los
Reyes, Don Diego de Almagro y los que con él estaban tuvieron mucha turbación viendo
que, Alonso de Alvarado por un parte y Perálvarez por otra, se hubiesen
levantado contra ellos. Tomando consejo sobre lo que harían, determinaron ir a
desbaratar a Perálvarez”.
(Imagen) El bachiller HERNANDO ENRÍQUEZ, que era, además, boticario y
cirujano (no le faltaría trabajo entre tanto enfermo y herido), era natural de
Barcarrota (Badajoz), como el valiente Gómez de Tordoya y el excepcional
Hernando de Soto, a quienes frecuentaría en su pueblo y en Perú. Nos servirá para entender lo
peligroso que era nadar a dos aguas en las guerras civiles. Nos cuenta Cieza
que enredó bastante en el conflicto que, a cuenta de una india, le costará la
vida a Francisco de Chávez. Pero es que, además, Enríquez, incorporado a las
tropas de los almagristas, estaba haciendo imprudentemente campaña contra Diego
de Almagro el Mozo. Así que lo ejecutaron junto a Chávez. Luego ocurrió algo
también muy frecuente tras la muerte de un español en las Indias: un largo
pleito sobre su herencia. Su padre, como heredero, demandó a Diego de la
Dehesa, un escribano del Cuzco, por apropiación indebida. Fue absuelto, pero
hubo recursos. Lo que nos interesa ahora es el texto de la imagen. En él se
confirma que Enríquez fue matado por orden de Diego de Almagro el Mozo, y se
aclara que uno de sus albaceas había sido LUIS GARCÍA DE SANTMAMÉS. Y el tal
Luis protagonizó otro ejemplo de los saltos mortales que había que dar para
sobrevivir en medio de aquella locura bélica. Era almagrista, pero pronto luchó
contra Diego de Almagro, quizá dolido por la muerte de Enríquez, y se unió a
los pizarristas para servir a Vaca de Castro, representante del Rey. Ya firme
en esa elección, siguió leal a la Corona cuando llegó el virrey Blasco Núñez
Vela. Pero eso supuso inevitablemente enfrentarse a Gonzalo Pizarro, quien,
aunque fue definitivamente derrotado y ejecutado por Pedro de la Gasca (ya
muerto Núñez Vela), había vencido en la batalla de Huarina (año 1547), tras la
cual, una de las muchas cabezas que rodaron fue la de LUIS GARCÍA DE SANTMAMÉS.
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