(640) Los que en Lima suplicaban por la vida del licenciado Benito
Suárez de Carvajal buscaban argumentos en su defensa. Insistían en que no era
enemigo de Gonzalo Pizarro, pues, a quien, sin duda odiaba, era al virrey, por
haber matado a su hermano. Además decían que ellos no tuvieron nada que vez con
la huida de Vaca de Castro. Pero Gonzalo no cedía: "Estaba tan enojado,
que a ninguno quería oír. Visto esto, el licenciado Carvajal y sus amigos
acordaron llevar el asunto por otra vía, y le dieron al maese de campo un
lingote de oro de dos mil pesos, y le prometieron mucho más, lo cual aceptó.
Después Carvajal comenzó a suavizar su postura. Luego fue adonde Gonzalo Pizarro, y le convenció
para que soltara al licenciado y a los demás que estaban presos".
Inca Garcilaso resulta a veces sorprendente en sus juicios de valor. Ha
dicho hace poco que Vaca de Castro era muy amado por todos, pero lo cierto es
que, a pesar de sus grandes méritos, fueron muchos los que no le miraban con
buenos ojos, en parte por rencor, y en parte porque su conducta fue censurable,
sobre todo en cuanto a su codicia. Ahora va a tratar de maquillar la imagen del
terrible Francisco de Carvajal, cosa nunca vista entre quienes hicieron
crónicas de las Indias: "Aunque a veces algunos le cohechaban a Francisco
de Carvajal, si el delito era cierto, no aprovechaban dádivas ni ruegos, pues
enseguida ejecutaba la pena de muerte en ellos, ya que hacía lo que convenía al
bando que seguía. Los historiadores le hacen demasiadamente codicioso y cruel.
Hubo parte de lo uno y de lo otro, pero no tanta como dicen. Lo que hacía de
muerte y de crueldades, era porque convenía al bando que seguía, porque
presumió de ser de veras soldado, capitán y maese de campo. Más adelante diré
otras cosas notables de su condición, pues yo le conocí, y a todos los
capitanes de Gonzalo Pizarro, y les oí cosas particulares de ellos a los que
los trataban muy familiarmente". Cuando murió Gonzalo Pizarro, Inca
Garcilaso tenía nueve años.
Dio la casualidad de que, poco después, se le alivió a Gonzalo Pizarro
la situación: "Llegó entonces al puerto un bergantín de Arequipa, y se
volvió a preparar la partida de Hernando de Bachicao. Después de aderezarlo con
gran cantidad de artillería, salió con el doctor Tejada, Francisco de Maldonado
y setenta arcabuceros. De esta manera, se dirigió hacia Túmbez. Cuando le
vieron acercarse al puerto, pensando el virrey que traía mucha gente, se dio
prisa para salir con ciento cincuenta hombres en dirección a Quito. Algunos se
le quedaron para unirse a Bachicao, quien tomó dos navíos que halló en el
puerto, y en Puerto Viejo y en otras partes recogió más gente, hasta tener un
total de ciento cincuenta hombres. Y el virrey fue, sin parar, hasta
Quito". Lo que acaba de contar Inca Garcilaso aclara que, además de robar
Bachicao en Túmbez 8.800 pesos de oro (como hemos comentado en la imagen
anterior) también se apoderó de las naves que estaban en el puerto.
Antes de que el virrey tuviera que escapar rápidamente de Túmbez con los
suyos por saber que se acercaba Bachicao con gente armada, había tenido tiempo
de hacer numerosas gestiones para organizarse militarmente, e incluso reasentar
allí la Audiencia de Lima, ya que la ley se lo permitía con un solo oidor, y lo
era su acompañante, el licenciado Álvarez.
No hay comentarios:
Publicar un comentario