sábado, 7 de marzo de 2020

(Día 1050) Los amigos del Benito Suárez de Carvajal consiguieron salvarle la vida sobornando a Francisco de Carvajal, a quien Inca Garcilaso justifica parte de sus crueldades. El virrey huyó a Quito cuando supo que Hernando de Bachicao se acercaba a Túmbez.


     (640) Los que en Lima suplicaban por la vida del licenciado Benito Suárez de Carvajal buscaban argumentos en su defensa. Insistían en que no era enemigo de Gonzalo Pizarro, pues, a quien, sin duda odiaba, era al virrey, por haber matado a su hermano. Además decían que ellos no tuvieron nada que vez con la huida de Vaca de Castro. Pero Gonzalo no cedía: "Estaba tan enojado, que a ninguno quería oír. Visto esto, el licenciado Carvajal y sus amigos acordaron llevar el asunto por otra vía, y le dieron al maese de campo un lingote de oro de dos mil pesos, y le prometieron mucho más, lo cual aceptó. Después Carvajal comenzó a suavizar su postura. Luego  fue adonde Gonzalo Pizarro, y le convenció para que soltara al licenciado y a los demás que estaban presos".
     Inca Garcilaso resulta a veces sorprendente en sus juicios de valor. Ha dicho hace poco que Vaca de Castro era muy amado por todos, pero lo cierto es que, a pesar de sus grandes méritos, fueron muchos los que no le miraban con buenos ojos, en parte por rencor, y en parte porque su conducta fue censurable, sobre todo en cuanto a su codicia. Ahora va a tratar de maquillar la imagen del terrible Francisco de Carvajal, cosa nunca vista entre quienes hicieron crónicas de las Indias: "Aunque a veces algunos le cohechaban a Francisco de Carvajal, si el delito era cierto, no aprovechaban dádivas ni ruegos, pues enseguida ejecutaba la pena de muerte en ellos, ya que hacía lo que convenía al bando que seguía. Los historiadores le hacen demasiadamente codicioso y cruel. Hubo parte de lo uno y de lo otro, pero no tanta como dicen. Lo que hacía de muerte y de crueldades, era porque convenía al bando que seguía, porque presumió de ser de veras soldado, capitán y maese de campo. Más adelante diré otras cosas notables de su condición, pues yo le conocí, y a todos los capitanes de Gonzalo Pizarro, y les oí cosas particulares de ellos a los que los trataban muy familiarmente". Cuando murió Gonzalo Pizarro, Inca Garcilaso tenía nueve años.
     Dio la casualidad de que, poco después, se le alivió a Gonzalo Pizarro la situación: "Llegó entonces al puerto un bergantín de Arequipa, y se volvió a preparar la partida de Hernando de Bachicao. Después de aderezarlo con gran cantidad de artillería, salió con el doctor Tejada, Francisco de Maldonado y setenta arcabuceros. De esta manera, se dirigió hacia Túmbez. Cuando le vieron acercarse al puerto, pensando el virrey que traía mucha gente, se dio prisa para salir con ciento cincuenta hombres en dirección a Quito. Algunos se le quedaron para unirse a Bachicao, quien tomó dos navíos que halló en el puerto, y en Puerto Viejo y en otras partes recogió más gente, hasta tener un total de ciento cincuenta hombres. Y el virrey fue, sin parar, hasta Quito". Lo que acaba de contar Inca Garcilaso aclara que, además de robar Bachicao en Túmbez 8.800 pesos de oro (como hemos comentado en la imagen anterior) también se apoderó de las naves que estaban en el puerto.
     Antes de que el virrey tuviera que escapar rápidamente de Túmbez con los suyos por saber que se acercaba Bachicao con gente armada, había tenido tiempo de hacer numerosas gestiones para organizarse militarmente, e incluso reasentar allí la Audiencia de Lima, ya que la ley se lo permitía con un solo oidor, y lo era su acompañante, el licenciado Álvarez.

     (Imagen) A veces resulta muy difícil encontrar datos de aquellos que estuvieron al servicio de los rebeldes a la Corona. Sus biografías quedan reducidas intencionadamente a la mínima expresión. Es lo que ocurre con FRANCISCO DE MALDONADO, maestresala de Gonzalo Pizarro, y, sin duda, hombre valioso, porque hemos visto que se le ha confiado la difícil misión de ir a España para conseguir que el Rey confirme a Gonzalo Pizarro en el puesto de Gobernador de Perú. Va hasta Panamá en el barco de Hernando de Bachicao, de cuyos abusos llegó a participar cuando entraron en el puerto. ¿Y luego, qué? Se diría que se lo tragó la tierra. Pero, gracias al inteligente y meticuloso Pedro de la Gasca, se han conservado numerosas cartas (las guardaba como pruebas de acusacion o defensa) relacionadas con quienes intervinieron en las guerras civiles, y, en ellas, aparece con frecuencia el nombre de Francisco de Maldonado. Un viejo conquistador de Perú, Felipe Boscán, le escribió una de ellas, desde Sevilla, a Gonzalo Pizarro con estilo exageradamente servil. Resumo lo que le cuenta. Francisco de Maldonado llegó a Sevilla y Boscán se le ofreció para lo que hiciera falta, "por venir de parte de vuestra señoría (Gonzalo Pizarro), a quien yo tanto he deseado verle tan gran señor". Luego Maldonado le contó todo lo sucedido en Perú, y Boscán se muestra encantado de que Gonzalo Pizarro se haya apoderado de la Gobernación ¡sirviendo al Rey!; "me habló Maldonado del celo con que vuestra señoría sirve a Su Majestad, y de cuán en justicia está aquella tierra, e sosegada, e que no hay quien desee sino servir a su Rey". Luego le ofrece a Gonzalo Pizarro dos mil ducados, y termina la carta con una alusión a Hernando Pizarro (curioso destino el suyo), a quien le quedaban por cumplir muchos años de cárcel: "Si hubiera algo en lo que os pudiera servir, lo haré con las mismas entrañas de siempre. En cuatro días, parto para Valladolid, y, de camino, besaré las manos a mi señor, Hernando Pizarro, que está (preso) en el castillo de la Mota (Medina del Campo)".



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