(645) Gonzalo
Pizarro se puso también en marcha, con el fin, como ya dijo, de enfrentarse al
virrey cuanto antes, para no darle tiempo a reforzar su tropa: "Se
embarcaron en las naves más de ciento cincuenta personas principales, llevando
Gonzalo Pizarro consigo, para dar más autoridad a su negocio, al oidor Cepeda y
al contador de Su Majestad Juan de Cáceres. Con la partida de Cepeda, se
deshizo la Audiencia de Lima, porque no quedó en la ciudad más que el oidor
Pedro Ortiz de Zárate, y, para asegurarse de que no hubiese más provisiones
reales, se llevó consigo el Sello Real (el virrey había creado uno para la
nueva Audiencia que estableció)".
Gonzalo
quiso dejar Lima bajo el mando de alguien verdaderamente capaz (al que ya
conocemos bien), pero de quien sorprende que lo aceptara, quizá porque tenía
mucho olfato para detectar los peligros: "Eligió a Lorenzo de Aldana, que
era un caballero muy prudente y muy querido por todos, y además rico, pues
tenía un gran repartimiento de indios en la ciudad de Arequipa. Le dejó ochenta
hombres de guardia, que bastaban para la seguridad de la ciudad". Gonzalo
Pizarro se detuvo en la zona de Collique, e hizo un recuento de sus fuerzas.
Tenía unos seiscientos hombres, algo más que el virrey, pero le aventajaba en
dos cosas: en armamento y en la veteranía de sus soldados: "Por el
contrario, la mayoría de los del virrey eran recién llegados de España, no
habituados a las cosas de la guerra, bisoños, mal armados, con poca pólvora y a
falta de otras cosas necesarias para la guerra".
Gonzalo
Pizarro se preparó bien porque tenía que recorrer, en su marcha hacia el
enfrentamiento con el virrey, más de cien kilómetros de camino desierto. Empleó
tácticas de despiste, como la de enviar por otro camino a varios jinetes, con
la intención de que los enemigos creyeran que el resto de la tropa iba detrás.
El virrey se dio cuenta, y reaccionó con otra añagaza parecida, dando un rodeo
que también Gonzalo adivinó, y fue tras él: "Caminaron aquella noche tras
el virrey ocho leguas, y le prendieron muchos hombres, ahorcando a los que les
pareció conveniente. Se enviaron cartas para la gente principal de la tropa del
virrey con grandes promesas de perdón y mercedes a los que lo matasen, las
cuales causaron sospechas, y produjeron luego muertes de gran lástima, porque
no estaban justificadas. Como eran guerras civiles, los que tenían enemistades
particulares enviaban cartas con nombre ajeno para que el virrey sospechase de
los que tenía consigo. Ni Gonzalo Pizarro ni el virrey escribieron cartas con
esas intenciones, sino que fueron las traiciones encubiertas las que causaron
muchos males en aquella guerra. En su persecución, Gonzalo Pizarro halló alguna
gente que se le iba quedando atrás al virrey, unos por el mucho cansancio, y
otros por el mucho descontento que tenían. El virrey seguía su camino hacia la
ciudad de Quito para sacar a los suyos de las necesidades que tenían, pues
aquella tierra era abundante en comida. Gonzalo Pizarro no quiso llevar consigo
a ninguno de los soldados del virrey que quedaron rezagados, por no fiarse de
ellos y porque tenía ya bastante gente. Los envió a Trujillo, a Lima y a otras
partes, adonde cada uno quiso, aunque, a algunos de los principales, de quienes
tenía particular queja, los ahorcó". Vemos, pues, que el virrey, que había
decidido lanzarse al ataque, finalmente se retiró de nuevo a Quito.
(Imagen) HERNANDO
BACHICAO le escribió el día 25 de marzo de 1545 una tercera carta a Gonzalo
Pizarro desde Manta. Esperaba tener pronto 17 naves, y contar, además de los
marineros, "con quinientos hombres de guerra, de los mejores que hay de
aquí a Milán; también he encontrado 130 hombres recién desembarcados de Nueva
España (México); el virrey no tiene más de 400 hombres". Le añade
que recogerá a Gonzalo Díaz y a Villegas con la gente que tenían (aunque,
probablemente, para entonces a Díaz ya le habrían matado los indios). Se queja
de que andaban escasos de alimentos, sin que Gonzalo atienda sus peticiones:
"Mucho me ha pesado no hallar en la costa dineros y bizcocho, como le he
escrito a vuestra señoría, y parece que el diablo le ha cegado (sin
atenderme), pues yo y mis capitanes y soldados bastamos para ganar la
guerra de aquí a Sevilla. Y, mientras en Lima comen pasteles, al perro hereje
de Bachicao, que les ha asegurado a ellos la tierra, y que tiene mil hombres y
mil caballos, no me envía vuestra señoría dos cargas de bizcocho, ni un ducado,
que he gastado ya veinte mil pesos de mi bolsa". Sabiendo lo que fue su
postrera traición, resulta patético lo que añade: "Nadie me conoce como vuestra
señoría, ni nadie se puede decir en el mundo Pizarro, sino yo, desde el día que
los conocí hasta que muera, y en esta fe moriré. Mi vida y mi hacienda es de
vuestra señoría. Si le pido a vuestra señoría que me mande al capitán Carvajal
(su futuro ejecutor) es porque no hay otro mejor en el mundo para
maestre de campo". Continúa con su exagerado estilo: "Escríbale
vuestra señoría a doña Leonor, mi mujer, y envíele medio Cuzco, pues yo, lo que
tengo solo lo quiero para servir a vuestra señoría, y juro a Dios que pienso
hacerle coronar rey, a pesar de todo el mundo. Y mire los misterios de Dios,
pues salí con una barca de Lima, y tengo ahora 17 navíos, más los 10 que ya le
he enviado, y la hueste de gente que he conseguido". La distancia entre
Manta (situación de Bachicao) y Quito (situación del virrey) es de 396 km.
No hay comentarios:
Publicar un comentario