(636) La entrada de Gonzalo Pizarro en Lima con todo su ejército fue
espectacular, y de lo más amenazador. Llegaba ilegalmente nombrado, a
regañadientes, por los oidores de Lima (el más reticente era Pedro Ortiz de
Zárate) Gobernador de todo el Perú. Avanzaban por las calles disparando salvas
de artillería. Los principales capitanes eran Bachicao, Diego de Gumiel, Pedro
Cermeño, Don Pedro Portocarrero, Antonio Altamirano y Pedro de Puelles, los
cuales iban ondeando sus estandartes, y detrás les seguía la caballería. El
protagonista de la escena, Gonzalo Pizarro, llegaba en plan estrella: "Él
venía en un muy poderoso caballo, con una cota de malla, y encima una ropera de
brocado. Fue con este orden a la casa del licenciado Pedro Ortiz de Zárate,
donde estaban juntos los demás oidores, porque él había fingido estar enfermo
para no ir a la Audiencia (tratando de evitar el mal trago de reconocerlo
como Gobernador). Los oidores le recibieron bien, haciendo sus juramentos
de reconocimiento. De allí fue a las casas del Cabildo, donde estaban juntos
los regidores, y le recibieron con las solemnidades acostumbradas, y de allí se
fue a su posada. Este recibimiento ocurrió a finales del mes de octubre del año
mil quinientos cuarenta y cuatro, cuarenta días después de la prisión del
virrey. Gonzalo Pizarro se quedó ejercitando su cargo en cosas de guerra, sin
entrometerse en cosas de Justicia, pues la administraban los oidores. Luego
Gonzalo Pizarro envió como su Teniente al Cuzco a Alonso de Toro, a Pedro de
Fuentes a Arequipa y, a Francisco de Almendras, a la villa de La Plata".
Sobre esto, añade Inca Garcilaso un comentario del cronista Diego
Fernández, el Palentino, según el cual ocurrió que Diego Centeno, que era muy
amigo de Francisco de Almendras, le pidió que le rogara a Gonzalo Pizarro
permiso para que pudiera irse con él a la villa de La Plata. Consiguió lo que
quería, pero el Palentino comenta lo que ya sabemos: "Lo llevó consigo a
la villa de La Plata, donde Diego Centeno le mató después, cuando se hizo del
bando de su Majestad, sin que dejara de ser una ingratitud, aunque en servicio
de su Rey. En toda la conquista del imperio del Perú, en la que Diego Centeno
entró muy mozo, Francisco de Almendras, que era hombre principal y rico, siempre
le había asistido en todas sus necesidades y enfermedades (que tuvo algunas muy
graves), tratándole como a hijo propio; de tal manera, que Diego Centeno,
reconociendo los beneficios, en público le llamaba padre, y Francisco de Almendras
le llamaba hijo. Y así, se vio como ingratitud que después le matara. Pero,
como fueron mayores las fuerzas del servicio a su Príncipe y al bien común,
vencieron a las particulares de su obligación de agradecimiento".
A pesar de que Inca Garcilaso nos acaba de decir que Gonzalo Pizarro les
respetó a los oidores las competencias judiciales, parece ser que, con el fin
de dejar contenta a mucha gente, también intervino en esos asuntos:
"Despachó negocios propios de la Audiencia con mucha autoridad y
reputación, haciendo justicia y dando todo el gusto y contento que podía a los
negociantes, de lo que toda la ciudad estaba muy contenta".
(Imagen) No parece que Gonzalo Pizarro se molestara por el brutal comportamiento de su
maestre da campo, Francisco de Carvajal. Como veremos más tarde, en una de las
batallas, derrotaron y ejecutaron a Lope de Mendoza y a bastantes de los soldados
que no pudieron escapar. Hubo uno, MARTIN MORALES DE AMBUR, natural de Cuenca,
al que le dieron garrote vil por orden de Carvajal, pero el verdugo falló. Aunque
lo abandonaron como muerto, seguía vivo. Cuando ya se repuso, planeó vengarse,
y tuvo la osadía de presentarse en el campamento de Carvajal (por si surgía la
oportunidad de matarlo) aparentando que vivía por la acción directa y milagrosa
de Dios, y muchos le creyeron, asombrados por cosa tan
rara. Luego se incorporó a las tropas de los que habían sido sus enemigos. En
el extensísimo archivo que guardaba el gran Pedro de la Gasca, hay una carta
(año 1546) que Carvajal le escribió a Gonzalo Pizarro, con su estilo sarcástico
y cruel, en la que le cuenta que ha sofocado un motín (resumo el texto): "Varios
traidores tenían concertado en esta villa de Chuquisaca matarme a mí y a
algunos capitanes. Los
inventores de ello eran Luis Perdomo, Alonso Camargo, Diego de Valmaseda,
Antonio Luján, Juan Remón, Alonso Díaz de Gibraltar y un tal Matías Morales de
Ambur, al que yo mandé
desahorcar la noche de la batalla (manipula los hechos), así como otro
mancebito que era paje de Lope de Mendoza. Pero me lo descubrieron Remón y
Luján, tomamos presos a Alonso Camargo y a Diego de Balmaseda, y fueron hechos
cuartos en la plaza de esta villa. Luis Perdomo, solo, desnudo y descalzo,
logró escapar, y, puesto que no hay noticias de él, no hay duda de que lo han
matado los indios. También se logró apresar a MARTÍN MORALES DE AMBUR, y,
traído aquí, se le hizo cuartos. He enviado en busca de los demás, con los
cuales haré lo mismo, para que se vea cuán meritorio es para Dios hacer el bien
a estas benditas almas".
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