viernes, 6 de marzo de 2020

(Día 1049) Vaca de Castro consiguió huir en la nave en la que estaba preso. Airado Gonzalo Pizarro, quiso castigar a quienes no le eran fieles, y estuvo a punto de matar a Benito Suárez de Carvajal.


     (639) Aunque Gonzalo Pizarro se había hecho Gobernador a la brava, tenía ya a mucha gente de Lima conforme con la situación. Todos sabían que estaban metidos en un camino tortuoso, y, a la desesperada, o ingenuamente, esperando que surtiera efecto, se decidió que, tanto Gonzalo como el Cabildo, enviaran algún mensajero a España para conseguir del Rey que diera el visto bueno a todo lo que se había llevado a cabo. El único que dio una opinión contraria, pero realista y con su típica ironía, fue Francisco de Carvajal: "Dijo que los mejores conseguidores eran muchos soldados, armas y caballos. Añadió que los vasallos nunca debían tomar armas contra sus reyes, pero que, una vez tomadas, nunca las debían dejar, y que, lo que debían haber hecho desde el principio, era prender a los oidores y enviárselos a su Majestad, para que dieran cuenta de la prisión del virrey, pues ellos lo habían hecho".
     A esa propuesta de Carvajal se apuntó rápidamente Hernando Bachicao, quien tendrá un importante y cruel protagonismo en los futuros enfrentamientos. Pero se desechó la idea de enviar a España presos a los oidores, y se tomó la decisión de que se presentaran ante el Rey un representante de la Audiencia, el doctor Tejada, y otro, de la gobernación de Gonzalo Pizarro, su maestresala Francisco Maldonado: "Acordaron enviarlos en un navío que estaba en el puerto de Lima, el único que había, en el cual estaba detenido Vaca de Castro. Pero, avisado por un pariente suyo llamado García de Montalvo, y temiendo que, si lo sacaban del navío, podría traerle malas consecuencias, Vaca de Castro determinó, con ayuda de Montalvo y de sus criados, apoderarse del navío e ir a Panamá. Logró su intención, porque no había en el navío gente partidaria de Gonzalo Pizarro. Los marineros se alegraron de favorecer a Vaca de Castro, porque era querido en aquella tierra, y muy amado de todos. Gonzalo Pizarro, cuando lo supo, tuvo un grandísimo enojo, porque se impedía el viaje de los emisarios, que le parecía muy de su provecho".
     Vaca de Castro tuvo la gran suerte de poder escapar en el navío que había tomado con astucia y habilidad. Tras liberarse de la arriesgada situación en que se encontraba, con grave riesgo de perder la vida, logró después trasladarse a España, pero, como ya vimos, una vez llegado, se vio cubierto de acusaciones que le trajeron como consecuencia varios años de amargura y desprestigio en la cárcel, hasta que, por fin, fue en gran medida rehabilitado.
     El chasqueado Gonzalo Pizarro montó en ira por la huida de Vaca de Castro, y su risueña estancia en Lima se transformó de repente en un ansia de venganza: "Mandó prender a todos los caballeros sospechosos de no ser de su parte, entre los cuales estaba el licenciado Benito Suárez de Carvajal, al cual Francisco de Carvajal le dijo que se confesase e hiciese testamento, porque ya estaba determinado que muriese. También se temía que, muerto el licenciado Benito Suárez, habría gran mortandad de los demás que estaban presos". Por esto último, y porque Benito era hermano del factor Illán Suárez de Carvajal, a quien el virrey había matado, le suplicaron muchos a Gonzalo Pizarro que no lo ejecutaran.

     (Imagen) Acabamos de ver que HERNANDO BACHICAO fue el único que apoyó a Francisco de Carvajal en su propósito de apresar a los oidores y enviarlos a España. Había cierta similitud entre los dos en su carácter violento e implacable. Recordemos que, en la batalla de Salinas, donde fue derrotado Diego de Almagro el Viejo, ocurrió que Bachicao acribilló a cuchilladas al capitán Pedro de Lerma. Lo abandonó creyéndolo muerto, aunque hubo otro salvaje que después lo remató cobardemente. Veremos enseguida que Gonzalo Pizarro va a enviar a Bachicao por mar a Panamá para que se apoderara de la ciudad. Allí hará un despliegue de su mala baba. Vaca de Castro llegó antes y aconsejó a las autoridades que no le permitieran desembarcar. Pero de nada sirvió. Llegado al puerto, Bachicao, viendo que no le daban permiso para bajar a tierra, les amenazó con matar a todos si no aceptaban a Gonzalo Pizarro como gobernador. Se resistieron. Se apoderó de los barcos, y a un piloto que se opuso, lo ahorcó y lo dejó colgado de la entena de la nave, ante el horror de los panameños, que dejaron de resistirse. Bachicao y sus hombres saquearon la ciudad con un total desenfreno. Ya anteriormente, llegando Hernando de Bachicao a Túmbez, donde se encontraba una nave en la que había estado el virrey Blasco Núñez Vela (quien desde allí huyó a Quito), la abordó. Unos 15 años después, Juan Mosquera, hijo del capitán de la nave asaltada, Alonso Núñez de San Pedro, seguía pidiendo judicialmente lo que dice el texto de la imagen. Pedía "la devolución de 8.800 pesos de oro (más de tres kilos) que le había robado a su padre, yendo de corso, Hernando de Bachicao, seguidor de Gonzalo Pizarro". Ese dinero se lo reclamaba a la Hacienda Real, porque todos los bienes de HERNANDO BACHICAO habían sido confiscados por rebelarse contra la Corona. Paradójicamente, en la batalla de Huarina, al que traicionó fue a Gonzalo Pizarro, quien luego lo decapitó. Era el año 1547.



No hay comentarios:

Publicar un comentario