martes, 31 de marzo de 2020

(Día 1070) Los de Panamá expulsaron a Melchor Verdugo. El virrey se apresuraba a reforzar sus tropas para la inminente batalla de Iñaquito. Gonzalo Pizarro tratará de tenderle una trampa.


     (660) Pronto se enteró Verdugo de que iban a por él: "En la ciudad de Nombre de Dios puso a su gente y a los vecinos en orden. Hinojosa los acometió, y, de los primeros arcabuzazos, murieron algunos de una parte y de otra. Los vecinos, viendo que su gobernador iba como general de sus contrarios, se fueron marchando al monte. Los de Verdugo perdieron el orden por tratar de detener a los que escapaban, y, no pudiendo resistir a los contrarios, se fueron a sus fragatas, tomaron un navío que allí había, y dispararon hacia el pueblo, aunque haciendo poco daño. Viendo Verdugo que no podía hacer cosa alguna, se fue a Cartagena de Indias, para esperar la oportunidad de dañar al enemigo. El doctor Ribera y Pedro de Hinojosa dejaron allá los mismos capitanes con algo más de gente de la que tenían, y se volvieron a Panamá". Más tarde, Inca Garcilaso nos tendrá que decir alguna otra cosa sobre Melchor Verdugo. Ahora va a cambiar de escenario. En una imagen anterior, conté que Verdugo siguió fiel al Rey y luchó junto a Pedro de la Gasca, pero también que era un hombre de pésimo carácter, y, como ya dije, tuvo que dar cuenta de sus numerosos abusos con los españoles y con los indios.
     Por entonces estaba el virrey en Popayán (zona colombiana), tras haber dejado Gonzalo Pizarro de perseguirle, preparándose frenéticamente para la guerra. Con ello, nos encontramos ya en los preámbulos de la decisiva batalla de Iñaquito, de la que saldrá triunfal Gonzalo Pizarro, y donde encontrará la muerte el trágico virrey, quien cayó en la trampa de una maniobra de engaño que efectuaron sus enemigos.
     Y todo ello, a pesar de que el virrey Blasco Núñez Vela había preparado con esmero su ataque: "Le escribió al gobernador Belalcázar y a un capitán suyo llamado Juan Cabrera diciéndoles todo lo sucedido desde el alzamiento de Gonzalo Pizarro, y que estaba determinado a volverse contra él en cuanto tuviera un ejército competente. Les rogaba que viniesen a juntarse con él, prometiéndoles que, muerto el tirano, les daría lo mejor en el reparto del Perú. También les hacía saber que Diego Centeno se encontraba en apuros (perseguido por Francisco de Carvajal) en los otros confines del Perú, con gran riesgo de perecer. Los capitanes, vistos sus despachos, obedecieron llanamente y vinieron a Popayán con cien soldados bien preparados. El virrey también escribió al Nuevo Reino de Granada (Colombia), a Cartagena de Indias y a otras partes, pidiendo socorro, y cada día se le juntaba gente, de manera que, en breve tiempo, tuvo cuatrocientos hombres medianamente armados. Por entonces, se enteró de la prisión de su hermano Vela Núñez, y de la pérdida de sus capitanes Juan de Illanes y Juan de Guzmán, lo cual le pesó mucho".
     Por su parte, Gonzalo Pizarro ansiaba derrotar al virrey, y se mostraba muy impaciente debido a que no podía ir a su encuentro, porque las tierras que habría de atravesar estaban desprovistas de alimentos: "Entonces, con idea de engañarlo, hizo correr el rumor de que iba a ir hacia la zona de las Charcas a sofocar el alzamiento de Diego Centeno, dejando en Quito al capitán Pedro de Puelles con solo trescientos hombres, para impedir la llegada del virrey".

     (Imagen) El capitán manchego JUAN DE CÉSPEDES, nacido en torno al año 1503, partió hacia las Indias el año 1521, y falleció hacia 1575. Desde su llegada fue un importante protagonista de los recorridos iniciales en territorios de la costa atlántica colombiana. El año 1536 formó parte de la impresionante aventura que vivieron los españoles en su descubrimiento y conquista de Bogotá, bajo el mando del irrepetible GONZALO JIMÉNEZ DE QUESADA, uno de los cuatro grandes, Cortés, Pizarro, Valdivia y él, quien, además de ser militar, tenía una gran cultura. Ahora hemos visto que el Virrey de Perú envió cartas a Belalcázar y a su capitán JUAN CABRERA, de quien poco se sabe, aunque tuvo un roce con Céspedes, que los cronistas recogen como ejemplo del orgulloso espíritu de aquellos hombres. Cuando las tropas de Quesada llegaron a Bogotá, apareció días después por allí Belalcázar con sus hombres, y surgió un pique sobre los derechos del descubrimiento (que, sin duda, eran de Quesada). Sus dos capitanes se enfrentaron con chulería torera: "Cabrera preguntó quién era el que le hablaba, tan bravoso, de dar golpes de lanza por la espalda, a quien los recibiría, en todo caso, por el pecho. Y le contestó: 'Me llamo Juan de Céspedes, y soy más conocido que la ruda (planta muy abundante) en todas las Indias, así por mar como por tierra'. Y el de Belalcázar dijo: 'Pues yo, que jamás olí la ruda, ni oí el nombre de Juan de Céspedes, soy Juan Cabrera, hijo del olvido y de mis obras, que aún me falta la primera hazaña para ser conocido, pues, si muchos me tienen por algo, yo no me lisonjeo de mis hechos". Afortunadamente, fue un simple cruce de palabras, porque aquel conflicto no lo iban a arreglar con una bronca. Por si fuera poco, llegó más tarde el alemán Federman (como ya vimos), y, aunque entonces sí hubo gran peligro de que los tres descubridores se enfrentaran a muerte, todo se arregló diplomáticamente, quedando luego el gran Gonzalo Jiménez de Quesada, por decisión del Rey, como gobernador de aquel territorio.



lunes, 30 de marzo de 2020

(Día 1069) Los apresados por Melchor Verdugo le dieron todo el dinero que les pidió. Partió en un navío, que le quitó en Nicaragua Juan Alonso Palomino. Fue luego a Nombre de Dios y atacó a hombres de Pizarro. Luego a él le persiguió el gobernador Ribera.


     (659) La extraña osadía de Melchor Verdugo resulta algo confusa, aunque parece ser que su principal intención, además de las venganzas personales, era la de ponerse al servicio de la Corona. Para empezar, les dio una explicación a sus atónitos presos: "Les dijo que quería ir en busca del virrey, y que, para llevar gente y armas, tenía necesidad de dinero, por lo que todos ellos podían rescatarse dando la cantidad que cada uno pudiese, y la pagase pronto, porque, de lo contrario, los llevaría presos consigo. Los presos pagaron al contado, y, de la Caja Real, sacó lo que había, y, con lo que él tenía, que era hombre rico, juntó gran fortuna". Inca Garcilaso nos va a contar la enredada aventura de Verdugo, que al final quedó en nada, pero sin decirnos qué fue después de él.
     Resumiendo sus andanzas, ocurrió lo siguiente. Se embarcó en un navío, y saqueó otro que iba repleto de mercancía del capitán Bachicao, repartiéndola entre él y sus hombres. Temiendo a la armada de Gonzalo Pizarro, evitó llegar a Panamá y fue hacia Nicaragua. Al saberlo Pedro de Hinojosa, envió tras él, con dos navíos y ciento veinte arcabuceros, al capitán Juan Alonso de Palomino, quien, viendo que Verdugo había bajado a tierra en un punto de la costa, se apoderó de su navío. No desembarcó para luchar contra Verdugo por temor a que los vecinos de la zona le cortaran la salida a mar abierto, y decidió volverse adonde Hinojosa tras haberse apropiado de todas las naves que vio en su entorno.
     Perdida su embarcación y sin posibilidad de comprar otra porque Palomino se las llevó todas, Verdugo no renunció a su propósito de hacer alguna proeza contra el rebelde Gonzalo Pizarro: "Consideró que, yendo a Nombre de Dios, podría hacer algún hecho grande en aquella ciudad, porque imaginó que Pedro de Hinojosa tendría allí poca gente. Con esta imaginación, preparó cuatro fragatas, y, con cien soldados, fue por la laguna de Nicaragua (actualmente hay un proyecto de hacer allí un nuevo canal como el de Panamá), saliendo por su desaguadero al Mar del Norte (el Atlántico), para llegar a Nombre de Dios. Llegó a media noche a la ciudad, saltó en tierra y cercó la casa donde estaban los capitanes Don Pedro de Cabrera y Hernán Mejía con algunos soldados, los cuales, al oír gente, se pusieron a defender la casa. Los de Verdugo le pegaron fuego, y los de dentro se vieron en mucho peligro, aunque pudieron salir por medio de los enemigos sin resistencia, porque tenían más intención de robar que de matar. Los huidos se salvaron escondiéndose en las grandes montañas que había cerca".
     Los escapados fueron a Panamá, y, enterado Pedro de Hinojosa de lo ocurrido, quiso vengarse, pero amparado legalmente. Para ello, denunció los hechos al gobernador, el Doctor Rivera, quien aceptó sus razones y se dispuso a castigar a Verdugo, llevando como refuerzo a Hinojosa y sus hombres, aunque. "previamente, para asegurarse de ellos, tomó juramento de pleito homenaje a Pedro de Hinojosa y a sus capitanes de que le obedecerían como a Capitán General, y, hecho esto, salieron de la ciudad de Panamá en dirección a Nombre de Dios".

     (Imagen) El Gobernador de Castilla del Oro (zona panameña y colombiana) PEDRO DE RIBERA, fue un hombre sensato y fiel a la Corona. Tuvo el acierto de unirse al rebelde Pedro de Hinojosa para una causa justa: expulsar de Panamá a Melchor Verdugo, quien había llegado para defender, supuestamente, la causa del Rey, pero con procedimientos piratescos. Luego Hinojosa quiso apoderarse por la fuerza de Panamá, se le enfrentaron los vecinos bajo el mando de Ribera, y fueron derrotados. Pero, una vez más, demostraron ambos tener dotes diplomáticas. Aunque Hinojosa se apoderó del territorio para evitar que llegaran fuerzas del Rey desde España que acabaran con la rebelión de Pizarro, no paralizó el gobierno de Ribera (quizá recordando su ayuda para expulsar a Verdugo), sino que, con buenas maneras, calmó a los vecinos y se limitó a mantener un control militar. En una carta (la imagen muestra el primer folio) que Ribera le escribió al Rey, le explicaba varios de los hechos ocurridos justo antes de que llegara Melchor Verdugo. La referencia del documento lo resume: "Carta al Rey del doctor Pedro de Ribera, dando cuenta de las tropelías cometidas por Hernando Bachicao, general enviado por Gonzalo Pizarro a Panamá, por lo que habían recibido al otro general del dicho Pizarro, Pedro de Hinojosa, con 4 capitanes y 600 hombres bajo ciertas condiciones. Panamá, 8 de marzo de 1546". Le escribió otra curiosa carta seis meses después al corrupto licenciado Diego Vázquez de Cepeda, rebatiéndole los tramposos argumentos que utilizaba para justificar la rebelión de Gonzalo Pizarro. Y le daba una noticia que zanjaba el asunto: "Paréceme, señor, que ya no hay para qué tratar de todo lo dicho, porque está a punto de llegar para solucionarlo el licenciado Don Pedro de la Gasca, el cual es un santo hombre de mucha ciencia y paciencia, y el clérigo de más crédito que en España queda". Ya vimos que Cepeda salvó la vida abandonando a Gonzalo Pizarro poco antes de que Pedro de la Gasca lo derrotara y ejecutara, y que luego murió (probablemente, envenenado) estando preso por sus chanchullos.



sábado, 28 de marzo de 2020

(Día 1068) Hinojosa, con sus buenas maneras, consiguió que muchos panameños se pusieran de su parte. En Trujillo, Melchor Verdugo, de forma alocada, quiso servir al virrey extorsionando con violencia a algunos vecinos.


     Inca Garcilaso va a censurar ahora ciertas andanzas de Melchor Verdugo (a quien ya le dediqué una imagen). En realidad, lo que hizo fue incordiar en Trujillo a los de Gonzalo Pizarro, pero al cronista le molesta la forma de llevarlo a cabo, o también la antipatía personal, porque Verdugo era un hombre excesivamente violento y sin escrúpulos. Habrá que resumir lo que cuenta, porque se extiende mucho: "En este tiempo sucedió en la ciudad de Trujillo algo que causó mucho escándalo. Melchor Verdugo, por ser natual de Ávila, como el virrey, quiso servirle haciendo alguna cosa señalada, y el virrey, antes de que lo apresaran, le había otorgado permiso para hacer cosas grandes, encargándole de despoblar la ciudad de Lima (para que los enemigos no la saqueasen), por lo cual, Gonzalo Pizarro y los suyos le tomaron odio a Verdugo, quien decidió salir de allí antes de que le tuviesen a las manos, pero dejando hecha alguna cosa notable contra ellos. Consiguió algunos soldados, compró armas en secreto, y las llevó a su casa, donde puso algunos grillos y cadenas, porque su intención era apresar a vecinos de su ciudad. En aquella coyuntura, entró en el puerto de Trujillo un navío que venía de Lima. Mandó recado al maestre y al piloto para que fueran a su casa, para que viera cierta ropa y maíz que quería cargar para llevarlo a Panamá, y, cuando llegaron, los metió en un calabozo que tenía hecho".
     Pero el plan de Verdugo era de mayor alcance. Todo el mundo sabía que le fallaban las piernas, y lo utilizó como excusa para pedir desde la ventana a diversas personas que entraran en su casa pofque tenía que comunicarles algo. Vio que pasaban a los alcaldes (eras dos) de la ciudad,  acompañados del escribano, y les rogó que entraran para hacer unas escrituras: "Cuando los tuvo dentro, los llevó adonde estaban el maestre y el piloto, les quitó las varas de autoridad, los puso en cadenas, y dejó seis arcabuceros de guardia. Siguió haciendo lo mismo con otros vecinos que salían a la plaza, sin que nadie se diese cuenta de lo que ocurría. Y así, en poco tiempo juntó más de veinte personas de las principales que habían quedado en la ciudad, pues los demás se habían ido con Gonzalo Pizarro".

     (Imagen) Vamos de carambola en carambola viendo el destino de los participantes en las guerras civiles. Por más que me empeño en buscar datos biográficos de HERNÁN MEJÍA DE GUZMÁN, solo encuentro referencias colaterales. Pero hay una que muestra si fue partidario de Gonzalo Pizarro (como le vemos ahora), o si, al igual que otros muchos, lo abandonó poco antes de que fuera derrotado y muerto por la tropa de Pedro de la Gasca, a quien le escribió una carta el maravilloso cronista GONZALO FERNÁNDEZ DE OVIEDO, en la cual aclara el enigma: Mejía abandonó a Pizarro. De paso, esto nos da pie para saber lo que Oviedo le decía a La Gasca, con sabroso estilo y algo de lógico peloteo, aunque su admiración fuera sincera (lo resumo). La carta la redactó en enero del año 1550 (aún le quedaban otros siete de vida), "desde la fortaleza (a cuyo mando estaba) de la ciudad de Santo Domingo, de la Isla Española". Le felicita por haber vencido a Gonzalo Pizarro, "negocio tan arduo y que tan prósperamente ha concluido vuestra señoría, por lo que quedará siempre escrito con perpetua memoria en la mente de los que después de nosotros vinieren". Como cronista de raza, le pide que le facilite información de aquellas batallas: "Aunque mi edad ha llegado al tercio postrero (tenía 72 años), lo que me queda de vida  lo pienso emplear en exponer esa gloriosa victoria y la muerte del tirano Gonzalo Pizarro. Hallándome en España cuando HERNÁN MEJÍA llegó a Sevilla, yo no le vi, pero los oficiales que residen en la Casa de la Contratación de Indias me dieron a conocer el fin de los desleales. Con su mal final y con mi buen deseo, terminé de escribir la tercera parte de la Historia General de las Indias, que yo he escrito por mandato de Su Majestad, y, para colmarla de perpetua fama, llegó la noticia a tiempo de cerrar con ella el tercer volumen". Ya hablé en su día de GONZALO FERNÁNDEZ DE OVIEDO, pero solo me queda añadir que, dotado de extraordinarias capacidades,  su vida fue una de las más apasionantes de los personajes de las Indias.



viernes, 27 de marzo de 2020

(Día 1067) Cuando ya iba a empezar el enfrentamiento de Hinojosa y su tropa contra los vecinos de Panamá, los clérigos consiguieron que ambas partes negociaran. Se acordó una tregua de treinta días.


     (657) Era, pues, una tropa inexperta, pero además ocurría que, a pesar de que los panameños odiaban lo que estaba haciendo Gonzalo Pizarro, muchos de los reclutados, sobre todo los mercaderes, temían perder sus haciendas: "Mas, a pesar de todo, se pusieron a punto de defensa formando en escuadrón. Los principales al mando eran el general Pedro de Casaos y Arias de Acebedo, el cual, después de venir a España, avecindó en Córdoba, donde hoy viven sus nietos. Eran también capitanes Juan Fernández de Rebolledo y Andrés de Araiza, más los del virrey, Juan de Guzmán y Juan de Illanes, con otra mucha gente noble que allí había. Todos pretendían defender la ciudad, tanto por servir a su Majestad como por haber quedado escarmentados de los abusos y sinrazones que Hernando Bachicao les había hecho, temiendo, además, que Pedro de Hinojosa les haría lo mismo. El cual, viendo su resistencia, saltó a tierra con doscientos hombres. Dejó orden en los navíos de que, si empezase la batalla, ahorcarían a Vela Núñez y a otros prisioneros. Viendo el gobernador Pedro de Casaos la determinación de Pedro de Hinojosa, salió a su encuentro, con ánimo de pelear hasta vencer o morir".
     Pero intervinieron a tiempo (qué nervios para Vela Núñez y sus compañeros) los partidarios del amor evangélico: "Cuando estaban a poco más de un tiro de arcabuz, salieron de la ciudad todos los clérigos, y, a grandes voces, clamaron al Cielo y a las gentes pidiendo paz y concordia. Con ello, detuvieron a los dos escuadrones, y, poniéndose entre unos y otros, les hablaron de treguas, y lograron que se diesen rehenes por ambas partes. Hinojosa envió a Don Baltasar de Castilla (inició otra futura rebelión contra la Corona), hijo del Conde de la Gomera, y los de Panamá enviaron a Don Pedro de Cabrera, ambos naturales de Sevilla. Hinojosa alegaba que  no venía a hacer daño a ninguno, sino a reparar los agravios, robos y tiranías que habían recibido de Bachicao, y que el intento de su venida había sido buscar al virrey y hacerle que se fuese a España, como los oidores lo habían dispuesto, porque andaba alterando la tierra, y que les rogaban que no les forzasen a luchar con ellos, pues, si fuesen forzados a pelear, harían lo que pudiesen para no ser vencidos".
     Los panameños replicaban, con razón, que ellos no eran quiénes para entrar en territorio ajeno, pero transigieron con ciertas condiciones: "Decidieron que Hinojosa pudiese saltar en tierra y estar en la ciudad por espacio de treinta días, con cincuenta soldados para la seguridad de su persona, de manera que, durante ese tiempo,  enviase su armada a las Islas de Las Perlas (están frente a Panamá, y a muy corta distancia) para poderla deparar, debiendo volverse después al Perú. Ambas partes firmaron estas paces, haciendo pleito homenaje (un juramento especialmente riguroso) de guardarlas, y se dieron rehenes. Pedro de Hinojosa se instaló con sus cincuenta soldados en una casa, donde daba de comer a todos los que iban a ella, y permitía que los suyos jugasen y conversasen llanamente con los de la ciudad".


     (Imagen) JUAN FERNÁNDEZ DE REBOLLEDO, además de militar, fue mercader. Nació en Sevilla y era hijo de uno de los históricos conquistadores que fundaron la primera población española del continente americano (Nuestra Señora de la Antigua), Martín Fernández de Enciso, un enconado rival del gran Vasco Núñez de Balboa. Juan llegó el año 1538 con su madre, Juana de Rebolledo, a la zona situada entre Nombre de Dios y la ciudad de Panamá (distan unos 130 kilómetros), convertida entonces en un avispero de mercaderes, ya que era paso obligado de pasajeros, conquistadores y mercancías para toda Sudamérica. Y, para controlarla, Gonzalo Pizarro envió a Pedro de Hinojosa. Por lo que pudiera pasar, los panameños se organizaron militarmente, y vemos que uno de los capitanes era JUAN FERNÁNDEZ DE REBOLLEDO, aunque su auténtica especialidad fue la de poderosísimo mercader (viajaba con sus barcos a España), que no le hizo ascos a los cargos políticos. Lideraba un grupo de colegas que competían con otro sector dirigido por ARIAS DE ACEBEDO, quien también aparece como capitán en el conflicto con Hinojosa. A diferencia de Rebolledo, que hizo entonces un doble juego, Acebedo mantuvo firme su lealtad al Rey, aunque, por su carácter brusco, maltratador de indios y de soldados, tuvo que volver definitivamente a España. La importancia social de JUAN FERNÁNDEZ REBOLLEDO queda patente en la abundante documentación que protagoniza en el enorme archivo de PARES. Pero no siempre honrosa. El año 1551 le dieron esta orden: "Real Cédula a Juan Fernández de Rebolledo, vecino y regidor de Panamá, ordenándole pagar a Ángela Fabra, condesa de Faro y camarera de la reina de Bohemia, los 124.350 maravedís en que fue condenado por la Cámara tras el juicio de residencia relativo a su cargo de Teniente de Gobernador en Panamá". JUAN FERNÁNDEZ DE REBOLLEDO murió hacia el año 1570, tras una vida saturada de poder económico, político y social.







jueves, 26 de marzo de 2020

(Día 1066) Al saber que llegaba Pedro de Hinojosa, los vecinos de Panamá se prepararon para defenderse. Hinojosa apresó a Vela Núñez, el hermano del virrey y liberó a un hijo de Gonzalo Pizarro; luego se dispuso a iniciar el ataque.


     (656) No le salieron bien las cosas a Rodrigo de Carvajal: "Estando a tres leguas de Panamá, un hacendado le dijo que se encontraban en la ciudad dos capitanes del virrey, Juan de Guzmán y Juan de Illanes, juntando gente para llevársela como socorro a la gobernación de Belalcázar, donde los esperaba, y que habían conseguido más de cien soldados, y que, aunque tenían todo preparado, no habían partido, sino que permanecían allí para defender aquella ciudad de los soldados de Gonzalo Pizarro, pues tenían por cierto que había de enviarlos para ocuparla. Rodrigo de Carvajal envió en secreto a un soldado para que enseñara las cartas a ciertos vecinos, los cuales avisaron a la Justicia, y lo prendieron. Al enterarse de que iba a llegar Hinojosa y de las intenciones que tenía, se puso en alerta la ciudad, y enviaron dos bergantines a tomar la  nave de Carvajal; el cual, viendo la tardanza de su soldado, sospechó lo que ocurría, y, haciéndose a la vela, pudo huir de los bergantines".
     Los asustados vecinos prepararon su defensa con la mayor rapidez posible: "El gobernador de Panamá, llamado Pedro de Casaos, natural de Sevilla, fue con gran diligencia a Nombre de Dios (en la costa atlántica), avisó a la gente que allí había, juntó las armas que pudo encontrar, lo llevó todo a Panamá, y se preparó para resistir a Pedro de Hinojosa. Lo mismo hicieron los capitanes del virrey, y, aunque habían tenido antes alguna diferencia con Pedro de Casaos sobre la superioridad en el mando, lo eligieron como general".
     De nada sirvieron, pues, las cartas que Gonzalo Pizarro había enviado a Panamá. Así que Pedro de Hinojosa iba a encontrar un ambiente muy contrario a los deseos de Gonzalo Pizarro. Pero, en principio, algo le salió redondo. Cuando llegó navegando a Río de San Juan, apresó a diez españoles, y uno de ellos le hizo saber que el virrey, viendo que Juan de Guzmán y Juan de Illanes no acababan de volver, "envió a Panamá a su hermano, Vela Núñez, para recoger la gente que allí había y juntar mucha más, dándole mucho dinero de la Hacienda Real, y entregándole un  hijo natural de Gonzalo Pizarro". Supo también Hinojosa que Vela Núñez estaba a solo una jornada de distancia, y quiso atraparlo: "Envió a dos capitanes con gente, y tuvieron la buena dicha de que los unos prendieron a Vela Núñez, y los otros, a Rodrigo Mejía, natural de Villacastín, que traía al hijo de Gonzalo Pizarro. Los llevaron adonde Hinojosa, que se alegró mucho, porque Vela Núñez le podría haber sido de gran estorbo en Panamá, y la restitución del hijo de Gonzalo Pizarrro había de ser de mucho contento para su padre. Con este regocijo navegaba Pedro de Hinojosa hacia Panamá, cuando Rodrigo de Carvajal le salió al encuentro, y le habló de lo que había sucedido, y de que aquella ciudad le iba a recibir con las armas".
     Pedro de Hinojosa, conociendo la situación, se preparó para la guerra: "El mes de octubre del año mil quinientos cuarenta y cinco dio vista a Panamá, con once navíos que llevaba, y doscientos cincuenta hombres. La ciudad se alborotó grandemente. Todos acudieron a sus banderas, estando como general Pedro de Casaos, quien se puso al mando de quinientos hombres, aunque la mayoría de ellos eran mercaderes y gente tan poco práctica en cosas de la guerra, que ni sabían tirar ni manejar los arcabuces".

     (Imagen) Hemos visto al virrey BLASCO NÚÑEZ VELA sufriendo constantes contratiempos, como si fuera una persona aplastada por el destino. De hecho, así fue desde que desembarcó en las Indias. Como alma en pena, ha sido destituido, apresado y, luego, perseguido tras su huida. En todas las crónicas aparece como un hombre intransigente. Y, en verdad, ese rigor en el cumplimento del deber fue la principal causa de sus desgracias.  No valía para diplomático, y el conflicto con el que le tocó lidiar era endemoniadamente complejo. Pero vamos a fijarnos en otro aspecto: la brillantez de su previa carrera profesional. He topado con un libro que hace un resumen de sus méritos. Lo publicó el año 1607 el benedictino Fray Luis Ariz, con el título de 'Historia de las Grandezas de la Ciudad de Ávila'. Si Blasco Núñez fue escogido por Carlos V para tan peliaguda misión, fue porque valoraba en gran medida los servicios que había prestado. Fray Luis resume textos originales de disposiciones reales que lo llenaron de cargos muy relevantes. Empieza diciendo: "Fue el virrey Núñez Vela muy animado, dotado de gran ingenio y discreto, por lo cual el emperador Carlos V le concedió el Hábito de Santiago".  La Reina Juana (madre de Carlos V) lo nombró Capitán de Caballería siendo muy joven, para que defendiera de los moros la ciudad de Orán. Fue nombrado Corregidor (representante del Rey) de Málaga. La Reina le pide que, en esta ciudad, atienda lo mejor posible al (legendario) capitán Andrea Doria. Después fue nombrado Veedor General de todas las galeras de España. En una carta posterior, la Reina le dice: "He recibido vuestras noticias del buen resultado de la toma (no indica de cuál), por lo que he tenido mucho placer al saber que, para que mejor se hiciese, os apeasteis en tierra, poniendo vuestra persona a todo riesgo y peligro, de lo cual se obtuvo mucho provecho, como de vos se espera, y tendré memoria de ello para haceros merced". Pero pronto, a este caballero de la triste figura le vamos a ver morir injustamente, y con solo 51 años, aunque bien aprovechados.







miércoles, 25 de marzo de 2020

(Día 1065) Gonzalo Pizarro suspendió su persecución al virrey y decidió descansar en Quito. Allí saboreó sus triunfos, pero siguió tomando precauciones. Les envió a los panameños una carta de disculpas por los abusos que había cometido Bachicao.


     (655) Mientras Francisco de Carvajal continuaba persiguiendo a Diego Centeno, ocurrían otras cosas en Quito: "Aunque su gente iba cansada y sin comida, Gonzalo Pizarro tenía tantas ansias de acabar con el virrey, que no cesaba de seguirle día y noche. Sus enemigos estaban en alerta. Dormían vestidos y tenían siempre los caballos cogidos del cabestro. Era tanta la prisa con la que se retiraba el virrey, que llevaba consigo unos ocho buenos caballos, y, si se le cansaba alguno, lo mataba para que sus contrarios no se aprovecharan de él. En este camino, se juntó Gonzalo Pizarro con el capitán Bachicao, que venía de Panamá con  trescientos cincuenta hombres, veinte navíos y mucha artillería, y había desembarcado en la costa, en el punto más cercano a Quito.De esta manera, pudo tener Gonzalo Pizarro en su campo más de ochocientos hombres, entre los que estaban los más importantes de aquellas tierras. Allí supo Gonzalo Piarro (ya llegado a la ciudad de Quito) que el virrey estaba a cuarenta leguas de distancia, en la ciudad de Pasto, situada en la gobernación de Belalcázar, y determinó irlo a buscar. Salió a gran prisa de la ciudad, hasta llegar a Popayán, pero, habiendo ido a veinte leguas más allá de Pasto, decidió volverse a Quito porque aquella tierra estaba muy despoblada y falta de comida. Además, ya había ido tras el virrey desde la villa de La Plata, recorriendo en total, hasta Pasto, más de mil leguas".
     Ya de vuelta Gonzalo Pizarro en la ciudad de Quito, se dedicó a saborear los triunfos que había tenido y a fantasear otros mayores: "Estaba tan soberbio con tantas victorias que había tenido, que comenzó a decir palabras de desacato contra Su Majestad, diciendo que le había de dar la gobernación el Perú voluntariamente o a la fuerza. Así residió algún tiempo en la ciudad de Quito, haciendo cada día grandes recocijos, fiestas y banquetes, sin tener noticias del virrey". Unos y otros daban opiniones distintas sobre lo que estaría tramando. Se hablaba de que quizá quisiera controlar la zona de Panamá, o de que estuviera esperando en Popayán órdenes del Rey, para lo que podría tener intención de reclutar gente. Todo era muy dudoso, pero decidieron tomar precauciones: "Les pareció a Gonzalo Pizarro y a sus capitanes que convenía apoderarse de la zona de Panamá para tener controlado el paso de cara a lo que pudiese ocurrir. Y así, para impedir al virrey que fuera allá, se ordenó que regresara  la armada que había traído Hernando Bachicao, yendo con el cargo de general de ella Pedro de Hinojosa, que había sido camarero de Gonzalo Pizarro, con hasta doscientos cincuenta hombres, el cual partió enseguida".
     Pero hacía falta pedir disculpas oficiales a los panameños por las barbaridades que Hernando Bachicao había hecho anteriormente en aquellos parajes costeros (ya que vimos que lo contaba en sus cartas): "Gonzalo Pizarro mandó desde Puerto Viejo en un navío al capitán Rodrigo de Carvajal hacia Panamá con unas cartas suyas, en la que rogaba a los vecinos de aquella ciudad que favoreciesen sus cosas, diciéndoles también que enviaba aquella armada para compensarlos por los robos y desafueros que Hernando Bachicao les había hecho, pues habían sido muy en contra de su voluntad".

      (Imagen) Aquellos brutales y casi suicidas españoles que estuvieron enzarzados en las guerras civiles de Perú conservaban mucho del espíritu aventurero y hambriento de gloria de los tiempos medievales. Entre los capitanes de Gonzalo Pizarro estaba Antonio de Quiñones, y, en la imagen que le dediqué, mencioné a su mítico antepasado SUERO DE QUIÑONES. Tengo un amigo llamado PABLO ARRIBAS BRIONES. Los dos formamos parte de la menesa ASOCIACIÓN DE AMIGOS DEL MONASTERIO DE TARANCO, fundado el año 800; en un documento posterior, que da fe del hecho, figura la palabra CASTILLA. Pablo escribió un extraordinario libro titulado 'Pícaros y Picaresca en el Camino de Santiago', y, como su trabajo es exhaustivo, cuenta que, el año 1434, SUERO DE QUIÑONES llevó a cabo el hecho de armas caballeresco más sonado en toda la historia del Camino. Tras pedirle licencia al rey Juan II, y serle concedida, Suero cumplió su compromiso de "estar, por un rescate de amor, con otros nueve caballeros, en el puente de Hospital de Órbigo (León) durante treinta días, hasta romper, sin escudo, trescientas lanzas". La 'machada' tenía más mérito por la osadía de prescindir del escudo. El compromiso de romper trescientas lanzas que hicieron los diez temerarios, luchando con los más selectos caballeros que habían de cruzar el puente en su peregrinación, se lo impuso el enamorado Suero porque estaba preso de amor por una dama desconocida. Se convirtió, además, en un espectáculo, porque Suero organizó una gran fiesta y se celebraron banquetes que prepararon los mejores cocineros del reino, pagándolos él. Hasta el Rey le pestó a su trompetero mayor. Un pregonero avisaba a los peregrinos: "¡Ahí está el paso honroso mantenido por mi señor, Don Suero de Quiñones". Hubo  caballeros, algunos llegados de lejanos países utilizando aquella gran ruta de Europa, que se quejaron ante el Rey porque Suero y los suyos les retaban al desafío. Pero la hazaña se hizo realidad, y ha quedado recordada para siempre como la del PASO HONROSO DEL PUENTE DE ÓRBIGO.





martes, 24 de marzo de 2020

(Día 1064). Empezó la feroz persecución de Carvajal a Centeno. Capitán que apresaba, capitán que mataba Hubo un soldado que supo burlarse de Carvajal y escapar.


     (654) Vimos que Francisco de Carvajal, contra lo que suponía Diego Centeno, tenía asegurada la adhesión de todos sus soldados, y le hizo huir nerviosamente. Nos dice Inca Garcilaso: "Carvajal caminó a toda furia tras él, recorriendo hasta quince leguas por día, diciendo a sus hombres que, con las picas arboladas, iban a destruir a su enemigo (como así lo hicieron)". El acoso de Carvajal en la persecución era tan intenso y a tan corta distancia, que Centeno se veía obligado a enfrentarse a él con algunos de los suyos  en sitios estrechos, para que el resto de su tropa, que avanzaba más lenta, pudiera alejarse de los hombres de Carvajal. Y así, una y otra vez: "A muchos de los de Diego Centeno les oí decir que, tras descansar apenas cinco horas, ya veían asomar las picas arboladas, y parecía que no las traían hombres, sino demonios".
     Cuenta luego Inca Garcilaso lo que le ocurrió a un arcabucero de Centeno cuyo nombre no recuerda: "No considerando bien el peligro que corría, se apeó de su yegua. Se puso tras un peñasco, y acertó a matar un buen caballo que corría delante de Carvajal. Cuando iba a escapar el pobre arcabucero, se le huyó la yegua por el trueno del disparo, de manera que el buen soldado quedó desamparado. Se lo llevaron preso a Carvajal, el cual, enfadado por la resistencia tan valerosa que sus contrarios le hacían y por el atrevimiento de aquel soldado, mandó que (para darle mayor tormento que una muerte leve), desnudo en cueros, como nació, lo dejasen en un lapachar (terreno muy húmedo) que allí había, al gran frío de aquella tierra. De esta forma tan rigurosa y cruel pasó el pobre soldado la noche, pidiendo a gritos misericordia.  Cuando llegó el día, se pensó que Carvajal tendría por suficiente castigo lo pasado, pero mandó darle garrote. Y ciertamente, tengo para mí que fue la mayor de sus crueldades". Esta vez, a Inca Garcilaso  no le queda más remedio que ver en su comportamiento pura maldad, porque era un sadismo gratuito. Aquello ni siquiera sirvió como escarmiento para los enemigos, porque no fueron testigos de su salvajada. Fue un miserable desahogo por verse en dificultades para deshacer la tropa de Centeno.
     Seguro que el psicopático Carvajal se puso en marcha sin el menor remordimiento, para continuar su persecución: "Los de Diego Centeno no podían sufrir el trabajo que de día y de noche pasaban. Enflaquecieron mucho, así como sus caballos. Carvajal apresaba a todos los que podía alcanzar, y, a los que eran más notorios, los mataba sin  perdonar a ninguno. A los que no lo eran tanto, los perdonaba por ruego de los suyos".
     Luego dice el cornista que hubo un soldado que se burló de Carvajal, lo que no deja de tener mérito ante tamaño dictador. El caso es que, al margen de que tenía sentido del humor (aunque casi siempre siniestro), a veces también era complaciente con sus soldados, sobre todo con los que se le unían careciendo casi de todo, pues procuraba equiparlos. Hubo uno al que le dio una yegua, pero era lenta, y el soldado iba siempre rezagado, protestando de la cabalgadura. Le dio tanto la lata a Carvajal, que, ya harto, se la cambió por una magnífica mula. Fue tan buena, que el tramposo soldado huyó como una exhalación con ella en sentido contrario, para unirse a grupos enemigos de Gonzalo Pizarro. Si la anécdota ha pervivido, será porque a todo el mundo le agradó que le tomaran el pelo al despótico Carvajal.

     *(Imagen) Aunque me desvíe un momento de lo que nos cuentan ahora los cronistas, merece la pena que hable del peruano MANUEL DE MENDIBURU BONET. Ha sido una gran sorpresa tropezar con este personaje, de alguna manera parecido a Marcos Jiménez de la Espada, otro apasionado de la historia de los conquistadores españoles y de la vida aventurera (a quien le dediqué anteriormente una imagen). Mendiburu nació en Lima el año 1805, y, dadas sus cualidades, podría haber sido uno más de los grandes capitanes de aquellas guerras civiles peruanas del siglo dieciséis que ahora estamos conociendo, pues ya lo fue intensamente en las del siglo diecinueve. Con solo dieciséis años, Mendiburu participó en las batallas de independencia contra España, alcanzando el grado de capitán. Lo cual no le impidió escribir con objetividad y admiración sus reseñas de los cientos de españoles que aparecen en los ocho tomos de su maravilloso DICCIONARIO HISTÓRICO-BIOGRÁFICO DEL PERÚ. Por haber fallecido el año 1885, no pudo consultar estudios históricos posteriores, pero la información que aporta es de una gran riqueza. Lograda la victoria contra España, siguió luchando en las guerras que luego enfrentaron a los países independizados, y, más tarde, en conflictos internos peruanos, siempre al servicio de la legalidad. También como político demostró un nivel de competencia muy alto en todos sus cargos. En Perú, fue Presidente del Consejo de Ministros, Ministro de Guerra y Marina, y Ministro de Hacienda y Comercio sucesivamente. Sus ochenta años de vida fueron sumamente fructíferos, y uno se pregunta cómo le dio tiempo para, aprovechando 'los ratos libres', publicar tan extensas y brillantes obras. Aunque en su asombroso Diccionario Histórico Biográfico del Perú habla también, lógicamente, de personajes posteriores a la independencia y a la desaparición de los virreinatos, la mayor parte del 'inacabable' texto está dedicada (sin olvidarse tampoco de los emperadores incas) a las aventuras y desventuras de los españoles. Tenemos, pues, con él, una deuda de agradecimiento.



lunes, 23 de marzo de 2020

(Día 1063) Alonso de Toro dejó al mando en La Plata a Alonso de Mendoza. Luego fue al Cuzco y mandó ejecutar a dos partidarios de Diego Centeno. Estuvo también a punto de hacerlo con su propio cuñado, fray Agustín de Salazar.


     (653) Pedro Gutierrez de Santa Clara comienza precisamente el tercer tomo de su obra narrando lo que nos acaba de contar Inca Garcilaso: el tira y afloja de los acechos que se hicieron Diego Centro y Alonso de Toro, hasta que este se volvió a la ciudad del Cuzco, desde la villa de La Plata, donde "nombró como teniente de gobernador, en representación de Gonzalo Pizarro, al capitán Alonso de Mendoza, que era un hombre valeroso y muy rico en dinero, quedando con él sesenta hombres de a caballo, por si volviese sobre él Diego Centeno". Enseguida veremos que Alonso de Mendoza (a quien ya le dediqué una imagen), capitán de extraordinaria biografía y fundador de la ciudad de La Paz, va a ser convencido por Diego Centeno para abandonar a Gonzalo Pizarro. Por eso mismo, luchará también al lado del brillante Lope de Mendoza, quien pronto morirá a manos de Francisco de Carvajal.
     Una de las razones por las que volvió Alonso de Toro al Cuzco, fue la de que estaba inquieto porque su cuñado, Tomás Vázquez (a quien ya conocemos), no le enviaba noticias sobre lo que pudiera ocurrir en la ciudad. Llegó al Cuzco con doscientos cuarenta hombres que ya tenía, y otros cincuenta que habían abandonado a Diego Centeno. Entró en el cabildo y empezó a tratar cosas y a preguntar si se había hecho justicia de quienes hubieran turbado la ciudad. Hubo entre los regidores algunos que malsignaron a Luis Álvarez y a Martín de Candía el Mozo, que eran hombres ricos, diciendo que habían hablado muy deslenguadamente contra Gonzalo Pizarro, y que se habrían alzado a favor de Diego Centeno si Tomás Vázquez no lo remediara. Sabido esto, Alonso de Toro los hizo prender, y al otro día los hizo ahorcar por traidores, y riñó bravamente a su cuñado porque  no los había ahorcado".
     Podemos ver también el peso que tenían ciertos tabúes religiosos: "Ocurrió asimismo que Alonso de Toro prendió al dominico fray Agustín de Salazar por haberse quedado doscientos mil ducados de oro. Temiéndole Alonso de Toro preso en su casa, le preguntó que por qué lo había hecho. Le respondió que, viendo que todos los hombres se preocupaban tanto de las guerras hostiles, y no en socorrer a las iglesias de Dios como el Rey lo mandaba, todo lo que había tomado lo había gastado en hacer el monasterio de Santo Domingo, y en obras pías y de caridad, porque el monasterio no tenía ningún dinero. Se le detuvo algunos días en la casa, hasta que se deterninase muy bien lo que se había de hacer, o hasta dar noticia de ello al obispo de la ciudad, fray Juan Solano, que se encontraba entonces en Lima. Pero el fraile huyó, y dicen que Alonso de Toro le facilitó la huida porque había sido excomulgado por apresarle, y porque era su cuñado, pues estaba casado con su hermana, doña Catalina de Salazar. Otros dicen que fue su hermana la que lo soltó, y que se fue a España, sin que hubiera más noticias de él". Sin la menor duda, de no tratarse de un fraile, lo habrían matado. Y hay que precisar otro detalle. Si Santa Clara no se equivoca, el nombre de la mujer de Alonso era Catalina de Salazar, y no Paula Silva, como en algún lugar aparece. Recordemos que el violento Alonso, amancebado con una india, maltrataba a su mujer, lo cual le costó la vida, pues su suegro, Diego González de Vargas, lo acuchilló hasta dejarlo muerto.

     (Imagen) El injustamente marginado cronista Pedro Gutíérrez de Santa Clara es una caja de sorpresas, y aporta datos que casi nadie conoce, confirmando, además, lo que dicen otras fuentes. Vimos que Francisco de Carvajal mencionó a un hermanastro de Gonzalo Pizarro llamado BLAS DE SOTO, de quien ya sabemos que era yerno del honrado oidor Pedro Ortiz de Zárate, y que murió de enfermedad, como le decía en una carta a Gonzalo Pizarro. Pues bien: Santa Clara le dedica unos párrafos elogiosos. Resumo lo que cuenta, ocurrido mientras se producían las escaramuzas entre Alonso de Toro y Diego Centeno: "Blas de Soto, medio hermano de Gonzalo Pizarro, salió de Lima, y fue al Cuzco con cincuenta arcabuceros, con intención de luchar junto a Alonso de Toro contra Diego Centeno. Puesto en marcha, enfermó en el camino de disentería, y así llegó a la ciudad, donde fue muy bien recibido por Alonso de Toro. Una semana después falleció de esta presente vida, siendo de treinta y cinco años de edad. A todos los secuaces del tirano (Gonzalo Pizarro) les pesó mucho su muerte. Fue enterrado en el monasterio de Nuestra Señora de la Merced con mucha solemnidad. Le llevaron los prebendados de la iglesia mayor y los regidores del cabildo, yéndole acompañando Alonso de Toro. Dejó por universal heredero al hijo que tuvo con su mujer, Ana de Salazar, hija del oidor Pedro Ortiz de Zárate. Era Blas de Soto enjuto, y como afeminado y delicado, pero, sin embargo, de grande ánimo y destreza. Se pensaba que habría vencido a Diego Centeno, y, por eso, le habían elegido como capitán general, estando Alonso de Toro conforme. Se hizo también para que Francisco de Carvajal no viniese al Cuzco, porque era odiado. Pero, en la mejor ocasión, se les quebró el poste en el que se habían apoyado". Francisco de Carvajal, en su carta, le ocultó a Gonzalo Pizarro que los vecinos del Cuzco le habían dado el máximo poder a su hermanastro, y, además, con la intención de dejarle a él en segundo plano.



sábado, 21 de marzo de 2020

(Día 1062) Recelos entre Francisco de Carvajal y Alonso de Toro. Carvajal consiguió gente en el Cuzco. Diego Centeno quiso atacar a Carvajal creyendo que muchos de sus hombres le abandonarían, pero no fue así; según dice el cronista, solo era cruel con los enemigos y los traidores.


     (652) Alonso de Toro y Francisco de Carvajal eran dos extraordinarios capitanes con carácter muy difícil, y el primero no soportaba que el segundo le hubiese arrebatado su puesto: "Alonso de Toro emulaba a Carvajal porque Gonzalo Pizarro, por cierta enfermedad que Alonso tuvo, le quitó el cargo de maese de campo, y se lo dio a Carvajal. Apenas había llegado a Lima Carvajal, cuando se enteró de que Diego Centeno había salido de las montañas, y de que, persiguiendo a Alonso de Toro, había apresado a más de cincuenta de sus hombres. Quiso por ello ir tras Centeno, aunque sin pasar por el Cuzco, pero los de esta ciudad le escribieron diciéndole que no la despreciara, ya que era la cabeza del imperio. Carvajal hizo lo que le pidieron,  sobre todo porque así podría tener más gente para su tropa. En el Cuzco se encontraron él y Alonso de Toro con recelo, temor y sospecha el uno del otro, pero no hubo en público cosa alguna. Al día siguiente, prendió Carvajal a cuatro vecinos del Cuzco y, sin dar cuenta de ello a Alonso de Toro, los ahorcó porque eran partidarios suyos, de lo que su rival quedó aún más quejoso". Se supone que lo hizo como castigo por desacato a su autoridad, que era, por debajo de Gonzalo Pizarro, la máxima en su ejército.
     El temible Carvajal (que entonces ya tenía más de setenta años) había conseguido, con la incorporación de gente nueva en el Cuzco, formar una tropa de cien hombres de a caballo y doscientos de a pie. Siempre tan rápido en sus acciones, salió del Cuzco y fue al encuentro de Diego Centeno, quien, viéndolo cerca, le plantó cara con solo ochenta hombres, pensando que, dada la retorcida catadura de Carvajal, muchos de los suyos estarían dispuestos a abandonarlo.     
   Al contar lo que pasó después, Inca Garcilaso, sorprendentemente, hace una justificación y un elogio del comportamiento de Carvajal que parecen excesivos, aunque, sin duda, tenía grandes cualidades: "Pero Diego Centeno se halló burlado de sus imaginaciones, porque Carvajal puso en buen orden a su gente, que no estaba tan descontenta como se decía, pues, si lo estuviera, no sería posible que un hombre solo resistiera, para que no se le fueran, a trescientos que llevaba. Los autores le dan el nombre de malquerido a Carvajal, diciendo que trataba mal a su gente, pero los hechos tan grandes que ellos mismos cuentan de él, hablan de qué manera los trataba, pues le ayudaban a hacer cosas tan extraordinarias. No se puede negar que fue cruel, pero no contra los de su bando, sino con sus enemigos, y no con todos, pues lo hacía solamente con los que él llamaba pasadores y tejedores, porque andaban pasándose de un bando al otro, como lanzaderas en un telar. Más adelante volveremos a hablar de Francisco de Carvajal, que fue un bravo hombre de guerra y mostró bien haber sido soldado del Gran Capitán Gonzalo Fernández de Córdoba, Duque de Sessa (Italia), y de los demás capitanes de su tiempo. Diego Centeno, viendo que, en contra de lo que había imaginado, nadie abandonaba a Francisco de Carvajal, se retiró con el mismo orden que siempre guardó en todos los enfrentamientos que tuvo con este enemigo suyo, hasta que acabaron con él".

     (Imagen) El cronista PEDRO GUTIERREZ DE SANTA CLARA redactó una gran obra, pero ha dejado poco rastro biográfico. Fue hijo de un capitán que luchó en México, y quizá naciera en aquellas tierras. Según cuenta en su crónica, conocida como QUINQUENIOS, ya estaba en Perú el año 1543, cuando, como ahora vemos, Gonzalo Pizarro se dirigía a Lima para enfrentarse al virrey. Aunque algunos dudan de su fiabilidad, no le he pillado en ninguna invención. Y así, por ejemplo, sospeché que 'patinaba' al creer que daba por vivo al trágico Pedro de Lerma cuando ya había muerto, pero no se equivocaba: se refería a un hijo suyo con el mismo nombre. Por otra parte, el gran historiador peruano Raúl Porras Barrenechea (entre otros) aprecia en gran medida su obra. Y el máximo certificado de garantía lo tiene porque, quien le encargó escribirla, fue LORENZO DE ALDANA, caracterizado por su sensatez, y de quien fue su secretario. Quizá, por estar a su servicio, inclinara sus juicios a su favor, pero los hechos que cuenta son inapelables. Tiene una virtud que, a veces, le perjudica: su valía como escritor dio a luz una crónica demasiado extensa. Con frecuencia pone en boca de los protagonistas discursos por él ampliados literariamente (sin faltar a la verdad del contenido), pero eso lo hacían todos los cronistas. Seguiremos los hechos de la manita de Inca Garcilaso de la Vega, pero añadiendo comentarios de Santa Clara que completan la narración con datos interesantes. Además de escritor, fue soldado, y tuvo un recorrido sorprendente. Estuvo al servicio del virrey, pero, cuando fue asesinado, se incorporó a las tropas del rebelde Gonzalo Pizarro, luchando bajo las órdenes del terrible Francisco de Carvajal. Quizá fuera entonces cuando Lorenzo de Aldana lo nombró secretario suyo, pero, siendo los dos igualmente prudentes (o también oportunistas), terminaron por abandonarle y pasarse al bando del gran Pedro de la Gasca, poco antes de que Gonzalo fuera derrotado y ejecutado. PEDRO GUTIÉRREZ DE SANTA CLARA regresó después a México, sin que se sepa cuándo falleció.



viernes, 20 de marzo de 2020

(Día 1061) Gonzalo Pizarro no quiso castigar a Aldana, y, preocupado por el levantamiento de Diego Centeno, le encargó a Francisco de Carvajal que se enfrentara a él. Fue a su encuentro sembrando el terror por el camino. Aldana ejecutó a algunos que querían matarlo.


     (651) Parece bastante claro que Lorenzo de Aldana mostró, con su decisión de salvar la vida a quince vecinos de Lima, que defendía la causa del virrey. Y, con ello, se puso él mismo en grave peligro: "Los del bando de Gonzalo Pizarro quedaron muy descontentos del poco o ningún castigo que Lorenzo de Aldana hizo en aquellos hombres, y les creció la sospecha de que era del bando contrario. Le dieron aviso de ello a Gonzalo Pizarro, mas él no hizo nada contra Lorenzo de Aldana, pues, además de tenerlo como amigo, él estaba en el lejano Quito, y allí era tan bien querido Aldana, que los vecinos no aprobarían que le castigara".
     Por otra parte, a Gonzalo le había surgido una nueva y grave preocupación: "Se enteró del levantamiento de Diego Centeno en la zona de las Charcas, y quiso remediarlo. Dio sus poderes al maese de campo, Francisco de Carvajal, para que se encargase de aquella empresa. Los capitanes se lo aconsejaron con mucha instancia, unos por gobernar ellos a solas, y otros por el temor que tenían a la mala condición de Francisco de Carvajal, aunque todos decían que, para negocio tan importante, convenían la experiencia y consejo de tal persona".
     El expeditivo Carvajal, que a todos hacía temblar, se puso en marcha con veinte personas de su confianza. Como era de esperar, no solo se iba a ocupar del asunto de Centeno, sino que también aprovecharía el largo viaje para ir 'poniendo orden' a su manera por el camino (matando o aterrorizando): "Llegó a la ciudad de San Miguel. Prendió a seis regidores, les dijo las quejas que Gonzalo Pizarro tenía contra ellos por haber favorecido al partido del virrey, y que, por ello, había determinado meter a sangre y fuego la ciudad, pero que, considerando que aquel daño no lo había hecho la gente plebeya, había decidió castigar a los vecinos principales, y no a todos. A los que escogió, les dijo que se confesasen, e hizo dar garrote a uno de ellos, porque había ayudado al virrey para confeccionar un nuevo Sello Real, pues era experto en aquel arte. Los demás se libraron por la buena diligencia que sus mujeres y sus amigos hicieron contando con la ayuda de clérigos y frailes. Le rogaron a Carvajal que los perdonase, y lo concedió, pero condenándolos a destierro de aquella provincia y privación de sus encomiendas de indios".
     Carvajal siguió su amenazante viaje. En Trujillo reclutó gente y se apropió de todo lo que pudo. Llegado a Lima, consiguió aumentar su tropa con doscientos hombres, y desde allí se fue hasta Huamanga.
     Cuando partió de Lima, surgió un incidente en esta ciudad: "Se produjo otro motín, con la intención de matar a Lorenzo de Aldana. Y este, que fue el tercero que hubo, se apaciguó con la muerte de tres o cuatro de los autores, pero causó la de otros cinco o seis en Huamanga, de los que Francisco de Carvajal llevaba consigo porque los habían acusado los de Lima. Allí se enteró también Carvajal de todo lo que había ocurrido entre Diego Centeno y Alonso de Toro, por lo que, considerando que ya no había por qué temer a Centeno, decidió volverse a Lima. También lo hizo por no verse con Alonso de Toro".

     (Imagen) Acabamos de ver que PEDRO MARTÍN DE SICILIA estaba de alcalde en Lima. También se le conocía como 'de Don Benito', pues era originario de esa población extremeña. Que le llamaran 'de Sicilia', quizá tuviera que ver con las guerras de Italia, en las que, por su avanzada edad, pudo haber participado. Poco se sabe de su biografía, pero resulta llamativo el gran contraste entre él y su hermano ALONSO MARTÍN DE DON BENITO (eran hijos de Francisco Martín de Don Benito). Fueron una muestra de algo propio de aquellas guerras civiles: a pesar de ser hermanos, lucharon en frentes contrarios. Y, además, su talante fue muy diferente. Los dos nacieron en Don Benito (Bajadoz) a finales del siglo XV. Es muy probable que fueran juntos a las Indias, pero se conocen mejor las andanzas de Alonso, de quien consta que estuvo en momentos muy señalados de aquella aventura colosal (la imagen muestra parte de sus méritos). Sus afortunados ojos vieron por primera vez, con Vasco Núñez de Balboa, el año 1513, las aguas del Pacífico. Luchó bajo el mando del cruel Pedrarias Dávila y vivió con Francisco Pizarro la odisea del Perú desde sus inicios. Era hombre conciliador, y trató, inútilmente, de evitar la guerra ente Pizarro y Almagro. Estuvo presente con Pizarro en la fundación de la ciudad de Lima (donde murió el año 1558), y, en las guerras civiles, fue siempre leal a la Corona. Él y su hermano Pedro fueron alcaldes de Lima, y a los dos se les concedió un escudo de armas familiar. Le hemos visto a Pedro un ramalazo de crueldad, pero todo indica que era su carácter habitual, y dejó fama de serlo. Hay otra cosa sorprendente, aunque pocos lo saben. Es casi seguro que eran hermanastros de Francisco Pizarro por parte de su madre, Fancisca González. ALONSO MARTÍN DE DON BENITO, por añadidura, tuvo como pareja a Isabel Yupanqui, hermana de Inés Huaylas Yupanqui, la amante de Francisco Pizarro (siendo ambas hermanas de Atahualpa). El rebelde PEDRO MARTÍN DE SICILIA murió el año 1548 luchando al lado de Gonzalo Pizarro.



jueves, 19 de marzo de 2020

(Día 1060) En la zona del Cuzco Diego Centeno y Alonso de Toro se acosaban mutuamente. En Lima, Lorenzo de Aldana se veía obligado a evitar problemas con ambos bandos, y tuvo la habilidad de salvar a algunos perseguidos.


     (650) Así pues, desde este momento Gonzalo Pizarro va a tener que lidiar con dos frentes. Por una parte, era de esperar que el virrey consiguiera reforzarse y atacarlo. Y, ahora, de propina, va a tener que vérselas, ya en guerra abierta, con el gran capitán Diego Centeno. Después de conseguir Alonso de Toro, por convencimiento o por amenazas, que los vecinos del Cuzco tomaran partido contra Centeno, los preparó rápidamente para la lucha. Tomó el cargo de Capitán General, nombró capitanes y juntó una tropa de casi trescientos hombres, medianamente armados. Salió del Cuzco para luchar contra el enemigo, pero Centeno, cuando supo que se le acercaba, evitó el enfrentamiento. Alonso de Torno decidió dar la vuelta hacia el Cuzco, y se cambiaron las tornas; Centeno fue tras él pesando que la retirada de los contrarios era un síntoma de debilidad: "Envió al capitán Lope de Mendoza con cincuenta hombres en buenos caballos, para que, yendo tras los contrarios, recogiera a los que cambiasen de bando. Lope alcanzó a bastantes de los que iban rezagados, y respetó a los que prometieron ponerse a su servicio, pero ahorcó a algunos sospechosos de ser demasiado amigos de Alonso de Toro".
     En Lima, el sensato y escurridizo Lorenzo de Aldana se iba a ver en una situación comprometida: "Todos estos sucesos se supieron en la ciudad de Lima, y, como allí había gente de ambos bandos, los del virrey, cobrando ánimo, hablaban, casi en público, de irse a juntar con Diego Centeno. Como Lorenzo de Aldana se mostraba remiso en castigar estas cosas, le hacía sospechar a los de Gonzalo Pizarro que las consentía, y que pretendía encabezarlos. Con este temor, fueron adonde él los partidarios de Pizarro, y le dieron cuenta de la desvergüenza con que algunos hablaban. Además, entonces llegaron noticias de las muertes que el virrey había dado a algunos de los suyos, y de lo apretado que Gonzalo Pizarro lo traía en su persecución. Todo esto les quitó el ánimo a los que apoyaban al virrey y se lo dio a los del bando de Pizarro. Y de tal manera, que se atrevieron a decirle a Lorenzo de Aldana que en la ciudad había personas sospechosas inquietando a la gente con palabras escandalosas, que estaría bien castigarlas con muertes y destierro, y que ellos se ofrecían a dar información de quiénes y cuántos eran. Lorenzo de Aldana respondió que no lo había sabido, que se harían diligencias y que él los castigaría severamente".
     Es admirable cómo Lorenzo de Aldana sabía navegar en aguas tan torrenciales y peligrosas. Los partidarios de Gonzalo Pizarro creyeron que Aldana iba a aplicar duros castigos a los del virrey: "Oyendo la respuesta de Aldana, prendieron los denunciadores a quince personas, y el alcalde, Pedro Martín de Sicilia (o de Don Benito) quiso darles tormento, y habrían corrido mucho peligro si lo hubiese hecho, pues le tenía gran afición al bando de Gonzalo Pizarro. Lorenzo de Aldana se los quitó de entre las manos, y los llevó a su posada diciendo que en ella estarían mejor guardados, para que no huyesen. Allí les daba todo lo que necesitaban, y, con apariencia de castigo, los desterró de la ciudad en un navío que les dio, manifestándoles que más adelante sabrían cuál era su intención".

     (Imagen) Hemos visto que Gonzalo Pizarro, en cuanto Diego Centeno se le rebeló, envió al capitán Lope de Mendoza para que apresara en Arequipa a su representante, PEDRO DE FUENTES, quien huyó de inmediato en cuanto se enteró. Apenas hay documentación sobre su persona, pero sí queda su rastro entre las cartas que guardaba el gran Pedro de la Gasca. Un tal Sebastián Montero le escribió en enero de 1547 a Gonzalo Pizarro con gran sencillez: "Bien creo que vuestra señoría me tendrá olvidado por ser un pobre soldado, aunque yo no me he olvidado de serviros". Además de recordarle que hizo para él un bergantín, le cuenta que que llegó a Lima (un año antes) con Pedro de Fuentes, "criado de vuestra señoría". Habla de que, estando en Arequipa, escaparon él y Pedro de Fuentes de Lope de Mendoza, y, uniéndose a Alonso de Toro, "fuimos contra Centeno y sus traidores y les hicimos huir". En otra carta, ésta dirigida a Gonzalo Pizarro por el sargento mayor Juan Silveira en 1546, se ve claramente que Pedro de Fuentes estaba cayendo en sospecha de deslealtad. Silveira tenía la misión de apresar y castigar a soldados de Diego Centeno. Cuando ya llevaba ahorcados a seis, le había confiado también Gonzalo Pizarro que le abriera un expediente a Pedro de Fuentes. Pero se ve que Silveira no veía clara su culpabilidad: "Se dicen muchos males de Pedro de Fuentes, y está muy ocupado en dar sus descargos. Ha actuado en todo como muy mozo, pero por ninguna vía he podido averiguar lo suficiente para cortarle la cabeza. Solo queda probado que ha sido rebelde a los mandamientos de vuestra señoría, pero no las dos principales cosas que vuestra señoría me indicó. De manera que le he desterrado perpetuamente a las provincias de Chile, y va metido con grillos en el navío, a buen recaudo bajo la vigilancia del capitán Antonio de Ulloa". Pero, como solía ocurrir en aquel mundo de locos, un Juan Silveira, posiblemente éste, murió más tarde luchando contra Gonzalo Pizarro. En 1552 (cuatro años después de su muerte), su cuñado, Luis Bautista, y su hermana María Silveira reclamaron sus bienes.



miércoles, 18 de marzo de 2020

(Día 1059) La muerte de Gómez de Luna rebeló a Diego Centeno. Buscó aliados y mataron a Francisco de Almendras. Luego Centeno convenció a muchos para abandonar a Gonzalo Pizarro. Alonso de Toro aumentó las tropas de Pizarro.


     (649) La barbaridad que hizo Francisco de Almendras fue la gota que colmó el vaso de las indignaciones de Diego Centeno contra Gonzalo Pizarro y sus colaboradores: "Determinó vengar la muerte de Don Gómez de Luna y sacar de la tiranía de Francisco de Almendras a las personas que vivían bajo su mando. Lo comunicó con los más principales vecinos de aquella tierra, especialmente con Lope de Mendoza, Alonso Pérez de Esquivel, Alonso de Camargo, Hernán Núñez de Segura, Lope de Mendieta, Juan Ortiz de Zárate, su hermano, y otros en quienes confiaba. Entre todos, acordaron matar a Francisco de Almendras. Lo hicieron un domingo, juntándose en casa de Almendras para ir con él a misa. Le dieron de puñaladas, y, no acabando de morir, lo sacaron a la plaza, le cortaron la cabeza por traidor, y alzaron banderas por su Majestad, sin que tuviesen dificultad para apaciguar al pueblo, porque Francisco de Almendras no era querido. Se pusieron luego en orden de guerra, y nombraron a Diego Centeno Capitán General".
     Había que actuar con rapidez antes de que los enemigos reaccionaran. Centeno empezó a reclutar gente, y pronto pudo contar con doscientos cincuenta hombres bien preparados. Controló los caminos de acceso a la ciudad para que no se conociera lo que había ocurrido, y envió a Lope de Mendoza a Arequipa, con el fin de apresar a Pedro de Fuentes, que representaba allí a Gonzalo Pizarro, pero ya se había enterado de la rebelión, y huyó de inmediato. Lope de Mendoza, sin ninguna oposición de los vecinos, se hizo con la ciudad, "y, con la gente, armas, caballos y dinero que allí pudo recoger, volvió a la villa de La Plata". Centeno reunió a todos sus hombres y les habló con firmeza sobre los abusos de Gonzalo Pizarro, y sobre sus ambiciones ilegítimas: "Trajo a su memoria la obligación que tenían, como buenos vasallos, de servir al Rey, y el mal renombre que cobrarían, de hacer lo contrario. Con estas razones, persuadió Diego Centeno a los suyos para que se ofreciesen a su servicio, y le siguieran dondequiera que él fuese".
     Diego Centeno había encargado a un capitán que vigilase los accesos del Cuzco, para que no se enteraran allí de su rebelión antes de que él hubiese preparado debidamente su tropa.  Pero las noticias volaban a través de los indios, y pronto se enteró de lo ocurrido Alonso de Toro, quien andaba vigilante para que el huido virrey no pudiera refugiarse en el Cuzco. En cuanto lo supo, fue rápidamente a esta ciudad, "preparó allá gente, reunió a los vecinos y regidores, y les habló para que defendieran a Gonzalo Pizarro". Utilizó toda clase de retorcidos y manipuladores argumentos, diciéndoles que Gonzalo Pizarro era el verdadero representante del Rey, y que solamente él podía impedir que se aplicaran las Leyes Nuevas que les iban a dejar en la miseria. También les señaló (y en eso tenía razón) que los oidores habían destituido al virrey, y que, en concreto, el oidor Cepeda, que era el de mayor autoridad en la Audiencia, estaba acompañando a Gonzalo Pizarro: "Con estas cosas y otras muchas semejantes que les dijo, y con su aspereza y mala condición, se hizo obedecer, y nadie osó contradecirlo, de manera que decidieron seguirle contra Diego Centeno".

     (Imagen) La injusta muerte que FRANCISCO DE ALMENDRAS, el representante en La Plata de Gonzalo Pizarro, le dio a DON GÓMEZ DE LUNA provocó una sublevación de largo alcance. Encabezó el más que arriesgado motín DIEGO CENTENO, que era como un hijo para Almendras, quien luego, a la hora de morir, le suplicó a Centeno, inútilmente, que le perdonaran la vida porque tenía doce hijos. A medida que avanzamos en la lectura de las crónicas, se van aclarando detalles. Ahora ya sabemos en qué momento concreto el gran capitán Diego Centeno se levantó en armas contra Gonzalo Pizarro, hasta acabar con él en la batalla de Jaquijaguana. Ya comenté que él se ocupó de tenerlo preso a la espera de su ejecución, y que tuvo el delicado detalle de tratarlo con suma amabilidad y cortesía durante su custodia. Como líder nato, Centeno convenció a otros capitanes para dar muerte a Almendras. De todos ellos hemos hablado, y podemos ahora añadir algún detalle más. LOPE DE MENDIETA, el protagonista de la imagen anterior, se pasó antes de lo que yo indiqué al bando del virrey, es decir, en este preciso instante. Ya sabemos que después se unió a Gonzalo Pizarro, y que terminó por abandonarlo. También se confirma que era hermano del vasco JUAN ORTIZ DE ZÁRATE, otro de los amotinados, quien tuvo la suerte de sobrevivir a las situaciones más comprometidas, y luego llegó a ser Gobernador del Río de la Plata y de Paraguay. Otro que superó bien las guerras civiles fue HERNÁN NÚÑEZ DE SEGURA. Por su parte, LOPE DE MENDOZA y ALONSO DE CAMARGO (uno de los pocos supervivientes de la fracasada expedición que atravesó el Estrecho de Magallanes) tuvieron la desgracia de caer en manos del terrible Francisco de Carvajal y ser decapitados. De DIEGO CENTENO ya vimos que, tras la definitiva derrota de Gonzalo Pizarro, murió en 1549 de muerte natural cuando disfrutaba de un merecido descanso y de sus ricas minas de plata, precisamente en Potosí, el territorio en el que se había sublevado contra Gonzalo Pizarro.



martes, 17 de marzo de 2020

(Día 1058) El virrey, desquiciado, siguió matando sospechosos. A gran distancia, en La Plata, también el gonzalista Francisco de Almendras hizo una barbaridad.


     (648) No se aplacó con ello la ira del virrey, y mató de nuevo sin pruebas suficientes: "El virrey llegó después, con menos trabajo y temor, a Tomebamba, donde mandó hacer lo mismo de Rodrigo de Ocampo, su maese de campo (a quien hasta allí había tenido como su grande e íntimo amigo), porque de él había tenido la misma sospecha que de los otros dos capitanes muertos, los cuales le habían servido en todos sus trabajos. Sobre estas muertes hubo en el Perú varias y contrarias opiniones, de culpa y de su descargo. Antes de llegar a Quito, tuvo el virrey noticia y sospecha de que Francisco de Olmos y los que con él venían de Puerto Viejo habían sembrado palabras en deservicio del Rey. Llegado a la ciudad de Quito, procuró saber la verdad. Tras consultarlo con el licenciado Álvarez, hizo justicia de muchos de ellos, cortando las cabezas a unos, y ahorcando a otros, acusados de traidores. Algunos de los ejecutados fueron Álvaro de Carvajal, el capitán Ojeda y Gómez Estacio, dejando con vida a Francisco de Olmos, por entender que no era culpable. Estas muertes causaron mucho escándalo en todo el Perú, y dañaron mucho al virrey, porque, como la culpa no fue manifiesta, quedándose solo en sospechas, muchos que pretendían ir a servirle lo dejaron de hacer, por temor a que les ocurriese lo mismo".
     De momento, Inca Garcilaso nos saca de Quito y nos lleva a la villa de La Plata, donde también se vivían intensamente los tormentos de las guerras civiles. Él mismo se asombra del alcance territorial que tenía el conflicto: "Es cosa de admiración que la misma porfía pasase a trescientas leguas de distancia (desde Quito)". Nos recuerda que en La Plata estaba de teniente, en representación de Gonzalo Pizarro, Francisco de Almendras, y nos va a explicar por qué Diego Centeno iba a abandonar el bando de Gonzalo Pizarro, llegando incluso a matar al propio Almendras (que era como un padre para él). Veamos a Almendras excediéndose de manera implacable: "Al saber que un caballero principal de aquella población, llamado Don Gómez de Luna (era primo del padre de Inca Garcilaso), había dicho en su casa que no era posible que algún día dejase de reinar el Emperador (palabras sensatas), lo apresó. Los del cabildo le rogaron que lo soltase, o que, al menos, lo tratase conforme a la calidad de su persona. No dándoles Francisco de Almendras buena respuesta, hubo alguno de ellos que se la dio mala, diciendo que, si él no lo soltaba, lo soltarían ellos. El teniente se ofendió, pero disimuló su enfado. A media noche fue a la cárcel, dio garrote a Don Gómez, lo sacó a la plaza y le hizo cortar la cabeza. Lo cual sintieron mucho los vecinos, pareciéndoles que a todos los alcanzaba tal agravio. Lo sintió especialmente un vecino de aquella ciudad, llamado Diego Centeno, vecino de Ciudad Rodrigo, que fue muy gran amigo suyo. Y, aunque Diego Centeno le siguió a Gonzalo Pizarro en su primer levantamiento, después, al ver que la mala intención de Gonzalo Pizarro se extendía a mucho más que lo que al principio había publicado, se volvió, con su licencia, a su casa y a su hacienda de indios, donde estaba ya cuando acaeció esta muerte de Don Gómez de Luna".

     (Imagen) Sabemos por Inca Garcilaso que DON GÓMEZ DE LUNA era un hombre muy querido en la villa de La Plata, y al que Francisco de Almendras, que estaba al mando en ella como representante de Gonzalo Pizarro (el usurpador), lo ejecutó muy injustamente. A pesar de su relevancia, hay poca documentación sobre él. Solamente le he visto mencionado en una carta de LOPE DE MENDIETA, fechada en febrero de 1547, en la cual le pedía a Gonzalo Pizarro que le reconociera el intercambio de encomiendas de indios que habían establecido de común acuerdo Don Gómez de Luna y él. Ya le dediqué una imagen a Mendieta, pero esta carta nos descubre que ocultó en su expediente de servicios algo que lo infamaba. En él, como vimos, presumía de haber sido siempre fiel a la Corona. Es cierto que, en general, mantuvo esa lealtad, pero, en un momento determinado, traicionó al virrey. De lo cual no queda la menor duda, porque su carta del año 1547 era una insistente petición de la que Gonzalo Pizarro, sin duda su jefe, no hacía caso. Y se quejaba: "Se lo he suplicado a su señoría en mis pasadas cartas, y nunca he visto respuesta de lo que su señoría ha decidido hacer". Está claro que llevaba tiempo bajo el mando de Gonzalo Pizarro, y es muy probable que hubiera luchado contra el virrey cuando, ocho meses antes, fue asesinado. Mendieta se libró de responsabilidades después de que Gonzalo fuera derrotado y ejecutado, e incluso se le nombró caballero de la Orden de Santiago. Participó en esa batalla de Jaquijaguana (abril de 1548) bajo las órdenes del gran Pedro de la Gasca. Pero hay constancia de que, ya en octubre de 1547, era enemigo de Gonzalo Pizarro. Quizá acabara harto de su ingratitud. De hecho, Mendieta siempre había sido muy leal a los Pizarro. En la imagen vemos que el Rey lo nombró Regidor de la villa de La Plata en febrero del año 1541, población que había fundado el inigualable Francisco Pizarro, quien fue asesinado cuatro meses más tarde de esta concesión.