(639)
Aunque Gonzalo Pizarro se había hecho Gobernador a la brava, tenía ya a mucha
gente de Lima conforme con la situación. Todos sabían que estaban metidos en un
camino tortuoso, y, a la desesperada, o ingenuamente, esperando que surtiera
efecto, se decidió que, tanto Gonzalo como el Cabildo, enviaran algún mensajero
a España para conseguir del Rey que diera el visto bueno a todo lo que se había
llevado a cabo. El único que dio una opinión contraria, pero realista y con su
típica ironía, fue Francisco de Carvajal: "Dijo que los mejores
conseguidores eran muchos soldados, armas y caballos. Añadió que los vasallos
nunca debían tomar armas contra sus reyes, pero que, una vez tomadas, nunca las
debían dejar, y que, lo que debían haber hecho desde el principio, era prender
a los oidores y enviárselos a su Majestad, para que dieran cuenta de la prisión
del virrey, pues ellos lo habían hecho".
A esa
propuesta de Carvajal se apuntó rápidamente Hernando Bachicao, quien tendrá un importante
y cruel protagonismo en los futuros enfrentamientos. Pero se desechó la idea de
enviar a España presos a los oidores, y se tomó la decisión de que se
presentaran ante el Rey un representante de la Audiencia, el doctor Tejada, y
otro, de la gobernación de Gonzalo Pizarro, su maestresala Francisco Maldonado:
"Acordaron enviarlos en un navío que estaba en el puerto de Lima, el único
que había, en el cual estaba detenido Vaca de Castro. Pero, avisado por un
pariente suyo llamado García de Montalvo, y temiendo que, si lo sacaban del
navío, podría traerle malas consecuencias, Vaca de Castro determinó, con ayuda
de Montalvo y de sus criados, apoderarse del navío e ir a Panamá. Logró su
intención, porque no había en el navío gente partidaria de Gonzalo Pizarro. Los
marineros se alegraron de favorecer a Vaca de Castro, porque era querido en
aquella tierra, y muy amado de todos. Gonzalo Pizarro, cuando lo supo, tuvo un
grandísimo enojo, porque se impedía el viaje de los emisarios, que le parecía
muy de su provecho".
Vaca de Castro tuvo la gran suerte de poder
escapar en el navío que había tomado con astucia y habilidad. Tras liberarse de
la arriesgada situación en que se encontraba, con grave riesgo de perder la
vida, logró después trasladarse a España, pero, como ya vimos, una vez llegado,
se vio cubierto de acusaciones que le trajeron como consecuencia varios años de
amargura y desprestigio en la cárcel, hasta que, por fin, fue en gran medida
rehabilitado.
El
chasqueado Gonzalo Pizarro montó en ira por la huida de Vaca de Castro, y su
risueña estancia en Lima se transformó de repente en un ansia de venganza:
"Mandó prender a todos los caballeros sospechosos de no ser de su parte,
entre los cuales estaba el licenciado Benito Suárez de Carvajal, al cual Francisco
de Carvajal le dijo que se confesase e hiciese testamento, porque ya estaba
determinado que muriese. También se temía que, muerto el licenciado Benito
Suárez, habría gran mortandad de los demás que estaban presos". Por esto
último, y porque Benito era hermano del factor Illán Suárez de Carvajal, a
quien el virrey había matado, le suplicaron muchos a Gonzalo Pizarro que no lo
ejecutaran.
No hay comentarios:
Publicar un comentario