miércoles, 11 de marzo de 2020

(Día 1053) El virrey anuló la Audiencia de Lima y creó una nueva. Se asentó en San Miguel, y trabajó para reforzar su ejército. Los gonzalistas apresaron a un grupo de soldados del virrey, mataron a tres, y, a los demás, les obligaron a cambiar de bando.


     (643) Parece ser que Gonzalo Pizarro estaba creando malestar entre los vecinos de Lima: "Cuatro soldados suyos, por ciertas diferencias que con él tuvieron, huyendo por mar y por tierra llegaron a Quito, y, llegados, le dijeron al virrey el descontento que los vecinos de la Ciudad de los Reyes, y de otros sitios, tenían con Gonzalo Pizarro, porque les imponía cargas que no podían sufrir. Por lo cual, y por otras cosas que dijeron los soldados, el virrey se animó a salir de Quito hacia San Miguel, llevando como General a un vecino de Quito llamado Diego de Ocampo que le había ayudado, desde que llegó a Túmbez, gastando más de cuarenta mil pesos". El virrey, con un solo oidor, el licenciado Álvarez, y un canciller, Juan de León, que había huido de Lima, dio por inválida la Audiencia de Lima y estableció una nueva: "Y así, despachaba sus provisiones por orden de Emperador Carlos, selladas con el Sello Real, y firmándolas él y el licenciado Álvarez; de manera que había dos Audiencias en Perú, una en la Ciudad de los Reyes, y otra con el virrey. Y aconteció muchas veces que llegaban dos provisiones sobre un mismo asunto, una en contrario de la otra".
     La idea del virrey no era ir de inmediato a enfrentarse con Gonzalo Pizarro. Se asentó temporalmente en San Miguel, a la espera de las órdenes del Rey, porque la misión que le había confiado a su cuñado, Diego Álvarez de Cueto, "era la de informar a Su Majestad de todo lo sucedido, y pedirle socorro para tornar a entrar en el Perú, y hacer la guerra poderosamente a Gonzalo Pizarro". Tanto Vaca de Castro, como el virrey Blasco Núñez Vela y el gran Pedro de la Gasca demostraron una enorme valentía asumiendo, sin dar un paso atrás, la dificilísima tarea que se les había encomendado. Sólo murió el virrey, pero los tres corrieron un enorme peligro.
     Establecido en San Miguel, el virrey se ocupó obsesivamente de reforzarse en todos los sentidos. Aquella población era el sitio ideal para reclutar soldados porque todo el tráfico terrestre hacia Perú pasaba forzosamente por allí: "La mayoría de los vecinos le acogieron con buena voluntad. El virrey iba cada día recogiendo gente, caballos y armas; tanto, que llegó a juntar casi quinientos hombres".
     Pero un grave incidente le iba a alterar la calma: "Gonzalo Pizarro había ordenado a los capitanes Gonzalo Díaz de Pineda y Jerónimo de Villegas que fuesen a recoger gente en Trujillo y en San Miguel. Ellos, con hasta ochenta hombres que habían podido juntar, estuvieron en San Miguel hasta que supieron que llegaba el virrey, y, no osando esperarle, se fueron hacia Trujillo. Pero entonces supieron que el virrey había enviado a un capitán suyo, llamado Juan Pereira, a juntar gente en la provincia de Chachapoyas, y determinaron salirles al camino por donde venían: "Una noche, prendieron a sus centinelas, y, tomándolos durmiendo, a Pereira y dos principales que con él venían les cortaron las cabezas, y, a todos los demás, que eran hasta sesenta hombres de a caballo, los redujeron al servicio de Gonzalo Pizarro, por temor a la muerte, y así, retornaron a su campamento".

     (Imagen) Sigamos contemplando lo que hacía HERNANDO BACHICAO al tiempo en que el virrey reforzaba sus tropas. Echa pestes del capitán Juan de Olmos (y de algún pariente suyo), al que, por lo visto, Gonzalo Pizarro no quería destituir, y le dice en su carta que Olmos "merecería ser quemado, porque, para sacarles esmeraldas, había quemado a varios indios y caciques". Continúa elogiando al temible Francisco de Carvajal (su futuro verdugo): "Suplico a vuestra señoría que siempre favorezca al capitán Carvajal, porque sabe muy bien servirle. Yo comenzaré la guerra contra el virrey y a meter a vuestra señoría en posesión del estado (la gobernación de Perú) que Su Majestad le quería robar (no puede ser más contundente su rebeldía), pues, en conseguirlo, quiero acabar mi vida, aunque pienso quitar treinta mil vidas a los que otra cosa quisieren". También cita al vasco Diego de Urbina, a quien  no considera un buen capitán, a pesar de que, como ya vimos, tuvo una muy brillante actuación al someter a los indios que se rebelaron aprovechando que se había asesinado a Francisco Pizarro. Bachicao le envió a Gonzalo Pizarro una segunda carta (desde Panamá), fechada el 14 de febrero de 1545. En ella vuelve a fanfarronear y a adular a Gonzalo: "Tengo aquí mucha gente, caballos, artillería y mucho ánimo para, no digo yo haceros gobernador, pues lo sois, sino que, si hubiera lugar donde haceros coronar rey, yo os haría cononar por mar y por tierra, y, aunque algo les aconteciese a estos navíos que os mando, yo, en tres horas, tomaría otros quinientos". Le pide a Gonzalo que envíe dinero para hacer frente a los preparativos del virrey, "porque, si se rehace en Quito y le llega ayuda de Castilla, no nos faltará en qué ocuparnos; yo le detendré o desterraré, y hasta Belalcázar quizá pague lo que ha hecho (se refiere a que ha colaborado con el virrey)". Termina con un toque de sentido del humor: "Beso las ilustres manos de vuestra señoría. Vuestro criado, el Conde Don Hernando Bachicao". En la imagen se ve el 'tablero' de operaciones de Bachicao y el virrey.



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