sábado, 28 de marzo de 2020

(Día 1068) Hinojosa, con sus buenas maneras, consiguió que muchos panameños se pusieran de su parte. En Trujillo, Melchor Verdugo, de forma alocada, quiso servir al virrey extorsionando con violencia a algunos vecinos.


     Inca Garcilaso va a censurar ahora ciertas andanzas de Melchor Verdugo (a quien ya le dediqué una imagen). En realidad, lo que hizo fue incordiar en Trujillo a los de Gonzalo Pizarro, pero al cronista le molesta la forma de llevarlo a cabo, o también la antipatía personal, porque Verdugo era un hombre excesivamente violento y sin escrúpulos. Habrá que resumir lo que cuenta, porque se extiende mucho: "En este tiempo sucedió en la ciudad de Trujillo algo que causó mucho escándalo. Melchor Verdugo, por ser natual de Ávila, como el virrey, quiso servirle haciendo alguna cosa señalada, y el virrey, antes de que lo apresaran, le había otorgado permiso para hacer cosas grandes, encargándole de despoblar la ciudad de Lima (para que los enemigos no la saqueasen), por lo cual, Gonzalo Pizarro y los suyos le tomaron odio a Verdugo, quien decidió salir de allí antes de que le tuviesen a las manos, pero dejando hecha alguna cosa notable contra ellos. Consiguió algunos soldados, compró armas en secreto, y las llevó a su casa, donde puso algunos grillos y cadenas, porque su intención era apresar a vecinos de su ciudad. En aquella coyuntura, entró en el puerto de Trujillo un navío que venía de Lima. Mandó recado al maestre y al piloto para que fueran a su casa, para que viera cierta ropa y maíz que quería cargar para llevarlo a Panamá, y, cuando llegaron, los metió en un calabozo que tenía hecho".
     Pero el plan de Verdugo era de mayor alcance. Todo el mundo sabía que le fallaban las piernas, y lo utilizó como excusa para pedir desde la ventana a diversas personas que entraran en su casa pofque tenía que comunicarles algo. Vio que pasaban a los alcaldes (eras dos) de la ciudad,  acompañados del escribano, y les rogó que entraran para hacer unas escrituras: "Cuando los tuvo dentro, los llevó adonde estaban el maestre y el piloto, les quitó las varas de autoridad, los puso en cadenas, y dejó seis arcabuceros de guardia. Siguió haciendo lo mismo con otros vecinos que salían a la plaza, sin que nadie se diese cuenta de lo que ocurría. Y así, en poco tiempo juntó más de veinte personas de las principales que habían quedado en la ciudad, pues los demás se habían ido con Gonzalo Pizarro".

     (Imagen) Vamos de carambola en carambola viendo el destino de los participantes en las guerras civiles. Por más que me empeño en buscar datos biográficos de HERNÁN MEJÍA DE GUZMÁN, solo encuentro referencias colaterales. Pero hay una que muestra si fue partidario de Gonzalo Pizarro (como le vemos ahora), o si, al igual que otros muchos, lo abandonó poco antes de que fuera derrotado y muerto por la tropa de Pedro de la Gasca, a quien le escribió una carta el maravilloso cronista GONZALO FERNÁNDEZ DE OVIEDO, en la cual aclara el enigma: Mejía abandonó a Pizarro. De paso, esto nos da pie para saber lo que Oviedo le decía a La Gasca, con sabroso estilo y algo de lógico peloteo, aunque su admiración fuera sincera (lo resumo). La carta la redactó en enero del año 1550 (aún le quedaban otros siete de vida), "desde la fortaleza (a cuyo mando estaba) de la ciudad de Santo Domingo, de la Isla Española". Le felicita por haber vencido a Gonzalo Pizarro, "negocio tan arduo y que tan prósperamente ha concluido vuestra señoría, por lo que quedará siempre escrito con perpetua memoria en la mente de los que después de nosotros vinieren". Como cronista de raza, le pide que le facilite información de aquellas batallas: "Aunque mi edad ha llegado al tercio postrero (tenía 72 años), lo que me queda de vida  lo pienso emplear en exponer esa gloriosa victoria y la muerte del tirano Gonzalo Pizarro. Hallándome en España cuando HERNÁN MEJÍA llegó a Sevilla, yo no le vi, pero los oficiales que residen en la Casa de la Contratación de Indias me dieron a conocer el fin de los desleales. Con su mal final y con mi buen deseo, terminé de escribir la tercera parte de la Historia General de las Indias, que yo he escrito por mandato de Su Majestad, y, para colmarla de perpetua fama, llegó la noticia a tiempo de cerrar con ella el tercer volumen". Ya hablé en su día de GONZALO FERNÁNDEZ DE OVIEDO, pero solo me queda añadir que, dotado de extraordinarias capacidades,  su vida fue una de las más apasionantes de los personajes de las Indias.



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